¿Por qué has dudado?
- 07 Agosto 2018
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¿Qué es lo que nos causa más estrés?
5 causas que incrementan el estrés en nuestra sociedad
“No hay estrés en el mundo, solo gente creando pensamientos estresantes y luego actuando sobre ellos”.
Escuchamos hablar mucho del estrés, del daño que causa en nuestra vida. Sabemos que bloquea la zona del cerebro que se encarga de la resolución de problemas; que produce una distorsión entre lo que sucede y la interpretación que hacemos de la realidad.
Hace que seamos menos optimistas y que perdamos la empatía con quienes nos rodean. Causa ansiedad, nos hace pensar que en el futuro no nos irá bien y nos impide tomar buenas decisiones.
Y podríamos continuar con más y más, pero mejor vayamos a las causas principales y tratar en lo posible de disminuirlas.
Hoy, comparto contigo las cinco causas o elementos mencionadas por la psiquiatra española Marian Rojas, amiga mía, que están incrementando el estrés tanto en hombres como en mujeres en nuestra sociedad:
1. La obsesión por aprovechar el tiempo:
Hoy en día vivimos expuestos a un convencimiento que resulta muy perjudicial para la sociedad: la prisa y la aceleración producen mayores y mejores resultados. Si alguien comenta “no tengo tiempo…tengo prisa, lo asimilamos como normal y correcto.
En cambio, cuando alguien señala que le sobra tiempo, uno se sorprende y lo juzga negativamente.
El ser humano únicamente posee una vida, y desaprovecharla genera sentimientos de angustia. Aparece la culpa cuando uno observa que el tiempo no es rentable o no ha sido bien exprimido. Existe una obsesión constante de llenar el tiempo de actividades productivas.
Nos olvidamos que si dejamos fuera todo aquello que nos gusta, con el tiempo uno deja de ser capaz de disfrutar de las cosas agradables que aportan felicidad.
2. Estar conectados: la tecnología
Hace unos años, se veía a las personas en el metro o en el autobús leyendo, escuchando música o simplemente mirando. La mente podía estar en blanco o soñando algo. Hoy en día, no solo en el metro o autobús, sino en un elevador, consultorio o hasta caminando vemos a hombres y mujeres de todas las edades enfrascados en su celular o computadora.
Investigaciones advierten que la “sobre estimulación” temprana puede, no sólo originar desórdenes en el ámbito del manejo del estrés, sino también influir en el proceso de atención y aprendizaje
Para reflexionar hacia donde vamos y como está nuestra vida hace falta tiempo, silencio, espacio, atención, tranquilidad, sosiego y paz. Todos estos ingredientes se diluyen su estamos inmersos en la tecnología por horas y horas.
3. Perder el control:
Tercera causa del estrés. Para el ser humano es más importante tener la razón que vivir. Cuesta aceptar que uno está equivocado. La mente manda, ordena y controla.
El deseo de controlarlo todo genera una gran angustia. Hay que fiarse de la vida, de las buenas intenciones y de los grandes corazones.
Cuando el estrés te invada o temas perder el control, cuando tu cabeza se agote o tu cuerpo no te responda, por el corazón y el resto sucederá. No puedes tener control absoluto de todo.
4. El ego:
El ser humano teme a dos muertes: la muerte al final de la vida y la muerte como desaparición de la propia identidad.
Esta última, es miedo a cambiar, es el origen de muchos problemas. Las personas no quieren transformarse.
Tienen pánico a reinventarse debido a que si individualismo se ha convertido en su zona de confort y les aporta una relativa paz que no los llena.
La humildad es la base de todo cambio, y por ello se precisa dejar de lado al ego que nos bloquea, para llegar al interior, redescubrir nuestros talentos y volver a nacer sin miedo al cambio. Donde hay humildad, has sabiduría.
5. Ser perfectos:
El perfeccionista es el eterno insatisfecho. Nada está nunca a la altura de lo deseado. No puede vivir en paz. Vive en constante duda de todo, porque quiere llegar a un gran nivel, a veces irreal.
