Hagan el bien y presten sin esperar nada

San Juán Crisóstomo

Celebrado El 13 de Septiembre

San Juan Crisóstomo, obispo y doctor de la Iglesia

Memoria de san Juan, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, antioqueno de nacimiento, que, ordenado presbítero, llegó a ser llamado «Crisóstomo» por su gran elocuencia. Gran pastor y maestro de la fe en la sede constantinopolitana, fue desterrado de la misma por insidias de sus enemigos, y al volver del exilio por decreto del papa san Inocencio I, como consecuencia de los malos tratos recibidos de sus guardianes durante el camino de regreso, entregó su alma a Dios en Cumana, localidad del Ponto, el catorce de septiembre.

Este incomparable maestro recibió después de su muerte el nombre de «Crisóstomo» o «Boca de Oro», en recuerdo de sus maravillosos dones de oratoria. Pero su piedad y su indomable valor son títulos todavía más gloriosos que hacen de él uno de los más grandes pastores de la Iglesia. San Juan nació en Antioquía de Siria, alrededor del año 347. Era hijo único de Segundo, comandante de las tropas imperiales. Su madre, Antusa, que quedó viuda a los veinte años, consagraba su tiempo a cuidar de su hijo, de su hogar, y a los ejercicios de piedad. Su ejemplo impresionó tan profundamente a uno de los maestros de Juan, famoso sofista pagano, que no pudo contener la exclamación: «¡Qué mujeres tan extraordinarias produce el Cristianismo!» Antusa escogió para su hijo los más notables maestros del Imperio. La elocuencia constituía en aquella época una de las más importantes disciplinas. Juan la estudió bajo la dirección de Libanio, el más famoso de los oradores de su tiempo, y pronto superó a su propio maestro. Cuando preguntaron a Libanio en su lecho de muerte quién debía sucederle en el cargo, respondió: «Yo había escogido a Juan, pero los cristianos nos le han arrebatado». 

De acuerdo con la costumbre de la época, Juan no recibió el bautismo sino hasta los veintidós años, cuando era estudiante de leyes. Poco después, junto con sus amigos Basilio, Teodoro (que fue más tarde obispo de Mopsuesta) y algunos otros, empezó a frecuentar una escuela para monjes, donde estudió bajo la dirección de Diodoro de Tarso y, el año 374, ingresó en una de las comunidades de ermitaños de las montañas del sur de Antioquía. Más tarde escribió un vivido relato de las austeridades y pruebas de esos monjes. Juan pasó cuatro años bajo la dirección de un anciano monje sirio, y después vivió dos años solo, en una cueva. La humedad le produjo una grave enfermedad, y para reponerse tuvo que volver a la ciudad, en el 381. Ese mismo año recibió el diaconado de manos de san Melecio.

En 386, el obispo Flaviano le confirió el sacerdocio y le nombró predicador suyo. Juan tenía entonces alrededor de cuarenta años. Durante doce años, desempeñó este oficio y cargó con la responsabilidad de representar al anciano obispo. Juan consideraba como su primera obligación el cuidado y la instrucción de los pobres, y jamás dejó de hablar de ellos en sus sermones y de incitar al pueblo a la limosna. Según los propios cálculos del santo, Antioquía tenía entonces unos cien mil cristianos y otros tantos paganos. Juan les alimentaba con la palabra divina, predicando varias veces por semana y aun varias veces al día en algunas ocasiones. Cuando el emperador Teodosio I se vio obligado a imponer un nuevo tributo a causa de la guerra con Magno Máximo, los antioquenses se rebelaron y destrozaron las estatuas del emperador, de su padre, de sus hijos y de si difunta esposa, sin que los magistrados pudiesen impedirlo. Pero pasada la tempestad, el pueblo empezó a reflexionar en las posibles consecuencias de sus actos, y el terror se apoderó de todos, y aumentó cuando se presentaron en la ciudad dos oficiales de Constantinopla que venían a imponer el castigo del emperador al pueblo. A pesar de su edad, el obispo Flaviano partió bajo la más violenta tempestad del año, a pedir clemencia al emperador, quien, movido a compasión, perdonó a los ciudadanos de Antioquía. Entre tanto, san Juan había estado predicando la más notable serie de sermones en su carrera, es decir, las veintiuna famosas homilías «De las estatuas». En ellas se manifiesta la extraordinaria comunicación que el orador creaba con sus oyentes y la conciencia que tenía del poder de su palabra para hacer el bien. No hay duda de que la cuaresma del año 387, en la que san Juan Crisóstomo predicó esas homilías, modificó el curso de su carrera y que, a partir de ese momento, su oratoria se convirtió, aun desde el punto de vista político, en una de las grandes fuerzas que movían el Imperio. Después de la tormenta, el santo continuó su trabajo con la energía de siempre; pero Dios le llamó pronto a glorificar su nombre en otro puesto, donde le reservaba nuevas pruebas y nuevas coronas. 

A la muerte de Nectario, arzobispo de Constantinopla, en 397, el emperador Arcadio, aconsejado por Eutropio, su ayuda de cámara, resolvió apoyar la candidatura de san Juan Crisóstomo a dicha sede. Así pues, dio al conde d'Este la orden de enviar a san Juan a Constantinopla, pero sin publicar la noticia para evitar un levantamiento popular. El conde fue a Antioquía; ahí pidió al santo que le acompañase a las tumbas de los mártires en las afueras de la ciudad, y entonces dio a un oficial la orden de transportar al predicador lo más rápidamente posible a la ciudad imperial, en un carruaje. El arzobispo de Alejandría, Teófilo, hombre orgulloso y turbulento, había ido a Constantinopla a recomendar a un protegido suyo para la sede, pero tuvo que desistir de sus intrigas, y san Juan fue consagrado por él mismo, el 26 de febrero del año 398.

