CRISTO REY
- 25 Noviembre 2018
- 25 Noviembre 2018
- 25 Noviembre 2018
QUERIDA SISTER CECILIA SUPERIORA Y DIRECTORA DE LAS MISIONERAS DE PAX VOBIS
EN COMUNION A SUS HERMANAS QUE VAN A RENOVAR SU AMOR Y FIDELIDAD AL SEÑOR.
LAS ACOJO EN NOMBRE DE LA IGLESIA SANTA CON EL GOZO DE LA FIESTA DE CRISTO REY Y LAS RECIBO CON LA COMUNIDAD DE JESUS SIENDO UN SOLO CORAZON Y SERVICIO POR PAX.
MUY QUERIDOS MONSEÑORES Y QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS.
Hoy es un día gozoso para nuestra COMUNIDAD DE JESUS y para todos los que aman a PAX y PAX TV. El patrocinio de la Madre de Dios sobre esta Casa y sus Corazones en ayuda y servicio.
Uno de sus frutos es la Renovación y Consagración con el fin de continuar la búsqueda de Dios
Desde su trabajo a favor de muchos. Somos conscientes de lo que vivimos hoy es un don de Dios para Ellas y para todos nosotros llenos del Amor de CRISTO REY y de la SANTA VIRGEN MARIA.
LA FIESTA DE CRISTO REY nos ayuda a situarnos ante el que ha iniciado nuestra fe y la lleva a cabo, aquel JESUS que nos ha mostrado con su vida y con su muerte de que manera el Reino de Dios está cerca y no nos quiere forzar a nada, sino que nos introduce en la verdad y en el amor.
Una fraternidad que a veces no es en absoluto aquello que nos sale más espontáneo, sino que nos
Pide a lo largo de la vida una conversión constante para reconocer en la hermana la santidad y Hermosura de la gracia y de la llamada. JESUS nos da el testimonio de esta verdad. Que el vive y despliega todo mostrando la Compasión de Dios. La Solemnidad de CRISTO REY cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado el misterio de su vida, predicación y el anuncio del Reino de Dios. La FIESTA DE CRISTO REY fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925.
El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es CRISTO REY. Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que este significa para todos como Salvación, Revelación y Reconciliación ante los pecados de nuestro mundo. JESUS le va a responder a Pilatos cuando le pregunta si en verdad EL es el Rey de los judíos: Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos, pero mi Reino no es de aquí (Jn 18, 36). JESUS no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado. El es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce. Con la obra de Jesucristo. Las dos realidades de la Iglesia peregrina y celestial se enlazan de manera plena, y así se fortalece el peregrinaje con la oración de los peregrinos y la gracia que reciben por medio de los sacramentos. Todo el que es de la verdad escucha mi voz. Todos los que se encuentran con el Señor, escuchan su llamado a la Santidad y emprenden ese camino y son miembros del Reino de Dios.
ORACION POR LAS MISIONERAS DE PAX VOBIS EN SU RENOVACION Y CONSAGRACION
Con USTEDES queremos estar en la causa del hombre. Unidos a la IGLESIA con el Papa y los MONSEÑORES y todas las Comunidades de Vida Consagrada desde Lima Perú a todo el mundo.
Con CRISTO el Buen Pastor que confirme desde su realeza para que el SEÑOR las custodie y las bendiga en su Misión de Fe y fermento de darla por un solo ESPIRITU para que fieles a su Misión de comunicar por PAX TV. Lleven el fermento de gracia y santidad por los medios de comunicación. Invocamos la protección de Dios sobre cada una de las MISIONERAS. Que sean apóstoles de Dios que es Amor. Con el don común, voluntad de servicio responda con decisión.
QUE LA VIRGEN LES ENVIE LA CONSTANTE EFUSION DEL ESPIRITU Y QUE DESDE LA FRACCION DEL PAN SEAN TESTIGOS DE LA CARIDAD VIVA, DESDE SU COMUNION FRATERNA QUE SEAN TESTIGOS DEL AMOR CON UN SOLO ESPIRITU. TODOS LOS CONGREGADOS EN EL NOMBRE DE JESUS OREMOS EL PADRE NUESTRO. LA VIRGEN MARIA como dulce MADRE LAS PROTEJA A SUS HIJAS MISIONERAS DE PAX VOBIS Y RENUEVA EN CADA UNA EN EL AMOR.
RECIBAN LA BENDICION Y GRACIAS POR SU CONSAGRACION DE BIENES DE PAZ Y AMOR.
