Invita a los pobres
- 05 Noviembre 2018
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San Guido María Conforti
Celebrado El 5 De Noviembre
San Guido María Conforti, obispo y fundador
En Parma, ciudad de Italia, san Guido María Conforti, obispo y buen pastor, siempre en vela por la defensa de la Iglesia y de la fe de su pueblo; movido por el anhelo de la evangelización de los pueblos, fundó los Misioneras Javerianos.
Voluntad, mucha, salud, poca. Superando algunas dificultades familiares, entra en el seminario, pero a los 17 años comienza a sufrir de epilepsia y sonambulismo. Valientemente el rector don Andrea Ferrari (futuro arzobispo de Milán) lo ordena sacerdote, con 23 años. A los 28 ya es vicario general de la diócesis de Parma. Pero sueña con la misión en el Oriente, a ejemplo del pionero Francisco Javier. Pero la salud es frágil: ningún instituto misionero lo acepta. por lo que él, en 1895, fundó uno por cuenta propia: la «Congregación de San Francisco Javier para las Misiones Extranjeras». Lo funda, lo guía, con unos pocos alumnos al principio, y con la ayuda de un solo sacerdote. Utilizará luego la herencia paterna para consolidarlo. Y en 1896 parten ya para China los primeros dos «Javerianos».
Guido Maria Conforti se vuelve en ese momento una figura insólita en la Iglesia italiana: trabaja como vicario en el gobierno de una diócesis «doméstica», y al mismo tiempo se proyecta en la lejana misión. Es polémico con cuantos en Italia ignoran la misión o parecen temerla («roba sacerdotes a las diócesis», era un argumento).
Nombrado arzobispo de Ravena a los 37 años, dejará su cargo un año después, aunque por enfermedad. Murió en China uno de sus misioneros; hace volver al otro y se concentra por completo en el instituto. Pero en 1907 fue de nuevo «reclamado» en la diócesis, como coadjutor del obispo de Parma y después como sucesor. Regirá la diócesis durante 25 años, con mucha actividad: dos sínodos, cinco visitas pastorales a 300 parroquias. Mientras tanto sus Javerianos regresan a China.
En 1912 uno de ellos, el padre Luis Calza, es nombrado obispo de Cheng-chow, y recibe de él la consagración en la catedral de Parma. También en 1912, se asocia con fuerza a la iniciativa de un recurso ante el Papa, para que llame enérgicamente a la Iglesia italiana al deber de apoyar la evangelización en el mundo. La idea partió del beato José Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata, en Turín. La Jornada Misionera Mundial, establecida en 1926 por el Papa Pío XI, pondrá en marcha una propuesta contenida ya en ese recurso de 1912.
Al fin llega el momento más hermoso para Guido María: en 1928 está en China para visitar a sus Javerianos. Aquí se hace realidad el sueño de toda una vida: conocer a los nuevos cristianos, la joven iglesia crecida entre duras dificultades, sentirse realizador, con los suyos, del sueño de Francisco Javier... Y, así, este hombre proyectado a lejanos continentes, ha sido plena y enérgicamente pastor de su diócesis natal, partiendo de la labor de re-evangelización, a través del movimiento catequístico y de la fraternidad practicada en todas direcciones, especialmente con la labor de asistencia a las familias durante la Primera Guerra Mundial, reconocida incluso por el gobierno italiano, con un alto honor civil.
Su físico siempre sufriente, y tan a menudo arrastrado por la voluntad, cede irremediablemente en 1931. En 1996 Juan Pablo II lo proclama beato, y el 23 de octubre de 2011 es canonizado por Benedicto XVI. El cuerpo descansa en la sede de los Misioneros Javerianos de Parma.
fuente: Santi e Beati
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No había concluido sus estudios eclesiásticos cuando lo designaron vicerrector del seminario, una misión sellada por sus muchas virtudes. Al encarnar en sí mismo el Evangelio testificaba con su conducta el grado de su amor a Dios que transmitía fielmente, siendo motivo de edificación para quienes le rodearon. Por ello fue un gran formador. Recibió el sacramento del orden en 1888. En un momento dado, la lectura de la vida de san Francisco Javier le abrió inmensos horizontes apostólicos. Donde no había logrado llegar el gran santo navarro, podía hacerlo él. Ese era el sueño que fraguaba en su oración y alimentaba con la recepción de la Eucaristía. China aparecía ante sí teñida de esperanza, abriéndole los brazos para poder llevar la fe a incontables personas, su mayor y más ferviente anhelo. Inmediatamente puso en marcha el engranaje creando en 1895 un seminario en el que surgiría la Congregación de Misioneros Javerianos.
Los primeros sacerdotes en partir a China fracasaron sencillamente porque la voluntad divina era otra, y, por eso, entre otros contratiempos, se opusieron a este primer intento de fundar allí la enfermedad de alguno de los integrantes del grupo y la partida de otros. Pero el santo fundador no se desanimó. Más de una veintena de expediciones posteriores materializaron ese apostólico afán que había alentado a los pies de Cristo y continúo alumbrando hasta el fin de sus días. En la ofrenda que hacía de sí mismo a Dios se incluía el deseo de haber podido ir allí personalmente, algo que no fue posible para él. Entretanto, realizó grandes misiones dentro de la Iglesia impulsando, entre otras acciones, la Pontificia Unión Misionera del Clero, ayudando y aconsejando a su artífice, el beato Pablo Manna. Guido fue su primer presidente, y colaboró tanto en su fundación como en su difusión, consiguiendo que el papa la aprobase.
