Los envió de dos en dos

San Pedro de Alcántara

Celebrado El 18 de octubre

San Pedro de Alcántara, religioso presbítero

En la villa de Arenas, en la región española de Castilla, san Pedro de Alcántara, que en España se celebra mañana, día diecinueve.

Pedro Garavita nació en el pueblecito de Alcántara, en Extremadura, en 1499. Su padre, que era abogado, ejercía el cargo de gobernador de la localidad, su madre era de muy buena familia y ambos se distinguían por su piedad y cualidades personales. Pedro empezó los estudios en la escuela del lugar, pero su padre murió antes de que hubiese terminado la filosofía. Su padrastro lé envió más tarde a la Universidad de Salamanca, donde Pedro determinó hacerse franciscano y tomó el hábito en el convento de Manjaretes, situado en las montañas que separan a España de Portugal. Escogió precisamente ese convento por su ardiente espíritu de penitencia, ya que en él se hallaban reunidos los observantes que ansiaban una vida más rigurosa. Durante el noviciado, se le confiaron sucesivamente los oficios de sacristán, refitolero y portero, que desempeñó con gran asiduidad, aunque no siempre con eficacia, pues era un tanto distraído. Por ejemplo, su superior tuvo que reprenderle porque, al cabo de seis meses como refitolero, no había servido ni una sola vez fruta a la comunidad. El joven se excusó diciendo que nunca había encontrado fruta, cuando le hubiese bastado levantar los ojos para ver que del techo del refectorio colgaban enormes racimos. Con el tiempo, la mortificación le hizo perder absolutamente el sentido del gusto; en cierta ocasión, encontró en su plato vinagre salado y lo tomó como si fuese la sopa ordinaria. Su lecho consistía en una piel sobre el suelo; solía emplearlo para arrodillarse a orar una buena parte de la noche y dormía sentado, con la cabeza contra la pared. Sus vigilias constituían el aspecto más notable de sus mortificaciones, de suerte que el pueblo cristiano ha hecho de él el patrono de los guardias y veladores nocturnos. El santo fue reduciendo gradualmente el tiempo de su vigilia para no dañar su salud.

Algunos años después de su profesión, se le envió a fundar un pequeño convento en Badajoz, aunque no tenía más que veintidós años, y no era aún sacerdote. Ejerció el superiorato durante tres años, al cabo de los cuales fue ordenado sacerdote, en 1524. Sus superiores le dedicaron inmediatamente a la predicación y, más tarde, le nombraron sucesivamente guardián de los conventos de Robredillo y de Plasencia. San Pedro precedía a sus súbditos con el ejemplo, observando a la letra los consejos evangélicos; por ejemplo, sólo tenía un hábito, de suerte que cuando lo daba a lavar o a remendar, se retiraba a esperar, desnudo, en un rincón del huerto. Por aquella época, predicó en toda Extremadura, con gran fruto de las almas. Además de su talento natural y de sus conocimientos, Dios le había favorecido con la ciencia infusa y el sentido de las cosas espirituales; estos últimos son dones sobrenaturales que Dios no suele conceder sino a quienes se han ejercitado largamente en la oración y la práctica de las virtudes. La sola presencia del santo era ya una especie de sermón y se dice que le bastaba con presentarse en un sitio para empezar a convertir a los pecadores. Gustaba particularmente de predicar a los pobres, basándose en los textos de los libros de la sabiduría y de los profetas del Antiguo Testamento.

San Pedro se sintió toda su vida atraído por la soledad. Como hubiese rogado a sus superiores que le enviasen a algún monasterio remoto en el que pudiese entregarse a la contemplación, éstos le enviaron al convento de Lapa, que era un sitio muy poco poblado, con el cargo de superior. Allí compuso san Pedro su libro sobre la oración, tan estimado por santa Teresa, fray Luis de Granada, san Francisco de Sales y otros. Es una verdadera obra maestra que ha sido traducida a la mayoría de las lenguas occidentales. San Pedro aprovechó para escribirlo su propia experiencia del amor divino, ya que vivía en continua unión con Dios. Con frecuencia, era arrebatado en éxtasis que duraban largo tiempo y estaban acompañados de otros fenómenos extraordinarios. La fama de San Pedro de Alcántara llegó a oídos del rey Juan III de Portugal, quien le llamó a Lisboa y trató en vano de retenerle allí.

En 1538, el santo fue elegido ministro provincial de los frailes de la estricta observancia de la provincia de San Gabriel, en Extremadura. En el ejercicio de su cargo redactó una regla aún más severa que la ya existente y la propuso, en 1540, en el capítulo general de Plasencia. Como la propuesta encontrase una fuerte oposición, el santo renunció a su cargo y fue a reunirse con fray Martín de Santa María. Dicho fraile, interpretando la regla de San Francisco como un llamamiento a la vida eremítica, construía una ermita en una desolada colina, llamada la Arábida, a orillas del Tajo, en la ribera opuesta a la de Lisboa. San Pedro alentó a fray Martín y sus compañeros y le sugirió varias disposiciones que fueron adoptadas. Los ermitaños iban descalzos, dormían en esteras o al ras del suelo, jamás tomaban carne ni vino y no tenían biblioteca. Poco a poco, varios frailes de España y Portugal se adhirieron a la reforma, y los conventos empezaron a multiplicarse. En la ermita de Palhaes se fundó el noviciado, y san Pedro fue nombrado guardián y maestro de novicios.

El santo estaba muy angustiado a causa de las pruebas por las que la Iglesia atravesaba entonces. Para oponer el dique de la penitencia a la relajación de las costumbres y a las falsas doctrinas, concibió, en 1554, el proyecto de establecer una congregación de frailes de observancia aún más estricta. El provincial de Extremadura no aceptó el proyecto; en cambio, el obispo de Soria acogió la idea con entusiasmo, y san Pedro se retiró con un compañero a dicha diócesis a hacer un ensayo de la nueva vida eremítica. Poco después fue a Roma, viajando descalzo, con el objeto de obtener el apoyo de Julio III. Aunque el ministro general de los observantes veía con malos ojos el proyecto del santo, éste consiguió que el Papa lo pusiera bajo la obediencia del ministro general de los conventuales, y obtuvo permiso para fundar un convento tal como él lo concebía. A su vuelta a España, un amigo suyo construyó en Pedrosa un convento a su gusto. Tales fueron los comienzos de la rama franciscana conocida con el nombre de la Observancia de San Pedro de Alcántara. Las celdas eran muy pequeñas; la mitad de cada una de ellas estaba ocupada por el lecho, que consistía en tres tablas desnudas. La iglesia hacía juego con el resto. Los frailes no podían olvidar que estaban llamados a hacer penitencia, dado que sus celdas parecían más bien sepulcros que habitaciones. Un amigo de san Pedro, que le había ayudado a llevar a cabo la «reforma», se quejó un día de la malicia del mundo. El santo replicó: «El remedio es muy sencillo. El primer paso sería que vos y yo fuésemos lo que deberíamos ser; entonces estaremos en paz con nosotros mismos. Si todos hicieran eso, el mundo sería perfecto. Lo malo es que pensamos en reformar a otros antes de reformarnos a nosotros».

