En la rivera

San Pedro Fabro

Celebrado el 2 de agosto

Pedro Fabro fue al primero que reclutó San Ignacio. Nació el 13 de abril de 1506 en el pueblo de Villarejo, Saboya. Sus padres fueron Luis Fabro y María Perisín dueños de importantes rebaños de ovejas. "Hacia los 10 años, dice él en su memorial, sentí deseos de estudiar. No podía ser pastor y quedarme en el mundo, como deseaban mis padres. Me harté de llorar, para que me concedieran ir a la  escuela. A lo que accedieron contra sus propias intenciones". A una legua de Villarejo estaba Thones, en cuya escuela comenzó a estudiar. Aprendió pronto a leer y a escribir, lo que allí le podían enseñar y al año siguiente fue a La Roche, a una docena millas, donde permaneció hasta que se trasladó a la Universidad de París en 1525.

Pedro llegó a la capital Francesa en octubre de ese año y residía en el Colegio de Santa Bárbara, donde fue compañero de habitación de San Francisco Javier quien venía de Navarra y tenía la misma edad de Pedro.  Ambos se dieron a sus estudios, comenzando con la filosofía y luego la teología. En octubre de 1529 aceptaron a otro compañero de habitación, Ignacio de Loyola, que había vivido en París más de un año, y de quien se decía que cualquiera que entrara en contacto con él invariablemente mejoraba su vida.

 Ignacio tenía problemas con el griego por lo que Pedro le ayudaba con Aristóteles. Pedro guió a Ignacio en materia académica mientras Ignacio guió a Pedro en materia espiritual. A los veintitantos años todavía estaba indeciso sobre su futuro. ¿Debía ser abogado? ¿Profesor? ¿Sacerdote? ¿Monje? Ahí en París se enteró del plan de Ignacio de seguir a Cristo y eso era lo que Pedro necesitaba para darle sentido a su vida. Guiado por Ignacio decidió convertirse en sacerdote, y poco antes de su ordenación Ignacio le predicó los ejercicios espirituales durante 30 días.

Mientras Ignacio guiaba a Pedro también orientaba a  Francisco y a varios estudiantes más. Para cuando Pedro se ordenó, el 30 de mayo de 1534, Ignacio ya había reunido seis individuos dispuestos a  seguir a Cristo en pobreza y castidad y a ir a Jerusalén a trabajar por la conversión de los turcos. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de nuestra Señora, Ignacio y sus seis compañeros, se reunieron en la cripta de la capilla de San Dionisio en Montmartre, y mientras el padre Fabro celebraba la Misa — él era  el único sacerdote — todos pronunció sus votos. Su partida a Venecia y de ahí a Tierra Santa estaba planeada para enero de 1537; mientras tanto completarían sus estudios de teología. Si el viaje a Tierra Santa, resultara imposible, entonces irían a Roma a ponerse a disposición del Papa.

Cuando Ignacio regresó a España para un período de convalecencia, el padre Fabro se quedó a cargo del grupo. Abandonaron París en noviembre de 1536 y llegaron a Venecia en enero del año siguiente pero Ignacio había llegado antes que ellos. Mientras esperaban a que se abriera la temporada de viajes a Tierra Santa trabajaron en dos hospitales de la ciudad. En marzo Ignacio envió al padre Fabro y a los demás a Roma para solicitar la aprobación de su viaje al Papa Pablo III. Aunque su santidad les concedió fácilmente el permiso al mismo tiempo les informó que era improbable que el grupo pudiera llegar allá porque la guerra con los turcos era inminente. El padre Fabro y compañero regresaron a Venecia y como los cálculos del Papa resultaron correctos, Ignacio y los demás se dirigieron a Roma en noviembre para ofrecer sus servicios al Papa. El Papa respondió designando al padre Fabro a la Universidad de la Sapienza de Roma, donde fue profesor de teología y Sagrada Escritura hasta mayo de 1539. 

En el verano de 1539 el Papa le pidió a los padres Fabro y Laínez, - otro de los primeros jesuitas, que ayudaran al Cardenal Ennio Filonardi en la predicación de la reforma en Parma, donde el clero había caído en la laxitud y los fieles  eran negligentes con la religión. Los dos jesuitas predicaron sobre temas bíblicos, morales y de vida cristiana; los resultados fueron más que visibles. Después de un año de predicación la mayor parte de los parmesanos volvieron a la práctica religiosa, pero el padre Fabro se dio cuenta muy rápido que este éxito no era debido su elocuencia, sino a Dios a través de los ejercicios espirituales.

La estancia del padre Fabro en Parma duró sólo un año. En el verano de 1540 se le ordenó que acompañara al Dr. Pedro Ortiz, representante del emperador Carlos V para el diálogo religioso que se celebraría entre católicos y protestantes en Worms en Alemania. Llegaron en Worms a finales de octubre, y aunque era una ciudad luterana se dedicó a predicar, a confesar y a dar ejercicios espirituales. El diálogo se tardó en empezar y una vez que comenzó el 14 de enero de 1541, sólo duró cuatro días, luego el emperador lo transfirió a Ratisbona. El padre Fabro se trasladó a Ratisbona en febrero y pasó los siguientes seis meses trabajando entre los fieles católicos de la ciudad. Aunque él no estuvo directamente involucrado en las discusiones teológicas,  las seguía de cerca y le enviaba cartas al  P. Ignacio contándole lo que pasaba en la ciudad. El padre Fabro recibía solicitudes de príncipes, prelados y sacerdotes para que les predicara  los ejercicios espirituales y le escribió al P. Ignacio que había suficiente trabajo en Ratisbona como para diez jesuitas más. El desarrollo del diálogo por desgracia, comenzó a disminuir  y cuando llegó el momento de discutir la presencia real de Cristo en la Eucaristía, hubo un punto donde la discusión subió de tono acabando tristemente con las esperanzas del emperador de unificar a católicos y protestantes.