El espíritu de un santo nunca es localista, sino universal; y así fue la mirada de este fundador que contemplaba el horizonte situado al pie de del Cruficado. De él se ha dicho que «el ‘espectáculo’ de la cruz le hablaba ‘con la elocuencia de la sangre’». En 1902 le encomendaron la diócesis de Rávena, misión que su salud le impidió culminar. Hay que decir que los problemas físicos que le acompañaron casi toda su vida no fueron óbice para entregarse por completo a Dios y a los demás. Sin embargo, en ese momento, plenamente consciente de que su limitación podía constituir un veto para llevar a cabo su labor pastoral, presentó su dimisión.Eso sí, cuando vio que debía seguir adelante, ratificó su profesión prometiendo dedicarse por entero a la evangelización. Hasta 1907, mientras se restablecía de la enfermedad, redactó las Constituciones, se centró en la formación de los misioneros y en el gobierno, ya que era el superior general. A finales de ese año, fue designado arzobispo de Parma.
Llegó a esta sede en 1907 y rigió la diócesis de manera ejemplar durante un cuarto de siglo. Dejó en ella su impronta misionera. Su celo apostólico no tenía fronteras. Fue un insigne apóstol que supo vivir con fidelidad su día a día. En su quehacer apostólico, intenso y lleno de creatividad, se halla la realización de numerosos congresos de cariz eucarístico y mariano, puso en marcha las escuelas de doctrina cristiana en las parroquias y enriqueció la acción apostólica de la diócesis con instrumentos diversos, como asociaciones, prensa católica, misiones populares, amén de acciones catequéticas, procurando una esmerada formación a los catequistas, atención al clero y a los fieles, con singular ternura hacia los pobres, junto con la formación y el cuidado que dispensó a sus hijos. Fue adalid fue de la Acción Católica.
Fue un hombre fidelísimo a la Cátedra de Pedro, un gran pacificador y defensor de los derechos de los sacerdotes y de los campesinos. Mantuvo los brazos abiertos en todo momento para creyentes y no creyentes. En 1928 efectuó un viaje apostólico a China con objeto de visitar a sus hijos. Con indescriptible gozo acogía la gracia de ver fundado ese amado país, y así penetró en la catedral Cheng Chow, entonando el Te Deum, que culminó después con un emocionado: «¡Señor, lo he visto! Ahora puedo iren paz». En 1930 neutralizando sus escasas fuerzas con la gracia de Dios, efectuaba una intensísima y agotadora visita pastoral por la diócesis. Era la quinta ocasión en que lo hacía. En Pagazzano tuvo un grave contratiempo en su salud. Le aconsejaron descansar y replicó con gallardía: «Un obispo debe estar en las trincheras como un oficial». El 5 de noviembre de 1931, «desgastado» por su pasión de amor a Cristo y a la misión evangelizadora, entregaba su alma a Dios en Parma, suplicando: «Señor, salva a mi clero y a mi pueblo del error y de la incredulidad». Fue beatificado por Juan Pablo II el 17 de marzo de 1996. Benedicto XVI lo canonizó el 23 de octubre de 2011.
Santo Evangelio según San Lucas 14, 12-14. Lunes XXXI de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy vengo a tu presencia, Señor, pidiéndote que me hagas crecer en humildad y que pueda actuar como Tú. Forma, Señor, mi corazón en la fragua del tuyo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Para Jesús la caridad no tiene límites. Igualmente compartía la mesa con el fariseo que lo invitaba, como también se auto-invitaba a la casa de los pecadores, como Mateo y Zaqueo.
Cuando hacemos una buena acción por alguien, principalmente si nos cuesta, nos sentimos pletóricos de alegría después de hacerla. En lo profundo tenemos la certeza de que esa sensación no viene del dar materialmente hablando, sino de darnos a nosotros mismos.
Ahora bien, ¿qué pasaría si además de vivir la caridad de este modo, agudizáramos el ojo espiritual en la vida corriente de todos los días? San Pablo dice: Vence el mal con el bien. (Rm 12,21) Si somos cristianos, no es suficiente decir voy a misa los domingos y con eso cumplo, o soy católico y rezo de vez en cuando por la gente que me hace daño; si no actuamos como Cristo y le dejamos actuar en nuestra vida, todo se queda en costumbres y no viviremos el verdadero cristianismo.
Prontamente seríamos santos si ofreciéramos el banquete del amor a todas aquellas personas que no nos pueden devolver en esta vida el bien que les ofrecemos.
Tal fe implica en la acción y suscita buenas costumbres. Es mirada que acompaña procesos, transforma los problemas en oportunidades, mejora y construye la ciudad del hombre. Deseo que sepáis saber afinar y defender siempre esta mirada; superar la tentación de no ver, de alejar o excluir. Y os animo a no discriminar; a no considerar a nadie como excedente; a no conformaros con lo que todos ven. Que nadie dicte vuestra agenda menos los pobres, los últimos, los que sufren. No agrandéis las filas de los que corren a contar esa parte de realidad que ya está iluminada por los focos del mundo. Partid desde las periferias, conscientes de que no son el final, sino el inicio de la ciudad.
(Discurso de S.S. Francisco, 1 de mayo de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy evitaré la ira y trataré con amor a todas las personas, aunque no me lo puedan devolver.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
No hay pobreza más grande que la de aquel a quien le falta Dios.
¿Es la pobreza una virtud? Si así es, ¡cuántos miles de seres humanos vagan por el mundo viviéndola sin saberse virtuosos! No, no es esa pobreza la que hace, sin más, a las personas virtuosas. Y esta afirmación ¿no es ir contra de aquellas palabras del Maestro: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los Cielos” (Lc 6, 20)?
