¿Qué voy a hacer?

San Juan Pablo II

Celebrado el 22 de octubre

Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920.

Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él.

Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del ”Teatro Rapsódico”, también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha.

Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada ”Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler”. Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojty?a tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado.

Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años

Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la ”sollicitudo omnium Ecclesiarum” y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas.

Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.

Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994.

Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.

Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro.

Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia.

Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia.

Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno ”in pectore”, cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio.

Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999).

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas,11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas.

Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana.

Publicó también cinco libros como doctor privado: ”Cruzando el umbral de la esperanza” (octubre de 1994);”Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); ”Tríptico romano – Meditaciones”, libro de poesías (marzo de 2003); ?¡Levantaos! ¡Vamos!? (mayo de 2004) y ?Memoria e identidad? (febrero de 2005).

Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina.

Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro.

El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005.

Fue beatificado por Benedicto XVI el 1 de mayo de 2011, que en su homilía lo recordó así:

”Hoy resplandece ante nuestros ojos, bajo la plena luz espiritual de Cristo resucitado, la figura amada y venerada de Juan Pablo II. Hoy, su nombre se añade a la multitud de santos y beatos que él proclamó durante sus casi 27 años de pontificado, recordando con fuerza la vocación universal a la medida alta de la vida cristiana, a la santidad, como afirma la Constitución conciliar sobre la Iglesia Lumen gentium”.

”El nuevo Beato escribió en su testamento: ”Cuando, en el día 16 de octubre de 1978, el cónclave de los cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, cardenal Stefan Wyszy½ski, me dijo: ”La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el tercer milenio”. Y añadía: ”Deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, con respecto al cual, junto con la Iglesia entera, y en especial con todo el Episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado. Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primer día hasta el último, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a aplicarlo. Por mi parte, doy las gracias al eterno Pastor, que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa a lo largo de todos los años de mi pontificado”. ¿Y cuál es esta ”causa”? Es la misma que Juan Pablo II anunció en su primera Misa solemne en la Plaza de San Pedro, con las memorables palabras: ”(No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!”. Aquello que el Papa recién elegido pedía a todos, él mismo lo llevó a cabo en primera persona: abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante, fuerza que le venía de Dios, una tendencia que podía parecer irreversible. Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás”.

”Karol Wojtyla subió al solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su ”timonel”, el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar ”umbral de la esperanza”. Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia. Aquella carga de esperanza que en cierta manera se le dio al marxismo y a la ideología del progreso, él la reivindicó legítimamente para el cristianismo, restituyéndole la fisonomía auténtica de la esperanza, de vivir en la historia con un espíritu de ”adviento”, con una existencia personal y comunitaria orientada a Cristo, plenitud del hombre y cumplimiento de su anhelo de justicia y de paz”.

Juan Pablo II fue canonizado, junto con Juan XXIII, por el Papa Francisco en una ceremonia histórica a la que asistió el Papa emérito, Benedicto XVI, el 27 de abril de 2014.

Vatican Information Service

¿Dónde está tu mayor tesoro?

Santo Evangelio según San Lucas 12, 13-21. Lunes XXIX de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Enséñame, Señor, a vivir como lo haces Tú, a ser desprendido, generoso y poner mis ojos en los tesoros del cielo más que en los de este mundo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hoy la Iglesia nos invita a volver nuestra mirada hacia la vida de un gran santo de nuestro tiempo, san Juan Pablo II. Él fue un hombre que hizo vida el Evangelio que meditamos hoy. Su vida fue un completo donarse a sí mismo, desgastarse por la gente por amor a Cristo, enseñando que la mayor riqueza es el dar amor verdadero con una mirada llena de pureza.

Jesús nos enseña a vivir el verdadero sentido de la pobreza como cristianos. Todos estamos llamados a vivir la pobreza evangélica que consiste en vivir desprendidos de los bienes de este mundo y de nosotros mismos, porque nuestro mayor tesoro es el cielo y hacia allá vamos para el encuentro definitivo con nuestro amor. El vivir de cara a Dios y con la esperanza puesta en las riquezas del Cielo es para nosotros fuente de libertad y paz interior.

