Porque ustedes tienen poca fe

Evangelio según San Mateo 17,14-20.

Cuando se reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua.
 
Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar". Jesús respondió: "¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí". Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó curado.
 
Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". "Porque ustedes tienen poca fe, les dijo.
 
Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: 'Trasládate de aquí a allá', y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes".
 

 

Encuentro Mundial de las Familias

Así nació el Encuentro Mundial de las Familias: un pilar de la Iglesia



«El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia. Son incontables los análisis que se han hecho sobre el matrimonio y la familia, sobre sus dificultades y desafíos actuales. Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia».

Así comienza el segundo capítulo de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco "Amoris Laetitia", publicada el 8 de abril de 2016, y que pronfundiza sobre el amor en la familia: núcleo fundamental para cualquier sistema social y uno de los pilares esenciales de la Iglesia, la cual desde sus orígenes, ha promovido el fortalecimiento del vínculo familiar.
Celebrar la familia: núcleo social indispensable

Siendo consciente de los profundos cambios sociales experimentados en todo el mundo en las últimas décadas, la Iglesia se ha centrado en proteger la estructura familiar y fomentar la evangelización dentro de las familias, considerándolas como "Iglesias domésticas" en donde el mensaje del Evangelio cobra un pleno sentido práctico, en la convivencia diaria de sus miembros.

Y para reforzar el valor de esta "célula social indispensable", nació el Encuentro Mundial de las Familias: una reunión a nivel internacional, con una periodicidad de tres años, convocada por el Pontificio Consejo para la Familia, con el fin de compartir, rezar y reflexionar sobre la importancia del núcleo familiar, así como debatir acerca de sus desafíos actuales.

Se trata en definitiva, de un acontecimiento gozoso y enriquecedor para adultos, jóvenes y niños, que ayuda a crecer en la fe y en el amor. También es una oportunidad para reunir fuerzas para proseguir juntos "el viaje de la vida", no siempre fácil teniendo en cuenta las múltiples dificultades a las que se enfrentan las sociedades de nuestro tiempo.


Juan Pablo II: el Papa de las Familias

De la mano de San Juan Pablo II surgieron estos Encuentros Mundiales de las Familias, quien inauguró el primero en el año 1992 proclamando: «En la familia se fragua el futuro de la Humanidad».

El Papa Wojtyla tenía la fiel convicción de que el mundo "no puede avanzar si la familia, (célula vital de la sociedad y primera escuela de la vida del hombre), está enferma".

También recordaba sin cansancio, "que es en la familia donde cada persona se realiza y santifica por medio del don y de la comunión". Durante los 25 años de su Pontificado, escribió numerosas catequesis y enseñanzas dedicadas a la familia. Destacan especialmente su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, la encíclica Evangelium Vitae, varias escritos, como su Carta a las familias de 1994, así como su trabajo sobre la teología del cuerpo y la sexualidad.

También creó el Consejo Pontificio para la Familia, el Instituto Juan Pablo II para la Familia, llevó a cabo el primer sínodo sobre la familia, y tuvo la extraordinaria idea de poner en marcha los encuentros mundiales de las familias. Por toda esta contribución, Juan Pablo II es recordado como el Papa de las familias.
La familia en tiempos modernos.

El tema primordial de estos Encuentros de familias a nivel global, es hablar de la institución familiar y su situación en los tiempos que corren.

Este año la cita es en Dublín, Irlanda, bajo el lema “El Evangelio de la familia, alegría para el mundo” y que contará con la presencia del Papa Francisco.

Santa Clara de Asís

Celebrado El 11 De Agosto De

Santa Clara de Asís, virgen y fundadora 


fecha: 11 de agosto

fecha en el calendario anterior: 12 de agosto
n.: c. 1193 - †: 1253 - país: Italia

canonización: C: Alejandro IV 12 ago 1255

hagiografía: Directorio Franciscano

Memoria de santa Clara, virgen, que, como primer ejemplo de las Damas Pobres de la Orden de los Hermanos Menores, siguió a san Francisco, llevando en Asís, en la Umbría, una vida austera pero rica en obras de caridad y de piedad. Insigne amante de la pobreza, no consintió ser apartada de la misma ni siquiera en la más extrema indigencia y en la enfermedad.
patronazgo: patrona de Asís, de los ciegos, de las lavanderas, bordadoras, vidrieros, pintores y doradores de vidrio, del telégrafo, el teléfono y la televisión; protectora contra la fiebre y los problemas de ojos.
refieren a este santo: Santa Inés de Asís

Nació en Asís, Italia, en 1193. Su conversión hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San Francisco de Asís. Cuando ella tenía 18 años San Francisco predicó en Asís los sermones de cuaresma y allí insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes materiales.