Escribir sobre la pobreza puede parecer como una falta de respeto a los pobres y pecar de doblez. Con qué facilidad nos quejamos de ella –pues hasta llegamos a pensar que la vivimos radicalmente– cuando para millones de hombres, mujer y niños nuestra “pobreza heroica” es el hecho normal de todos los días y de toda su vida. ¡Cuántas veces eso que nosotros tenemos por menos sería para ellos el mayor lujo! ¡Cuántas veces una jornada de pan y agua podría significar para nosotros la máxima austeridad mientras que para millones sería una especia de sueño con el que tendrían asegurada la existencia!
Sólo puede entender la virtud de la pobreza quien la ha abrazado voluntariamente y ha hecho suyas todas las radicales consecuencias que de ella se desprenden. Consecuencias que van más allá del mero desprendimiento material. Consecuencias que abarcan gustos, aficiones, deseos, lícitos quereres…
Jesús no canonizó la pobreza a secas. San Mateo especifica mejor la bienaventuranza evangélica de Jesús cuando dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3). La pobreza de que se habla nunca es un simple fenómeno material. La pobreza puramente material no salva, aun cuando sea cierto que los más perjudicados de este mundo pueden contar de un modo especial con la bondad de Dios. Pero la pobreza tampoco es una actitud espiritual.
Nos encontramos así con dos matices de pobreza: la material y la espiritual. Dentro de cada una de éstas hay dos tipos de pobrezas más, una mala y una buena.
La pobreza material negativa deshumaniza y debe ser combatida. Es la pobreza ante la que muchos preferimos no voltear, ante la que se calla, ante la que se enmudece cuando se mira de frente. ¡Cuántos se han hecho santos de Dios al entrar en contacto con ella! Sabemos que existe, conocemos en dónde, su rostro nos es del todo familiar… Pero hasta que uno no se pone en la realidad más absoluta del otro la pobreza se sigue mirando con indiferencia.
La pobreza material positiva libera y eleva; es el ideal evangélico que debemos cultivar. Es el querer vivir desprendido para que nada me ate y sea efectivamente libre. Y aquí entra el desapego de cosas, personas y pensamientos. No es minusvalorar ni una especie de frigidez del corazón, no. Es un ensanchamiento del mismo donde todos tienen recta cabida a partir de la jerarquía encabezada por Dios y del cual proviene el orden.
La pobreza espiritual negativa es ausencia de los bienes del espíritu y de los valores humanos: es la pobreza de los ricos. Nada más grotesco, nada más burdo que una pobreza de este tipo. La sensibilidad no existe, los valores y las virtudes se han extinguido; no hay amor, ni esperanza, ni fe; no hay un horizonte, la vida no importa, la existencia es oscura, el hombre -¿quién es?-, no han sido amados ni saben amar: Dios no existe.
La pobreza espiritual positiva está hecha de humildad y fe en Dios que son los frutos más bellos nacidos del árbol frondoso de la pobreza bíblica: es la riqueza de los pobres. Es la pobreza de los hombres que se saben pobres también en su interior, personan que aman, que aceptan con sencillez lo que Dios les da, y precisamente por eso viven en íntima conformidad con la esencia y la palabra de Dios.
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No hay pobreza más grande que la de aquel a quien le falta Dios. Al hombre que a Él tiene podrá derrumbársele el mundo pero permanecerá impasible porque sabe a Quién tiene a su lado, Quién es su compañía.
Lo más importante: el corazón. XXXI Domingo Ordinario
Hoy revisemos qué idolatrías se han escurrido hasta dentro de nuestro corazón y han hecho a un lado a Dios
Lecturas:
Deuteronomio 6, 2-6: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón”
Salmo 17: “Yo te amo, Señor, tú eres mi fuerza”
Hebreos 7, 23-28: “Jesús tiene un sacerdocio eterno, porque Él permanece para siempre”
San Marcos 12, 28-34: “Amarás al Señor tu Dios. Amarás a tu prójimo”
No lo podíamos creer. Todos conocíamos muy bien al Padre Pedro, sabíamos de su inclinación al ejercicio y al deporte. Momentos antes lo habíamos contemplado jugando entusiastamente con todos nosotros, ahora yacía inerte, fulminado por una paro cardiaco. Algunos buscaron darle respiración, otros trataban de sacarlo de la inconciencia.Todos tratabamos de hacer algo, pero todo era inútil. Llegaron los paramédicos, hicieron esfuerzos desesperados por resucitarlo pero era imposible. “Cuando falla el corazón, nada se puede hacer”. Parecía muy fuerte, era muy joven, estaba entusiasmado… pero falló el corazón. Aunque parezca que todo está bien cuando falla el corazón todo acaba porque el corazón es lo más importante.
Sólo hay una cosa importante que no podemos dejar de lado so pena de que nuestra vida interior muera: el amor de Dios y el amor al prójimo. Es el corazón del discípulo y el centro de toda su vida, si esto lo descuidamos, todo se descompone y comienza la destrucción. Alguien reclama por qué digo el “amor de Dios”, en lugar del “amor a Dios”, por una razón muy sencilla, para indicar ese movimiento de reciprocidad: el amor que Dios nos da, el que recibimos gratuitamente, y nuestra respuesta de amor, el amor que brota de nuestro interior a Aquel que tanto nos ama. Es lo que ha experimentado el pueblo de Israel. Cuando vivía en esclavitud, cuando no se sentía pueblo, cuando sus gritos se ahogaban en la impotencia, “experimentó” el amor de un Dios que recogió esos gritos y lo hizo pueblo. Al iniciar su peregrinación por el desierto sabe que sólo se sostendrá gracias a ese amor que es recíproco. Saberse amado por Dios lo sostiene, pero también lo sostiene el amor que le profesa a Dios. Toda idolatría lo lleva a la destrucción porque se olvida de sus raíces y porque abandona sus ideales. Por eso con toda razón ha hecho del “Shemá Israel” el fundamento de todas sus leyes, de su estructura y sus ideales.