Poco a poco, otros conventos adoptaron la reforma. San Pedro escribió en sus reglas que las celdas no debían tener más de dos metros de largo; que el número de frailes de cada convento no debía pasar de ocho; que los frailes debían andar descalzos, consagrar a la oración mental tres horas diarias y no recibir estipendios por las misas. Igualmente les impuso otras prácticas rigurosas que se acostumbraban en la Arábida. En 1561, la nueva custodia fue elevada a la categoría de provincia con el nombre de San José y el Papa Pío IV la retiró de la jurisdicción de los conventuales y la pasó a la de los observantes (Los «alcantarinos» dejaron de ser un cuerpo diferente en 1897, cuando León XIII reunió las distintas ramas de los observantes). Como suele acontecer en tales casos, la provincia de San Gabriel, a la que San Pedro había pertenecido, no vio con buenos ojos su empresa, y el santo fue tratado de hipócrita, traidor, turbulento y ambicioso por sus antiguos superiores. A esas acusaciones replicó sencillamente: «Padres míos, os ruego que toméis en cuenta la buena intención que me guía en esta empresa; pero, si estáis plenamente convencidos de que no es para la gloria de Dios, haced cuanto podáis por echarla a pique». Efectivamente, los frailes de San Gabriel hicieron cuanto pudieron por echarla a pique, pero la «reforma» siguió ganando terreno a pesar de todo.

En 1560, en el curso de una visita a su provincia, san Pedro de Alcántara pasó por Avila, movido por una orden recibida del cielo. Por entonces, santa Teresa se hallaba todavía en el convento de la Encarnación y atravesaba por un período de ansiedad y escrúpulos, pues muchas personas le habían dicho que era víctima de los engaños del demonio. Una amiga de la santa consiguió permiso para que ésta fuese a pasar una semana en su casa, y allí la visitó san Pedro de Alcántara. Guiado por su propia experiencia en materia de visiones, San Pedro entendió perfectamente el caso de Teresa, disipó sus dudas, le aseguró que sus visiones procedían de Dios y habló en favor de la santa con el confesor de ésta. La autobiografía de santa Teresa nos proporciona muchos datos sobre la vida y milagros de san Pedro de Alcántara, ya que éste le contó muchos detalles de sus cuarenta y siete años de vida religiosa. Santa Teresa escribió: «Me dijo, si mal no recuerdo, que en los últimos cuarenta años no había dormido más de una hora y media por día. Al principio, su mayor mortificación consistía en vencer el sueño, por lo cual tenía que estar siempre de rodillas o de pie [...] En todo ese tiempo, jamás se caló el capuchón, por ardiente que fuese el sol o tupida la lluvia. Siempre iba descalzo y su único vestido era un hábito de tejido muy burdo, tan corto y estrecho como era posible, y un manto de la misma tela; debajo del hábito no llevaba camisa. Me dijo que cuando el frío era muy intenso, acostumbraba quitarse el manto y abrir la puerta y la ventana de su celda para sentir un poco de calor al volverlas a cerrar y al ponerse el manto. Estaba acostumbrado a comer una vez cada tres días y se extrañó de que ello me maravillase, pues decía que era una cuestión de costumbre. Uno de sus compañeros me contó que algunas veces no comía en toda la semana; probablemente eso sucedía cuando estaba en oración, porque solía tener grandes arrebatos y transportes de amor divino, de uno de los cuales yo misma fui testigo. Desde su juventud, había practicado la pobreza con el mismo rigor que la mortificación [...] Cuando yo le conocí era ya muy viejo y su cuerpo estaba tan débil y vacilante, que parecía más bien hecho de raíces y corteza de árbol que de carne. Era un hombre muy amable, pero sólo hablaba cuando le preguntaban algo; respondía con pocas palabras, pero valía la pena oírlas, pues poseía un juicio excelente». Cuando Teresa volvió de Toledo a Avila, en 1562, encontró nuevamente allí a San Pedro de Alcántara, quien consagró la mejor parte de sus últimos meses de vida y las fuerzas que le quedaban, a ayudar a la santa en la fundación de la primera casa de carmelitas reformadas. El éxito de Teresa se debió, en gran parte, a los consejos y al apoyo de san Pedro, quien empleó toda su influencia con el obispo de Ávila y otros personajes.

El santo asistió el 24 de agosto a la primera misa que se celebró en el nuevo convento de San José. En la época turbulenta de las fundaciones, Santa Teresa fue fortalecida y consolada más de una vez por las apariciones de san Pedro de Alcántara, quien ya había muerto para entonces. Según el testimonio de Teresa, citado en el decreto de canonización, san Pedro fue quien más hizo por ayudarla en la empresa de la reforma del Carmelo. La carta que el santo escribió a Teresa acerca de la pobreza absoluta de la nueva fundación, muestra que las dos almas se comprendían perfectamente: «Confieso que me sorprendo de que hayáis pedido el parecer de los hombres de ciencia para una cuestión en la que carecen de competencia. Los litigios y los casos de conciencia son el campo de los canonistas y teólogos; los problemas de la vida de perfección tienen que resolverlos quienes la practican. Nadie puede hablar de lo que no conoce y no toca a los hombres de ciencia determinar si vos o yo hemos de practicar los consejos evangélicos ... Aquél que da el consejo, da también los medios ... Los abusos que se observan en los monasterios que no tienen rentas, proceden no de la pobreza, sino de la falta de deseo de pobreza».

Dos meses después de la inauguración del convento de San José, San Pedro de Alcántara cayó enfermo y fue trasladado al convento de Arenas para que muriese entre sus hermanos. En sus últimos momentos, repitió las palabras del salmista: «Mi alma se regocija porque me han dicho: Iremos a la casa del Señor» (salmo 122,1) En seguida se arrodilló y murió en esa actitud. Santa Teresa escribió: «Después que murió, el Señor ha tenido a bien que me aproveche más que cuando vivía, ya que me ha ayudado y aconsejado en muchos asuntos y Ie he visto frecuentemente en la gloria ... Nuestro Señor me dijo una vez que escucharía cuantas peticiones se le hiciesen en honor de san Pedro de Alcántara. Yo le he encomendado que me obtenga muchas cosas de Nuestro Señor y todas mis peticiones han sido oídas». San Pedro de Alcántara fue canonizado en 1669.

