El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí
- 23 Septiembre 2018
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Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado en manos de los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que «no entendían lo que quería decir, pero les daba miedo preguntarle». No es difícil adivinar en estas palabras la pobreza de muchos cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: «¿De qué discutíais por el camino?». Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido sobre quién era el más importante. Ciertamente es vergonzoso ver a Jesús, que camina hacia la cruz, acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: «Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos». En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás ha de ponerse el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.
La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas, sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No hemos de olvidarlo.
Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estemos atentos a quien más nos pueda necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
Se sienta y llama a sus discípulos. Luego acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas: los necesitados de acogida, apoyo y defensa. No han de estar fuera, lejos de la Iglesia de Jesús. Han de ocupar el centro de nuestra atención.
Luego Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así: identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: «El que acoge a un niño como este en mi nombre a mí me acoge, y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado».
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto? ¿Qué es lo que hay en el centro de la Iglesia si ya no está ese Jesús identificado con los pequeños? Domingo 25 Tiempo ordinario - B (Marcos 9,30-37) 23 de septiembre 2018 José Antonio Pagola
XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “B”
(Sb 2, 12.17-20; Sal 53; Sant 3, 16-4, 3; Mc 9, 30-37)
COMENTARIO
El mensaje central de la Liturgia de la Palabra de este domingo se refiere de nuevo a los acontecimientos de la Pasión de Cristo, como el mismo Jesús anuncia a los suyos en el Evangelio: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.”
Si el icono central del Evangelio nos llama a poner nuestros ojos en el Crucificado-Resucitado, ampliando el campo de observación, descubrimos la enseñanza que se desprende de los textos, que advierten que se pueden reproducir los hechos violentos en nuestros días por causa de las pasiones humanas. “Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males”.
El profeta señala otra de las causas de la violencia, cuando no se soporta la verdad y se mata al mensajero: “Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados”.
Ante las lecturas de este domingo no sirve juzgar a los posibles violentos, o a los deshonestos, o a los corruptos. Lo que debemos hacer es reflexionar por si en nuestro corazón se alberga alguna semilla por la que puedan crecer la envidia, los celos, el mal querer. También es posible que uno sea objeto de injusticias y de maltrato. En este caso la mirada a Jesús libera de la opresión, y un secreto para superar el acoso es la oración: “Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder. Oh Dios, escucha mi súplica, atiende a mis palabras”.
En la vida diaria, las cosas pueden comenzar por un gesto o una acción pequeña, pero que esconde rivalidad, y si se deja crecer el sentimiento, acaba agigantándose hasta hacerse imposible la convivencia. ¡Cuántas familias se rompen por no saber atajar el primer sentimiento contrario al amor, al perdón y a la comprensión!
Nos escandalizamos por las estrategias de los que violan los derechos humanos, y es bueno ser críticos con quienes utilizan el poder para someter a los más débiles. Pero es muy importante tener la objetividad evangélica, no sea que denunciemos la paja en el ojo ajeno y llevemos la viga en el nuestro, como dice Jesús.
Hoy son necesarios todos los esfuerzos para no sucumbir en el revanchismo, en el odio que rompe y quiebra la convivencia. Que al ver los efectos de estas actitudes en la vida de Jesús, andemos avisados y nos convirtamos en antídotos contra toda violencia, maledicencia e intriga.
Como reacción ante el paisaje violento, el Evangelio nos propone el ejemplo de los niños. -«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: -«El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
Padre Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione), Santo
Memoria Litúrgica, 23 de septiembre
Un humilde fraile que ora
Martirologio Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados, terminando en este día su peregrinación terrena y configurándose con Cristo crucificado († 1968)
Fecha de beatificación: 2 de mayo de 1999 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de junio de 2002 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
“En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6, 14).
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la graciaque Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.
Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento de la Confirmación y la Primera Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22 del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.
Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910 en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916. En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía.
El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5de mayo de 1956.
Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas; la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a ellos.
Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios.
Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad.
Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones en su servicio sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación. Ante acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el juicio de Dios, de sus directores espírituales y de la propia conciencia.
Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a tanta admiración del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente en los últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años de edad. Sus funerales se caracterizaron por una extraordinaria concurrencia de personas.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su muerte, Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era un sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al bien de las almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de mila-gros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial extendido por todo el mundo y en toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización. Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre de 1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990). El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del 21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino de Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997.
El 30 de abril de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos, el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente, en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y obispos, miembros del Dicasterio y el 21 de diciembre de 1998 se promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.
El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta litúrgica.
Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la archidiócesis de Manfredonia?Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del 2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001 tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II, se ha promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del 2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización.
Acoger y servir; XXV Domingo Ordinario
No faltan hermosos crucifijos en nuestra casa, pero no hemos aprendido la lógica del crucificado.
Lecturas:
Sabiduría 2, 12. 17-20: “Condenemos al justo a una muerte ignominiosa”
Salmo 53: “El Señor es quien me ayuda”.
Santiago 3, 16-4, 3: “Los pacíficos siembran la paz y cosechan frutos de justicia”.
San Marcos 9, 30-37: “El Hijo del hombre va a ser entregado.- Si alguno quiere ser el primero, que sea el servidor de todos”.
