Entonces veremos al Hijo del hombre... venir con gran poder
- 18 Noviembre 2018
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Mártires Salesas
Celebrado el 18 de noviembre
Las siete hermanas mártires
Sor Gabriela; Sor Teresa María; Sor Josefa María; Sor Ángela; Sor Inés; Sor Engracia; Sor Cecilia (Monjas de la Visitación de Santa María [fundación Salesas])
La siete oyeron un día la «llamada» a la Visitación y dijeron que Sí a Cristo y día a día en el silencio del claustro fueron viviendo su entrega. Ocultas a los ojos de los hombres, pero llevando en su corazón las preocupaciones y sufrimientos de todos ellos en constante oración y sacrificio, fueron gastando su existencia en bien de la Iglesia.
«Desde aquí se puede ser misionera aprovechando todos los instantes de una vida de inmolación y sacrificio.» « Todo por su amor, su gloria, las almas» Este es el motivo de su entrega. « Junto a Dios todo se transforma, todo cambia de aspecto... ¡vivir en estrecha unión con Jesús nuestro Dios, nuestro todo! ¡Que dicha, qué felicidad tan grande! ¡Pobrecitos los que aún no saben que existe! Pero todo lo que tengamos... lo daremos para ellos...»
(extracto de sus escritos) Verano de 1936.
Está a punto de estallar la guerra. Alarmas, inquietudes... El riesgo es grande porque intentan incendiar el Monasterio de la Visitación de Santa María. Cómo vírgenes prudentes sale de él refugiándose en un bajo semi-sótano que se convierte en una pequeña catacumba donde suben incesantemente al Señor sus ardientes súplicas y constante oración. El hecho de vivir varias mujeres juntas y oyéndolas rezar, infunde sospechas de su estado religioso que origina la persecución... Algunos de sus familiares les suplican que vayan con ellos. El portero de la finca se ofrece a ponerlas a salvo una a una ... pero no aceptan. « Queremos seguir reunidas, dispuestas a sufrir todo lo que el Señor permita, felices y contentas de dar nuestra vida por Él « Su fe viva les hace ver la voluntad de Dios en el simple consejo de su Superiora que le había insinuado que, mientras fuera posible no se separan:
fe heroica en estas circunstancias
fiel ante la prueba
inconmovible a la vida del martirio.
«Hemos prometido ante Jesús las siete juntas, no separarnos» Fraternidad exquisita exenta de todo egoísmo, no queriendo dejar a las otras para salvarse cada una a sí misma, y tampoco comprometer a los demás. Amor a su vocación al no aceptar estas ofertas, continuando en la observancia de su vida religiosa con mayor sacrificio... Con paz, serenidad y alegría. Disposición de ánimo tan notoria en todas que admiró a cuantos las visitaron.« El hará de nosotras lo que más convenga» Abandonadas a El permanecen tranquilas. El Padre Vargas Zúñiga S.J. que tuvo contacto con cada una de ellas se expresa así: « Fui testigo presencial de la santa vida que llevaban estas religiosas en Manuel G. Longoria, 4. La confesé las dos últimas veces y pude admirar la fineza de sus almas y la serenidad de sus ánimos.» Dado su fervor anhelan el martirio y hasta lo esperan con júbilo y deseo de la salvación de las almas: «¡Jesús mío, cuanto antes! « ¡Si por nuestra sangre se salvara España!» Acostumbradas a ver a Dios en las personas y acontecimientos exclaman ante el peligro inminente: « El Señor nos anuncia el martirio «... No miran a las criaturas; se sienten llamadas por Dios a la suprema entrega del amor: dar la vida. « Estamos esperando que de un momento a otro vengan a buscarnos en nombre de Dios.» Una noche de oración templa sus almas. Están preparadas; sus lámparas bien encendidas con el óleo de la fe y el fuego de la caridad. Pronto darán la mayor prueba de ella. Ansían este momento y crece el deseo a medida que se acerca, dando gracias a Dios al ver llegada la hora. Al dirigirse al camión que las conduce al martirio, las siete, con gran entereza y serenidad proclaman valientemente su fe haciendo la señal de la cruz ante el alboroto de cuantos presencian su marcha. Apenas llegadas a un descampado, acribilladas a balazos rubrican con su sangre el último y generoso Sí de su entrega. Hna. M.a Cecilia al sentir que se desploma Hna. M.a Gabriela a la que va tomada de la mano, instintivamente huye aterrorizada, pero bien pronto se entregará diciendo: « Soy religiosa « En la checa lo repetirá a amigos y enemigos... Anima a sus compañeras de prisión a sufrir por Dios, edificándolas por su paciencia y unión a la voluntad divina. Cinco días después, 23 noviembre seguirá las huellas de sus Hermanas dando la vida por Cristo. ¿ Cuántas almas habrán sentido el influjo de esta entrega?