Lo decisivo
El juicio contra Jesús tuvo lugar probablemente en el palacio en el que residía Pilato cuando acudía a Jerusalén. Allí se encuentran una mañana de abril del año 30 un reo indefenso llamado Jesús y el representante del poderoso sistema imperial de Roma.
El evangelio de Juan relata el diálogo entre ambos. En realidad, más que un interrogatorio parece un discurso de Jesús para esclarecer algunos temas que interesan mucho al evangelista. En un determinado momento, Jesús hace esta solemne proclamación: «Yo para esto nací y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz».
Esta afirmación recoge un rasgo básico que define la trayectoria profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad, y solo la verdad de un Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos.
Por eso Jesús habla con autoridad, pero sin falsos autoritarismos. Habla con sinceridad, pero sin dogmatismos. No habla como los fanáticos, que tratan de imponer su verdad. Tampoco como los funcionarios, que la defienden por obligación, aunque no crean en ella. No se siente nunca guardián de la verdad, sino testigo.
Jesús no convierte la verdad de Dios en propaganda. No la utiliza en provecho propio, sino en defensa de los pobres. No tolera la mentira o el encubrimiento de las injusticias. No soporta las manipulaciones. Jesús se convierte así en «voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz» (Jon Sobrino).
Esta voz es más necesaria que nunca en esta sociedad atrapada en una grave crisis económica. La ocultación de la verdad es uno de los más firmes presupuestos de la actuación de los poderes financieros y de la gestación política sometida a sus exigencias. Se nos quiere hacer vivir la crisis en la mentira.
Se hace todo lo posible para ocultar la responsabilidad de los principales causantes de la crisis y se ignora de manera perversa el sufrimiento de las víctimas más débiles e indefensas. Es urgente humanizar la crisis poniendo en el centro de atención la verdad de los que sufren y la atención prioritaria a su situación cada vez más grave.
Es la primera verdad exigible a todos si no queremos ser inhumanos. El primer dato previo a todo. No podemos acostumbrarnos a la exclusión social y la desesperanza en que están cayendo los más débiles. Quienes seguimos a Jesús hemos de escuchar su voz y salir instintivamente en defensa de los últimos. Quien es de la verdad escucha su voz.
XXXIV DOMINGO DEL T.O. “B”. CRISTO REY
(Daniel 7, 13-14; Sal 92; Ap 1, 54-8; Juan 18, 33b-37)
COMENTARIO
Según la cultura de cada tiempo, así se comprenden ciertas expresiones sociales y familiares. En una hora en la que se diluye la figura del padre, e incluso desaparece el padre reconocido, hay quien siente dificultad de presentar a Dios como Padre, si la referencia biológica y familiar está tan afectada por la ausencia paternal.
Si invocar la paternidad de Dios puede resultar contracultural, ¡qué no diremos de las expresiones sobre Jesucristo, que nos ofrecen las lecturas de hoy, cuando se nos presenta con poder, dominio, señorío, en majestad, como príncipe y como rey!
Podría parecer que el lenguaje bíblico es en verdad contracultural y que choca con la sensibilidad social de este momento. Y, sin embargo, no cabe subterfugio. Jesús invoca a Dios como Padre, y nos enseña a orar como hijos de Dios. Pilato pregunta directamente a Jesús sobre su identidad real, y Jesús le contesta: -«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
Si contemplamos atentamente las lecturas, no solo se nos revela la identidad real de Jesucristo, sino también la nuestra: “Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre.” Somos de estirpe real, y convertidos en hijos de Dios.
Nuestra naturaleza reclama la dimensión vertical, conocer nuestro propio origen.
Es un derecho de toda persona, y cuando no lo encuentra siente una orfandad dramática. La antropología cristiana nos inserta en las manos de un Creador, que es Padre y Madre, con amor entrañable, quien se nos ha revelado en su Hijo Jesucristo por quien todo ha sido creado.
Él es el principio y el fin de todo, el alfa y la omega de la historia.
Lo podremos reconocer o no, pero “al nombre de Jesús toda rodilla se dobla en cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclama: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”.
No tengamos pudor en llamar a Jesucristo nuestro Rey, porque su modo de presidirnos es echado a nuestros pies, para enseñarnos la paradoja del Evangelio: “El que quiera ser primero que sea el último; el que quiera ser Señor, que sea vuestro servidor”. El Maestro se autopresenta de forma realmente contracultural, pues nunca se ha visto que el Señor sea quien lave los pies al siervo.
