A causa de su gran amor
- 20 Septiembre 2018
- 20 Septiembre 2018
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San Andrés Kim
Celebrado El 20 de septiembre
SANTOS ANDRÉS KIM TAEGON, presbítero, PABLO CHONG HASANG y compañeros mártires.
Memoria de los santos Andrés Kim Taegon, presbítero, Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires en Corea. Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos, y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo -tres obispos, ocho presbíteros, y los restantes, laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños-, unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea. Estos son sus nombres: santos Simeón Berneux, Antonio Daveluy, Lorenzo Imbert, obispos; Justo Ranfer de Bretenières, Ludovico Beaulieu, Pedro Enrique Doric, Padro Maubant, Jacobo Chastan, Pedro Aumaître, Martín Lucas Huin, presbíteros; Juan Yi Yun-il, Andrés Chong Hwa-gyong, Esteban Min Kuk-ka, Pablo Ho Hyob, Agustín Pak Chong-won, Pedro Hong Pyong-ju, Pablo Hong Yông-ju, José Chang Chu-gi, Tomás Son Cha-son, Lucas Hwang Sok-tu, Damián Nam Myong-hyog, Francisco Ch'oe Kyong-hwan, Carlos Hyon Song-mun, Lorenzo Han I-hyong, Pedro Nam Kyong-mun, Agustín Yu Chin-gil, Pedro Yi Ho-yong, Pedro Son Son-ji, Benedicta Hyon Kyongnyon, Pedro Ch'oe Ch'ang-hub, catequistas; Agueda Yi, María Yi In-dog, Bárbara Yi, María Won Kwi-im, Teresa Kim Im-i, Columba Kim Hyo-im, Magdalena Cho, Isabel Chong Chong-hye, vírgenes; Teresa Kim, Bárbara Kim, Susana U Sur-im, Agueda Yi Kan-nan, Magdalena Pak Pong-son, Perpetua Hong Kum-ju, Catalina Yi, Cecilia Yu So-sa, Bárbara Cho Chung-i, Magdalena Han Yong-i, viudas; Magdalena Son So-byog, Águeda Yi Kyong-i, Águeda Kwon Chin-i, Juan Yi Mun-u, Bárbara Ch'oe Yong-i, Pedro Yu Chong-nyul, Juan Bautista Nam Chong-sam, Juan Bautista Chon Chang-un, Pedro Ch'oe Hyong, Marcos Chong Ui-bae, Alejo U Se-yong, Antonio Kim Song-u, Protasio Chong Kuk-bo, Agustín Yi Kwang-hon, Águeda Kim A-gi, Magdalena Kim O-bi, Bárbara Han A-gi, Ana Pak Ag-i, Águeda Yi So-sa, Lucía Pak Hui-sun, Pedro Kwon Tu-gin, José Chang Song-jib, Magdalena Yi Yong-hui, Teresa Yi Mae-im, Marta Kim Song-im, Lucía Kim, Rosa Kim, Ana Kim Chang-gum, Juan Bautista Yi Kwang-nyol, Juan Pak Hu jae, María Pak Kun-a-gi Hui-sun, Bárbara Kwon-hui, Bárbara Yi Chong-hui, María Yi Yon-hui, Inés Kim Hyo-ju, Catalina Chong Ch'or-yom, José Im Ch'i-baeg, Sebastián Nam I-gwan, Ignacio Kim Che-jun, Carlos Cho Shin-ch'ol, Julita Kim, Águeda Chon Kyong-hyob, Magdalena Ho Kye-im, Lucía Kim, Pedro Yu Taech'ol, Pedro Cho Hwa-so, Pedro Yi Myong-so, Bartolomé Chong Mun-ho, José Pedro Han Chae-kwon, Pedro Chong Won-ji, José Cho Yun-ho, Bárbara Ko Sun-i y Magdalena Yi Yong-dog.
Corea es uno de los pocos países del mundo en donde el cristianismo fue introducido por otros medios que el de los misioneros. Durante el siglo dieciocho se difundieron por el país algunos libros cristianos escritos en chino, y uno de los hombres que los leyeron, se las arregló para ingresar al servicio diplomático del gobierno coreano ante el de Pekín, buscó en la capital de China al obispo Mons. de Gouvea y de sus manos recibió el bautismo y algunas instrucciones. Aquel hombre regresó a su tierra en 1784, y cuando un sacerdote chino llegó a Corea, diez años más tarde, se encontró con que le estaban esperando cuatro mil cristianos bien instruidos, pero sin bautizar. Aquel sacerdote fue el único pastor del rebaño durante siete años, pero en 1801 fue asesinado y, durante tres décadas, los cristianos de Corea estuvieron privados de un ministro de su religión. Existe una carta escrita por los coreanos para implorar al Papa Pío VII que enviase sacerdotes a aquella pequeña grey que, sin embargo, ya había dado mártires a la Iglesia. En 1831 se creó el vicariato apostólico de Corea, pero su primer vicario nunca llegó a ocupar su puesto. El sucesor, Mons. Lorenzo José María Imbert, obispo titular de Capsa, miembro de las Misiones Extranjeras de París y residente en China desde hacía doce años, entró a Corea, disfrazado, a fines de 1837. Le habían precedido por poco tiempo, san Pedro Filiberto Maubant y san Jacobo Honorato Chastan, sacerdotes de la misma sociedad misionera.