Si hoy fuera el último día de tu vida y Dios te llamara a su presencia, ¿dónde estaría tu tesoro? ¿Cuáles serían las riquezas que has acumulado? La Palabra hoy te invita a hacer un alto y poner la mirada de tu corazón sobre lo verdaderamente importante. Desde hoy puedes acumular riquezas con tu caridad ingeniosa con el prójimo, con tu sonrisa sincera y amable, ayudando a consolar a quien lo necesita, demostrándole a tu familia cuánto la quieres, haciendo de tu vida Evangelio. La verdadera riqueza está en el intentar amar como Dios nos ha amado. Pidamos a María poder decir como san Juan Pablo II Todo es tuyo para que ella nos conduzca por el camino seguro hacia la santidad.

Sabemos que el amor es lo que Dios sueña para nosotros y para toda la familia humana. Por favor, no lo olvidéis nunca. Dios tiene un sueño para nosotros y nos pide que lo hagamos nuestro. No tengáis miedo de ese sueño. Soñad a lo grande. Custodiadlo como un tesoro y soñadlo juntos cada día de nuevo. Así, seréis capaces de sosteneros mutuamente con esperanza, con fuerza, y con el perdón en los momentos en los que el camino se hace arduo y resulta difícil recorrerlo.

(Discurso de S.S. Francisco, 25 de agosto de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy dedicaré un poco de tiempo a ayudar, con mucho amor, a alguien necesitado.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La fe es un don gratuito

A veces se tienen tesoros que no somos capaces de valorar, la fe es un gran tesoro, las dificultades ponen a prueba nuestra fe, y de nada sirve una fe muerta sino viva.

La fe es gratuita y la respuesta también es libre. La fe es un gran tesoro. Tenemos tesoros que no somos capaces de valorar. Es como el que tiene una avioneta arrumbada en un oscuro garaje, llena de polvo y telarañas, que nunca ha usado. La avioneta está ahí sin sospechar lo que es. Cree que es un trasto más del garaje, como la estantería llena de botes o ruedas viejas. Y un día viene alguien y la saca, la limpia, le engrasa el motor, le llena el depósito de gasolina, arranca… y ¡a volar!

¿Os imagináis lo que sentiría la avioneta si fuese capaz de sentir? Creo que lo más grande no sería la emoción de notar el viento de frente con fuerza o de ver pasar a gran velocidad los bosques, los montes y las colinas desde lo alto…, sino descubrir de repente lo que en realidad era, aquello para lo que fue creada… ¡Para volar!

Existe además la fe religiosa, la fe en Dios, en Jesús. El creyente vive de la fe. Vivir la fe es más importante que hablar de ella, y quien oye hablar de ella sin fe, no descubre nada, es como un ciego al que le explican cómo es la luz. Jesús no hace muchas preguntas a sus oyentes, no les exige admitir verdades, sino que les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? ¿Os fiáis de mí? . ¿Por qué no me creéis? ; etc.

Muchas personas, cuando les preguntamos si creen, nos hablan de una fe apoyada en el ambiente, en la tradición: Siempre se ha hecho asíMi familia ha sido siempre católica…. Y reducen su fe a los sacramentos, que tienen más un tinte social que de expresión de fe. Y sin embargo, sabemos que la auténtica fe cristiana brota de una experiencia de Dios, exige creer en Él y una respuesta personal. No basta con creer lo que otros digan, ni siquiera con creer a los curas.

Queremos que la fe sea un seguro de vida ante el dolor o ante los problemas. Ser creyente supone asumir todos los valores personales, familiares y sociales con su realidad actual y sus expectativas de futuro. Jesús no imponía nada, invitaba a seguirlo. Es verdad que a nadie adulaba o pretendía engañar con falsas promesas. Habla de las exigencias del seguimiento, pero en cualquier caso uno es libre de aceptar. Y quien lo siga tendrá la alegría del que ha encontrado un gran tesoro.

