Su palabra estaba llena de autoridad
- 04 Septiembre 2018
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Durante este mes, en todas las comunidades cristianas, se desarrollan actividades que nos permitan acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios Por: Xavier Villalta
Septiembre mes de la Biblia
La intención es que durante este mes, en todas las comunidades cristianas, se desarrollen algunas actividades que nos permitan acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios.
Propuestas para escuchar la Palabra
1. La lectura diaria de los textos bíblicos litúrgicos es una excelente ayuda para profundizar en la Palabra de Dios. De esta manera nos unimos a toda la Iglesia que ora al Padre meditando los mismos textos. También nos acostumbramos a una lectura continuada de la Biblia, donde los textos están relacionados y lo que leemos hoy se continua con lo de mañana. La lectura diaria de los textos (para lo cual Liturgia Cotidiana es una excelente herramienta) constituye una "puerta segura" para escuchar a Dios que nos habla en la Biblia.
2. ¿Has leído alguna vez un evangelio entero "de corrido"? Es muy interesante descubrir la trama de la vida de Jesús escrita por cada evangelista. Muchos detalles y relaciones entre los textos que cada evangelista utiliza quedan al descubierto cuando uno hace una lectura continuada. Este mes es propicio para ofrecerle a Dios este esfuerzo.
Te recomendamos la lectura del evangelio de Marcos. No es muy largo, en unas horas se puede leer. Al ser el primero de los sinópticos, los otros (Mateo y Lucas) lo siguen en el esquema general. Por lo tanto es una muy buena "puerta de entrada" al mensaje de Jesús.
3. Otra posibilidad para poner en práctica este mes (y tal vez iniciar un hábito necesario y constructivo) es la oración con los salmos. Los mismos recogen la oración del pueblo de Dios a lo largo de casi mil años de caminata del pueblo de Israel. Nos acercan la voz del pueblo que ora con fe, y la palabra de Dios, que nos señala esta manera de orar para acercarnos y escuchar sus enseñanzas. En los salmos podemos encontrar una inmensa fuente de inspiración para la oración. Hay salmos que nos hablan de la alegría, de las dificultades y conflictos, de la esperanza, del abatimiento, del dolor, de la liberación y la justicia, de la creación, de la misma Palabra de Dios (salmo 118, el más largo de todos). Aprender a rezar con los Salmos es una "puerta siempre abierta" para el encuentro con el Dios de la Vida.
4. La lectura orante de la Palabra, realizada en comunidad, nos pone en sintonía con la voluntad de Dios. Es un ejercicio clave para el crecimiento en la fe. La fuerza de la comunidad nos alienta para encontrar en los textos la fuerza del Espíritu. Todos aprendemos juntos y nos enriquecemos con el aporte de cada uno. Existen muchos métodos de lectura orante. Simplificando al máximo podemos decir que los siguientes cuatro pasos son los más comunes:
Lectura
Meditación
Oración
Compromiso
La lectura orante siempre desemboca en un desafío para vivir. La Palabra de Dios nos desafía a seguir los pasos de Jesús y cambiar nuestra vida.
La lectura orante, practicada en comunidad, es una "puerta-espejo" que nos interpela y nos ayuda a discernir cómo vivir y practicar su Palabra en nuestros días.
De la la Encíclica Fides et ratioCapítulo V. N´55 (parcial)
"Tampoco faltan rebrotes peligrosos de fideísmo, que no acepta la importancia del conocimiento racional y de la reflexión filosófica para la inteligencia de la fe y, más aún, para la posibilidad misma de creer en Dios. Una expresión de esta tendencia fideísta difundida hoy es el « biblicismo », que tiende a hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o de su exégesis el único punto de referencia para la verdad. Sucede así que se identifica la palabra de Dios solamente con la Sagrada Escritura, vaciando así de sentido la doctrina de la Iglesia confirmada expresamente por el Concilio Ecuménico Vaticano II.
La Constitución Dei Verbum, después de recordar que la palabra de Dios está presente tanto en los textos sagrados como en la Tradición, afirma claramente: « La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina apostólica ». La Sagrada Escritura, por tanto, no es solamente punto de referencia para la Iglesia. En efecto, la « suprema norma de su fe » proviene de la unidad que el Espíritu ha puesto entre la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia en una reciprocidad tal que los tres no pueden subsistir de forma independiente.
No hay que infravalorar, además, el peligro de la aplicación de una sola metodología para llegar a la verdad de la Sagrada Escritura, olvidando la necesidad de una exégesis más amplia que permita comprender, junto con toda la Iglesia, el sentido pleno de los textos. Cuantos se dedican al estudio de las Sagradas Escrituras deben tener siempre presente que las diversas metodologías hermenéuticas se apoyan en una determinada concepción filosófica. Por ello, es preciso analizarla con discernimiento antes de aplicarla a los textos sagrados."
Juan Pablo II
Fides et ratio
14 de Setiembre de 1998
Para finalizar, los católicos durante el mes de septiembre debemos dedicarlo a iniciar el conocimiento y divulgación de los textos bíblicos, ya que quien se llame cristiano tendría que conocer la historia de la salvación y la Palabra de Dios, interpretadas auténtica y fielmente por el Magisterio de la Iglesia.
La Biblia, para todas las denominaciones cristianas, contiene la Revelación y es, como todo libro sagrado, la fuente del conocimiento y el compromiso de vida en lo referente a la fe.
Cada año, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Ortodoxa e Iglesias Evangélicas celebrarán el Mes de la Biblia.
Cada comunidad celebrará el mes con énfasis de acuerdo a su historia y tradición.
La Iglesia Católica Romana recordando a San Jerónimo, (a quien conmemoramos el 30 de septiembre), traductor de la Vulgata, la Biblia en lengua latina; la Ortodoxa haciendo memoria que fue en idioma griego que se escribieron los Santos Evangelios y los demás libros del Nuevo Testamento y las Iglesias Evangélicas conmemorando la publicación, el 26 de septiembre de 1569, de la primera traducción de los Textos Bíblicos a la lengua española, traducción realizada por Casiodoro de Reina y conocida como la “Biblia del Oso” ya que en su portada estaba representado dicho animal.
Muy pocos saben que esta Biblia, pese a ser fruto del trabajo de un activo protestante contenía todos los textos propios de la Biblia Vulgata latina de San Jerónimo, mencionada al inicio, que es el texto oficial de la Biblia para toda la iglesia católica romana.
Algo de historia
La palabra Biblia se origina, a través del latín, en la expresión griega τα βιβλ?α τα ?για (ta biblía ta haguia; los libros sagrados), acuñada por vez primera en I Macabeos 12:9, siendo βιβλ?α plural de βιβλ?ον (biblíon, ´papiro´ o ´rollo´, usado también para ´libro´). Se cree que este nombre nació como diminutivo del nombre de la ciudad de Biblos (Β?βλος), importante mercado de papiros de la antigüedad.
Esta frase fue empleada por los hebreos helenizados (aquellos que habitaban en ciudades de habla griega) mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús de Nazaret para referirse al Tanaj o Antiguo Testamento. Muchos años después empezó a ser utilizada por los cristianos para referirse al conjunto de libros que forman el Antiguo Testamento así como los Evangelios y las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo Testamento. Para ese entonces ya era común utilizar las dos primeras palabras de la frase, τα βιβλ?α, a manera de título.
Ya como título, y habiendo perdido el artículo τα, se empezó a utilizar en latín como biblia sacra (los libros sagrados) y de ahí fue transmitido a las demás lenguas.
La Biblia es una compilación de textos que en un principio eran documentos separados (llamados "libros"), escritos primero en hebreo, arameo y griego durante un dilatado periodo de tiempo y después reunidos para formar el Tanaj (Antiguo Testamento para los cristianos) y luego el Nuevo Testamento. Ambos testamentos forman la Biblia cristiana. En sí la Biblia fue escrita a lo largo de aproximadamente 1000 años (900 a. C. - 100 d. C.). Los textos más antiguos se encuentran en el Libro de los Jueces ("Canto de Débora") y en el Pentateuco, que son datadas en la época de los dos reinos (siglos X a VIII a. C.). El libro completo más antiguo, el de Oseas es también de la misma época.
El canon católico romano de la Biblia que conocemos hoy fue sancionado por primera vez en el Concilio de Hipona en el año 393 de nuestra era, por la Iglesia Católica. Dicho canon de 73 libros (46 pertenecientes al llamado Antiguo Testamento, incluyendo 7 libros llamados actualmente Deuterocanónicos -Tobías, Judit, I Macabeos, II Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc- y 27 al Nuevo Testamento) fue confirmado en el Sínodo de Roma en el año 380, y ratificado en el Concilio de Cartago en el año 397, y luego nuevamente confirmado por decreto en la cuarta sesión del Concilio de Trento del 8 de abril de 1546.