El cristianismo no había sido definitivamente proscrito en Corea y, durante el transcurso de dos años, los misioneros realizaron su trabajo ocultamente, pero sin ser molestados. Sobre las circunstancias y dificultades que debieron afrontar, escribió Mons. Imbert: «Estoy abrumado de fatiga y en grave peligro. Es necesario dejar el lecho a las dos y media de la madrugada, todos los días, puesto que a las tres hay que congregar al pueblo en la casa para las oraciones. A las tres y media, comienzo a desempeñar los deberes de mi ministerio y debo bautizar si hay nuevos convertidos y también confirmar. Después viene la misa, la comunión y la acción de gracias. De esta manera, las quince o veinte personas que recibieron los sacramentos, pueden dispersarse al amparo de las sombras, antes del alba. Pero durante las horas deT día llegan otros tantos, uno por uno, en procura de confesión y ya no pueden irse hasta la madrugada siguiente, después de la comunión. Yo me quedo dos días en cada una de nuestras casas donde reúno a los cristianos y, antes del alba del tercer día, me voy con ellos, en la oscuridad, a otra casa. Muchas veces he sufrido el aguijonazo del hambre, porque no es cualquier cosa, en este clima frío y húmedo, levantarse a las dos y media de la madrugada y permanecer en ayunas hasta el medio día, cuando puedo comer algunos alimentos pobres e insuficientes. Después de la comida, descanso un poco hasta que se presentan mis alumnos de catecismo y, por fin, vuelvo al confesionario hasta que cae la noche. A las nueve voy a dormir, sobre una estera, en el suelo y cubierto con una manta de lana de los tártaros; no hay camas ni colchones en Corea. A pesar de la debilidad de mi cuerpo y mi quebrantada salud, siempre he llevado una vida dura y muy ocupada, pero me parece que aquí ya alcancé el último límite del esfuerzo. Se puede comprender fácilmente que, en una existencia como la que llevamos, apenas si tememos el golpe de espada que, en cualquier momento, puede acabar con ella».
Por aquellos medios heroicos aumentó el número de los cristianos en Corea de 6000 a 9000, en menos de dos años. Fue entonces cuando se descubrieron sus actividades y se emitió un decreto para el exterminio de los fieles. Como un ejemplo de los horrores que tuvieron lugar entonces, basta citar lo que le sucedió a santa Agata Kim, una de la mártires. Se le preguntó a la infortunada mujer si era cierto que practicaba la religión cristiana «Conozco a Jesús y a María», respondió con absoluta sencillez; «pero no conozco nada más». «Si te torturamos, te olvidarás de tu Jesús y tu María», le dijeron. «¡Aunque tenga que morir, no los olvidaré!» Fue cruelmente atormentada y, por fin, se la condenó a morir. En el travesaño de una alta cruz sujeta a una carreta fue colgada Agata por sus muñecas y por su cabellera. La carreta fue conducida hasta la cumbre de una cuesta pedregosa y, desde ahí se azuzó a los bueyes para que arrastrasen a la carreta cuesta abajo, entre brincos y zarandeos y, a cada movimiento, la infeliz mujer, sujeta por los cabellos y los puños, se sacudía violentamente. Al término de aquella carrera, fue descolgada, se le arrancaron las vestiduras hasta dejarla desnuda; uno de los verdugos le sujetó la cabeza contra una piedra y otro se la cortó con un golpe de espada. San Juan Ri escribía desde la prisión: «Transcurrieron dos o tres meses antes de que el juez mandara por mí y, en ese tiempo, estuve triste e inquieto. Los pecados de mi vida entera, en la que tantas veces ofendí a Dios por pura maldad, parecían pesar sobre mí como una montaña; de continuo me preguntaba: ¿Cuál será el fin de todo esto? Sin embargo, nunca perdía la esperanza. Al décimo día de la décima segunda luna, fui llevado ante el juez, quien ordenó que fuera apaleado. ¿Cómo hubiera podido resistirlo tan sólo con mis propias fuerzas? Pero la fuerza del Señor, las plegarias de María y de los santos y de nuestros mártires, me sostuvieron tan bien, que ahora me parece que apenas si sufrí. Yo no puedo pagar tan grande misericordia y ofrecer mi vida es justo».
A fin de evitar una matanza general y el posible peligro de la apostasía, Mons. Imbert se entregó, después de recomendar a los padres Maubant y Chastan, que hicieran lo mismo. Estos se pusieron a escribir una carta a Roma para dar cuenta de su actitud y del estado en que dejaban la misión y se entregaron. Los tres recibieron su ración de bastonazos. Atados a unos bancos con respaldo, fueron conducidos a las orillas del río que corre cerca de Seul, donde los tres, siempre sobre los bancos, fueron atados juntos a un grueso poste, contra el cual el verdugo les cortó la cabeza. El triple martirio ocurrió el 21 de septiembre de 1839. En el año de 1904, las reliquias de ochenta y un mártires de Corea fueron trasladadas a la iglesia episcopal del vicario apostólico en Seul y, en 1925, fueron beatificados Mons. Lorenzo Imbert y sus compañeros. El primer sacerdote coreano martirizado, fue san Andrés Kim, en 1846. El 6 de mayo de 1984, el papa Juan Pablo II celebró la canonización de 103 beatos mártires de Corea, en la propia Seúl, primera vez que, en los últimos siglos, se realizaba una canonización fuera de Roma. La semblanza de cada uno de los mártires, en la medida en que hemos podido conseguirla, se puede leer en el día respectivo de cada martirio.
En L'Histoire de l'Eglise de Corée (1874), de C. Dallet, especialmente en el vol. u, pp. 118-185, se relatan con detalle, las vidas y sufrimientos de estos mártires. Ver también Les Missionnaires Francais en Corée (1895) de A. Launay y Martyrs francais el coréens (1925) y The Golden Legend Overseas (1931), de E. Baumann. De Vérinaud, J., Lumiere sur la Coree: les 103 martyrs (París 1984). Ver también el artículo de Lamberto de Echeverría (Año cristiano) al que deriva el link de la biografía de grupo.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Santo Evangelio según San Lucas 7, 36-50. Jueves XXIV de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te agradezco de todo corazón por todo lo que Tú me has dado. Creo en Ti, pero aumenta mi fe para que realmente te trate como la persona más importante de mi vida. Espero en Ti, pero ayúdame a abandonarme a tus brazos amorosos. Te amo, pero ayúdame a que mi amor se traduzca en obras concretas a fin de establecer tu reino y hacer que más personas te conozcan.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, Jesús, veo el caso de la pecadora que te lava los pies con sus lágrimas y el fariseo que juzga este gesto. Tus palabras para con el fariseo me parecen duras... y, sin embargo, detrás de esa aparente dureza, se esconde un profundo amor y una ternura incalculables.