En la administración de su casa, el santo suprimió los gastos que su predecesor había considerado necesarios para el mantenimiento de su dignidad, y consagró ese dinero al socorro de los pobres y la ayuda a los hospitales. Una vez puesta en orden su casa, el nuevo obispo emprendió la reforma del clero. A sus exhortaciones, llenas de celo, añadió las disposiciones disciplinarias, aunque es preciso reconocer que, por necesarias que éstas hayan sido, su severidad revela cierta falta de tacto. El santo era un modelo exacto de lo que exigía de los otros. La falta de modestia de las mujeres en aquella alegre capital, provocó la indignación del obispo, quien les hizo ver cuan falsa y absurda era la excusa de que se vestían así porque no veían en ello ningún daño. La elocuencia y el celo del Crisóstomo movieron a penitencia a muchos pecadores y convirtieron a numerosos idólatras y herejes. Los novacianos criticaron su bondad con los pecadores, pues el santo les exhortaba al arrepentimiento con la compasión de un padre, y acostumbraba decirles: «Si habéis caído en el pecado más de una vez, y aun mil veces, venid a mí y yo os curaré». Sin embargo, era muy firme y severo en el mantenimiento de la disciplina, y se mostraba inflexible con los pecadores impenitentes. En cierta ocasión, los cristianos fueron a las carreras un Viernes Santo y asistieron a los juegos el Sábado Santo. El virtuoso obispo se sintió profundamente herido, y el Domingo de Pascua predicó un ardiente sermón «Contra los juegos y los espectáculos del teatro y del circo».

La indignación le hizo olvidar la fiesta de la Pascua, y su exordio fue un llamamiento conmovedor. Se han conservado numerosos sermones de san Juan Crisóstomo, demostrando que no se equivocan quienes le consideran como el mayor orador de todos los tiempos, a pesar de que su lenguaje, especialmente en sus últimos años, era excesivamente violento y combalivo. Como alguien ha dicho, «en algunas ocasiones, san Juan Crisóstomo casi grita a los pecadores», y hay razones para pensar que sus ataques contra los judíos, por motivados que fuesen, causaron en parte los sangrientos combates cutre éstos y los cristianos de Antioquía. No todos los que se oponían al obispo eran malos; había entre ellos algunos cristianos buenos y serios, como el que un día sería san Cirilo de Alejandría.

Otra de las actividades a las que el arzobispo consagró sus energías fue la fundación de comunidades de mujeres piadosas. Entre las santas viudas que se confiaron a la dirección de este gran maestro de santos, probablemente sea la más ilustre la noble santa Olimpia. San Juan Crisóstomo no se limitaba a mirar por los fieles de su rebaño, sino que extendía su celo a las más remotas legiones. Así, envió a un obispo a evangelizar a los escitas nómadas, y a un hombre admirable a predicar a los godos. Palestina, Persia y muchas otras provincias distantes sintieron los benéficos efectos de su celo. El santo obispo se distinguió también por su extraordinario espíritu de oración, virtud ésta que predicó incansablemente, exhortando a los mismos laicos a recitar el oficio divino a media noche: «Muchos artesanos -decía- tienen que levantarse a trabajar a media noche, y los soldados vigilan cuando están de guardia; ¿por qué no hacéis vosotros lo mismo para alabar a Dios?» Grande fue también la ternura con que el santo hablaba del admirable amor divino, manifestado en la Eucaristía, y exhortaba a los fieles a la comunión frecuente. Los negocios públicos exigieron a menudo la participación de san Juan Crisóstomo; por ejemplo, a la caída del ayuda de cámara y antiguo esclavo Eutropio, en el 399, predicó un famoso sermón en presencia del odiado cortesano, quien se había refugiado en la catedral, detrás del altar. El obispo exhortó al pueblo a perdonar al culpable, ya que el mismo emperador, a quien habían injuriado directamente, le había perdonado. Como dijo el santo, en adelante no tendrían derecho a esperar que Dios les perdonase, si no perdonaban entonces a quien necesitaba de misericordia y de tiempo para hacer penitencia.

Pero San Juan Crisóstomo tenía todavía que glorificar a Dios con sus sufrimientos, como lo había hecho con sus trabajos. Y, si miramos el misterio de la cruz con ojos de fe, reconoceremos que el santo se mostró más grande en las persecuciones contra él que en todos los otros actos de su vida. Su principal adversario eclesiástico fue el arzobispo Teófilo de Alejandría antes mencionado, que tenía muchos cargos contra su hermano de Constantinopla. Enemigo no, menos peligroso era la emperatriz Eudoxia. San Juan había sido acusado de haberla llamado «Jezabel», y la malevolencia de algunos vio un ataque a la emperatriz en el sermón del obispo contra la malicia y vanidad de las mujeres de Constantinopla. Sabiendo que el obispo Teófilo no quería al Crisóstomo. Eudoxia se unió a él en una conspiración para deponer al obispo de Constantinopla. Teófilo llegó a dicha ciudad en junio del 403, acompañado de varios obispos egipcios; se negó a alojarse en la casa del santo y reunió un conciliábulo de treinta y seis obispos en una casa de Calcedonia llamada «La Encina». Las principales razones que se alegaban para deponer a Juan eran que había depuesto a un diácono por haber golpeado a un esclavo; que había llamado reprobos a algunos miembros de su clero; que nadie sabía cómo empleaba sus rentas; que había vendido algunos objetos que pertenecían a la iglesia; que había depuesto a varios obispos fuera de su provincia; que comía solo, y que daba la comunión a quienes no observaban el ayuno eucarístico. Todas las acusaciones eran falsas, o carecían de importancia. San Juan reunió un concilio legal en la ciudad, y se rehusó a comparecer ante el conciliábulo de «La Encina». En vista de ello, el conciliábulo procedió a firmar la sentencia de deposición y a enviarla al emperador, añadiendo que el santo era reo de traición, probablemente por haber llamado «Jezabel» a la emperatriz. El emperador dio la orden de destierro contra san Juan Crisóstomo. 