Versiones castellanas de la Biblia Católica
Vienen éstas de la traducción hecha por San Jerónimo (Dalmacia, Yugoeslavia, 342-420) al latín, versión oficial de la Iglesia por casi 15 siglos. El primer intento estuvo a cargo de la corte del Rey Alfonso X, El Sabio, en 1280, conocida como la Biblia Alfonsina; en 1430, el Gran Maestre de la orden de Calatrava, Don Luis de Guzmán, patrocina a Mosé Arragel para realizar otra traducción, conocida como la Biblia de Alba.
En 1944 se publica la llamada de Nácar-Colunga, publicada por la Biblioteca de Autores Cristianos que no usa la traducción de la Vulgata como fuente si no usa los originales.
La Biblia de Jerusalén aparece en 1967, también basada en los textos originales. La primera edición de la Biblia latinoamericana, con el lenguaje propio de la región, es editada por primera vez en 2001. En el año 2005 se presentó, tras 33 años de trabajo, la Biblia de Navarra, para hacerla se tomaron como fuente los textos originales en hebreo, arameo y griego.
A continuación podrán encontrar enlaces a sitios de interés bíblico y que cuentan con varios recursos útiles para la Animación Bíblica de la Pastoral:
Enlaces a Instituciones
Centro Bíblico Pastoral para América Latina (CEBIPAL)
Federación Bíblica Católica (FEBIC)
Sociedades Bíblicas Unidas Chile
Lecto Divina
Lectio Divina ciclo C
Lectio Divina para cada día
Recursos Bíblicos Varios
Buenas Nuevas
Todo el Nuevo Testamento comentado
Servicio de Animación Bíblica (Paulinas de Brasil)
Recursos Pastorales Varios
Video situación política de Israel y Palestina en tiempos de Jesús
Consulta también el Especial del Mes de la Bibia de Iglesia.cl
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Pretendo desmitificar el machismo atribuido al apóstol durante décadas: Remedios Falaguera | Fuente: PrimerosCristianos.com
Me he propuesto releer los textos de San Pablo Pero esta vez, con los ojos y el corazón de una mujer que no solo pretende redescubrir en ellos la novedad de la defensa de la dignidad femenina, en la que tanto se empeñó Jesucristo durante toda su predicación, sino que con el osado atrevimiento por mi parte, de desmitificar el machismo atribuido al apóstol durante décadas.
Es obvio que Jesucristo fue un vanguardista en el trato con las mujeres respetando su riqueza humana y espiritual como algo específicamente femenino e imprescindible para el futuro de la humanidad.
No solo por considerar su naturaleza propia, ni inferior ni igual a la del hombre, sino que reconoció su dignidad —desde el mismo momento de la creación—, y el papel extraordinario que el genio femenino ha jugado en la construcción de la Iglesia.
De esta manera, a través del ejemplo de las mujeres sencillas, comprometidas, generosas, piadosas, valientes,… que formaron parte en la vida de San Pablo veremos que las palabras del apóstol no solo hicieron en su día temblar las columnas del Imperio, sino que son de una tremenda actualidad; ya que, si leemos con atención sus textos, no distan mucho de las alabanzas, gratitud y compromisos hacia las mujeres de Juan Pablo II en la Mulieris Dignitatem o de las de Benedicto XVI en laSpe salvi.
Todas ellas tienen mucho que enseñarnos. Y estas líneas pretenden, sin ningún pudor, presentar a las «mujeres de San Pablo» y demostrar que, tanto ayer como hoy, la defensa por el apóstol de la dignidad femenina continua vigente.
A muchos de ustedes les puede parecer extraño la tarea que me propongo realizar pero la personalidad, el apasionamiento y la profundidad de Pablo de Tarso siempre me ha fascinado y la actualidad del Año Paulino merece que, como mínimo, intente comprender mejor la verdad, la bondad y la belleza de sus enseñanzas.
Es comprensible que al escuchar, «las mujeres soméntase a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia…
Pues así como la Iglesia está sometida a Cristo, así las mujeres han de estarlo a sus maridos en todo», encasillemos al apóstol de machista trasnochado, de prepotente, de un hombre que supuestamente despreciaba no solo la dignidad de la mujer sino la participación femenina en todos los ámbitos de la vida publica.
Pero basta seguir leyendo el texto para darnos cuenta de la belleza de sus palabras acerca de la dignidad de la mujer y la igualdad de derechos y deberes del hombre y la mujer, creados por Dios para construir juntos el destino de la humanidad: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne: antes bien la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo».
Más aún: me atrevo a afirmar que su predicación no puede ser prejuzgada de misoginia. Al contrario. A pesar de su educación, de la cultura y las tradiciones de su tiempo, este problema nunca existió para él, puesto que para San Pablo, todos tenemos los mismos derechos y obligaciones no solo en trasformar nuestros corazones al escuchar sus enseñanzas y hacerlas vida, sino en la misión evangelizadora que nuestro Señor Jesucristo quiere para cada uno de nosotros: cambiar el mundo para que Cristo reine en la tierra.
Santa Rosa Viterbo
Celebrado el 4 De septiembre
Gertrudis von le Fort ha escrito que la verdadera genialidad de la mujer se encuentra en lo religioso, y que el mundo profano no ha dado a la historia nombres comparables a Juana de Arco o a Catalina de Sena. Rosa de Viterbo se halla en la línea de lo genial en el mundo religioso.
El barrio gótico de Viterbo es uno de los lugares más evocadores de la Edad Media. Cuando se habla de aquella época hay que evitar dos escollos: o considerarla como la edad ideal del cristianismo, a fijarse sólo en sus defectos, que los tuvo. Sin embargo, prevalecen los aspectos positivos. En ninguna otra edad de la historia se dejó sentir tan intensamente el influjo del cristianismo en la vida pública y privada, política y social, cultural y artística. Un verdadero y sentido universalismo unió a los pueblos bajo la dirección del Papa y del emperador. Todos tenían fe, y se sujetaban gustosos al magisterio de la Iglesia, no faltando, naturalmente, las excepciones. ¿Qué otro tiempo puede gloriarse de creaciones como las universidades, las catedrales, las cruzadas, la Suma de Santo Tomás y la Divina Comedia de Dante? Los héroes que se llevaban las simpatías de todos eran los santos. Santos del calibre de un Tomás de Aquino, de un Domingo, de un Francisco de Asís.
Rosa nació en Viterbo en 1235. Viterbo formaba parte entonces del patrimonio de San Pedro. En 1216 había muerto Inocencio III, a quien se ha llamado el Augusto del pontificado. Con él se llegó a la cúspide de la autoridad de la Iglesia sobre el mundo. Pero, a su muerte, el emperador Federico II estuvo en lucha constante con los papas Gregorio IX e Inocencio IV. De la lucha salieron debilitados los dos poderes, el imperial y el pontificio. Se acercaban días malos para la Iglesia.
Los padres de Rosa eran pobres y excelentes cristianos. Ya en su más tierna infancia todos se dieron cuenta de que Dios tenía grandes planes sobre ella. De verdad que es asombrosa la mezcla de lo natural y de lo sobrenatural en su vida. En vez de entregarse a los juegos propios de su edad, se pasaba largos ratos ante las imágenes de los santos, especialmente si eran imágenes de la Virgen Santísima. Impresionaba la atención con que oía a sus padres cuando hablaban de cosas de Dios. Desde muy pequeña sintió ansias de vivir en soledad, ansias que casi nunca se realizaron del todo. Y siempre fue una enamorada de la penitencia. Los viterbianos se avezaron a ver por sus calles a una niña, que iba siempre descalza y con los cabellos en desorden. Grandes eran sus austeridades en la comida, llegando a pasarse días enteros con un poco de pan. Pan que muchas veces iba a parar a la boca de los pobres, otra de sus santas debilidades. Corría tras los pobres y con cariño inmenso les ofrecía todo cuanto tenía. Si fuera de su casa era caritativa, es fácil imaginar el respeto y amor con que mimaba a sus padres.
En Viterbo había un convento de religiosas, llamado de San Damián. A sus puertas llamó nuestra heroína, pero inútilmente, porque era pobre y porque era niña. Entonces decide convertir su casa en un claustro. Allí se excedía santamente en las penitencias corporales, llegando a disciplinarse hasta perder el conocimiento. Los de su casa intentan apartarla del camino emprendido, pero es tanta la gracia humano-divina que se refleja en toda su persona, que convence a todos. Y las horas de oración se sucedían sin interrupción en su vida.
A los ocho años, víctima de sus penitencias, contrae una gravísima enfermedad, que dura quince meses. Fue milagrosamente curada por la Santísima Virgen, quien le mandó tomar el hábito de la Tercera Orden de San Francisco, hábito que recibió en la iglesia de Santa María. Aquel día empezó su vida de apóstol.