Le haces ver a Simón, que esa mujer te ama muchísimo, pero no se lo dices para echarle en cara su actitud, como un juez inmisericorde. No. Le haces ver que Tú perdonas mucho a quien mucho ama, y sabes que, tanto Simón como la pecadora, tienen mucho de qué ser perdonados.
Es una invitación implícita a amarte más, a no tener miedo de abrirte la puertas del corazón de par en par, para dejarte entrar y permitir, así, sanar los corazones. No importa si es la soberbia, la lujuria o el egoísmo. Al final, lo único que cuenta es el amor y la confianza con la que nos acercamos a Ti.
Quizá pueda ser difícil de creer, pero amas infinitamente tanto a la pecadora como a Simón. Las puertas de tu perdón no están cerradas para nadie... tampoco para mí.
Sabes que muchas veces he tenido caídas y errores humillantes que me han hecho sufrir y que incluso he llegado a habituarme a ellos pensando en que, o no tengo solución, o que no la necesito. ¡Y sin embargo tu amor jamás me ha dejado solo! Me haces ver que si me acerco con confianza a Ti, estás dispuesto a perdonarme no mucho o poco, ¡sino TODO!
Gracias, Jesús, por jamás cansarte de perdonarme. Ayúdame a nunca cansarme de pedir perdón y a saber que siempre, pase lo que pase, tendrás un lugar para mí en tu corazón.
La mujer pecadora es juzgada y marginada, mientras Jesús la acoge y la defiende: "Porque tiene mucho amor". Es esta la conclusión de Jesús, atento al sufrimiento y al llanto de aquella persona. Su ternura es signo del amor que Dios reserva para los que sufren y son excluidos. No existe sólo el sufrimiento físico; hoy, una de las patologías más frecuentes son las que afectan al espíritu. Es un sufrimiento que afecta al ánimo y hace que esté triste porque está privado de amor.
(Homilía de S.S. Francisco, 12 de junio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy intentaré responder con generosidad a todas las llamadas que Jesús me haga.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La salvación se decide en la práctica
Los primeros para Dios son con frecuencia los últimos para los hombres. Porque Dios no juzga según las apariencias, sino que ve en el corazón.
En el libro de Isaías del Antiguo Testamento se anuncia la reunión de todas las naciones, lenguas y razas en un solo pueblo elegido. En el Nuevo Testamento, Jesús dice a sus paisanos que vendrán extranjeros del norte y del Sur, de Oriente y Occidente, para sentarse a la mesa del Reino de Dios.
Esta universalidad de la salvación de Dios nos deja todavía sin saber nada acerca del número de los que se salvarán. Nos basta con saber que Dios llama a todos, que la puerta que conduce al Reino es estrecha y puede cerrarse en cualquier momento. Lo único importante es la conversión al Evangelio. Todo lo demás es simple curiosidad que nos distrae peligrosamente.
El Evangelio es salvación para los que lo escuchan responsablemente, sean o no descendientes de Abrahán o católicos desde su nacimiento. Escuchar responsablemente el Evangelio es vivirlo, practicarlo en la vida de cada día.
Y esto no es nada fácil. Por eso dice Jesús que la puerta es estrecha y que sólo los que se esfuerzan entraran por ella en el Reino de Dios.
No basta con escuchar sermones o ir a misa todos los domingos. No son las prácticas piadosas las que nos van a salvar. Todo esto tiene su valor, pero sólo cuando nos ayuda y anima a vivir nuestra fe en la vida de cada día: en nuestra vida personal y familiar, nuestra vida social y profesional, nuestra vida política...
El último día, el Señor reconocerá sólo a aquellos que ahora y aquí lo reconocen en los hombres. Reconocer a Jesús en los hombres, es reconocer la dignidad de cada ser humano, respetar sus derechos, tener en cuenta sus necesidades y, sobre todo, solidarizarse con los pobres, los marginados, los oprimidos. Cualquier cosa que hagamos a uno de estos, al Señor mismo se lo estamos haciendo.
“Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos”. Llegará el gran Día del juicio, y entonces vendrá la sorpresa implacablemente sobre muchos que se creyeron los verdaderos cristianos.
Y estos, que se tuvieron a sí mismos por los primeros, dirán: “Señor, ábrenos”. Y el Señor les contestará: “No sé quienes sois”. Y ellos comenzarán a decir: “Hemos comido tu pan y bebido tu sangre, tu Evangelio se ha predicado en nuestras iglesias.”
Pero el recuerdo de todas estas prácticas religiosas no servirá de nada si no va acompañando de la prueba verdaderamente decisiva en el juicio: del amor a los demás, sobre todo a los necesitados.
Llegará el gran Día del juicio, y entonces vendrá felizmente la sorpresa sobre muchos hombres de oriente y occidente, del norte y del sur. Son los que practicaron en el mundo el mensaje cristiano del amor.
Por eso, el Señor les abrirá la puerta, los sentará a su mesa y les dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui peregrino, y me acogisteis...”
Los primeros para Dios son con frecuencia los últimos para los hombres. Porque Dios no juzga según las apariencias, sino que ve en el corazón.
Hay un cristianismo oficial que es bueno cuando expresa auténticamente en palabras y obras las actitudes de la fe, la esperanza y el amor pero que es vana hipocresía cuando no es así.
En cambio, hay otro cristianismo sin nombre, anónimo, que no se expresa en ritos y palabras, pero que realiza en la vida el mensaje de Cristo.
La verdad cristiana es eminentemente práctica. Consiste en la conversión del hombre hacia un orden nuevo, en el que habita la justicia, la paz, la fraternidad y el amor. Los hombres que trabajan por estos valores, se salvarán y ascenderán a los primeros puestos.