Cuando el padre Fabro y el Dr. Ortiz terminaron su encargo especial, emprendieron el camino a España para dar a conocer a los jesuitas en ese país. Apenas llegaron a Madrid en noviembre de 1541, el padre Fabro comenzó sus misiones y sermones, conferencias y retiros para el clero. Él explicaba el propósito de la Compañía a los prelados españoles y preparaba el camino para que los jesuitas vinieran a España. Sólo dos meses después, en enero de 1542, recibió del Papa Pablo el nombramiento de asistente del cardenal Giovanni Morone, nuncio papal en Alemania, por lo que una vez más tuvo que cruzar Europa a pie. Llegó a Espira, Alemania, en abril, donde siguió su método usual de actividad: sermones, confesiones, retiros. También dio clases sobre los Salmos en la Universidad de Mainz, y mientras estaba allí,  un joven estudiante de teología de Colonia vino a visitarlo, quería saber más acerca de la Compañía. El estudiante era Pedro Canisio, a quien el padre Fabro le predicó los ejercicios espirituales para luego convertirse en un jesuita.

En julio de 1544 el padre Fabro fue asignado a Portugal a petición del rey Juan III,  quería que promoviera el establecimiento de la Compañía en ese país. El padre Fabro pasó los siguientes dos años en Portugal y España. A continuación, en la primavera de 1546,  el Papa Pablo lo nombró uno de los teólogos papales en el Concilio Ecuménico que se celebró en Trento. El padre Fabro volvió a viajar, pero su salud estaba muy deteriorada por los frecuentes ataques de fiebre que había sufrido en los últimos años. Quería visitar al P. Ignacio antes de ir a Trento en el norte de Italia, por lo que partió de Barcelona hacia a Roma a donde llegó el 17 de julio. No había visto a Ignacio en siete años y se saludaron con todo el calor del sol italiano del verano. Antes de que el padre Fabro tuviera la oportunidad de prepararse para ir a Trento, la fiebre lo atacó nuevamente. A los 40 años sabía que su fin estaba cerca y  lo esperó tranquilamente. El 31 de julio hizo su última confesión, la mañana del 1 de agosto escuchó la misa y recibió los últimos sacramentos. Esa tarde acompañado por el  P. Ignacio, el querido padre Fabro partió a la presencia de Dios en compañía de los ángeles a quienes les tenía especial devoción. El padre Fabro fue enterrado en la Iglesia de nuestra Señora del Camino en Roma pero cuando se erigió en el mismo lugar la Iglesia del Gesù en 1569, los restos de padre Fabro, al igual que el de otros primeros jesuitas, fueron reubicados.

«En la rivera»

Con la muerte, la opción de vida hecha por el hombre se hace definitiva –su vida está delante del Juez. La opción que a lo largo de la vida ha ido tomando una forma concreta, puede tener diversas características. Puede haber personas que han destruido totalmente en ellas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor, personas en las cuales todo se ha hecho mentira, personas que han vivido para el odio y que en ellas mismas han pisoteado el amor. Es una terrible perspectiva pero ciertos personajes de nuestra historia dejan entrever, de manera espantosa, la existencia de perfiles de esta clase. En semejantes individuos ya no habría posible remedio para nada y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se quiere indicar con la palabra «infierno». Por otra parte, puede haber personas muy puras, que se han dejado penetrar enteramente por Dios y que, por consiguiente, están totalmente abiertas al prójimo; personas que ya desde ahora han dejado que su ser esté totalmente orientado a Dios y el mero hecho de ir hacia él es tan sólo el cumplimiento de lo que ya son. Sin embargo, y según nuestras experiencias, ni un caso ni otro son los normales en la existencia humana. En la mayoría de los hombres –como lo podemos suponer- una última apertura interior a la verdad, al amor, a Dios, permanece presente en lo más profundo de su ser. Pero en las opciones concretas de la vida, su opción ha quedado desde siempre recubierta con nuevos pactos con el mal... ¿Qué ocurre con estos individuos cuando se presentan ante el Juez? ¿Acaso todas las cosas sucias que han ido acumulando a lo largo de su vida, de repente se volverán insignificantes?... En la primera carta a los Corintios, san Pablo nos da una idea del diferente impacto que será el juicio de Dios sobre el hombre según su estado... «Encima del cimiento ya puesto se puede edificar con oro, plata, piedras preciosas o con madera, heno o paja: lo que ha hecho cada uno saldrá a la luz; el día del juicio lo manifestará; porque ese día despuntará con fuego, y el fuego pondrá a prueba la calidad de cada construcción. Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Más aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego» (3,12-15).

Tú decisión, ser de los malos o de los buenos

Santo Evangelio según San Mateo 13, 47-53. Jueves XVII de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por los dones de la fe, de la esperanza y de la caridad que me diste en el bautismo. Ayúdame a crecer en estas virtudes para que aprenda a descubrirte en todo momento y sepa darte, en mi vida, el lugar que te corresponde.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús no quiere condenar a nadie, es más, dio su vida para que él que quiera salvarla, lo haga. ¿A qué mayor consuelo podemos aspirar? El Creador del mundo nos ama y respeta como somos: gorditos, flaquitos, altos, bajos, con nuestras cualidades y, claro, también con nuestros defectos. Así es Dios para con cada uno de nosotros. Nos tiende la mano en los momentos de duda y nos alienta en los momentos de dificultad, aún cuando creemos que Él está lejos y se ha olvidado de nosotros.

Él nos ama. Ésta es la verdad que debe orientar nuestra vida. Pero si bien es cierto que Cristo nos da el cielo con su vida, muerte y resurrección, también es cierto que Él respeta nuestras decisiones, incluso aquellas con las que lo rechazamos. Lo único que tenemos que hacer es extender la mano en busca de ayuda y aceptarlo totalmente, ¿estoy dispuesto a aceptar al Señor con todo lo que esto conlleva?