Quien tiene fe, ve a Dios en todos los acontecimientos y en todas partes. La fe no es visión, no es conocimiento ni seguridad. La fe es vivir con la firme convicción de que estamos en manos de Dios, que es a la vez Amor y Poder. La fe es desprendernos de nuestras ansiedades y temores, de nuestras dudas y desesperaciones. La fe es un salto, un impulso, un intento, un no aferrarse a las seguridades. La fe es un don, no se gana a puños. Jesús mandará a sus discípulos a dar testimonio de su fe, a anunciar lo que habían visto, oído y vivido (1 Jn 1, 1-4).

La fe, como la esperanza y el amor, puede crecer o perderse. Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. ¿Cómo crecer en la fe? Respirando el amor y el poder de Dios.

A veces somos víctimas del miedo, de la duda, de la inseguridad… Y a nuestra mente se asoman pensamientos negativos: no soy…, no puedo…, no quiero. Y esto nos debilita la fe, nos roba las fuerzas y nos quita la paz. La fe se conoce, se profundiza, se defiende, se alimenta y se transmite. Se alimenta con la Palabra de Dios, con la oración, con la confesión periódica, con la eucaristía. El cristiano debe defenderla sin miedo, propagarla y testimoniarla.

La fe es un don gratuito que nos ha hecho Dios. Dios nos amó primero (1 Jn 4, 19). Nosotros hemos de acogerla, cultivarla, hacer fructificar esos talentos. La fe es un don que exige una respuesta humana.

A veces esta respuesta resulta difícil, ya que en muchos momentos nos encontramos en situaciones complicadas que no sabemos cómo resolver, o en momentos difíciles de asumir, o en circunstancias duras, y la vida no es fácil: una enfermedad o la muerte de un ser querido… Cuando las cosas van mal, tendemos a hundirnos, a ponernos tristes, y es entonces cuando deberíamos confiar más en Dios, en los momentos de duda, por la noche, cuando estés cansado y desanimado, cuando aparentemente nada tiene sentido y te sientes confuso y frustrado.

Aunque no sepas adónde lleva el camino, dondequiera que estés y sientas lo que sientas, ¡Dios lo sabe! Y no temas, porque Jesús es tu luz y tu fuerza. Yo soy la luz, el que me sigue no andará en tinieblas (Jn 12, 46).

La fe es un tesoro que hemos recibido de Dios, de la Iglesia y de nuestra familia. Y que algunos no han sabido o no han querido conservar y engrandecer. Sin ella no nos salvamos (Mc 16,16). Según san Juan, la fe consiste en creer en Jesucristo (Jn 3, 15);en recibirlo (1, 12); en escucharlo (5, 40), en seguirlo (8, 12); en permanecer en Él (15, 4-5), en su palabra (8, 31), en su amor (15, 9). Y así es como por la fe conocemos a Dios. Creer en El evangelio es condición indispensable para entrar en el Reino (Mc 1, 15).

La fe en Jesús realiza milagros (Mt 13, 58), sana y salva (Mc 5, 34). Por eso sin la fe es imposible agradar a Dios (Hb 11,6), y quien persevera en ella, obtendrá la vida eterna (Mt 10,22). Por supuesto que nadie está obligado a creer, es un acto libre y amoroso que sólo el hombre es capaz de hacer.

Lo que la Escritura nos dice es que Dios nos llama, pero sin coaccionar a nadie. Es la fe la que nos lleva a abandonarnos en las manos de Dios, pues sabemos de quién nos fiamos, Y dejamos nuestra suerte en sus manos, seguros y ciertos de que su bondad y misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida.


Las dificultades ponen a prueba nuestra fe y esperanza. La fe nos da nuevos ojos, para ver con los ojos de la fe a Jesús como lo vieron los discípulos. Guiarse por la fe es confiar en Dios, creer en lo que dice y hace. La fe compromete nuestra vida con lo que creemos.