Cada vez que se ha olvidado y ha puesto su corazón en otros dioses, llámense baales, llámense injusticias, llámense falsos ritos, el pueblo ha caído en la desgracia. Por eso cada día con rigurosa fidelidad debe recitar: “Shemá Israel”: “Escucha Israel, nuestro Dios…” Moisés, en su despedida, insiste en lo que es más importante para que el pueblo tenga vida: cumplir las instrucciones y normas que el Señor ha dado. El texto del Deuteronomio que leemos hoy es el alma, la guía, la hoja de ruta que Israel no puede descuidar ni cambiar por otra cosa bajo el grave riesgo de perderse y perecer como nación. La connotación en hebreo del verbo “shemá” lleva implícito el imperativo de obedecer y practicar; y eso era lo que debía hacer el pueblo: escuchar obedeciendo, escuchar poniendo en práctica. Es la profesión de una fe monoteísta en medio de un mundo politeísta, que adoraba muchos dioses, y tiene un alcance patriótico: unidas a esa fe en el único Dios, están la posesión de la tierra y sus relaciones sociales y políticas con los hombres. Mientras sea fiel a este Dios, poseerá esa tierra que mana leche y miel; y las idolatrías serán su gran peligro.
Jesús retoma el credo israelita y lo hace actual, para aquel tiempo y para nuestro tiempo: el amor de/a Dios y el amor al prójimo. No quita un ápice de aquella confesión porque el amor a Dios sostiene al hombre y se le ha de amar con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente. Pero como consecuencia clara e indispensable de este amor, coloca el amor al prójimo “como a ti mismo”. Lo que alimenta y da vida al hombre debe estar traducido en acciones concretas que manifiestan ese amor. No lo disminuyen, sino lo acrecientan. Cuanto mayor sea el amor sincero que tengamos al hombre, mayor será el amor verdadero que tengamos a Dios y viceversa. Toda idolatría no solamente es contra Dios, sino contra el prójimo. Las modernas idolatrías no están dirigidas sólo contra Quien nos ha hecho, sino contra nuestros hermanos. Por ejemplo la idolatría de la riqueza hace consistir la verdadera grandeza del hombre en “tener” y se olvida que la verdadera grandeza es “ser”. No vale el hombre por lo que tiene, sino por lo que es. Cuando se idolatra el tener, se es avaro, y se opone a la construcción del Reino, se niega a Dios y se destruye al prójimo. Es un gran peligro esta idolatría; quizás sea la más grande tentación de este momento porque los fanáticos de las riquezas, los ídolos del dinero, los que no quieren que les toquen sus privilegios, esconden sus bienes, fortalecen sus alianzas y destruyen a los hermanos. Sólo así se explica la actual violencia, la desigualdad insultante, las mentiras y corrupciones. “Cuanto más se apega el corazón del hombre a este ídolo, más se manifesta el ínfimo grado de subdesarrollo moral”, que consiste en codicia, avaricia, envidia, querer tener más, subyugar a los otros bajo mi riqueza. Esta idolatría destruye al hombre y ofende a Dios. Podríamos así hablar de cualquiera de otras las idolatrías: del poder, del placer, de la fuerza… todas niegan a Dios y destruyen al prójimo, como continuamente nos lo expone el Papa Francisco.
Con razón concluían los obispos en el Sínodo de la Evangelización con estos dos grandes amores, bases del discípulado: “El primero está constituido por el don y la experiencia de la contemplación. Sólo desde la mirada del amor de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y desde la profundidad de un silencio que acoge la Palabra que salva, puede desarrollarse un testimonio creíble para el mundo”. Necesitamos “llenarnos de Dios” para poder vivir. “El otro símbolo de autenticidad tiene el rostro del pobre. Estar cercano a quien está al borde del camino de la vida no es sólo un ejercicio de solidaridad, sino ante todo un hecho espiritual. Porque en el rostro del pobre resplandece el mismo rostro de Jesús… La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente potente, cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, conduce a Cristo. Al mismo tiempo debe ir acompañado por el compromiso con la justicia, con una llamada que se realiza a todos, ricos y pobres”. En el corazón de la Nueva Evangelización se coloca el mandamiento que es el corazón de toda espiritualidad: amar a Dios y amar al prójimo como a ti mismo.
Hoy revisemos qué idolatrías se han escurrido hasta dentro de nuestro corazón y han hecho a un lado a Dios ¿Qué lugar ocupa Dios en mi vida, en mi mente y en mi corazón? Y también estemos muy atentos a nuestro amor al prójimo, a nuestro compromiso con la justicia y con la verdad, con la fraternidad ¿Cómo amo a mi prójimo?
Padre Bueno, que en Jesús nos has manifestado todo tu amor, concédenos vivir siempre en tu presencia amando a todos nuestros hermanos. Amén.
¿Cómo hacer un buen examen de conciencia?
Examinar la conciencia para pedirle a Dios perdón por los pecados cometidos es ponerse delante de Él para que su misericordia nos alcance
Mucha gente se acerca a la confesión sin antes haber examinado a fondo su conciencia. Y así se pierde del perdón total y de la gracia que renueva hasta las raíces de la existencia. Esto es un servicio para ustedes.
Examinar la conciencia para pedirle a Dios perdón por los pecados cometidos es, en primer lugar, ponerse delante de Él para que su misericordia nos alcance y, tocados por el amor de Dios que perdona, nos abramos al arrepentimiento y al perdón. Por eso, las sugerencias que a continuación se escriben, son sólo una ayuda para que quien quiera confesarse lo haga mejor pero siempre desde la gracia de Dios que es la que nos lleva a la contrición. Este examen de conciencia lo tengo almacenado en mi computadora hace mucho tiempo. No sé con certeza de dónde lo saqué, pero está bastante completo, por eso se los comparto.