Si se compara la vida de san Pedro de Alcántara con la de otros místicos, como santa Teresa de Avila y san Juan de la Cruz, puede decirse que no ha suscitado ni con mucho el mismo interés. La primera biografía del santo fue impresa en 1615, es decir, cincuenta y tres años después de su muerte. El autor es fray Juan de Santa María. En Acta Sanctorum, oct., vol. VIII, hay una traducción latina, junto con otra biografía más larga publicada en 1669 por fray Lorenzo de San Pablo. En 1667, fray Francisco Marchese publicó en italiano una biografía basada en las deposiciones de los testigos del proceso de canonización; ha sido traducida a muchas lenguas. En el Directorio Franciscano hay una bibliografía sobre el santo más actualizada que ésta del Butler, y allí mismo varios artículos biobibliográficos, como una interesante introducción a sus escritos. El Tratado de la oración y meditación se consigue en una buena transcripción en línea. El cuadro es «Éxtasis de Pedro de Alcántara», de Melchor Pérez Holguín, siglo XVIII, en el Museo Nacional de Arte de Bolivia. 

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Vio la luz hacia 1499 en Alcántara, Cáceres, noble tierra extremeña, cuna de conquistadores. Y habría de emularlos siguiendo los pasos de su santo fundador, Francisco de Asís, arrebatando con sus extraordinarias mortificaciones y disciplinas incontables conversiones. Estaba dotado de una memoria prodigiosa, excepcional inteligencia, y una voluntad invencible, todo lo cual puesto a los pies de Cristo, como hizo él, no podía por menos que revertir en una cascada de bendiciones. Fue un hombre de gran finura de trato, con una potencia taumatúrgica excepcional. El magnetismo de su virtud se desbordaba a su paso inundando los corazones de quienes le escuchaban.

Su padre, gobernador de Alcántara, se ocupó de que recibiese esmerada educación en Salamanca. Allí estudió filosofía y derecho. Rozaba el umbral de la juventud y ya cursaba leyes. De hecho al cumplir los 16 años, había aprobado el primer curso. Espiritualmente sabía lo que quería. Pero el seguimiento tiene siempre un coste: el completo abandono en las manos de Dios. Y cuando se posa en el alma la invitación del Altísimo, ésta puede debatirse entre el temblor de un amor incomparable que le desborda, y la luz aparentemente inextinguible de un mundo que no termina de desvanecerse pugnando por cegarla. En ese estío Pedro se debatía entre dos clásicos caminos, incompatibles entre sí: el mundo y Dios, y tuvo que hacer frente a un abanico de tentaciones que iban y venían sin darle respiro. En esas se encontraba, sosteniendo con firmeza las bridas de la fe, cuando fue en pos de unos religiosos franciscanos descalzos que pasaban por su localidad natal y a los que vio transitar delante de su propia casa. No tuvo que salir a buscarlos siquiera; los tuvo a la mano. Tampoco consultó a sus progenitores; al verlos los siguió, escapándose con ellos.

Profesó en 1515 en el convento de Majarretes, colindante a la localidad de Valencia de Alcántara, cercana a Portugal. La infancia del santo se había caracterizado por su piedad y caridad encarnadas en una oración continua. El convento era un paraíso para alguien como él que iba a penetrar en los anales de la ascética por su celo en conquistar la santidad sin ahorrar sacrificios. Allí pudo dar rienda suelta a su ardiente amor por la Santísima Trinidad y su tierna devoción por María. Sintiéndose arrebatado, y ya signado por favores sobrenaturales, vivía exclusivamente para Dios, ajeno, podría decirse, a toda necesidad y particularidades de este mundo. Todo ello aderezado por sus mortificaciones y durísimas penitencias, que a muchos podrían parecerles inauditas. En su inmolación amorosa llegó un momento en que perdió el sentido del gusto, la tierra era su lecho, un clavo en la pared su almohada, las noches una vigilia de oración, etc. Fue portero, barrendero, cocinero y hortelano. La cocina le dio algunos sinsabores porque se distraía y le reconvenían por ello. Nombrado superior de varios conventos desempeñó esta misión ejemplarmente.

Como predicador no tenía precio. Quienes le oían (buscaba que el auditorio fuese de gente pobre) se convertían, sintiendo que sus palabras procedían directamente del cielo. Era aclamado por obispos, reyes y plebeyos. Buscando la soledad de la oración, fue a Lapa donde escribió un texto sobre la misma. En 1556 en El Pedroso reformó la Orden de «estricta observancia» que fue aprobada por el papa. En 1560 conoció a Teresa de Jesús y la ayudó espiritualmente con su claridad y experiencia para que pudiese dilucidar el trasfondo de las visiones que tenía, poniéndola en contacto, además, con expertos y virtuosos confesores. Su apoyo fue decisivo para que ella pudiera llevar a cabo la reforma carmelitana.

Teresa hizo este impactante retrato de él, que tanto conmueve, máxime cuando procede de la autoridad de una santa como ella: «Me dijo que en los últimos años no había dormido sino unas poquísimas horas cada noche. Que al principio su mayor mortificación consistía en vencer el sueño, por lo cual tenía que pasar la noche de rodillas o de pie. Que en estos 40 años jamás se cubrió la cabeza en los viajes aunque el sol o la lluvia fueran muy fuertes. Siempre iba descalzo y su único vestido era un túnica de tela muy ordinaria. Me dijo que cuando el frío era muy intenso, entonces se quitaba el manto y abría la puerta y la ventana de su habitación, para que luego al cerrarlas y ponerse otra vez el manto lograra sentir un poquito más de calor. Estaba acostumbrado a comer solo cada tres días y se extrañó de que yo me maravillase por eso, pues decía, que eso era cuestión de acostumbrarse uno a no comer. Un compañero suyo me contó que a veces pasaba una semana sin comer, y esto sucedía cuando le llegaban los éxtasis y los días de oración más profunda pues entonces sus sentidos no se daban cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Cuando yo lo conocí ya era muy viejo y su cuerpo estaba tan flaco que parecía más bien hecho de raíces y de cortezas de árbol, que de carne. Era un hombre muy amable, pero solo hablaba cuando le preguntaban algo. Respondía con pocas palabras, pero valía la pena oírlo, porque lo que decía hacía mucho bien…».

