Beber de su cáliz para sentarse a su derecha

El nombre Santiago, proviene de dos palabras Sant Iacob. Porque su nombre en hebreo era Jacob. Los españoles en sus batallas gritaban: "Sant Iacob, ayúdenos". Y de tanto repetir estas dos palabras, las unieron formando una sola: Santiago.

Fue uno de los 12 apóstoles del Señor.

Era hermano de San Juan evangelista. Se le llamaba el Mayor, para distinguirlo del otro apóstol, Santiago el Menor, que era más joven que él. Con sus padres Zebedeo y Salomé vivía en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea, donde tenían una pequeña empresa de pesca. Tenían obreros a su servicio, y su situación económica era bastante buena pues podían ausentarse del trabajo por varias semanas, como lo hizo su hermano Juan cuando se fue a estarse una temporada en el Jordán escuchando a Juan Bautista.

Santiago formó parte del grupo de los tres preferidos de Jesús, junto con su hermano Juan y con Simón Pedro. Después de presenciar la pesca milagrosa, al oír que Jesús les decía: "Desde ahora seréis pescadores de hombres", dejó sus redes y a su padre y a su empresa pesquera y se fue con Jesucristo a colaborarle en su apostolado. Presenció todos los grandes milagros de Cristo, y con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la Transfiguración del Señor y en su Oración en el Huerto de Getsemaní. ¿Por qué lo prefería tanto Jesús? Quizás porque (como dice San Juan Crisóstomo) era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del Redentor, o porque iba a ser el primero que derramaría su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Que Jesús nos tenga también a nosotros en el grupo de sus preferidos.

Cuenta el santo Evangelio que una vez al pasar por un pueblo de Samaria, la gente no quiso proporcionarles ningún alimento y que Santiago y Juan le pidieron a Jesús que hiciera llover fuego del cielo y quemara a esos maleducados. Cristo tuvo que regañarlos por ese espíritu vengativo, y les recordó que El no había venido a hacer daño a nadie sino a salvar al mayor número posible de personas. Santiago no era santo cuando se hizo discípulo del Señor. La santidad le irá llegando poquito a poco.

Otro día Santiago y Juan comisionaron a Salomé, su madre, para que fuera a pedirle a Jesús que en el día de su gloria los colocara a ellos dos en los primeros puestos: uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús les dijo: "¿Serán capaces de beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?" Ellos le dijeron: "Sí somos capaces". Cristo añadió: "El cáliz de amargura sí lo beberán, pero el ocupar los primeros puestos no me corresponde a Mí el concederlo, sino que esos puestos son para aquellos para quienes los tiene reservado mi Padre Celestial". Los otros apóstoles se disgustaron por esta petición tan vanidosa de los dos hijos de Zebedeo, pero Jesús les dijo a todos: "El que quiera ser el primero, que se haga el servidor de todos, a imitación del Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir". Seguramente que con esta lección de Jesús, habrá aprendido Santiago a ser más humilde.

Después de la Ascención de Jesús, Santiago el Mayor se distinguió como una de las principales figuras entre el grupo de los Apóstoles. Por eso cuando el rey Herodes Agripa se propuso acabar con los seguidores de Cristo, lo primero que hizo fue mandar cortarle la cabeza a Santiago, y encarcelar a Pedro. Así el hijo de Zebedeo tuvo el honor de ser el primero de los apóstoles que derramó su sangre por proclamar la religión de Jesús Resucitado.

Antiguas tradiciones (del siglo VI) dicen que Santiago alcanzó a ir hasta España a evangelizar. Y desde el siglo IX se cree que su cuerpo se encuentra en la catedral de Compostela (norte de España) y a ese santuario han ido miles y miles de peregrinos por siglos y siglos y han conseguido maravillosos favores del cielo. El historiador Pérez de Urbel dice que lo que hay en Santiago de Compostela son unas reliquias, o sea restos del Apóstol, que fueron llevados allí desde Palestina.

Es Patrono de España y de su caballería. Los españoles lo han invocado en momentos de grandes peligros y han sentido su poderosa protección. También nosotros si pedimos su intercesión conseguiremos sus favores.