Ante la ola de corrupción, violencia, crímenes y luchas despiadadas, Don Hiram afirma: “Es la enfermedad que tiene su orgien en el virus de la triple P” “¿El virus de la triple P?”, pregunta alguien con cara de interrogación. “Sí, contesta él con aplomo, es el virus del poder, del poseer y del placer. Es peligroso y de muy fácil contagio, es casi mortal y contra él hay muy pocas defensas. Acaba con las comunidades, con los amigos y a hasta con las familias. Es peligrosísimo”
Jesús previene y ofrece soluciones para esta enfermedad de nuestro tiempo. Pero quizás a nosotros nos pasa lo que a sus discípulos. Mientras Jesús está anunciado que se entregará en manos de los hombres, que su amor y servicio lo llevará hasta la muerte, pero que habrá resurrección, sus discípulos, los que más se han empapado de su doctrina y enseñanzas, los que ha visto su ejemplo, ¡vienen peleando por los primeros lugares! Así son de contrastantes los caminos de Dios y los caminos del hombre. Hoy también, aunque parece que estamos cerca de Jesús, caemos en la tentación de arrebatar y pleitear por los primeros lugares. Así “el Hombre de la Cruz” continúa siendo condenado a “una muerte” infame. Su presencia y sus palabras son motivo de embarazo y desconcierto para quien pretende tener un campo libre para sus propias operaciones no tan transparentes. Los dueños del poder, del saber y del haber, los promotores de instrumentos de la muerte, los adictos al mercado del sexo y el éxito, no soportan ninguna crítica ni cuestionamiento.
San Marcos lo plantea de una forma muy elocuente, como si fueran dos caminos diversos: Cristo va explicando que tendrá que ser entregado a la cruz, en cambio los discípulos“ no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones”. La incomprensión al mensaje de Jesús continúa a través de toda la historia. Y también hoy debemos reconocer que no hemos entendido estas palabras, y lo más triste es que también nosotros tenemos miedo pedir explicaciones que nos comprometan.
Es cierto que hemos llenado de cruces las cimas de las montañas, es cierto que no faltan hermosos crucifijos en nuestros lugares, pero no podemos decir que hemos aprendido la lógica del crucificado. Las discusiones por los primeros lugares, las luchas y los celos, las envidias y las zancadillas, son elementos que aparecen en nuestras comunidades. Es el arma de los políticos para ganar los votos, es táctica de las grandes empresas, es el camino que siguen muchos para salir adelante: derribar al hermano para pasar sobre él. Cristo trastoca los esquemas de la sociedad, siempre dispuesta a encumbrar al primero y despreciar al último, en virtud de la vanidad, del orgullo y de la ambición. La exigencia de ser el último y el servidor de todos, contradice ciertamente la historia de la convivencia humana pero es el ejemplo de Jesús. Acoger y servir a Dios, pertenecer a la comunidad de Jesús, implica acoger y servir al último, al que no cuenta. Es la opción por los pobres el criterio para sabernos discípulos de Jesús.
De repente en algún negocio o firma comercial escuchamos estas acogedoras palabras: “Estamos a sus órdenes, servirle es nuestro gusto…” O bien, en las campañas políticas los candidatos siempre se postulan para “servir al pueblo”. Pero para ellos tiene significado distinto. Se entra en un plan de comercialización y se obliga a los pequeños a ser los servidores del poderoso, servir de tapete que se pisa, se les utiliza en aras de una ganancia mejor. Cuando Cristo nos dice: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Lo dice en serio, no es apariencia, ni negocio. No es el servilismo que se exige a los que tienen menos para que puedan ganarse unos cuantos pesos. El servicio es un impulso vital de toda comunidad cristiana. El verdadero discípulo mira a Jesús, lo contempla sirviendo con toda libertad, llevando su servicio hasta la radicalidad de dar la vida, y decide seguir su ejemplo. No es una persona que “presta servicios”, sino que hace de si mismo un entrega generosa en búsqueda del bien integral de la persona, del crecimiento de la comunidad y del surgimiento del Reino.
Los discípulos de Jesús no acertaban a entender su comportamiento, pero finalmente se dejan cuestionar. Hoy también nosotros tendremos que dejarnos interpelar y revisar por Jesús. Dejar que, con su mirada amorosa, mire nuestro interior, que nos analice, nos impulse a tomar esta nueva vida. Quizás debemos revisar a cuántos pequeños y desamparados recibimos en nuestra casa, quiénes son nuestros amigos, en quién tenemos confianza y cuáles son nuestros proyectos ¿Estamos en el camino de Jesús? Revisemos también esa especie de cobranza que vamos pasando a todos los que están cerca de nosotros. Miremos si somos generosos o estamos exigiendo pagos, directos o indirectos, a Dios, a los amigos, a la familia, a los desconocidos, a amigos y enemigos. Intentemos vivir hoy haciendo nuestras obras “gratis”. ¿Nos parecemos a Jesús en nuestra forma de servir?
Dios nuestro, que en el amor a ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda tu ley, concédenos descubrirte, amarte y servirte en nuestros hermanos para que podamos alcanzar la vida eterna. Amén.
