Mujer, estás curada de tu enfermedad
- 29 Octubre 2018
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Celebrado el 29 de octubre
San Narciso de Jerusalén, obispo
Conmemoración de san Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad, paciencia y fe. Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana, manifestó estar de acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que el domingo para celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó en el Señor a la edad de ciento dieciséis años.
San Narciso nació haciaa el año 100, y vivió, como veremos, unos 116 años. Además de ser obispo de Jerusalén, fue testigo privilegiado del gran cambio que se obró en la cristiandad de la Ciudad Santa, cuando, por la política de Adriano, se pasó de población judía a población gentil, de obispos de origen judío a obispos de origen gentil, al primero de los cuales, san Marcos de Jerusalén, hemos celebrado hace pocos días. Al igual que con éste, también con san Narciso nuestra fuente privilegiada es Eusebio de Cesarea, pero, sea por un especial gusto que Eusebio tuviera en las noticias de la vida de Narciso, sea que por su longevidad había mucho para contar, le dedica, además de los pequeños fragmentos en las listas cronológicas, una pequeña narración continuada, que transcribiré.
Pero antes de eso, algunos pocos datos que pueden ayudar a ubicarnos: san Narciso fue elegido obispo cuando ya era septagenario; su figura era respetada, y también, por qué no, también un poco envidiada. Así que no le faltaron pruebas, como la difamación que nos mencionará Eusebio, sin decirnos propiamente en qué consistió. Del relato de Eusebio surge que a causa de esa difamación se alejó algún tiempo del episcopado, sin embargo debemos tener presente que las causas pueden ser más complejas, y Eusebio escribe cien años más atrde de los hechos. Aclaro esto porque no se ve del todo bien por qué, pasando tres episcopados en medio (que plantean problemas de cronología aun no resueltos), Narciso reaparece como si nada hubiera pasado, y le restituyen su cargo.
Allí se produce el acontecimeinto que Eusebio, siguiendo sus fuentes, pone todo en manos directas de la Providencia: que va revelando a unos y a otros lo que quiere que ocurra, pero que, seguramente ocurrió de alguna manera un poco más compleja: san Alejandro viene de Capadocia a Jerusalén para visitar los lugares santos, y es elegido obispo de Jerusalén para ayudar a san Narciso, que era ya muy anciano: es el primer caso perfectamente registrado de un obispo coadjutor, algo tan común en las enormes diócesis de la actualidad.
San Narciso tuvo fama de gran taumaturgo, de lo cual nos queda el milagro de la lámpara que nos contará Eusebio, también con él tenemos testimonio de que la Iglesia de Jerusalén, como la de Alejandría, adhiere a la celebración de la Pascua en domingo, a diferencia de las iglesias de Asia, que seguían celebrando la Pascua en la fecha judía, es decir, el 14 Nisán (los llamados «cuartodecimanos»). A cien años por delante, el relato de Eusebio es, como siempre, tan vivo, que nos deja con ganas de más:
Muchos, pues, y diversos son los milagros que los ciudadanos de aquella iglesia recuerdan de Narciso, transmitidos por tradición de los hermanos que se han sucedido. Entre ellos refieren también el siguiente prodigio realizado por él: Dicen que una vez, durante la gran vigilia de Pascua, faltó el aceite a los diáconos, por lo cual se apoderó de toda la muchedumbre un gran desánimo. Narciso mandó entonces a los que preparaban las luces que sacasen agua y se la llevaran a él. Hecho esto, oró sobre el agua y con toda la sinceridad de su fe en el Señor ordenó echarla en las lámparas.
Ejecutado que se hubo también esto, por un poder maravilloso y divino y contra todo razonamiento, la naturaleza del agua cambió su cualidad en la del aceite, y muchos de los hermanos que allí estaban conservaron largo tiempo, desde entonces hasta nuestros días, un poquito de aquel aceite como prueba del milagro de entonces.