Al salir de la iglesia predicó con tal fervor sobre la pasión de Nuestro Señor Jesucristo y los pecados de los hombres, que todos se volvieron compungidos a sus casas, mientras ella regresaba gustosa a su soledad. Día tras día toda la ciudad, atónita, oyó sus predicaciones. Difícilmente comprendemos hoy el ardor con que las multitudes medievales iban tras el predicador de la palabra de Dios, las conversiones, las públicas reconciliaciones que provocaba, por ejemplo, un San Antonio de Padua. Y si el predicador resultaba ser una niña de pocos años...
No faltaron las contradicciones ni las penas. Los partidarios de Federico II, enemigos de la Santa Sede, en seguida la hicieron objeto de sus ataques. Tras las mofas y las calumnias vino el destierro. Todo ello sirvió para demostrar el temple de aquella niña, quien, como los apóstoles en otro tiempo, dijo que no podía dejar de predicar la divina palabra.
Y la Providencia se valió de la malicia de sus perseguidores para que la semilla de la verdad fructificara en otras partes. Con sus padres tuvo que salir de noche de Viterbo, mientras la nieve barría los caminos. Agotados por el cansancio y el sufrimiento, llegaron al día siguiente al pueblo de Soriano. Sin embargo, todos los sufrimientos físicos se desvanecieron ante el dolor de su alma por la disolución moral de aquellas gentes. Allí continúa predicando, y su predicación se convierte, al cabo de algunos meses, en abundantes conversiones. Acuden también a oírla hombres y mujeres de los pueblos vecinos. A sus oyentes un día les anunció la muerte de Federico II, ocurrida en Fiorentino de Puglia el 13 de diciembre de 1250. Al fin de su vida el emperador se reconcilió con la Iglesia.
Y los pueblos de Vitorchiano, Orvieto, Acquapendente, Montefalcone y Corneto, oyeron, extrañados y al fin convencidos, la voz de aquella niña que atraía con su sola presencia, y que, si era preciso, confirmaba su predicación con milagros. Uno de los defectos que se achacan, con razón, a la Edad Media es la excesiva credulidad con que admitía los hechos extraordinarios. Hoy los biógrafos de nuestra Santa rechazan algunos de los milagros que se le atribuyeron, pero sin duda ninguna que hizo grandes milagros, porque de otro modo no se explica la polvareda espiritual que su paso levantó por todas partes. Su vida entera era un milagro.
A los dieciocho meses de haber salido de su pueblo natal pudo regresar a él, después de la muerte de Federico II. El pueblo entero salió a recibir a la mujer extraordinaria, contentos todos de recuperar aquel tesoro, que ahora apreciaban más después de haberlo perdido.
A pesar de sus triunfos apostólicos, su alma deseaba la soledad, para entregarse más decididamente a la oración y a la penitencia. Es la constante historia de todos los verdaderos apóstoles. San Bernardo había escrito poco tiempo antes que el apóstol debe ser concha y no simple canal.
Por segunda vez intenta entrar en un convento. Esta vez el monasterio lleva el bonito nombre de Santa María de las Rosas. Pero por segunda vez se le cierran las puertas del claustro. Dios no la destinaba a la vida religiosa.
Y por consejo de su confesor, Pedro de Capotosti, decide de nuevo convertir su casa en el claustro soñado; esta vez, sin embargo, tendrá que preocuparse de la santificación de otras almas. Algunas amigas suyas de Viterbo se unen a ella para guardar silencio, cantar salmos y oír sus exhortaciones espirituales. Ante la constante afluencia de nuevas jóvenes, el confesor de Rosa les compra un terreno cerca de Santa María de las Rosas. Allí floreció una comunidad que tomó la regla de la Orden Tercera de San Francisco.
De nuevo las humanas pequeñeces estorbaron la obra de Dios. Inocencio IV suprimió la obra, a indicación de las monjas de San Damián.
El biógrafo de San Francisco de Asís, Tomás de Celano, dice que «cantando recibió la muerte». Un canto de alegría fue también la muerte de Rosa. Gastada prematuramente por las penitencias y el apostolado, se preparó para salir al encuentro del Esposo de las vírgenes. Al recibir el viático quedó largo rato en altísima contemplación. Cuando volvió en sí se le administró la extremaunción. Pidió perdón a Dios de todos sus pecados y se despidió de sus familiares con la exquisita caridad de siempre. Jesús, María, fueron sus últimas palabras. Tenía diecisiete años y diez meses.
Puede fácilmente imaginarse el dolor de los viterbianos. ¡Había sido tan rápido su paso sobre la tierra! Su cuerpo, que despedía un perfume muy agradable, fue sepultado en Santa María.
Inocencio IV inició su proceso de canonización, pero la muerte le impidió terminarlo. Entonces nuestra Santa se aparece a Alejandro IV, que a la sazón se hallaba en Viterbo, y le indica que traslade su cuerpo a la iglesia de San Damián. Se organizó una magnífica procesión, presidida por el Papa, a quien acompañaban cuatro cardenales, para el traslado de sus reliquias a la iglesia aludida. Desde entonces el monasterio se llama de Santa Rosa.
Nicolás V ordenó al consejo de la villa de Viterbo que en la precesión de la Candelaria tres cirios de cera blanca recordaran a todos la luz de su apostolado, su amor a Dios y a los hombres, y su blancura virginal. Calixto III la colocó en el catálogo de los santos. Desde su muerte, el lugar que guarda su cuerpo incorrupto ha sido centro de constantes peregrinaciones. En 1357 ocurrió en Viterbo un gran milagro. Quedó reducida a cenizas la capilla que guardaba sus reliquias, y se quemó la caja que las contenía; el cuerpo santo sólo cambió un poco de color.
Aunque su muerte ocurrió el día 6 de marzo de 1252, su fiesta se celebra el día 4 de septiembre, por ser el aniversario de la solemne traslación.
De le representa recibiendo la sagrada comunión junto a un altar, y viendo en sueños los instrumentos de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
¿La lección de Rosa? Yo diría que es una lección de sobrenaturalismo. Nuestro siglo XX, escéptico ante lo extraordinario, y excesivamente enamorado de lo humano, conviene recuerde que Dios tiene marcada preferencia por servirse de instrumentos inadecuados para obtener sus victorias. Sobre todo deberían recordar frecuentemente la vida y la obra de Rosa de Viterbo todos los que se dedican al apostolado.
Santo Evangelio según San Lucas 4, 31-37. Martes XXII de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, hoy en este rato de oración, quiero reconocerte como mi Dios y mi Señor. Y que durante todo el día pueda reconocerte en cada persona que se cruce en mi camino.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Vemos en este Evangelio que un hombre que tenía un demonio dentro, comienza a gritarle, pero lo más interesante es que lo reconoce como "el Santo de Dios". El demonio se da cuenta que delante de él está alguien muchísimo más grande y poderoso.
La pregunta que me surge al contemplar este Evangelio es, ¿por qué no reconozco o reconocemos a Cristo y lo proclamamos Santo de Dios en todo momento? Creo que lo que nos invita este pasaje es a poder reconocer en todo momento a Cristo en nuestra vida. Cristo se hace presente, pero muchas veces somos incapaces de verlo porque en verdad no queremos.
Para poder ver a Cristo necesitamos encontrarnos con Él, necesitamos saber quién es Cristo para cada uno de nosotros. El encuentro con Cristo es personal y sólo esa experiencia nos hará verlo en cada momento y proclamarlo con nuestra vida, dando testimonio de su amor.
No conozcamos a Cristo por una definición, es mejor conocerlo en un encuentro personal que Él mismo nos va marcando. Escuchemos su voz para saber de verdad quién es Cristo. Cada uno tiene una experiencia diferente con Cristo y, partiendo de esa experiencia, podrá dar testimonio a los demás para también llevarlos a un encuentro con Cristo.
Este hecho impresiona mucho a los presentes; todos se quedaron pasmados y se preguntan: "¿Qué es esto? […] Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen". El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no pronuncia solo palabras, sino que actúa. Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las obras. En el Evangelio, de hecho, vemos que Jesús, en su misión terrena, revela el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras.
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de enero de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía para recordar todo su amor por mí y pedirle la gracia de encontrarme con Él para dar testimonio de su amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Las fuerzas del mal están en el mundo y dentro de nosotros.
1. "El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo, de entre tus hermanos" Deuteronomio 18,15. El Profeta no es el Adivino, Nostradamus, sino "Profanai": El que habla en nombre de Dios. El profetismo fue uno de los mayores regalos que hizo Dios a su pueblo elegido y el que, unido a la monarquía y a la judicatura, mantenían su unidad y contrarrestaban la influencia de los pueblos cananeos, que eran enormemente supersticiosos, y dependían de una caterva de magos, hechiceros, brujos y adivinos, a los que consultaban para conocer el futuro; así como consultaban a los muertos, como el espiritismo actual, y ofrecían sacrificios de niños en holocausto a Moloc. Toda una ralea de degenerados, se aprovechaban de la ingenuidad e ignorancia del pueblo y vivaqueaba a su costa. En este marco, los magos, los hechiceros y los brujos, perniciosa semilla, fueron reemplazados por los profetas auténticos, constituidos por Dios como sus intermediarios que enseñaban al pueblo la voluntad de Dios, para que conformaran a ella su conducta. Benemérita pues la institución profética, que conocemos por el libro del Deuteronomio que nos dice que Moisés era el intermediario entre Dios y el pueblo. David, será el primer rey a quien aconsejará el profeta Natán.