CON EL ACUERDO CON CHINA, COMO UN NUEVO MATEO RICCI, ALCANZA LA ÚLTIMA FRONTERA DEL CATOLICISMO
Francisco derriba el muro de bambú
Bergoglio lleva Asia en su corazón desde que Arrupe no le permitió convertirse en misionero
José Manuel Vidal, 23 de septiembre de 2018 a las 12:49
Con el acuerdo con China, como un nuevo Mateo Ricci, alcanza la última frontera del catolicismoAgencias
Cuando algunos rigoristas (incluidos ciertos cardenales y obispos) critican a Francisco y amenazan con un cisma, el Papa suelda y une afectiva y efectivamente a las dos Iglesias católicas chinas, hasta ahora separadas
- Dos siglos de relaciones entre China y la Santa Sede
- Histórico: El Vaticano y China alcanzan un acuerdo para la designación conjunta de obispos
(José Manuel Vidal).- Si Juan Pablo II derribó el telón de acero, Francisco ha comenzado a hacer lo mismo con el telón de bambú. Con un histórico acuerdo con el régimen comunista chino, el Papa, cual nuevo Mateo Ricci (el evangelizador jesuita de la China), vuelve a abrir la puerta del gigante asiático. Es la última frontera del catolicismo. Si Wojtyla pasó a la historia como el Papa que propició la caída del Muro, Bergoglio tiene ya asegurado su puesto en la misma página por haber abierto la puerta china sin aspavientos, con su receta de la misericordia y del diálogo por bandera. El Vaticano tenía dos asignaturas pendientes: China y Moscú.Francisco acaba de aprobar la primera y puede cursar próximamente la de la visita a la 'tercera Roma'. Con lo que su puesto en los libros de historia sería doble. El acuerdo que el Papa ha conseguido con el régimen chino es marcadamente pastoral, pero a nadie se la escapa que esconde un profundo sentido político-religioso. En cualquier caso, un primer paso. Porque con la China ése es el método: el paso a paso. En esencia, se trata de que Roma reconoce a 7 obispos de la Iglesia patriótica china (brazo religioso del partido comunista), designados unilateralmente. Por su parte, el Gobierno chino reconoce oficialmente y deja de perseguir y encarcelar a los 20 obispos 'clandestinos', es decir los que son fieles a la Iglesia de Roma y fueron consagrados con el 'placet' de las autoridades vaticanas.
Además, a partir de ahora, los nuevos obispos serán elegidos de común acuerdo entre las dos partes, pero teniendo Roma la última palabra. Un acuerdo mucho más ventajoso y que deja mayor libertad a la Iglesia que, por ejemplo, el que mantuvo con al régimen de Franco, que éste sí tenía derecho a veto. China, en cambio, simplemente supervisará las listas de episcopables que lleguen a Roma, pero no podrá oponerse a los nombramientos episcopales vaticanos.
Una simple cuestión pastoral, pero que encierra un profundo simbolismo para la Iglesia. Por un lado, garantiza la no injerencia del Estado chino en los asuntos internos de la institución. Pero, sobre todo, escenifica hacia adentro y hacia afuera la comunión eclesial.
Cuando algunos rigoristas (incluidos ciertos cardenales y obispos) critican a Francisco y amenazan con un cisma, el Papa suelda y une afectiva y efectivamente a las dos Iglesias católicas chinas, hasta ahora separadas: la patriótica, dependiente del régimen, y la vaticana, que mira a Roma. En total, 7 obispos patrióticos y 20 'vaticanos', para una comunidad de entre 10 y 12 millones, que representan tan sólo el 1% del inmenso océano poblacional chino.
Nadie duda de que, después de este primer paso, vendrán otros. Entre ellos, la reanudación de las relaciones diplomáticas, interrumpidas tras la revolución de Mao, y una probable y próxima visita del Papa a Pekín.
Se abre para Roma el último país que tenía cerrado a cal y canto. Y no es un país cualquiera, sino la gran potencia mundial y asiática. Con su apertura, Francisco lanza a su Iglesia a la conquista de la última frontera, la del Asia.
Y Bergoglio cumple uno de sus sueños más queridos. "Usted no es tan santo como para convertirse en misionero". Así contesta el General de los Jesuitas, Pedro Arrupe, al entonces joven Jorge Mario Bergoglio, que le suplica que lo mande de misionero a Asia. Al instante, quizás para suavizar la negativa, el Prepósito vasco añade: "Usted tuvo una enfermedad de pulmón; eso no es bueno para un trabajo tan duro". Era el año 1965. Arrupe visitaba Argentina y Bergoglio tenía 29 años, y era "maestrillo", la etapa de dos años en la que los seminaristas jesuitas interrumpen sus estudios para dedicarse a dar clases en algún colegio de la orden.
Desde entonces (y desde mucho antes), Bergoglio lleva Asia en su corazón. Fue su sueño juvenil, truncado por la enfermedad. Un sueño compartido con otros muchos jesuitas. Porque Asia forma parte del adn de la Compañía. Desde nuestro Francisco Javier hasta Matteo Ricci, el continente asiático funcionó como un imán seductor para oleadas sucesivas de "compañeros de Jesús".
Matteo Ricci
Era y sigue siendo la última frontera del catolicismo. El continente religioso por antonomasia, cuna de las más antiguas y mayores religiones de la humanidad, que parecía y sigue pareciendo impermeable a la fe cristiana. De hecho, todavía hoy, el catolicismo representa sólo al 3% de los asiáticos. Una gota en el mar.