En secreto se fue a buscar al santo para pedirle que la instruyera en el modo de lograr conseguir la perfección cristiana. El le dijo que había que desprenderse de todo, la animó a dejar la vida de riquezas y comodidades que llevaba y dedicarse a una vida pobre, de oración y penitencia.   San Francisco hizo que Clara se fuera a vivir junto a la Iglesia de San Damián en Asís, en una pobre y humilde casita. Y he aquí que su hermana Inés y su propia madre decidieron irse también de monjas con ella. Y muchas muchachas más se dejaron atraer por esa vida de oración y recogimiento, y así pronto el convento estaba lleno de mujeres dedicadas a la santidad.

Francisco nombró a Clara como superiora de la comunidad, y aunque ella toda la vida trató de renunciara al puesto de superiora y dedicarse a ser una sencilla monjita de segundo orden, sin embargo por cuarenta años será la priora del convento y las monjitas no aceptarán a ninguna otra en su reemplazo mientras ella viva, y es que su modo de ejercer la autoridad era muy agradable y lleno de caridad. Servía la mesa, lavaba los platos, atendía a las enfermas, y con todas era como una verdadera mamacita llena de compresión y misericordia.

A los pocos años ya había conventos de Clarisas en Italia, Francia, Alemania y Checoslovaquia. Y estas monjitas hacían unas penitencias muy especiales, inspiradas en el ejemplo de su santa fundadora que era la primera en dedicarse a la penitencia.    No usaban medias, ni calzado, se abstenían perpetuamente de carne, y sólo hablaban si las obligaba a ello alguna necesidad grave o la caridad. La fundadora les recomendaba el silencio como remedio para evitar innumerables pecados de lengua y conservarse en unión con Dios, y alejarse de dañosas distracciones del mundo, pues si no hay silencio, la mundanalidad se introduce inevitablemente en el convento.

Siguiendo las enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar.   Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió: "Santo Padre: le suplico que no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo". A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: "Mi padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros".

Hoy las religiosas Clarisas son 18,000 en 1,248 conventos en el mundo.   27 años estuvo enferma nuestra santa, pero su enfermedad la soportaba con paciencia heroica.   En su lecho bordaba y hacía costuras, y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó: "Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado, como la que tiene esta santa monjita". Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos.

San Francisco ya había muerto, y tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba.    La santa repetía: "Desde que me dedique a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan".

El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, se fue al cielo a recibir su premio. Un día como hoy fue sepultada. Santa Clara bendita: no dejes nunca de rogar a Dios por nosotros.

¿Cómo nos acercamos a Cristo?

Santo Evangelio según San Mateo 17, 14-20. Sábado XVIII de Tiempo Ordinario.



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor aumenta mi fe.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Evangelio de hoy podemos ver que Jesús nos propone reflexionar cómo es nuestra fe, cómo nos situamos delante de las adversidades que se nos plantean en el día a día, hoy nos ponemos en las manos misericordiosas de nuestro Padre celestial para entregar todo, dejar todo en sus manos y ser como niños que son conducidos por sus padres para no perderse; así tenemos que ser nosotros tomar la mano del Señor y dejarnos que nos lleve.

Señor te compasión de mi hijo dice le hombre en el Evangelio, él se arrodilla reconoce la realeza de Jesús, implora delante del Rey de reyes, sabe que la misericordia brota del corazón amoroso del Cristo salvador, pero nosotros… ¿Cómo nos acércanos a Cristo?¿Sabemos arrodillarnos ante el Rey y soberano de nuestras vidas?

Hoy busquemos examinarnos en la oración delante del Señor y pedirle que nos aumente la fe, porque somos débiles, y necesitamos de su ayuda porque solos no podemos nada.