Queridos hermanos, esforcémonos para que Dios nos encuentre también entre ellos y nos deje entrar en su Reino celestial.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo vivo mi cristianismo durante la semana?
2. ¿Qué acciones hago en pro de los necesitados?
3. ¿Se nota mi cristianismo en mi ambiente laboral, familiar…?
Honra a tu padre y a tu madre”
Por favor, nunca, jamás, insultar a los padres. ¡Nunca! No se insulta nunca a la madre, no se insulta nunca al padre.
(ZENIT – 19 sept. 2018).- El Santo Padre, continuando el ciclo de catequesis sobre los Mandamiento ha centrado esta vez su atención sobre el tema: “Honra a tu padre y a tu madre” (pasaje bíblico: Carta de San Pablo a los Efesios 6, 1-4).
“Honrar a los padres que nos han dado la vida”, ha exhortado Francisco. “Si te has alejado de tus padres –aconseja el Papa– haz un esfuerzo y vuelve, vuelve donde ellos; quizás son viejos… Te han dado la vida”.
“Honrar a los padres conduce a una larga vida feliz”, ha indicado el Papa esta mañana, 19 de septiembre de 2018, en la audiencia general, celebrada a las 9:30 horas en la Plaza de San Pedro, donde el Pontífice ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
La palabra “felicidad” en el Decálogo aparece solo vinculada a la relación con los padres –ha recordado– y ha citado la frase del libro bíblico del Deuteronomio: “Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días se prolonguen y seas feliz en la tierra que el Señor tu Dios te da”.
Jamás insultar a los padres
Asimismo, el Santo Padre ha hecho un llamamiento a tratar bien a los padres: “Entre nosotros está la costumbre de decir cosas malas, palabrotas… Por favor, nunca, jamás, insultar a los padres. ¡Nunca! No se insulta nunca a la madre, no se insulta nunca al padre. ¡Nunca, nunca! Tomad esta decisión interior: a partir de ahora no insultaré nunca a la madre o al padre de nadie. ¡Le han dado la vida! No hay que insultarlos”.
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo.
La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
103 mártires de Corea, Santos
Memoria Litúrgica, 20 de septiembre
Santos Martires Coreanos
Andrés Kim Tae-Gon y Pablo Chong Ha-Sang y 101 compañeros
Martirologio Romano: Memoria de los santos Andrés Kim Taegön, presbítero, Pablo Chöng Hasang y compañeros, mártires en Corea. Se veneran este día en común celebración todos los ciento tres mártires que en aquel país testificaron intrépidamente la fe cristiana, introducida fervientemente por algunos laicos y después alimentada y reafirmada por la predicación y celebración de los sacramentos por medio de los misioneros. Todos estos atletas de Cristo —tres obispos, ocho presbíteros, y los restantes laicos, casados o no, ancianos, jóvenes y niños—, unidos en el suplicio, consagraron con su sangre preciosa las primicias de la Iglesia en Corea (1839-1867).
Fecha de canonización: Los 103 mártires fueron canonizados por S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 1984, en Seúl, Corea.
Integran el grupo: santos Simeón Berneux, Antonio Daveluy, Lorenzo Imbert, obispos;Justo Ranfer de Bretenières, Luis Beaulieu, Pedro Enrique Dorie, Padro Maubant,Jacobo Chastan, Pedro Aumaître, Martín Lucas Huin, presbíteros; Juan Yi Yun-il, Andrés Chong Hwa-gyong, Esteban Min Kuk-ka, Pablo Ho Hyob, Agustín Pak Chong-won, Pedro Hong Pyong-ju, Pablo Hong Yong-ju, José Chang Chu-gi, Tomás Son Cha-son, Lucas Hwang Sok-tu, Damián Nam Myong-hyog, Francisco Ch’oe Kyong-hwan,Carlos Hyon Song-mun, Lorenzo Han I-hyong, Pedro Nam Kyong-mun, Agustín Yu Chin-gil, Pedro Yi Ho-yong, Pedro Son Son-ji, Benedicta Hyon Kyongnyon, Pedro Ch’oe Ch’ang-hub, catequistas; Agueda Yi, María Yi In-dog, Bárbara Yi, María Won Kwi-im, Teresa Kim Im-i, Columba Kim Hyo-im, Magdalena Cho, Isabel Chong Chong-hye, vírgenes; Teresa Kim, Bárbara Kim, Susana U Sur-im, Agueda Yi Kan-nan, Magdalena Pak Pong-son, Perpetua Hong Kum-ju, Catalina Yi, Cecilia Yu Sosa, Bárbara Cho Chung-i, Magdalena Han Yong-i, viudas; Magdalena Son So-byog, Agueda Yi Kyong-i, Agueda Kwon Chin-i, Juan Yi Mun-u, Bárbara Ch’oe Yong-i, Pedro Yu Chong-nyul, Juan Bautista Nam Chong-sam, Juan Bautista Chon Chang-un, Pedro Ch’oe Hyong, Marcos Chong Ui-bae, Alejo U Se-yong, Antonio Kim Song-u, Protasio Chong Kuk-bo, Agustín Yi Kwang-hon, Agueda Kim A-gi, Magdalena Kim O-bi, Bárbara Han Agi, Ana Pak Ag-i, Agueda Yi So-sa, Lucía Pak Hui-sun, Pedro Kwon Tu-gin, José Chang Song-jib, Magdalena Yi Yong-hui, Teresa Yi Mae-im, Marta Kim Song-im, Lucía Kim, Rosa Kim, Ana Kim Chang-gum, Juan Bautista Yi Kwang-nyol, Juan Pak Hu-jae, María Pak Kuna- gi Hui-sun, Bárbara Kwon-hui, Bárbara Yi Chong-hui, María Yi Yon-hui, Inés Kim Hyo-ju, Catalina Chong Ch’or-yom, José Im Ch’i-baeg, Sebastián Nam I-gwan, Ignacio Kim Che-jun, Carlos Cho Shin-ch’ol, Julita Kim, Águeda Chong Kyong-hyob, Magdalena Ho Kye-im, Lucía Kim, Pedro Yu Taech’ol, Pedro Cho Hwa-so, Pedro Yi Myong-so,Bartolomé Chong Mun-ho, José Pedro Han Chae-kwon, Pedro Chong Won-ji, José Cho Yun-ho, Bárbara Ko Sun-i y Magdalena Yi Yong-dog.
