La mies es abundante

Evangelio según San Mateo 9,32-38. 

En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. 

El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: "Jamás se vio nada igual en Israel". 

Pero los fariseos decían: "El expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios". 

Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. 

Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. 

Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. 

Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha." 

Santos Félix, Felipe, Vital

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Santos Félix, Felipe, Vital, Marcial, Alejandro, Silano y Jenaro, mártires

En Roma, santos mártires Félix y Felipe, que están enterrados en el cementerio de Priscila; Vital, Marcial y Alejandro, en el de los Jordanos; Silano, en el de Máximo; y Jenaro, en el de Pretextato, cuya memoria recuerda y conmemora hoy conjuntamente la Iglesia Romana con alegría, sintiéndose honrada con sus triunfos y protegida por la intercesión de tantos y tan ejemplares santos.

Como lo afirma el elogio del Martirologio Romano, santa Felicitas es una mártir enterrada en la catacumba de Máximo, y que ha gozado de culto desde la antigüedad. Sin embargo, bien sabemos que a la tradición oral y popular no le basta con tan pocos datos, así que ya desde muy antiguo surgió una leyenda que vincula muy estrechamente a esta mártir con otros siete que se celebran el 10 de julio, y que pasan por ser «los siete hijos de santa Felicitas». Este artículo, por tanto, trata de una forma unificada las dos memorias, la del 10 de julio y la del 23 de noviembre, sobre todo en atención a que los ocho mártires aparecen unidos en la iconografía y el culto ancestral.

Según la leyenda, Felicitas era una noble cristiana que se había consagrado a Dios en su viudez y vivía dedicada a la oración y las obras de caridad. Su ejemplo y el de su familia convirtió a numerosos idólatras a la fe. Ello enfureció a los sacerdotes paganos, quienes se quejaron al emperador Antonino Pío de que las numerosas conversiones que obraba Felicitas provocarían la cólera de los dioses y, como consecuencia, la ciudad y todo el país, sufriría terrible desolación. El emperador dejó el asunto en manos de Publio, prefecto de Roma, quien mandó que la santa y sus hijos compareciesen ante él. Tomó aparte a Felicitas y trató por todos los medios de inducirla a ofrecer sacrificios a los dioses para no verse obligado a imponer un castigo a ella y a sus hijos. Pero la santa respondió: «No trates de atemorizarme con tus amenazas ni de ganarme con tus halagos, porque el Espíritu de Dios, que habita en mí, no permitirá que me venzas, sino que me sacará victoriosa de todos tus ataques». Publio replicó: «¡Infeliz de ti! ¡Si lo que quieres es morir, muere en buena hora pero no mates a tus hijos!» «Mis hijos -respondió Felicitas- vivirán eternamente si permanecen fieles a la fe, pero si ofrecen sacrificios a los ídolos, les espera la muerte eterna».

Al día siguiente, el prefecto mandó llamar de nuevo a Felicitas y sus hijos y dijo a ésta: «Apiádate de tus hijos, Felicitas, pues están en la flor de la juventud». La santa replicó: «Tu piedad es impía y tus palabras crueles». En seguida, se volvió hacia sus hijos y les dijo: «Hijos míos, levantad los ojos al cielo, donde os esperan Jesucristo y sus santos. Permaneced fieles a su amor y luchad valientemente por vuestras almas». Publio montó en cólera al oír aquello y replicó airadamente: «Es una insolencia que hables así a tus hijos en mi presencia, tanto como tu desobediencia a las órdenes del soberano, por lo tanto serás castigada». A continuación, mandó que la azotaran.

El prefecto llamó entonces, por separado, a cada uno de los jóvenes y trató de conseguir, con promesas y amenazas, que adorasen a los dioses. Como todos se negasen a ello, ordenó que los azotaran y los encerraran en un calabozo. El prefecto informó del caso al emperador, el cual mandó que fuesen juzgados por jueces diferentes y condenados a diversos géneros de muerte. Jenaro murió destrozado por los látigos; Félix y Felipe perecieron a golpes de mazo; Silvano fue arrojado al Tíber; Alejandro, Vidal y Marcial alcanzaron la corona por la espada. También la madre fue decapitada, después de haber visto morir a sus hijos.