El Espíritu infunde audacia en el corazón de los creyentes; da a nuestra vida y a nuestro testimonio cristiano la fuerza del convencimiento y de la persuasión; nos anima a vencer la incredulidad hacia Dios y la indiferencia hacia los hermanos. La Virgen María nos haga cada vez más conscientes de nuestra necesidad del Señor y de su Espíritu; nos obtenga una fe fuerte, plena de amor, y un amor que sabe hacerse súplica, súplica valiente a Dios.
(Ángelus de S.S. Francisco, 20 de agosto de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
En algún momento del día, rezare con mucha fe, una oración pidiendo por el aumento de las vocaciones misioneras.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.


El problema de quien no cree

¿Cuál es el verdadero problema de quien carece de fe?

“Si el ser humano sólo confía en lo que ven sus ojos, en realidad está ciego porque limita su horizonte de manera que se le escapa precisamente lo esencial.
Porque tampoco tiene en cuenta su inteligencia. Las cosas realmente importantes no las ve con los ojos de los sentidos, y en esa medida aún no se apercibe bien de que es capaz de ver más allá de lo directamente perceptible.”
Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, p. 16


Tener fe o no tener fe, esa es la cuestión


Hay personas con fe y personas sin fe. Personas que la tienen y viven como si no la tuvieran; y personas que no la tienen y quisieran tenerla.



Personas que nacen en el seno de una familia cristiana y son casi genéticamente cristianas. Personas a las que nunca nadie habló de Dios, no lo conocen y por falta de experiencia “divina” carecen de sensibilidad para las cosas espirituales. La fe no les dice nada, porque no pueden imaginar lo que es tenerla.



Personas que perdieron la fe que alguna vez tuvieron; se les quedó por el camino y no les interesa mucho por dónde. No les dice nada porque se aburrieron de lo que creían.



Personas ansiosas por encontrar un sentido a la rutina de sus vidas.



En estas breves páginas, quisiera explicar al creyente (que más allá de crisis coyunturales nunca ha experimentado lo que es vivir sin fe) el problema de quien carece de fe. Porque, digámoslo de entrada, aunque no sea conciente, quien no tiene fe tiene un problema muy serio.



¿Cuál es el problema de quien carece de fe?


Para comenzar, se pierde de conocer mucho de la realidad. Y, en concreto, lo más elevado.
Puede alcanzar sólo una visión muy superficial de la vida humana: lo que se ve, se oye, se come, engorda, enferma, etc. Pero el hombre es bastante más que una máquina que procesa comida, trabaja y se reproduce. Quien pierde el espíritu humano (lo más valioso del hombre) pierde mucho (y la relación con Dios es la expresión más alta del espíritu humano).



Pierde, además, la trascendencia y su vida queda así encerrada en la “cárcel” de la inmanencia de este mundo. Podrá disfrutar muchas cosas, divertirse, etc., pero su vida -considerada globalmente- se ha convertido en un camino hacia el cáncer y la tumba. Es duro, pero no cabe esperar otra cosa.



Pierde el sentido más profundo del amor, que sin espíritu queda reducido a mero placer.
Se le escapa el sentido más profundo de la vida (para qué vivo, dónde voy…). No sabe de dónde viene ni adónde va.



No es capaz de alcanzar lo único que, en definitiva, realmente importa. No tiene una sola respuesta para los problemas cruciales de la existencia humana. Como reconocía un premio Nobel español, agnóstico, lleno de tristeza hacia el final de su vida: “no tengo una sola respuesta para las cosas que realmente me interesan. Soy un sabio muy especial. Un sabio que no sabe nada de lo que le importa”.



Quien dice que sólo creerá lo que toque y vea (“si no lo veo no lo creo”), en realidad no sabe lo que está diciendo. La realidad más profunda de las cosas no está a nivel superficial y, por tanto, está fuera del alcance de los sentidos. No se ve con los ojos, no se pesa en una balanza, ni siquiera se alcanza con un microscopio. Se “ve” con la inteligencia, pero más allá de donde llegan los sentidos. Y, la verdad más grande -cómo es la vida íntima de Dios-, supera incluso esta capacidad intelectual de “ver”: sólo se accede a ella por la fe.



De modo brillante y resumido se lo explica el zorro al Principito cuando le dice: “no se puede ver sino con el corazón. Lo esencial está oculto a los ojos” (Antoine de Saint-Exupery, El Principito, XXI).



El hombre sin fe nunca llega a entender algunas de las cosas más importantes de su vida



Como por ejemplo:

•    La felicidad y las ansias de infinito
•    Las realidades espirituales
•    El sentido de la vida (para qué estamos acá)
•    Los anhelos más profundos de la persona
•    El fracaso
•    El dolor
•    La muerte (tanto en general, como la propia y la de los seres queridos)
•    Y sobretodo lo que viene después.