Quienes han creído en Jesucristo han deseado seguir sus pasos, y son ejemplo de humildad, sencillez, servicialidad, frente a quienes ponen su prestigio en la prepotencia, el orgullo, y el dominio despótico.
San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús no tienen pudor en contemplar a Jesucristo, Rey del universo.
Nuestro Rey; XXXIV Domingo Ordinario
Jesús nos ofrece un concepto de realeza muy diferente a lo que esperaríamos humanamente.
Lecturas:
Daniel 7, 13-14: “Su poder es eterno”
Salmo 92: “Señor, tú eres nuestro rey”
Apocalipsis 1, 5-8: “El soberano de los reyes de la tierra ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes para su Dios y Padre”
San Juan 18, 33-37: “Tú lo has dicho. Soy rey”
Hay una imagen muy venerada en Tzintzuntzan, una pintura que representa el momento conocido como el “Ecce Homo”, es decir el momento en que Jesús, después de ser flagelado y coronado de espinas, es presentado por Pilato diciendo: “He ahí al hombre”, ante las burlas y las falsas reverencias de los soldados. Todo cabe en esta pintura: Jesús, su afligida madre, los soldados haciendo sus muecas y reverencias, Juan acompañando a María. Pero en la parte superior izquierda, colocado en una ventana, aparece un misterioso personaje que parece señalar a Jesús entre burlesco e indiferente. Un joven un día me comentaba que este personaje, al mirar así a Jesús, golpeado, coronado de espinas, con su manto rojo, atado, parecía estar diciendo: “¿A poco éste es su rey?”. A dicho cuadro le llaman el Señor del Rescate y parece expresar todo el sentido de un verdadero rey: dar vida y dar la vida por su pueblo.
El último domingo del año quiere dar sentido y culmen a todo el año con la fiesta de Cristo Rey. Pero ¿de qué rey se trata? Juan nos ofrece la respuesta. El relato del proceso de Jesús ante Pilato tiene un gran relieve en el evangelio de Juan. La reflexión sobre la realeza está presente en todo el episodio hasta llegar a la declaración de Pilato a los judíos: “¡Aquí tienen a su rey!” (Jn 19, 14) e incluso, junto a la acusación de que se dice “Hijo de Dios”, es la causa que se aduce para su condena. De hecho se confrontan dos estilos de realeza: por una parte la político militar que sostiene la ideología del imperio romano, y por otra la realeza que los judíos esperaban como venida de un mesías que debería liberarlos del yugo.
Jesús no se puede adaptar a ninguna de las dos. Y en este día que celebramos la fiesta de Cristo Rey, Jesús nos ofrece un concepto de realeza muy diferente a lo que esperaríamos humanamente. La realeza de Jesús, como aparece en este texto, es de otra forma, a tal grado que aunque es el condenado y golpeado, sigue apareciendo como el verdadero rey frente a la caricatura de poder que ofrece Pilato.
Entre las ambiciones que más ciegan el corazón de la persona está el poder. El poder que dispone de bienes y personas, la autoridad que debe ser obedecida, el ser tomado siempre en cuenta, es uno de esos virus que ataca y deforma a las personas. Hace que se olvide de los lazos de fraternidad y solidaridad con los hermanos y se asume como un privilegio para buscar los propios beneficios sin importar el pueblo. De hecho, sufrimos con frecuencia los mandatos despóticos de personas que antes se mostraban amables, interesadas y humanas. Se hace realidad aquella parábola bíblica (Jueces 9, 7s) cuando los árboles querían elegirse un rey; ninguno de ellos aceptaba para no perder su posibilidad de dar frutos. Solamente lo acepta la zarza que al abrazarlos a todos con sus ramas, los pincha y lastima. El poder se encarama sobre el pueblo que sufre y que padece hambre. Un pueblo que además de todas las calamidades propias, tiene que ir cargando con una estructura autoritaria que, como parásito, acaba chupando al que ya no aguanta más. La autoridad está para dar y proteger la vida, está para ayudar y buscar justicia. Entonces será una verdadera autoridad.
Cristo acepta que es Rey, aunque afirma:“mi reino no es de este mundo”. Algunos erróneamente han considerado como si estuviera diciendo que a él no le interesa el bienestar de los necesitados y solamente se situara en el ámbito espiritual. Pero Jesús mismo continúa con su aclaración: “Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.