Nadie sabe el día
El mejor conocimiento del lenguaje apocalíptico, construido de imágenes y recursos simbólicos para hablar del fin del mundo, nos permite hoy escuchar el mensaje esperanzador de Jesús sin caer en la tentación de sembrar angustia y terror en las conciencias.
Un día, la historia apasionante del ser humano sobre la tierra llegará a su final. Esta es la convicción firme de Jesús. Esta es también la previsión de la ciencia actual. El mundo no es eterno. Esta vida terminará. ¿Qué va a ser de nuestras luchas y trabajos, de nuestros esfuerzos y aspiraciones?
Jesús habla con sobriedad. No quiere alimentar ninguna curiosidad morbosa. Corta de raíz cualquier intento de especular con cálculos, fechas o plazos. «Nadie sabe el día o la hora..., solo el Padre». Nada de psicosis ante el final. El mundo está en buenas manos. No caminamos hacia el caos. Podemos confiar en Dios, nuestro Creador y Padre.
Desde esta confianza total, Jesús expone su esperanza: la creación actual terminará, pero será para dejar paso a una nueva creación, que tendrá por centro a Cristo resucitado. ¿Es posible creer algo tan grandioso? ¿Podemos hablar así antes de que nada haya ocurrido?
Jesús recurre a imágenes que todos pueden entender. Un día el sol y la luna que hoy iluminan la tierra y hacen posible la vida se apagarán. El mundo quedará a oscuras. ¿Se apagará también la historia de la humanidad? ¿Terminarán así nuestras esperanzas? Según la versión de Marcos, en medio de esa noche se podrá ver al «Hijo del hombre», es decir, a Cristo resucitado, que vendrá «con gran poder y gloria». Su luz salvadora lo iluminará todo. Él será el centro de un mundo nuevo, el principio de una humanidad renovada para siempre. Jesús sabe que no es fácil creer en sus palabras. ¿Cómo puede probar que las cosas sucederán así? Con una sencillez sorprendente invita a vivir esta vida como una primavera. Todos conocen la experiencia: la vida que parecía muerta durante el invierno comienza a despertar; en las ramas de la higuera brotan de nuevo pequeñas hojas. Todos saben que el verano está cerca. Esta vida que ahora conocemos es como la primavera. Todavía no es posible cosechar. No podemos obtener logros definitivos. Pero hay pequeños signos de que la vida está en gestación. Nuestros esfuerzos por un mundo mejor no se perderán. Nadie sabe el día, pero Jesús vendrá. Con su venida se desvelará el misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos Dios. Nuestra historia apasionante llegará a su plenitud. José Antonio Pagola
Domingo 33 Tiempo ordinario - B (Marcos 13,24-32)
18 de noviembre 2018
XXXIII DOMINGO, T.O. “B”(Dn 12, 1-3; Sal 15; Hbr 10, 11-14.18; Mc 13, 24-32)
COMENTARIO
Para comprender la selección de los textos que nos propone hoy la Iglesia, debemos situarnos en el calendario litúrgico. Los matices apocalípticos que se perciben en las diferentes lecturas se deben a que se está culminando el Año Litúrgico, y al ser final de ciclo, se alude también al final de los tiempos. Nos ha podido extrañar la llamada del papa Francisco a invocar la protección del arcángel san Miguel como defensor de la Iglesia. Las Escrituras nos revelan la fuerza del ser celeste en la lucha que se entabla contra los poderes del mal: “Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo”. No se nos oculta el momento que vivimos, tiempo que puede presentirse difícil. Sin embargo, nunca la Iglesia tiene miedo de perecer; sabe que el Señor es su valedor y sus ángeles, sus defensores. Francisco cree en la fuerza de la oración y en la mediación favorable de los ángeles, de los santos, y sobre todo de la Virgen María.