No sirve una fe muerta, sino viva (St 2,14-26), por las obras y no por la fe se justifica la persona (St 2,24). Y la fe tiene que estar encarnada en el aquí, en nuestra historia. Es una pena ver como en pueblos cristianos se da una gran incoherencia. Para que sea viva necesita alimentarse de la palabra, de la oración y sacramentos y fortificarla en la vida.

El crecimiento de la fe es un proceso, como lo es el amor y la esperanza. 

La Alegría del Evangelio

Domingo Mundial de las Misiones

Isaías 56, 1. 6-7: “Mi templo será casa de oración para todos los pueblos”
Salmo 66: “Que todos los pueblos conozcan tu bondad”

I Timoteo 2, 1-8: “Dios quiere que todos los pueblos se salven”

San Marcos 16, 15-20: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”

Nota: Aunque hoy celebramos el domingo XXIX del tiempo ordinario, por la importancia del DOMUND (Domingo mundial de las misiones), he preferido meditar las lecturas de las misiones y sobre ellas hacer mi reflexión.

Un precioso manantial rasga la montaña y con una fuerza imponente brota de en medio de su seno. Con un estruendo incesante, día y noche, el inmenso borbotón de agua inunda de belleza y colorido las peñas que lo rodean, luego baja serpenteando por toda la ladera, abriendo nuevos caminos, trazando nuevos senderos y solamente allá en la lejanía, se ensancha y pierde su bravura, para fertilizar los campos y dar vida a lo largo de su cauce. “¿De dónde viene tanta agua?” pregunta inocente el niño. “¿Está almacenada en la panza de la montaña? ¿Por qué nunca se acaba?” y sus ojos ávidos se quedan pasmados ante tanta grandiosidad. “¡Cuánta agua debe haber al interior de la montaña para que nunca se acabe!” Inocencia de niño, percepción de una sabiduría. Solamente teniendo una fuente en su interior, que nunca se termine, puede continuar brotando tanta agua, tanta belleza y tanta vida.

Día de Misiones es un día muy especial. Es recordar y hacer presente todo el proyecto de amor de Dios hacia el hombre y la apertura de su invitación a todos los pueblos a participar de una vida plena. Jesús, enviado Él mismo por el Padre, es el modelo de toda misión.

Mirando su vida y su obra podremos entender la grandeza y la belleza de esta tarea. El texto de San Marcos nos muestra los últimos momentos antes de su partida, donde Jesús transmite a sus apóstoles la misma misión que Él había recibido de su Padre. No podemos pues tener otro modelo de misión que la misma vida de Jesús. El mismo Jesús, retomando las palabras del profeta Isaías, afirmó en la sinagoga su carácter de enviado: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres…” Ahora Jesús confía esta misma misión a sus apóstoles y quiere que lo hagan a su mismo estilo: anunciar el Evangelio, expulsar demonios, hablar una nueva lengua, no temer venenos ni serpientes, imponer las manos a los enfermos, darles salud.

Nos lo ha recordado el Papa Francisco insistentemente en la Alegría del Evangelio: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. Quiero invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría”. Así pues, si queremos cumplir con la misma misión de Jesús, tendremos que seguir sus mismos pasos y adoptar sus mismas actitudes: Él, siendo el Señor, se hizo servidor y obediente hasta la muerte en cruz; siendo rico, eligió ser pobre por nosotros, enseñándonos el itinerario de nuestra vocación de discípulos y misioneros. En el Evangelio aprendemos la sublime lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre  y la de anunciar el Evangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confianza en el dinero ni en el poder de este mundo. La gran fuente que nos llenará internamente será el encuentro personal y comunitario con Jesús, mirarnos en Él y con Él, escuchar sus proyectos y sueños, confrontar nuestros ideales con los suyos y ajustar nuestros deseos a lo que Él mismo nos propone.

