Con estas exhortaciones y muchas otras, Juan anunciaba al pueblo la Buena Noticia
- 16 Diciembre 2018
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TIEMPO DE ADVIENTO – TIEMPO DE ESPERANZA
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
TEXTO BÍBLICO
«No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva.
Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta» (Sof 3, 17-18).
TEXTO PATRÍSTICO
“Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el que está diciendo: Ella tiene que crecer y yo tengo que menguar.
El sonido de la voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: Esta alegría mía está colmada. Retengamos la palabra, no perdamos la palabra concebida en la médula del alma” (San Agustín).
TEXTO PONTIFICIO
“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor»” (Francisco, Evangelii Gaudium 3).
TEXTO LITÚRGICO
“El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria” (Prefacio II de Adviento).
CONSIDERACIÓN
En el discernimiento espiritual, una prueba eficaz para saber si se camina por el sendero que Dios quiere es el gozo interior, la consolación del alma, que se sobrepone a los posibles sufrimientos y pruebas del camino.
PROPUESTA
¿Tienes paz; estás alegre en tu corazón?
Los Caminos de Juan; III Domingo de adviento
Se trata ir a la raíz de la injusticia y de la corrupción. ¿Por qué hemos llegado a estas situaciones extremas?
Lecturas:
Sofonías 3, 14-18: “El Señor se alegrará en ti”
Salmo 12: “El Señor es mi Dios y salvador”
Filipenses 4, 4-7: “Alégrense siempre en el Señor”
San Lucas 3, 10-18: “¿Qué debemos hacer?”
Después de que México ha aparecido a nivel internacional con los nada honrosos primeros puestos de inseguridad y corrupción, a nivel de Juan Pueblo se suscitan los más variados comentarios, desde quien irónicamente dice que en algo teníamos que destacar, hasta quien, enfurecido, despotrica contra autoridades, contra instituciones y personas. “Todo está corrompido” afirma alguien, y no está lejos de la verdad. “La dificultad no está en saber que todos estamos metidos en la corrupción, sino en saber qué tenemos que hacer para salir de este hoyo”. Un grupo de mujeres empieza a discutir: “La autoridad tendría que hacer algo, para eso la pusimos…”, afirma una. “Lo primero que deberíamos cambiar es la educación”, dice otra. “La Iglesia ha descuidado los valores. Ha perdido su lugar”, contesta una tercera. “Hemos descuidado la educación en la familia”, termina diciendo otra voz. ¡Qué bueno que por fin se preocupen por la corrupción, aunque no sepan qué hacer!
Cómo si hubiera escuchado nuestros temores y nuestras discusiones, Juan el Bautista se nos hace presente con sus propuestas para superar el estado tan crítico no sólo de nuestro país sino de cada persona. Ya hace ocho días lo escuchábamos anunciando la cercanía del Reino y proclamando conversión. Retomaba las palabras del profeta Isaías con mensajes simbólicos, pidiéndonos enderezar el camino y hacerlo recto para poder ver la salvación de Dios. Hasta ahí, todos estaban y estamos de acuerdo, el problema aparece cuando desciende a las acciones muy concretas. Todo comienza porque un grupo de personas se acerca para pedir el bautismo y los manda con cajas destempladas: “Raza de víboras, den frutos de conversión y no se ufanen diciendo que son hijos de Abraham”. Esto lejos de desanimar a otros de sus oyentes, se atreven a preguntarle antes de recibir el bautismo: “¿Qué debemos hacer?”. Pregunta valiente y corazón dispuesto que muestra un verdadero interés en cambiar y enderezar los senderos. San Juan Bautista retomando los mismos mensajes que habían proclamado los profetas empieza a enseñarnos lo que verdaderamente hay que cambiar no sólo para evitar la corrupción sino para aceptar este reino que ya se acerca.
“Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida que haga lo mismo”.
Gracias a Dios en este tiempo de Navidad aún se suscitan sentimientos de compartir y de mirar al hermano. Pero el Bautista va más lejos, no se trata del mero dar lo que nos sobra o asistir a un intercambio de regalos. Ni siquiera, el llevar un regalito o una despensa para acallar la conciencia. Se trata ir a la raíz de la injusticia y de la corrupción. ¿Por qué hemos llegado a estas situaciones extremas? Porque la codicia se ha adueñado de los corazones, porque al ritmo del dinero danzan muchas personas e intereses, porque hemos traicionado y abandonado a Dios. Cuando se traiciona a los pobres, cuando se deja morir de hambre a los migrantes, cuando se da la espalda a la viuda, cuando no se atiende al hermano, se traiciona a Dios. La propuesta de Juan es radical, no nos dice que ofrezcamos un poco, dice que compartamos lo nuestro con el hermano. Es volver a nuestros orígenes, nacimos ambos de Dios, somos hermanos y tenemos los mismos derechos.
“No cobren más de lo establecido”. Ya los profetas habían hablado fuerte contra los comerciantes y contra los cobradores de impuestos. No se condena el comercio ni el cobro de impuestos, lo que se condena es el deseo de enriquecerse a costa de los pobres traficando con su libertad, vendiéndoles incluso los peores productos y robándoles su dignidad. Los impuestos nunca deben pesar sobre los que menos tienen para sostener lujos y avances de unos cuantos. San Juan recoge toda una tradición de la profecía y habla claramente cómo se debe preparar el camino del Mesías. Las estructuras de este sistema hacen pasar por justos, tratados y mercados que han olvidado a pueblos y personas y los han sometido a un régimen muy cercano a la esclavitud. La desigualdad es el desafío más importante que enfrenta el país. La pobreza sigue siendo el principal problema que vulnera a la mayoría de los mexicanos. No es que no haya dinero ni recursos, es que están mal distribuidos y se le ha dado más valor al capital que a las personas. Se teme arriesgar los valores y el dinero, pero no se teme poner en grave riesgo la salud, la educación y la vida de los más pobres. A nivel personal pero también a nivel institucional, hoy también para nosotros el Bautista tiene una palabra.