El salmista expresa el sentimiento del creyente: “Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré”. Y el autor de la Carta a los Hebreos sabe bien quién será el vencedor: “Cristo está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.” La Iglesia y el Papa no se apartan de esta certeza, que da la fe.
El Evangelio es contundente a la hora de afirmar quién tiene la última palabra: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”. Con estos textos, no es por la reacción confiada no es por ingenuidad, ni la esperanza es por falta de realismo, sino por el contrario, la fe nos permite mirar al horizonte de la vida con serenidad y vivir el presente abierto a la Providencia.
Francesc Torralba afirma en su libro “Y, a pesar de todo, creer”: “La fe en el sustento eterno de Dios es una fuente de serenidad. Esta serenidad se adquiere mediante la confianza”, 20).
La llamada del papa Francisco a rezar el rosario y la plegaria mariana más antigua a la Virgen María, y a invocar al arcángel san Miguel, no significan miedo, sino invitación a entrar en comunión con la dimensión teologal, para no quedar atrapados por lo inmediato, sino acompañados por quienes, aunque invisibles, son nuestros mejores defensores y valedores.
Santo Evangelio según San Marcos 13, 24-32. Domingo XXXIII de Tiempo Ordinario. Ciclo B.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que sepa, lleno de confianza, esperar tu próxima venida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
A una semana de la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, la Iglesia nos introduce en este misterio con un evangelio que muchas veces nos podría parecer que infunde miedo o que falta mucho tiempo para que suceda.
Hay un dicho que dice: "el que nada debe, nada teme." Es muy cierto, pero muy pobre a la vez. Una visión más cristiana diría "el que ha dado todo, se ha esforzado y ha cumplido su deber, espera con ansiedad e impaciencia la llamada de su Señor para que le diga con alegría y entusiasmo: pasa al gozo de tu Señor." Entonces, ¿por qué viene a colación este Evangelio?
Señor, Tú me pides este día que deje de esperar como hombre y que empiece a esperar como un niño que espera que su papá se alegre por la buena nota que sacó, por una cosa que hizo para él; que espere con esa misma ilusión de ver el rostro de mi padre que me dice: "te amo, estoy muy orgulloso, me alegra que te haya ido bien."
Debo esperar como un niño, no llamar por teléfono, no buscar ubicaciones en Facebook u otros medios, no hacer cálculos… simplemente esperar con plena confianza en las manos de Dios.
Estar atentos y vigilantes son las premisas para no seguir "vagando fuera de los caminos del Señor", perdidos en nuestros pecados y nuestras infidelidades; estar atentos y alerta, son las condiciones para permitir a Dios irrumpir en nuestras vidas, para restituirle significado y valor con su presencia llena de bondad y de ternura. Que María Santísima, modelo de espera de Dios e icono de vigilancia, nos guíe hacia su Hijo Jesús, reavivando nuestro amor por Él.
(Ángelus de S.S. Francisco, 3 de diciembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Prepararé mi alma a la solemnidad de Cristo Rey, viendo cuáles son las actitudes y los modos con que he de esperar al Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pasado el sufrimiento de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria; él enviará entonces a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo. Fíjense en el ejemplo de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Pues lo mismo ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día aquel y a la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre».
Reflexión
Se acerca el fin del año litúrgico. Por eso, los textos bíblicos de hoy nos hablan, como todos los años, de la vuelta gloriosa de Cristo, del fin del mundo, del juicio universal. Estas promesas entusiasmaban a los primeros cristianos. Era esta fe, esta espera activa, la que impresionaba a sus contemporáneos. Porque aquellos cristianos no vivían como los demás, es decir, como gente sin esperanza.