Especial de Santiago el Mayor, Apóstol

Mis proyectos son tus sueños

Santo Evangelio según San Mateo 20, 20-28. Solemnidad de Santiago el Mayor.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor quiero encontrarte. Sólo dame paciencia para esperar tu gracia, sabiduría para verte en donde me muestres tu bondad, entendimiento para comprender lo que me quieres enseñar y fortaleza para vencer con tus fuerzas. Ayúdame a discernir dónde está tu voluntad, estar abierto a lo que me pidas y que nunca tenga miedo de hacerlo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella respondió: "Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino". Pero Jesús replicó: "No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?". Ellos contestaron: "Sí podemos". Y él les dijo: "Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado".

Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Nuestros deseos son sueños que nos ilusionan. La imaginación nos proyecta en un lugar donde todo sale adelante conforme a los propios planes. Nos emocionamos con el progreso de los proyectos personales y el entusiasmo nos empuja a buscar siempre más.

¿Es malo todo esto?

Los deseos de la madre de los hijos de Zebedeo eran grandes y sus anhelos ponían a sus hijos a la derecha y a la izquierda de Dios. ¿Qué es lo que hace Dios al ver esta petición? Se dedica a purificar los fuertes sentimientos de los hijos de Zebedeo.

No asegura algún puesto, ni promete el poder, la grandeza o el éxito, sino que va a las bases. Busca que lo más importante esté en su lugar, pues los cimentos de todo sueño deben encontrar sus bases en el dar la vida por los demás. Todo proyecto y deseo necesita estar fundamentado en el bien que podamos fomentar.

Teniendo esto claro, no tendremos miedo de soñar porque el fondo de todo anhelo será siempre el mismo que el de Dios: "Vivir para los demás". El lugar puede cambiar, el trabajo de años puede venirse abajo o se puede levantar. Todo puede cambiar, pero el fundamento será siempre el mismo.

Tengamos estos sentimientos de Cristo, sentimientos de entrega, así podremos decirle: "Mis proyectos son tus sueños" y Él podrá responder: "Mis proyectos son tus sueños".

Cuando se siguen las ambiciones humanas, las prospectivas más cómodas, las inclinaciones del mal, Jesús es considerado como un obstáculo. Por otro parte, está siempre presente también la tentación de la indiferencia. Aun sabiendo que Jesús es el Salvador -nuestro, de todos nosotros-, se prefiere vivir como si no lo fuera: en vez de comportarse con coherencia en la propia fe cristiana, se siguen los principios del mundo, que inducen a satisfacer las inclinaciones a la prepotencia, a la sed de poder, a las riquezas.

(Homilía de S.S. Francisco, 6 de enero de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy no tendré miedo de soñar en grande, pero siempre de la mano de Dios, esforzándome por extender su Reino...

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santiago el Mayor, al amor por el dolor

En la figura del Apóstol Santiago, el amor verdadero se curte en el dolor y en la cruz.

Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé (Mc 15,40), hermano del Apóstol Juan, fue uno de los tres discípulos más cercanos a Jesús: testigo de la curación de la suegra de Pedro (Mc 1,29-31), de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37-43), de la transfiguración de Cristo (Mc 9,2-8) y de la agonía de Getsemaní (Mt 26,37).

La vocación de Santiago está relatada de forma precisa: "Caminando adelante vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y a su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando las redes, y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron" (Mt 4, 21-22). Era de temperamento fuerte, pues enfadado por el rechazo de los pueblos samaritanos a Cristo, le proponen hacer bajar fuego del cielo (Lc 9,54-56). Cristo, ante la petición materna por sus hijos, le anuncia el martirio (Mt 20,21-28).
Vamos a contemplar en la figura del Apóstol Santiago cómo el amor verdadero se curte en el dolor y el la cruz. Sin duda, la cruz de Cristo es para nosotros el signo más evidente y claro del amor loco de Dios al hombre.

Amor y dolor constituyen dos términos de una misma realidad. Más aún, no puede existir el uno sin el otro. Un amor que no comportara sufrimiento, renuncia, sacrificio ya de entrada sería sospechoso. Un dolor que no se viviera con amor sería asimismo estéril e inútil. Justamente o el amor abre la puerta al dolor para demostrarse auténtico y el dolor se funde en el amor para vivirse en paz, o todo suena a patraña y a mentira. De hecho, cuando levantamos los ojos a la Cruz de Cristo, es cierto que vemos a un crucificado, pero sobre todo vemos en la Cruz el amor loco de Dios por nosotros. A través del dolor de Cristo comprendemos ese amor personal e infinito que nos tiene. Si en la cruz no hubiera amor, sería simplemente una estupidez. Por eso, como dice S. Pablo, la cruz es Aescándalo para los judíos , necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios@ (1 Cor 1, 23-24).