El cristianismo, que conformo Occidente desde Constantino en adelante, es visto en Asia como una religión "moderna", extranjera (a pesar de haber nacido también en el Asia Menor), sin arraigo entre ellos, con una doctrina y unos ritos muy alejados de su sensibilidad religiosa ancestral. A esta impermeabilidad cuasi natural de Asia al cristianismo, hay que sumar los errores cometidos por la propia Roma.
Hubo un momento en que la enorme China estuvo a punto de ofrecer carta de ciudadanía al catolicismo inculturado de Matteo Ricci, pero Roma tachó los sabios intentos del jesuita de "herejías" y "supersticiones". Y como tales, los mantuvo hasta 1939, cuando, por voluntad de Pío XII, un decreto de Propaganda Fide rehabilitó el método jesuita. Como casi siempre, con siglos de retraso y un daño inmenso a la expansión de la fe católica. De hecho, la única nación asiática mayoritariamente católica es Filipinas. En todas las demás (incluida la inmensa China), el catolicismo es residual.
Pero al Francisco desde siempre apasionado por Asia le encantan los retos. Le gustan las fronteras y las periferias, como repite con palabras y hechos. Al Papa Benedicto es un enamorado de la esfera, en la que cada punto de la superficie es equidistante del centro romano. De ahí su eurocentrismo teórico y práxico. Ratzinger siempre pensó que, si el catolicismo volvía a conquistar la cultura y la intelectualidad europeas, el efecto contagio llegaría a todas partes de la mano de la potencia intelectual de Europa.
A Francisco, en cambio, le encanta el poliedro, en el que cada cara es original y encierra diversas potencialidades. Asia en general y China en concreto son, para el Papa Bergoglio, la cara del poliedro que precisamente Matteo Ricci llamaba "el fin del mundo". Francisco empieza a escribir el futuro asiático de su Iglesia.
EL PAPA RECUERDA A LA COMUNIDAD JUDÍA ANTES DE VISITAR EL MONUMENTO A LAS VÍCTIMAS DEL GUETO EN VILNA
El Papa denuncia los "cantos de sirena" que se esconden detrás de los "rebrotes" de xenofobia
"Si permitiéramos que el Evangelio llegara a lo hondo de nuestras vidas, sería realidad la globalización de la solidaridad"
Jesús Bastante, 23 de septiembre de 2018 a las 11:00
El Papa recuerda a la comunidad judía antes de visitar el Monumento a las Víctimas del Gueto en VilnaOsservatore Romano
El impío busca someter a los más frágiles, usar la fuerza en cualquiera de sus formas: imponer un modo de pensar, una ideología, un discurso dominante
(Jesús Bastante).- Tras la multitudinaria misa en Kaunas, Francisco quiso recordar, en el Angelus, a las víctimas de la "destrucción definitiva del Gueto de Vilna", de cuyo horror se cumplen 75 años, y en cuyo Monumento rezará esta tarde el Papa.
Los justos siempre son perseguidos por los ímpios, señaló Francisco. "El impío tiene la pretensión de creer que su fuerza es la norma de la justicia", busca "someter a los más frágiles, usar la fuerza en cualquiera de sus formas: imponer un modo de pensar, una ideología, un discurso dominante, usar la violencia o represión para doblegar a quienes simplemente, con su hacer cotidiano honesto, sencillo, trabajador y solidario, expresan que es posible otro mundo, otra sociedad".
"En el impío, el mal siempre intenta aniquilar el bien", denunció el Papa, quien recordó el "aniquilamiento de miles de hebreos" en Lituania a manos de los nazis. "El pueblo judío pasó por ultrajes y tormentos. Hagamos memoria de aquellos tiempos, y pidamos al Señor que nos dé el don del discernimiento para detectar a tiempo cualquier rebrote de esa perniciosa actitud, cualquier aire que enrarezca el corazón de las generaciones que no han vivido aquello y que a veces pueden correr tras esos cantos de sirena".
Museo de las Víctimas del Genocidio en Vilna
Así, el Papa advirtió de la tentación del afán de la primacía. "Cuántas veces ha sucedido que un pueblo se crea superior, con más derechos adquiridos, con más privilegios por preservar o conquistar". ¿Cuál es el antídoto? "Hacerse el último de todos y el servidor de todos; estar allí donde nadie quiere ir, donde nada llega, en lo más distante de las periferias; y sirviendo, generando encuentro con los últimos, con los descartados".
"Si el poder se decidiera por eso, si permitiéramos que el Evangelio de Jesucristo llegara a lo hondo de nuestras vidas, entonces sí sería una realidad la globalización de la solidaridad", soñó Bergoglio, quien rogó a la Virgen que "nos ayude a plantar la cruz de nuestro servicio, de nuestra entrega allí donde nos necesitan, en la colina donde habitan los últimos, donde es preciso la atención delicada a los excluidos, a las minorías, para que alejemos de nuestros ambientes y de nuestras culturas la posibilidad deaniquilar al otro, de marginar, de seguir descartando a quien nos molesta y amenaza nuestras comodidades".
Tras el rezo de Angelus, y después de agradecer la preparación y acogida en este país, el Papa puso su pensamiento "en la comunidad judía", anunciando su visita para rezar delante del Monumento a las Víctimas del Gueto en Vilna, en el 75 aniversario de su destrucción. "Que el Altísimo bendiga el diálogo y el compromiso común por la justicia y la paz".