A propósito de la muerte de santa Felicitas, san Agustín dice: «El espectáculo que se presenta a los ojos de nuestra fe es magnífico. Hemos oído y visto con la imaginación a esa madre que, contra todos sus instintos humanos, escoge que sus hijos perezcan en su presencia. Pero Felicitas no abandonó a sus hijos, sino que los envió por delante, porque consideraba la muerte, no como el fin sino como el principio de la vida. Estos mártires renunciaron a una existencia que debía terminar forzosamente, para pasar a una vida que no termina jamás. Pero Felicitas no se contentó con ver morir a sus hijos, sino que los alentó a ello y, al hacerlo, consiguió que su valor fuese todavía más fecundo que su seno. Al verlos luchar, luchó con ellos y la victoria de cada uno de sus hijos fue su propia victoria». San Gregorio Magno predicó una homilía el día de la fiesta de santa Felicitas, en la iglesia que se erigió sobre la tumba de la santa en la Vía Salaria. En dicha homilía dice que Felicitas, «que tenía siete hijos, temía que alguno le sobreviviese, como otras madres temen sobrevivir a sus hijos. Su martirio fue mayor, ya que, al ver morir a todos sus hijos, sufrió el martirio en cada uno de ellos. Felicitas fue la última en morir; pero desde el primer momento sufrió, de suerte que su martirio comenzó con el del primero de sus hijos y terminó con su propia muerte. Así ganó, no sólo su corona, sino la de todos sus hijos. Al presenciar sus tormentos, permaneció constante, sufrió, porque era madre, pero se regocijó porque poseía la esperanza. En santa Felicitas la fe triunfó de la carne y de la sangre, cuando en nosotros no es capaz de vencer las pasiones y arrancar nuestro corazón de este mundo corrompido».

A pesar de la elocuencia de san Agustín y de san Gregorio, de lo dicho por Alban Butler y, no obstante, el valor moral y religioso de las lecciones que se sacan de este martirio, no se puede considerar el hecho como histórico. Está fuera de duda que una mujer llamada Felicitas sufrió el martirio y fue sepultada en el cementerio de Máximo, en la Vía Salaria. La fiesta de esta mártir se celebraba y se celebra el 23 de noviembre. Pero sólo unas «Actas» de muy dudoso valor histórico afirman que los «Siete hermanos» eran sus hijos: a decir verdad, ni siquiera consta que esos siete mártires fuesen hermanos entre sí. 

Por lo menos desde mediados del siglo V, se conmemoraba el 10 de julio el triunfo de siete mártires. Dos de ellos, Félix y Felipe, fueron sepultados en el cementerio de Priscila; Marcial, Vidal y Alejandro, en el cementerio «de los Jordanos»; Jenaro en el cementerio de Pretextato, donde de Rossi descubrió, en 1863, una capilla decorada con frescos y una inscripción en la que se invocaba a dicho santo; Silano fue sepultado en la catacumba de Máximo. Tal vez, el origen de la leyenda de que estos siete mártires eran hijos de santa Felicitas fue que la tumba de Silano (o Silvano) estaba junto a la de dicha santa.

A fines del siglo XIX, se discutió mucho sobre santa Felicitas y sus siete hijos. Aunque las actas, según lo dijimos antes, son muy posteriores y de autoridad dudosa, consta sin embargo la existencia de un culto muy antiguo por el Calendario Filocaliano, el epitafio de San Dámaso y el Hieronymianum. El P. Delehaye, que estudió la cuestión varias veces en su obra, concluye que es indudable que un hagiógrafo inventó que los siete mártires del 10 de julio eran hermanos para crear un paralelo cristiano a la narración bíblica de los Macabeos (2Mac 7).