Constantinopla vivió tres días de gran agitación, y el Crisóstomo lanzó un vigoroso manifiesto desde el pulpito: «Violentas tempestades me acosan por todas partes -dijo-; pero no las temo, porque mis pies descansan sobre la roca. El mar rugiente y las gigantescas olas no pueden hacer naufragar la nave de Jesucristo. No temo la muerte, que considero como una ganancia; ni el destierro, porque toda la tierra es del Señor; ni la pérdida de mis bienes, porque vine desnudo al mundo y desnudo partiré de él». El obispo declaró que estaba pronto a dar su vida por sus ovejas, y que todos sus sufrimientos provenían de que no se había ahorrado trabajo alguno para ayudar a sus cristianos a salvarse. Después de este sermón se entregó espontáneamente, sin que el pueblo lo supiera, y un legado del emperador le condujo a Preneto de Bitinia. Pero el primer destierro fue de corta duración. La ciudad sufrió un ligero terremoto que aterrorizó a la supersticiosa Eudoxia, quien rogó a Arcadio que hiciese volver al Crisóstomo del exilio. El emperador le dio permiso de que escribiese el mismo día una carta, en la que la emperatriz rogaba al santo que volviera y aseguraba no haber tenido parte en el decreto de destierro. Toda la ciudad salió a recibir a su obispo, y el Bósforo se cubrió de relucientes antochas. Teófilo y sus secuaces huyeron esa misma noche.

Pero el buen tiempo duró poco. Frente a la iglesia de Santa Sofía se había erigido una estatua de plata de la emperatriz; los juegos públicos celebrados con motivo de la dedicación de la estatua perturbaron la liturgia y produjeron desórdenes y manifestaciones supersticiosas. El Crisóstomo había predicado frecuentemente contra los espectáculos licenciosos. En esta ocasión, habían tenido lugar en un sitio que los hacía todavía más inexcusables. Para que nadie pudiera acusarle de que aprobase el abuso tácitamente, el santo obispo habló atacando los espectáculos con la libertad y el valor que le caracterizaban. La vanidosa emperatriz tomó esto como un ataque personal, y volvió a convocar a los enemigos de san Juan. Teófilo no se atrevió a acudir, pero envió a tres legados. Este nuevo conciliábulo apeló a ciertos cánones de un concilio arriano de Antioquía contra san Atanasio, que mandaba que ningún obispo que hubiese sido depuesto por un sínodo pudiese volver a tomar posesión de su sede, sino por decreto de otro sínodo. Arcadio ordenó al santo que se retirara de su diócesis, pero éste se negó a abandonar el rebaño que Dios le había confiado, a no ser por la fuerza. El emperador mandó que sus tropas echasen a los fieles fuera de las iglesias el Sábado Santo. Los templos fueron profanados con el derramamiento de sangre y se produjeron otros ultrajes. El santo escribió al papa san Inocencio I, rogándole que invalidase las órdenes del emperador, que eran notoriamente injustas. También escribió a otros obispos del Occidente pidiéndoles su apoyo. El Papa escribió a Teófilo exhortándole a comparecer ante un concilio que debía dictar la sentencia, de acuerdo con los cánones de Nicea. Igualmente dirigió algunas cartas a san Juan Crisóstomo, a sus fieles y algunos de sus amigos, con la esperanza de que el nuevo concilio lo arreglaría todo. Lo mismo hizo Honorio, emperador del Occidente. Pero Arcadio y Eudoxia lograron impedir que el concilio se reuniese, pues Teófilo y otros cabecillas de su facción temían la sentencia. 

Crisóstomo solamente pudo permanecer en Constantinopla hasta dos meses después de la Pascua. El miércoles de Pentecotés, el emperador firmó la orden de destierro. El santo se despidió de los obispos que le habían permanecido fieles y de santa Olimpia y las demás diaconisas, que estaban desoladas al verle partir, y abandonó su diócesis furtivamente para evitar una sedición. Llegó a Nicea de Bitinia el 20 de junio de 404. Después de su partida, un incendio consumió la basílica y el senado de Constantinopla. Muchos de los partidarios del santo obispo fueron torturados para que descubrieran a los causantes del incendio, pero no se consiguió averiguar nada. El emperador determinó que san Juan Crisóstomo permaneciese en Cucuso, pequeña aldea de las montañas de Armenia. El santo partió de Nicea en julio, y debió sufrir mucho a causa del calor, la fatiga y la brutalidad de los soldados. Después de setenta días de viaje, llegó a Cucuso, donde el obispo del lugar y todo el pueblo cristiano rivalizaron en las muestras de respeto y cariño que le prodigaron. Han llegado hasta nosotros las cartas que san Juan Crisóstomo escribió desde el destierro a santa Olimpia y a otras personas, así como el tratado que dedicó a dicha santa: «Que nadie puede hacer daño a aquél que no se hace daño a sí mismo». Entretanto, el papa Inocencio y el emperador Honorio habían enviado cinco obispos a Constantinopla para preparar el concilio, exigiendo al mismo tiempo que el santo continuase en el gobierno de su diócesis, hasta ser juzgado. Pero dichos obispos fueron hechos prisioneros en Tracia, pues el partido de Teófilo (Eudoxia había muerto en octubre a resultas de un mal parto) sabía muy bien que el concilio les condenaría. Los partidarios de Teófilo consiguieron también que el emperador desterrase a san Juan a Pitio, un lugar todavía más lejano en el extremo oriental del Mar Negro. Dos oficiales partieron con el encargo de conducirle hasta allá. Uno de ellos conservaba todavía un resto de compasión humana, pero el otro era incapaz de dirigirse al obispo en términos correctos. El viaje fue extremadamente penoso, ya que el calor hacía sufrir mucho al anciano obispo, y los oficiales imperiales le obligaban a marchar en las horas de sol abrasador. Al pasar por Comana de Capadocia, el santo iba ya muy enfermo. Esto no obstante, los oficiales le obligaron a arrastrarse hasta la capilla de San Basilisco, unos diez kilómetros más lejos. Durante la noche, san Basilisco se apareció a san Juan y le dijo: «Animo, hermano mío, que mañana estaremos juntos». Al día siguiente, sintiéndose exhausto y muy enfermo, el obispo rogó a los oficiales que le dejasen reposar un poco más. Estos se rehusaron a concederle esa gracia. Apenas habían caminado siete kilómetros, vieron que el obispo estaba entrando en agonía y le condujeron de nuevo a la capilla. Ahí el clero le revistió los ornamentos episcopales, y el santo recibió los últimos sacramentos. Pocas horas más tarde, pronunció sus últimas palabras: «Sea dada gloria a Dios por todo», y entregó su alma. Era el día de la Santa Cruz, 14 de septiembre de 407.