#PopeInBaltics Pope Francis called young people to take responsibilities in his homily in #kaunas
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Angelus
Queridos hermanos y hermanas: El libro de la Sabiduría que hemos escuchado en la primera lectura nos habla del justo perseguido, de aquel cuya "sola presencia" molesta a los impíos. El impío es descrito como el que oprime al pobre, no tiene compasión de la viuda ni respeta al anciano (cf. 2,17-20). El impío tiene la pretensión de creer que su "fuerza es la norma de la justicia". Someter a los más frágiles, usar la fuerza en cualquiera de sus formas: imponer un modo de pensar, una ideología, un discurso dominante, usar la violencia o represión para doblegar a quienes simplemente, con su hacer cotidiano honesto, sencillo, trabajador y solidario, expresan que es posible otro mundo, otra sociedad. Al impío no le alcanza con hacer lo que quiere, dejarse llevar por sus caprichos; no quiere que los otros, haciendo el bien, dejen en evidencia su modo de actuar. En el impío, el mal siempre intenta aniquilar el bien. Hace 75 años, esta nación presenciaba la destrucción definitiva del Gueto de Vilnia; así culminaba el aniquilamiento de miles de hebreos que ya había comenzado dos años antes. Al igual que se lee en el libro de la Sabiduría, el pueblo judío pasó por ultrajes y tormentos. Hagamos memoria de aquellos tiempos, y pidamos al Señor que nos dé el don del discernimiento para detectar a tiempo cualquier rebrote de esa perniciosa actitud, cualquier aire que enrarezca el corazón de las generaciones que no han vivido aquello y que a veces pueden correr tras esos cantos de sirena. Jesús en el Evangelio nos recuerda una tentación sobre la que tendremos que vigilar con insistencia: el afán de primacía, de sobresalir por encima de los demás, que puede anidar en todo corazón humano. Cuántas veces ha sucedido que un pueblo se crea superior, con más derechos adquiridos, con más privilegios por preservar o conquistar. ¿Cuál es el antídoto que propone Jesús cuando aparece esa pulsión en nuestro corazón o en el latir de una sociedad o un país? Hacerse el último de todos y el servidor de todos; estar allí donde nadie quiere ir, donde nada llega, en lo más distante de las periferias; y sirviendo, generando encuentro con los últimos, con los descartados. Si el poder se decidiera por eso, si permitiéramos que el Evangelio de Jesucristo llegara a lo hondo de nuestras vidas, entonces sí sería una realidad la "globalización de la solidaridad". «Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos "mutuamente a llevar las cargas" (Ga 6,2)» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67). Aquí en Lituania está la colina de las cruces, donde millares de personas, a lo largo de los siglos, han plantado el signo de la cruz. Los invito a que, al rezar el Ángelus, le pidamos a María que nos ayude a plantar la cruz de nuestro servicio, de nuestra entrega allí donde nos necesitan, en la colina donde habitan los últimos, donde es preciso la atención delicada a los excluidos, a las minorías, para que alejemos de nuestros ambientes y de nuestras culturas la posibilidad de aniquilar al otro, de marginar, de seguir descartando a quien nos molesta y amenaza nuestras comodidades. Jesús pone en medio a un pequeño, lo pone a la misma distancia de todos, para que todos nos sintamos desafiados a dar una respuesta. Al recordar el "sí" de María, pidámosle que haga nuestro "sí" generoso y fecundo como el suyo.
Palabras tras el Angelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Deseo aprovechar esta ocasión para agradecer a la señora Presidenta de la República y a las demás autoridades de Lituania, así como a los obispos y sus colaboradores, por la preparación de esta visita; extiendo también mi agradecimiento a todos los que de tantos modos han dado su contribución, incluso con la oración.
Pienso en modo particular durante estos días a la comunidad judía. Esta tarde rezaré delante del Monumento a las Víctimas del Gueto en Vilna, en el 75 aniversario de su destrucción. Que el Altísimo bendiga el diálogo y el compromiso común por la justicia y la paz.
OSSERVATORE ROMANO ANALIZA LAS TENSIONES Y ACUERDOS ENTRE ROMA Y PEKÍN
Dos siglos de relaciones entre China y la Santa Sede
En los últimos años, los contactos se han multiplicado y los canales de comunicación parecen más estables y efectivos
Osservatore Romano, 23 de septiembre de 2018 a las 09:51
ChinaYT
En enero de 1951, se estableció la Oficina de Asuntos Religiosos. Después de una violenta campaña de prensa, el internuncio Riberi se vio obligado a abandonar el país
(Osservatore Romano).- La fecha del 22 de septiembre está evidentemente destinada a entrar en la historia: por la firma, en Pekín, de un acuerdo provisional sobre el nombramiento de los obispos entre China y la Santa Sede preparado desde hace décadas después de largas y pacientes negociaciones, mientras el Papa inicia su visita en los Países Bálticos. Tras la primera guerra del opio (1839-1842), en el marco de la debilidad del imperio chino y la afirmación del poder político, militar y económico de las potencias occidentales en China con los llamados tratados "desiguales", se estableció el protectorado francés en las misiones de la Iglesia Católica, para católicos extranjeros y nativos. El vínculo con Francia (para los católicos, y de manera similar con otras naciones para otras confesiones cristianas) refuerza la idea del cristianismo como religión extranjera en gran parte de la sociedad china y consecuentemente atrae el odio xenófobo hacia los cristianos. La Santa Sede, por su parte, es consciente de la necesidad de formar un clero indígena, y desde mediados del siglo XIX se comienza a hablar sobre el tema de las relaciones con China. Durante el pontificado de León XIII por una iniciativa china en 1886, se intentó establecer "relaciones amistosas". Pero el Papa se niega a enviar un nuncio debido a la oposición del gobierno francés y por temor a las reacciones negativas de los católicos franceses.