¿Y nosotros? La verdad es que muchos de nosotros no se sienten familiarizados con estos pensamientos. Nosotros no nos sentimos ni animados con estas promesas, ni inquietados por estas amenazas tan lejanas. Pocos de nosotros alimentan su vida religiosa con estos pensamientos. Sin embargo, estos sucesos tendrán lugar, algún día:
o Es cuestión de fe que Nuestro Señor ha de volver;
o Es cuestión de fe que este mundo tendrá fin;
o Es cuestión de fe que todos nosotros seremos juzgados.
Se puede dividir a los cristianos de nuestro tiempo en dos categorías, según su actitud frente a estos grandes sucesos que nos revela la fe.
1. Los que no esperan nada. Tenemos en primer lugar al grupo inmenso de cristianos que no velan, que no esperan nada, que no aguardan nada.
Son aquellos que se han instalado en el mundo y que viven confundidos con él, con todo lo que esto significa. Son cristianos por educación y por algunas prácticas, con las cuales creen haberse asegurado firmes derechos en la otra vida.
La vuelta gloriosa de Cristo, el fin y el juicio de este mundo no son más que cosas exageradas, que no están al alcance de su mentalidad. Ellos, desde luego, no las esperan. Lo que esperan es todo lo contrario: que continúe lo más posible su pobre vida y sus pobres caprichos de aquí abajo.
No es que no creen en esos sucesos que el Evangelio anuncia. Los aceptan con docilidad, pero sin interés, porque no ven en ellos nada que les pueda interesar.
2. Los que esperan la vuelta del Señor. La verdadera fe de un cristiano en la Parusía no tiene nada que ver con esa actitud. Un auténtico cristiano aguarda con valentía y esperanza la vuelta del Señor.
“Toda la creación gime en la espera de la manifestación de los hijos de Dios” dice San Pablo. También nosotros: nuestra vida verdadera está oculta en Dios y sólo se revelará cuando el Señor aparezca.
Pero mientras espera esta aparición definitiva del Señor, el cristiano auténtico no está inactivo. Por el contrario, esta fe en la Parusía le da ánimo para trabajar en la preparación del Reino.
San Pablo creía que el Señor volvería al mundo, cuando toda la tierra fuera evangelizada. Creía que podía evangelizarla en el espacio de una vida humana. Y esta esperanza lo lanzaba por todos los caminos del Imperio Romano.
También los primeros cristianos esperaban a Cristo de un momento a otro. Por este motivo ponían todos sus bienes en común. Por este motivo se alegraban también de las persecuciones y del martirio. Cristo podía venir en cada instante y ¡ojalá que los encontrara sufriendo y muriendo por Él!
Esto era lo que le dio a la Iglesia primitiva aquel dinamismo tan extraordinario que convenció y convirtió a los contemporáneos.
También a nosotros, la esperanza en el triunfo final de Cristo debería entusiasmarnos en la preparación de su Reino. Tenemos en nuestras manos los medios para salvar al mundo: los sacramentos, la oración, el trabajo, fuentes inagotables de gracias.
El fin de los tiempos no debe ser una catástrofe, sino una realización y una culminación. Dios no quiere aniquilar este mundo, que tanto ha amado, sino que quiere perfeccionarlo y salvarlo.
Y esta perfección y salvación del mundo tiene que ser obra nuestra, obra de todos los cristianos. Nosotros somos los responsables de humanizar, transformar, evangelizar y divinizar el mundo.
Queridos hermanos, hoy el Señor nos invita a hacer un acto de fe en su victoria eterna y definitiva y, a convertirnos en colaboradores incansables en su Reino.
¡No rechacemos esta invitación del Señor del mundo!
¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
REZA ESPECIALMEMTE POR LOS AFECTADOS POR LOS INCENDIOS EN CALIFORNIA Y POR EL FRÍO EN EL ESTE DE USA
El Papa deplora la matanza en Centroáfrica y pide "que cese la violencia en ese amado país"
Invita a los católicos, en la Jornada de los Pobres, a ser "instrumentos de misericordia en el tejido social"
José Manuel Vidal, 18 de noviembre de 2018 a las 12:11
Papa, en la ventana
Esta Jornada, en la que participan cada vez más parroquias, asociaciones y movimientos eclesiales, quiere ser un signo de esperanza y un estímulo para que seamos instrumentos de misericordia en el tejido social
(José Manuel Vidal).- Tras la misa con seis mil pobres en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco aprovechó el ángelus para deplorar la matanza en Centroáfrica, "ese amado país que tanto necesita la paz", y para rezar por las víctimas de los incendios en California y de lo oleada de frío en el Este de USA. También invitó a los católicos, en la Jornada de los Pobres, a ser "instrumentos de misericordia en el tejido social".
Algunas frases de la catequesis del Papa
"En el pasaje de este domingo, el Señor quiere enseñar a sus discípulos acerca de los acontecimientos futuros. No es, ante todo, un discurso sobre el fin del mundo, sino, más bien, una invitación a vivir el presente, a estar vigilantes y siempre dispuestos, para cuando seamos llamados a rendir cuentas de nuestra vida".
"Sus palabras nos hacen pensar en la primera página del Libro del Génesis, el relato de la creación"
"Pero la luz que resplandecerá el último día será única y nueva. Será la del Señor Jesús que vendrá en gloria con todos los santos"
"En ese encuentro, veremos finalmente su Rostro en la plena luz de la Trinidad. UN rostro radiante de amor, frente al cual aparecerá con total verdad incluso cualquier ser humano"
"La historia de la humanidad, como la historia personal de cada uno, no puede ser entendida como una simple sucesión de palabras y de hechos sin sentido"
"Tampoco puede ser interpretada a la luz de una visión fatalista, como si todo estuviese ya preestablecido según un destino que elimina cualquier espacio de libertad, impidiendo desarrollar opciones que sean fruto de una auténtica decisión"
"Jesús dice que la historia de los pueblos y de las personas tiene un fin y una meta que alcanzar: el encuentor definitivo con el Señor"
"Aquel será el momento en el que tendremos que abandonarnos más que nunca y definitivamente en el amor del Padre y confiar en su misericordia" "Nadie podrá sustraerse a ese momento"
"La hipocresía, con la que, a veces, nos comportamos, para realzar nuestra imagen, ya no servirá. Ni tampoco el poder del dinero y de los medios económicos, con los que pretendemos comprar todo y a todos"
"Sólo tendremos con nosotros lo que hayamos hecho en esta vida, creyendo en su Palabra: el todo o el nada que hayamso vivido o intentado cumplir"
Saludos después del ángelus
"Con motivo de la Jornada mundial de los Pobres de hoy, he celebrado esta mañana en la Basílica de San Pedro una mesa en presencia de los pobres, acompañados de las asociaciones y de los grupos parroquiales. Dentro de un rato, participaré en la comida en el Aula Pablo VI con muchos pobres. Análogas iniciativas de oración y de compartir han sido promovidas en las diócesis del mundo, para expresar la cercanía de la comunidad cristiana a los que viven en condiciones de pobreza. Esta Jornada, en la que participan cada vez más parroquias, asociaciones y movimientos eclesiales, quiere ser un signo de esperanza y un estímulo para que seamos instrumentos de misericordia en el tejido social"
"Con dolor me he enterado de la noticia de la matanza cometida, hace dos días, en un campo de refugidos en la República Centroafricana, durante la cual fueron asesinados también dos sacerdotes. Rezamos por los muertos y por los heridos y para que cese la violencia en ese amado país que tanto necesita la paz"
"Una oración especial por todos los afectados por los incendios que están arrasando California y, asimismo, por las víctimas del frío en la costa Este de Estados Unidos. El Señor acoja en la paz a los difuntos, conforte a los familiares y sostenga a cuantos luchan por socorrerlos"