El primer paso que debemos dar es ponernos en presencia de Dios para rezar con confianza al Señor, pidiéndole que nos ilumine para reconocer que Dios es misericordioso, que nos ha librado de la esclavitud del pecado por su muerte en Cruz, y así reconozcamos nuestros pecados.
Luego de esto, nos interrogamos acerca de nuestra vida y nuestros actos concretos de cada día.
Primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.
Este mandamiento nos pide que, ante todo y en todas las cosas, elevemos nuestra mirada a Dios, al Padre que nos conduce con amor providente, al Hijo que ha dado su vida por nosotros para que nosotros adquiramos vida en Él, y al Espíritu Santo, que nos conduce en la vida cristiana.
¿He pecado contra la fe poniendo en duda algunas de sus verdades? ¿He negado a Dios, a la Iglesia, a los santos o alguna otra verdad de nuestro Credo? ¿Rechacé a Dios o a la Iglesia delante de los demás? ¿Desesperé de mi salvación, o abuse de la confianza en Dios, pensando que no me abandonará o que me salvaré aún cuando lleve una vida de pecado o no me esfuerce en convertirme para alcanzar la santidad? ¿Murmure interiormente o manifesté mi rebeldía contra Dios cuando me sucedió algo malo o no recibí lo que esperaba? ¿Descuido la oración o rezo con descuido y pereza, olvidándome fácilmente de las cosas de Dios? ¿Trato de formarme cristianamente para conocerlo y amarlo más a Dios? ¿Practico la superstición a través de los horóscopos, el espiritismo, o distintos gestos que no son de la Iglesia? ¿Guardo el debido respeto y uso con devoción y fe de los objetos que manifiestan a Dios y a los santos como las estampitas, el santo Rosario, los Crucifijos y el agua bendita? ¿Participo de las reuniones que hacen las sectas?
Segundo mandamiento: “No tomar su nombre santo en vano”
Este mandamiento me pide sumo respeto por el nombre de Dios y todo aquello que es de Dios.
¿He blasfemado? ¿Lo hice delante de otros? ¿Hice algún voto, juramento o promesa a Dios que después no cumplí? ¿He jurado sin que fuese verdad el contenido del juramento? ¿Juré sin necesidad, sin prudencia o por cosas sin importancia? ¿Tomé a broma o utilicé para hacer chistes objetos sagrados o lo que se refiere a la religión?
Tercer mandamiento: “Santificar las fiestas”.
¿Asisto a la santa Misa los días domingos y las fiestas de precepto? ¿Llegué tarde o participé distraídamente? ¿Le impedí a los que dependen de mi, como por ejemplo a mis hijos, asistir a Misa porque no los acompañé o no los ayudé a poner los medios para que concurran a la celebración? ¿Trabajé sin necesidad o hice trabajar a otros un día domingo, impidiéndoles la concurrencia a la santa Misa o descansar, estar en familia y poder dedicarse a la oración? ¿Dedico el día domingo a mi familia, a Dios y al crecimiento espiritual por la ración y la lectura? ¿Guardo abstinencia o realizo alguna penitencia los días viernes? ¿Se mortificarme o hacer penitencia por el bien de los demás y para el propio crecimiento espiritual de acuerdo a las indicaciones del confesor o del padre espiritual? ¿Me confieso con la frecuencia debida? ¿Participo en la Semana Santa de las celebraciones de la Muerte y Resurrección de Jesucristo?
Cuarto Mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”
Este mandamiento reclama de nosotros la obediencia debida a la autoridad, expresando en ella respeto y gratitud hacia mis padres, docentes y gobernantes en general
¿He desobedecido a mis padres? Tengo un criterio desordenado de independencia personal que me lleva a rechazar las indicaciones de mis padres sólo porque ellos me lo dicen? ¿Los entristezco con mis rebeldías y caprichos? ¿Los he insultado o les he deseado el mal? ¿He sido responsable ante mis padres o quienes me ayudan por el esfuerzo que hacen por mi educación o he perdido el tiempo y malgastado los recursos económicos que ponen a mi disposición? ¿He dejado de ayudar a mis padres, abuelos o familiares en sus situaciones de necesidad o ancianidad? ¿Soy egoísta en mi familia, peleándome con mis hermanos y familiares? ¿Estoy atento a los demás para ayudarlos? ¿Colaboro para que mi familia sea una buena familia, donde todos crecemos en la ayuda mutua y corrección fraterna? ¿He dado mal ejemplo? ¿Exasperé a mis hijos con mis palabras, ejemplos o reclamos arbitrarios e infundados? ¿Amenacé a mis hijos, los golpeé o amenacé de alguna manera? ¿Me ocupo de la educación de mis hijos? ¿Los educo en la fe con mi palabra y mi ejemplo? ¿Estoy atento a las necesidades de mis hijos, sé donde están y cuido de sus compañías, salidas y diversiones?
Quinto mandamiento: “No matarás”
¿Procuro evitar la enemistad, el odio o el rencor hacia los demás? ¿Dejé de hablar o saludar a alguien y me niego a la reconciliación o no hago nada para lograrla? ¿Me alegro del mal del otro o me entristezco de su bien? ¿Me dejo llevar por la ira, el fastidio o la rabia hacia los demás? ¿Me burlé, critiqué, murmuré de los otros? ¿Soy imprudente cuando conduzco, o no respeto las normas de tránsito? ¿He maltratado de palabra, o de obra a los demás? ¿Soy maleducado o grosero para tratar a ciertas personas? ¿He llegado a herir o a quitar la vida del prójimo? ¿He practicado o colaborado en un acto de aborto? ¿Recomendé a abortar sabiendo que es un pecado muy grave y que lleva consigo la pena de excomunión? ¿Cuido de mi salud y la de aquellos que están a mi cargo? ¿Cómo o bebo de modo excesivo poniendo en peligro cierto a mi salud? ¿He consumido drogas? ¿Escandalicé a otras personas con mis actitudes, con mis palabras o bromas, o por falta de pudor o invitándolos a espectáculos o lecturas que hacen daño? ¿He sido negligente al hacer mi trabajo o dejé de hacer aquello que debía, y que de alguna manera puede ocasionar un daño a la persona o a su misma muerte?