El día de las Misiones más que un día de conquista como algunos lo han entendido, es la proclamación gozosa de que tenemos a Dios en nuestro corazón, que nos da alegría y felicidad. En la generosidad de los misioneros se manifiesta la generosidad de Dios, en la gratuidad de los apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio.

Los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana. Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de Él, en su seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida. Y después, con un gozo que no cabe en el corazón, llevaremos Buena Nueva a un mundo que se pierde en la desesperación y no encuentra una brújula que guíe sus pasos

Día de las misiones, podríamos decir, también es el día de la fraternidad, porque no podemos ni queremos quedarnos solos con el proyecto de Dios, porque si hemos descubierto que Dios es nuestro Padre tendremos que comprometernos en una vida de dignidad para todos los hermanos; porque si hemos vivido la gratuidad de su amor, manifestaremos nuestro amor a los hermanos de formas concretas y comprometidas; porque si hemos recibido la misma misión de Jesús estaremos dispuestos a afrontar sus mismas consecuencias: “amó hasta el extremo”.  Día de las misiones será pues, un día de amar, de amar a todos, de amar a plenitud, porque tenemos el corazón lleno del amor de Jesús.

La misión implica un compromiso mucho más serio que solamente recordar a los pobrecitos de África y dar a regañadientes una moneda: es vivir plenamente el Evangelio y hacer que brote de nuestro interior una vida que contagie a los demás. Evangelizar es anunciar a Cristo con alegría, presentar su persona y su vida a los hombres de nuestro tiempo; es proclamar que su Reino es posible en medio de nosotros, que su mensaje es vivo; es descubrir que su presencia y su obra pueden continuar por medio de la Iglesia. Es creer que sigue actuando en las pequeñas acciones de cada uno de nosotros; y es llenarnos de esperanza y de ilusión porque es posible construir una nueva humanidad, una nueva familia. Es posible realizar hoy el sueño de Jesús.

¿Cómo estamos viviendo nosotros nuestra misión? ¿Cómo estamos construyendo, desde lo pequeño, esa nueva humanidad?

Señor y Dios nuestro, llénanos de tu luz y de tu alegría y haz que caigamos en la cuenta de que estamos llamados a trabajar por la salvación de los demás, para que todos los pueblos de la tierra formen una sola familia y surja una humanidad nueva en Cristo. Amén.

POEMAS A LA MADRE MUERTA 3. En las manos de Dios

19.10.18 @ 17:55:18. Archivado en Origen de la vida, Mayores, Espiritualidad, Poesía

Venimos constatando, en el contador de visitas de este blog, que todos los días seleccionan muchos televidentes esta sección de “Poemas a la madre muerta” que hasta el momento solo contenía cinco sugerentes títulos. Nos hemos animado a prolongar la presentación, hoy acercamos versos del sacerdote Jesús Mauleón, que en 2010 dio a conocer en ediciones Vitrubio un excelente obituario con motivo del fallecimiento de su madre, con 94 años (Este debido llanto). Dispongámonos ya a sintonizar con los sentimientos en caleidoscopio del poeta navarro, huérfano de madre pero no huérfano de la fe que mamó, como la leche de sus pechos, de los labios hondamente creyentes de su mamita. Es probable que su dolor y esperanza os recuerden la pérdida de vuestra propia madre, o de algún ser muy querido (y os anuncien acaso la inexorable proximidad de vuestra propia definitiva ausencia terrenal).

MIRO ACERCARSE A DIOS

Contiene “Este debido llanto” 42 poemas de amor y sufrimiento, de los cuales seleccionamos tres títulos completos para reproducir en esta página, cuatro para enlazar con otras presentaciones más elaboradas. Lo original de Jesús Mauleón es su humanidad y su fe, noblemente integradas, y valiente, bellísimamente, expresadas en el ácido tiempo de confusión y laicidad que nos ha tocado vivir. Iniciamos ya la aventura de acompañar a Jesús Mauleón en la elaboración lírica de su duelo (y, ¿porqué no?, también del nuestro).