Breve Semblanza
París, rue du Bac. La calle está hoy compartida. Una de sus aceras la ocupan casi íntegramente los inmensos almacenes "Au bon marché". La otra acera conserva todavía un cierto aire del primitivo París. Una puerta humilde, que da a un estrecho callejón, conduce a una iglesia objeto de la veneración de todos los católicos del mundo: la capilla de las apariciones de la Virgen Milagrosa. Siguiendo por la misma acera encontramos otro edificio, también humilde en apariencia, pero de enorme significación en la historia de la Iglesia: el seminario de misiones extranjeras. Allí se forjó un nuevo estilo en la manera de concebir la tarea misional y allí, por vez primera, en forma orgánica, el clero secular forjó sus armas para salir a luchar las rudas batallas contra el paganismo.
El seminario llevaba ya muchos años funcionando cuando en 1831 se confiaba a sus alumnos un nuevo territorio de misión: la península de Corea. Territorio muy vasto, su extensión equivale prácticamente a la de Italia, y cuya evangelización habría de resultar muy penosa. Pese a estar a la misma latitud que España o Italia, el clima es duro, continental, extremado. Por otra parte, el país es pobre, y no podría resultar fácil la vida de los misioneros. En cambio iban a tener éstos una ventaja: les esperaban unas cristiandades que habían sufrido ya su bautismo de sangre y la terrible prueba de la persecución.
Corea es uno de los pocos países del mundo en donde el cristianismo no fue introducido por los misioneros. Durante el siglo dieciocho se difundieron por el país algunos libros cristianos escritos en chino, y uno de los hombres que los leyeron, se las arregló para ingresar al servicio diplomático del gobierno coreano ante el de Pekín, buscó en la capital de China al obispo Mons. de Gouvea y de sus manos recibió el bautismo y algunas instrucciones. Este intelectual coreano, bautizado en Pekín, fue quien consiguió -a partir de su retorno en 1784- introducir el cristianismo en Corea.
Pero aquella naciente cristiandad sufrió una dura persecución y estuvo a punto de ser aniquilada. Sin embargo, cuando diez años más tarde, en 1794, un sacerdote chino vino de Pekín encontró todavía cuatro mil cristianos, tan fervorosos que en poco tiempo su número se duplicó. Siete años más tarde, en 1801, se produce una nueva represión, y el sacerdote fue ejecutado con unos trescientos cristianos, entre quienes destacaba la noble figura de Juan Niou y su mujer Lutgarda, que habían contraído matrimonio sin usar nunca del mismo.
Existe una carta escrita por los coreanos para implorar al Papa Pío VII que enviase sacerdotes a aquella pequeña grey que, sin embargo, ya había dado mártires a la Iglesia.
Treinta años después, la Sagrada Congregación de Propaganda erigía un vicariato apostólico en Corea y lo confiaba, según hemos dicho, al Seminario de Misiones Extranjeras, de París. Pese a que en 1815 y en 1827 había habido nuevas oleadas de persecución, el número de cristianos sobrepujaba ya los seis millares. Al frente del nuevo vicariato iba a ser colocado un fervoroso misionero de China: Lorenzo José Mario Imbert.
Su nombre es el primero y el más destacado de la larga relación de mártires cuya fiesta se celebra hoy. Había nacido en la diócesis de Aix-en-Provence. Su familia residía en Calas, y era harto pobre. Es conmovedor saber cómo aprendió a leer: un día encontró un centimillo en la calle, con el compró un alfabeto y rogó a una vecina que le enseñara las letras. Así, a fuerza de perseverancia, consiguió la preparación suficiente para poder ingresar, en 1818, en el seminario de Misiones Extranjeras. Después de dos años de estudios se embarca en Burdeos y marcha a trabajar a China.
En plena tarea apostólica le sorprende el nombramiento de vicario apostólico de Corea y su elevación al episcopado. En mayo de 1837 es consagrado en Seu-Tchouen, y al terminar el año llega a Corea.
No era el primero en llegar. Le habían precedido ya otros dos misioneros, llamados a compartir el martirio con él. Los dos franceses: Pedro Filiberto Maubant, nacido en la diócesis de Bayeux, y Santiago Honorato Castán, nacido en la diócesis de Digne. El primero había venido directamente de Francia. El segundo había trabajado anteriormente en Siam.
Inmediatamente pusieron manos a la obra. Ante todo fue necesario aprender la lengua coreana, tributaria del chino, pero con muchas analogías con los dialectos siberianos. Después pudieron ya ponerse de lleno al trabajo apostólico.
Escuchemos a monseñor Imbert lo que era su vida:
"No permanezco mas que dos días en cada casa que reúno los cristianos, y antes de que amanezca el tercer día paso a otra casa. Me toca sufrir mucha hambre, porque después de haberme levantado a las dos y media de la madrugada, esperar hasta el mediodía y recibir entonces una comida mala y floja, bajo un clima bajo y seco, no es cosa fácil. Después de comer reposo un poco, y a continuación doy clase de teología a mis seminaristas; después oigo confesiones hasta la noche. Me acuesto a las nueve sobre la tierra cubierta de una lona y un tapiz de lana de Tartaria, porque en Corea no hay ni camas ni mantas. He tenido, siempre un cuerpo débil y enfermizo, y a pesar de todo he llevado adelante una vida laboriosa y bien ocupada; pero aquí pienso haber llegado a lo superlativo y al nec plus ultra de trabajo. Ya os imaginaréis que con una vida tan penosa no tengamos miedo al golpe de sable que debe terminarla."