El texto de las actas puede verse en las «Acta Sincera» de Ruinart, así como en las ediciones más modernas hechas por Doulcet y Künstle. Entre las críticas más destructivas se cuenta la de J. Führer, Ein Beitrag zur Lösung der Felicitas-Frage (1890), y el folleto que el mismo autor escribió posteriormente para responder a los argumentos de Künstle. En favor de la leyenda, cf. el artículo de Duchesne en Bulletin Critique, 1890, p. 425, y el detalladísimo artículo de Leclrecq en Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. V, ce. 1259-1298. El P. Delehaye volvió sobre la cuestión en «Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum» (pp. 362-364) y en «Etude sur le légendier romain» (1936), pp. 116-123.
Imagenes: secuencia «cinematográfica» de la historia de Felicitas y sus hijos en un retablo de altar en la iglesa de Santa Felicitas en Montagny, en la Picardía francesa, año 1560: 1-

Felicitas junto con sus hijos se presenta ante Publio. 2-Muerte de Jenaro. 3-Muerte de Félix y Felipe. 4-Muerte de Silano. 5-Muerte de Vital, Marcial y Alejandro. 6-Felicitas y sus compañeros toman los cuerpos de los niños para llevarlos a enterrar en las catacumbas de Roma.

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia 

Homilía sobre la cosecha abundante,10,2-3; PG 63, 519-521

“La mies es abundante”

Todos los trabajos de los agricultores se dirigen, en último término, a la cosecha. ¿Cómo, entonces, llama Cristo cosecha a una obra que todavía estaba en sus inicios? La idolatría reinaba en toda la tierra... Por todas partes fornicación, adulterio, desenfreno, concupiscencia, robos, guerras... La tierra estaba llena de todos estos males. Ninguna simiente había sido sembrada. Los espinos, los cardos y la cizaña cubrían al tierra y no habían sido arrancados todavía. Ningún arado había surcado el terreno.

¿Cómo, pues, puede decir Jesús que la cosecha es abundante? ... Seguramente, los apóstoles quedaron desconcertados y desorientados: “¿Cómo podemos abrir la boca, nosotros, ante tanta gente? Nosotros, los once, como enseñar a todas las gentes de la tierra? ¿Sabremos, nosotros, ignorantes, abordar a los sabios, presentarnos, despojados, ante hombres armados; nosotros, subordinados, encararnos con las autoridades? No sabemos más que una lengua ¿sabremos discutir con pueblos bárbaros que hablan lenguas extranjeras? ¿Quién nos soportará sin entender nuestra lengua?”

Jesús no quiere semejantes razonamientos que infunden perplejidad en sus apóstoles. Por esto llama el evangelio una cosecha. Como si dijera: “Todo está preparado, todas las disposiciones están tomadas. Os envío a cosechar el grano maduro; podréis sembrar y recoger el mismo día.” Cuando el agricultor sale de su casa para ir a la mies, desborda de alegría y resplandece de felicidad. No hace caso ni de los trabajos ni de las dificultades que podrá encontrar... “Prestadme vuestra lengua, dice Cristo, y veréis el grano maduro entrar en los graneros del rey.” Y los envía en seguida diciéndoles: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mt 28,20)

¿Cuánto dura la presencia de Cristo en la Eucaristía?

Asimismo, cuando lo recibimos en la comunión ¿cuánto tiempo permanece Cristo dentro de nosotros?

Sabemos que en el altar, al momento de la consagración, la hostia y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Pero ¿cuánto tiempo permanece su presencia en ellos? Asimismo, cuando lo recibimos en la comunión ¿cuánto tiempo permanece Cristo dentro de nosotros? Vamos a responder estas preguntas.

En cada pedazo de la hostia consagrada y en cada gota del vino consagrado está Cristo completo, es decir, todo su Cuerpo, su Sangre, alma y divinidad. Por lo tanto, cada que comulgamos, recibimos al mismo Cristo vivo y resucitado. Así lo confirma el Catecismo de la Iglesia Católica al decir: “En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero” (1374).