Ser perfeccionista es una labor agotadora, porque te comparas siempre con el resto y nunca será suficiente. Hay que aceptar que somos seres humanos y cometemos errores.
Como dice Wayne Dyer: “no hay estrés en el mundo, solo gente creando pensamientos estresantes y luego actuando sobre ellos”.
Piensa muy bien si estás cometiendo alguno de estos cinco errores: obsesivo por aprovechar el tiempo, inmerso en la tecnología, quieres siempre tener el control, eres muy egoísta o demasiado perfeccionista? Quizás por eso vives demasiado estresado: cámbialo hoy y vive más
¿Ha visto usted a Dios alguna vez?
¿Usted cree en Dios? ¿Lo ha visto alguna vez? -Claro que sí, yo he visto a Dios; no en sí mismo, sino en sus obras.
El catedrático e investigador francés, Michel Eugéne Chevreul, fue un hombre que gozó de gran prestigio en Francia y en otros países europeos por sus descubrimientos científicos y eruditos conocimientos. Cuando contaba con más de noventa años, al concluir una conferencia ante un grupo de universitarios en la que había hecho mención de la existencia de Dios, tuvo que escuchar una pregunta que le dirigió -con cierta sorna- un joven incrédulo:
-¿Usted cree en Dios? ¿Lo ha visto alguna vez?
-Claro que sí, yo he visto a Dios; no en sí mismo, porque es puro espíritu, sino en sus obras.
En efecto, yo he visto su omnipotencia en la magnitud de los astros y en su rápido movimiento. He visto su inteligencia y sabiduría en el orden admirable que reina en el universo. He visto su bondad infinita en los innumerables beneficios de que me ha colmado. ¿Usted no ha visto todo eso? ¿No ve al pintor divino en el magnífico cuadro de la Creación? ¿No ve al artista en su obra?
Parecida respuesta le daba un sabio árabe del desierto a un misionero:
-Creo en Dios. Cuando percibo las huellas de unos pasos en la arena, me digo: alguien ha pasado por aquí. De la misma manera, cuando veo las maravillas de la naturaleza, me digo: una gran inteligencia ha pasado por aquí, y esa inteligencia infinita es Dios”.
El Cardenal Albino Luciani, futuro Papa Juan Pablo I, en su ameno libro Ilustrísimos Señores, cuestionaba sobre si se suprimiera a Dios de la civilización, ¿qué es lo que quedaba? ¿en qué se convierten los hombres? Y recordaba aquel pensamiento del filósofo y jurista, el Barón de Montesquieu, quien tenía la convicción de que sin una sólida fe difícilmente se sostiene una norma moral: “El hombre sin religión es un animal salvaje, que no siente su fuerza sino cuando muerde y devora”. Todavía resulta más fuerte, la frase atribuida a Napoleón: “Sin religión, los hombres se degollarían por cualquier insignificancia”.
Algo semejante expresa uno de los personajes de la célebre novela del escritor ruso Fiódor M. Dostoievski, Los Hermanos Karamazov, cuando se planteaba: “Si Dios no existe, todo está permitido”. En efecto, si falta el apoyo de un sentido profundo de la existencia humana, se pierde el Norte, se desarticula toda norma moral; y ya nadie se preocupa de tener que dar cuenta de nada a nadie. Es “el lobo estepario” de Herman Hesse.
A lo largo de los siglos, el ser humano ha experimentado un hondo anhelo de encontrarse con la Trascendencia y, con frecuencia, en el ocaso de su vida, percibe interiormente una creciente sed de Dios. Esto lo expresa magistralmente el poeta de Castilla, Antonio Machado, con sus versos: “Yo voy soñando caminos / de la tarde. ¡Las colinas / doradas, los verdes pinos, / las polvorientas encinas!... / ¿Adónde el camino irá? / Yo voy cantando, viajero, / a lo largo del sendero… / -la tarde cayendo está-.“ En forma más dramática lo expresa en los últimos versos de este poema: “Así voy yo, borracho melancólico, / guitarrista lunático, poeta, / y pobre hombre en sueños, / siempre buscando a Dios entre la niebla” (“En una tarde cenicienta y mustia”).