2. Tras el fragor de la entrega en el Sinaí de los Mandamientos, el pueblo se había quejado a Moisés: "Todo el pueblo oía los truenos y el sonido de la trompeta, y veía las llamas y la montaña humeante y atemorizados le dijeron a Moisés: "Háblanos tú y te escucharemos; pero que no nos hable Dios, para que no muramos" (Ex 20, 18). El Señor respondió: Tienen razón...Suscitaré un profeta, como tú. Pondré mis palabras en su boca. A quien no le escuche, yo le pediré cuentas. Cuando muera Moisés, seguirá Dios regalando al pueblo profetas, hasta llegar a Jesucristo. Así se explica que Esteban, arengara a los judíos: "Moisés es el que dijo a los hijos de Israel: "Dios os suscitará de entre vuestros hermanos, un profeta semejante a mí. ¿A qué profeta no mataron vuestros padres? Mataron a los que predijeron la venida del Justo. -Llenos de rabia, apedrearon a Esteban, mientras él veía a Jesús, el auténtico Profeta, intermediario como hombre entre Dios y sus hermanos, de pie a la derecha de Dios en su gloria" (He 7,52). El Profeta debía anunciar todas y solas las palabras de Dios.
3. Comprendemos mejor así la palabra clave de hoy. Puesto que Dios nos va a hablar: "Ojalá escuchéis hoy su voz; no endurezcáis vuestros corazones"... Salmo 94. La Palabra esencial de hoy pues, es: ESCUCHAR.
4. En el Evangelio de Marcos 1,21 quiere manifestar la actividad taumatúrgica de Jesús y la extensión de su fama. Jesús habla con autoridad. Es la correspondencia con el Deuteronomio: Jesús es el "Profeta" prometido, que habla con autoridad porque sus palabras brotan del manantial interior donde el hombre confluye con la Palabra: Las palabras de Jesús son palabras de Dios: "Pondré mis palabras en su boca", había dicho el Señor a Moisés. Jesús no habla como los escribas, que no tienen más autoridad que la que les dan sus hopalandas, la recitación de la ley de memoria, y la observancia del rito sin apelar a la conversión. Y Jesús, para garantizar su derecho de predicar, impera sobre los demonios y los saca de sus guaridas ennegrecidas de los rincones del alma de los hombres: "Cállate y sal de él". Esto se llama hablar con autoridad. Esto y la coherencia de sus obras con sus palabras. Protesta el demonio, porque ve la que se le viene encima: "¿Has venido a acabar con nosotros?".
5. ¿Por qué Jesús habla con autoridad? Jesús ve al Padre y está íntimamente unido a Él. El Padre habla por Él. El es la Palabra encarnada. Sin esa Palabra no hubiéramos conocido al Padre, porque nadie sabe nada del Padre, sino el Hijo, y mientras el Hijo no comience a revelarnos su Palabra, no podemos conocer al Padre. La palabra humana es la fuente del conocimiento. Mientras el hombre no hable no le conoceremos. No sabremos lo que piensa, lo que lleva por dentro. Aunque Dios había hablado por sus profetas, sólo Jesús, que es su Hijo y Dios pudo darnos a conocer a Dios y sus deseos y voluntad. También San Pablo, al invocar una vez la autoridad de su palabra, la identifica con la fuerza portentosa del Espíritu Santo, con la que actuaba entre los Tesalonicenses: "Cuando se proclamó el evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además, fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda" (1 Tes 1,4). Jesús enseña, expulsa a los demonios, sana a los enfermos y reza. El día de sábado, entrando en la sinagoga, enseñaba: Fue al lugar público de la reunión y de la plegaria el día en que todos estaban allí, e hizo la homilía. Se inserta en la vida religiosa clásica de su tiempo, pero sin encerrarse en ella, pues predicará preferentemente en la vida profana. Se maravillaban de su doctrina, porque hablaba como hombre que tiene autoridad y no como los escribas, que se limitaban a repetir las lecciones y textos memorizados. De la abundancia del corazón, habla la boca. Jesús se distingue por su autoridad soberana, que viene del interior de sí mismo, de su misteriosa persona que un día se descubrirá como divina. De momento se quedan asombrados. "Hoy el mundo no necesita maestros, sino testigos". El cristiano ha de ser un testigo que ha sabido interiorizar personalmente el evangelio y que se compromete con lo que dice.
6. Entre los asistentes en la Sinagoga un hombre poseído por un espíritu impuro, empezó a gritar diciendo: ¿Qué hay entre Tú y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Te conozco, Tú eres el Santo, el Santo de Dios.” Los demonios han sido los primeros en descubrir “quién” es Jesús. Por su naturaleza espiritual, eran más sutiles que los hombres. Mientras los hombres sólo se preguntan y se asombran, los demonios, saben. Jesús le mandó: “Cállate y sal de este hombre.” Marcos destaca de una manera singular el secreto mesiánico, porque Jesús quiere revelar progresivamente que El es el “Hijo de Dios”, para evitar un entusiasmo popular que falsearía el sentido de su misión. Una revelación demasiado rápida hubiera sido el mejor medio para desviar esta misión. ¡Lo que muchos cristianos habrían hecho en esa situación! “¡Mirad cómo los mismos demonios reconocen quién soy yo!”. Dios no quiere la publicidad ruidosa. El Verbo no se ha encarnado en la época de los “periodistas” y de la “televisión”, de los móviles y de los mas media. Dios es más discreto. “Todos se preguntaban: ¿Qué significa todo esto? ¡Es una enseñanza nueva, proclamada con autoridad! ¡Manda incluso a los espíritus impuros, y le obedecen!”.
7. Jesús va a vivir una vida muy sencilla, muy humana. Pudo haber nacido de la mujer del Sumo Sacerdote, al fin y a la postre, estaban en la línea religiosa. ¡De cuántas complicaciones se habría librado! ¡Cómo se le habrían facilitado las cosas! Se le habrían abierto todas las puertas. Como hijo del cuerpo, lo menos que habría logrado, habría sido evitar la crucifixión. Pero, no; nace de una joven sencilla y pobre, y un carpintero, que no pinta nada, hace de padre. Y los pobres no gozan de muchos favores. Cuando un notario joven o un médico, comienzan a actuar porque sus padres se han jubilado, gozan de toda la clientela, fama y posición que su padre notario o médico, les han acumulado. También en el orden eclesial sucede algo parecido, no por vía de generación sino de simpatía, de servilismo, de relaciones e influencias, de intereses, etc. Pero Jesús venía a perfeccionar la Ley y a corregir muchas cosas, y si hubiera entrado en el mismo gremio, no habría tenido libertad, ni le hubieran dejado usarla; habría estado mediatizado.
8. En todos los pueblos había una sinagoga. La liturgia tenía dos partes: una, de oración; otra, de lectura y exposición de la Escritura: la Ley y los Profetas, a cargo de un sacerdote, del jefe de la sinagoga, o de algún invitado, capacitado. Y consistía en un parafraseo de la Ley; o una exposición literal o alegórica, o en normas de conducta, parábolas, exhortaciones, etc. El tema era libre y amplio, pero no el método, que consistía en probar la exposición, con la Escritura, la tradición, o las sentencias de los rabinos. Cuando aquel día habló Cristo, causó «estupefacción» en los oyentes, porque «enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mt 7,28). La sorpresa de los oyentes no la produjo el método, sino la doctrina expuesta; doctrina nueva, con el método nuevo de su propia autoridad.
9. Los expositores de la Ley y los Profetas seguían el mismo molde, que consistía en ensartar una insoportable cadena de opiniones: «El rabí tal, dijo esto; el otro rabí dijo lo otro...», y así, toda una inacabable repetición de textos, que no resolvían nada. El mayor elogio de los rabinos célebres, consistía precisamente en que no había dicho nada, ni había enseñado nada, que no lo hubiese aprendido de su maestro.
LA ENSEÑANZA RELIGIOSA
El siglo I conoció varios modelos de maestros y discípulos. En Palestina se daba esta relación magisterial entre los esenios, los bautistas, los fariseos y los saduceos. Los rabinos fariseos agrupaban a varios discípulos a su alrededor. Hillel. Que vivió en tiempos de Herodes el Grande, llegó a tener hasta 80 discípulos. Saulo, llamado después Pablo, era fariseo discípulo del rabino Gamaliel, en Jerusalén: Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres (Hech 22,3).