Murió el 18 de octubre de 1562 en Arenas de San Pedro, Ávila. Hizo muchos milagros. Se apareció varias veces a Teresa que reconoció haber obtenido por medio de él, cuando se hallaba en la gloria, «enormes favores de Dios». En una de esa ocasiones le confió: «Felices sufrimientos y penitencias en la tierra, que me consiguieron tan grandes premios en el cielo». Gregorio XV lo beatificó el 18 de abril de 1622. Clemente IX lo canonizó el 28 de abril de 1669.

Lucas, Santo

Memoria Litúrgica, 18 de octubre

Evangelista

Martirologio Romano: Fiesta de san Lucas, evangelista, que, según la tradición, nació en Antioquía de familia pagana y fue médico de profesión. Convertido a la fe de Cristo, fue compañero carísimo del apóstol san Pablo, y en su libro del Evangelio expuso por orden, cual escriba de la mansedumbre de Cristo, todo lo que hizo y enseñó Jesús. Asimismo, en el libro de los Hechos de los Apóstoles narró los comienzos de la vida de la Iglesia hasta la primera venida de Pablo a la ciudad de Roma.

Breve Semblanza

Breves notas en las Cartas de San Pablo son las únicas noticias que la Sagrada Escritura nos presenta sobre San Lucas, el solícito investigador de la buena noticia y autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles. Por sus apuntes de viaje, es decir, por las páginas de los Hechos en los que San Lucas habla en primera persona, podemos reconstruir parte de su actividad misionera. Fue compañero y discípulo de los apóstoles.

El historiador Eusebio subraya: “... tuvo relaciones con todos los apóstoles, y fue muy solícito”. De esta sensibilidad y disponibilidad suyas hacia el prójimo nos da testimonio el mismo San Pablo, unido a él por grande amistad. En la carta a los Colosenses leemos: “Os saluda Lucas, médico amado...”.

La profesión médica nos trace suponer que él se dedicó mucho tiempo al estudio. Su formación cultural se nota también por el estilo de sus libros: su Evangelio está escrito en un griego sencillo, limpio y bello, rico en términos que los otros tres evangelistas no tienen. Hay que hacer otra consideración sobre su Evangelio, a más del hecho estilístico e historiográfico: Lucas es el evangelista que mejor que lo otros nos pintó la humana fisonomía del Redentor, su mansedumbre, sus atenciones para con los pobres y los marginados, las mujeres y lo pecadores arrepentidos. Es el biógrafo de la Virgen y de la infancia de Jesús. Es el evangelista de la Navidad. Los Hechos de los Apóstoles y el tercer Evangelio nos hacen ver el temperamento de San Lucas, hombre conciliador, discreto, dueño de sí mismo; suaviza o calla expresiones que hubieran podido herir a algún rector, con tal que esto no vaya en perjuicio de la verdad histórica.


Al revelarnos los íntimos secretos de la Anunciación, de la Visitación, de la Navidad, él nos hace entender que conoció personalmente a la Virgen. Algún exégeta avanza la hipótesis de que fue la Virgen María misma quien le transcribió el himno del “Magnificat”, que ella elevó a Dios en un momento de exultación en el encuentro con la prima Isabel. En efecto, Lucas nos advierte que hizo muchas investigaciones y buscó informaciones respecto de la vida de Jesús con los que fueron testigos oculares.

Un escrito del siglo II, el Prólogo antimarcionista del Evangelio de Lucas, sintetiza el perfil biográfico del modo siguiente: “Lucas, un sirio de Antioquía, de profesión médico, discípulo de los apóstoles, más tarde siguió a San Pablo hasta su confesión (martirio). Sirvió incondicionalmente al Señor, no se casó ni tuvo hijos. Murió a la edad de 84 años en Beocia, lleno de Espíritu Santo”. Recientes estudios concuerdan con esta versión.

Rogad

Santo Evangelio según San Lucas 10, 1-9. Festividad de San Lucas Evangelista.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, el mundo necesita de Ti, manda más obreros a tu mies; y si me pides algo, dame la generosidad para decirte que sí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Antiguo Testamento se ven escenas en las que el Señor se enoja porque pensamos en números. Sí, como se oye, pensamos en número de seminaristas, sacerdotes, religiosas... y nos olvidamos muchas veces que es el Señor quien hace la obra en nosotros. Se ven los portentos que hace con un pueblo muy religioso, pero muy pequeño y cómo lo castiga cuando busca basar sus acciones en su propia fuerza.

Hoy Cristo nos invita a no cesar, a no darnos por vencidos en la batalla contra el mal, nos invita a seguir pidiendo; es más, nos invita a rogar por nuevos pastores, por gente que realmente esté dispuesta a dar su vida por los demás, por esas almas que buscan la santificación de este mundo, a pesar de lo que sea.

Hoy nos invita el Señor a que, como san Lucas, vayamos a predicar que el reino de Dios está cerca, y a acompañar e invitar a todos aquellos que se quieran hacer partícipes de la misión, sin miedo.

Hoy hay que preguntarnos de qué manera ese anuncio corresponde a cada uno de nosotros, y también pedir por todos los que ya dieron su sí, para que el Señor les siga dando fuerza en el camino.

Agradezcamos al Señor porque Él continúa suscitando en la Iglesia historias de amor por Jesucristo, para alabar su gloria y servir a sus hermanos. Hoy, en particular, agradecemos a los nuevos sacerdotes a quienes ordené hace poco en la Basílica de San Pedro y le pedimos al Señor que envíe muchos buenos obreros para trabajar en su viña, y que multiplique las vocaciones a la vida consagrada y al matrimonio cristiano.

(S.S. Francisco, después del Regina coeli del 22 de abril de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dedicaré un momento de oración profundo para ver qué es lo que Dios me pide hacer.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¿Se puede vivir hoy el Reino de Dios?

Fueron sólo doce los que cambiaron la historia de la humanidad ¿Cómo es posible que los cristianos no podamos cambiar el mundo de hoy?

En el mundo tecnológico e individualista de hoy, ¿es posible meter la nariz en el Reino de Dios? Parecería que era más fácil en aquel mundo de aquella Galilea que caminó Jesús.

A Jesús no le importaba lo que el pagano de su tiempo pensaba de ÉL, si le importaba saber lo que pensaban los que le seguían. Sus palabras sembraban admiración en los que lo seguían y también odios en los que no creían. ¿No ocurre lo mismo en el día de hoy?

No será, que igual que en aquellos tiempos, hay demasiados licenciados que solamente creen viable su saber y lo que se puede tocar o paladear?