Quien se cierra en su no-creeencia tiene cerrado el acceso a Dios, a la redención, a la salvación.
Cerrado a la trascendencia, está cerrado a su desarrollo más pleno, y sobre todo a la felicidad perfecta.



En el ser humano hay unas ansias de infinito que no es posible reprimir: nada de este mundo lo satisface plenamente, porque las cosas de aquí le “quedan chicas”. Esas ansias de infinito serán saciadas después de esta vida. Por eso quien está cerrado a la trascendencia, está frustrado existencialmente, pues le resulta imposible concebir como posible la satisfacción de la tendencia más radical de su ser: su tendencia a la plenitud.



Sólo quien sabe quién es puede vivir con plenitud 



En la Misa inaugural de su Pontificado Benedicto XVI recordó que “únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo” (Benedicto XVI, Homilía del 24.4.05).



El hombre sin fe, se pierde lo mejor de la vida (que no necesariamente es lo más divertido): Dios y la vida eterna quedan fuera del horizonte de su vida y de su alcance.



Algunos, con buen corazón, pueden ocuparse de cosas muy nobles, como la ciencia o el arte; también contribuir al bien temporal de los demás. Todo esto es muy bueno. Pero, les falta algo, en realidad mucho: la apertura al infinito y la perfección, que da sentido y valor a lo que hacen. Para ellos, este bien, en cierta manera, se convierte en un camino hacia Dios.



Otros -quizá coherentemente con su visión materialista de vida (quien no cree en la trascendencia queda “encerrado” en la materia)- viven en la frivolidad (“comamos y bebamos que mañana moriremos”) pueden distraerse (dis-traerse: alejar la atención de lo importante), entretenerse (entre-tener: pasar ligeramente un rato entre dos cosas), divertirse (ocuparse jugando de cosas livianas), vivir en y para la pavada.



La sociedad actual (tecnológica) les ofrece todo tipo de medios para conseguirlo... y pueden distraerse, entretenerse y divertirse con bastante éxito... y de a ratos olvidarse de quienes son, pero no se realizan: pierden la vida.



Pueden pasar su existencia distraídos, entretenidos y divertidos (con la atención fuera de lo que lo conduciría a una vida realizada).



Incluso morir sin darse cuenta. Pero al final, se desvelará el misterio y se verá cómo han frustado su existencia llenándola de nada.



¿Es cómodo ser creyente?



Hay quienes repiten una frase gastada: “es duro ser no creyente”.



Como si la postura de los creyentes fuera más cómoda. Como si los no creyentes fueran más honrados al no creer al precio de su inseguridad (cosa realmente dolorosa).



Esta expresión tiene dos partes.



Ser creyente es mucho más seguro y, al mismo tiempo, exigente.



Es cierto que sin fe se carece de la seguridad del creyente. Y esto no puede no ser duro. Pero también puede resultar muy cómodo. No se puede conocer el interior de las personas. Hay quienes para estar cómodos “pagan” el precio de vivir en la oscuridad. No se comprometen con la verdad, no la buscan. Viven tranquilos en su ignorancia para no exponerse a tener que hacer aquellas cosas que les exijiría la fe si la encontraran… y por eso prefieren no buscarla.



No están condenados a no creer. Quienes son honestos consigo mismo no nunca abandonan la búsqueda de la verdad.



La curiosa pretensión del agnóstico Resulta realmente curioso el planteo del agnóstico: afirmar la imposibilidad de conocer lo que él no conoce...



¿No sería más razonable afirmar simplemente que él todavía no pudo conocer lo que no conoce? Hace una extrapolación que no es válida: pasar de un dato particular (su no-conocimiento personal de Dios) a la afirmación general de la imposibilidad del mismo. Pero que él no conozca no demuestra en lo más mínimo que sea imposible conocer.
La fe es el tesoro escondido en un campo.



No haberlo encontrado todavía no alcanza para negar su existencia. Sólo prueba que debo seguir buscando. En cambio, parece bastante irrefutable el hecho de que muchas personas cuerdas (no están locas) han vendido todo lo que tenían para comprar ese campo...



La fe y las apuestas



Quien no cree arriesga demasiado.