Los discípulos compartían estrechamente la vida del maestro, trabajaban con sus manos como él y recibían la enseñanza de la Torá. Los estudios, largos y exigentes, convertían en rabinos a esos alumnos. Según una regla del siglo I, el alumno tenía que esperar hasta los 40 años para ser doctor titulado de la Ley. Los escribas o doctores de la Ley participaban de la vida del país y en los tribunales para los asuntos concernientes a la aplicación de la ley que, como hay que recordar, afectaba al conjunto de los sectores de la vida privada y social.
Los alumnos conocían el texto de la Ley. También se aprendían de memoria los escritos de los profetas y los demás escritos sagrados. Conocían asimismo la tradición (ley oral) que para ellos tenía el mismo valor que la Ley escrita. En las escuelas había diferentes tendencias para interpretar la Ley. La escuela de Hillel se distinguía de la de Shammay por su tendencia menos rigorista.
El estudiante lo aprendía todo de memoria. Los maestros procuraban enseñar frases concisas, acuñadas de tal forma que llamaran la atención. El alumno no tenía reparos en repetir innumerables veces un pasaje: El hombre que repite un capítulo cien veces no puede compararse con el que lo repite ciento y una vez, decía Hillel.
Pero a diferencia de estos maestros, Jesús no hacía referencia a ninguna tradición recibida. No citaba a ningún rabino anterior en busca de autoridad para sus palabras: Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas (Mt 7,28). Las palabras tenían una fuerza propia, al margen de toda tradición interpretativa de la Ley que conectara a los maestros actuales con el mismo Moisés. Apartándose de esta cadena de transmisión de la Ley revelada, parecía que el mismo Dios hablara por su boca. Y eso era una pretensión inaceptable para muchos.
Además las enseñanzas de los rabinos concentraban a sus alumnos en la Ley, como centro de toda su vida religiosa. Los discípulos de Jesús se centran en la persona misma de Jesús, porque él declara que en su persona se manifiesta el Reino de Dios que ya había llegado.
10. El método de Cristo era distinto. El, prescindiendo de esas sentencias, interpretaba con su autoridad; y dictaminaba por sí mismo: «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo... Pero yo os digo...» (Mt 5,38). Insinuaba su divinidad, porque la Escritura era palabra de Dios y sólo Dios podía interpretarla con autoridad propia. Un profeta hablaba en nombre de Dios. Pero Cristo hablaba de la Ley de Dios, y la interpretaba y la exponía, con autoridad propia. Luego era Dios.
11. El «endemoniado», al oír la enseñanza de Cristo grita, en medio de la asamblea: «¿Qué hay entre ti y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Te conozco; tú eres el Santo de Dios». El calificativo que marca la diferencia entre ti y nosotros, denota de una manera muy clara la lucha entre los dos antagonistas y la victoria sobre el «espíritu impuro». Por eso el «endemoniado» le increpa que no venga a «perdernos". Isaías ya había dicho que los poderes celestiales malos, demoníacos (Ef 2,2) serán al final encadenados por Dios (Is 24,22). A esto alude esta exclamación. El tiempo dominado especialmente por la acción diabólica en el mundo, comenzaba a quedar sometido con la inauguración del reino mesiánico (Jn 12,31). Los evangelistas recogen que la fama de Jesús, se fue extendiendo, en «toda la tierra de los alrededores de Galilea", por la «doctrina nueva», «revestida de autoridad y rubricada por el milagro sobre los espíritus impuros», que probaba el dominio de Cristo sobre el reino del maligno. Había comenzado ya su victoria, demostrando que el reino de Dios actuaba ya en Israel (Mt 2,28). La acción diabólica en el mundo quedaba sometida al imperio de Jesús (Jn 2,31). Los oyentes de Jesús saben además, lo que les ha pasado por dentro, cómo les ha nacido el deseo de conversión y de ser mejores. Cómo han brotado en ellos fuerzas y decisiones. Y las fuerzas del mal..., existen. ¡No como amuletos!
11. Las fuerzas del mal están en el mundo, y también dentro de nosotros. ¿Por qué sentimos tanto la inclinación hacia el mal? ¿Cuántas veces nos decimos a nosotros mismos: “Parece que tuviera el demonio dentro”? ¿En cuántas oportunidades destruimos a nuestros hermanos con nuestros comentarios o nuestros chismes? Tantas otras veces..., hacemos de nuestra vida un verdadero infierno. ¡No es posible negarlo! El mal es una realidad, y una realidad espantosa. Pero Si bien es cierto que existe el mal, existe “el que es más fuerte que el mal”. En el siglo XX hemos experimentado o conocido las fuerzas del mal y, como si Satanás se hubiera encarnado en personas determinadas que obraban, planeaban y organizaban como demonios. Existe el que hace “callar” y expulsa el “espíritu impuro”. Jesús posee el poder del Reino de Dios. Él vino para liberarnos de todo lo que nos oprime, de todo lo que nos esclaviza. La Palabra del Señor, no es “sólo sonido”, la Palabra del Señor es “Palabra de poder”. Es Palabra creadora. La gente se dio perfectamente cuenta de que Jesús no enseñaba como los escribas que no hacían más que interpretar la doctrina de los profetas anteriores.
12. Los mejores maestros enseñaban siempre repitiendo lo que habían dicho Moisés y los profetas. Pero en la primera lectura de la misa de hoy se lee que el Señor dijo a Moisés: "Por eso, suscitaré entre sus hermanos un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene” La gente descubre en Jesús al “nuevo profeta”, anunciado en el Antiguo Testamento Jesús no vino a repetir lo viejo ni a explicar las tradiciones de los antepasados sino a revelar una novedad auténtica; por eso habla con autoridad y así lo reconoce el pueblo. Ese “hablar con autoridad”, no significa que Jesús tenía una forma muy erudita de decir las cosas. El Señor usó un lenguaje sencillo La autoridad de Jesús no es sólo lo que dice, sino que realiza lo que dice. Las palabras de los hombres pueden ser maravillosas. Hay sabios que han dejado enseñanzas que sorprenden por su profundidad. Pero estas enseñanzas no tienen el poder para cambiar la realidad. En el mejor de los casos serán proyectos para un mundo mejor, pero sin fuerzas para realizarlo. La Palabra de Dios, en cambio, realiza lo que dice. No se trata de repetir siempre lo mismo, sino de crear un mundo nuevo. El diablo comprendió que el poder de Jesús ponía en peligro su reino del mal. Por eso le presenta a Jesús sus quejas. Se siente dueño de este mundo. Desde el origen de la historia humana el mal ha ido creciendo. Ahora aparece Jesús y no solamente habla sino que también demuestra que tiene poder para destruir las obras del demonio. La obra del diablo está en peligro, por eso dice: “¡Has venido a acabar con nosotros!”. Jesús ni siquiera se molesta en contestar a las preguntas del diablo. Dando una nueva prueba de su autoridad, solamente da una orden: que se vaya y deje en paz al pobre hombre. Y con grandes muestras de contrariedad se aleja el demonio dejando libre al hombre. Es bueno observar que Jesús no arroja al demonio con ninguna práctica de magia o espiritismo. Jesús lo expulsa sencillamente con su orden..., con el “poder de Dios”. La Palabra de Dios tiene ese mismo poder que mostró Jesús con el demonio en la sinagoga de Cafarnaún. La Palabra de Dios nos libera de lo que nos oprime, nos perdona, nos da salud y Salvación. Jesús habla con autoridad y poder también hoy. Pero para que Jesús pueda obrar, necesita que escuchemos su Palabra y que la vivamos con sinceridad. Si Jesús es el Santo de Dios, como lo reconoce el demonio en este pasaje del Evangelio, el pueblo que lo sigue –cada uno de nosotros-, debe ser un pueblo santo. El arma del cristiano es la Palabra de Dios, vivida, practicada y anunciada. Jesús puede ordenar al demonio que deje en libertad a aquel hombre, porque Jesús mismo está libre de corrupción, es el “Santo de Dios”.
Si nosotros queremos vivir hoy este evangelio como una realidad, debemos partir del convencimiento de que nuestra santidad de vida es la única forma de renovar nuestro mundo de hoy. La comunidad cristiana debe ser el testimonio viviente de la santidad que se opone y destruye la raíz de todo mal. Sólo los santos –y así se llamaban en los primeros tiempos los cristianos- pueden renovar la sociedad desde la raíz. ¿Por qué? Porque en ellas ya se obró la renovación del Espíritu.
13. ¿"Qué creéis que es predicar? ¿Estar una hora hablando de Dios y de la solidaridad? No. Que venga a ti un demonio y salga hecho un ángel, decía San Juan de Avila. Y al cura de Ars le decía el demonio: ¡Sapo negro, ¿por qué me haces tanto daño? ¡Hay muchos sapos negros que no me hacen tanto daño como tú"!. ¿Por qué no le haces caso al vestido violado, que te ha dicho que no madrugues tanto y que no estés tantas horas en el confesionario? Los vestidos violados actuales no tendrán que ejercitar mucho la persuasión para que esto se cumpla.