Lo cierto es que si observamos con detenimiento el universo entero tanto en su macrocosmos como en su microcosmos; la naturaleza misma con sus variadísimas plantas y animales marinos y terrestres; ya sean pequeños o grandes, desde el bello y majestuoso vuelo de un águila sobre las altas cumbres de las montañas hasta el ágil y gracioso colibrí en un florido jardín, concluimos que todo es producto de una Inteligencia creadora, de un Ser Supremo que puso orden y concierto en todo lo que miramos y palpamos. Llegamos entonces a considerar que la Creación no es sino una admirable y maravillosa manifestación del poder y la bondad de Dios hacia los hombres.
San Cayetano de Thiene
Celebrado El 7 de agosto
San Cayetano de Thiene, presbítero y fundador
fecha: 7 de agosto
n.: 1480 - †: 1547 - país: Italia
canonización: B: Urbano VIII 8 oct 1629 - C:Clemente X 12 abr 1671
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Cayetano de Thiene, presbítero, que en Nápoles, en la región de Campania, se entregó a pías obras de caridad, especialmente en favor de los enfermos incurables, promovió asociaciones para la formación religiosa de los laicos e instituyó los Clérigos Regulares para la renovación de la Iglesia, recomendando a sus discípulos el deber de observar la primitiva forma de vida apostólica.
Fundador. Año 1547. Este santo, muy popular entre los comerciantes y ganaderos porque los protege de muchos males, nació en 1480 en Vicenza, cerca de Venecia, Italia. Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen.
Estudió en la Universidad de Pádua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades. Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede. A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración.
En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: «Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo».
San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. «Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?» Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado».
Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús. La gente lo llamaba: «El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo» Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes. Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres.
San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: «Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer». Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban. En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: «Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas».
Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas. En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.
Falleció el 7 de agosto de 1547. En 1670 el Papa Clemente X lo canonizó.
Evangelio según San Mateo 15,1-2.10-14.
Entonces, unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron:
"¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros antepasados y no se lavan las manos antes de comer?".
Jesús llamó a la multitud y le dijo: "Escuchen y comprendan.
Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella".
Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: "¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?".
El les respondió: "Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz.
Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
¡Sálvame Señor!
Santo Evangelio según San Mateo 14, 22-36. Martes XVIII de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ap.: Jesús, gracias por este momento que me regalas para poder encontrarme contigo. Tú me has traído hasta aquí. Sabes bien como me encuentro, cuáles son mis miedos, mis alegrías, mis inquietudes y triunfos. Todo lo quiero poner en tus manos Jesús. Te doy las gracias por todos los momentos que hemos pasado juntos a lo largo de mi vida. Siempre has estado a mi lado, aun cuando no he sabido descubrirte o no he sido consciente de ello. Gracias Jesús. Ayúdame a abrir el corazón para poder recibir tu gracia y todo el amor que me tienes.
Evangelio del día (para orientar tu meditación).
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, en este Evangelio, me muestras hoy como los discípulos enfrentan vientos contrarios. Veo a los discípulos llenos de miedo. En mi vida diaria Jesús, tantas veces he sentido también vientos contrarios: enfermedades, sufrimientos, personas queridas que se marchan sin más explicación, momentos en los que parece que lo que he construido en tanto tiempo y con tanto esfuerzo, en un instante desaparece dejando profundas heridas en mi corazón… y ¿sabes Jesús? Yo también, como los discípulos, he tenido miedo, me he cuestionado muchas veces si todo valió la pena. A veces en mi dolor, me he dirigido a Ti, unas veces con ira, y otras con lágrimas en los ojos. Unas con gritos, otras con lágrimas silenciosas. Nada te pasó por alto. Viniste a mí. Te vi en medio de la tribulación… pero no te reconocí. Tuve miedo.
Te pregunté dónde estabas, por qué permitías que en mi vida las cosas no salieran como yo quería, te pedí señales, milagros… Solo me miraste, y me llamaste.
Lo intenté, pero sabes que soy débil. Tantas veces traté de ir a tu lado, de confesarte lo que me pasaba, buscando refugio en tu mirada y calor en tus brazos… pero no llegué, me quedé a medio camino… pero aun así, no me abandonaste. Te grité y me tendiste la mano. Jamás me abandonaste.