Todo esto había que hacerlo con el mayor secreto. Las quince o veinte personas a las que había atendido cada día: confesiones, bautismos, confirmaciones, matrimonios, etcétera, tenían que retirarse antes de la aurora. Aun así, aquella vida no pudo prolongarse mucho tiempo. Dos años después de su llegada, el 11 de agosto de 1839, monseñor Imbert era detenido por los perseguidores.
Comprendió bien que había llegado el final de su vida. Y creyó un deber, para evitar apostasías a los fieles seguidores, invitar a sus dos compañeros a entregarse. La tarjeta enviada por el obispo, que era una invitación al martirio, llegó primero al padre Maubant, quien la transmitió a su compañero el padre Castán. Ambos obedecieron sin vacilar. Cada uno redactó una instrucción para uso de sus fieles y luego en común unas líneas dirigidas a toda la cristiandad coreana. Escribieron una breve memoria para el Cardenal Prefecto de Propaganda Fide y una carta a sus hermanos de las Misiones Extranjeras para encomendarles a sus neófitos. En esta carta es donde alegremente, como si quisieran aliviarles la pena, dicen que "el primer ministro Ni, actualmente gran perseguidor, ha hecho fabricar tres grandes sables para cortar cabezas".
Todo esto llevaba la fecha del 6 de septiembre. Y una vez terminados los preparativos, los dos misioneros se unieron a su obispo. Los tres europeos comparecieron ante el prefecto y confesaron noblemente su fe: "Por salvar las almas de muchos, no hemos vacilado ante una distancia de diez millares de lys. Denunciar a nuestras gentes, y hacerles daño, olvidando los diez mandamientos, no lo haremos jamás, preferimos morir." Aquel mismo día 15 de septiembre recibieron la primera paliza, con bastones. Otra nueva les esperaba, después de un interrogatorio similar, el día 16. Por fin, el día 21 tuvo lugar el suplicio final.
Les desnudaron hasta la cintura, y les asaetearon cruelmente, de arriba a abajo, a través de las orejas, les colmaron de heridas y, por fin, los rociaron de cal viva. Después de obligarles a dar por tres veces la vuelta a la plaza, mostrándose al público que se burlaba de ellos, se les hizo arrodillarse. Los soldados empezaron a correr en su derredor y al pasar les golpeaban con su sable. El padre Castán se puso instintivamente de pie al recibir el primer golpe. Después se arrodilló junto a sus dos compañeros, que estaban inmóviles. Al poco tiempo, los tres habían muerto.
Pero no eran ellos solos. Antes y después iban a perecer en aquella misma persecución otros muchos cristianos.
El primer lugar, un sacerdote nativo: el padre Andrés Kim. De acuerdo con las mejores tradiciones del seminario de Misiones Extranjeras, los misioneros se habían preocupado de ir preparando, en lo posible, un clero nativo. Cuando ellos murieron, el padre Kim se esforzó por conseguir que vinieran nuevos misioneros. En estos afanes le sorprendieron los perseguidores. Después de larga estancia en la cárcel, fue decapitado en 1846.
En la misma persecución murieron también diez catequistas y una muchedumbre de fieles. De entre ellos se escogieron unos cuantos, a quienes hoy veneramos en los altares: setenta y cinco héroes "nobles y plebeyos, jóvenes y viejos, mujeres ya maduras y jóvenes en la más florida edad, que prefirieron las cárceles, los tormentos, el fuego, el hierro, las cosas más extremas a trueque de no apartarse de la religión santísima. Para tentar su fe, los bárbaros verdugos recurrieron a los tormentos más refinados. Unos fueron ahorcados, a otros les rompieron las piernas, otros fueron azotados hasta la muerte, otros quemados con planchas ardientes, otros enterrados vivos en nichos para que murieran de hambre, y así todos cambiaron esta vida por otra inmortal y feliz. Tantos y tan crueles suplicios los sufrieron todos con invicta fortaleza". Tales son las palabras del Decreto de beatificación expedido por el papa Pío XI. Porque, como ya anteriormente se había escrito en el Decreto de tuto, aquella muchedumbre, en la que había incluso niños de quince y trece años, "mostró tanta constancia en profesar la fe, que en manera alguna pudo la rabia de los perseguidores llegar a vencerla. Ni las cárceles largas y horribles, ni los tormentos crudelísimos, ni el hambre y la sed, con la que ellos eran probados, ni otros horrendos suplicios, ni el terror y los halagos de los jueces impíos, ni la edad juvenil o provecta, ni el amor materno, ni la piedad filial, ni el dulce yugo del matrimonio, fueron capaces de superar la fortaleza y firmeza de aquellos mártires".
No es extraño que muy pronto se extendiera por todo el mundo la fama de su admirable ejemplo. Por eso, el papa Pío XI, superando las dificultades de tipo jurídico que se oponían a su beatificación, pues resultaba muy difícil recoger las pruebas exigidas con todo el rigor canónico, teniendo en cuenta que había certeza absoluta de la realidad del martirio, los beatificó solemnemente en 1925. A esa lista se sumarían luego aquellos mártires que beatificó el papa Pablo VI el 6 de octubre de 1968. Finalmente, el papa Juan Pablo II rindió homenaje a todos los mártires de Corea, canonizando a estos confesores de la fe en la ciudad de Seúl el 6 de mayo de 1984,
Su sangre, como siempre ha ocurrido, fue semilla de nuevos cristianos, y hoy Corea, al menos en su parte Sur, libre del comunismo, es una de las cristiandades más florecientes y esperanzadoras de todo el Extremo Oriente.
Dos aniversarios del Padre Pío
Han pasado cien años del momento extraordinario de su estigmatización y cincuenta de su muerte.