De tal manera que al fraccionar la Hostia consagrada no es que se divida a Cristo, ya que hasta en la más pequeña partícula de la Hostia está Cristo con todo su Cuerpo y su Sangre. Lo mismo al recibir el vino en el cáliz, no es solamente la Sangre de Cristo, sino que es el Señor en toda su persona divina. “Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo” (CCE 1377).

Ahora bien, la presencia real de Cristo en la Eucaristía permanece desde la consagración del pan y del vino, hasta que duren las especies que sirvieron para su ofrecimiento. Es decir, que cuando las especies del pan y del vino se alteran por el tiempo o se disuelven a través del estómago, la presencia física de Jesús deja de estar.

Se pudiera decir que son aproximadamente entre 10 y 15 minutos los que dura la presencia física de Jesús dentro de nosotros. El que ya no esté en su presencia real y verdadera, no quiere decir que Cristo nos abandone. Sigue presente en nuestra alma, habita en nosotros, en unión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de manera real.

Al reconocer que es Cristo en cuerpo y alma a quien recibimos, es necesario que preparemos también nuestro cuerpo ya que no es un alimento ordinario. Por lo tanto, por respeto a su presencia dentro de nosotros, el Código de Derecho Canónico nos dice cómo debemos prepararnos: “Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas” (919). Asimismo, no debemos comer ningún alimento de manera inmediata luego de haber comulgado, hasta que haya pasado el tiempo prudente para que se disuelva totalmente la Hostia dentro de nuestro organismo.

Qué triste es ver a tantos que después de recibir a nuestro Señor permanecen como si hubiesen recibido un simple trozo de pan. Hagamos el compromiso de vivir con piedad y cuidado ese momento de la comunión. Deleitemonos en comerlo, platiquemos con Él desde el corazón.

Al comulgar al Señor nos convertimos en sagrarios vivientes, dentro de nosotros está el mismo cielo; por lo tanto, debemos aprovechar ese momento tan especial para adorar y conversar con aquel que nos ama y que ha decidido vivir en ti y en mí. La presencia de Cristo Eucaristía permanece para siempre, para toda la eternidad. ¡Cuida tu gracia y no te prives de este alimento que da la vida eterna! 

5 Tips de cómo santificar su trabajo de cada día

Los frutos del trabajo dependerán de la visión con que nosotros tomemos el don de trabajar

El trabajo es el acto que siempre ha acompañado la existencia del ser humano, para muchos es una maldición que cayó sobre el hombro de Adán. Para otros, trabajar es tal y como dice Gibran “Trabajáis para poder seguir el ritmo de la Tierra y del alma de la Tierra” por ello los frutos del trabajo dependerán de la visión con que nosotros tomemos el don de trabajar. Así que te presentamos 5 Tips de cómo santificar tu trabajo que el mismo Gibran cita en su afamado libro.

1 Ofrendarlo a Dios

El trabajo es el fruto de tu esfuerzo, haz todo con el deseo de que tu fruto sea una ofrenda agradable a los ojos de Dios, despierta con esa convicción y esa oración en tus labios y será la convicción que dominará tu día. Como dice san Agustín: Ora como si todo dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti

2 Valorarlo

Cierto momento he escuchado a personas ir por su salario y expresarse de ello como ir a recoger “esa cochinada” ¿Así valoras todo tu esfuerzo? Como algo tan simple o sin valor. Si tú mismo no lo valoras ¿Cómo esperas que otros valoren tu trabajo? Así que antes de recoger esa “cochinada” ve y recoge la bendición de tus frutos laborales.

3 Trabajar con amor

Ya decía el proverbio, quien trabaja en lo que ama no trabaja nunca, y si no cuentas con la suerte de trabajar en lo que amas, pues ama en lo que trabajas, porque es el barco en el que pasas tu vida y puedes amarlo haciendo cada labor como si fuera para alguien a quien amas

Y cuando trabajáis con amor, os integráis a vosotros mismos, y el uno al otro, y a Dios.