La fe no es cuestión de probabilidades, tampoco de cálculos de intereses y conveniencias, pero hace ya mucho tiempo, una mente matemática como la de Pascal planteó las siguientes alternativas:
•    Si creo en Dios y Dios existe, lo he ganado todo.
•    Si creo en Dios y Dios no existe, no pierdo nada.
•    Si no creo en Dios y Dios existe, lo pierdo todo.
•    Si no creo en Dios y Dios no existe, no gano nada.

Pero no es cuestión de apuestas. La fe no es una apuesta, aunque por cálculo de probabilidades tenga más chances de ganar.



No cree el que quiere sino el que puede. La fe es un don que Dios no niega a nadie. Es un misterio de la gracia y la libertad humana.



Impresiona ver a Jesús dar gracias al Padre celestial porque se ha mostrado a los humildes y ha ocultado a los que se tienen a sí mismos por sabios y prudentes (cfr. Mt 11,25). Dios se esconde y se muestra. Sólo los humildes son capaces de ver.



La verdad no se impone: cada uno debe recorrer el camino que conduce a ella. Un camino muy personal. Buscar la verdad y ponerse en condiciones de poder encontrar a Dios.



No se trata de conseguir entender a Dios, sino de encontrarlo. Y cuando se lo encuentra, entonces, se entiende y sobretodo se lo ama.



Ser capaz de escuchar a Dios y ser capaz de hablar a Dios


¿Cómo se llega a encontrar a Dios, a escucharlo y hablarle?


“¿Hay que aprender a hablar con Dios?”



Uno puede ser -o volverse- sordo para las cosas de Dios. “El órgano de Dios, explica el Card. Ratzinger, puede atrofiarse hasta el punto de que las palabras de la fe se tornen completamente carentes de sentido”.



“Y quien no tiene oído tampoco puede hablar, porque sordera y mudez van unidas”. Entonces habrá que aprender -hacerse capaz- a comunicarse con Dios. “Poco a poco se aprende a leer la escritura cifrada de Dios, a hablar su lenguaje y a enteder a Dios, aunque nunca del todo. Poco a poco uno mismo podrá rezar y hablar con Dios, al principio de manera infantil -en cierto modo siempres seremos niños-, pero después cada vez mejor, con sus propias palabras” (Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, p. 16).



¿Cómo?



No hay fórmulas mágicas, hay recorridos. En primer lugar, con la apertura a la trascendencia: quien descartara de entrada la posibilidad de lo sobrenatural, cerraría la puerta a la verdad. Estaría rechazando apriorísticamente la existencia de algo que no es irracional. Y con esta actitud obviamente, difícilmente encontrará aquello cuya existencia rechaza voluntariamente. Pero no es que la verdad se le oculte, sencillamente la niega.



Después con todo lo que favorece la actividad del espíritu: arte, poesía, música, etc. Las expresiones del espíritu humano.

•    Con el realismo filosófico.
•    Con la lectura de vidas ejemplares (los santos), y en particular con el recorrido de los grandes conversos de la historia.
•    Con la lectura de la Sagrada Escritura: Dios habla en ella.
•    Con la oración. Incluso aunque parezca que no sirve para nada: Dios escucha aunque yo no sea consciente de su presencia.

Un secreto 



Georges Chevrot nos explica que “Dios se hace amar antes que hacerse comprender” (El pozo de Sicar, Ed. Rialp, p. 291). En efecto, a Dios lo conocemos más a través del amor que de la inteligencia. Juan entendió más a Jesús no porque fuera más inteligente sino porque amó más y, por tanto, tuvo más intimidad con El. Quien no lo entiende, debería comenzar a tratar de amarlo y lo acabará entendiendo. El camino inverso no es de éxito seguro: con facilidad se enreda por la soberbia, y para encontrar la fe, la humildad es requisito fundamental.



Y a quien lo entiende –aquel a quien el cristianismo le “cierra” perfectamente– todavía le queda camino por recorrer, para llegar a amarlo con todo el corazón.



Buscarlo, intentar dirigirse a El, incluso antes de creer en El. La fe es un acto de conocimiento, pero también supone el ejercicio de la voluntad: hay que querer creer. Es difícil que alguien queriendo no creer llegue a creer. Dios no fuerza nuestra libertad. Son muy raros los encuentros inesperados como los de San Pablo o André Frossard (en su libro “Dios existe, yo me lo encontré” cuenta su historia personal).