Al año siguiente, el cuerpo de san Juan Crisóstomo fue trasladado a Constantinopla. El emperador Teodosio II y su hermana santa Pulqueria acompañaron en procesión el cadáver junto con el arzobispo san Patroclo, pidiendo perdón por el pecado de sus padres, que tan ciegamente habían perseguido al siervo de Dios. El cuerpo del santo fue depositado en la iglesia de los Apóstoles el 27 de enero. En la Iglesia bizantina, san Juan Crisóstomo es uno de los tres Santos Patriarcas y Doctores Universales; los otros dos son san Basilio y san Gregorio Nazianceno. La Iglesia de Occidente cuenta también a san Atanasio en el grupo de los grandes doctores griegos. En 1909, San Pío X declaró a san Juan Crisóstomo patrono de los predicadores. Su nombre está incluido en la liturgia eucarística de los ritos bizantino, sirio, caldeo y maronita.

La literatura sobre san Juan Crisóstomo es, naturalmente, enorme. La mejor biografía que podemos recomendar, sobre todo por el admirable sentido histórico con que el autor sitúa al santo en su tiempo, es la de Mons. Duchesne en su Histoire ancienne de L'Eglise, vols. II y III; pero la biografía definitiva es la de Dom C. Baur, Der hl. Johannes Chrysostomus und seine Zeit (2 vols., 1929-1930). En el volumen II de la Patrología de Quasten, edición BAC, puede leerse una amplia y detallada introducción, tanto a la persona como a la obra del gran Doctor. 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, S

¿Amar a quién...?

Santo Evangelio según San Lucas 6, 27-38. Jueves XXIII de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Permíteme acercarme a Ti, Señor, no pensando en un Dios lejano, sino en un Padre en el que me puedo abandonar con la confianza de un niño.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Señor, no te entiendo. ¿Acaso no te das cuenta que hay veces que la gente no te ama, y por eso soy su enemigo, porque soy cristiano y pienso diferente a ellos? ¿Cómo es que ahora me pides que los ame? ¿Es que realmente te aman sin saberlo? ¿Qué es lo que ocurre?

Claro, Señor, muchos pensamos de esta forma, algunos siendo simplemente buenos, otros que sí van a misa, otros con una u otra devoción, comprometidos con la iglesia... pero siempre nos llega la tentación de no amar, e inclusive odiar o guardar rencor contra los enemigos de la fe, que se terminan convirtiendo en nuestros enemigos.

Ante tanta confusión la respuesta más acertada nos la das, Señor, con el santo de hoy. San Juan Crisóstomo dijo que el amor que no se fundamenta en Cristo, es incapaz de amar a quien nos hace el mal. "Por el contrario, el amor que tiene en Cristo su causa y fundamento resulta firme y duradero. Nada puede disolverlo, ni las difamaciones, ni los peligros, ni siquiera la amenaza de muerte. Quien tiene en sí amor cristiano no deja nunca de amar a su prójimo, no importa cuántas cosas desagradables experimente por su causa, porque no se deja influir por sus pasiones, sino que se inspira en el Amor, en el mismo Cristo." Está claro, no es que será más fácil amar a cuantos nos odian, sin embargo, seremos verdaderamente conscientes de lo que significa ese amor, que no es un amor falso, plástico o sin sentido, sino el verdadero amor en el que somos llamados a la plenitud, que trasciende toda barrera.

Pidamos a la Virgen que nos dé la capacidad de amar, de donarnos, de dar todo lo que Dios nos pide y amar, como Él nos ha amado.

El amor al prójimo corresponde al mandato y al ejemplo de Cristo si se funda sobre un verdadero amor hacia Dios. Es así posible para el cristiano, a través de su dedicación, que haga experimentar a los demás la ternura procedente del Padre celestial. Para dar amor a los hermanos, hace falta, en cambio, sacarlo del horno de la caridad divina, mediante la oración, la escucha de la Palabra de Dios y el sustento de la santa Eucaristía. Con estas referencias espirituales, es posible obrar en la lógica de la gratuidad y del servicio.

