Donde esté yo, allí también estará mi servidor

La mente de Cristo

¿Cuál es esa forma en la que Cristo piensa? ¿Y cómo es que podemos nosotros adoptar su mente?

“¿Quién ha conocido la forma de pensar del Señor y puede aconsejarle? Y precisamente nosotros tenemos la forma de pensar de Cristo.”

1 Corintios 2:16

La Biblia dice que quienes creemos en Jesucristo somos nuevas criaturas y tenemos la forma de pensar de Cristo, en otra traducción: “nosotros tenemos la mente de Cristo”. Pero ¿qué significa esto?¿Cuál es esa forma en la que Cristo piensa? ¿Y cómo es que podemos nosotros adoptar su mente?

Para poder controlar nuestra voluntad y nuestras emociones, es necesario que tengamos la mente de Cristo, de otro modo nuestras emociones tendrán la supremacía y debilitarán nuestra voluntad. Después de todo, Dios nos creó a su imagen y semejanza. Nos dio una mente. La mente humana es poderosa, pero aun así nuestras emociones pueden llegar a dominarnos.

En cambio, si tenemos la mente de Cristo, también tendremos la capacidad de someter nuestro cuerpo y emociones a nuestro espíritu. Los resultados de este dominio darán grandes frutos en nuestra vida y abrirán la posibilidad de que Dios derrame sobre nosotros todas sus bondades.

La mente de Cristo está llena de fortaleza, es poderosa. La mente de Cristo está llena de sabiduría, porque está influida por el Espíritu Santo. Jesús es Dios, sin embargo, caminó en esta tierra como hombre, y fue sólo por el bautismo del Espíritu Santo que tuvo completo dominio sobre su cuerpo, pudo enfrentar a sus detractores, llevar a cabo su misión redentora, y cumplir así la voluntad del Padre, en completa santidad.

Jesús nutrió siempre su mente con la Escritura, conocía la Palabra de Dios, Él era el Verbo encarnado. Su mente estaba nutrida con las profecías, estatutos y promesas del Creador. Por ello, su mente siempre se mantuvo enfocada, sin pecado, buscando la voluntad del Padre y trabajando para el Reino de Dios. Sabiendo que Dios es todopoderoso, santo y eterno, mantuvo su mirada y su confianza en Él.

Cristo tuvo siempre una actitud de servicio, en vez de una actitud egoísta. Asimismo, mantuvo siempre una actitud de perdón, con la cual desechó toda ofensa y liberó a toda persona oprimida por el diablo. Jesús sabía que el diablo es mentiroso, por lo tanto, nosotros tampoco debemos creer la mentira que proviene del temor de pecado, enfermedad y muerte.

El Señor, desde que nació en un pesebre, siempre conservó la humildad. La soberbia nunca estuvo en su corazón, porque un corazón soberbio no agrada a Dios. El pecado de orgullo es el origen de todo pecado. Es el pecado de rebeldía que condenó a Luzbel y lo echó fuera de la presencia de Dios. La mente de Cristo es lo opuesto a la mente del diablo, cruel y orgulloso. Jesús eligió la humildad y siempre fue compasivo.

La mente de Cristo conoce lo que Dios espera de nosotros, su propósito en nuestra vida. La mente unida al Espíritu Santo produce la visión del Reino de Dios. Sólo podemos tener dominio cuando creemos en el poder y la autoridad de la Palabra de Dios y la usamos contra toda tentación o potestad del mal.

Tener la mente de Cristo significa renunciar a nuestra propia manera de ver las cosas para adoptar la forma de pensar del Salvador. Reconocer que las leyes del mundo fueron establecidas por Dios, y que la ciencia nunca ha creado ningún orden, sino que sólo ha descubierto el orden que Dios propuso, es una forma de pensar como Cristo. Someternos a los mandamientos del Señor y obedecerlos es la manera más exacta de pensar como Jesús pensaba. La mente de Cristo siempre quiso ser obediente a la voluntad de su Padre.

Para tener la mente de Cristo es necesario morir a nosotros mismos.

San Agustín (354-430)

obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia

Sermón 305

«Donde esté yo, allí también estará mi servidor»

Vuestra fe, hermanos, reconoce a ese grano caído en tierra, ese grano que la muerte ha multiplicado. Vuestra fe le reconoce porque habita en vuestros corazones. Ningún cristiano duda en creer lo que Cristo ha dicho de sí mismo. Pero una vez que este grano ha muerto y se ha multiplicado, muchos granos han caído en tierra. San Lorenzo es uno de ellos, y nosotros celebramos hoy el día en que fue sembrado. Vemos qué inmensa cosecha ha nacido de todos esos granos esparcidos por toda la tierra; y este espectáculo nos llena de gozo si, no obstante y por la gracia de Dios, pertenecemos a su granero. 

Porque todo no todo lo que forma parte de la cosecha entra en el granero: es la misma lluvia, útil y fecunda, la que hace crecer tanto el grano como la paja, y nadie entroja a los dos en el mismo granero. Para nosotros ahora es el tiempo de escoger... Escuchadme pues, granos sagrados, porque no dudo que muchos de vosotros lo sois... Escuchadme, o mejor aún, escuchad en mí a aquel que, se nombró primero a sí mismo, buen grano. No améis vuestra vida en este mundo. Si verdaderamente os amáis, no améis así vuestra vida y entonces la salvaréis... «El que ama su propia vida en este mundo la perderá». Es el buen grano quien lo dice, el grano que fue echado en tierra y que murió para dar mucho fruto. Escuchadle, porque lo que ha dicho lo ha hecho. Él nos instruye y, con su ejemplo, nos enseña el camino.