No basta, por tanto, con encontrar un lenguaje nuevo para proclamar la fe de siempre; es necesario y urgente que, ante los nuevos retos y perspectivas que se abren para la humanidad, la Iglesia pueda expresar esas novedades del Evangelio de Cristo que se encuentran contenidas en la Palabra de Dios pero aún no han visto la luz. Este es el tesoro de las "cosas nuevas y antiguas" del que hablaba Jesús cuando invitaba a sus discípulos a que enseñaran lo nuevo que él había instaurado sin descuidar lo antiguo.

(Homilía de S.S. Francisco, 11 de octubre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Antes de dormir, agradeceré al Señor por su amor incondicional y veré qué defecto me impide aceptarlo totalmente en mi vida, para mañana pedir su gracia para vencerlo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Discernir entre lo bueno y lo malo

Lo decían los filósofos: conocer el bien implica conocer el mal. Porque la mente humana está siempre abierta hacia lo diferente, hacia lo contrario. Alto y bajo, grande y pequeño, verdadero y falso, bueno y malo,... son conceptos que comprendemos al mismo tiempo, porque tener la idea de una cualidad nos lleva a comprender la idea de su contrario (cuando exista).

Muchas personas no saben qué es el pecado, porque no han llegado a descubrir que existe una vocación al amor y a la verdad, porque no saben que necesitamos apartarnos del mal para buscar y realizar el bien.

Escuchamos, por eso, con frecuencia: "¿qué hay de malo en el aborto, en el adulterio, en el fraude fiscal, en la desidia en el trabajo, en la maledicencia, incluso en el abuso del alcohol o de la droga?" Encontramos, también con frecuencia, a miles de personas que parecen no percibir la maldad escondida en sus acciones.

No es fácil explicar cómo y por qué se ha llegado a esta situación, pues los motivos y las historias son diversas. Pero sí sabemos cómo salir de la misma: con una ayuda, humana y divina, que nos permita abrir los ojos, descubrir el bien verdadero, reconocer que hemos sido llamados al amor verdadero. Entonces sí es fácil identificar todo aquello que nos aparta del amor, denunciar el pecado que puede destruir nuestra vocación al amor.

Cuando un hombre o una mujer descubren los tesoros propios de la vida matrimonial y de la familia, la belleza de acoger los hijos enviados por Dios, la alegría de la búsqueda del hacer feliz al otro o a la otra por encima de uno mismo...
Cuando un político o un simple ciudadano reconocen el verdadero sentido de la sociedad y de la ley, la dignidad propia de cada ser humano (de cualquier raza, con o sin pasaporte, nacido o por nacer), la dignidad de los ricos y de los pobres...
Cuando nos abrimos al respeto de la honra de los otros, cercanos o lejanos, desconocidos o famosos, y descubrimos que nunca es justo considerar culpable al inocente, mientras que es hermoso cerrar los oídos a la calumnia para apreciar a cada uno en su justa medida...

Cuando acogemos la vocación a la entrega como lo más hermoso del ser humano, como aquello que nos lleva a dejar en segundo lugar nuestro egoísmo para recibir, escuchar, vestir, cuidar, perdonar a otros hombres y mujeres necesitados de justicia, y, sobre todo, de amor y simpatía profunda...

Entonces es cuando abrimos los ojos para reconocer tentaciones y pecados que nos apartan del camino de la vida y nos hunden en el mundo del mal. Porque el camino de la conversión nos permite denunciar las obras de las tinieblas a partir del descubrimiento (que es don de Dios y búsqueda sincera por parte de un corazón honesto) de los horizontes de bien que son propios de toda vida humana digna y bella.

Acercarse a Cristo nos permite entrar en la luz. "Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad" (Ef 5,8-9).

El primer efecto de la luz es esa posibilidad de discernir, con la ayuda de Dios, entre lo bueno y lo malo. Lo cual, en un mundo de engaños relativistas, ya es mucho. Desde ese discernimiento, la voluntad encontrará fuerzas para dejar las obras del mal y para seguir el camino del amor que nos fue enseñado por Cristo en el Evangelio.

Proteger a la Familia

Esta es la intención de oración del Papa Francisco para Agosto

En el mes de agosto que comienza este miércoles el Papa Francisco tiene como intención de oración “para que las grandes opciones económicas y políticas protejan la familia como el tesoro de la humanidad”.

Así lo informó la Red Mundial de Oración del Papa en el mes de enero.

El 1 de junio de 2017 el Santo Padre también se refirió a las familias como “un tesoro precioso”. Fue durante la audiencia con los participantes en el encuentro promovido por la Federación Europea de las Asociaciones Familiares Católicas.

Ese día reiteró que la familia es “la célula fundamental de la sociedad” y no “piezas de museo”. En el hogar, afirmó, “se concreta la capacidad de darse, el compromiso recíproco y la apertura generosa a los demás, así como el servicio a la sociedad”.

Por ello, pidió un mayor peso de la familia en la sociedad y que su voz sea escuchada. “No hay mejor aliado para el progreso integral de la sociedad que favorecer la presencia de la familia en el contexto social”.

La Red Mundial de Oración del Papa, también llamado Apostolado de la Oración, difundió a principios de año las intenciones de oración del Pontífice para todo el año 2018.

Esta red “responde a los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia expresados en las intenciones mensuales del Papa y los temas que le preocupan”, indica en su sitio web.

La Virgen preanunció la crisis de la Iglesia del siglo XX

Lo hizo hace 4 siglos, en Quito (Ecuador)

Introducción 

Que precisamente el siglo XX – en el que estamos inmersos todavía espiritualmente – es el tiempo de las tinieblas, el tiempo de la gran apostasía profetizado en la Sagrada Escritura… lo haría pensar también una extraordinaria aparición mariana que tuvo lugar hace algunos siglos.

Tiene toda la oficialidad de los reconocimientos eclesiásticos y, sin embargo – por alguna disposición misteriosa de la Providencia –, ha permanecido hasta ahora casi desconocida y está volviendo hoy a la luz.

Fue la misma Virgen la que pidió que su mensaje fuera dado a conocer en el mundo solamente en el siglo XX.