(Homilía de S.S. Francisco, 25 de septiembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscar en este día a un compañero de trabajo o de universidad, o a un familiar que no haya tratado bien, y pedirle disculpas.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Amar al enemigo

El amor al enemigo, es el signo del verdadero cristiano, es lo que debe distinguirlo de los demás. 

1. En el Evangelio de hoy, Jesús sigue enseñándonos sobre la nueva justicia. En ella se contrapone la ley judía a las exigencias cristianas. Hoy nos habla sobre el amor a los enemigos.

La ley judía exigía amar sólo al prójimo: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Significa amar al que está cerca, al que vive conmigo, al hermano, pariente, amigo.

En cambio, el judío no está obligado a amar al que se encuentra lejos de él - lejos interior o exteriormente. Sobre todo, no ha de amar al enemigo personal, al enemigo de su pueblo (p.ej. pueblos vecinos hostiles), al enemigo de Dios. Ésta es la ley judía.

2. Porque al cristiano se le exige mucho más que al judío. Jesús habla muy claro sobre ello, en el Evangelio de hoy: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian”.

El amor al enemigo, es el signo del verdadero cristiano, es lo que debe distinguirlo de los demás. En eso tenemos que imitar a Dios-Padre: Él trata igual a buenos y malos, da sus dones a justos e injustos, no distingue entre santos y pecadores, porque todos son sus hijos queridos.

3. Parece que Jesús no conoce más que una ley, la ley del amor, y que saca de ella todas sus consecuencias, y hasta los últimos detalles. Este rigor del Señor, a algunos los entusiasma y a otros los llena de indignación.

Y a nosotros, ¿nos ha entusiasmado o nos ha indignado Jesús con sus exigencias? Esto sería, por lo menos, una señal de que las hemos entendido. Porque lo peor que podría sucedemos es escucharlas con unos oídos tan distraídos y tan habituados, que ni siquiera nos impresionaran.

Es grave escuchar la palabra de Dios y rechazarla. Pero, ¿qué decir de los que la aceptan, la aclaman litúrgicamente, y ni siquiera se dan cuenta de ella? Para los que no creen en Jesús, todavía queda una oportunidad: el futuro sigue abierto para ellos y pueden convertirse. Pero, ¿qué pasa con aquellos que se imaginan que creen y que, sin embargo, ni siquiera se les ocurre pensar que podrían y que deberían cambiar?

4. Las exigencias duras de Cristo son para nosotros palabras de salvación únicamente cuando empiezan por hacemos daño: ¡Amar a los enemigos, cuando resulta ya tan difícil amar realmente a los que nos aman! ¡Hacer el bien a los que nos odian, cuando nos cuesta ya tanto poner buena cara a los que nos hacen el bien!

¡Rezar por los que nos persiguen y calumnian, si apenas nos tomamos tiempo para rezar por los nuestros! En cuanto a presentar la otra mejilla y ofrecerle nuestra camisa al que ya nos ha quitado el saco, no será una exageración que ninguna persona con sentido común piensa practicar.

5. En una palabra: estos consejos del Señor atentan contra toda nuestra realidad humana. La ley de este mundo, después de más de 2000 años de cristianismo, sigue siendo el “ojo por ojo, diente por diente”. Parece que a la violencia sólo se puede responder con la violencia.

Pero la verdad es que así no se consigue nada. La espiral de la venganza, del odio y de la violencia se irá adelante indefinidamente. Hay que salir de este cerco. Hay que romper ese círculo vicioso de actos de violencia con un “hecho nuevo”. Hay que adoptar una actitud distinta de la del adversario.

6. Feliz el que sabe dar el primer paso para acercarse. Porque no hay nada mejor que, de repente, en un conflicto uno perdone al otro, abandone su posición, deje de devolver el golpe. No hay más que una salida: que uno de los dos tenga la idea prodigiosa de comenzar a amar al enemigo.
Cuando se recibe un bofetón en la mejilla y se devuelve otro, éste no es más que el eco del anterior. Pero si el que lo recibe no lo devuelve, sino que perdona, entonces hace aparecer sobre la tierra algo inesperado. Si tomamos a alguien su saco, podemos decir de antemano que nos negará la camisa. Pero si en lugar de negarla nos la da, entones quedaremos estupefactos, porque es una cosa totalmente nueva, imprevista.
Lo que se nos pide es hacer algo nuevo en nuestra vida, ser creadores en el amor, no dejarnos esclavizar por el pecado. Significa convertir el enemigo, el adversario en un hermano. Significa acercamos a él, hacerlo prójimo, amarlo como a sí mismo. Significa descubrir en el enemigo, como en cada hombre, a Jesucristo mismo.

7. Queridos hermanos, el cristianismo no es una religión fácil. Ser un cristiano auténtico exige sacrificio, heroísmo, renuncia al odio, al rencor y a la venganza...
Examinémonos, por eso:
• ¿Cuál es nuestra reacción a calumnias, ofensas e injusticias?
• ¿Reaccionamos con odio, rencor, venganza, resentimientos?
• ¿O logramos comprensión, aceptación, perdón y olvido? ¡Pensémoslo un momento! ¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¿Superará la Iglesia esta crisis actual?

Cualquier institución, empresa o grupo social se vendría abajo después de una situación así

En las últimas semanas, los medios se han enfocado en las acusaciones de un cardenal hacia el Papa. ¿Cómo vemos esta crisis a la luz de los recientes acontecimientos?

Se supondría que esta dura crisis debería debilitar profundamente a la Iglesia; pero, por el contrario, la gran mayoría de obispos y de fieles han manifestado su adhesión al Pontífice. ¿Qué elementos de juicio no se están tomando en cuenta?