Sin embargo, cada vez está más claro que el protectorado condiciona a la Iglesia. En 1900-1901 la explosión xenófoba de la revolución de los Boxer Rebellion, durante la cual unos treinta mil católicos fueron asesinados, por un lado, muestra la necesidad de la protección dada la falta de fiabilidad del gobierno chino de esa época, por el otro, confirma que los protectorados occidentales convierten el cristianismo impopular para muchos chinos. En 1912, el imperio terminó y se produjo el advenimiento de la República de China.
Benedicto XV y las misiones
El pontificado de Benedicto XV mostró gran visión sobre el tema de las misiones y una conciencia clara de la necesidad de superar las condiciones o condicionamientos de la Iglesia en la época colonial, y en este punto de vista, China tiene un lugar decisivo: el cristianismo no debe ser percibido como una religión extranjera. La carta apostólica Maximum illud de 30 de noviembre de 1919, considerada la carta magna del nuevo curso de las misiones, se procesa principalmente en base a la experiencia china. Beijing vuelve a tomar la iniciativa de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Roma respondió positivamente y tiene la intención de hacer valer su derecho a establecerlo también con las naciones no cristianas, pero Francia presiona esta vez a Beiijing (no más a la Santa Sede, con la que en ese momento había roto sus relaciones diplomáticas, que serán restauradas en 1921) y se pospone.
Pío XI procede con gran decisión sobre la línea trazada por su predecesor. En 1922 envió a Monseñor Celso Costantini como el primer delegado apostólico en China. Quien se libra de cualquier protección europea, celebra en 1924 el consejo de Shanghai y prepara las primeras órdenes de seis obispos chinos, que tendrán lugar en Roma personalmente por Pío XI 28 de octubre de 1926, como una clara demostración de la voluntad de crear una Iglesia local en China. Costantini también hizo varios intentos de establecer relaciones diplomáticas, sin éxito, y en 1933 regresó a Roma, donde será secretario de Propaganda Fide, pero este periodo representa un gran progreso en la inculturación y permitirá en 1939 en el archivo oficial definitivo de centenaria controversia de los ritos chinos, que en siglos anteriores había pesado de manera negativa en la historia de la Iglesia católica en el país.
La situación política en China es extremadamente turbulenta (invasión japonesa, ascenso del partido comunista, conflicto interno) y finalmente estalla la Segunda Guerra Mundial. Pero el pontificado de Pío XII continúa en la misma línea que la Iglesia en China y las relaciones diplomáticas con la República de China. En 1942 hubo la abolición definitiva de los tratados "desiguales" y, por lo tanto, del protectorado francés. En el mismo año se anunciaron las relaciones diplomáticas entre China y la Santa Sede. Después del final de la guerra mundial, el primer cardenal chino fue creado a principios de 1946, el verbita Thomas Tien Ken-sin. También en 1946 se estableció la jerarquía episcopal en China, de acuerdo con la estructura aún indicada en el Anuario Pontificio, que incluye 20 arquidiócesis, 85 diócesis y 34 prefecturas apostólicas.
Años difíciles
En 1946, Monseñor Antonio Riberi fue acreditado como internuncio ante el gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek en Nanjing. Cuando el nuevo régimen entra a gobernar en 1949, el representante pontificio no se trasladó a Taiwán con el gobierno anterior, sino que permaneció en el continente e invitó a los misioneros extranjeros a quedarse. Mao Zedong toma el poder y se funda la República Popular de China. El 1 de julio de 1949, el Santo Oficio condena el comunismo: teniendo como objetivo la situación europea, pero la condena tiene un valor general y muestra así la posición de la Iglesia respecto de la ideología del nuevo régimen. En los primeros años de la nueva república, la situación del país se desarrolló de una manera muy compleja: la guerra de Corea, la reforma agraria, el plan quinquenal. En cuanto al tema religioso, en 1950 se lanzó el Movimiento de reforma de las tres autonomías (autogobierno, autopromoción financiera, autodifusión), con cierto éxito entre los protestantes, pero no entre los católicos. En enero de 1951, se estableció la Oficina de Asuntos Religiosos. Después de una violenta campaña de prensa, el internuncio Riberi se vio obligado a abandonar el país el 5 de septiembre de 1951. Incluso los misioneros católicos extranjeros entre 1951 y 1954 fueron expulsados casi todos. Pío XII con la carta apostólica Cupimus imprimis (1952) responde al Movimiento de las Tres Autonomías. Esto de hecho falla con respecto a la Iglesia Católica, y se lanza un nuevo movimiento antiimperialista de amor por la patria y la religión. Con la encíclica Ad Sinarum gentem (1954), Pío XII condenó el "movimiento patriótico" en cualquier forma, y en comparación con el documento anterior es un rechazo más explícito y articulado. En 1955, el obispo de Shanghai, Ignatius Gong Pinmei, y muchos otros fueron arrestados. Al mismo tiempo, otros católicos se inscriben y aceptan participar en la vida política. En 1956-1957, Mao Zedong lanzó la campaña de cien flores para mejorar la relación entre el poder y las masas. De este modo, se logra la liberación de los católicos detenidos y una breve mejora en el clima. En este contexto, la Asociación Patriótica de Católicos Chinos fue fundada en 1957 se funda la Asociación patriótica de los católicos chinos y se llevan a cabo las primeras ordenaciones episcopales sin un mandato pontificio. Así comienza el llamado "catolicismo oficial". Para octubre de 1958, más de 20 obispos serán ordenados de esta manera. Con la encíclica Ad apostolorum principis (1958), Pío XII reivindica el patriotismo de los católicos chinos, pero rechaza la Asociación Patriótica. En cuanto a las ordenaciones sin un mandato pontificio, queda claro que son ilegítimas, pero válidas.