14. El hecho cristiano puede ser vivido de varias maneras. Una: yo soy cristiano, pero no dejo nada de lo que tengo, quiero poseer lo más que pueda; viviré sin que nadie pueda reprocharme ninguna palabra ni acto, conservando intactos mi fama y mi prestigio. No dejaré ninguna misa...Lo pasarlo bien aquí, y como he hecho los primeros viernes, tengo el cielo asegurado. Es una especie de superstición. Otra: El misterio. La semilla de Dios sembrada en mí debe crecer... Esta manera rompe el esquema humano. De la primera deviene una religión humanista, ética, que busca en los libros cómo cumplir los deberes morales. Hasta dónde podré llegar para no pecar. De la segunda, en fe, busca saber cuál es la voluntad de Dios. La primera, forcejea con Dios para que le de lo que humanamente le apetece. Es un chalaneo. La segunda acepta la voluntad de Dios: "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). Esta es la forma de enseñar Jesús con autoridad y con vida; no con la rutina de un profesional, sino con la seguridad de un entregado, que construye el Reino apasionadamente.
15. "Hasta los espíritus inmundos le obedecen". El Reino de Dios y el demonio son antagonistas. Cuando vive el Espíritu Santo en un hombre, vive en él el Reino de Dios. Cuando el hombre vive según la carne, vive en él el diablo, que le domina por la: avaricia, lujuria, envidia, soberbia, vanidad, rivalidad...(Gal 5,19). Las obras de la carne someten al hombre al diablo. Y para salir de su poder, serán inútiles todas las razones. La destrucción de ese reino es obra de Jesús. "Si queréis que convenza a ese calvinista, traédmelo; si queréis que se convierta, llevadlo a San Francisco de Sales, dijo el Cardenal Belarmino.
16. Los discípulos de Jesús, habían forcejeado con un demonio inútilmente. El padre del muchacho, se lo trajo a Jesús, y le dijo: "Maestro, he pedido a tus discípulos que lo echasen, pero no han podido". -¿Por qué nosotros no hemos podido?-, preguntaron sus discípulos. "Esta clase de demonios se lanza sólo con oración y ayuno" (Mt 17,20).
17. Nos lee San Marcos la agenda de Jesús: Va a la sinagoga. Visita la casa de Simón y Andrés. Curó a la suegra de Simón. Cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos e impedidos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó enfermos y expulsó demonios. Una jornada agotadora. Por la noche durmió: Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar (Mc 1,29). "Todo el mundo te busca", le dijeron Simón y sus compañeros. "Vámonos a predicar". Ya podía ir a predicar. Había madrugado para estar con su Padre. Hoy no madrugamos porque la televisión nos invita a quedarnos ante la caja tonta. Y la predicación, resulta floja y repetitiva, sin garra. Y los demonios juegan con los hombres que es un gusto.
18. Si no hay oración, ya vemos cuántos demonios habrá. Sólo Jesús por su Palabra y por los Sacramentos obra con poder salvador. Si fallamos en la oración, frenamos la venida del Reino. Esterilizamos la oración del Padre Nuestro: "Venga a nosotros tu Reino".
19. Hemos celebrado estos días la Semana por la Unión de las Iglesias, problema siempre en todos los órdenes, arduo. Ni siquiera en la familia hogar reina siempre la paz y la armonía. Ni siempre hay comprensión. Muchas veces en vez de ser el hogar “el sedante”, que calme la agitación moderna en que vivimos, es allí donde se agudizan las tensiones que pueden llegar a exasperarnos. Hay muchos hogares rotos. Hay demasiadas casas que no son hogares; a lo sumo, residencias u hoteles; son muchas las casas en las que hay personas físicamente cerca pero con los corazones muy distantes. Y esto ocurre en todos los aspectos de la vida. También en la vida de la fe, hay abismos de incomprensión entre los mismos familiares. A veces, las distancias comienzan por cosas insignificantes, caracteres diferentes, dominantes, absorbentes, tímidos y cobardes, suspicaces, hipersensibles al yo soy primero, o debo saberlo antes y me he enterado después, no se me ha contado con mi autoridad, aunque sea de cabeza de ratón; no me has dicho que ha sonado el teléfono, o si lo has cogido tú, cuando era yo quien primero debía de recibir la llamada. Yo no soy nadie, cuando tengo vocación de ser el perejil de todas las salsas. Un amigo sacerdote me contaba, que tenía un ama de llaves que si oía en la misa alguna advertencia que no la hubiera comentado de antemano con ella, estaba bien servido de cara larga meses enteros. Soberbia, dominancia y orgullo clarísimos, que crea ambiente tenso, desagradable, inaguantable y causa malestar y deseo de romper con la que debía ser familia hogar. Se ama poco a Cristo y mucho al yo. Y eso no es seguir a Cristo ni a diez kilómetros. También el Señor sufrió la incomprensión de sus familiares...Y puede suceder que a nosotros nos pase lo mismo. Puede ser que “nuestra gente” nos llame “exagerados”, cuando dedicamos a juicio de ellos, demasiado tiempo en dar a conocer a Dios. Comprendo una Semana de oración para conseguir la Unidad de los hermanos separados, porque si es difícil mantener la unidad familiar, de congregación a congregación, de Orden a Orden, ¿cómo no va a hacer falta un milagro, que sólo se logra con oración y ayuno, para que confesiones religiosas separadas a través de tantos siglos y con preeminencias tan arraigadas, cedan en algo para conseguir la unidad que es el máximo deseo de Cristo, manifestado en las últimas horas de su vida?
20. Después del imperio napoleónico, en el siglo de las luces, surgió la herejía del galicanismo: primero franceses, después católicos. Por poco inteligente que sea el lector, no es necesario que me esfuerce en seguir enumerando nacionalismos. Los nacionalismos se curan viajando, y estudiando. Todos conocemos al Doctor Gregorio Marañón. Un hombre de tanta categoría, era presidente de varias asociaciones. Cierto día tuvieron que visitar a Franco tres o cuatro de éstas y, naturalmente él las presentaba a todas y a cada una. Al terminar la última visita, Franco le dijo a Marañón, y usted, Marañón, ¿cuándo estudia? Tomás de Kempis dice: "Qui multum pregrinantur, tarde sanctificantur". "Los que mucho viajan, tarde se santifican". Viajando constantemente, ¿cuándo estudian, cuándo atienden a la familia de la fe? El Padre Lombardi dio una conferencia a religiosas y les contó lo siguiente: Estando con el Papa Pío XII, el Santo Padre se lamentaba de la escasa formación de las religiosas y le decía: Una aldeana dice que tiene vocación de monja y se mete en un convento. Y ¡a contemplar! ¿Queréis decirme qué contempla esa monja? Lo mismo vale para los religiosos.
22. Y en lo tocante al particularismo, ocurre lo mismito en el orden religioso: el apellido delante del nombre: antes cartujo, después el nombre: católico. Y ahora, tampoco voy a seguir. Está en la mente de todos. Y no digamos cuando alguien, que siempre estuvo supeditado en su trabajo a obedecer, si llega un día a mandar, cómo procede en el ejercicio de su mando, parece que desahoga toda su alergia en los que para él siempre serán súbditos, como él se sintió, haciendo bueno el refrán que dice: “No sirvas a quien sirvió ni ames a quien amó”. Ya entre los primeros, dice Juan: "Maestro hemos encontrado a uno lanzando demonios y se lo hemos prohibido, porque no es de los nuestros". Es primero que actúen los nuestros y preferible que sigan dominando los demonios. Si no es de los nuestros no tenemos por qué ayudarle. ¿A quién servimos? ¿Son nuestras las almas? Y comulgamos y rezamos mucho, pero los nuestros delante para que el burrito no se espante. ¿Actuó Cristo así? Pero, como he dicho, hacen falta milagros para que se logre esa metanoia, que además nos parece tan normal y, siendo tan antievangélica, pensamos que no tenemos mala intención, pero estamos haciendo la competencia, como si estuviéramos en un comercio. Y Jesús esto no lo quiere, ni lo bendice, aunque crezcan los números y aumenten las cuentas de resultados. Se vive según el mundo, pero no según el evangelio. Pensémoslo un poco porque nunca de tan poco depende tanto.
La verdad es suave, la verdad es silenciosa
Santa Marta. Papa: frente a quien busca el escándalo, silencio y oración
Por: Barbara Castelli | Fuente: Vatican News
“La verdad es suave, la verdad es silenciosa”, “con las personas que buscan solamente el escándalo, que buscan solamente la división”, el único camino a seguir es el del "silencio" y la "oración". Es cuanto ha dicho hoy Papa Francisco, reanudando la celebración de la Misa en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice parte del Evangelio de Lucas de hoy (Lc 4, 16-30), en el que Jesús, regresado a Nazaret, es recibido con recelo. Por lo tanto, la Palabra del Señor cristalizada en esta narración permite "reflexionar sobre el modo de actuar en la vida cotidiana, cuando hay malentendidos" y entender "como el padre de la mentira, el acusador, el diablo, actúa para destruir la unidad de una familia, de un pueblo".