Sexto mandamiento: “No realizarás actos impuros”
¿Utilicé el don de Dios para comunicar el amor que constituye la sexualidad para la búsqueda egoísta del propio placer? ¿Me entretuve en pensamientos impuros, los deseé o entretuve la imaginación o mirada en ellos? ¿Es mi noviazgo serio y responsable como búsqueda de la maduración en el amor para formar una familia, o hay en ello una búsqueda egoísta de placer? ¿Soy fiel? ¿He tenido relaciones prematrimoniales o extramatrimoniales? ¿Busco conocer y crecer en las virtudes que me ayudan a vivir la castidad, la fidelidad y a respetar a las personas en su dimensión sexual? ¿He utilizado contraceptivos para evitar el embarazo? ¿He permitido una esterilización para no tener más hijos?
Séptimo mandamiento: “No robarás”
¿Robé dinero o algún objeto?¿Ayudé para que otros roben? ¿Han sido objetos de valor o una suma importante de dinero? ¿Me han prestado algo que no he devuelto? ¿Perjudiqué a otros con engaños o trampas en los contratos? ¿He cobrado más de lo debido? ¿Gasté más de lo que me es posible hacerlo? ¿He cumplido responsablemente con mi trabajo, ganando con justicia lo que se me pagó?
¿Retengo o retraso indebidamente el pago de jornales o sueldo? ¿Retribuyo con justicia el trabajo de los demás? ¿Cumplo con las leyes sociales? ¿Pago mis impuestos? Teniendo a cargo tareas de gestión y servicios públicos, ¿acepté dinero para favorecer un trámite? ¿Hice favoritismos en la elección de personas? ¿He prestado mi apoyo o guardé silencio frente a delitos, inmoralidades, coimas y otros abusos en la función pública o en la acción política? ¿Gasté el dinero en cosas superfluas, como el juego, la bebida, o gustos personales, desatendiendo a mi familia y mis otras responsabilidades? ¿Dejo una limosna para sostener el culto de la Iglesia en la medida de mis posibilidades?
Octavo mandamiento: “No levantarás falso testimonio ni mentirás”.
Este mandamiento nos exige ser sinceros con los demás, conmigo mismo y que mi palabra siempre exprese la verdad.
¿Mentí? ¿Miento habitualmente en cosas sin importancia, para quedar bien o para solucionar situaciones? ¿Descubrí indebidamente defectos de otras personas? ¿Mentí acerca de defectos o presuntas acciones malas de otro para desacreditarlo? ¿He dejado de defender al prójimo cuando correspondía? ¿Hice juicios temerarios, murmuré o hablé mal de los demás? ¿He revelado secretos? ¿Dije aquello que me fue confiado en el ejercicio de mi profesión o trabajo? ¿Desvirtué la información para provecho personal o por otros intereses? ¿Reparé el daño que se siguió a mis revelaciones? ¿Escuché conversaciones ajenas? ¿Puse en práctica la corrección fraterna aún cuando me era difícil?
Noveno mandamiento: “No desearás la mujer de tu prójimo”
¿Puse mi mirada o deseo en otra persona? ¿No fui fiel aún interiormente a la alianza celebrada con mi mujer o mi esposo? ¿Tengo amistades que son ocasión habitual de pecado? ¿No pongo remedio a situaciones o compañías que son causa de pecado? ¿Busco provocar con falta de pudor a otras personas? ¿Tengo actitudes de seducción?
Décimo mandamiento: “No codiciarás los bienes ajenos”
¿Busco enriquecerme indebidamente? ¿Me da envidia lo que otros poseen? ¿Trato de perjudicar a los demás en sus cosas? ¿Quisiera tener lo que el otro tiene, sin aceptar lo que poseo para mi bien y el de mi familia? ¿Tengo un espíritu de lucro desordenado? ¿Pretendo adquirir bienes o dinero inmediatamente, aún recurriendo a medios ilícitos o inmorales?
7 consejos bíblicos para ser feliz
La felicidad es uno de los grandes tesoros que todo ser humano anhela y desea para su vida
¿Quién no quiere ser feliz? ¿Quién quiere vivir en desgracia? He aquí una serie de consejos la mar de útiles para que se nos conceda esa dicha:
Guarda sus leyes y sus mandamientos que hoy yo te prescribo, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y permanezcas largos años en la tierra que te da Yavé, tu Dios.
(Deut 4,40)
No tengan ustedes la menor duda de que el camino seguro hacia la felicidad es vivir conforme a la voluntad de Dios. Y eso implica cumplir sus mandamientos. Algo posible de hacer si por gracia amamos a Dios. Como dice San Juan:
Conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues ésta es la caridad de Dios, que guardemos sus preceptos. Sus preceptos no son pesados.
(1 Jn 5,2)
Hemos de saber todos que cuanto más amamos a Dios, más fácil nos resulta cumplir sus mandamientos, porque ese mismo amor es gracia que nos ayuda a no pecar. El que ama al Señor acaba odiando el pecado que le aleja de Él. Mas no debemos desesperar si vemos que todavía pecamos, pues Él es fiel para perdonarnos cada vez que caemos si en verdad nos acercamos con un corazón contrito y humillado. Imploremos de su misericordia el perdón y de su gracia la capacidad para vencer toda tentación.