Panorama

El informe de Pennsylvania sobre abusos sexuales cometidos por clérigos desató la actual crisis. El papa Francisco manifestó la vergüenza que esto produce en la Iglesia. Y en vísperas del viaje apostólico a Irlanda, el país que más ha resentido esta situación, el card. Viganó inculpó al Santo Padre de haber encubierto a un cardenal estadounidense acusado de abusos sexuales.

¿Por qué la Iglesia sigue en pie? Cualquier institución, empresa o grupo social se vendría abajo después de una situación así, pues la confianza de sus miembros se perdería. Decir que es por fanatismo, no es respuesta. En cambio, todo apunta a que los factores sobrenaturales, que creemos por fe, hoy parecen tener mucho sentido.

Primer factor

Los fieles católicos creemos que Jesús mismo, con su poder divino, escogió a Simón Pedro y lo nombró Roca donde se fundaría la Iglesia (Mateo 16,18). Y Jesús ahí mismo le prometió que “el poder del infierno no derrotará” a la Iglesia.

Durante una dura crisis de la Iglesia en el siglo V, afectada tanto por la herejía pelagiana como por las invasiones bárbaras, san Agustín comentaba: “La Iglesia vacilará si su fundamento vacila, pero ¿podrá vacilar Cristo? Mientras Cristo no vacile, la Iglesia no flaqueará jamás hasta el fin de los tiempos” (comentario al Salmo 103).

Segundo factor

Y aquí entra el otro factor sobrenatural, que explica el crecimiento de la Iglesia en la comprensión de la doctrina, que permite exponer el Misterio de Cristo a los hombres de hoy, en continuidad con la tradición bimilenaria. Se trata de la asistencia del Espíritu Santo al Magisterio.

El Catecismo de la Iglesia Católica explica que hay un crecimiento en la comprensión de la fe (cfr. n. 94). La encíclica “Lumen fidei”, preparada por Benedicto XVI y publicada por Francisco (29 jun. 2013), enseña que la luz de la fe “crece para iluminar todo el cosmos y toda la historia” (n. 48).

Los medios de información suelen dividir a priori a la Iglesia según categorías sociológica, sólo válidas para la política: conservadores y progresistas. De acuerdo a esta visión, la supuesta ala conservadora atacaría al papa Francisco porque el Pontífice se estaría separando de la doctrina tradicional.

Por eso, el Papa Francisco ha buscado iluminar desde la fe aspectos que hoy son urgentes, como la atención a los migrantes y desplazados, la misericordia hacia los divorciados, la comprensión hacia las personas homosexuales o el cuidado de la creación. Y esto no es abandonar lo tradicional, sino iluminar lo actual desde la tradición viva de la Iglesia.

Una iglesia sostenida e iluminada por Cristo  

En general, es complicado explicar el carácter sobrenatural de la Iglesia a la opinión pública, compuesta de personas de muy diversas creencias. Sin embargo, la crisis misma por la que hoy atraviesa la Iglesia muestra que ésta está compuesta por “algo más” que la mera organización humana.

La permanencia de la Iglesia, inexplicable para quienes no comparten la fe, para los creyentes resulta ser una manifestación de la voluntad de Cristo y de la ayuda continua del Espíritu Santo. Al final, la presencia ininterrumpida de la Iglesia es un reto a la razón y una invitación a creer.

¿Qué se necesita para ser verdaderamente libre?

Papa Francisco. La verdadera libertad es la capacidad de amar 

El Papa Francisco recordó, durante la Audiencia General de este miércoles 12 de septiembre, que la verdadera libertad no consiste sólo en la capacidad de elegir, sino que la capacidad de amar es esencial para poder ser libres.

En su catequesis, el Papa se refirió a los diferentes tipos de esclavitud, ya sea interior o interior, que existen en la actualidad. “Están las restricciones externas, como las opresiones, las vidas secuestradas por la violencia y otros tipos de injusticia”.

Por otro lado, “existen las prisiones interiores como, por ejemplo, los bloques psicológicos, los complejos, los límites de carácter o de otro tipo”.

Ante estas situaciones, el Santo Oadre se preguntó: “¿Existe reposo en estas condiciones? Un hombre recluso u oprimido, ¿puede ser libre? Y una persona atormentada por dificultades interiores, ¿puede ser libre?”.

“Efectivamente, hay personas que, permaneciendo en la cárcel, viven una gran libertad de ánimo”. Al mismo tiempo, “hay personas marcadas por grandes fragilidades interiores que, sin embargo, conocen el reposo de la misericordia y lo saben transmitir”.

La misericordia de Dios, te libera, y cuando te encuentras con la misericordia de Dios tienes una libertad grande y eres capaz de transmitirla. Por eso es importante abrirse a la misericordia de Dios, para dejar de ser esclavos de uno mismo”.

Ante estas diferentes situaciones, “¿qué es, entonces, la verdadera libertad? ¿Quizás consiste en la posibilidad de elección? Ciertamente esta es una parte de la libertad, y nos esforzamos para que se garantice a todo hombre y mujer. Pero sabemos bien que poder hacer aquello que se desea no es suficiente para ser verdaderamente libres, no tampoco felices. La verdadera libertad es mucho más”, aseguró Francisco.

“De hecho, –destacó el Papa– hay una esclavitud que encadena más que una prisión, más que una crisis de pánico, más que una imposición de cualquier género: la esclavitud del propio ego”.

El Pontífice continuó: “El ego puede convertirse en un tormento que tortura al hombre esté donde esté, y que le produce la más profunda opresión, aquella que se llama ‘pecado’, que no es la violación trivial de un código, sino el fracaso de la existencia”.