El lunes 23 de setiembre de 1968, a las 2:30 de la madrugada, hundido en el sillón de su habitación y vestido con su hábito franciscano, mientras sostenía entre sus dedos la corona del rosario, Francisco Forgione, de nombre religioso Pío de Pietrelcina, inclinó la cabeza sobre el pecho y entregó su alma al Creador. A su alrededor, el superior, P. Carmelo de San Giovanni in Galdo, su ayudante el P. Pellegrino, su confesor, el P. Raffaele de S. Elia a Pianisi, y otros, lloran. El Dr. Giuseppe Gusso, presente al momento del traspaso, lo definió “el más sereno, el más dulce” que jamás viera. Ha pasado medio siglo.
Tres días antes, el viernes 20 de setiembre, sus hijos espirituales cubrieron el altar mayor de la antigua iglesia y rodearon el crucifico del coro con cincuenta rosas rojas, tras lo cual asistieron silenciosos a la Misa celebrada por el padre con especial devoción y silencio. El 30 de mayo de 1918, el P. Pío se había ofrecido como víctima por los pecadores para que acabase la guerra que azotaba gran parte de Europa. El 20 de setiembre de ese mismo año Jesús crucificado se le apareció y le dijo: “Te asocio a mi Pasión”, y lo estigmatizó. Un mes y medio más tarde, el 11 de noviembre, se firmaba el armisticio de Compiègne que daba por terminada la Primera Guerra Mundial. Las rosas rojas conmemoraban las llagas del capuchino. Eran cincuenta, una por cada año que llevaba asociado al Gran Crucificado del Calvario, pagando su cuota de dolor por los pecados de los hombres. En julio de 1968, los estigmas habían comenzado a cerrarse sin dejar signo alguno. Primero los del dorso de las manos, después, gradualmente todos los demás. Ya no los necesitaba porque el Padre Pío estaba llegando a puerto.
Han pasado cien años del momento extraordinario de su estigmatización y cincuenta de su muerte. Pero todavía estamos lejos de comprender el misterio en que Dios envolvió al P. Pío. Es demasiado grande para nuestras inteligencias. No somos capaces de comprender ninguna de las claves que nos abrirían su secreto: ni la grandeza del amor de los santos, ni la hondura oscura del pecado del hombre, ni el misterio redentor de la Cruz. Al Padre Pío solo podemos acercarnos apenas un poco. Con respeto y pidiendo luces a Dios. Porque el misterio de este sacerdote, probablemente el único sacerdote estigmatizado de la historia, tiene mucho que mostrarnos sobre nuestro propio misterio personal. Con esa intención, y según mis personales límites, ofrezco a continuación el audio de la conferencia que di sobre este tema en la ciudad de Paraná, el 18 de agosto de este año: “Pío de Pietrelcina, testigo de Cristo para nuestro tiempo“.
¿Cuál es el plan del demonio para destruir la humanidad?
El difunto cardenal Carlo Caffarra lo señaló: la destrucción del matrimonio, la familia y la Iglesia
"Una ideología global impulsada por una libertad fuera de control está intentando destruir la última barrera que impide a la humanidad perder lo que significa ser humano, es decir, la naturaleza sexual de la persona humana en su dualidad de ser hombre o mujer", escribió el Cardenal Carlo Caffarra, un cardenal que murió a comienzos de septiembre de 2018, en un manuscrito publicado por LifeSiteNews.
Caffarra escribió el manuscrito como una pequeña introducción del libro del sociólogo Gabriele Kuby: "La revolución sexual global: La destrucción de la libertad en nombre de la libertad". Pero, el libro fue publicado antes de que las palabras del Cardenal fueran recibidas por LifeSiteNews.
El Cardenal Caffarra fue uno de los cuatro cardenales que envió al Papa Francisco eldubia pidiendo claridad sobre la Exhortación de 2016: Amoris Laetitia. Murió el 6 de septiembre a la edad de 79 años.
Destrucción del matrimonio y la familia.
El Cardenal destacó en la parte anterior cómo Satanás por medio de una estrategia global está controlando al hombre, formando una alianza con uno de sus instintos básicos, es decir, su deseo de placer sexual sin restricciones ni reglas.
¿Cuál es su estrategia? La misma estrategia del gran inquisidor de Dostoievski, quien le dice a Cristo: Tú les das libertad, pero yo les doy pan, y ellos me seguirán a mí. La estrategia es clara: Dominar al hombre formando una alianza con uno de sus instintos básicos.
El nuevo Gran Inquisidor no ha cambiado de estrategia y le dice a Cristo: Prometes alegría de la mano con el ejercicio sabio, justo y casto de la sexualidad. Yo ofrezco placer sin reglas, y verás que ellos me seguirán a mí. El nuevo inquisidor esclaviza a través del espejismo de un placer sexual completamente privado de cualquier regla.
Caffarra agregó que esta estrategia está alimentada por esta insana razón que buscadestruir la sexualidad humana natural, y por lo tanto también el matrimonio y la familia.
La última barrera que debe romper esta mal llamada libertad es la naturaleza sexual de la persona humana en su dualidad de hombre y mujer, y en su institución racional establecida por el matrimonio monógamo y la familia. También advirtió una extrema libertad defendida por los hedonistas que conducirá a una más grave y feroz tiranía.
La tragedia más grande: La pérdida de nosotros mismos.
El cardenal llamó al libro de Kuby un llamado para despertar del sueño de la razón que está llevando a la pérdida de la libertad y por lo tanto a la pérdida de nosotros mismos. Jesús nos ha advertido sobre que esto, la pérdida de nosotros mismos sería la pérdida más trágica de todas, incluso si estuviéramos a punto de ganar el mundo entero.
Caffarra dijo que los jóvenes serán las primeras víctimas de este desastre y agregó que no es raro que los clérigos se contenten con ser facilitadores de esta eutanasia de la verdadera libertad por la cual Cristo murió para hacernos verdaderamente libres.
Estrategia de desprecio contra el hombre.