Cristo no estuvo agarrado a la vida de este mundo; vino a este mundo para despojarse de sí mismo, para dar su vida y retomarla cuando quisiera... Es verdadero Dios y verdadero hombre, hombre sin pecado para quitar el pecado del mundo, revestido de un poder tan grande que pudo decir con toda verdad: «Yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla» (Jn 10,18).

Lorenzo, Santo

Memoria Litúrgica, 10 de agosto

Por: n/a | Fuente: Enciclopedia Católica 

Diácono y Mártir

Martirologio Romano: Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al papa Sixto II en su martirio. Según cuenta san León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre (258).

Breve Biografía

San Lorenzo (mártir), uno de los diáconos de la iglesia romana, fue una de las víctimas de la persecución de Valeriano en el año 258, al igual que lo fueron el Papa Sixto II y muchos otros clérigos romanos. A comienzos del mes de agosto del año 258, el emperador emitió un edicto ordenando matar inmediatamente a todos los obispos, curas y diáconos ("episcopi et presbyteriet diacones incontinenti animadvertantur" -- Cipriano, Epist. lxxx, 1).

Esta orden imperial se ejecuto inmediatamente en Roma. El 6 de agosto, el Papa Sixto II fue capturado en una catacumba y ejecutado de inmediato ("Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII id. Augusti et cum eo diacones quattuor." Cipriano, ep. lxxx, 1). Otros dos diáconos, Felicísimo y Agapito, fueron ejecutados el mismo día.

En el calendario romano de fiestas del siglo IV su fiesta coincide con dicha fecha. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto del mismo año, Lorenzo, el último de los siete diáconos, también sufrió la muerte de un mártir. La muerte de este santo mártir es en esa fecha según el calendario de Filocalo para el año 354.

Este almanaque es un inventario de las principales fiestas de los mártires romanos de mitad del siglo IV; también menciona la calle donde se encontraría su tumba, la Vía Tiburtina ("III id. Aug. Laurentii in Tibertina"; Ruinart, "Acta sincera", Ratisbona, 1859, 632). Los itinerarios de las tumbas de los mártires romanos, como se dieron a conocer en el siglo VII, mencionan que este mártir fue enterrado en la Catacumba de Ciriaca en agro Verano (De Rossi, "Roma Sott.", I, 178).

Desde el siglo IV, San Lorenzo ha sido uno de los mártires más venerados de la iglesia romana. Constantino el Grande fue el primero en erigir un pequeño oratorio sobre el lugar donde fue enterrado. El Papa Pelagio II (579-90) amplió y embelleció el lugar. El Papa Sixto III (432-40) construyó, en la cima de la colina donde fue enterrado, una gran basílica de tres naves cuyo ábside está apoyado en la vieja iglesia. En el siglo XIII, el Papa Honorio III convirtió los edificios en uno y así es como se encuentra la Basílica de San Lorenzo hoy en día. El Papa San Dámaso (366-84) escribió un panegírico en verso que se grabó en mármol y se colocó sobre su tumba. Dos contemporáneos de este Papa, San Ambrosio de Milán y el poeta Prudencio, dieron detalles concretos sobre la muerte de San Lorenzo. Ambrosio relata (De officiis min. Xxviii) cuando se le preguntó a San Lorenzo por los tesoros de la Iglesia, este, hizo comparecer a los pobres entre los que, en lugar de darles limosna, había repartido el tesoro; también contó que cuando se llevaban al Papa Sixto II para ejecutarlo, éste reconfortó a San Lorenzo que deseaba compartir su martirio, diciéndole que le seguiría en tres días. El santo Obispo de Milán también explica que San Lorenzo fue quemado hasta la muerte en una parrilla de hierro (De offic., xli). De igual manera, pero con más detalles poéticos, Prudencio describe el martirio del diácono romano en su himno a San Lorenzo ("Peristephanon", Hymnus II).

El encuentro entre San Lorenzo y el Papa Sixto II, cuando éste último iba a ser ejecutado, según el relato de San Ambrosio, no es compatible con los informes contemporáneos sobre la persecución de Valeriano. La forma en que fue ejecutado –quemado en una parrilla de hierro al rojo vivo—también hace surgir importantes dudas. Las narraciones de Ambrosio y Prudencio se basan más en la tradición oral que en escritos. Es bastante posible que entre el año 258 y el final del siglo IV surgieran leyendas populares sobre esté diácono romano tan venerado y que algunas de esas historias hayan sido preservadas por estos dos autores. En cualquier caso, nosotros carecemos de medios para verificar en fuentes anteriores los detalles que derivan de San Ambrosio y Prudencio, o para establecer hasta que punto esos detalles se basan en la tradición histórica anterior. Probablemente, a principios del siglo VI se crearon otras versiones más completas sobre el martirio de San Lorenzo, y en estas narraciones muchos de los mártires de la Vía Tiburtina y de las dos Catacumbas de San Ciriaca en agro Verano y San Hipólito estaban relacionados de una forma romántica detalles que se dan en estas Actas sobre el martirio de San Lorenzo y su actividad antes de su muerte carecen de credibilidad. Sin embargo, a pesar de las críticas a las últimas versiones de su martirio, no cabe duda de que San Lorenzo fuera un personaje histórico real ni de que el diácono fue martirizado; tampoco existen dudas sobre el lugar donde ocurrió ni sobre la fecha de su entierro. El Papa Dámaso construyó una basílica en Roma dedicada a San Lorenzo; ésta es la iglesia conocida como San Lorenzo en Dámaso. La iglesia de San Lorenzo en Lucina, también dedicada a este santo, aún existe. El día de San Lorenzo sigue siendo el 10 de agosto (fecha de su muerte). Aparece dibujado con la parrilla de hierro en la que se supone que fue asado hasta la muerte.