Gracias Jesús por jamás soltarme, por siempre estar a mi lado sin importar nada. Gracias Jesús. No permitas que me canse de llamarte, incluso cuando todo parezca perdido. Hazme confiar y nunca me dejes. Dame la gracia de jamás dudar de tu presencia en mi vida.
Jesús ha transitado y transita, para ofrecer su presencia y su palabra fecunda, para sacar de las tinieblas y llevarnos a la luz y a la vida. Llamar a otros, a todos, para que nadie quede al arbitrio de las tempestades; subir a la barca a todas las familias, ellas son santuarios de vida; hacer lugar al bien común por encima de los intereses mezquinos o particulares, cargar a los más frágiles promoviendo sus derechos.
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré recordar, delante de Jesús Eucaristía o de un crucifijo, un momento difícil en el que Jesús me haya sostenido y se lo agradeceré de nuevo, renovando mi confianza en Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Has caminado alguna vez sobre las aguas?
Si nosotros tenemos fe en Jesús, no sólo caminaremos sobre las aguas, sino que seremos capaces de cosas aún mucho más importantes...
Mateo 14, 22-33
Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que se subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú mándame ir hacia ti andando sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y se echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuento subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios.
Reflexión
Se cuenta que en una ocasión un grupo de norteamericanos fue de peregrinación a Tierra Santa. Y estando ya a orillas del mar de Galilea, extasiados por la belleza del lugar, expresaban su alegría incontenible al contemplar ese lago que tantas veces había visto nuestro Señor con sus propios ojos y en cuyas aguas había navegado junto con sus discípulos. Y deciden embarcarse y hacer una breve travesía. Los que alquilaban las barcas –que eran judíos muy “judíos”– pensaron que con esos turistas harían su agosto: –“Queremos ir a Cafarnaún en barca”– les dicen los americanos. Las distancias del lago no son muy grandes y con un bote de motor se hace hoy en día en una media hora. –“Pues el viaje les cuesta 700 dólares”–les contestan. Al ver el espanto de los peregrinos por el precio tan alto, añaden los dueños de la barca: –“Amigos, es que este lago es muy especial. Sobre estas aguas caminó Jesús”–. Y, sin pensarlo dos veces, comentan los visitantes: –“¡Pues claro, con ese precio no nos extraña!”.
Bueno, dejando la broma aparte, es un hecho que Jesucristo nuestro Señor anduvo sobre las aguas de este mar de Galilea en más de una ocasión. Por la fuerza de la rutina, estamos acostumbrados a escucharlo y ya no nos causa demasiada impresión. Pero, imaginémonos a Cristo caminando sobre las aguas... ¡Era algo sumamente extraordinario y prodigioso! Tanto que sus discípulos –nos narra el Evangelio– “se turbaron y se pusieron a gritar pensando que era un fantasma”.
Sí. Cristo tenía unos poderes sobrenaturales y divinos. Era el Señor de la naturaleza y toda ella le obedecía: el viento, los mares, las enfermedades y hasta la misma muerte. Todo le está sometido. El domingo pasado veíamos cómo Jesús multiplicaba cinco panes y dos peces para dar de comer a una inmensa multitud. Y en el Evangelio de hoy camina sobre las aguas, hace caminar también a Pedro sobre el mar y aplaca la tempestad con su sola presencia. ¡Éste es Jesús: nuestro Señor, nuestro Rey, nuestro Dios todopoderoso! Con Él, ¿qué podemos temer?
Jesús, en medio de la tempestad, anima a sus apóstoles atenazados por el miedo: “Tened confianza. Soy yo. No temáis.”. ¡Qué seguridad nos infunde este Cristo Señor y disipa todos nuestros temores, miedos, angustias, desesperaciones! Sólo Él puede llenarnos de confianza cierta. ¡Y cuánto lo necesitamos en nuestra vida de todos los días!