¿Y qué es trabajar con amor?

Es tejer la tela con los hilos sacados de vuestro corazón, como si vuestro bienamado debiera vestirla.
Es construir una casa con afecto, como si vuestro bienamado debiera habitar en ella.
Es sembrar granos con ternura y recoger la cosecha con alegría, como si vuestro bienamado debiera comer sus frutos. 

Gibran

4 Trabajar con orgullo

No es una maldición que cargamos el tener que trabajar, esto independientemente de cual sea tu labor. Algunos creen que es más honrosa una profesión a otra, pero todas realizadas con orgullo y amor dignifican a todo hombre. Leamos a Gibran

A menudo os he oído decir, como si hablarais en sueños:
“Quien trabaja el mármol y haya la forma de su alma en la piedra, es más noble que aquél que labra la tierra. Y quien alcanza el arco iris y lo extiende sobre la tela a semejanza del hombre, es más que aquél que hace sandalias para nuestros pies”

Pero yo digo, no en sueños sino en pleno despertar del mediodía, que el viento no habla con más dulzura a la gigantesca encina que a la más ínfima de las hierbas del bosque.

5 Vive para trabajar y no trabajes para vivir

Que el trabajar sea para dignificarte y no para esclavizarte, que ames trabajar pero no que sea lo único que ames hacer. Ya decía Facundo, el conquistador por cuidar su conquista termina esclavo de lo que conquistó. Así que adelante hazlo con el orgullo con que Beata Madre Teresa de Calcuta bañaba a sus pobres, con la alegría con que san Francisco salía a Predicar, con el deseo de hacerlo bien con que san Martín de Porres barría el monasterio, pero sobre todo con el amor con que Jesús cumplió su misión aun siendo una dura misión.

Se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas

Evangelio según San Mateo 9, 32-38. Martes XIV de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por los dones de la fe, de la esperanza y de la caridad que me diste en el bautismo. Ayúdame a crecer en estas virtudes para que aprenda a descubrirte en todo momento y sepa darte, en mi vida, el lugar que te corresponde.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús ve la gente y la ve necesitada. Sabe que muchas veces nos sentimos desorientados y sin saber a quién acudir. Por eso, al hacerse hombre, quiso dedicar un periodo de su vida a estas ovejas sin pastor. Siendo hombre, puede comprender todas nuestras alegrías y dificultades y, lo que es aún mejor, ser el hombro de apoyo en los momentos de tinieblas.

Nos falta, pues, abrir los ojos y el corazón para aprender a descubrir su presencia en cada momento de nuestra vida cotidiana. Él toma muchas formas, ya sea en la presencia de un amigo o a través de una palabra de aliento, sin embargo, Dios prometió hacerse presente especialmente a través de sus sacerdotes, estos obreros de la mies celestial que, como Cristo, quieren dar la vida por sus hermanos los hombres.

Jesús quiere obrar en el mundo, pero necesita manos y pies que le ayuden a transmitir su mensaje por el mundo. Roguemos al Señor que envíe obreros a su mies…

No se trata solo de compartir, sino de compadecer, es decir, de sufrir por quien sufre. Una obra de misericordia no es hacer algo para descargar la conciencia: una obra de bien, así estoy más tranquilo, me quito un peso de encima. ¡No! Una obra de misericordia significa también compartir el dolor de los otros, porque compartir y compadecer van juntas. Por eso es misericordioso el que sabe compartir y también compadecerse de los problemas de otras personas. ¿Yo sé compartir? ¿Soy generoso, soy generosa? ¿Cuando veo una persona que sufre, que está en dificultad, también yo sufro? ¿Sé ponerme en los zapatos de los otros, en la situación de sufrimiento?