Se trata de las apariciones de la Virgen a la madre Mariana Francisca de Jesús Torres y Berriochoa (1563-1635), mística española que vivió y murió, con fama de santidad, como monja de la Inmaculada Concepción en Quito, en Ecuador.

Hoy está en curso el proceso de beatificación de la Madre Mariana, cuyo cuerpo – por otro lado – fue encontrado incorrupto y completo el 8 de febrero de 1906.

La Virgen se le presentó como la “Virgen del Buen Suceso” y la Iglesia – por medio de los obispos de Quito – aprobó la veneración de la Virgen con este título.

La devoción ininterrumpida del pueblo ecuatoriano, desde hace 400 años, llevó en 1991 a la Archidiócesis de Quito, con el permiso de la Santa Sede, a realizar la coronación canónica de Nuestra Señora del Buen Suceso como reina de Quito.

Pues bien, la particularidad de estas apariciones consiste precisamente en la petición de la Virgen a la vidente y a las monjas de su convento de que oraran y se ofrecieran en holocausto por los hombres del siglo XX.

Reconstruyendo esta historia, que tiene como centro a la Madre Mariana, Paola de Lillo explica que la mística vivió incluso dos experiencias de pre-muerte:

“Su primera muerte tuvo lugar en 1582. De pie, ante un tribunal, sufrió un proceso al final del cual le fue ofrecida una elección: permanecer inmediatamente en la gloria celestial o volver a la tierra y sufrir, como chivo expiatorio, por los pecados del siglo XX. Ella eligió la segunda posibilidad. Su segunda muerte tuvo lugar el Viernes Santo del año 1588 después de una aparición en la que le fueron mostrados los horribles abusos y las herejías que se perpetrarían en la Iglesia actual. Se despertó dos días después, en la mañana del domingo de Pascua”.

¿No es singular que la Virgen, en los primeros años del siglo XVII, pida a almas consagradas que oren y se inmolen por los hombres del siglo XX? ¿Qué cosa tan terrible debía suceder en el siglo XX? ¿Qué abusos y herejías se deberían verificar para justificar una intervención preventiva del Cielo tan urgente, que no tiene precedentes en la historia de la Iglesia?

Es estupefaciente, si pensamos que todo sucedió hace ahora algunos siglos, leer que “serán los preferidos de Su Corazón sobre todo los que vivirán al final del siglo XX porque en ese periodo el infierno se desencadenará y muchas almas se perderán”.

Marian T. Horvat, estudiosa de este evento, explica en una entrevista que especialmente importante es la aparición del 2 de febrero de 1634, en la que “la luz del santuario se apaga. La Virgen explica después a la Madre Mariana que esto representa a la Iglesia del siglo XX, y explica los cinco significados de aquel acto simbólico. Según las palabras de Nuestra Señora, la luz que se apaga representa: en primer lugar, la difusión de las herejías en los siglos XIX y XX, que apagarán la preciosa luz de la fe en las almas. En segundo lugar, la gran catástrofe espiritual en el Convento y, por extensión, de toda la Iglesia. En tercer lugar, la gran impureza que saturará la atmósfera. “Como un mar sucio, inundará las calles, las plazas y los lugares públicos con una sorprendente libertad”, dijo. “Casi no habrá almas vírgenes en todo el mundo”. En cuarto lugar, la corrupción de la inocencia de los niños y la crisis del clero. En quinto lugar, la pereza y la negligencia de los ricos, que serán testigos al observar su Iglesia oprimida, siendo perseguida, y el triunfo del demonio, sin emplear sus riquezas para atacar al mal y restaurar la fe”.

En las revelaciones que la Virgen dio a la Madre Mariana había muchas profecías que se cumplieron puntualmente en referencia a la historia de Ecuador y a las vicisitudes de la Iglesia Católica.

Por lo que respecta a la historia universal y en especial a la Iglesia, en el siglo XX, la Virgen habla de eventos trágicos y sangrientos vinculados a una terrible crisis espiritual.

Esta noche oscura de la Iglesia fue sintetizada, por Paola De Lillo, con estas palabras: masiva apostasía en la Iglesia, corrupción del clero y crisis de las vocaciones, propagación de herejías, abandono de las reglas en la vida religiosa y culpa de la autoridad eclesiástica de semejante ruina. Naturalmente: “este aparente triunfo de Satanás provocará muchos sufrimientos a los muchos buenos pastores de la Iglesia, a la mayoría de los buenos sacerdotes… El pequeño número de almas en las que el culto de la fe y de la moral se mantendrán padecerán un sufrimiento cruel e indecible… Las pocas almas fieles a la gracia sufrirán de modo cruel e indescriptible, como un prolongado martirio; por este sufrimiento serán considerados mártires” (cfr. La profezia finale. Lettera a papa Francesco sulla Chiesa in tempo di guerra de Antonio Socci – Rizzoli).

Mensaje

Un mensaje dramático, pero lleno de esperanza: las apariciones de Nuestra Señora del Buen Suceso en Quito, en Ecuador, en el siglo XVI, aprobadas por la Iglesia.

Madre Mariana de Jesús.

La que vamos a contarles es la maravillosa historia de esta extraordinaria mujer, una mística española, que se ofreció víctima para reparar los pecados cometidos no tanto en su siglo, sino principalmente en el siglo XX, esto es, el nuestro.

La venerable Madre Mariana Francisca Torres de Jesús (1563-1635), cuyo proceso de beatificación está en curso, era sobrina de la Madre María Taboada, fundadora de la Orden de las Hermanas de la Inmaculada Concepción. La tía y la sobrina dejaron España para fundar en Ecuador esta nueva orden, según la voluntad de Dios.

El “mundo criminal” del siglo XX 

Una mañana de 1582, la joven Madre Mariana estaba orando ante el Sagrario. De improviso, oyó un trueno aterrador y vio la iglesia sumergirse en una terrible oscuridad. La puerta del Sagrario se abrió de par en par, y de ella salió una grandísima luz que iluminó el altar mayor.