Ya que hablamos de cantidad, bueno será recordar que fueron doce los que cambiaron la historia de la humanidad. Hoy en el mundo son casi dos mil millones los cristianos, ¿cómo es posible que no se pueda cambiar el mundo de hoy? ¿No será que hemos complicado el vivir el Reino de Dios?

En aquellos tiempos la vivencia era lo que desparramó la fe. Aquellos doce vivían lo que creían, los que veían lo que vivían, creían también y esto explicaría en donde está la diferencia. Un puñado de personas en pocos decenios fue capaz de transformar el mundo conocido.

Recordemos que los cristianos de hoy seguimos alimentándonos de la alegría de aquellos cristianos que morían cantando mientras un león se les zampaba una pierna. Hoy no hay leones como aquellos, pero sigue habiendo cristianos que mueren cantando en países del medio oriente, en África ayudando a enfrentar el Ébola. Son los leones de hoy, son diferentes, pero sigue habiendo leones.

No podemos pretender que todos tengan esta sublime entrega por lo que creen, pero para estar en el Reino de Dios hay muchos caminos. Cada uno de nosotros puede descubrir en qué nivel estás, ¿en qué peldaño de tu fe estás? Todos pueden ser testigos de lo que creen.

Si un cristiano, vive en cristiano, su luz ilumina a todos, incluso a aquellos que no conocen la gramática para hablar con Dios.

Ayudando, participando, estando, es un hablarles de Dios, sin decir una sola palabra. Viviendo haciendo el bien es una manera de llenar el alma. No hay nada que pese tanto como un cuerpo con el alma vacía.

¿Qué les decía Jesús cuando les explicaba que el Reino de Dios, ya había llegado? El Reino de Dios es todo aquello que tú hagas por el otro. Por eso les decía que ya había llegado el Reino. Todos podían ser parte del Reino.

¡Cómo cambiaría el mundo si solamente una parte de los casi dos mil millones de creyentes, estuvieran dispuestos a estar en el Reino de Dios!

Hay que imitar al Papa Francisco en su humildad y sencillez y volver a las fuentes del nacimiento del cristianismo: hay que meter la nariz en el Reino de Dios, hay que querer estar. ¿Cómo? Mirando a tu alrededor. No es necesario irse lejos. Tu barrio también te necesita.

Es muy buen negocio prestar atención a lo que necesita ayuda:

Las últimas investigaciones en la Universidad de Harvard están demostrando que la mejor y única manera de obtener la felicidad, es buscar la felicidad de los otros, en lugar de la propia.

Los románticos se equivocaron en casi todo. Fue un error su instinto por buscar en la soledad la inspiración de todas las cosas importantes, en lugar de buscar la innovación resultante del contacto con los otros.

(Eduardo Punset autor de “Viaje al amor”)

Y sigue lo bueno de esta actitud: Para estar alegre no hay nada mejor que ayudar a otros, nos dice Javier Iriondo ex pelotero vasco que desde las cenizas de su existencia, renació a la vida.

¿Tu vida está llena de tristeza? Sigue el consejo de Iriondo.

Su actitud encaja a la perfección con aquellas palabras del Pobre de Asís:
es dando que uno recibe.

Seguro que encontrarás algún dolor que aliviar, alguna situación que podrás contribuir a moderarla, un consejo que dar, un apoyo que ofrecer, una presencia que reconfortará. El Reino de Dios es tan amplio y abrazante que todos tienen cabida. Cada uno debe encontrar el cómo, con quién, cuándo y dónde.
Y si quieres hacerlo más sencillo y no quieres mirar alrededor tuyo, limítate a decirle al Señor, que simplemente te atreverás a decirle “si” y el mismo Dios pondrá delante de tu nariz el donde y con quién.

Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas, pedir lo que quieras y te ayudará para que puedas. (San Agustín)
Y cuando esto suceda y siempre sucede, piensa que si Dios te lo pone por delante, es que puedes y que donde tú no llegues, Dios siempre termina arreglándolo a su manera, que para eso es Dios.

Y no me vengas a salir con alguno de los tantos “peros” frecuentes que usan múltiples creyentes: pero yo no sirvo, pero yo nunca lo hice, pero yo no sé, pero yo no tengo tiempo, pero yo no podré. El mundo está lleno de cristianos del” pero”

Las virtudes de cualquier persona suelen nacer de su misma esencia. Es evidente que el transcurrir del tiempo y la asimilación de experiencias sea lo que marquen aún más la manera de ser.

Es lo que podríamos llamar el acercamiento a la madurez. La construcción máxima de nuestra manera de ser, acaba siendo la evolución de la esencia a través de nuevas experiencias. Es la suma de un conocimiento interior junto a un aprendizaje exterior que se acaba interiorizándose en nosotros.

Por lo tanto, parece evidente que es muy importante conocer qué es aquello del exterior que merece cobrar protagonismo en nuestra vida porque reflexionándolo acaba enriqueciendo la esencia.

Y ahí residen seguramente las decisiones más cruciales de cada uno de nosotros, porque habremos optado en incorporarlas a nuestra manera de ser.

Si uno acaba optando por la desconfianza, la maledicencia y el negativismo, uno acaba alejándose de todo el potencial de bien que hay en cada uno. En cambio si uno es capaz de convivir con sus experiencias positivas acaba convirtiéndose en un sabio. (Joan Galobart)

Cuando uno se acerca a su madurez espiritual es cuando desde la esencia de cada uno está maduro para entrar y entender el Reino de Dios.
La madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar.

Cuando envejecemos la belleza se convierte en cualidad interior. (Ralph W. Emerson)
Para el profano, la tercera edad es el invierno. Para el sabio, es la estación de la cosecha, que la reparte desde la palabra y desde actitudes de vida.

Es cuando la comprensión ocupa el primer lugar de su ser.
No es un viejo. Podrá tener años encima de sus huesos, pero es un viejo joven.

A esta altura de la reflexión, que mi hermano en la fe y amigo Miguel me sugirió que la hiciera, quizás más de uno pensará, ¿este que escribe siempre fue así? No, Salvador no era así, no pensaba así. ¿Qué pasó entonces?

Hay un refrán que dice: “No hay mal que por bien no venga”

¡Qué sabios que son los refranes, cuánta sabiduría hay en ellos!

A la mitad de mi vida un cáncer casi me saca de este mundo. Aquellos meses, quizás un año de vida que el médico me dio, se han convertido en más de 40 años de poderlo contar.

Mentiría si dijera que viví de cerca la muerte. No, nunca la tuve cerca. Sabía que podía recibir su visita, pero nunca sentí su cercanía.