Al hombre de hoy de siempre la Cruz se le presenta como una realidad que inspira temor y rechazo. La sociedad siempre nos está prometiendo una vida fácil, cómoda, agradable, en la medida de lo posible ajena al sacrificio, al esfuerzo, al dolor. Por eso nos resulta tan difícil escoger el camino de Dios, y tan fácil seguir el derrotero del mundo. Sin embargo, la realidad es que nadie puede escapar a la presencia de la cruz y del dolor. Hay mucho tipo de cruces: cruces de todos los tamaños y de todos los colores, cruces más sangrantes y más profundas, cruces más llamativas y más calladas. El destino del hombre sobre la tierra pasa por la cruz en su camino hacia Dios. Si es inútil el querer escapar de su presencia; es todavía más bochornoso el vivir la cruz sin esperanza, sin amor, porque entonces la cruz amarga la vida y produce rebeldía.
El amor se convierte, por ello, en la única respuesta válida a todos los sacrificios, sufrimientos, luchas y trabajos del hombre. No se puede evitar la cruz en cualquiera de sus formas, pero siempre se puede vivirla con amor para darle sentido. Si esto se entendiera, los seres humanos verían en las dificultades de la vida, cualquiera de ellas, una forma de amor. Los problemas cotidianos de un matrimonio son ocasiones maravillosas para demostrarse un amor genuino y auténtico; los sufrimientos por los hijos se transforman en modos de amor más profundos que el simple cariño; los esfuerzos que exige la fe adquieren para ella el brillo de la autenticidad y de la verdad; el sacrificio en el seguimiento de Dios nos demuestra que Dios es demasiado grande y maravilloso para nosotros. Hay que sospechar generalmente de realidades que no cuestan, de matrimonios que no cuestan, de evangelios que no cuestan, de pertenencias a la Iglesia que no cuestan, de amores que no cuestan.

El dolor es, pues, la garantía del verdadero amor. Sólo es capaz de sufrir el que ama. Contemplamos así la vida de tantas personas que en el silencio de sus vidas, día a día, es el amor el que las impulsa a ir adelante, a pesar de todo y contra todo. Van adelante en su vida espiritual, aunque les atenace la sequedad; se humillan en el matrimonio esperando mejores momentos para solucionar las crisis; rezan con confianza a Dios cuando los hijos están pasando por momentos especialmente complicados; perseveran en las decisiones buenas, aunque a veces parezca que carecen de fuerza para seguir adelante. Sería extrañísimo e incluso desilusionador el amar sin tener que sufrir. Mas aun, el que ama se complace en el sufrir por aquél a quien ama. Hay santos que del cielo lo único que no les gusta es el no poder sufrir ya.

El Evangelio a través de dos evangelistas nos refiere de forma parecida, pero con matices diversos, una simpática escena en la que se pide para Santiago y Juan, su hermano, un lugar privilegiado en el Reino de Cristo. En Mt 20,21-28 es la madre de éstos, Salomé, quien eleva esta petición a Cristo. Y en Mc 10, 35-45 son ellos mismos directamente quienes hacen esta petición. Jesús en ambos relatos les dice que no saben lo que están pidiendo y les lanza esa misteriosa pregunta si pueden beber del cáliz que él va a beber. Ellos afirman que sí. Pero Jesús les anuncia que efectivamente van a beber el cáliz, pero respecto al sitio a su derecha e izquierda es para aquellos para quienes esté preparado.

"Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda" (Mc 10, 37). No hay duda de que es el amor el que impulsa a estos dos hermanos a pedirle a Cristo un privilegio tan extraordinario. Por el carácter apasionado, al menos de Santiago, suena lógico que quisiera estar cerca del Maestro en su gloria. El amor empuja hacia el amado de una forma irresistible. Sin embargo, para Santiago en este momento todavía el amor es un sentimiento, un impulso, una inclinación.

Es bello, pero no ha sido probado por el dolor. Aunque posteriormente se enfaden los demás por esta petición tan osada, no hay que quitarle valor a este deseo de los dos hermanos. Y Cristo la comprende. ¿Quién de los Apóstoles no desearía algo tan maravilloso? A Santiago no le bastaba la cercanía; quería la intimidad, la posesión, la totalidad.