La vidente, en medio de la gran luz, vio la agonía de Cristo crucificado en el Gólgota; la Virgen, triste y con lágrimas en los ojos, San Juan y a María Magdalena estaban a sus pies.

Mariana creyó ser ella misma la causa de aquella agonía. Postrándose en el suelo, oró: “¡Señor, yo soy la culpable! Castígame y perdona a tu pueblo”. Su Ángel de la Guarda, levantándola del suelo, la tranquilizó: “No, no eres tú la culpable. Levántate porque Dios desea revelarte un gran secreto”.

Viendo todavía a la Virgen con lágrimas en los ojos, la joven monja preguntó: “Oh Madre mía, ¿acaso soy yo la causa de tu tristeza?”. “No, hija mía, no eres tú, sino el mundo criminal”.

Fue entonces cuando la Madre Mariana oyó la voz solemne y severa del Padre Eterno: “¡Este castigo será para el siglo XX!”.

Aparecieron sobre la cabeza del Cristo crucificado y sufriente tres pesadas espadas. Sobre la primera estaba escrito: “Castigaré la herejía”; sobre la segunda: “Castigaré la impiedad”; sobre la tercera: “Castigaré la impureza”.

La Virgen María, con dulzura, preguntó a Mariana: “Hija mía, ¿quieres sacrificarte por las personas de aquella época?”. “Sí, Madre, lo quiero”, fue la respuesta de la vidente. Así, aquellas tres espadas atravesaron el corazón de la Madre Mariana, causándole una “muerte mística” que la llevó al juicio de Dios. Jesús le mostró dos coronas: la primera estaba llena de una luz no conocida en la tierra, la segunda estaba compuesta de lirios blancos perfumados, circundados de muchas espinas. “Esposa mía”, le dijo el Señor, “elige una de estas coronas”. Ella debía elegir entre quedarse en el Paraíso, gozar de la visión de Dios, o bien volver a la tierra y continuar sacrificándose por los hombres y las mujeres del siglo XX, que se harían culpables de pecados de herejía, impiedad e impureza.

La Mamá celestial le pidió que eligiera la segunda corona, porque era necesario que un alma se ofreciera víctima para aplacar la Justicia de Dios. Mariana, tras haber recibido de la Virgen la promesa de que la sostendría en esta tremenda prueba, respondió: “Señora y Madre mía, hágase en mí la Divina Voluntad”. Poco después se volvió a encontrar en la tierra.

Mariana de Jesús se convirtió así en la voluntaria víctima sacrificial por nuestros pecados de herejía, de impiedad y de impureza. No le fue ahorrado ningún sufrimiento. En 1588, el 17 de septiembre, recibió los estigmas de la crucifixión.

El Buen Suceso de la Purificación 

El 2 de febrero de 1594, solemnidad de la Presentación en el Templo de Jesús, de la fiesta de la Candelaria, la Virgen María se presentó a la vidente con este título: “Yo soy María del Buen Suceso de la Purificación”, la Reina del Cielo y de la Tierra”.

La Virgen le pidió a Mariana la construcción de una estatua que la figurara exactamente como se presentaba en la visión. La estatua fue comenzada por un artista del lugar, pero fue completada milagrosamente, en una noche, por los arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael. La autenticidad de este milagro fue confirmada por escrito por los mismos artistas a quienes había sido encomendada la realización de la estatua.

Los tres santos arcángeles, según la narración de la vidente, rindieron homenaje así a la Virgen:

“San Miguel saludándola respetuosamente, dijo: “María Santísima, Hija de Dios Padre”;

San Gabriel dijo: “María Santísima, Madre de Dios Hijo”;

San Rafael dijo: “María Santísima, Purísima Esposa del Espíritu Santo”.

Después, uniéndose a los huéspedes celestiales, entonaron juntos: “María Santísima, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad”.

La Madre Mariana deseaba vivir en lo escondido y, así, suplicó a la Virgen que todo lo que estaba viviendo quedara en secreto. Le fue prometido por Nuestra Señora que su “secreto” sería publicado en el siglo XX.

Durante las visiones, además, la Virgen reveló a Mariana muchos acontecimientos que se deberían verificar en Ecuador en el curso de los siglos y otros muchos relativos al mundo y a la Iglesia universal del siglo XX. Estas profecías se han cumplido con extraordinaria exactitud.

Los crímenes del siglo XX descritos hace más de cinco siglos 

Nuestra Señora del Buen Suceso: “Durante este periodo (…) faltará el espíritu Cristiano.

“¡Castigaré la herejía!” 

El Sacramento de la Extremaunción será poco considerado. Muchas personas morirán sin recibirlo – ya sea a causa de la negligencia de sus familias o por sus falsos sentimientos, que intentan proteger a los enfermos de ver la gravedad de su situación, ya sea porque se rebelarán contra el espíritu de la Iglesia Católica, movidos por la malicia del diablo –. Así, muchas almas serán privadas de innumerables gracias, consuelos y de la fuerza que necesitan para dar el gran salto del tiempo a la eternidad.

El Sacramento del Matrimonio, que simboliza la unión de Cristo con Su Iglesia, será atacado y profanado en el sentido pleno de la palabra. La masonería, que en aquel tiempo estará en el poder, emanará leyes inicuas con el objetivo de abolir este Sacramento, haciendo fácil para todos vivir en el pecado, animando la procreación de hijos ilegítimos nacidos sin la bendición de la Iglesia. El espíritu cristiano vendrá a menos rápidamente, apagando la preciosa luz de la Fe hasta llegar al punto que habrá una degeneración de las costumbres casi total y general…

Aumentarán los efectos de la educación secular, que será una de las razones de la falta de vocaciones sacerdotales y religiosas… El Sagrado Sacramento de las Sagradas Órdenes será ridiculizado, oprimido y despreciado… El demonio intentará perseguir a los Ministros del Señor de todos los modos posibles y actuará con cruel y sutil astucia para desviarlos del espíritu de sus vocaciones, corrompiendo a muchos de ellos. Estos sacerdotes corruptos, que serán motivo de escándalo para los cristianos, provocarán que el odio de los malos cristianos y de los enemigos de la Iglesia Católica y Apostólica Romana recaiga sobre todos los sacerdotes. Este aparente triunfo de Satanás provocará enormes sufrimientos a los buenos Pastores de la Iglesia.