Pero Pedro, que todavía no acababa de creérselo del todo, le dice, con un cierto tono de desafío y de respeto: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas”. Y Cristo, ni corto ni perezoso, le cumple su “caprichito”: “Ven”. Una sola palabra. Un monosílabo. Y eso fue suficiente para que Pedro saliera disparado, como una flecha, fuera de la barca. Comienza a andar, también él, sobre las aguas.
Pero, fíjate lo que viene a continuación: ¡Pedro comienza a hundirse! ¿Qué fue lo que pasó si ya prácticamente se había hecho el milagro? Que Pedro dudó, desconfió del Señor, dejó de mirar a Cristo y comenzó a mirarse a sí mismo y la fuerza del viento, y fue cuando todo se vino abajo: “Viendo el viento fuerte –nos dice el Evangelio– temió y, comenzando a hundirse, gritó: Señor sálvame”. Jesús lo coge entonces de la mano y le reprocha con dulzura su desconfianza: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?” Y es que para nuestro Señor es mucho más milagro que tengamos fe, que confiemos siempre en Él, ciegamente, a pesar de todos los obstáculos y adversidades de la vida, que hacernos caminar sobre los mares.
Y ésta era la lección que nos quería dejar: la necesidad de la FE y de una confianza absoluta en su gracia y en su poder. ¡Esa es la verdadera causa de los milagros! Cuando Jesús iba a obrar cualquier curación –pensemos en el paralítico, en el leproso, en el ciego de nacimiento, en la hemorroísa, en la resurrección de la hija de Jairo, en el siervo del centurión y en muchos otros más– la primera condición que pone es la de la fe y la confianza en Él. Y precisamente así termina este pasaje del lago: “Ellos se postraron ante Él, diciendo: Verdaderamente, tú eres Hijo de Dios”. Una maravillosa profesión de fe. Si nosotros tenemos fe en Jesús, no sólo caminaremos sobre las aguas gratis, sin necesidad de una barca o de un salvavidas –y sin pagar 700 dólares–, sino que seremos capaces de cosas aún mucho más importantes... ¡Con Jesús todo lo podemos!
¿Cómo controlar tus emociones?
6 Tips que pueden ayudarte a pasar del enojo a la calma
Las sensaciones que experimentamos en nuestro cuerpo cuando estamos molestos o enfadados van desde el aceleramiento de las pulsaciones, las ganas de llorar, el temblor en las manos, el dolor de cabeza, hasta el impulso de querer golpear o arrojar cosas con fuerza.
Probablemente a nadie le gusta sentirse de este modo, pero el sentimiento de rabia llega a nuestras vidas desde que tenemos pocos días de antes de nacer, nos irritamos con facilidad y naturalmente tenemos que expresarlo de algún modo.
«Just Breathe», el video que verás a continuación muestra a varios niños que explican cómo se sienten cuando están enfadados. Asombrosamente muchos de ellos hablan con la elocuencia de un adulto, dándonos algunos tips para controlar las emociones y trasladar toda esa rabia hacia un lugar más tranquilo y calmado, en donde casi como un tornado, nuestras emociones y pensamientos van bajando la velocidad poco a poco.
Con seguridad todos hemos escuchado a algún amigo o familiar que dice “así soy yo y no voy a cambiar” o tal vez seas tú el autor de esta frase. Pero te tengo una buena noticia: tenemos la capacidad de cambiar, no por completo, pero sí podemos tomar la decisión de cambiar aspectos de nuestro carácter con los que no nos sintamos a gusto. Esto quiere decir que aunque cada uno de nosotros tiene una personalidad única, también tiene un carácter modificable.
La personalidad es el conjunto de sentimientos, actitudes y pensamientos que nos caracterizan desde que nacemos, es un patrón que hace nuestro comportamiento predecible y nos define a la hora de relacionarnos con otros, mientras que el carácter se refiere a la forma en que podemos reaccionar frente a determinada situación, por esta razón decimos que es casi “moldeable”. Ejemplo: cuando te sientes enfadado con otra persona, sueles gritar y decir lo primero que se te pasa por la cabeza. Si quisieras cambiar este aspecto de tu carácter, podrías optar por tratar de guardar silencio mientras la otra persona habla, pedirle un momento para discutir después con más calma y retirarte a un lugar tranquilo para pensar mejor.