Caffara también hizo referencia a Dostoyevsky durante su charla en el Foro de la Vida en Roma 2017, comentando que Satanás quiere construir una anti-creación que venderá a la gente como algo mejor que la creación de Dios, él dijo:
Esta es la espantosa estrategia de la mentira, construida alrededor de un profundo desprecio por el hombre. El hombre no es capaz de elevarse al esplendor de la verdad. No es capaz de vivir dentro de la paradoja de un deseo infinito de felicidad. No puede darse cuenta de el don de ser sí mismo.
Y por allí entra la malicia y el plan de Satanás, lleva a convencer a hombre de banalidades sobre él.
Le convence de que la verdad no existe y que su búsqueda es, por tanto, una pasión triste y fútil. Le convence de acortar la medida de su deseo en línea con la medida del momento transitorio. Le siembra en su corazón las sospechas de que el amor no es más que una máscara de placer.
Enseñanzas de Jesús como arma de defensa.
La respuesta a esta profunda mentira, debe ser un testimonio de la verdad y la belleza de las enseñanzas de Jesucristo y la refutación de la falsedad. Sería como un doctor terrible que adoptó una actitud pacífica ante la enfermedad. Agustín escribe:
"Ama al pecador, pero persigue el pecado".
La palabra latina per-sequor es un verbo intensificador. El significado, por tanto, es: Caza el pecado, acaba con él. Descúbrelo en los lugares ocultos de sus mentiras y condúcelo y sácalo a la luz su insustancialidad.
La hermana Lucía, visionaria de Fátima, escribió a Caffara a principios de los años 80:
"La batalla final entre el Señor y el reino de Satanás tratará sobre el matrimonio y la familia".
Lo que la Hermana Lucía dijo en aquellos días tan lejanos se está cumpliendo en la actualidad.
La destrucción de las realidades.
Al leer cada página de este libro escuché en mi interior las palabras del engañador de todo el mundo:
"Serás como Dios, conociendo el bien y el mal" (Génesis 3, 5).
El ser humano se ha elevado a una posición de soberana autoridad moral en la que el yo solo determina lo que es bueno y lo que es malo. Esta es una libertad literalmente loca: Es una libertad sin logos (es decir, sin una razón o principio).
Pero si este es el contexto teórico (si puedo llamarlo así) de todo el libro, el trabajo examina específicamente la destrucción de la última realidad que se interpone en su camino. El libro también muestra cómo la descarrilada libertad engendra gradualmente las tiranías más devastadoras.
David Hume escribió que los hechos son cosas tercas: Desafían obstinadamente cualquier ideología.
El autor argumenta, y creo que con razón, que la última barrera que debe romper esta insana libertad es la naturaleza sexual de la persona humana en su dualidad de hombre y mujer, y en su institución racional establecida por el matrimonio monógamo y la familia. Pues hoy esta razón loca está destruyendo la sexualidad humana natural, y por lo tanto también el matrimonio y la familia.
Estas páginas, dedicadas a examinar esta destrucción, contienen una rara profundidad de penetración. Y si el análisis de Gabriele Kuby se encuentra cercano a la realidad, sólo existe una posible conclusión: Lo que anticipó Platón sucederá, la extrema libertad conducirá a una tiranía. No es casualidad que el autor haya hecho de esta reflexión platónica el subtexto del primer capítulo: Una pista de clave para interpretar todo el libro.
Espero que este gran libro sea leído especialmente por aquellos que tienen responsabilidades públicas, responsabilidades educativas, y por los jóvenes, las primeras víctimas del nuevo Gran Inquisidor.
EL LÍDER DE U2 SE REÚNE CON FRANCISCO Y APOYA LA LABOR DE SCHOLAS
Bono: "El Papa es un hombre extraordinario para tiempos extraordinarios"
Sobre los abusos a menores: "Pude ver el dolor en sus ojos. Pienso que era sincero"
El líder de U2 se reúne con Francisco y apoya la labor de ScholasScholas
Tocaron temas de gran interés actual, como la educación de los jóvenes, especialmente de las niñas que en varios países del mundo sufren marginación y exclusión sólo por ser mujeres
(J. B./VN).- "Yo soy irlandés, hablamos sobre los sentimientos del Papa sobre lo que ocurrió en la Iglesia de Irlanda. Le expliqué cómo ha sido visto por mucha gente que los abusadores hayan sido más protegidos que las víctimas, y pude ver el dolor en sus ojos. Pienso que era sincero". El líder de U2, Bono, se reunió ayer durante 40 minutos con el Papa Francisco en Casa Santa Marta.
El encuentro se produjo como expresión de su apoyo a la Fundación Pontificia, Scholas Occurrentes, que trabaja por la formación y el desarrollo de niños y jóvenes de todo el mundo, independientemente del origen o religión que profesen.
En declaraciones posteriores a la prensa, Bono definió su encuentro con el Santo Padre como un "flechazo", ya que el diálogo entre ellos fue natural y fluido, tocando temas de gran interés actual, como la educación de los jóvenes, especialmente de las niñas que en varios países del mundo sufren marginación y exclusión sólo por ser mujeres.
El cantante aseguró su apoyo a Scholas, y a sus "innavodares proyectos", en la gran misión de generar una "revolución educatica", que ayude a que los jóvenes descubran que la vida tienen sentido. Algo por lo que también trabaja su propia Fundación.
También durante la reunión con el Papa hubo espacio para hablar sobre el Cuidado de la Casa Común, y la encíclica papal Laudato Si'.
En cuanto al lamentable tema de los abusos sexuales perpretados por parte de algunos miembros del clero, que han causado tanto daño en todo el mundo y de modo especial en el país de origen del cantante, Irlanda; Bono Vox declaró que conversó sobre ello con Francisco y que pudo percibir el gran dolor que siente el Pontífice al respecto; en esta lucha de la Iglesia contra el mal de los abusos.
"Papa Francisco es un hombre extraordinario para estos tiempos extraordinarios", afirmó Bono Vox, antes de marcharse de la sala, bromeando acerca de que en esta ocasión "no daría ningún concierto".