Ser fecundos

Santo Evangelio según San Juan 12, 24-26. Fiesta de San Lorenzo, diácono y mártir

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por darme una misión en el mundo. Me llamas a ser feliz y quieres que por amor me entregue al servicio de los demás. Ayúdame, Señor, a descubrir aquello que esperas y dame la fortaleza para cumplirlo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 12, 24-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Yo les aseguro que si el grano de trigo sembrado en la tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna.

El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor. El que me sirve será honrado por mi Padre".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cristo dirige a sus discípulos estas palabras mientras se acerca la hora de su pasión. Sabe que quien no se da por completo, no es plenamente feliz, por eso les dice estas palabras tan fuertes. Está convencido que aquello que vale la pena no es fácil y por eso no oculta las dificultades que van a enfrentar, ni reduce el impacto de esta realidad.

Cristo te invita a seguirlo y no quiere que te engañes. No será fácil, ni podrás servir a dos amos, pero promete que si lo sigues de todo corazón, alcanzarás la auténtica felicidad. No te promete dinero, ni te asegura el cariño de la persona a quien buscas con tanto esmero, pero te promete que junto a Él descubrirás el amor y la alegría que nunca terminan.

La esperanza debe siempre mirar al mundo con los ojos de los pobres y desde la situación de los pobres.

Ella es pobre como el grano de trigo que muere, pero tiene la fuerza de diseminar los planes de Dios. La riqueza autosuficiente con frecuencia priva a la mente humana de la capacidad de ver, sea la realidad del desierto sea los oasis escondidos. Propone respuestas de manual y repite certezas de talkshows; balbucea la proyección de sí misma, vacía, sin acercarse mínimamente a la realidad. Estoy seguro que en este difícil y confuso pero provisorio momento que vivimos, las soluciones para los problemas complejos que nos desafían nacen de la sencillez cristiana que se esconde a los poderosos y se muestra a los humildes: la limpieza de la fe en el Resucitado, el calor de la comunión con Él, la fraternidad, la generosidad y la solidaridad concreta que también brota de la amistad con Él.

(Discurso de S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscar el tiempo para en silencio reflexionar y responder, ¿qué me impide confiar y buscar al Señor? Y hacer algo al respecto.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El camino del grano de trigo

El grano de trigo que con su muerte hoy será mañana espiga llena de frutos y alegrías.   

Pasa más a menudo de lo que imaginamos. Un corazón busca a Dios, quiere servir a sus hermanos, estudia el Catecismo, lee escritos de grandes santos. Dedica tiempo a la oración, va a misa los domingos y varios días entre semana, empieza a rezar el rosario o a hacer otras oraciones de la espiritualidad cristiana. A pesar de todo, está inquieto. Como si su esfuerzo espiritual no valiese nada; como si estuviese ante un muro de silencios que le deja confundido, perplejo, lleno de zozobras.

Otras veces, el desasosiego nace espontáneamente, en vidas grises que no trabajan ni para el bien ni para el mal. O en otras vidas que iban “bien”, en corazones que creían tener cualidades y energías para afrontar los retos de la vida. De la noche a la mañana, un problema personal, un pleito en la familia, un suspenso en la universidad, una pelea con el novio o la novia, o simplemente el cambio de clima... y todo se vuelve oscuro, triste, vacío, misteriosamente absurdo.

Buscamos, entonces, desesperadamente, la paz del alma. A veces con un mayor esfuerzo en los compromisos cristianos. O con lecturas de más libros que puedan darnos algo de luz. O a través de un sacerdote al que presentamos nuestras zozobras, nuestras inquietudes, ese extraño cansancio ante la vida que puede sorprendernos a todos: al adolescente, al adulto, al anciano, al sano o al enfermo.

Buscamos la paz, anhelamos la paz. Casi como si Dios estuviese obligado a curarnos, como si el ir a una iglesia para rezar con el corazón abierto fuese suficiente para que la paz volviese al alma, como si la confesión o el diálogo con un sacerdote llevase, automáticamente, a la recuperación de la serenidad.

Es casi inevitable que actuemos así. Pero a veces podríamos preguntarnos si Dios no nos estaría pidiendo un paso más. Quizá la prueba, la dificultad, el abatimiento, son señales de un vivir frío, sin amor, sin esperanza, sin fe. Entonces habría que revisar cómo va, de verdad, nuestra vida de gracia; para extirpar cualquier sombra de pecado que nos paralice; para arrancar un egoísmo que todo lo domina, que todo lo dirige, que todo lo sopesa; para encender hogueras de fervor con el recurso serio, decidido, a todo lo que es propio de la vida cristiana.

Otras veces, lo que Dios nos pide es que dejemos de buscar esa misma paz como si fuese lo único importante para nosotros. Sería triste que viésemos nuestra fe católica como si fuese una garantía para solucionar problemas, como un seguro anti-balas contra depresiones y cansancios que, tarde o temprano, pueden llegarnos a todos. Ver así nuestra fe, desear que Dios siempre nos dé el caramelo cuando levantamos el dedo en medio de la tormenta, es olvidar que también es Evangelio la lección del grano de trigo.

No nos resulta nada fácil comprender que es parte del dinamismo cristiano, que es la esencia de cualquier vida humana, vivir según el grano de trigo. Si el grano no cae, si no muere, si no rompe sus defensas para ponerse en manos de la acción divina, no da fruto; porque el que ama su vida la pierde, mientras que el camino hacia la vida plena consiste, precisamente, en aceptar la muerte, a veces lenta, a veces dolorosa (cf. Jn 12,24).