Ya no existirá casi la inocencia en los niños, ni pudor en las mujeres, y en este momento de gran miseria de la Iglesia, los que deberían hablar permanecerán en silencio.

“¡Castigaré la impiedad!” 

Pero sabe, amada hija mía, que cuando en el siglo veinte tu nombre será dado a conocer, habrá muchos que no creerán, afirmando que esta devoción no es grata a Dios.

Satanás tendrá el control de esta tierra por medio de los errores de hombres sin fe, los cuales, como una nube negra, oscurecerán el cielo de la república consagrada al Sagrado Corazón de Mi divino Hijo. Esta república, habiendo consentido la entrada de todos los vicios, deberá sufrir todo tipo de castigos, entre los cuales habrá pestes, carestías, luchas entre las personas y los extranjeros, que llevarán a un gran número de almas a la apostasía y a la perdición… Y para dispersar estas nubes negras que esconden el claro día de la libertad de la Iglesia, habrá una formidable y terrible guerra en la cual correrá la sangre de nativos y extranjeros, de sacerdotes regulares y seculares y también de monjas…”.

Nuestro Señor Jesucristo: “Sabe además que la Justicia Divina manda terribles castigos sobre enteras naciones, no sólo por los pecados de la gente, sino también por los de sacerdotes y religiosos. Porque estos últimos son llamados, por la perfección de su estado, a ser la sal de la tierra, los maestros de la verdad y los que mantienen alejada la Ira Divina. 

Desviándose de su misión divina, se degradan hasta tal punto que, a los ojos de Dios, son precisamente ellos los que aceleran el rigor de los castigos. Porque separándose de Mí acaban viviendo sólo una vida superficial del alma y mantenerse lejos de Mí no es digno de Mis Ministros. Con su frialdad y falta de confianza actúan como si para ellos Yo fuera un extraño”.

Y esto no es todo.

La lámpara apagada 

El 2 de febrero de 1634, hacia las tres de la mañana, la Madre Mariana estaba orando ante el Santísimo Sacramento. De repente, la lámpara se apagó. Apareció entonces la Virgen, que explicó así el significado de ese apagamiento repentino: “El apagamiento de la luz del Santuario tiene diferentes significados”.

“¡Castigaré la impureza!” 

“La primera razón del apagamiento de la luz del Santuario es que desde el final del siglo XIX y en gran parte del siglo XX, varias herejías se propagarán en este país, que será entonces una república independiente. Cuando tengan preponderancia, la luz preciosa de la Fe se extinguirá en las almas por la corrupción casi total de las costumbres. Durante este periodo habrá grandes catástrofes físicas y morales. El pequeño número de almas que, escondidas, conservarán el tesoro de la Fe y de las virtudes, sufrirán de manera indeciblemente cruel un prolongado martirio. Muchos de ellos morirán por la violencia de los sufrimientos y los que se sacrificarán por la Iglesia y por la Patria serán considerados Mártires. Para liberar a los hombres del vínculo de estas herejías, aquellos a los que el amor misericordioso de Mi Santísimo Hijo destinará para la Restauración, deberán tener una gran fuerza de voluntad, constancia, valentía y mucha confianza en Dios. Para probar esta fe y confianza del justo, habrá momentos en los que todo parecerá perdido y paralizado: este será el feliz inicio de la completa Restauración.

La segunda razón del apagamiento de la luz del Santuario es que mi Convento, reducido drásticamente en número, quedará sumergido en un incomprensible océano de indescriptible amargura, y parecerá hundirse en estas diversas aguas de tribulación. ¡Cuántas auténticas vocaciones perecerán por falta de discreción, discernimiento y prudencia por parte de las Maestras de Novicias que las forman! Deberían ser almas de oración y muy eruditas en los diferentes caminos espirituales. ¡Ay de aquellas almas que volverán a la Babilonia del mundo tras haber estado en el lugar seguro de este bendito Convento! Durante esta época desafortunada, la injusticia entrará incluso en mi jardín cerrado. Enmascarada bajo el nombre de falsa caridad, la injusticia sembrará la ruina de las almas. El rencoroso Diablo intentará sembrar la discordia por medio de miembros pútridos, los cuales, enmascarados de una apariencia de virtud, serán como sepulcros en corrupción que emanan la pestilencia de la putrefacción, causando muertes morales en algunos y tibieza en otros. Ellos clavarán una espada de doble filo en mis hijas fieles, mis almas escondidas, haciéndoles sufrir un continuo y lento martirio. Estas hijas fieles llorarán en secreto y se lamentarán ante su Señor y Dios, y sus lágrimas serán presentadas por su Ángel de la Guarda al Padre Celestial, pidiendo que semejantes tiempos sean acortados por el amor del Divino Prisionero.

La tercera razón del apagamiento de la luz del Santuario es que el espíritu de impureza que saturará la atmósfera de aquellos tiempos, como un océano repugnante, inundará las calles, las plazas y los lugares públicos con una increíble libertad. Casi no habrá ya almas vírgenes en el mundo. La flor delicada de la virginidad, tímida y amenazada de completa extinción, resplandecerá mucho desde lejos. Tomando refugio en los Conventos, encontrará un buen terreno y, echando raíces, crecerá y vivirá, y su fragancia será la delicia de mi Santísimo Hijo y el escudo contra la Ira Divina. Sin virginidad, sería necesario que sobre estos Países cayese el fuego del Cielo para purificarlos. En estos tiempos de maliciosa soberbia, el envidioso y pestífero Diablo intentará introducirse también en estos jardines cerrados de los Conventos de los Religiosos para marchitar estas flores maravillosas y delicadas. ¡Pero yo le haré frente y le aplastaré la cabeza bajo mis pies! ¡Ay de mí, qué dolor! Habrá almas incautas que se echarán voluntariamente en sus garras. Otros, vueltos al mundo, se convertirán en instrumentos del Diablo para la perdición de las almas.