"¿Podéis beber la copa que yo voy a beber o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?" (Mc 10, 38). Cristo enseguida trata de hacerle comprender con esta dura pregunta que para poder decir que se ama es necesario decirlo con el dolor. Si quiere de veras amarlo a Él, estar cerca de Él, compartir todo con Él, tendrá que beber su cáliz, cáliz que es Getsemaní, cáliz que es la muerte en la Cruz, cáliz que es la renuncia total a sí mismo. De esta forma Cristo toca la verdad más hermosa del amor: no se puede amar, cuando el amor no cuesta, o también el dolor es el modo más genuino y auténtico de amar. Seguramente en la vida es así: hasta que el amor no ha sido purificado por el dolor, no se puede decir que se ama en serio.

"Sí, podemos" (Mc 10,39). Del corazón decidido y generoso de Santiago salen estas palabras que confirman por un lado que ha entendido lo que el Maestro le ha enseñado acerca del amor a él y por otro que está dispuesto a seguir la suerte del Maestro hasta donde sea necesario, incluida la muerte. Jesús le confirma que efectivamente va a beber la copa que él va a beber y a ser bautizado con ese bautismo de sangre que será su muerte, pero le anuncia que sentarse a su derecha o a su izquierda no puede él concederlo. De alguna manera, todavía Cristo le orienta hacia un amor desprendido. El premio del que ama sólo es amar. Así el amor llega a su plenitud. Si se muere por él, no es para conseguir un lugar privilegiado en su Reino, sino simplemente para poder demostrar el grado de amor que invade su corazón, pues "no hay mayor amor que dar la vida por los amigos".

Para nosotros cristianos se convierte en una prioridad absoluta el aceptar la cruz y el dolor como la expresión más auténtica y genuina de nuestro amor a Dios, de nuestro amor a los demás y de nuestro amor a nosotros mismos. En todos estos campos se sigue realizando aquel camino de "a la luz por la cruz". Queremos que nuestro amor a Dios no se quede en meras palabras, deseamos que nuestro amor a los demás no se convierta simplemente en uso de los demás para nuestro egoísmo, pretendemos crecer como personas en el bien auténtico, tenemos que aceptar la cruz, amarla intensamente y vivirla en todas sus exigencias.

Nos tenemos que convencer de que el amor a Dios no son simplemente palabras, como nos enseña Cristo. El amor a Dios nos tiene que doler, es decir, tiene que vivirse en los momentos más difíciles para nosotros: cuando sentimos la oscuridad en la fe, cuando sentimos la desgana ante las cosas espirituales, cuando nos cuesta especialmente alguna exigencia del Evangelio como el perdón o la humildad, cuando tenemos que renunciar a nosotros mismos para aceptar el misterio de Dios, cuando tenemos que doblegar nuestro racionalismo ante la evidencia de la fe, cuando tenemos que aceptar el hecho de que el perdón de los pecados se confiera a través del sacramento del perdón, cuando en la persona del Vicario de Cristo tenemos que ver a Cristo mismo, cuando en el Magisterio de la Iglesia tenemos que reconocer a Cristo Maestro que nos habla por medio de sus representantes. Cuando me cueste amar a Dios, entonces estaré afirmando que mi amor a él es auténtico. Por el contrario, tenemos que sospechar cuando el amor a Dios nos resulte fácil, cómodo, tranquilo. Entonces no estaremos amando a Dios, sino buscándonos a nosotros mismos.

Y, ¿qué decir del amor a los demás? La esencia del amor es darse y entregarse, lo cual va en contra necesariamente de esa tendencia tan habitual en el hombre que es el egoísmo. Cada acto de amor es como una renuncia a uno mismo, lo cual se experimenta como dolor, aunque el amor sea capaz de darle un hermoso sentido. Por ello, tenemos que decidirnos a pasar por encima de nuestro egoísmo, aunque nos duela, cuando en casa nos resulte complicado sacrificarnos por los hijos o salir de nuestro mundo para entrar en contacto con el mundo de la mujer, cuando en el mundo profesional sintamos ganas o deseos de complicar la vida a cualquier precio a quienes compiten contra nosotros, cuando en la vida diaria sentimos que otros han pisoteado nuestros sentimientos y nos encontramos dolidos, cuando tenemos que mortificar nuestra lengua o nuestro pensamiento para no caer en el juicio temerario o en la crítica frívola, cuando hay que levantarse de la comodidad para servir y colaborar. Es natural que el amor a los demás esté hecho de renuncias propias, es decir, de gotas de dolor que, en este caso, sólo embellecen la propia vida.