(Homilía de S.S. Francisco, 5 de junio de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Voy a agradecer al Señor por mi párroco y voy a pedirle su luz para que lo ilumine y lo fortalezca en su misión.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos

Su amor y su amistad no tienen medida, ni conocen límites ni fronteras.

Mateo 9, 36-38, 10, 8

Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha". Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. 

Reflexión

Joven: ¡estee Evangelio es especialmente PARA TI!. Fíjate bien: “Al ver Jesús a las personas –nos dice san Mateo– se compadecía de ellas, porque andaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor”. Si la persona del Papa nos atrae tanto, ¡imagínate cómo sería nuestro Señor Jesucristo! Toda su personalidad era fascinante y cautivadora. Su palabra y su talante seducía a multitudes enteras. “Le seguían grandes muchedumbres de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén y de Judea, y del otro lado del Jordán” -nos cuenta el evangelista- “y mucha gente, oyendo lo que hacía, acudía a Él” (Mt 4,25; Mc 3,8). Él era de un corazón infinito, generoso, delicado, fuerte, noble, ¡todo lo que tú puedas soñar y pensar de un corazón humano!

Él era verdadero Hombre. Y, además, verdadero Dios. Su amor y su amistad no tienen medida, ni conocen límites ni fronteras. Él es el único que nos ama como somos, a pesar de nuestras limitaciones y caídas, y su amor es fuerte, incondicional, dulce y total. Él es fiel. Nunca nos engaña ni nos puede fallar.

“Jesús se compadecía de las multitudes”. El verbo griego del texto original -el que emplea aquí el evangelista– significa literalmente “se le conmovían sus entrañas”. Es un sentimiento profundamente humano, de una exquisita ternura paternal –o maternal–, como nos recuerda el profeta Oseas en aquellas palabras llenas de emoción, que nos hablan del amor de Dios a su pueblo: “Cuando Israel era niño yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo... Yo enseñé a andar a Efraím, lo levantaba en brazos, pero no reconoció mis desvelos por curarle. Lo atraía con ligaduras humanas, con lazos de amor. Fui para ellos como quien alza a una criatura contra su mejilla, y me bajaba hasta ella para darle de comer...Se me conmueven mis entrañas y mi corazón dentro de mí...” (Os 11, 1-8). Éste es el amor de Dios a sus elegidos, el amor que Cristo nos tiene a cada uno de nosotros.

Pero el de Cristo no es un sentimiento estéril, sino un compromiso eficaz y operante. El fruto inmediato de esa compasión que siente hacia las multitudes es la elección de sus Apóstoles. “La mies es abundante –les dice–, pero los trabajadores son pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que mande trabajadores a su mies”. Y a continuación aparecen los nombres de los elegidos: los doce Apóstoles, y los envía, haciéndolos partícipes de su propia misión.

¿Y no has pensado tú, querido amigo o amiga, que tal vez tu nombre podría estar también incluido entre éstos? ¿No has sentido alguna vez en tu interior la llamada dulce y serena del Señor, que te invita a seguirlo y a ir detrás de Él? ¿No te estará diciendo que Él te quiere como amigo predilecto, como sacerdote, como religioso o religiosa, como misionero? O sin duda te llama a una vocación seglar de mayor entrega a Él y al apostolado. Dios ama a los jóvenes con un amor especialísimo, como se ama la vida, la pureza, la fuerza y la plenitud; y el reto que Él nos presenta es para almas grandes, para corazones nobles, para espíritus magnánimos y generosos como el tuyo.

No tengas miedo a decirle que “sí”, como Pedro, Santiago, Juan o el resto de los Doce. Si Él nos da la carga, también nos también las fuerzas para llevarla adelante. Así nos lo atestigua el mismo Evangelio de hoy: Cristo da a sus Apóstoles el poder que necesitan para cumplir la misión que les encomienda. Y, además, Él está a nuestro lado, siempre nos acompaña en nuestro camino.