En otras palabras, aunque nos cueste aceptarlo, también es vida cristiana la de quien, en medio de angustias y miedos, en medio de caídas involuntarias o voluntarias pero aborrecidas, en medio del dolor físico o de profundas penas morales, en medio incluso de depresiones y de apatías en el espíritu, coge cada día el arado y se pone a caminar. Sin mirar hacia atrás, sin lamentarse por lo que le falta, sin pensar si es justo vivir así, entre tantas inquietudes, sin un poco de paz en la propia vida.

Es triste ver cómo pululan aquí y allá métodos más o menos pseudocientíficos y pseudoespirituales que prometen una y otra vez devolver la paz interior, dar seguridades psicológicas, abrir horizontes de autorrealización. No pocas veces esos métodos buscan sugestionar a las personas para hacerlas pactar con sus pequeñeces, o para pensar que son mucho más de lo que hasta ahora habían pensado, o para invitarlas a “crecer” basadas simplemente en la propia voluntad y en sentimientos “positivos”, llenos no pocas veces de egoísmos y vacíos, profundamente vacíos, de Dios.

El camino del Evangelio, en cambio, es otro. Abnegación, renuncia, cruz, muerte. Para llegar a la vida hay que seguir el camino del Calvario. A la mañana de Pascua se llega a través del Viernes Santo. Es cierto, hemos de recordarlo siempre, que Cristo no deja de comprender que estamos hechos para esperar premios, para abrazar felicidades, para encontrar la paz profunda. Las bienaventuranzas tienen que iluminar y dirigir nuestros pasos. Pero todo ello llegará como regalo, como fruto maduro de quien empieza a decir no a su autorrealización y sí al camino del grano de trigo.

El mundo no sabe entrar en esta lógica, no comprende el camino del Evangelio. Existe el peligro, muy real, de que muchos cristianos tampoco pasemos por la puerta estrecha. Nos parecen duras las palabras del Maestro, y pensamos entonces en caminos más fáciles. Pero Cristo es claro: quien no toma su cruz, no podrá ser su discípulo, no podrá seguir las huellas del Señor Resucitado, que es también el Señor Crucificado (cf. Mt 16,24-26).

El camino está allí. Escogerlo es cosa de almas sencillas, que no desean grandezas demasiado humanas, que no miran si están más o menos satisfechas con su “grado de santidad”. Su sencillez, su obediencia, su renuncia, permiten el milagro. Al no querer ser nada, empiezan a serlo todo. Porque triunfan con Cristo glorioso, porque entran en el camino de la Vida verdadera, en el camino del grano de trigo que con su muerte hoy será mañana espiga llena de frutos y alegrías.

Triunfó la vida: #SalvemosLasDosVidas

Senado rechaza proyecto de ley de aborto en Argentina

Por: Redacción | Fuente: ACI Prensa 

Esta madrugada, en una histórica sesión que se extendió por 16 horas, el Senado de Argentina rechazó el proyecto del aborto libre.

De un total de 72 senadores, 38 votaron en contra de despenalizar el aborto, 31 a favor, dos se abstuvieron y hubo un ausente.

El proyecto buscaba permitir el aborto hasta la semana 14 de gestación, y hasta los nueve meses de embarazo bajo las causales de violación, riesgo de vida y salud de la madre e inviabilidad fetal. Asimismo prohibía la objeción de conciencia institucional.

Con este resultado, el proyecto se cierra de forma definitiva por este año legislativo y recién podría volver a abrirse a un debate parlamentario en 2019.

Durante el debate participó la expresidenta y ahora senadora Cristina Fernández para defender su promoción del aborto.

Por su parte, una de las encargadas de cerrar las ponencias a favor de la vida fue la senadora Silvia Elías de Pérez.

Elías de Pérez recordó que “nada justifica” que la vida quede “a merced de nada ni de nadie”. Además advirtió que el proyecto del aborto significaba “instaurar una nueva discriminación, entre aquellos que son deseados y los que no lo son”.

Asimismo, tras señalar que el Estado debe acompañar a la mujer embarazada, la senadora denunció que durante los meses que se discutió el proyecto "se ha denostado a los que profesamos la fe católica como nunca ha sucedido en la Argentina”.

“Realmente legalizar el aborto es admitir lisa y llanamente el fracaso del Estado; es desentenderse de trabajar en la prevención”, expresó.

Mientras se debatía el proyecto en el Congreso, numerosos fieles desbordaron la Catedral de Buenos Aires para celebrar la Misa por la Vida, presidida por el Arzobispo local y Primado de Argentina, Cardenal Mario Aurelio Poli.

En su homilía, el Cardenal reiteró que “el aborto siempre será un drama” y “lejos está de ser una solución”. Además, dijo a los senadores que “confiamos en que siempre legislarán para el bien común, pondrán lo mejor de sus experiencias para que se salvaguarde el derecho a la vida de todos, en especial a los más débiles e indefensos”.

El resultado de la votación provocó distintas reacciones en las miles de personas que esperaban fuera del Congreso a pesar de la lluvia.

Los miles de simpatizantes provida celebraron el resultado fuera de la sede parlamentaria y también en las redes sociales. Desde Facebook, por ejemplo, el P. Leandro Bonnin transmitió en directo una oración de acción de gracias ante el Santísimo Sacramento por este resultado a favor de las dos vidas.

Por su parte, los grupos a favor del aborto habían hecho fuera del Congreso fogatas para apaciguar el frío, pero tras conocerse el resultado, algunas de estas personas lanzaron trozos de madera y cartones para alimentar el fuego como protesta. Este incidente terminó con la llegada de la policía.