Pero la fe, es sobretodo un encuentro. No se alcanza por razonamientos intelectuales, sino que la inteligencia se rinde cuando se encuentra delante de Dios. En concreto, un encuentro personal con Cristo (de quien los cristianos afirmamos que vive y por eso es “encontrable”).



Un riesgo frecuente



No pocas personas caen en la tentación de crearse una fe a su medida, según su propio gusto. Pero esto sería un auto-engaño notable.


La verdad tiene que venir de afuera. En el caso de Dios, sólo puede provenir de El. Por mi cuenta puedo llegar a conocer algunas cosas de Dios, pero lo más importante es lo que El revela, que es inaccesible a nuestra inteligencia.



La grandeza de la fe



Permite ir más allá de las apariencias, más allá de este mundo. Descubrir las realidades más profundas, el verdadero sentido de las cosas, el sentido de la vida. Y penetrando en el misterio, encontrarse con Dios.


Los cristianos deberíamos tener una sano complejo de superioridad... que en realidad no es un complejo propiamente dicho. Es simplemente el gozo de vivir una realidad superior. Saberse llamados a algo muy grande, a la vida eterna.


La fe da respuesta a los interrogantes más importantes de la persona. Los más vitales, acuciantes, agudos. Los que el hombre no puede dejar de plantearse. Los que modelarán su vida según la respuesta que les dé.


Quien carece de fe no los resuelve, sencillamente necesita negarse a planteárselos porque sabe que no puede encontrar respuesta para ellos.
Las cuestiones de fe requieren fe. Esto es obvio. Para creer hay que tenerla. Quien no la tiene no puede “ver”.


Pero también es cierto que muchas cosas no “cierran” sin fe (la existencia del mal, la vida después de la muerte, el sentido del dolor, y un largo etc.) y las cosas de la fe “cierran” (no son fábulas descolgadas): llegan a explicar el mundo de un modo totalmente coherente.


La fe no es demostrable, pero creer es razonable. Mucho más razonable que no creer.


¿Por qué nos persignamos al pasar frente a una Iglesia?

Es curioso observar cómo la gente al pasar por una Iglesia católica tiene diversas reacciones



Entre los católicos se acostumbra que cada vez que pasamos frente a una Iglesia nos santiguamos haciendo la señal de la cruz. Pero ¿Qué significa hacer este signo? ¿Es obligación hacerla o no?

Es curioso observar cómo la gente al pasar por una Iglesia católica tiene diversas reacciones, desde aquellos que se detienen por un momento y hacen la señal de la cruz, otros que parecen hacer ciertas muecas como si se avergonzaran de que los vieran y tratan de disimular haciéndolo de manera rápida y sin sentido, finalmente, están los que pasan de largo sin hacer ningún signo.

Hacer la señal de la cruz o santiguarse de manera consciente es una forma de saludo a Dios, de quien decimos que todo templo es su casa, porque allí habita en la forma del pan, en el Santísimo Sacramento del Altar.

Pero no solamente nos santiguamos cuando pasamos frente a un templo, también lo hacemos al levantarnos en las mañanas, al salir de casa, al empezar la jornada de trabajo diaria, antes de recibir los alimentos y al acostarnos por el día que termina.

El Catecismo de la Iglesia Católica refiere en su numeral 2157 que: “El cristiano comienza su jornada, sus oraciones y sus acciones con la señal de la cruz, “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. El bautizado consagra la jornada a la gloria de Dios e invoca la gracia del Señor que le permite actuar en el Espíritu como hijo del Padre. La señal de la cruz nos fortalece en las tentaciones y en las dificultades”.

Por tanto, hacemos este signo para recordar nuestra fe en Cristo Jesús que murió por nosotros en la cruz aun siendo pecadores; asimismo, nos reconocemos hijos de Dios a quien invocamos en el misterio de la Santísima Trinidad para ponernos bajo su protección y ayuda.

Cuando nos persignarnos retomamos una tradición apostólica muy antigua. El escritor Tertuliano, escribía: “En todos nuestros viajes y movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos nuestras frentes con el signo de la cruz”.

Para nosotros los católicos la cruz no es símbolo de muerte, sino de salvación, pues ésta es la llave por la que nosotros podemos entrar al Reino. Ya lo dijo Jesús: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Mc 8, 34). Por tanto, más que el signo de la cruz y el acto de persignarse, nos recuerdan que queremos ser seguidores de Jesús de una manera total y comprometida.