Ya hemos descrito detenidamente todo el proceso elaboratorio del poemario en una entrega de Nido de Poesía del mismo 2010. Ahora os invitamos a asomaros a la fecunda cosecha de aquel alborotado paisajepulsando aquí.

LA LLEVASTE A TU CASA DE LUCES Y JARDINES

¿Qué es el Cielo? Estar con Dios. ¿Y la felicidad? Estar con Dios, en la tierra por ejemplo. No hay espacio. Tampoco hay tiempo. Aquí está Dios con ella y con nosotros. Allí estamos nosotros con Dios y con ella"Sé que la cuidas, la tratas como a una hija reina... Y cada día la tomas tú del brazo como hasta ayer sus hijos, la paseas..."

COMO A UNA HIJA REINA

Creo, Señor, ¿por qué, si no, este llanto tan adentro?
Creo y voy por la vida dolorido
con mi cara de fiesta.
Creer en ti es saberte
en mi mesa, en mi cuarto,
ver sobre mí tu tienda
y cobijar mi noche.

Creo que la tomaste de la mano,
la llevaste a tu casa de luces y jardines;
y cada día
la tomas tú del brazo como hasta ayer sus hijos, la paseas,
la sientas frente a las flores que no mueren,
al lado de las fuentes de agua viva
que no se agotan nunca.

Creo, es decir, me fío,
Padre y Señor, amante soberano.

que la cuidas, la tratas como a una hija reina.

 
DIME TÚ CÓMO ES DIOS

La palabra nos viene, sobre todo, por la madre. También la Palabra. Dedica el poeta una primera página de "Este debido llanto" a explicarnos telegráficamente el porqué de su afición a escribir poesía, sobre todo poesía de Trascendencia"Murió el 16 de febrero de 2006, a los 94 años. Mucho tiempo atrás, fue ella quien me enseñó las palabras. Sobre todo, una que llevó a mi corazón la fascinación y el misterio: DIOS." Ahora que ya conoces, María, por visión, a Dios, ¿por qué no me lo enseñas, como cuando era pequeño...?

DIME TÚ CÓMO ES DIOS

Dime tú cómo es Dios. Di, no temas
que yo no te comprenda.
Ahora que lo has visto cara a cara,
dime, y quizá yo poco a poco
entre en este lenguaje de lo eterno.

Recuerda cuando yo era un niño
y me enseñaste a hablar. Al principio entendía
sólo apenas el son que tus labios cantaban,
y luego me iniciaste
en la palabra hermosa que ha salvado mi vida.

Ahora que ya lo sabes,
dime tú cómo es Dios, que yo te escucho,
mis ojos bien abiertos y latiendo
loco mi corazón igual que entonces.

CON DIOS, AMOR Y HUMOR

Presiente Mauleón, en la Nota preliminar de su poemario, que la escritura de sus versos podría ayudar a algunas personas en situación semejante"Espero que la conmoción que provocó y dio cuerpo a estos versos, nacidos, bien lo sé, de un desconcierto que, en el fondo, de puro común es universal, llegue incluso más allá de los reducidos límites en que de ordinario se apagan y mueren los ecos minoritarios de la poesía..."Bromea con su madre, sintiéndola todavía en el hogar...

HAGAMOS UNA FIESTA

Puesto que Dios está aquí
y puesto que Él te trae de la mano,
hagamos una fiesta.
Ea, esta es la casa
en la que tú reías con las bromas
cuando yo disfrazaba mi cariño
con alegres ropajes que el humor me prestaba.
No sé si nunca pronuncié un "te quiero",
pero ahora que te has ido
la verdad de tu muerte me revela
lo mucho que te amaba.

Pero no nos perdamos en palabras.
Con Dios, Amor y Humor, con Dios Vida y contigo
hagamos esa fiesta donde muera
mi soledad al fin, y nuestra casa
sea una casa viva.
 

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