En las redes sociales, Amnistía Internacional Argentina, que está a favor del aborto, señaló que los senadores “perdieron una oportunidad histórica de ser líderes en derechos humanos” y anunció que no descansará “hasta que haya aborto legal”.

Tras el rechazo del proyecto del aborto, el Poder Ejecutivo enviará el 21 de agosto al Senado el proyecto de reforma del Código Penal, que incluiría entre sus más de 500 artículos la propuesta de que un juez pueda eximir de pena a la mujer que se practique un aborto, y que tampoco sea punible esta práctica en causal de abuso sexual.

¿Por qué tenemos miedo a la Confesión?

Un sentimiento que es más común de lo que crees y que además, a pesar de lo que solemos pensar, no es malo

SOMOS PECADORES, ¿POR QUÉ NO PEDIMOS PERDÓN?

El Papa Francisco explicó que confesar los pecados no es una sesión de psiquiatría ni "una sala de tortura. Es decir al Señor: ‘Señor soy pecador’, pero decirlo a través del hermano, para que este decir sea también concreto. ‘Y soy pecador por esto, por esto y por esto’".

El Pontífice comentó luego que "algunos dicen: ‘ah, yo me confieso con Dios’. Pero es fácil, es como confesarte por e-mail, ¿no? Dios está allá, lejos, yo digo las cosas y no hay un cara a cara, no hay un a cuatro ojos. (San) Pablo confiesa su debilidad a los hermanos cara a cara. Otros: ‘No, yo voy a confesarme’, pero se confiesan cosas tan etéreas, tan en el aire, que no tienen ninguna concreción. Y eso es lo mismo que no hacerlo".

"Los pequeños tienen esa sabiduría: cuando un niño viene a confesarse, jamás dice una cosa general. "Pero, padre he hecho esto y he hecho esto a mi tía, al otro le he dicho esta palabra" y dicen la palabra. Son concretos, ¡eh! Tienen esa sencillez de la verdad. Y nosotros tenemos siempre la tendencia a esconder la realidad de nuestras miserias".

"Y esta es la lucha de los cristianos. Es nuestra lucha de todos los días. .. Si ser pecador es una palabra, un modo de decir, una manera de decir, no tenemos necesidad del perdón de Dios. Pero si es una realidad, que nos hace esclavos,tenemos necesidad de esta liberación interior del Señor, de esa fuerza. Pero más importante aquí es que para encontrar el camino de salida, Pablo confiesa a la comunidad su pecado, su tendencia al pecado. No la esconde".

La confesión de los pecados hecha con humildad es "lo que la Iglesia pide a todos nosotros… Hace falta: "Concreción, honradez y también una sincera capacidad de avergonzarse de las propias equivocaciones: no hay sendas en sombra alternativas al camino que lleva al perdón de Dios, a percibir en lo profundo del corazón tu pecado y su amor".

Recordamos aquí, a propósito de lo que nos dice el Papa, la doctrina sobre el Sacramento de la Penitencia:

Los pasos de la confesión

Las cinco cosas necesarias para hacer una buena y fructífera confesión.

Para explicar las cinco cosas necesarias para hacer una buena y fructífera confesión, lo haremos desde la parábola del hijo pródigo, narrada por San Lucas en el capítulo 15 de su Evangelio.

Cinco pasos son necesarios:

1° El hijo pródigo examina su conciencia.
2° Se arrepiente.
3° Hace propósito de volver al padre.
4° Vuelve y pide perdón.
5° Paga con buenas obras sus pecados

Es decir, reflexiona, se arrepiente, se corrige, se acusa y expía.

1° EXAMEN DE CONCIENCIA

La confesión no tendrá efecto y fruto si entramos en la Iglesia y rápido nos confesamos, sin haber hecho primero un buen examen de conciencia sereno, tranquilo, pausado, y si es por escrito mejor, para que así, no nos olvidemos ni un pecado.

¿Cómo hacer este examen de conciencia?

El examen de conciencia consiste en recordar los pecados que hemos cometido y las causas o razones por las cuales estamos cometiendo esas faltas.

Deberíamos, como buenos cristianos, hacer examen de conciencia todos los días en la noche, antes de acostarnos.

Así iríamos formando bien nuestra conciencia, haciéndola más sensible y recta, más pura y delicada. Los grandes Santos nos han recomendado este medio del examen de conciencia diario

¿Cómo se hace?

 Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los pecados nuestros que más le están disgustando a Dios.

 Vamos repasando:

Los diez mandamientos.

Los cinco mandamientos de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica.

Los siete pecados capitales.

Las obras de misericordia.

Las bienaventuranzas.

El mandamiento de la caridad.

Los pecados de omisión: el bien que dejamos de hacer: no ayudar, no hacer apostolado, no compartir los bienes, no hacer visitas a Cristo Eucaristía, no dar un buen consejo.

También es bueno confesarse de la siguiente manera:

Deberes para con Dios: mi relación con la voluntad de Dios.

Deberes para con el prójimo: caridad, respeto.

Deberes para conmigo: estudios, trabajo, honestidad, pureza, veracidad.

Deberes para con ese Movimiento o Institución eclesial a la que pertenezco: fidelidad a los compromisos, apostolado.

2º DOLOR DE LOS PECADOS Y LA CONTRICIÓN DEL CORAZÓN

No basta sólo hacer un buen examen de conciencia para una buena confesión: es necesario un segundo paso: dolerme interiormente por haber cometido esos pecados, porque ofendí a Dios, mi Padre. Es lo que llamamos dolor de los pecados o contrición del corazón

Contrición de corazón o arrepentimiento es sentir tristeza y pesar de haber ofendido a Dios con nuestros pecados.