Honra a tu padre y a tu madre, como Yahvé, tu Dios, te lo ha mandado, para que vivas largos años y seas feliz en la tierra que Yahvé, tu Dios, te dará.
(Deut 5,16)
Honrar a los padres es propio de personas decentes. Les debemos obediencia mientras estamos sujetos a ellos. Y respeto siempre, mientras vivan. Independientemente de cómo se comporten con nosotros. Por supuesto, dentro de ese respeto no entra el permitirles que interfieran en asuntos que son de nuestra absoluta incumbencia. Si Dios mismo dice que el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, es claro que no debemos permitir que los padres pongan en peligro un matrimonio. Pero hágase tal cosa sin faltarles al respeto y la honra debida.
Ni que decir tiene que en su vejez los padres han de ser objeto del mayor de nuestros cariños. Tanto más si están enfermos. Y permitidme añadir también a nuestros padres espirituales, los sacerdotes. Que no tienen hijos en la carne pero muchos de ellos nos han engendrado y criado en Cristo. Seamos especialmente atentos con ellos.
Porque, siguiendo la verdad, serás feliz en todas tus obras, como todos los que practican la justicia. Según tus facultades, haz limosna y no se te vayan los ojos tras lo que des. No apartes el rostro de ningún pobre, y Dios no los apartará de ti.
(Tobías 4,6-7)
Verdad y caridad, caridad y verdad, binomio inseparable para alcanzar la fidelidad. Goza más el que da que el que recibe. Y pocas cosas hay tan satisfactorias para el alma como ayudar al necesitado.
Les cuento una anécdota personal. Siendo bastante niño -no más allá de 6 ó 7 años- iba con mi madre por el metro (suburbano) de Madrid, cuando al salir a la calle en la estación de Embajadores, nos encontramos a una mujer muy anciana pidiendo limosna. Por alguna razón que se me escapa, me quedé impresionado al ver su rostro. Pasamos de largo pero según empezamos a subir las escaleras, le dije a mi madre: “dame cinco duros para entregárselos a esa mujer". Mi madre se sorprendió, pues era la primera vez que le pedía algo así. Me los dio, bajé, se los entregué a esa anciana, que me miró fíjamente a los ojos y musitó: “gracias, hijo mío. Dios te lo pague". Créame si les digo que no había muchos niños en el mundo tan felices como yo en esos momentos. Fue, probablemente, la primera vez que ayudé a un pobre. Y no se me olvidará en la vida la alegría que Dios me dio.
Pero tú guarda la Ley y los preceptos, sé misericordioso y justo, y serás feliz.
(Tobías 14,9)
Nuevamente ley, misericordia y justicia. Cuando hoy se prostituye tanto la misericordia de Dios, pretendiendo hacerla cómplice de nuestras transgresiones, es necesario recuperar su verdadero sentido. Grande es la misericordia de Dios que nos perdona nuestros pecados, pero hay tanta o más misericordia divina en librarnos de pecar.
Porque sol y escudo es Yavé, Dios, y da Yavé la gracia y la gloria y no niega los bienes a los que caminan en integridad.
(Salm 84,12)
A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la medida del don de Cristo.
(Efe 4,7)
Pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia.
(Jn 1,16)
No lo olvidemos. Todo es gracia. Hasta nuestra colaboración con la gracia nos es dada por gracia. No la desperdiciemos. No caigamos en la tentación de confiar solo en nuestras fuerzas, ni en la desesperación de creer que no nos es concedido vencer el pecado. Dios nos ama tanto que envía a su Hijo a pagar el precio por nuestros pecados y a su Espíritu para recrearnos a imagen del Hijo, de forma que podamos vencer toda tentación. Si somos hijos de Dios, obremos como el Hijo de Dios nos concede obrar en el Espíritu Santo. Y solo así seremos verdaderamente felices.
Que de nosotros se pueda decir:
No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.
(3 Jn, 4)
Y que con Santa Teresa de Jesús podamos al fin de nuestros días decir: “al fin muero hija de la Iglesia“. Al fin y al cabo, como decían los Padres, “no puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia como Madre“.
"EN RD NO VAMOS A OLVIDAR A LAS VÍCTIMAS, QUE HOY SE SIENTEN EN LA IGLESIA COMO DESCARTADOS"
¿Informar de los abusos del clero es 'atacar' a la Iglesia católica?
"No pretendemos atacar a la Iglesia, sino cumplir con nuestra deontología profesional"
Religión Digital, 05 de noviembre de 2018 a las 12:23
No más abusos en la Iglesia
(Editorial de RD).- Arrecian los casos de abusos sexuales, de Si publicamos las noticias negativas de la pederastia clerical no es por atacar ni manchar a la institución, sino por puro criterio de interés informativo
poder y de conciencia del clero católico en todo el mundo. Incluso en España comienzan a emerger y se espera que, como en el ámbito anglosajón, también en el hispano se produzca una explosión de denuncias, mientras la Iglesia española sigue tomando medidas cosméticas y de cara a la galería.
¿Qué debe hacer un medio de comunicación como el nuestro a la hora de informar sobre esta plaga? ¿Informar de todo, informar selectivamente, o silenciar esa información para no contribuir al mayor descrédito de la institución?
Algunos lectores nos escriben sobre el tema, se quejan de que "damos demasiadas noticias sobre los abusos del clero" y piden que bajemos "el diapasón y el nivel de información respecto a estos casos". Unos pocos nos acusan, incluso, de "atacar a la Iglesia", de "intentar mancharla" y de fijar demasiado el foco en lo negativo, sin resaltar lo positivo.
También, es cierto, recibimos palabras de ánimo e invitaciones a seguir en la brecha de la denuncia por parte de numerosos lectores y, especialmente de las víctimas, que siempre lo son, y que agradecen a "los medios honestos y profesionales, que nos dan voz en un ambiente tan silente y poco solidario a la par que carente de empatía con tanto drama y tragedia humana".