Muchas otras cosas dignas de mención se cuentan de la vida de este hombre, entre ellas también la siguiente. Unos pobres hombrecillos, incapaces de soportar el vigor de aquél y la constancia de su vida, temerosos de ser arrestados y sometidos a castigo, pues eran conscientes de sus delitos innumerables, tomaron la delantera y urdieron y esparcieron una calumnia terrible contra él. Luego, con el fin de asegurarse la confianza de los oyentes, confirmaban con juramento sus acusaciones: uno juraba porque el fuego le destruyese; otro porque una enfermedad funesta consumiera su cuerpo, y un tercero, porque sus ojos cegaran. Pero ni aun así, ni siquiera jurando, un solo fiel les prestó atención, por la templanza de Narciso, que de siempre brilló ante todos y por su conducta virtuosa en todo. Él, sin embargo, no pudiendo sobrellevar en modo alguno la maldad de estas calumnias, y por otra parte, estando desde hacía largo tiempo en busca de una vida filosófica, huyó de la muchedumbre entera de la iglesia y pasó muchos años oculto en regiones desiertas y recónditas. Pero el gran ojo de la justicia tampoco permaneció quieto ante tales desmanes, sino que a toda prisa se dio a la persecución de aquellos impíos con las mismas desgracias con que se habían ligado perjurando contra sí mismos, pues el primero, sin motivo ninguno, simplemente así, habiendo caído una chispita en la casa en que él moraba, la incendió por completo durante la noche, y pereció abrasado con toda su familia; el otro se vio de repente con el cuerpo, desde la planta de los pies hasta la cabeza, lleno de aquella enfermedad con que él mismo se castigó de antemano; y el tercero, así que vio el final de los primeros, temblando ante la ineludible justicia de Dios que lo ve todo, hizo confesión pública de lo que habían tramado en común los tres. En su arrepentimiento, se agotaba de tanto gemir y no cesaba de llorar, tanto que llegó a perder sus dos ojos. Tales fueron los castigos que sufrieron éstos por sus mentiras.
Retirado Narciso, y como nadie sabía dónde podía hallarse, los obispos que presidían las iglesias limítrofes resolvieron imponer las manos a un nuevo obispo. Díos se llamaba éste. Después de presidir no mucho tiempo, le sucedió Germanión, y a éste, Gordio, bajo el cual reapareció Narciso, de alguna parte, como un resucitado. Los hermanos le llamaron de nuevo para ocupar la presidencia. Todos le admiraban todavía más, por causa de su retiro, de su filosofía y, sobre todo, por la venganza que Dios había obrado en su favor. Como quiera que Narciso no estaba ya en condiciones de ejercer el ministerio por causa de su extrema vejez, la providencia de Dios llamó a Alejandro, que era obispo de otra iglesia, para ejercer las funciones episcopales junto con Narciso, conforme a una revelación que tuvo éste en sueños por la noche. Ocurrió, pues, que Alejandro, como obedeciendo a un oráculo, emprendió un viaje desde Capadocia, donde por primera vez fue investido del episcopado, a Jerusalén, por motivos de oración y de estudio de los lugares. La gente de allí le recibió con los mejores sentimientos y ya no le permitieron regresar a su país, conforme a otra revelación que también ellos habían tenido durante la noche y según una voz que se dejó oír clarísima a los más celosos de entre ellos, pues les indicaba que se adelantasen fuera de las puertas de la ciudad y recibiesen al obispo que Dios les había predestinado. Después de obrar así, con el común parecer de los obispos que regían las iglesias circundantes, obligaron a Alejandro a permanecer allí forzosamente.
El mismo Alejandro, en carta privada a los antinoítas, que todavía hoy se conserva entre nosotros, menciona el episcopado de Narciso, compartido con él, cuando escribe textualmente al final de la carta: «Os saluda Narciso, el que rigió antes que yo la sede episcopal de aquí, y ahora, a sus ciento dieciséis años cumplidos, ocupa su lugar junto a mí en las oraciones y os exhorta, lo mismo que yo, a tener un mismo sentir».
Historia Eclesiástica, IV,9-11, BAC, 1973(1ª), traducción de Argimiro Velasco Delgado; hay también otras citas incidentales sobre san Narciso en el mismo libro IV, especialmente en relación a la cuestión de la fecha de Pascua.
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En el día de hoy es posible elegir entre dos obispos homónimos de la misma época, pero de características muy dispares. Uno fue obispo de Jerusalén y en el año 195 contribuyó a decidir que la Pascua se celebrase siempre en domingo. Al parecer murió a los ciento dieciséis años. El otro san Narciso, más popular, tiene una historia más enredada; quizá fue de origen centroeuropeo y es probable que durante la persecución de Diocleciano tuviese que huir y se refugiara en la ciudad de Augusta o Augsburgo. Allí se alojó en casa de «una mujer principal, pero deshonesta», una cortesana famosa cuyo nombre era Afra (incluida también en el santoral). Esta además era idólatra, pero la oración de Narciso la convirtió junto con su madre y tres criadas suyas. Más tarde, en unión de su diácono Félix, llega a Gerona, que convierte en su centro apostólico, y unos años después, quizá en el recinto extramuros del cementerio de los fieles (se supone que donde hoy se levanta la colegiata de San Félix, que debe su nombre a un santo anterior), cuando iba a celebrar misa fue asesinado con el citado diácono. Murió a consecuencia de tres heridas en el hombro, en la garganta y en el tobillo. En Gerona (de donde es patrón, además de serlo de Augsburgo) es el santo de las moscas, ya que se dice que en 1285 de su sepulcro salieron enjambres de tábanos que con sus picaduras mortales hicieron huir al ejército francés invasor.