No es tanto “me siento mal… no me ha gustado lo que he hecho… siento un peso encima…” ¡No! Este dolor de contrición es otra cosa: “Estoy muy apenado porque ofendí a Dios, que es mi Padre, le puse triste”.

El Salmo 50 dice: “Un corazón arrepentido, Dios nunca lo desprecia”.


3º CONFESAR TODOS LOS PECADOS

El sacramento de la penitencia o confesión está en crisis en algunas partes porque, como dijo el Papa Juan Pablo II, “al hombre contemporáneo parece que le cuesta más que nunca reconocer los propios errores… parece muy reacio a decir ‘me arrepiento’ o ‘lo siento’; parece rechazar instintivamente y con frecuencia irresistiblemente, todo lo que es penitencia, en el sentido del sacrificio aceptado y practicado para la corrección del pecado” (Reconciliación y Penitencia n. 26).

Pío XII manifestó en un radiomensaje del Congreso Catequístico Nacional de los Estados Unidos, en Boston (26 de octubre de 1946): “El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado”.

El tercer paso para hacer una buena confesión es confesar todos los pecados mortales y graves al confesor.

¿Qué es la confesión de boca? Es manifestar al confesor sin engaño, ni mentira los pecados cometidos, con intención de recibir la absolución. Dice la Biblia: “No te avergüences de confesar tus pecados” (Eclesiástico 4,26)

Para que Dios perdone, por medio del confesor, es necesario decir los pecados. Así lo dispuso el mismo Cristo al instituir el sacramento del la Penitencia. “A quienes se los perdonéis, quedarán perdonados; a quienes se los retuviereis les quedarán retenidos” (Jn. 20, 23).

Los apóstoles, y sus sucesores, los obispos y los colaboradores, los sacerdotes, para poder absolver, necesitan conocer lo que perdonan, es decir, necesitan escuchar los pecados del penitente.

¿Cuáles son las cualidades para una buena confesión de boca?

Sinceridad: no debo ocultar lo que en conciencia es grave.

Verdadera: sin ocultar o disimular lo que debo manifestar, ni dar vueltas, tratando de justificarme.

Completa: todos los pecados graves, según su especie, número y circunstancias que cambian la especie.

Sencilla y humilde: con pocas palabras y sin rodeos.

Omitir voluntariamente la confesión de pecados graves o circunstancias que cambian la especie o callar voluntariamente algún pecado grave hace que la confesión sea inválida y sacrílega.

4º PROPÓSITO DE ENMIENDA

Antes de explicar el cuarto paso, quisiera resumir, de la Institución Pastoral del Episcopado español del 15 de abril de 1989, los síntomas y raíces de la disminución de la práctica de la confesión en algunas partes:

Por el ateísmo e indiferencia religiosa de nuestros tiempos.

La pérdida del sentido del pecado.

Las interpretaciones inadecuadas del pecado. Hoy se nos quiere hacer creer que el pecado es algo superado, es un vago sentimiento de culpabilidad, es como una fuerza oscura del inconsciente, es como expresión y reflejo de las condicionantes ambientales, se les identifican con el pecado social y estructural. Algunos ya no ven pecado en casi nada, salvo en lo social, estructural.

Crisis generalizada de la conciencia moral y su oscurecimiento en algunos hombres. Esto debido a la amoralidad sistemática, cuando no inmoralidad.

Otra causa que ven los obispos españoles es ésta: indecisión de predicadores y confesores en materia moral, económica y sexual. Algunos fieles se desconciertan al oír diversas opiniones de confesores sobre el mismo tema moral. Y claro, muchos optan por hacer caso al más laxo y fácil. Y al final optan por dejar sus conciencias al juicio de Dios y abandonan la confesión.

Expliquemos ahora sí el propósito de enmienda, que brota espontáneamente del dolor.

¿Qué es el propósito de enmienda?

Es una firme resolución de nunca más ofender a Dios. Y hay que hacerlo ya antes de confesarse. Jesús a la pecadora le dijo: “Vete y no peques más” (Jn. 8,11). Esto es lo que se propone el pecador al hacer el propósito de enmienda: “no quiero pecar más, con la ayuda de Dios”. Si no hay verdadero propósito, la confesión es inválida.

No significa que el pecador ya no volverá a pecar, pero sí quiere decir que está resuelto a hacer lo que le sea posible para evitar sus pecados que tanto ofenden a Dios. No se trata de la certeza absoluta de no volver a cometer pecado, sino de la voluntad de no volver a caer, con la gracia de Dios. Basta estar ciertos de que ahora no quiere volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar.

5º CUMPLIR LA PENITENCIA

Expliquemos el último paso para hacer una buena confesión: cumplir la penitencia.

Pero antes recuerda esto:

La confesión es el medio ordinario que ha puesto Dios para perdonar los pecados cometidos después del bautismo en el día a día. Es un medio maravilloso que renueva, santifica, forma conciencia y, sobre todo, da mucha paz al alma.

Cuesta, o puede costar, porque a la confesión no vamos a decir hazañas, sino pecados y miserias. Y esto nos cuesta a todos. Es curioso que algunos que ponen dificultades en decir los pecados al sacerdote confesor los propagan entre sus amigos con risotadas y chascarrillos, y con frecuencia exagerando fanfarronamente. Lo que pasa es que esas cosas ante sus amigos son hazañas, pero ante el confesor son pecados, y esto es humillante. Y lo que no tienen tus amigos, secreto, lo tiene el confesor: él no puede contar ni un pecado tuyo a nadie. A esto se le llama el sigilo sacramental; ha habido sacerdotes que han dado su vida antes que faltar a este secreto de la confesión.