Juan XXIII y el Concilio Vaticano II
Juan XXIII, en los primeros días de su pontificado, al referirse a la situación china habla de "cisma", pero su actitud pronto cambia. Entre finales de 1958 y principios de 1960 una mayor reflexión de hecho conduce a la convicción de que no hay que hablar de "cisma", ya que hay voluntad cismática de parte del clero chino.
El contexto chino en 1959-1960 es complejo: falla el Gran Salto llevado adelante lanzado en 1958 por Mao que tiene que renunciar a la presidencia del estado, hay un levantamiento en el Tíbet, entre China y la Unión Soviética se lleva a cabo la ruptura y se acentúa la línea política antiamericana. En 1960, se llevó a cabo el juicio público contra los obispos Gong Pinmei (condenado a cadena perpetua) y James Edward Walsh (misionero estadounidense, que seguía siendo el único obispo extranjero en China). En enero de 1962, la Asociación Patriótica, en su segundo congreso, insiste con tonos muy duros sobre una Iglesia totalmente independiente de Roma. Juan XXIII planea invitar a los obispos chinos de la República Popular al concilio, pero renuncia. El trabajo del Vaticano II contará con la presencia de 60 obispos exiliados de China continental, incluidos 49 extranjeros.
El pontificado de Pablo VI coincide en gran medida con los dramáticos años de la Revolución Cultural y el momento en que los países occidentales y la Organización de las Naciones Unidas reconocen la República Popular de China y no de Taiwán (República de China), que en cambio la Santa Sede continúa reconociendo. En 1970, durante el gran viaje a Asia y Oceanía, Pablo VI visitó Hong Kong, el primer y único Papa en llegar a China continental.
En 1966, Mao Zedong inició la Revolución Cultural. Esto significará la prohibición de toda actividad religiosa, el cierre de todos los lugares de culto, la prohibición de la práctica religiosa. Los miembros de las Asociaciones Patrióticas también se verán severamente afectados. El 9 de septiembre de 1976 fallece Mao, a su muerte le siguen el arresto y el proceso de la llamada "banda de los cuatro", y así el final de la Revolución Cultural.
Juan Pablo II y los primeros signos de apertura
El comienzo del pontificado de Juan Pablo II en 1978 coincide prácticamente con el ascenso y las reformas de Deng Xiaoping. En 1979 hubo los primeros signos de apertura en el campo religioso. En 1980 vuelven a abrir algunas iglesias en diferentes ciudades. La Oficina de Asuntos Religiosos se reconstituye, al igual que las cinco Asociaciones Patrióticas religiosas, que celebran sus congresos nacionales. El de la Asociación Patriótica Católica es el tercero, seguido de una conferencia de representantes. Esto a su vez crea un colegio de obispos chinos, que nunca ha sido reconocido por Roma. A principios de los años ochenta, obispos y sacerdotes internados fueron liberados.
El 18 de febrero de 1981, desde Manila, Juan Pablo II saludó a todos los católicos de China. Pero en junio hay acusaciones de interferencia en el Vaticano por el reconocimiento de Monseñor Deng Yiming como arzobispo de Cantón. El obispo de Baoding ordena tres obispos sin consultar a la Santa Sede. El cardenal Agnelo Rossi, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, autoriza el 12 de diciembre de 1981 a los obispos chinos legítimos y fieles a la Santa Sede "para ordenar a otros obispos, si es necesario, sin previa autorización de Roma. Este privilegio (ya concedido en el pasado por los países europeos bajo el régimen comunista), permitirá que se hagan abusos y se agudizarán los contrastes entre "clandestino" y "oficial" o "patriótico".
En 1982, en el duodécimo congreso del Partido Comunista se hace circular el documento número 19 sobre el control de las cinco religiones reconocidas oficialmente (budismo, el taoísmo, el islam, el protestantismo, el catolicismo). En la nueva constitución, el artículo 36 establece que "ninguna realidad religiosa en China puede controlarse desde el exterior". Sin embargo, en el mismo año hay una reanudación de varias actividades de la Iglesia. El jesuita Aloysius Jin Luxian puede reabrir el seminario de Sheshan después de que, por tres decenios, la Iglesia hubiera quedado sin estructuras formativas. Entonces, al final de la década, se ordenará a unos doscientos nuevos sacerdotes. Se devuelven varios bienes confiscados y gradualmente se abren conventos de monjas, actividades caritativas y formativas.