Santo Evangelio según San Lucas 13, 10-17. Lunes XXX de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Concédeme, Señor, la gracia para librarme de las cadenas que me atan.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio de hoy es una invitación a que te dejes tocar por la misericordia de Dios, para que alcances la plenitud de tu libertad; san Lucas narra la situación lamentable que vivía una mujer, hasta el momento de encontrarse con Jesús; ella era víctima de un espíritu que manifestaba su influencia con una enfermedad física y visible.
Tú que lees estas líneas, seguro no padeces ninguna influencia de espíritu caído alguno, pero si puedes estar dentro de una vorágine de decisiones que normalmente tomas y que te llevan a ser reo de tus propios temores e inseguridades, reo de tus propios vicios y pecados, etc.; en fin, no importa las profundidades en las que te encuentres y que pienses que no hay remedio o salvación para ti; Jesús hasta ahí ha llegado y continuará llegando para que tu mirada se una a la suya, y le pidas que te libere para poder escuchar "quedas libre de lo que te aqueja, confía que siempre estoy a tu lado."
Que san José y la santísima Virgen María te guíen para que aprendas a vivir en la libertad de los hijos de Dios cuya vocación es la felicidad plena.
Pensemos en el buen pastor, pensemos en Jesús que ve, llama, habla, toca y sana; pensemos en el Padre que se hace carne en su Hijo, por compasión. Este es el camino del buen pastor, el pastor que hoy vemos aquí, en este pasaje del Evangelio: es una gracia para el Pueblo de Dios tener buenos pastores, pastores como Jesús, que no se avergüenzan de tocar la carne herida, que saben que sobre esto -no solo ellos, sino todos nosotros- seremos juzgados: estaba hambriento, estaba en la cárcel, estaba enfermo...Los criterios del protocolo final son los criterios de la cercanía, los criterios de esta cercanía total para tocar, compartir la situación del Pueblo de Dios. Y no olvidemos esto: el buen pastor está siempre cerca de la gente, siempre, como Dios nuestro Padre se acercó a nosotros, en Jesucristo hecho carne.
(Homilía de S.S. Francisco, 30 de octubre de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscaré consejo con alguien de confianza para que me ayude a superar lo que me aqueja.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Si miramos el mundo de hoy, nos damos cuenta que la libertad es uno de los grandes valores del hombre moderno
El anhelo de la libertad es muy fuerte. La libertad es el bien supremo del hombre de hoy, raíz de su dignidad humana.
¿Qué es la libertad?
En el libro “Triunfo” de Michel Quoist, leemos: “Si te sometes a la voluntad de tu instinto, tienes una ´libertad´ de animal. Si te sometes a la voluntad de la sensibilidad, de tu imaginación, de tu orgullo, de tu egoísmo... tienes una libertad de hombre viciado y limitado por el pecado. Si te sometes a la voluntad de Dios, tienes una libertad de hombre divinizado, una libertad de hijo de Dios”.
La libertad DE - PARA
La libertad no es para nosotros un fin en sí mismo, sino que la libertad es el gran medio para alcanzar nuestra vocación, nuestra felicidad. Es libertad para. Por eso, la libertad del cristiano es fundamentalmente una libertad atada. No es la libertad de la hoja al viento que permanece estéril, sino que es la libertad de la semilla: enraizada en aquella tierra que la va alimentar y hacer crecer. La libertad nos permite crecer. Pero para crecer tenemos que atarnos, enraizarnos. Y nuestro dilema como hombres es: o nos atamos como hijos a la voluntad de Dios, o nos atamos como esclavos a falsos dioses, a ídolos. La libertad de significa, entonces, ser libres de todas aquellas ataduras que son cadenas y que me impiden crecer.
Los rivales de Dios son los ídolos, que me prometen felicidades engañosas y que me convierten en esclavo. En el fondo hay un único gran ídolo: mi propio yo. El dilema de mi libertad es: la doy amando a otro que no soy yo, o la repliego egoístamente entorno a mi yo. Y entonces pueden surgir una cantidad de ídolos.