Hay que decir que fuera de la Misa y de las oraciones, no es obligatorio hacer la señal de la cruz, pero sí es necesario y bueno ya que nos hace ser coherentes con nuestra fe en vida, palabra y actos.

No perdamos esta costumbre de reconocimiento a Dios que se encuentra vivo y presente en el Sacramento del Altar en cada Iglesia que hay en el mundo. ¡No te avergüences! Hagamos la señal de la cruz con amor, devoción y orgullo de sabernos hijos amados por Dios. Recuerda las palabras de Jesús: “Yo les aseguro: Si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles” (Mc 8, 38).

70.000 CHICOS Y CHICAS SE REÚNEN CON EL PAPA EN EL CIRCO MÁXIMO

Francisco invita a los jóvenes a protegerse de la hipocresía
"Camino, alegría y vocación", claves de la reunión con el Pontífice
Redacción, 11 de agosto de 2018 a las 12:33

El encuentro con el Santo Padre tendrá lugar el sábado 11 de agosto, en las instalaciones del Circo Máximo de Roma e iniciará con un intercambio de preguntas y respuestas en el que un grupo de chicos y chicas presentará al Pontífice

Bajo el lema "Por mil caminos hacia Roma", unos 70.000 jóvenes procedentes de varias Diócesis de Italia se reunirán con el Papa Francisco en el Circo Máximo, la tarde del sábado 11 de agosto. Un día antes, el Santo Padre saludó en el Vaticano a un grupo de peregrinos a quienes invitó a reflexionar sobre tres palabras clave: camino, alegría y vocación.

A tan sólo dos meses de la celebración del Sínodo de los Obispos que se llevará a cabo en Roma y estará dedicado al tema de «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional» el Papa Francisco participará en un encuentro con 70.000 jóvenes italianos que peregrinan a la Ciudad Eterna los días 11 y 12 de agosto.

Según la Conferencia Episcopal italiana, en esta iniciativa participan 195 de las 226 diócesis que hay en el país, acompañados de 120 obispos.

El encuentro con el Santo Padre tendrá lugar el sábado 11 de agosto, en las instalaciones del Circo Máximo de Roma e iniciará con un intercambio de preguntas y respuestas en el que un grupo de chicos y chicas presentará al Pontífice, sus inquietudes espirituales, así como los problemas y desafíos a los que se enfrenta la juventud en la actualidad.

Este coloquio con Francisco estará acompañado de un espectáculo musical, así como varias actividades de entretenimiento que se extenderán hasta la medianoche.

El Domingo 12, los jóvenes participarán en la Misa que presidirá el Obispo de Roma en la Plaza de San Pedro y que concelebrará el cardenal Gualtiero Bassetti, presidente de la Conferencia episcopal italiano.

Antes de finalizar el encuentro, el Santo Padre volverá a dirigirse a los peregrinos para presidir el envío misionero, bendecir la Cruz de San Damiány la imagen de la Virgen de Loreto que llevarán a la Jornada Mundial de la Juventud en enero de 2019 en Panamá. Tras el rezo del Ángelus y la bendición papal, los grupos de peregrinos regresarán a sus diócesis.

Según informa la Vicedirectora de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Paloma García Ovejero, la tarde del 10 de agosto, el Papa Francisco tuvo un breve encuentro en el Vaticano con una representación de estos jóvenesperegrinos: el grupo de la XXXVIII Marcha Franciscana , proveniente de Loreto, Asís y Roma. El Santo Padre les dio tres palabras claves sobre las cuales reflexionar: "camino, alegría y vocación", y los puso en guardia sobre las consecuencias de la hipocresía. La gran cita del Papa con los miles de peregrinos será dentro de unas horas, en un escenario en el que también actuarán artistas como Alex Britti, el rapero Clementino, el cantautor Mirkoeilcane, el grupo de rock Perturbazione, el comediante Saverio Raimondo y el director Andrea Delogu. La animación musical de la liturgia correrá a cargo de la juventud del ministerio juvenil de Bari y Milán, junto con el coro del Instituto Diocesano de Música y Liturgia de Reggio Emilia, dirigido por el Maestro Giovanni Mareggini que interpretará el himno oficial de la reunión: "Protege mi camino", con el que también concluirá la Santa Misa del Domingo 12 de agosto.

 

PAXTV.ORG