Cada mañana afeitaba mi escuálida cara y empezó a rebotar en mí rostro una frase que muchas veces había oído, pero nunca la había escuchado, nunca le había prestado atención:” busca el Reino de Dios; lo demás se te dará por añadidura”

Un día decidí que no me quería morir sin saber si la frase era cierta. Tomé mi agenda de trabajo y la partí con una línea. La parte de arriba sería lo prioritario en mi vida, es decir el Reino de Dios. La parte de abajo mi trabajo cotidiano para seguir comiendo en este mundo.

¿Y qué pasó? Pasó que las dos partes se llenaron por igual. Ni siquiera me tenía que preocupar en buscar. Solamente tenía que decir si a lo que se iba presentando. ¡La de cosas que viví! ¡Qué gran aventura es tener a Dios de socio! Eso sí, hay que atreverse. No siempre eran cómodas. No siempre era fáciles ensamblarlas.

¡La de situaciones diversas que uno llega a vivir! Gracias a ellas uno siempre termina creciendo en el creer.

Creo que si actuamos haciendo el bien, podremos estar en la lista de espera si el Cielo existe. Y si no existe, habremos tenido nuestro propio Cielo aquí en la Tierra. (Felipe Cubillos)

¡Atrévete a ser parte del Reino de Dios! Eso sí, recuerda que tu primer otro, es aquel que duerme contigo.
Salvador Casadevall

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REFLEXIONES DESDE LA FAMILIA...........para acompañar a vivir
Galardonado con la Gaviota de Oro-Mar del Plata 2007 Programa “Día Internacional de la Mujer”
Galardonado con la Rosa de Plata-Buenos Aires 2007 Programa “Navidad”
Galardonado con la Gaviota de Oro-Mar del Plata 2006 Programa “Día del Niño”
Mención especial Premio Magnificat-Buenos Aires 2005 Programa “Adultos Mayores”
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¿Cuál es el amor auténtico?

El insulto y el desprecio son formas de asesinato, advierte el Papa Francisco

Durante la Audiencia General de este miércoles 17 de octubre el Papa Francisco advirtió que el insulto, el desprecio o el sentimiento de odio hacia otra persona, sobre todo si es un hermano, ya es una forma de asesinato.

En su catequesis, el Santo Padre siguió reflexionando, como hizo en las anteriores Audiencias Generales, sobre el Quinto Mandamiento del Decálogo: “No matarás”.

A los ojos de Dios, la vida humana es preciosa, santa e inviolable. Nadie puede despreciar la vida de los demás o la vida propia. El hombre, de hecho, lleva en sí la imagen de Dios y es objeto de su amor infinito”.

En el Evangelio, Jesús plantea una nueva perspectiva de este Mandamiento, comentó el Papa. De hecho, Jesús enseña supone que “delante del tribunal de Dios, incluso la ira contra un hermano es una forma de homicidio”. También el Apóstol San Juan dejó escrito: “Quien odie a su propio hermano es un homicida”.

“Y nosotros nos hemos acostumbrados a insultar”, lamentó el Papa. “Te viene un insulto como si fuera un respiro. Y Jesús te dice ‘párate’, porque el insulto hace mal. Mata. El desprecio es una forma de matar la dignidad de la persona”.

“Sería bello que esta enseñanza de Jesús entrase en la mente y en el corazón, y cada uno de nosotros dijera: ‘No insultaré nunca más a nadie’. Seria un buen propósito. Jesús dice que, si insultas, si desprecias, si odias, eso es homicidio”.

Sin embargo, Jesús “no se detiene en eso, sino que, en esa misma lógica, añade que incluso un insulto puede matar”. En ese contexto, “Jesús incluso invita a interrumpir la ofrenda del sacrificio en el templo si hay alguna ofensa a un hermano en nuestra conciencia, e ir a reconciliarse con él”.

“También nosotros, cuando vamos a Misa, debemos tener esta actitud de reconciliación con las personas con las que hayamos tenido problemas. De aquellos de los que hayamos pensado mal, o a los que hemos insultado. Pensemos en la importancia del insulto, la importancia del desprecio, la importancia del odio. Jesús los sitúa en la línea del asesinato”.

“¿Qué es lo que pretende Jesús extendiendo hasta ese punto el ámbito del Quinto Mandamiento?”, preguntó el Pontífice. “El hombre tiene una vida noble, muy sensible, y posee un ‘yo’ recóndito no menos importante de su ser físico”.

De hecho, advirtió que “para ofender la inocencia de un niño basta con una frase inoportuna. Para herir a una mujer puede bastar un gesto de frialdad. Para destrozar el corazón de un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre basta con ignorarlo”.

Francisco insistió: “La indiferencia mata. Es como decirle a uno, ‘tú eres un muerto para mí’. Porque tú ya lo has matado en tu corazón”. “Cada vez que expresamos desinterés por la vida de los demás, cada vez que no amamos, en el fondo despreciamos la vida. No amar es el primer paso para matar”.

En este sentido, recordó las palabras de Caín en la Biblia cuando Dios le pregunta dónde está su hermano. Caín responde: “No lo sé. ¿Acaso soy el guardián de mi hermano?”. “Así es como hablan los asesinos”, aseguró Francisco. “Probemos a contestar nosotros a esa pregunta: ¿somos guardianes de nuestros hermanos? ¡Sí, los somos! Somos guardianes los unos de los otros”.

“La vida humana tiene necesidad de amor. ¿Y cuál es el amor auténtico? El que Cristo ha mostrado, es decir, la misericordia. El amor del cual no podemos prescindir es aquel que acoge al que nos ha hecho mal. Nadie de nosotros puede sobrevivir sin misericordia, todos tenemos necesidad del perdón. Por lo tanto, si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces ‘no matarás’ significa cuidar, valorar, incluir y perdonar”.

El Papa finalizó su catequesis subrayando que “nadie se puede considerar excluido de esta actitud pensando: ‘Yo estoy bien porque no hago mal a nadie’”. Frente a esa actitud, el Santo Padre recordó que “un mineral o una planta tienen este tipo de existencia, un hombre no”.

10 estrategias que usa el demonio para alejarte de la oración

¿De qué maneras puede el demonio atacar nuestra vida de oración?

Hay personas que no se toman su día libre, sus vacaciones, tal vez una siesta y una pausa para tomar un café con un sentimiento de alivio. Esas personas están siempre buscando una oportunidad para atacar, derribar, esclavizar o conquistar. ¿Quiénes son estas personas? Por si no lo adivinaron: ¡son los demonios!

San Pedro compara al demonio con el rugir de un león que busca la oportunidad para devorar a su presa, es decir, ¡para devorarnos a nosotros!