Los ídolos de la comodidad, la flojera y la irresponsabilidad. El voluntarismo, el deseo de hacer mi voluntad y que no sea contrariada. El activismo, esa tendencia a hacer, más que acoger, es muy fuerte en nosotros, sobre todo en el varón. Otro ídolo es el naturalismo que nos impulsa a rechazar algo clave en la fe que es el misterio de la cruz. Y son también ídolos algunos impulsos que no controlamos y que nos tiranizan: el mal genio, la impaciencia y tantas otras cosas que no hemos logrado dominar.
Entonces, si queremos ser libres interiormente, tenemos que luchar contra nosotros mismos, debemos conquistar nuestra libertad paso a paso. No seremos libres mientras estemos atados a las cosas o a las personas. No son las cosas que se atan a nosotros, sino somos nosotros los que nos atamos a las cosas, que nos entregamos a ellas como esclavos.
Para ponernos en camino hacia la libertad interior, debemos conocernos a nosotros mismos: nuestras posibilidades, nuestras limitaciones y ataduras.
Y así empieza la lucha de librarnos de todo aquello que entorpece nuestra verdadera personalidad. Desprendernos de muchas cosas: complejos, angustias, tiranía de los instintos, desórdenes, faltas de carácter, etc. Es todo el campo de la autoeducación.
Pero la libertad no termina aquí. Queremos ser libres para alguien. La posesión de sí mismo tiene por fin la donación, el compromiso.
El sentido de la libertad interior es la entrega al Tú, la solidaridad para los hermanos, la donación a Dios. Entre ambos aspectos (libre de - a fin de ser libre para) resulta una tensión, una polaridad creadora: libertad - vínculo.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cuáles son mis ídolos?
2. ¿Trabajo regularmente en mi autoeducación?
3. ¿Le ofrezco a Dios mis esfuerzos por mi autoformación?
¿Qué es el sacramento de la unción de los enfermos?
La Unción de los Enfermos es una preparación para el paso de esta vida a la gloria eterna y son muchos los efectos y gracias que confiere al enfermo
El sacramento de la unción de los enfermos es un sacramento de curación, el cual es un regalo de Dios que ayuda a sanar y purificar el espíritu de quien lo recibe. A través de él, se pide al Señor, la salud del cuerpo, del alma y del espíritu del cristiano que pasa por una grave enfermedad o vejez avanzada. Asimismo, al recibir la unción bien dispuesto y en gracia, si es la voluntad de Dios, puede obtenerse, incluso, la curación o la salud que necesita el enfermo.
La Iglesia lo define así: “La gracia primera de este sacramento es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. […] Esta asistencia del Señor, por la fuerza de su Espíritu, quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios” (CEC 1520).
Este sacramento sólo puede ser administrado por el obispo o el sacerdote, quien ungirá con aceite consagrado en la frente y en las palmas de las manos,pronunciando a su vez las palabras: “Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad” (Sacram Unctionem Infirmorum; cf CIC, can. 847, §1).
Ahora bien, no se debe pensar que este signo sacramental está reservado solamente para quienes estén cerca de la muerte, sino que también pueden recibirlo aquellos que sean conscientes y que, por voluntad propia, consideren necesario recibirlo en caso de grave enfermedad. De tal modo que, si un fiel está en peligro de muerte, está sufriendo una grave enfermedad, pasa por avanzad edad o recibirá una operación delicada, puede solicitar que se le administre dicho sacramento.
No hay un límite de veces para poder recibir este sacramento, sino que puede recibirse las veces que sean necesarias, siempre y cuando se encuentre en peligro de muerte, pase por momentos de debilidad en la salud, o bien, las personas con edad avanzada.
Así que resulta conveniente no esperar hasta el último momento para poder recibir este sacramento, ya que su fin no es alcanzar milagros, sino preparar espiritualmente a quien lo recibe. Además, es importante decir que este sacramento, como todo otro sacramento, es de vivos; es decir, que debe recibirse en estado de gracia. Aunque la Iglesia establece que, si el enfermo no pudo recibir el sacramento de la penitencia y, por alguna razón se encuentra inconsciente, se le podrá dar la absolución de sus pecados bajo condición y, luego, se le puede administración el sacramento de la unción, también bajo condición.