Frente al ego, el Papa situó el don del amor que se manifiesta en el tercer mandamiento: “El tercer mandamiento, que invita a celebrar con el reposo la liberación, para nosotros cristianos es la profecía del Señor Jesús, que destruye la esclavitud interior del pecado y hace al hombre capaz de amar”.

El amor verdadero es verdadera libertad: ayuda a desprenderse de las posesiones, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorar al prójimo, transforma en don alegre toda fatiga y capacita para la comunión. El amor da la libertad incluso en la cárcel, aunque se sea débil o se esté limitado”.

El Papa concluyó: “Esta es la libertad que recibimos de nuestro Redentor, el Señor Jesucristo, que sabe vencer la esclavitud de nuestro corazón con su amor y su salvación. Él, que nos ha amado mientras estaba clavado en la Cruz, nos abre el camino por medio del mar de nuestros miedos y nos da la verdadera libertad. En Él cada hombre puede encontrar el reposo de la misericordia y de la verdad que nos hace libres”.

20 formas de idolatría en la sociedad moderna

La sociedad de hoy está llena de ídolos modernos y la razón primordial para esto es porque se han olvidado de Dios o lo han hecho a un lado

Por: Padre Ed Broom, OMV | Fuente: FatherBroom.com // Píldoras de Fe 

¿Sabes que es la Idolatría?: la definición de un ídolo podría ser la siguiente:

"Cualquier persona, lugar o cosa, o incluso una idea que es colocado por encima de Dios".

En el tiempo de Moisés existía el peligro de adorar a un becerro de oro, el cual Moisés destruyó. En un momento de ira Moisés también destruyó las tablas de la ley, los Diez Mandamientos.

La sociedad de hoy está llena de ídolos modernos y la razón primordial de esto es porque se han olvidado de Dios, han apartado a Dios a un lado como algo irrelevante, alguien sin importancia que se puede relegar.

En otras palabras, el concepto de idolatría va directamente en contra del primero y más básico de los Diez Mandamientos en el cual hemos sido mandados a amar a Dios totalmente, no parcialmente.

De hecho, si hemos decidido que en nuestras vidas amaremos a Dios totalmente con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza, entonces amaremos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (lea Lucas 10,30-37). Esta será la base sólida sobre la cual construiremos, para que podamos realmente alcanzar con cada fibra de nuestro ser el vivir verdaderamente los otros mandamientos.

Examen de conciencia

Entonces, hagamos un examen serio de nuestras vidas para ver si somos culpables de algún tipo de idolatría moderna y que podamos hacer los cambios necesarios en nuestras vidas. Las primeras palabras de Jesús en su vida pública fueron:

"Conviértanse porque el reino de Dios está cerca". (Marcos 1,15)

Sin ningún orden en particular, las idolatrías modernas:

1.- El ídolo de la Vanidad.

¿Paso demasiado tiempo observándome a mí mismo en el espejo cada mañana? ¡Vanidad! Sí, estoy en el espejo de la vanidad, esperando inflar mi imagen propia y la importancia que tengo de mí mismo.

2.- Mi vestuario.

Tal vez yo ya he decidido dejar de ir a misa este día para irme de compras. Mucha gente en este mundo se muere de hambre y duerme en bolsas debajo de puentes y yo quiero comprarme otro vestido para añadirlo a mi armario con más de 50. ¿No sería mejor comenzar a dar algo de dinero extra a los pobres? ¿No sería esto más agradable a Dios?

3.- La cosmética y la estética.

Casi el inicio de su papado, el Papa Francisco nos advirtió del peligro de colocar los cuidados cosméticos en un pedestal muy alto. Este Papa, que escogió a San Francisco como su modelo, nos está advirtiendo que no debemos gastar montones de dinero en médicos estéticos, especialmente cuando un sin número de niños están muriendo de hambre cada día ¡Las personas tienen mucho más valor que las cosas!

4.- El consumismo.

El Black Friday es famoso por la gran cantidad de personas haciendo largas filas para luego entrar a las tiendas en estampida, y comprar a los mejores precios regalos para la Navidad ¡Nuestras posesiones no pueden poseernos!

¿Qué tan a menudo les damos a las cosas más valor que a las personas? Eric Fromm lo ponía de esta manera: "si tú eres lo que tienes, y pierdes lo que tienes, ¿entonces quién eres?".

5.- Vestimenta poco pudorosa.

Con respecto al vestido, si un hombre o una mujer se visten de manera provocativa, esto también puede ser una forma de idolatría moderna, y de hecho una tentación o fuente de tentación para que alguien más caiga en el pecado.

San Pablo nos recuerda que debemos respetar nuestros cuerpos porque ellos son templos del Espíritu Santo.

6.- El alcohol.

¡Es fin de semana y el cuerpo lo sabe! ¿Podría ser que realmente estés obsesionado con el alcohol? ¿Mientras estás trabajando estás pensando en llegar a casa para salir con los amigos, y solo tomar hasta el punto de emborracharte totalmente?

Detente y haz un examen de conciencia. ¿Te ayudará eso en tu matrimonio? ¿Te ayudará eso a ser un mejor padre? ¿Te ayudará eso tener una mejor relación con Dios? Si no es así, ¡es momento de cambiar antes que sea demasiado tarde! Ya no es viernes de amigos; mejor que sea tiempo de Dios y la familia.

7.- La televisión.

Claro que uno de los ídolos más comunes en los últimos 40-50 años ha sido la televisión.

Hace más de 200 años Santa Elizabeth Anne Seton tuvo una visión de una caja negra que entraría en las familias americanas y terminaría por destruir y separar a las familias. ¿Podría esta llamada caja negra ser la televisión? ¿Qué crees tú?