Para confesarse hay que ser muy sincero. Los que no son sinceros, no se confiesan bien. El que calla voluntariamente en la confesión un pecado grave, hace una mala confesión, no se le perdona ningún pecado, y, además, añade otro pecado terrible que se llama sacrilegio.

Si tienes un pecado que te da vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el primero. Este acto de vencimiento te ayudará a hacer una buena confesión.

El confesor será siempre tu mejor amigo. A él puedes acudir siempre que lo necesites, que con toda seguridad encontrarás cariño y aprecio y much comprensión. Además de perdonarte los pecados, el confesor puede consolarte, orientarte, aconsejarte. Pregúntale las dudas morales que tengas. Pídele los consejos que necesites. Él guardará el secreto más riguroso.

¿Qué es cumplir la penitencia?

Es rezar o hacer lo que el confesor me diga. Esta penitencia, ya sea una oración, una obra de caridad, un sacrificio, un servicio, la aceptación de la cruz, una lectura bíblica, es para expiar, reparar el daño que hemos hecho a Dios al pecar. Es expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.

El pecado, sobre todo si es grave, es ofensa grave a Dios. Mereceríamos las penas eternas del infierno. Esta penitencia que me da el sacerdote en parte desagravia la ofensa a Dios y expía las penas merecidas.

La confesión perdona las penas eternas, pero no perdona la pena temporal. Esta penitencia que hago va satisfaciendo, en parte, o disminuyendo la pena temporal debida por los pecados.

El relato del Apocalipsis Bíblico ¿pánico o esperanza?

Ciertamente, no es un texto fácil de leer pero quizá lo siguiente te sea de utilidad cuando intentes tu próximo acercamiento al texto

No hay duda de que el último libro de la Sagrada Biblia suele presentarse como uno de los más misteriosos en la vida de los creyentes. No se me haría extraño si también formas parte del amplio grupo de personas que quedan asombradas por su contenido, en el cual se perciben fenómenos extraños y hasta seres sobrenaturales que no comprendemos del todo. Ciertamente, no es un libro fácil de leer, y no pretendo aquí ofrecerte una explicación completa y detallada sobre su contenido, pero quizá lo siguiente te sea de utilidad cuando intentes tu próximo acercamiento al texto.

Antes que nada, sé que quizá tienes amigos o conocidos que han querido alarmarte o inquietarte por lo que ahí vas a encontrar (¿Un destino fatal? ¿Lo que podría ser de ti al final de los tiempos?) Ammm, no lo creo. Hoy quiero invitarte a que pierdas el miedo, te libres de prejuicios, y conozcas un poco acerca de las razones que impulsaron al autor a escribir el Apocalipsis.
Cada que lees un libro por primera vez, me inclino a apostar que es porque ya conoces un poco sobre quien lo escribió, más o menos en qué fecha, y tal vez un poco de las razones por las cuales fue redactado. Pues eso precisamente hay que tomarlo en cuenta también cuando nos acercamos a un texto bíblico, verás que así disfrutaremos bastante aquello que quiere transmitirnos, y conservaremos su sentido correcto.

¿En qué ambiente surgió el Apocalipsis?

De una buena vez, quiero que sepas y jamás se te olvide, que el Apocalipsis de San Juan no es un texto trágico sino de mucha esperanza, y más aún, de victoria del Bien sobre el Mal, de Jesucristo que es glorificado. El texto está dirigido a las regiones de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea; que podemos identificar como las siete Iglesias de Asia. No porque sólo hubiera siete Iglesias en aquel territorio, sino porque el autor quiere referirse a todas las que había, utilizando el recurso del número siete, que bíblicamente significa: “totalidad”. En el fondo, el mensaje termina siendo para todos los cristianos.

Te has de estar preguntando ¿Cuál fue el motivo de los mensajes del libro? Bien, hay que situar a aquellas iglesias a las que nos referimos anteriormente, en el siglo I d.C.

Aproximadamente entre los años 86-95, los cristianos estaban siendo fuertemente perseguidos por el emperador romano Domiciano. Sabemos lo fuertes que siempre han sido las persecuciones al cristianismo y ésta definitivamente no fue la excepción. Estoy cierto de que tú también has tenido la inquietud o necesidad de dirigir palabras alentadoras a nuestros hermanos, que en épocas recientes no han sido libres para vivir su fe cristiana sin temor, ¡Pues eso fue precisamente una de las cosas que Juan quiso hacer en su momento, inspirado por el Espíritu! Dar unas palabras llenas de consolación y significado para los cristianos que sufrían la persecución de Domiciano.

¿Cómo puedo entender mejor el texto?

Toma en cuenta que el Apocalipsis precisamente pertenece al género apocalíptico. O sea que, cuando te acerques a él, ten claro que no estarás ante el Evangelio, una epístola (carta), un salmo, un libro profético, etc.

El género apocalíptico tiene características muy peculiares. De entrada, el término proviene de las palabras griegas apó (lejano de) y kaliptós (cubierto), literalmente significaría “lejano de lo cubierto” pero para entenderlo mejor podríamos traducirlo como “revelación de lo (que estaba) cubierto” o incluso “revelación del misterio”. Los textos apocalípticos han surgido en la historia casi siempre en momentos de mucha crisis, recuerda que los cristianos estaban siendo perseguidos. Lo que se buscaba con el género apocalíptico era transportar al lector a otro mundo, desde el cual comprendiera mejor un mensaje específico. Quien escribía en este género literario buscaba siempre colocarse como un testigo de aquello que narraba, y transmitiendo sensaciones de terror o admiración.