Si un enfermo de gravedad falleció sin recibir este sacramento, la Iglesia recomienda, aun así, administrarlo durante las primeras horas en que ha fallecido. Así lo establece el Código de Derecho Canónico: “En la duda sobre si el enfermo ha alcanzado el uso de razón, sufre una enfermedad grave o ha fallecido ya, adminístresele este sacramento” (1005 CIC).
Es importante que, como creyentes en Cristo, procuremos prepararnos para el momento de nuestra muerte, ya que no sabemos cuándo llegará. Por lo tanto, es recomendable que con frecuencia acudamos a los sacramentos que alimentan y fortalecen nuestro espíritu como son la comunión y la penitencia.
¿Por qué la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica?
¿En qué parte de la Biblia se le asigna estos calificativos?
El Credo o profesión de fe, es el acto en el que todo cristiano católico reconoce a grandes rasgos su fe.
El Credo o símbolo Niceno-constantinopolitano, fue formulado como hoy lo conocemos, por la Iglesia de Jesucristo en los concilios de Nicea y Constantinopla en los años 325 y 381. Su origen data de los mismos apóstoles y sus formas más primitivas pueden encontrarse mencionados en la Biblia.
I Timoteo 6,12
Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos.
I Corintios 15,3-4
Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras...
De ahí surge el famoso Credo de los Apóstoles, que constituye el símbolo de fe de la Iglesia de Roma, la más importante y antigua y que adquirió su forma definitiva para toda la Iglesia universal en los concilios antes mencionados. El Credo de los Apóstoles es más corto que el de Nicea-Constantinopla y al tratar sobre la Iglesia sólo dice: "Creo en la santa Iglesia Católica".
En cambio, el Credo de Nicea-Constantinopla, que es más largo y es el que actualmente profesamos, amplía éste artículo de fe de la siguiente forma "Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica". ¿Existe base bíblica para que los Apóstoles y la Iglesia hayan formulado así su fe en la Iglesia de Jesucristo? ¿En qué parte de la Biblia dice que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica? Veamos.
LA IGLESIA ES UNA
Jesucristo funda una sola iglesia, su Iglesia
Mateo 16,18
Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
Juan 17,21
Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Efesios 4,5-6
Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.
LA IGLESIA ES SANTA
La Iglesia somos todos los cristianos católicos y hemos sido santificados por Cristo mediante el bautismo en su muerte por todos los pecados del mundo.
I Pedro 1,16
Como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo.
I Corintios 6,11
Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.
Efesios 5,25-27
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.
LA IGLESIA ES CATÓLICA, ES DECIR, UNIVERSAL
En tiempos del Antiguo Testamento, antes de Jesucristo, la iglesia o Kahal en hebreo, era sólo una Iglesia nacional, la de el Dios de Israel y todo el que no fuera Israelita estaba excluido del pueblo de Dios. La palabra Católica significa universal y significa, todas las gentes, todas las naciones, lo que abarca todo y a todos.
Esdras 5,1
Los profetas Ageo y Zacarías, hijo de Iddó, empezaron a profetizar a los judíos de Judá y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos.
Salmos 147,19-20
Él revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel: no hizo tal con ninguna nación, ni una sola sus juicios conoció.
Efesios 2,11-12
Así que, recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la que se llama circuncisión - por una operación practicada en la carne -, estabais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Pero el propósito de Dios desde el principio era que su Iglesia estuviera formada por todas las naciones, o sea, la Iglesia de Dios sería una Iglesia católica, universal. Así se lo anunció desde un principio a Abraham y así lo anunciaron los profetas.
Génesis 22,18
Por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, en pago de haber obedecido tú mi voz.
Isaías 2,2-3
Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos.» Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh.
Isaías 45:22-23
Volveos a mí y seréis salvados confines todos de la tierra, porque yo soy Dios, no existe ningún otro.
Yo juro por mi nombre; de mi boca sale palabra verdadera y no será vana: Que ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua jurará.
Ésta profecía tuvo su cumplimiento con Jesucristo, la Iglesia pasó a ser católica, universal
Génesis 49,10
No se irá de Judá el báculo, el bastón de mando de entre tus piernas. hasta tanto que se le traiga el tributo y a quien rindan homenaje las naciones.
Mateo 28,19-20
Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Hechos 13,47
Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de las naciones, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra.
LA IGLESIA ES APOSTÓLICA
Jesucristo no dejó ninguna Biblia para enseñar a las naciones, Él comisionó a sus Apóstoles y sucesores para eso. Los discípulos de Cristo serían enseñados por los Apóstoles y sus sucesores, Él rogará por sus Apóstoles y por los que creerán por medio de su palabra.