Y finalmente, el amor verdadero a uno mismo tiene que aliarse con el dolor. Generalmente, porque nos atenaza la comodidad y no queremos sufrir, nos privamos a nosotros mismos de grandes posibilidades. No cultivamos nuestra mente, porque nos cuesta leer y formarnos, no desarrollamos los talentos que Dios ha depositado en nosotros, porque afirmamos que la vida en sí misma es ya muy complicada, no cuidamos muchas veces hasta nuestra misma salud porque no queremos renunciar a nuestros gustos y caprichos.

Amarse correctamente a uno mismo es disponerse a luchar y a sufrir con el objetivo de crecer como persona, pasando por encima de criterios de comodidad y de pereza. En cambio, el amor a nosotros mismos, que nos destruye, es ese amor que nos lleva a buscar en cada momento lo fácil, lo barato, lo vulgar, en todo lo cual no hay renuncia, sacrificio, esfuerzo.

La Cruz de Cristo se ha convertido a lo largo de los siglos en ese monumento, visible desde todas partes, del amor loco de Dios al hombre. Pero sería triste que la Cruz sólo suscitara en nosotros admiración. La Cruz debe inspirar seguimiento. La Cruz con Cristo para nosotros se convierte en camino de salvación y de progreso espiritual. La Cruz nos es necesaria en la vida para poder autentificar el amor a Dios. La Cruz nos es fundamental en la vida para poder demostrar a los demás la sinceridad de nuestro amor. La Cruz nos es clave en la vida para poder salvarnos y ser felices en nuestro peregrinar por la tierra. Dígamosle a Cristo con las palabras de Santiago Apóstol que queremos bebe el cáliz que él va a beber y ser bautizados con el bautismo que él va a ser bautizado.

¿Qué funciones tiene el Camarlengo?

Cónclave 2013 / Foto: Vatican Media AddThis Sharing Buttons Share to FacebookShare to TwitterShare to WhatsAppShare to CorreoShare to Google+Share to Más... Con la muerte del Cardenal Jean-Louis Tauran el 5 de julio, la oficina del camarlengo está vacante

Camarlengo, del latín camerarius, es el título de uno de los funcionarios al servicio del Papa. En el lenguaje latino, el término camera (compartimento) significa el tesoro del príncipe, del monasterio, etc; también en general el tesoro (fiscus) real, la administración temporal de un monasterio.

El término camerarius, era por lo tanto, con mucha frecuencia el tesorero real, y en el caso del monasterio, significó el monje encargado de la administración de la propiedad monacal. Este es también el sentido italiano del término camarlengo, todavía existente en Roma por tres clases de eclesiásticos:

  1. El Camarlengo de la Santa Iglesia Romana
  2. El Camarlengo del Sagrado Colegio (de Cardenales)
  3. El Camarlengo del Clero Romano

El Camarlengo de la Santa Iglesia Romana

Historia

El Camarlengo de la Santa Iglesia Romana es el administrador de la propiedad y las rentas de la Santa Sede, y es sucesor de la Archidiócesis de Roma y del Vicedominus, el primero de los cuales administraba la propiedad de la totalidad de la Iglesia Romana, mientras el segundo se encargaba especialmente de la administración de la mensa del Papa y el personal al completo del patriarcado Lateranense (San Juan Lateran).

Este segundo oficial era similar al syncellus en Constantinopla. El oficio de Archidiácono de Roma fue suprimido por Gregorio VII, cuyos antiguos y numerosos privilegios y derechos suponían un obstáculo para la acción independiente del Papa. Cuando aquel fue derrocado, el oficio antes mencionado volvió a sus proporciones originales. Después de esto, el cardenal a quien fue confiada la supervisión de la Cámara Apostólica era conocido como Camerarius o, en el lenguaje popular, Camarlengo. Los subordinados de este oficial eran conocidos como escribientes (chierici) de la cámara, cuyos "jefes" son el tesorero y el interventor di Camera. Su cuerpo o conjunto es conocido como Reverenda Cámara Apostólica. Cuando el cardenal- Camarlengo estaba ausente debido a algún negocio "pontífice", un vice- Camarlengo era elegido en su lugar. El oficio de Camarlengo no solo suponía la supervisión de las propiedades inmediatas de la Santa Sede, sino que también incluía la administración fiscal de los Estados Pontífices, el Patrimonium Petri.