Cosa que suena muy fácil pero requiere de mucha, mucha voluntad. Estar enojado es un sentimiento del que nadie puede escapar y aunque es cierto que hay personalidades más fuertes que otras, chicos y grandes, estamos expuestos todo el tiempo a un sinnúmero de situaciones que ponen a prueba nuestro carácter.
Es importante que pensemos en la forma en que nos estamos relacionando con los demás, cómo les hablamos, qué tono usamos, qué palabras solemos emplear, qué dice nuestro lenguaje corporal cuando otros nos piden discutir algún tema o qué actitud adoptamos cuando vemos que otros están enojados o frustrados.
En la actualidad muchas discusiones se llevan a cabo a través del celular y esto cambia por completo el panorama, porque cuando leemos lo que la otra persona nos escribe le ponemos tono y no cualquiera, sino el que nosotros queremos o suponemos que la otra persona usa. De allí los malentendidos cuando ante un texto de la extensión de una novela alguien nos responde con un ok.
Estos son algunos tips que pueden ayudar a controlar tus emociones:
Si eres una persona que explota con facilidad: contén las ganas de hablar, no dejes que las palabras hirientes que viajan a toda velocidad por tu cabeza salgan de tu boca. Pídele a esa persona con la que discutes que te regale un momento para hablar con más calma en otro lugar u hora del día.
Respira hondo y vete a un lugar en el que solo quepan tus pensamientos y tú:respirar hondo puede sonar a cliché cuando estás enfadado, pero realmente puede funcionar cuando te aíslas de la situación y tienes la oportunidad de repasar las ideas que tienes en mente sin la distracción de otras personas.
Llora: algunas personas usan el llanto como canalizador de la ira y puede ser muy efectivo. Vete a un lugar donde nadie te vea, a tu habitación, un baño o un espacio abierto y deja que la rabia salga a través del llanto. En la mayoría de los casos la tristeza suele colarse en temas de conflicto y puedes llegar a sentirte mucho más tranquilo y confiado para hablar con la otra persona cuando hayas dejado de llorar.
Si estás en tu lugar de trabajo: si la discusión se origina dentro de una reunión o junta, puedes pedir unos minutos para salir, tomar algo de agua, respirar hondo, cerrar los ojos y volver con una mejor disposición al diálogo. Estos pequeños detalles pueden marcar la diferencia.
Haz una lista: si has decidido hablar con esa persona otro día o dentro de unas horas, esta idea puede funcionarte. En una hoja o en las notas de tu celular, realiza una lista que enumere uno a uno los temas que quieres discutir, aquellos con los que estás de acuerdo o que te gustaría modificar, en la mayoría de los casos la rabia no nos permite pensar con claridad y olvidamos mencionar cosas importantes. De allí viene el remordimiento que sentimos luego de una discusión que se lleva a cabo en caliente y pensamos “Le hubiera dicho esto y lo otro”, “no tenía razón en x cosa”, “le habría podido recordar de aquella vez”.
Evita que las discusiones lleguen a su punto máximo: sé inteligente, gánale a tu rabia y si sabes que ya se han ido acumulando sentimientos de molestia e inconformidad con cierta persona, toma la delantera y pídele un momento para hablar. Escoge un lugar en donde no puedan ser interrumpidos y ambos se sientan cómodos y discute la situación con la mejor actitud y disposición de escucha. No esperes a que las cosas se salgan de control para pedirle a esa persona que te regale unos minutos para hablar en privado.