Ningún profeta es bien recibido en su patria
Llegado a la sinagoga, Jesús es acogido por una gran curiosidad: todos quieren ver con sus propios ojos las grandes obras de las que fue capaz en otras tierras. Pero el Hijo del Padre Celestial usa solo "la Palabra de Dios", un hábito que adopta incluso cuando "quiere vencer al Diablo".
Y es precisamente esta actitud de humildad la que deja espacio para la primera "palabra-puente", aclara el Papa Bergoglio, una palabra que siembra “duda”, que conduce a un cambio de atmósfera, "de la paz a la guerra", "del asombro a la indignación”. Con su “silencio” Jesús vence a los “perros salvajes”, vence "el diablo" que "había sembrado la mentira en el corazón".
“No eran personas, eran una manada de perros salvajes que lo expulsaron de la ciudad. No razonaban, gritaban ... Jesús callaba. Lo llevaron al borde del monte para tirarlo abajo. Este pasaje del Evangelio termina así: "Pero Él, pasando entre ellos, comenzó a caminar”. La dignidad de Jesús: con su silencio vence ese mudo salvaje y se va. Porque todavía no había llegado la hora. Lo mismo sucederá el Viernes Santo: la gente que el Domingo de Ramos había celebrado la fiesta para Jesús y le dijo “Bendito seas, Hijo de David”, dijo "crucifícalo": habían cambiado. El diablo había sembrado la mentira en el corazón, y Jesús estaba en silencio”.
La verdad es suave
"Esto - dice el Papa - nos enseña que cuando existe esta manera de actuar, de no ver la verdad, permanece el silencio".
“El silencio que gana, pero a través de la Cruz. El silencio de Jesús. Pero cuantas veces en las familias empiezan las discusiones sobre política, sobre el deporte, sobre dinero y una y otra vez esas familias terminan destruidas, en estas discusiones en las cuales se ve que el diablo está allí que quiere destruir… silencio. Expresar lo que sientes y luego callar. Porque la verdad es suave, la verdad es silenciosa, la verdad no es rumorosa. Non es fácil, eso que ha hecho Jesús; pero existe la dignidad del cristiano que está asegurada en la fuerza de Dios. Con las personas que no tienen buena voluntad, con las personas que buscan solamente la destrucción, incluso en las familias: silencio. Y oración”.
Papa Francisco concluye con esta oración:
“Que el Señor nos dé la gracia de discernir cuándo debemos hablar y cuándo debemos callar. Y esto en toda la vida: en el trabajo, en el hogar, en la sociedad ... en toda la vida. Así seremos más imitadores de Jesús”.
El increíble poder que se manifiesta al bendecir los alimentos en público
Un sencillo y público acto de fe.
"Nuestro comportamiento será el terreno de prueba de nuestras más profundas convicciones. Esta firmeza en la Fe es a menudo un excelente testimonio para las creencias de un Cristiano. En algunos casos puede llevar a las personas a empezar su regreso a la Casa del Padre" (Francis Fernandez; En Conversación con Dios).
Hace algunas semanas almorcé con uno de mis nuevos clientes, una ejecutiva de recursos humanos, con bastante antigüedad en una empresa con base en Atlanta. Nuestra sociedad de trabajo ha estado muy centrada en los negocios desde el principio y yo quería forjar una conexión personal más fuerte, la cual ya disfruto con la mayoría de mis otros clientes.
Platicamos un poco acerca de algunos asuntos hasta que llegó nuestra comida. Yo dije que iba a bendecir nuestros alimentos y que era bienvenida si quería unirse. Mientras hice la Señal de la Cruz y empecé a orar, me di cuenta de que ella también hizo la Señal de la Cruz. Sonreí para mis adentros y dije una oración en silencio por la oportunidad que se me daba.
Entre bocados de ensalada le pregunté a que Parroquia asistía, me lanzó una mirada divertida antes de decirme el nombre y después agregó "esa es una larga historia". Le dije que me encantaría escucharla y durante la siguiente media hora hablamos acerca de su trayecto por la fe, de cuánto amaba su parroquia, de su devoción a la Madre Bendita y su vida de oración.
De esta forma, el incómodo intercambio centrado en negocios del principio se había tornado en una amigable conversación acerca de nuestra Fe Católica compartida. Definitivamente logré mi meta de tener una conexión personal más fuerte.
Mientras nos preparábamos para marcharnos, me compartió que nunca hablaba de su Fe en encuentros de negocios y que realmente disfrutó nuestra conversación. Luego cuando nos marchábamos del restaurante, conjeturamos acerca de por qué los Católicos no discutimos acerca de la Fe tan abiertamente como lo hacen Nuestros Hermanos Separados (Protestantes).
Yo sugerí que podría ser miedo de persecución o falta de confianza para defender las enseñanzas de la Iglesia. Ella sugirió que todo se reducía simplemente a coraje. Le pedí que me explicara y su respuesta fue, "Cuando hiciste la Señal de la Cruz en un restaurante lleno de personas y dijiste la bendición para que todos escucharan, me di cuenta de que yo nunca lo hago. Mi miedo de decir una simple bendición es un claro recordatorio para mí de que no tengo el coraje para compartir mi Fe más allá de mi zona de confort. Estoy agradecida porque tú no le temes a eso y también por esta maravillosa conversación".
Cuando manejaba de vuelta a mi oficina reflexioné acerca de otras incontables comidas de negocios durante los últimos años, las cuales se habían tornado en discusiones de Fe, tal vez por el simple acto de hacer la Señal de la Cruz y bendecir la comida. Yo no se si veo esto tan valiente como seguir la llamada de Cristo y las enseñanzas de nuestra Iglesia. Definitivamente es alimento para el pensamiento y merecedor de una cuidadosa reflexión.
¿Que sucedería si cada uno de los que leemos esto hacemos un simple compromiso para hacer la Señal de la Cruz y decir una bendición en cada comida de ahora en adelante, sin que nos importe quién nos acompaña?
¿Cuántas increíbles discusiones de Fe sucederían como resultado de este simple y público acto de fe? Yo fácilmente podría discutir la contra parte y compartir los posibles resultados negativos, pero ¿Podemos vivir como Católicos creyentes si estamos paralizados por el miedo? Yo creo que la respuesta está en las palabras de Jesús:
"A cada uno que me reconozca delante de los otros Yo lo reconoceré delante de mi Padre Celestial. Pero a cualquiera que me niegue delante de los otros, Yo lo negaré delante de mi Padre Celestial" (Mateo 10:32-33).
Profeta, 4 de Septiembre
Gran caudillo que liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto
Martirologio Romano: Memoria de san Moisés, profeta, a quien Dios eligió para liberar al pueblo oprimido en Egipto y conducirlo a la tierra de promisión. También se le reveló en el monte Sinaí, diciéndole: «Yo soy el que soy», y le propuso la ley para regir la vida del pueblo elegido. Murió lleno de días en el monte Nebo, en tierra de Moab, a las puertas de la tierra de promisión.
Etimología: Moisés = salvado de las aguas. Viene de la lengua hebrea y egipcia.
Breve Biografía
Moisés juntamente con Abraham son los dos personajes centrales del Antiguo Testamento. Es el libertador del pueblo elegido, y el mediador de la Alianza renovada en el Sinaí, y conforme a ella es el organizador de la teocracia hebrea. Tal fue su importancia en la historia de Israel que muchas veces el Mesías es concebido como una reencarnación del gran "Profeta" por antonomasia del Antiguo Testamento. Los días del Éxodo habían quedado como los tiempos heroicos de la historia israelita y el principal protagonista de las gestas, Moisés, quedó en la memoria de todas las generaciones como el amigo de Dios por excelencia.
Su mismo nacimiento está ya marcado con el signo de la predilección divina. Oriundo de la tribu de Leví, fue abandonado por su madre en una cestilla de juncos en el Nilo. La persecución de los israelitas había llegado a su punto culminante, y las madres hebreas tenían que deshacerse de sus hijos varones, cuya extinción estaba decretada por las autoridades egipcias. Son los tiempos de reacción contra los semitas. Habían pasado los años de la dominación de los Hiksos, de origen asiático, que protegían a los extranjeros oriundos de Canaán y Fenicia, porque les ayudaban a mantener sujetos a los egipcios. José, el cananeo descendiente de Jacob, había logrado escalar al amparo de esta situación de privilegio para los semitas, las más altas dignidades del Estado egipcio. A su sombra los hebreos habían prosperado desmesuradamente en la parte oriental del Delta, de tal forma que llegaron a crear un problema a los mismos nativos súbditos del faraón. Al subir otra dinastía, de procedencia netamente egipcia, se generalizó una política de persecución contra los extranjeros semitas, que habían colaborado con los odiados Hiksos. Víctimas de esta política sectaria fueron entre otros los hebreos, que pacíficamente se dedicaban a la cría de rebaños en Gesen. La opresión sobrepasaba toda medida, y Dios iba a intervenir milagrosamente para salvar a su pueblo vinculado a la promesa de bendición hecha al gran antepasado Abraham.