“Este castigo será para el siglo XX” 

La cuarta razón del apagamiento de la luz del Santuario es que, por medio de la adquisición del control sobre todas las clases sociales, la Secta Masónica, será tan astuta que penetrará en el corazón de las familias para corromper incluso a los niños, y el Diablo se gloriará de nutrirse, con perfidia, de la exquisita delicadeza del corazón de los niños.

Durante estos tiempos desafortunados, el mal asaltará la inocencia infantil y, de este modo, las vocaciones al sacerdocio se perderán, y esto será un verdadero desastre. Será tarea de grupos religiosos sostener a la Iglesia y trabajar con valeroso y desinteresado celo por la salvación de las almas, porque, durante este periodo, la observancia de la regla brillará en las comunidades y habrá santos ministros del altar, escondidos, y almas maravillosas de las cuales Mi Santísimo Hijo y Yo nos deleitaremos, considerándolas flores excelentes y frutos de santidad heroica. Los impíos declararán una guerra cruel contra ellos cubriéndolos de insultos, calumnias y vejaciones, para impedir el ejercicio de su ministerio. Pero ellos, como firmes columnas, permanecerán inconmovibles y afrontarán todo esto con aquel espíritu de humildad y sacrificio con el que están revestidos por la virtud de los méritos infinitos de Mi Santísimo Hijo, el Cual los ama como las fibras más recónditas de su santísimo y tiernísimo Corazón.

En esta época, el Clero Secular abandonará sus ideales, porque los sacerdotes se volverán negligentes en sus sagrados deberes. Perdida la brújula divina, se alejarán del camino trazado por Dios para el ministerio sacerdotal y estarán apegados a los bienes y a las riquezas, que se esforzarán ilícitamente en obtener. ¡Cuánto sufrirá la Iglesia durante esta noche oscura! Faltando un Prelado y Padre que les guíe con amor paterno, dulzura, fortaleza, sabiduría y prudencia, muchos sacerdotes perderán su espíritu, poniendo sus almas en gran peligro. Orad insistentemente sin cansaros y llorad con lágrimas amargas, en el secreto de vuestro corazón, implorando a nuestro Padre Celestial, el Cual, por el amor del Corazón Eucarístico de Mi Santísimo Hijo y por Su Preciosa Sangre derramada con tanta generosidad y por la profunda amargura y sufrimiento de Su cruel Pasión y Muerte, podría tener piedad de Sus ministros y poner rápidamente fin a estos tiempos infaustos, mandando a Su Iglesia el Prelado que restaurará el espíritu de sus sacerdotes.

Mi Santísimo Hijos y Yo amaremos a este hijo privilegiado con un amor de predilección y Nosotros le haremos don de raras capacidades: humildad de corazón, docilidad a la divina inspiración, fortaleza para defender los derechos de la Iglesia, y de un corazón tierno y compasivo, de modo que, como otro Cristo, asistirá a los grandes y a los pequeños, sin descuidar a las almas más desafortunadas, que le pedirán un poco de luz y de consejo en sus dudas y sufrimientos. Con divina suavidad, guiará las almas consagradas al servicio de Dios en los Conventos, aligerando el yugo del Señor, el Cual dijo: “Mi yugo es suave y mi carga ligera”. Las balanzas del Santuario serán puestas en sus manos, de modo que todo sea pesado con debida medida y Dios será glorificado.

La tibieza de todas las almas consagradas a Dios, en el estado sacerdotal y religioso, retrasarán la venida de este Prelado y Padre. Por tanto, esta será la causa que permitirá al Demonio maldito tomar posesión de este País en el que conseguirá sus victorias por medio de extranjeros y gente sin fe, tan numerosos que, como una nube negra, oscurecerán el limpio cielo de esta futura República que será consagrada al Sacratísimo Corazón de Mi Divino Hijo.

Con esta gente, entrarán todos los vicios, y atraerán, a su vez, todo tipo de castigos, como calamidades, carestías, guerras intestinas, disputas con otras naciones y apostasía, causa de la perdición de tantas almas tan amadas por Jesucristo y por Mí.

Para disipar esta nube negra, que impide a la Iglesia beneficiarse del día limpio de la libertad, habrá una guerra terrible y tremenda que verá el derramamiento de sangre de nativos y extranjeros, de sacerdotes regulares y seculares y también de monjas. Aquella noche será la más horrible, porque parecerá que, humanamente hablando, el mal ha triunfado.

Esto señalará, entonces, la llegada de mi hora, cuando Yo, de manera sorprendente, destronaré al orgulloso Satanás, aplastándolo bajo mi pie y encadenándolo en los abismos infernales, liberando así, finalmente, a la Iglesia y a la Nación de su cruel tiranía.

La quinta razón del apagamiento de la luz del Santuario es la flaqueza y negligencia de aquellos que poseen grandes riquezas, los cuales se quedarán mirando con indiferencia a la Iglesia que será oprimida, a la virtud perseguida y al mal que triunfa, sin emplear devotamente sus riquezas para la destrucción del mal y para restaurar la Fe. Esto se debe también a la indiferencia de aquella gente, que permitirá que el Nombre de Dios sea hecho desaparecer gradualmente y que se unirá al espíritu del mal, entregándose libremente a los vicios y a las pasiones.

¡Ay de mí, hijas mías predilectas! Si os fuera concedido vivir en esta era tenebrosa, moriríais de dolor al ver que se cumple todo lo que Yo os he revelado. Mi Santísimo Hijo y Yo tenemos un amor tan grande por este País, nuestra heredad, que Nosotros deseamos incluso, desde ahora, pedir vuestro sacrificio y vuestras oraciones para acortar los tiempos de semejante catástrofe terrible.