Es decir, no actuará al estilo de este mundo que se rige por la fuerza y la violencia. Para Juan, “mundo” con frecuencia no tiene el sentido de naturaleza, sino designa las fuerzas del mal y del pecado. Así nos expresa que no ha venido a dominar ni a infundir terror, sino a servir a la verdad y a la justicia. No se desconecta de todo compromiso con el orden temporal. Muy al contrario, Jesús se empeña apasionadamente por la justicia y quiso cambiar el mundo.
Cristo es el Rey Justo. Justicia en la Biblia implica mucho más que derecho y misericordia: es el atributo fundamental de Dios. Justicia es comprometerse con los que no tienen protección, es proteger y salvar su vida, es luchar contra todo desorden. Es intervenir de forma activa y tomar iniciativas a favor de la convivencia en la que todos vivan en paz. La justicia debe velar porque el derecho haga posible una existencia digna para todos los hombres. Jesús entregó su vida por la justicia y el letrero de la cruz declara la causa de su muerte: “Jesús Nazareno Rey de los judíos”. Pero un rey que va más allá, hasta dar la vida por su pueblo. Jesús mismo afirma que es rey y que esa es su vocación. Pero es el rey de la justicia y de la verdad, el rey de la paz y del amor.
Hoy que sentimos que las estructuras nacionales y mundiales tiemblan y están a punto de caerse, convendría que miráramos a Jesús y el reino que él nos propone. Él nos da el verdadero sentido del reinado y del servicio. A Jesús se le enternecía el corazón frente a las ovejas descarriadas que sufrían el hambre y se comprometía en serio con ellas aunque fuera perseguido y criticado. Hoy sus verdaderos discípulos no pueden hacerse desentendidos y pasar de lado ante tantas formas de opresión y sufrimiento. No debemos habituarnos a los pecados globales que son un reto y un desafío: las catástrofes del medio ambiente y el hambre, la pobreza, las guerras y la miseria de los migrantes, los niños que no tienen acceso a la salud y a la educación, las mujeres maltratadas, la epidemia del sida y tantas otras formas de dolor. El verdadero discípulo, al igual que Jesús, dejará enternecer su corazón, se unirá al que vive en el dolor y se comprometerá en serio en la construcción de un “reino mejor”. La oración, la mirada atenta a las necesidades y el servicio fraternal, serán las señales de un discípulo de este Rey que quiere construir su reinado de justicia y de paz. ¿Qué estamos haciendo? ¿A qué nos compromete nuestro seguimiento de Cristo Rey?
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del universo, haz que toda creatura, liberada de la esclavitud, sirva a tu majestad y te alabe eternamente. Amén.
Celebración que cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado el misterio de su vida y predicación
La celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios.
La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925. El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira mortal del pecado que existe en el mundo. Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce.
LA FIESTA
Cristo Rey anuncia la Verdad y esa Verdad es la luz que ilumina el camino amoroso que Él ha trazado, con su Vía Crucis, hacia el Reino de Dios. "Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Jesús nos revela su misión reconciliadora de anunciar la verdad ante el engaño del pecado. Así como el demonio tentó a Eva con engaños y mentiras para que fuera desterrada, ahora Dios mismo se hace hombre y devuelve a la humanidad la posibilidad de regresar al Reino, cuando cual cordero se sacrifica amorosamente en la cruz.
Esta fiesta celebra a Cristo como el Rey bondadoso y sencillo que como pastor guía a su Iglesia peregrina hacia el Reino Celestial y le otorga la comunión con este Reino para que pueda transformar el mundo en el cual peregrina.
La posibilidad de alcanzar el Reino de Dios fue establecida por Jesucristo, al dejarnos el Espíritu Santo que nos concede las gracias necesarias para lograr la Santidad y transformar el mundo en el amor. Ésa es la misión que le dejo Jesús a la Iglesia al establecer su Reino.
Se puede pensar que solo se llegará al Reino de Dios luego de pasar por la muerte pero la verdad es que el Reino ya está instalado en el mundo a través de la Iglesia que peregrina al Reino Celestial.
Justamente con la obra de Jesucristo, las dos realidades de la Iglesia -peregrina y celestial- se enlazan de manera definitiva, y así se fortalece el peregrinaje con la oración de los peregrinos y la gracia que reciben por medio de los sacramentos. "Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Todos los que se encuentran con el Señor, escuchan su llamado a la Santidad y emprenden ese camino se convierten en miembros del Reino de Dios.
"Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tu me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos si están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. ...No te pido que los retires del mundo, sino que los guarde del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad." (Jn 17, 9-11.15-17)
Ésta es la oración que recita Jesús antes de ser entregado y manifiesta su deseo de que el Padre nos guarde y proteja. En esta oración llena de amor hacia nosotros, Jesús pide al Padre para que lleguemos a la vida divina por la cual se ha sacrificado: "Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros." Y pide que a pesar de estar en el mundo vivamos bajo la luz de la verdad de la Palabra de Dios.
Así Jesucristo es el Rey y el Pastor del Reino de Dios, que sacándonos de las tinieblas, nos guía y cuida en nuestro camino hacia la comunión plena con Dios Amor.
CAMPO DE LA REALIZA DE CRISTO
- a) En lo espiritual
Sin embargo, los textos que hemos citado de la Escritura demuestran, y el mismo Jesucristo lo confirma con su modo de obrar, que este reino es principalmente espiritual y se refiere a las cosas espirituales. En efecto, en varias ocasiones, cuando los judíos, y aun los mismos apóstoles, imaginaron erróneamente que el Mesías devolvería la libertad al pueblo y restablecería el reino de Israel, Cristo les quitó y arrancó esa vana imaginación y esperanza. Asimismo, cuando iba a ser proclamado Rey por la muchedumbre, que, llena de admiración, le rodeaba, El rehusó tal título de honor huyendo y escondiéndose en la soledad. Finalmente, en presencia del gobernador romano manifestó que su reino no era de este mundo. Este reino se nos muestra en los evangelios con tales características, que los hombres, para entrar en él, deben prepararse haciendo penitencia y no pueden entrar sino por la fe y el bautismo, el cual, aunque sea un rito externo, significa y produce la regeneración interior. Este reino únicamente se opone al reino de Satanás y a la potestad de las tinieblas; y exige de sus súbditos no sólo que, despegadas sus almas de las cosas y riquezas terrenas, guarden ordenadas costumbres y tengan hambre y sed de justicia, sino también que se nieguen a sí mismos y tomen su cruz.
- b) En lo temporal
Se cometería un grave error el negársele a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal manera que todas están sometidas a su arbitrio. Sin embargo, mientras él vivió sobre la tierra se abstuvo enteramente de ejercitar este poder, despreciando la posesión y el cuidado de las cosas humanas, así también permitió, y sigue permitiendo, que los poseedores de ellas las utilicen.
LOS MEJORES FRUTOS
- a) Para la Iglesia
En efecto: tríbutando estos honores a la soberanía real de Jesucristo, recordarán necesariamente los hombres que la Iglesia, como sociedad perfecta instituida por Cristo, exige —por derecho propio e imposible de renunciar— plena libertad e independencia del poder civil; y que en el cumplimiento del oficio encomendado a ella por Dios, de enseñar, regir y conducir a la eterna felicidad a cuantos pertenecen al Reino de Cristo, no pueden depender del arbitrio de nadie.
Más aún: el Estado debe también conceder la misma libertad a las órdenes y congregaciones religiosas de ambos sexos, las cuales, siendo como son valiosísimos auxiliares de los pastores de la Iglesia, cooperan grandemente al establecimiento y propagación del reino de Cristo, ya combatiendo con la observación de los tres votos la triple concupiscencia del mundo, ya profesando una vida más perfecta, merced a la cual aquella santidad que el divino Fundador de la Iglesia quiso dar a ésta como nota característica de ella, resplandece y alumbra, cada día con perpetuo y más vivo esplendor, delante de los ojos de todos.
- b) Para la sociedad civil
La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes.
A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectítud de costumbres. Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida cristiana.
- c) Para los fieles
Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como armas de justicia para Dios(35), deben servir para la interna santificación del alma. Todo lo cual, si se propone a la meditación y profunda consideración de los fieles, no hay duda que éstos se inclinarán más fácilmente a la perfección.
¡Viva Cristo Rey!
¿Cómo es nuestro Cristo Rey?
En la fiesta de Cristo Rey, te pido la gracia que establezcas tu Reino de paz en mi corazón.
OBJETIVO
Renovar nuestra ilusión de trabajar por Cristo Rey, a fin de llevar su Reino a nuestro alrededor, a nuestra familia, a nuestros amigos.
PETICIÓN
Señor Jesucristo, Rey del Universo, te pido la gracia de que establezcas tu Reino de paz, de verdad, de amor, de esperanza y de pureza, en mi corazón, para que después me lance a llevar bien alta tu bandera, esa bandera cuyos colores me trazaste en las bienaventuranzas (Mateo 5, 1-8).