Unas cuantas consideraciones al respecto:
1/ Somos una web aconfesional. De ahí que no estemos sometidos a las directrices de la jerarquía, renuente en muchos casos a ponerse abiertamente al servicio del cambio de mentalidad que el Papa Francisco está pidiendo respecto a los abusos: centrarse en las víctimas. La mayoría de los medios católicos de nuestro país continúan guardando silencio sobre esta lacra, unas veces urgidos por los obispos y otras, por sus propios mecanismos de autocensura y autocontrol. Por ahora, obispos y medios confesionales se esconden y siguen anclados en las viejas inercias de tapar y encubrir, y lavar los trapos sucios en casa. Cuando quieran cambiar de dinámica y colocarse al ritmo que marca Francisco de contribuir con valentía a la verdad y a la sanación, posiblemente ya sea demasiado tarde para ellos.
2/ Sin ser confesionales, sí somos un grupo de periodistas católicos laicos que quieren rendir, libre y autónomamente, un servicio importante y necesario para toda la comunidad eclesial (desde la jerarquía hasta el último fiel), que consiste en informar de todo lo que pasa en el ámbito religioso de la forma más profunda y más rápida. Y, por supuesto, de todo lo que pasa en la Iglesia católica, mayoritaria en el ámbito hispano al que nos dirigimos primordialmente y del que proceden la mayoría de nuestros más de cinco millones de visitantes mensuales.
3/ Es evidente que los medios de comunicación nos alimentamos más de lo malo que de lo bueno. Y no por interés malsano, sino porque la dinámica noticiosa se basa precisamente en aquel viejo aserto de que no es noticia si un perro muerde a un hombre. Sí lo es, en cambio, si un hombre muerde a un perro. Es decir, si publicamos las noticias negativas de la pederastia clerical no es por atacar ni manchar a la institución, sino por puro criterio de interés informativo.
4/ Está claro, también, que lo negativo llama más la atención y tiende a fijarse más en la memoria selectiva de los lectores. Pero más del 80% de las noticias que publicamos en RD son de carácter positivo y resaltan el buen hacer, la misericordia y la lucha por la justicia y la paz de muchos colectivos eclesiales. Desde curas a frailes, monjas y misioneros, pasando por fieles, parroquias, Cáritas y asociaciones de todo tipo. Damos, pues, muchas más noticias positivas, con especial referencia al ministerio y al magisterio del Papa Francisco y a su primavera.
5/ Hemos lanzado, en este sentido, varias campañas en apoyo del Papa, alguna de las cuales sigue vigente, recogiendo decenas de miles de apoyos a Francisco en ProFrancisco.
6/ No informar de la plaga de los abusos clericales sería tanto como minusvalorar el enorme drama de la pederastia clerical, que, precisamente, se ha agravado, porque muchos, tanto en la jerarquía como en el clero, han optado y siguen optando por esconder, tapar, ocultar y encubrir. Esta vieja dinámica, que tanto daño hizo y sigue haciendo a la institución, sólo puede conducir a nuevas heridas, escándalos y crisis. Demuestra, además, que algunos, víctimas del clericalismo, no han calibrado bien lo que esta plaga significa desde hace décadas.
7/ Esta gravísima crisis está golpeando el corazón de toda la Iglesia, provoca una hemorragia constante de fieles que se van asqueados, hace tambalear la fe de muchos católicos sencillos, aparta de la institución, de una manera radical, a las generaciones jóvenes, y conduce a la pérdida total de credibilidad de la institución. La Iglesia tiene que volver a ganarse la confianza de la gente y, para eso, tiene que volver a ser casa segura para todos, especialmente para los menores.
8/ Como suele repetir el Papa, el clericalismo está en la base de los abusos sexuales, de poder y de conciencia. No es una cuestión de homosexualidad o promiscuidad, como apuntan los más tradicionalistas, sino de poder. La única forma que tenemos los medios de contrarrestarlo es la denuncia clara, tajante, radical y total de sus abusos del clero. Porque los abusadores le temen más a los medios que al infierno. Como decía Óscar Wilde, ""todo se trata de sexo, excepto el sexo, que se trata de poder".
9/ No tratamos tampoco de resaltar por encima de todo la pederastia clerical, dejando de lado a la que se da en los demás ámbitos de la vida social. Nos centramos en la clerical, porque somos un medio especializado y centrado en la información religiosa. Por eso, nos fijamos en los abusos cometidos en el seno de todas las confesiones religiosas.
10/ En definitiva, con nuestras denuncias de la pederastia clerical no pretendemos atacar a la Iglesia católica, sino cumplir con nuestra deontología profesional, que nos obliga a contar todos los casos (por mucho que asqueen) y con nuestra conciencia de creyentes, que tratan de comprometerse sólo con la verdad, que nos hace libres. Por eso, no vamos a olvidar a las víctimas, que hoy se sienten en la Iglesia como esos descartados de los que tanto habla el Evangelio de Jesús, y a quienes está recuperando el Papa Francisco.
A los lectores que nos acusan de exhibir demasiado las vergüenzas clericales, tenemos que invitarlos a huir de la dinámica ramplona de 'matar al mensajero', que evidencia una falta total de argumentos serios. Si los medios de comunicación publicamos estos casos, es porque existen. Nadie se los inventa. Y, como todo el mundo sabe, lo que se publica es casi siempre sólo la punta del iceberg. El poder clerical, como otros tipos de poder, tiene más miedo a los medios que al mismísimo Satanás. Controlar el poder eclesiástico es uno de los sacrosantos deberes de los informadores religiosos. Que intentamos cumplir lo mejor que podemos y sabemos.