El demonio puede atacar a cualquier hora y en cualquier lugar. Es astuto, muy inteligente y despiadado. Sin embargo, hay un área en específico en la que él es más propenso a atacarnos: ¡nuestra vida de oración!

San Ignacio nos recuerda que el demonio ataca cuando nos encontramos en un estado de desolación. Con eso nos referimos a la falta de fe, esperanza y caridad, a un sentimiento de tristeza y desánimo que lleva a la depresión, tibieza y al letargo.

Nuestra visión sobrenatural se nubla y oscurece. Es como si se estuviese en una nube negra o dentro de un túnel oscuro que parece no tener salida. Éste es el estado de las almas al que apunta el demonio y les lanza sus dardos mortales.

¿De qué maneras puede el maligno (Santo Tomás), el león rugiente (San Pedro), el perro atado furioso (San Agustín), el enemigo mortal de nuestra salvación (San Ignacio), el mentiroso y asesino del comienzo (Jesús en Jn 8), el demonio atacar nuestra vida de oración? ¡Veamos!

1.- Procrastinación.

Te puede tentar de la siguiente manera: "No hay apuro; pospón tu oración para mañana. Dios entiende; Él conoce tus pensamientos y sentimientos. Dios no tiene prisa, tampoco tú la deberías tener".

2.- Hacer menos oración.

Bueno, si el demonio no puede vencerte haciendo que pospongas tu oración para mañana, entonces hará que ores menos. En lugar de asistir a una Hora Santa, haz una visita de 30 minutos; deja de asistir a Misa diario.

Sólo es necesario que asistas los Domingos. ¿El Rosario? En lugar de rezar todo el rosario, el demonio hará que solamente reces una o dos décadas.

3.- Distracciones en tu oración.

Otra táctica del demonio es hacer que pierdas la concentración.

En lugar de enfocarte en Dios, terminas enfocándote en algún asunto irrelevante como qué cocinar luego, quién está jugando tal o cual deporte, qué planes hay para el fin de semana.

4.- Pierde el tiempo.

El demonio no da tregua en sus ataques a la persona que se ha comprometido a una vida seria de oración.

Como nos recuerda la Palabra de Dios:

"Si decides seguir al Señor, prepárate para la batalla".

El demonio te puede tentar de la siguiente manera: Estás malgastando tu tiempo al orar. Mejor has lo imposible para ayudar a tu vecino. ¿Recuerdas a Jesús con Marta y María?

El demonio promueve el activismo al punto de convencernos de que nuestro trabajo es mucho más importante que nuestra vida de oración y conversación con el Señor.

Recuerda que Jesús vino en defensa de María cuando estaba sentada a sus pies y le escuchaba atentamente – ¡éste es un verdadero modelo de contemplación!

5.- Aún eres la misma persona

Estás orando más que antes, pero en realidad no eres mejor que antes y muchas personas te han dicho esto.

Por lo tanto, mejor abandona tu vida de oración y vuelve a la vida normal, cómoda y fácil que la mayoría de tus amigos y socios llevan.

6.- Sentimientos

El demonio puede tentarte de esta manera. Puede engañarte haciéndote creer que tus oraciones no van a ningún lugar por la sencilla razón de que no experimentas emociones ni sentimientos fuertes cuando oras.

Antes experimentaste esos sentimientos y emociones en ese primer retiro carismático, pero las emociones cesaron y la oración es más tranquila y pacífica.

Cualquier buen director espiritual o texto sobre la teología de la oración indicará que la ésta no depende siempre de emociones sino de la confianza en Dios.

7.- Dios no responde a mi oración.

Puede suceder que hayas orado durante mucho tiempo por una intención en específico, quizás hayas ofrecido novenas y Misas, pero esa intención no ha sido respondida.

El demonio puede convencerte de no orar, o de que la oración es un ejercicio inútil, una pérdida de tiempo.

Para algunos, el demonio describe a Dios como una especie de Santa Claus en el cielo o como un genio listo para salir de la lámpara si la frotamos lo suficientemente fuerte. Si no me contesta, Dios no existe.

8.- Desastres y ausencia de Dios.

Tal vez algunos desastres se han presentado en tu vida: pérdidas económicas, desafíos financieros, o incluso la muerte de un ser querido. ¿Cómo puede un Dios tan bueno permitir que esto suceda?

Un buen Dios no permitiría esto, si en realidad Él es bueno. Nuestra salvación puede ser el libro de Job:

"Desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allá volveré. Yavé me lo dio, Yavé me lo ha quitado, ¡que su nombre sea bendito!" (Job 1,21)

9.- Tentaciones en contra de la castidad.

Ha sucedido incluso en la vida de los santos – Santa Catalina de Siena, Santa Margarita María, San Antonio del desierto – ser atacados frecuentemente contra la virtud de la pureza.

El demonio usa muchas y diversas maneras de tentación para disminuir la vida de oración e incluso extinguirla.

10.- El Desespero.

Tal vez el ataque más fatal del enemigo es convencernos de ceder ante la desesperación.

Éste fue el caso de Judas Iscariote. Si se hubiese arrepentido, tal vez alrededor de todo el mundo tendríamos iglesias con el nombre: "San Judas el penitente".

Pedro se arrepintió y fue perdonado y se convirtió en santo. Después de que caemos en pecado, el demonio nos acusa y condena y nos lleva a la muerte y a la desesperación.

El Espíritu Santo nos consuela y nos llena de ánimo con la confianza y esperanza en la infinita misericordia de Dios. JESÚS EN TI CONFIO.

En conclusión, debemos aferrarnos a la oración como si fuese un chaleco salvavidas, el aire que nos mantiene vivos, el ancla o nuestra salvación.

Si el demonio nos tienta a abandonarla o a orar menos, entonces deberíamos seguir el consejo Ignaciano de "agere contra" para hacer exactamente lo contrario e intentar orar más y mejor; así ganaremos la batalla. 

¿Por qué nosotros nos identificamos como Católicos?

Respondiendo una objeción protestante sobre la palabra 

Protestante: Por qué ustedes los Católicos no se identifican solamente como Cristianos, qué motivo tienen de usar el nombre de Católicos, nosotros los verdaderos Cristianos no tenemos ninguna otra identidad sino solo Cristianos como fueron llamados los apóstoles y la Iglesia naciente. (Hechos 11, 26; 1 Pedro 4, 16) si la palabra "católico" no aparece en la Biblia y ni siquiera los apóstoles fueron llamados "católicos" por qué ustedes se aferran tanto a denominarse "católicos".