Nuevas dificultades entre Santa Sede y China
Los contactos con la Iglesia en China también se multiplican por conferencias episcopales e instituciones católicas en otros países. Pero si como hay ambigüedades y tensiones en las relaciones con la Asociación Patriótica y sus miembros, en 1988, el cardenal Josef Tomko, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, envía a las conferencias episcopales indicaciones, ocho puntos, sobre la relación entre " "clandestino" y "patriótico" que serán muy dicutidas. Desde 1989, con los hechos de Tiananmen y la crisis del comunismo en Europa, crece la desconfianza china hacia Juan Pablo II, que crea mientras tanto cardenal a Gong Pin-mei, que desde 1988 tiene permiso para sanar su salud en los Estados Unidos. En la década de los noventa, la política gubernamental tradicional de control religioso continuó.
Sin embargo, después del final de la Revolución Cultural, muchos obispos "patrióticos" en la nueva situación han solicitado por canales reservados el reconocimiento de Roma y lo han obtenido. Por lo tanto, la idea de una posible Iglesia "cismática" es definitiva. En enero de 2007, la declaración final de la reunión del Vaticano de una comisión sobre China declarará que "casi todos los obispos y sacerdotes están en comunión con Roma". Esto muestra un cambio muy importante en la situación, desarrollada a lo largo del tiempo. En la Iglesia en China, sobresalen las figuras de grandes pastores reconocidos por el gobierno y, al mismo tiempo en comunión con Roma, como el obispo de Shanghai, Aloysius Jin Luxian.
En 2000, se experimentan nuevas dificultades en las relaciones entre China y la Santa Sede, especialmente para las ordenaciones de nuevos obispos ilegítimos en China y en Roma para la canonización de 120 mártires chinos de la revolución de los boxers el 1 de octubre Día Nacional de la República Popular. Juan Pablo II está muy comprometido con la superación de estas dificultades, en particular con un mensaje de gran resonancia en una conferencia sobre Matteo Ricci (24 de octubre de 2001). El Pontífice se dirige a China, el pueblo chino y sus autoridades, con la mano extendida de la amistad y la estima y el reconocimiento y también de "errores y límites del pasado", que agrega con palabras muy fuertes: "A todo esto Pido perdón y comprensión por cuantos se han sentido, de aluna manera, heridos por estas formas de acción cristiana", y el deseo explícito de "ver pronto instauradas caminos concretos de comunicación y colaboración entre la Santa Sede y la República Popular China". .
En 2005 entra en vigor un nuevo Reglamento para los asuntos religiosos, pero sobre todo se recuerda la declaración apreciativa del Ministerio de Asuntos Exteriores en Pekín con motivo de la muerte de Juan Pablo II, a la que sigue una reanudación de los contactos directos.
Benedicto XVI y su carta a los obispos y sacerdotes
A pesar de los contactos, surgen nuevas tensiones, y en 2006 hay repetidos casos de órdenes "ilícitas" a las que reacciona la Santa Sede. Los contactos se enfrían. Sin embargo, 27 de Mayo, 2007 está publicada la carta más poderosa de Benedicto XVI "a los obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular de China", rica de orientaciones pastorales. El Papa insiste en la unidad de la Iglesia, suprime todas las facultades especiales (por ejemplo, para las ordenaciones "clandestinas" de obispos) y espera el diálogo con las autoridades del gobierno.
El 7 de mayo de 2008 en el Vaticano, en la sala de Pablo VI, hay un concierto excepcional ofrecido a Benedicto XVI por la Orquesta Filarmónica de China de Beijing, con el coro de la Ópera de Shanghai. Es un momento significativo de la denominada diplomacia cultural, que también incluye otras iniciativas, como exposiciones históricas y artísticas (en el Vaticano y en China) y la participación de expertos en conferencias de carácter científico o cultural. Sin embargo, mientras que por algunos años continúan las ordenaciones episcopales con el consentimiento de Roma, entre 2010 y 2011 se llevarán a cabo de nuevo algunas ordenaciones ilícitas que, finalmente, la Santa Sede responde 16 de Julio de 2011 Con una decisión en particular.
Desde el inicio de su pontificado, Francisco manifiesta una atención viva y agradable para el pueblo chino, lo que contribuye a la creación de un nuevo ambiente más relajado, lo que permite la recuperación efectiva del diálogo de la Santa Sede ante las autoridades chinas. Significativos signos de este nuevo clima son los permisos otorgados al avión papal para sobrevolar el territorio chino durante el viaje a Corea y los mensajes enviados por el Pontífice al presidente chino (14 y 18 de agosto de 2014). También es importante la entrevista con el Papa Francisco publicada en "Asia Times" el 2 de febrero de 2016, llena de expresiones de la estima del Papa para el pueblo y la cultura chinos.
En los últimos años, los contactos se han multiplicado y los canales de comunicación parecen más estables y efectivos. En varias ocasiones, algunos órganos de prensa chinos y el Ministerio de Relaciones Exteriores publican declaraciones relativas al Papa Francisco, tanto con motivo de viajes internacionales, como al comentar declaraciones pontificias. El resto es una crónica de estos días.