Para ello había de preparar al instrumento de su especial providencia. La Biblia recalca estas intervenciones milagrosas de Dios en la vida de Moisés. El niño fue recogido por una princesa egipcia, que se lo llevó a la corte del faraón como hijo adoptivo, dándole el nombre de "Mossu" o Moisés, que en egipcio parece significar simplemente niño. Allí creció formado conforme a la exquisita educación cortesana. El alma egipcia se distingue por su delicadeza y bondad. Conocemos muchas composiciones literarias llenas de belleza estilística y de grandes pensamientos. Quizá el niño hebreo tuvo entre sus manos las maravillosas "Enseñanzas de Amenhemec", que dejarán huella en la literatura sapiencial hebraica.
La vida de Moisés en la corte era muelle y distraída entre cantos de harpistas y recitaciones de versos por los escribas. Pero en sus oídos resonaban los gritos de dolor de sus compatriotas que estaban empleados en trabajos forzados en la construcción de una ciudad residencial que llevará el nombre de su fundador Ramsés II. Los capataces egipcios imponían horas agotadoras de trabajo y manejaban el bastón con demasiada frecuencia. Por otra parte los nativos despreciaban a sus compatriotas y les hacían la vida imposible. Un día el joven cortesano Moisés vio que un egipcio estaba abofeteando a un compatriota. La sangre le hirvió en las venas, y en un momento de furor mató al egipcio agresor. Para evitar consecuencias enterró su cadáver en la arena. Pero el hecho trascendió, pues su compatriota, al que había ayudado, le delató ante la opinión pública. El asunto era muy grave, y Moisés tuvo que abandonar la corte para no caer en manos de la policía egipcia. La península del Sinaí con sus estepas era el mejor lugar para huir a las pesquisas de los egipcios. Saliendo de la zona oriental del Delta, donde estaba la corte del faraón, le bastaban unas horas de camino para encontrarse ya en terreno de nadie.
El joven hebreo debió adaptarse a la nueva vida, muy distinta de la complicada de la corte faraónica. Durante años su género de vida será la del beduino que conduce sus rebaños de un lugar a otro en busca de pastos. Pronto entró en relaciones con un jeque-beduino, que como Melquisedec era también sacerdote de su tribu. De su experiencia se aprovechará más tarde para organizar la vida civil de los israelitas.
El momento culminante de la vida trashumante de Moisés por las estepas sinaíticas es aquel en que el Dios de Israel se le apareció en una zarza ardiendo, con la declaración solemne: "Yo, soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Desde ese momento Moisés tendrá que hacerse cargo de una ardua misión, la de salvar a sus compatriotas de la opresión egipcia. Sin duda que Moisés había oído entre los suyos de las bendiciones especiales que su Dios había prometido a sus antepasados, los gloriosos patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Ahora Dios se declaró solemnemente vinculado a sus legendarios padres. Pero el nombre de "Dios (Elohim) de Abraham..." le parece demasiado genérico para en nombre suyo presentarse como el liberador de sus compatriotas, y así preguntó a Dios por su nombre específico, que autenticara su misión. En su estancia entre los egipcios había oído hablar de los diversos nombres de sus dioses, y por eso ahora quiere que su "Dios" le revele el nombre concreto que defina su personalidad. La respuesta por parte de Dios no pudo ser más evasiva: a la pregunta inquisidora llena de vana curiosidad "¿Tú quién eres?" respondió: "¡Yo soy el que soy!". Dios quiso rodear de misterio su nombre para que no se le materializara concibiéndole de un modo sensible conforme a cualquier noción basada en la imaginación, En adelante "El que es" ("Yahvé") será la mejor definición de la trascendencia divina. En el Decálogo se prohibirá representar sensiblemente al Dios de los israelitas, que se ha querido definir misteriosamente como: "El que es".
Ahora empieza una nueva etapa de la vida de Moisés. Por orden de su Dios debe volver a Egipto para convencer al faraón de la necesidad de que el pueblo israelita salga hacia el desierto. En los planes de Dios Israel debe aislarse de los otros pueblos hasta adquirir una nueva conciencia religiosa y nacional. En los años de estancia en el país del Nilo se había contaminado con los cultos idolátricos y era preciso despertar en él la añoranza de sus antiguas tradiciones patriarcales en tierra de Canaán, que les iba a ser entregada como heredad. Para ello nada mejor que llevarle a las estepas del Sinaí para hacerle olvidar las idolatrías de Egipto e ilusionarle con la "tierra que mana leche y miel de Canaán. El cometido de Moisés es difícil. El faraón se resistía a desprenderse de aquellos semitas que necesitaba para sus obras de construcción. Por fin, después de los milagros de las plagas permitió que los israelitas se fueran al desierto. Moisés decidió la marcha y en el mes de Abib (Nisán) sus compatriotas celebraron la fiesta agrícola de la Pascua, que este año tenía carácter de despedida, y había de quedar como recuerdo de la liberación de la opresión egipcia. Los israelitas salieron furtivamente con los despojos de los egipcios camino del desierto.
El éxodo no quedó desapercibido. El faraón revocó su permiso y envió un destacamento armado para obligarles a volver. La suerte estaba echada, y Moisés no permitió a los suyos el retorno, y así les animó a correr hacia la estepa, pero llegó un momento en que no pudieron avanzar. Ante ellos se extendía una laguna de agua que les cerraba el paso. De nuevo la intervención taumatúrgica de Moisés salvó la situación. Yahvé envió un viento huracanado, y el agua se retiró de forma que los hebreos pudieron pasar a pie enjuto, Detrás el ejército del faraón entró en su persecución sin apercibirse de la anomalía de la retirada del agua, creyendo fuera la retirada normal de la marea; pero, cuando los israelitas habían pasado, el agua volvió de nuevo y anegó a los soldados y carros del faraón. Es el gran portento del paso del mar Rojo, que será el símbolo de la protección de Yahvé a su pueblo. Durante generaciones los israelitas contarán el gran milagro, que había tenido lugar allá en tiempos de los faraones de la XIX dinastía (s. XIII a. de J. C.).
Pasado el mar Rojo los hebreos se adentraron en la península sinaítica, hasta llegar a una gran montaña, que también iba a tener eco en la tradición israelita. La nueva legislación que iba a enmarcar la teocracia hebrea surgiría en la cima de ese monte donde Yahvé se manifestó a Moisés como "un amigo a otro amigo". Allí se establecieron, en efecto, las bases de la nueva teocracia: de un lado Israel debía reconocer a Yahvé como Dios único, comprometiéndose a guardar sus preceptos, y de otro Yahvé prometía protegerle como pueblo a través de la historia. Sin embargo, este pacto fue roto muchas veces ya en los días de la peregrinación en el desierto.
El pueblo hebreo siguió con su propensión a la idolatría, levantando al pie del Sinaí un becerro de oro para adorarle. En la marcha a través del desierto Israel se mostró como pueblo de dura cerviz. Se multiplicaban los milagros (el maná, las codornices, el agua de la roca), pero a la primera contrariedad los hebreos querían abandonar a su Dios y volverse a Egipto. Es el caudillo Moisés el que tuvo que hacer frente a esta obstinación materialista. Durante una generación su vida estuvo consagrada a modelar el alma nacional y religiosa de un pueblo rudo y recalcitrante, y cuando se hallaba ya para entrar en la tierra de promisión murió, haciendo sus últimas recomendaciones de fidelidad a Yahvé. Por una falta misteriosa que la Biblia no especifica, el gran libertador de los israelitas fue privado de entrar en Canaán, término de la larga peregrinación por el desierto.
Su recuerdo permaneció vivo en el pueblo de Israel. "No hubo nunca más en Israel un profeta como Moisés, a quien Yahvé conoció cara a cara". Es la síntesis que de él hace el autor del Deuteronomio. Su obra, la "Ley" constituyó la base de la vida religiosa y política del pueblo elegido hasta los tiempos del Mesías. Jesucristo dirá que no vino a abolirla, sino a perfeccionarla en su pleno sentido espiritualista y ético. Es la mejor consagración de una obra legislativa que giraba en torno al destino excepcional de un pueblo del que había de salir el Salvador del mundo. En la visión del Tabor, Moisés —símbolo de la Ley del Antiguo Testamento—, y Elías —símbolo del profetismo— hacen la escolta de honor al Dios-Mesías. Por eso la Iglesia cristiana, que se considera la heredera del "Israel de las promesas", ha sentido siempre una gran veneración por el gran Legislador y Profeta del Antiguo Testamento.