Las razones del apagamiento de la lámpara impresionaron profundamente a la Madre Mariana, la cual se esforzó todavía más en hacer que el mensaje de Nuestra Señora del Buen Suceso llegara a nosotros, hombres y mujeres del siglo XX, en particular a la Jerarquía.

El testamento de la Madre Mariana 

Mariana Torres de Jesús murió, tras haber sufrido muchísimo para aplacar la Ira Divina a causa de nuestros pecados, el 16 de enero de 1635 a las 15:00 horas, la hora de la muerte de Jesús.

En su Testamento, escribió: “Cuando el Divino Maestro estaba colgado en aquél vergonzoso patíbulo de la Cruz, con su vida que lentamente venía a menos, en medio de una casi infinita pena y tormento, el testamento que El dio para redimir a la humanidad fue el don de dejar a Su Madre como Madre nuestra.

En efecto, Él se dirigió a Su Virgen Madre, diciendo: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!”, Su discípulo predilecto.

Y dirigiéndose a él, dijo: “¡He ahí a tu Madre!”. Esta es vuestra Madre Celestial, María Santísima del Buen Suceso. ¡Ella os dará siempre un buen suceso!

Tened un gran amor por la Bienaventurada Virgen; imitad sus virtudes, sobre todo su profunda humildad, su ardiente amor por Dios y por los pobres pecadores, su sencillez y confiada inocencia. Que no haya engaños o hipocresías en vuestras almas. Perseverad y propagad la devoción bajo la invocación de Nuestra Señora del Buen Suceso, porque con ella obtendréis de Jesús y María todo lo que pidáis… Deberéis conservar devotamente este verdadero tesoro y hacerla conocer y amar por las más almas posibles.

Aseguradles que con esta devoción obtendrán siempre un buen suceso, en el tiempo y en la eternidad…

Recurrid a Ella en todas vuestras necesidades espirituales y temporales. Cuando vuestra alma sufre por las tentaciones y está inmersa en el dolor y, si por divina permisión, la estrella de vuestra vocación está escondida a la vista de vuestra alma, dirigíos a Ella, con confianza, con estas palabras: “Estrella del mar en tempestad de mi vida mortal, pueda tu luz iluminarme de modo que no pueda alejarme del camino que me lleva al Cielo”.

Conclusión 

Como conclusión, nadie puede afirmar: “¡No he sido avisado!”.

BIBLIOGRAFIA

La admirable vida de la Madre Mariana de Jesús Torres, escrita en el siglo XIX por el prior franciscano de Quito, Manuel de Souza Pereira. 

Trial, Tribulation and Triunph, de Desmond A. Birch, Queenship Publishing.

(Publicado en el Blog oracolocooperatoreveritatis)

Eusebio de Vercelli, Santo

Memoria Litúrgica, 2 de agosto

Obispo

Martirologio Romano: San Eusebio, primer obispo de Vercelli, en la Liguria, que consolidó la Iglesia en toda la región subalpina y que, por defender la fe del Concilio de Nicea, fue desterrado por el emperador Constancio a Escitópolis y, posteriormente, a Capadocia y a la Tebaida. Vuelto a su sede después de ocho años, trabajó con empeño y valentía para restablecer la fe contra los arrianos ( 371).

Breve Biografía

Nació en Cerdeña, Italia. Al morir su padre, su madre lo llevó a vivir a Roma, donde el Papa Liberio lo tomó bajo su protección, lo educó y lo ordenó de sacerdote. Poco después en la ciudad de Vercelli, al norte de Italia, murió el obispo, y el pueblo y los sacerdotes proclamaron a Eusebio como el nuevo obispo, por su santidad y sus muchos conocimientos.

San Ambrosio dice que el obispo Eusebio de Vercelli fue el primero en Occidente al cual se le ocurrió organizar a sus sacerdotes en grupos para formarse mejor y ayudarse y animarse a la santidad. Para este santo su más importante labor como obispo era tratar de que sus sacerdotes llegaran a la santidad. Fue obispo de Vercelli por 28 años.

Una de sus grandes preocupaciones era instruir al pueblo en religión. Y él mismo iba de parroquia en parroquia instruyendo a los feligreses.

En aquellos tiempos se estaba extendiendo una terrible herejía llamada Arrianismo, que enseñaba que Cristo no era Dios. Los más grandes santos de la época se opusieron a tan tremendo error, pero el jefe de gobierno, llamado Constancio, la apoyaba. Hicieron entonces una reunión de obispos en Milán, para discutir el asunto, pero Eusebio al darse cuenta de que el ejercito del emperador iba a obligarlos a decir lo que él no aceptaba, no quiso asistir. Constancio le ordenó que se hiciera presente, y el santo le avisó que iría, pero que no aceptaría firmar ningún error. Y así lo hizo. A pesar de que hereje emperador lo amenazó con la muerte, él no quiso aceptar el que Jesucristo no sea Dios, por esto fue desterrado.

Fue llevado encadenado hasta Palestina y encerrado en u cuartucho miserable. Los herejes lo arrastraron por las calles y lo insultaron, pero él seguía proclamando que Jesucristo sí es Dios. En una carta suya cuenta los espantosos sufrimientos que tuvo que padecer por permanecer fiel a su santa religión, y expresa su deseo de poder morir sufriendo por el Reino de Dios.

Al morir Constancio, su sucesor decretó la libertad de Eusebio y éste pudo volver a su amada diócesis de Vercelli. San Jerónimo dice que toda la ciudad sintió enorme alegría por su llegada y que su vuelta fue como el termino de un tiempo de luto y dolor.

El resto de su vida lo empleó junto con grandes santos como San Atanasio y San Hilario en atacar y acabar la herejía de los arrianos, y en propagar por todas partes la santa religión. Murió el 1 de agosto del año 371.

La Iglesia lo considera mártir, no porque haya muerto martirizado, sino porque en sus tiempos de prisión tuvo que soportar sufrimientos horrorosos, y los supo sobrellevar con gran valentía.

El repetía: " Puedo equivocarme en muchas cosas, pero jamás quiero dejar de pertenecer a la verdadera religión".

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