Católico: Interesante cuestionamiento, sabias que yo antes de comenzar en la apologética también me hice esa pregunta, pues la pregunta no esta mal, ya que es una duda muy normal entre aquellos que no conocen el origen de la palabra "católico". La cual te explicare y te sorprenderás al saber que sí aparece en la Biblia. Creo primero comenzare por allí.

La palabra 'Católica' está tomada del Griego 'Katholicos', la cual traducida, significa 'Universal'. La palabra Griega fue Latinizada a 'Catolicus'. y aunque algunos piensen no es bíblica, eso no es cierto sí que viene en la Biblia.

Esta palabra es"Katholou" palabra griega de donde viene "católico" significa universal, todo el mundo etc.

La "palabra" está formada de la preposición “katá” (según, en conformidad con) y “holos” (total, completo).

El término “católico” figura en el Antiguo Testamento griego: LXX Ez 13.3.22; 17,14; LXX Am 3,3.4; LXX Dn 3,50; en el Nuevo Testamento: Hechos de los Apóstoles 4,18. En los dos Testamentos se trata no de un adjetivo, sino de un adverbio que significa “en absoluto”.

Ahora bien, ya que he aclarado que la palabra "católico" sí tiene un fundamento bíblico, ahora te explicare el porque nosotros nos identificamos como Católicos. Creo, después de la explicación tú también vas a considerar usar el apellido de "Católico". De hecho conozco de protestantes que se identifican como "católicos" no romanos. Pero ese es otro tema.

Para explicarte el por qué los Cristianos nos identificamos también como Católicos, citaré a un Obispo del siglo IV que ya respondió esa cuestión en una carta escrita a un tal Simproniano.

"... Cesa de altercar acerca del nombre de Católico; porque si nuestro pueblo le tiene de Dios, no se le han de hacer tales preguntas, cuando lo deriva de autoridad divina: si es invención humana, póngase en claro cuando se lo usurpó. Si es bueno el nombre, no debe ser odiado: si es malo, nadie le envidiará. Tengo entendido que los Novacianos se llaman así de Novato, o Novaciano; mas yo no reprehendido en ellos el nombre, sino la secta; ni nadie echó en cara a Montano, o a los Friges su apellido.

Mas me dirás, que en tiempo de los Apóstoles nadie se llamaba Católico. Está bien, doy que sea así; concédeme a lo menos que habiéndose levantado posteriormente varias herejías, que hicieron empeño de despedazar con diversos nombres la Reina y la paloma de Dios, era justo que el pueblo Apostólico se apropiarse un distintivo que manifestase la unidad de un pueblo incorrupto, para que el error de algunos no profanase la inmaculada virgen de Dios en sus miembros. No era puesto en razón, que la principal cabeza tuviese una señal o marca para distinguirse? Si yo por acaso hubiese llegado hoy a una ciudad populosa, en que se hallasen Marcionitas, Apolinaristas, Catafriges, Novacianos, y otros que se nombrasen Cristianos; como sabría distinguir los que son de mi congregación, si esta no se llamase Catolica? Dime quien ha impuesto tanta variedad de nombres a las otras congregaciones? Por que cada ciudad, cada nación, tiene su particular denominación para ser conocida? El mismo que me hace preguntas sobre el nombre de Católico, si se pone a averiguar el origen de que yo le derivo y uso como a proprio, ignorará la causa que ha producido el suyo? A la verdad no es cosa de hombres lo que por tantos siglos permanece; ni el nombre de Católico tiene relación con Marcion, Apeles, o Montano, ni por autor suyo a ningún hereje.

En muchos puntos nos ha iluminado el Espíritu Santo que envió Dios desde los cielos a los Apóstoles por su consolador y maestro; y en no pocos otros nos ha enseñado la razón, la decencia, y la misma naturaleza, como dice el Apóstol (1 Cor 11, 14). Acaso es de poco mérito la autoridad que se deriva hasta nosotros desde los varones Apostólicos, desde los primeros Obispos, y desde el Doctor y Mártir Cipriano? Pretendemos acaso enseñar al Maestro? Somos mas sabios que el, e hinchados del espíritu de la carne despreciamos al que la sangre gloriosamente derramada, y el triunfo de un esclarecido martirio coronaron por testigo de Dios eterno? Nada valen tantos Sacerdotes de aquella comunión, a quienes unos propios dogmas enlazaron estrechamente con el mismo Cipriano por toda la redondez de la tierra? Ni tantos ancianos Obispos, tantos Mártires, tantos Confesores?

Y dado caso que ellos no hubiesen tenido bastante autoridad para adjudicarse el nombre de Católicos, la tendremos nosotros para quitarselo? Prevalecerá nuestra autoridad a la de los Padres? La antigüedad ilustrada de Santos cederá para ser corregida? Y nuestros tiempos corrompidos de vicios abominables reformarán las canas de la antigüedad Apostolica? No fluctúes hermano: me llamo Cristiano, pero con el apellido de Católico: aquello me da el nombre, pero esto otro declara mi creencia: esto me da por bueno, lo otro expresa mi profesión.

Finalmente si consideramos la significación de esta voz Católica, explicando en idioma vulgar la que tiene en el Griego, es lo mismo que uno en todas partes, o, según los Doctores interpretan, obediencia de todos, a saber, de todos los preceptos de Dios. Por eso dijo el Apóstol: Si os mostráis obedientes en todo (2 Cor 2, 9). Y en otra parte: Así como por la desobediencia de un hombre solo todos se han hecho pecadores, así por la obediencia de otro solo hombre todos se justificarán (Rom 5, 19). Luego lo mismo es Católico, que obediente a lo justo; luego el Cristiano con esta cualidad es Católico. Así el llamarse Católica nuestra Iglesia, es para que este nombre la distinga del que llevan los herejes. Mas si esta voz Catolica significa uno en todas partes, como sienten los primeros Intérpretes, ya habló David cuando dijo: Presentóse la Reina vestida de tela de oro matizada de varios colores (Sal 45, 10); esto es, uniforme o una en todas cosas. En los Cantares habla así el Esposo: Una es mi paloma llena de perfecciones, ella solamente es la amada de su madre, y la escogida de. quien la engendró (Cantares 6, 9). Y en otra parte se dice: Otras vírgenes aunque no tan bellas la presentarán al Rey; y añade: Jovencitas cuyo número es infinito (Cantares 6, 8). Es pues una en todo, y una sobre todo, si atiendes al significado de su nombre." (San Paciano de Barcelona, Epístola I a Simproniano, VI-VIII)

Como puedes ver, ya San Paciano en el siglo IV deja claro el por qué nosotros nos identificamos como Católicos.

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