Juan 17,20-21
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Hechos 1,2
hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo.
Hechos 2,42
Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones.
Apocalipsis 21,14
La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero.
La única Iglesia en el mundo que puede ser rastreada a través de la historia por medio de infinidad de testimonios y documentos históricos hasta los Apóstoles y el mismo Jesucristo es la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Por eso la Iglesia es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA.
CREDO DE LOS APÓSTOLES
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna. Amén.
CREDO DE NICEA - CONSTANTINOPLA
(Credo Largo)
Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros lo hombres,
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.
EL PAPA FELICITA A LA AGENCIA DE LOS OBISPOS ITALIANOS EN SU 30 ANIVERSARIO
Francisco pide a los periodistas católicos "que se hagan voz de los que no la tienen"
"Informar es formar, es tener que ver con la vida de las personas"
Redacción, 29 de octubre de 2018 a las 11:45
Papa Francisco
Caminen como han hecho hasta ahora, por los senderos bellos y fatigosos del pensar, sin hacer compromisos con ninguno. Sean libres y estén lejos de modelos reductivos
"El periodista, en el mundo contemporáneo, no desarrolla sólo una profesión, sino una verdadera y propia misión. Tiene la tarea, en la agitación de las noticias y en la búsqueda de información, de recordar que al centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto en la audiencia, sino las personas. Informar es formar, es tener que ver con la vida de las personas", lo escribe el Papa Francisco en su Mensaje dirigido a Vincenzo Corrado, Director de la Agencia de noticias de la Conferencia Episcopal Italiana, SIR (Servicio de Información Religiosa), con motivo del 30° Aniversario de la publicación de su primer boletín informativo.
Constructores de comunión con la información
En su Mensaje, el Santo Padre expresa sus saludos por la celebración de este importante aniversario y recuerda que hace treinta años atrás - el 25 de octubre de 1988 - se publicó el primer boletín con el cual se dio inicio a la actividad periodística del SIR. "Treinta años representan, ciertamente, una buena meta, pero no lo es y no debe de ser un punto final. Continúen llevando a cabo su empeño - alienta el Pontífice - buscando siempre esa misma novedad con la que los padres fundadores pensaron y luego dieron forma a un proyecto único en su género: un instrumento de información que una el territorio italiano, representado por los semanales diocesanos. Han sido constructores de comunión con la información, sea eclesial sea socio-cultural, continúen siéndolo".
Comunidad fundada en la autenticidad y la reciprocidad
Describiendo las diversas actividades de la Agencia de información de la Conferencia Episcopal Italiana, dentro y fuera de este país y recordando el tema de la LIII Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales, el Papa Francisco destaca el trabajo del SIR, en la promoción de una comunidad informativa, fundada en la autenticidad y la reciprocidad. "A lo largo de los años han sabido seguir el desarrollo tecnológico conservando siempre vuestra línea editorial bien definida desde 1988 por vuestro recordado presidente, Mons. Giuseppe Cacciami... Continúen ejercitando vuestra profesión teniendo siempre presente la verdad - exhorta el Papa - es el antídoto más eficaz para combatir la falsedad. Y recuerden que para discernir la verdad es necesario valorar lo que ayuda a la comunión y promueve el bien y lo que al contrario tiende a aislar, dividir y contraponer".
Sean custodios de las noticias
Volviendo su mirada hacia atrás, el Papa Francisco los invita a pensar en el futuro y los anima a proseguir siempre por el camino de la innovación, pero sin descuidar su mirada hacia todos los territorios: italianos, europeos, orientales, internacionales. "El territorio no es una simple demarcación geográfica, es algo más - afirma el Pontífice - indica la existencia de personas que lo habitan. Siguiendo el camino de los semanales diocesanos, háganse voz de los que no tienen voz. Continúen encendiendo vuestros faros informativos en todas las periferias. Háganse cargo de las historias por contar. Apasiónense siempre por la verdad. Sean custodios de las noticias".
Antes de terminar su Mensaje, el Papa Francisco los alienta a estar siempre listos a la escucha y al diálogo sincero para dejar emerger la verdad. "Los animo a buscar siempre más a la plenitud de una información de calidad que sepa construir puentes de comprensión y de diálogo. Caminen como han hecho hasta ahora, por los senderos bellos y fatigosos del pensar, sin hacer compromisos con ninguno. Sean libres y estén lejos de modelos reductivos. Ayuden a comprender los hechos en su complejidad y en su significado profundo".