PUNTOS DE REFLEXIÓN
1. ¿Cómo es nuestro Cristo Rey? Cuando vino hace dos mil años, vino oculto en pañales, en la humildad, sencillez, pobreza, mansedumbre. No quiso imponerse, sino proponerse. No quiso ser temido, sino acogido y amado. No quiso hacer ruido, sino pasar desapercibido. Se dejó alimentar, enseñar, adoctrinar. Caminó, se cansó, tuvo sed, lloró. Fue amado por uno hasta la locura del martirio. Y odiado por otros, hasta llevarle a la muerte. Un Rey que guardó la espada de su justicia, para desplegar sólo la capa de su misericordia, que tendía a todos los que a Él se acercaban. Un Rey que salió a la conquista del mundo, no con un ejército de fieros guerreros, adiestrados en artes marciales o bélicas; sino con un minúsculo equipo de humildes pescadores, que sólo sabían el arte de pescar y remendar las redes. Un Rey que anunció su Reino maravilloso de paz, de humildad, de pobreza, de pureza, de verdad.
Un Rey que prefirió morir por sus súbditos, y así salvarnos. Pero un Rey que resucitó, se fue al Cielo, nos dejó su presencia viva en la Eucaristía y en los sacramentos. Y un Rey que vendrá Glorioso, al final de los tiempos para desplegar su Justicia y dar su premio a quienes lucharon con Él.
2. ¿Cuál es el objetivo de este Rey? El plan estratégico de Cristo Rey es llevar su Reino a todas partes, no por las armas, ni por la violencia, ni por el engaño, sino por la fuerza del amor. Llevar su Reino de justicia, que destruya toda injusticia. Su Reino de amor, que acabe con los odios y egoísmos. Su Reino de verdad, que aniquile la mentira y los errores doctrinales. Su Reino de paz, que suplante a la guerra. Su Reino de pureza, que limpie toda inmundicia.
Su Reino de vida, que termine con esa terrible cultura de la muerte (aborto, eutanasia, manipulación genética). Su Reino de luz, que desenmascare a las falsas antorchas del liberalismo, neomodernismo, tecnicismo que pretenden iluminar nuestra sociedad y lo único que están logrando es dejarnos bizcos y ciegos para las cosas espirituales y echar de un plumazo a Dios de la esfera política, económica y social. Su Reino de desprendimiento interior, que desate todas esas cadenas que nuestro mundo y del dinero nos pone, arrebatándonos la verdadera libertad interior.
Su Reino de esperanza, que anime a los desalentados y desilusionados de la vida. Su Reino de verdadera alegría, que supla esa otra alegría postiza y ligera de los fáciles placeres. Su Reino de fe, que disipe el ateísmo, el agnosticismo y el indiferentismo religioso que cunden en nuestro mundo; y que acabe con esos movimiento pseudorreligiosos que intentan robar nuestra fe y mezclarla con elementos paganos.
3. ¿Cuáles son las exigencias de Cristo Rey? Son tres: negarse a sí mismo, tomar la cruz de cada día y seguir las huellas de este Rey, llevando en la mano y en el corazón su estandarte y su bandera. Negarse a sí mismo significa luchar para contrarrestar esas tendencias desordenadas que todos llevamos dentro desde el pecado original: la tendencia a la ambición, a los apegos, a la vida fácil, al egoísmo, al disfrute sin freno, a la vanidad, a la soberbia, a querer tener la razón, a imponerme. El medio para negarnos es la mortificación de nuestro cuerpo, de nuestros sentidos...y la búsqueda de cuanto me cuesta por amor a Cristo. Tomar la cruz cada día significa mirar la cruz de frente, no rehuir, ni acortarla, ni cubrirla de terciopelo para que no me moleste, agradecerla todos los días a Dios, llevarla con serenidad, paciencia y, si es posible, con alegría interna...Todos los días, no sólo cuando no me pesa. Seguir las huellas de Cristo significa que tengo que poner mi pie donde Jesús lo ha puesto, pues Él va delante marcando el camino. Llevando su bandera con orgullo, con amor y alegría y clavándola en mi casa, en mi trabajo, en todas partes donde vaya.
4. ¿Cuál es el premio a quienes luchen en su ejército y bajo su bandera? Aquí en la tierra: seguridad de éxito, alegría interior, paz del alma, certeza de la compañía de Jesús, realización en la vida. Y allá arriba, la vida eterna, el premio del cielo.