Así, pues, si sientes alguna voz dentro de ti o piensas que Cristo te puede estar llamando a seguirlo, sé valiente y generoso. Y si quisieras algún consejo u orientación vocacional, puedes seguir conversando conmigo, a través de Catholic.net. Me encuentras en línea, en el área de consulta espiritual. ¡Que Dios te bendiga, y hasta pronto!

Recemos por el consuelo de los que sufren

Inundaciones en Japón: Papa Francisco muestra su solidaridad y reza por más de 85 víctimas

En un telegrama enviado a las autoridades eclesiásticas en Japón, a través del Secretario del Secretario del Estado de Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, el Papa Francisco ha expresado su tristeza por las víctimas mortales provocadas por las últimas inundaciones en en el país.

En el texto, el Pontífice se muestra “profundamente entristecido” y “expresa su sincera solidaridad con todos los afectados por esta tragedia”.

Reza especialmente por el descanso de los difuntos, la curación de los heridos y el consuelo de todos los que sufren” y al mismo tiempo “ofrece aliento a las autoridades civiles y a todos los involucrados en la búsqueda y rescate”.

Al menos 85 personas han muerto y dos millones de personas se han sido obligadas a abandonar sus hogares por la intensa lluvia que azota el suroeste de Japón en los últimos días y que a su vez ha provocado deslizamientos de tierra.

FRANCISCO VISITARÁ EL PAÍS ISTMEÑO DEL 23 AL 27 DE ENERO DE 2019
El Vaticano confirma la asistencia del Papa a la JMJ de Panamá

Será el 26 viaje internacional de Bergoglio y su primero del 2019

Redacción, 10 de julio de 2018 a las 12:44

El Papa Francisco, con jóvenes en la JMJ de PoloniaAgencias

Francisco regresará al continente americano, después de sus visitas a Río de Janeiro (2013), a Ecuador, Bolivia y Paraguay (2015), Cuba y Estados Unidos (2015), México (2016), Colombia (2017) y Chile y Perú (2018)

El Papa Francisco viajará a Panamá en enero de 2019 para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), confirmó este lunes el Vaticano en un comunicado.

"Con ocasión de la próxima Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en la ciudad de Panamá, y acogiendo la invitación del Gobierno y los obispos panameños, Su Santidad el Papa Francisco visitará Panamá del 23 al 27 de enero de 2019", indica una nota del portavoz Greg Burke.

La JMJ la organiza la Iglesia Católica cada tres años y la cita de Panamá se celebrará entre el 22 y el 27 de enero de 2019, como desveló el pontífice en la anterior convocatoria, en la ciudad polaca de Cracovia, en julio de 2016.

El pasado 11 de febrero, Francisco se inscribió como peregrino de este evento con una tableta electrónica ante los fieles reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano para el rezo del Ángelus.

Esta será la tercera JMJ del papa argentino, después de la de Río de Janeiro, en julio de 2013, su primer viaje internacional, y la ya mencionada de Cracovia.

Sería el vigésimo sexto viaje internacional de Francisco y el primero del 2019, mientras que este año prevé viajar también a Irlanda en agosto, para el Encuentro Mundial de la Familia, y a Lituania, Letonia y Estonia en septiembre.

Francisco regresará al continente americano, después de sus visitas a Río de Janeiro (2013), a Ecuador, Bolivia y Paraguay (2015), Cuba y Estados Unidos (2015), México (2016), Colombia (2017) y Chile y Perú (2018).

Este encuentro del pontífice con los jóvenes de todo el mundo en Centroamérica se producirá apenas tres meses después de que en el Vaticano concluya el Sínodo de Obispos, convocado en octubre con el objetivo de abordar el tema de la juventud.

El pasado febrero el comité organizador panameño puso en marcha oficialmente el proceso de inscripciones y,se espera que lleguen al país unas 600.000 personas. En la última JMJ, en Cracovia, se contaron más de 1,6 millones de peregrinos, en la de Río de Janeiro de 2013 más de 3,5 millones y en la de Madrid de 2011 participaron alrededor de 600.000 jóvenes.

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