Las siguientes eran sus principales atribuciones:

- La colección de taxae, deudas pagadas.
- Entrega de bulas a las distintas diócesis. y abadías.
- Registro de las ofrendas o regalos del fiel.
- Grabación de la acuñación papal (moneda).
- Jurisdicción civil y criminal sobre los oficiales de la Cámara.

Bajo el "mandato" de los papas de Avignon y sus sucesores, el oficio de Camarlengo recibió una organización más definida aumentándose al mismo tiempo sus derechos y jurisdicción. Cuando Bonifacio VIII fundó la Universidad Romana (Sapienza), decretó que el cardenal- Camarlengo debía ser su archi-canciller. El Camarlengo de la Iglesia Santa Romana se encargaba en los estados del Papa de ser ministro de finanzas, del trabajo público, del comercio. Pio VII restringió ampliamente la autoridad del Camarlengo, en consonancia con la minucionsa reorganización del Gobierno Papal emprendida por él.

En la actualidad

Entre la muerte del papa y la elección de su sucesor (sede vacante) el cardenal- Camarlengo es el jefe del Sagrado Colegio. Es su deber verificar la muerte del Papa para dirigir los preparativos del conclave, y llevar a cabo el mismo.

Funciones del Camarlengo tras la muerte del Santo Padre

La constitución apostólica de Juan Pablo II "Universi Dominici gregis" (1996), sobre la vacante de la sede apostólica y la elección del Romano Pontífice, dice lo siguiente en el artículo número 17:

"Apenas recibida la noticia de la muerte del Sumo Pontífice, el Camarlengo de la Santa Iglesia Romana debe comprobar oficialmente la muerte del Pontífice en presencia del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, de los Prelados Clérigos y del Secretario y Canciller de la Cámara Apostólica, el cual deberá extender el documento o acta auténtica de muerte. El Camarlengo debe además sellar el estudio y la habitación del mismo Pontífice, disponiendo que el personal que vive habitualmente en el apartamento privado pueda seguir en él hasta después de la sepultura del Papa, momento en que todo el apartamento pontificio será sellado; comunicar la muerte al Cardenal Vicario para la Urbe, el cual dará noticia al pueblo romano con una notificación especial; igualmente al Cardenal Arcipreste de la Basílica Vaticana; tomar posesión del Palacio Apostólico Vaticano y, personalmente o por medio de un delegado suyo, de los Palacios de Letrán y de Castel Gandolfo, ejerciendo su custodia y gobierno; establecer, oídos los Cardenales primeros de los tres órdenes, todo lo que concierne a la sepultura del Pontífice, a menos que éste, cuando vivía, no hubiera manifestado su voluntad al respecto; cuidar, en nombre y con el consentimiento del Colegio de los Cardenales, todo lo que las circunstancias aconsejen para la defensa de los derechos de la Sede Apostólica y para una recta administración de la misma. De hecho, es competencia del Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, durante la Sede vacante, cuidar y administrar los bienes y los derechos temporales de la Santa Sede, con la ayuda de los tres Cardenales Asistentes, previo el voto del Colegio de los Cardenales, una vez para las cuestiones menos importantes, y cada vez para aquéllas más graves".

2. El Camarlengo del Sagrado Colegio

El Camarlengo del Sagrado Colegio (de Cardenales) administra todos los honorarios y rentas que pertenecen al Colegio de Cardenales, preside en las misas de réquiem para un cardenal difunto y se encarga del registro del "Acta Consistoralia".

3. El Camarlengo del Clero Romano

El Camarlengo del Clero Romano es elegido por los Canónigos y sacerdotes de la parroquia de Roma; tiene un puesto honorario en las grandes procesiones, preside las conferencias eclesiásticas del clero parroquial, actúa como árbitro en todas las cuestiones de precedencia, y administra el "juramento del estado libre", obligatorio en las personas que desearan casarse.

BOUIX, De Curia romana (París, 1880); BANGEN, Die römische Curie (Münster, 1854); HUMPHEREY, Urbs et Orbis (Londres, 1899), 359-60.

U. BENIGNI
Transcribed by Wm Stuart French, Jr.
Dedicated to Howard Dawson Taylor, Jr.
Traducido por P. Rafael Pla Calatayud

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