Los individuos y las familias pueden pasar tanto tiempo frente a la televisión, ¡que no hay más tiempo para el diálogo y la comunicación en familia!

8.- La marihuana (Las drogas).

A pesar de que esto ya se legalizó en varios países del mundo eso no significa que sea moralmente correcto. Es triste decirlo pero esto incrementará el número de jóvenes, así como de mayores, utilizándola y volviéndose adictos a ella.

9.- Comer por glotonería.

Claro que otro de los ídolos modernos es el comer y caer en el pecado de la glotonería - comer constantemente, comer mucho y comer comidas poco sanas.

Con Este ídolo es tan fácil caer simplemente por su presencia y disponibilidad de tanta comida que puede ser adquirida a un relativo bajo precio ¿Has considerado que tal vez tú eres un glotón?

San Pablo nos recuerda que, ¡no deberemos de adorar al dios del estómago!

10.- Descuidar a Dios por el deporte.

Absolutamente no hay nada malo con los deportes. De hecho incorporarnos en deportes desde jóvenes es algo que nos complementa y es muy saludable.

Sin embargo, si tanto jugar como ver deportes implica que no tengamos tiempo para Dios en el fin de semana porque no hay tiempo de atender el Santo Sacrificio de la Misa, entonces el deporte se ha convertido en un ídolo también.

11.- Bares y clubes nocturnos.

Una muy triste pero persuasiva realidad es como se han multiplicado los llamados clubes nocturnos. Esto en realidad no requiere mayor explicación, muchos de nosotros tenemos una sensación interior de que estos son lugares de perdición, a pesar de que son muy visitados por hombres y mujeres. ¡Éste es un becerro de oro moderno adorado por muchos!

12.- Casinos y juegos de azar.

Otro ídolo moderno es la adicción a los casinos. Este ídolo se ha multiplicado lejos y de manera amplia, dañando las vidas de muchos, y con ellos la de su familia. Esta adicción puede volverse muy fuerte y en fin último devastadora. 

13.- Psíquicos y leedores de fortuna.

Esto se ha convertido en un dios para muchos. Absorbidos por muchos problemas, en lugar de volver a Dios por ayuda y confiar en los divinos y providenciales cuidados de Dios, muchos se vuelven a estos llamados psíquicos que leen manos, que leen las cartas, el tarot, que miran en bolas de cristal para "predecir" el futuro, haciendo un lado la verdadera ayuda que viene de Dios únicamente. Esto puede ser verdaderamente un ídolo.

14.- La astrología.

Muchos creen en los signos, en las estrellas más que en el Señor que creó el cielo y las estrellas. El salmista nos dice: "nuestra ayuda es el nombre del Señor que hizo el cielo y la tierra". Aún grandes escritores como Shakespeare nos advierten: "La falta no está en las estrellas, sino en nosotros mismos".

15.- Satanismo y adoración del diablo.

Los grupos satánicos se están multiplicando e incluso están ya en escuelas primarias. También algunas estatuas y monumentos han sido erigidos para pagar tributo al diablo.

Uno no puede servir a Dios y al diablo. En el principio Lucifer grito "No serviré", queriendo decir que no serviría a Dios. Su clamor llamaba a la rebelión y puede ser todavía escuchado fuerte y claro. La idolatría es la rebelión contra escuchar la voz de Dios en nuestras vidas.

16.- El culto a la Santa muerte.

Esta es en realidad una idolatría en la que los seguidores van tras el enemigo y lo adoran como el dios de la muerte. Jesús no es el Dios de la muerte, Él es el Dios de la vida.

17. Culto a los animales y las mascotas.

¡Esta es una verdaderamente difícil! Sin duda alguna los animales y las mascotas pueden ser grandes compañías, especialmente en las vidas de los ancianos o personas que viven solas y que tienen que hacer frente a la sensación de soledad.

Sin embargo, en nuestro mundo moderno, las mascotas son enviadas a tratamientos en hospitales especializados en los que se pagan fuertes sumas de dinero, de hecho miles y miles de dólares son gastados en estos animales, y al mismo tiempo hay niños que se mueren de hambre en todo el mundo, ahí hay algo fuera de lugar, fuera de orden. Esto también puede llegar a ser un ídolo.

18.- El teléfono y el Internet.

De manera muy obvia el uso del teléfono con acceso a Internet, así como el uso del Internet por sí mismo en cualquier sentido, se puede prestar a exageración. Éste puede ser tema para muchos comentarios. Pero dejémoslo así.

¡El teléfono con Internet puede volverse para muchos en el ídolo número uno de sus vidas! Muchos esposos pasan más tiempo con sus teléfonos que comunicándose entre ellos. ¡Una vez más: idolatría! ¡Ten cuidado!

19.- La pornografía.

La más poderosa de las adicciones en el mundo moderno es la pornografía. Este es realmente el becerro de oro número uno. ¡Se puede decir mucho de esta devastadora realidad! De hecho, muchos hombres, mujeres, jóvenes e incluso niños se están volviendo esclavos de este ídolo.

20.- Recuerdos de amores del pasado.

Las personas casadas no pueden estar enganchadas a memorias de noviazgos del pasado. No sólo porque esto puede volverse idolatría,  sino que también puede representar una forma mental o sentimental un adulterio.

¡Cuidado con tantos enemigos para la destrucción de nuestras almas!

Conclusión

Hagamos un muy honesto y sincero examen de conciencia, busquemos en nuestra vida diaria para ver si alguno de estos muchos ídolos ha sido entronizado en el altar y el centro de nuestra vida. Si esto ha pasado, este es el momento, de destronarlos y decapitar estos falsos dioses, estos becerros de oro, y entronar a Jesús como el Señor Dios y Rey de toda nuestra existencia. 

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