Hace unos meses el Papa Francisco se refirió a la paciencia diciendo: «La paciencia no es resignación, es dialogar con los propios límites». ¡Y que razón tiene el Papa con estas palabras! a veces relacionamos este don con la debilidad, cuando en realidad es de valientes. Recordemos entonces que somos dueños de nuestras emociones, y así mismo, dueños de tomar la decisión de corregir y cultivar las virtudes necesarias que nos permitan no ser perfectos, pero sí mejores seres humanos
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EL CURA DE ARS, PATRÓN DE SACERDOTES Y PÁRROCOS
Francisco: "Sostened a vuestros sacerdotes con la proximidad y el afecto"
Pasaba entre 16 y 18 horas diarias en el confesionario
Cura de Ars
Murió en la madrugada del 4 de agosto de 1859 en su presbiterio, dejando un legado espiritual que ha sobrevivido hasta nuestros días. En 1925 fue canonizado por el Papa Pío XI y su fiesta se conmemora el 4 de agosto
El 4 de agosto la Iglesia celebra a San Juan Bautista María Vianney, conocido popularmente como el Santo Cura de Ars, debido al nombre del pueblo en Francia donde sirvió por muchos años, y donde desarrolló una gran vocación para la evangelización y la confesión.
Nació en Dardilly, en las cercanías de Lyon (Francia), el 8 de mayo de 1786. Tras una infancia tranquila, marcada por una fuerte devoción cristiana y un temprano "anhelo de convertirse en sacerdote", a los diecisiete años Juan María concibió el gran deseo de entrar al seminario dejando atrás las tareas del campo a las que se había dedicado, hasta entonces.
El joven, continuó sus estudios sacerdotales en Verrières y posteriormente se trasladó al seminario mayor de Lyón. Todos sus superiores reconocían la admirable conducta del seminarista, pero, debido a sus escasos conocimientos del latín, no consiguió superar los exámenes y fue expulsado del seminario. Intentó entrar en los hermanos de las Escuelas Cristianas, pero no tuvo éxito.Sostened a vuestros sacerdotes con la proximidad y el afecto. El asunto parecía no tener solución alguna, cuando, de nuevo; se cruzó en su camino un cura excepcional: el padre Balley, quien había dirigido sus primeros estudios. Él se prestó a continuar con su formación, y así, después de un par de años de estudios, Juan María obtuvo de parte del Vicario general su admisión a las órdenes. Por fin, el 13 de agosto de 1815, el obispo de Grenoble, monseñor Simón, lo ordenó sacerdote, a los 29 años. El Santo Cura desbordaba de felicidad después de lograr lo que deseó durante tantos años: servir a Cristo y acompañar al pueblo. Fue un verdadero "sacerdote con olor a oveja", como dice habitualmente el Papa Francisco, sobre aquellas vocaciones religiosas que "no tienen miedo de mezclarse con la gente" y sobre todo, "no temen tocar las heridas abiertas del hermano que sufre". Pero la principal labor del Cura de Ars fue la dirección de almas. No llevaba mucho tiempo en Ars cuando la gente empezó a acudir a él de otras parroquias, llegando incluso desde lugares lejanos, primero de Francia y finalmente de otros países. Todos querían confesarse con él y escuchar sus homilías, caracterizadas por una gran sencillez pero al mismo tiempo una enorme profundidad evangélica. Durante los últimos diez años de su vida, pasó entre dieciséis y dieciocho horas diarias en el confesionario. Su consejo era buscado por obispos, sacerdotes, religiosos, jóvenes y mujeres con dudas sobre su vocación, pecadores, personas con toda clase de dificultades y enfermos.
En 1855, el número de peregrinos había alcanzado los veinte mil al año. Las personas más distinguidas visitaban Ars con la finalidad de ver al santo cura y oír su enseñanza cotidiana. Una dirección que se caracterizaba por el sentido común, su humildad, su notable perspicacia, y un conocimiento sobrenatural.
Murió en la madrugada del 4 de agosto de 1859 en su presbiterio, dejando un legado espiritual que ha sobrevivido hasta nuestros días. En 1925 fue canonizado por el Papa Pío XI y su fiesta se conmemora el 4 de agosto. Y con motivo de la celebración de su memoria litúrgica, y siendo el cura de Ars patrono de los sacerdotes y párrocos, el Papa Francisco ha publicado en su cuenta oficial de Twitter el siguiente tweet: "Sostened a vuestros sacerdotes con la proximidad y el afecto", sin duda, una clara invitación a todos los cristianos, a acompañar de cerca a quienes siguen la vocación religiosa y el llamado al sacerdocio.