Es por eso que Juan también te quiere hacer partícipe a ti de aquellas escenas que describe, además incluyendo criaturas como una bestia con siete cabezas y diez cuernos, un dragón, y un cordero nada común. Hay también algunos ancianos, unos cuantos candelabros, “Una mujer vestida de sol” (Ap 12, 1), etc. ¿Cómo podemos tratar de entender un poco mejor, a qué o a quienes se refieren esta serie de personajes u objetos? No seré como una USB que te transmitirá de modo instantáneo la respuesta a esa pregunta, pero haré un intento para que puedas contestarla, y seguir moviendo tu curiosidad de saber más sobre este magnífico y fascinante escrito.

¿Cuál es el mensaje central de Juan en el Apocalipsis?

Pasemos entonces ahora a una parte muy interesante, a la que quizá llegaste saltándote las anteriores si la curiosidad te ganó. ¡No pasa nada! Puede llegar a ser muy válido comer ansias por comprender algo.

Notarás en la lectura del Apocalipsis que uno de los eventos centrales del mismo es el “Sacrificio de un Cordero”. ¿Acaso estás pensando lo mismo que yo? Tal vez sí, ese Cordero es precisamente Cristo (el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo). El pueblo judío, ya desde antes de que Jesús naciera, celebraba una festividad denominada “Yom Kippur” (de la expiación). El Sumo Sacerdote sacrificaba cada año un cordero en el que los judíos creían depositar todas sus culpas. Ese cordero era abandonado en el desierto y por supuesto, moría de hambre. Con su muerte, los habitantes del pueblo parecían entonces haber sido perdonados por todas sus faltas y liberados.

Si te das una vuelta por el libro del Génesis, recordarás que en el capítulo 22 se narra el sacrificio interrumpido de Isaac, hijo de Abrahán. Léelo detenidamente ¿No te llaman la atención algunos detalles? Por ejemplo, que Isaac iba subiendo el monte con su padre, cargando la madera con la que supuestamente sería sacrificado. ¿De qué estaba hecha la Cruz que curiosamente Jesús iba también cargando mientras subía un monte? Cuando posteriormente Isaac pregunta a Abrahán por el cordero para el sacrificio a Dios, su padre le contesta que Dios proveería aquel cordero. Y cuando el Ángel de Dios detiene a Abrahán en el acto de muerte, aparece de pronto un cordero que fue el que terminó siendo sacrificado ¿No te parece que podemos vernos muy similares a Isaac, cuya muerte fue sustituida por la de aquel cordero enviado por Dios para el sacrificio? Genial ¿no crees? Al parecer la gran hazaña de Jesús pudo haber sido anunciada mucho antes de lo que pensábamos, y es Él el verdadero cordero que se entrega para liberarnos de nuestros pecados (como en el Yom Kippur judío).

El Apocalipsis describe el hecho del sacrificio del Cordero quizá como el de mayor importancia. Ahora date cuenta que ese sacrificio del Cordero no es algo que vaya a pasar en el Fin de los Tiempos, ni nada terrorífico ¿Qué no precisamente lo vives cada domingo cuando celebras la Eucaristía como miembro de la Iglesia? ¡Oh sí! ¡Emociónate conmigo querido lector o lectora! Pues parece que nos vamos acercando a una de las claves más maravillosas y geniales para comprender el sentido del último libro de la Escritura:

LA SANTA MISA.

Ahora creo que será más notorio para ti que este libro está al parecer muy lejos de describir escenas del futuro y más aún con exactitud. ¡Qué mejor forma de animar a los cristianos en tiempos de crisis, que el recordarles lo privilegiados que son al poder tener la experiencia del gran banquete eucarístico que tiene lugar en la Misa! Nada nos da más fortaleza para enfrentar las circunstancias de la vida que Cristo siendo uno con nosotros y nosotros con Él.

Descubrirás que el Apocalipsis debemos leerlo sobre todo en clave litúrgica y ahora cada vez que intentes una lectura de este libro, te aconsejo que conforme vayas avanzando te imagines situad@ en el templo donde sueles normalmente celebrar la Liturgia. Ve pensando en cada una de las partes de la Misa y sus ritos correspondientes. Encontrarás en los diferentes capítulos del Apocalipsis muchísimas palabras y expresiones que te resultarán muy conocidas: “el Gloria”, “el Aleluya”, “el Santo” y no podía faltar “el Cordero de Dios”. Puede ser de utilidad que incluso a algunos personajes los pienses representando esos ritos. También comprobarás que es increíble la relación de comprensión entre la Misa y el Apocalipsis, es decir, que tanto el Apocalipsis te ayudará a comprender mejor el sentido y la estructura de la Misa, como la Misa el sentido y la estructura del Apocalipsis.

Sé que ciertamente no puedo agotar aquí el significado de cada objeto o personaje preciso del libro, incluso continuamente se siguen publicando grandes volúmenes de investigación sobre este escrito. Pero espero que esto te ayude, aunque sea un poco, a cambiar tu modo de verlo y a leerlo con más ánimo, cayendo en la cuenta de lo que un buen día dijo Joseph Ratzinger siendo aún cardenal: “La Misa es el Cielo en la Tierra”. El Apocalipsis es un gran medio para comprobar esa frase.

Fuentes y textos para profundizar:

BEDRIÑÁN, C., “Apocalipsis. Una comunidad que resiste al Imperio”, , recuperado el 1 de mayo de 2018.
HAHN, S., La cena del cordero, RIALP, Madrid 2003.

LA CASA DE LA BIBLIA, Un mundo sin llanto ni dolor. Guía para la lectura comunitaria del Apocalipsis, Verbo Divino 1999.
PIKAZA, X., Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1999.
ROJAS, I., Los símbolos del Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 2013. 

PAXTV.ORG