“No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario”. Nuevamente Juan se hace eco de los profetas. De la administración de la justicia dependen los bienes e incluso la vida de muchas personas. Pero los profetas advierten que es una de las cosas que peor funcionan. Es frecuente la denuncia de soborno que lleva a absolver al culpable y condenar al inocente. Esta codicia lleva al perjurio, al desinterés por las causas de los pobres e incluso a explotarlos con la ley en la mano. Son claros los profetas en decir que la manipulación de la ley lleva a excluir a los débiles de la comunidad jurídica, robar a los pobres toda reivindicación justa, esclavizar a los ignorantes y a las viudas, y apropiarse de los bienes del huérfano. Muy pocas palabras tendríamos que cambiar para hacer actuales las palabras de los profetas y hoy san Juan nos invita también a nosotros, a cambiar y a descubrir lo que hay en nuestro corazón.
Cada una de las respuestas que da San Juan a sus oyentes, son también respuestas que debemos escuchar, asumir y aplicar cada uno de nosotros. Son indicadores muy concretos de nuestra conversión y de nuestro acercamiento al Señor. Son la forma verdadera de preparar el camino del Señor: retomar la fraternidad, buscar la verdad y la justicia, construir un mundo de paz. ¿Cómo podemos hacer nuestros los caminos que propone san Juan?
“Mira, Señor, a tu pueblo que espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo, y concédele celebrar el gran misterio de nuestra salvación con un corazón nuevo y una inmensa alegría”. Amén.
¿Qué puedo hacer para fortalecer mi fe?
6 consejos prácticos para fortalecer mi fe cuando siento que flaquea
En nuestro camino de vida es común encontrarnos con momentos en los que la fe flaquea. Momentos en los que todo parece ir bien y cuando menos lo pensamos, renacen las dudas. Cuando esto suceda debemos buscar los medios para afrontar el sentimiento de pérdida o confusión y poner manos a la obra.
Estos son algunos consejos que pueden ayudarnos a fortalecer nuestra fe y regresar a ella.
1. Busca respuestas a tus dudas
Muchos nos hemos encontrado con dudas, pequeñas o grandes. Acerca de aquello en lo que creemos, y no tiene nada de malo, al contrario, es totalmente natural. Hay que verlo como una oportunidad para fortalecer nuestra convicción de fe.
Lo importante aquí, no es el hecho de hacerse preguntas, sino de buscar respuestas y saber donde hacer la búsqueda, pues no todos los sitios web o libros tienen la mejor respuesta. Te recomiendo buscar en el Catecismo de la Iglesia como primera medida, también puedes acercarte a un sacerdote o guía espiritual para que te ayude a aclarar el panorama o acudir al testimonio de diversos santos.
2. Pide a Dios que aumente tu fe
Suena un poco obvio, pero en ocasiones olvidamos acudir a Dios en estos momentos, lo dejamos de lado. En los evangelios encontramos una bella aclamación dirigida a Él: ¡Señor, creo pero aumenta mi fe! (Mc 9, 14-29), es una expresión confiada en que el Señor, en su infinito amor, va a escuchar nuestro clamor y acrecentará nuestra fe.
No es tan sencillo como parece, pero Dios nunca falla. Podremos estar atravesando por duras pruebas, pero Él no nos olvida. Busca un momento del día para dedicarle estas palabras, sincerar tu corazón, reconocerte débil y pedirle ayuda. Perseverar en la oración, aunque parezca complicado, es un aspecto que no podemos dejar de lado.
3. Realiza un examen de conciencia
En aquellos momentos en que tambalea la fe, es fundamental hacer una evaluación de cómo estamos viviendo. Es necesario saber si este decaimiento espiritual se debe a alguna situación de pecado en que hayamos caído. Además, es necesario, acercarnos a la confesión conscientes de que por medio de ella, recibimos la gracia para ser cada vez más fieles al Señor.
Erróneamente se cree que realizar un examen de conciencia, se trata de ponernos en el banquillo de los acusados, pero en realidad, esta es una excelente herramienta que nos sirve como reflejo de lo que somos en determinado momento.
4. Vive la caridad
No hay mayor alegría en el corazón del hombre que la de poder demostrar su amor a los demás por medio del servicio. Te recomiendo acercarte a un centro de salud o una fundación y donar un tiempo de voluntariado, visitar a un enfermo de tu comunidad, ayudar a alguien que esté pasando hambre, acompañar a quien se encuentra solo.
Estas son solo algunas formas de entregarnos a otros y una poderosa arma contra la desesperanza o la desilusión.
5. Busca dirección espiritual
Te recuerdo que no podemos caminar solos, es necesario que haya alguien que nos acompañe, aliente y corrija en el camino. Buscar dirección espiritual te ayudará a encontrar la luz del Espíritu Santo, refugiarse en él nos servirá de bastón en el proceso de fe y conversión.
Si estás pasando por un momento de crisis de fe, una experiencia de dolor o culpa, o incluso un momento de acción de gracias a Dios, un encuentro con tu director espiritual es totalmente enriquecedor, sentirás cómo es el mismo Señor quien te acoge, escucha y aconseja.
6. Recuerda aquellos momentos en que tu fe ha sido más firme
Es bueno recordar y volver a vivir esos momentos que han permitido que tu fe crezca y se haga más fuerte, pues en ellos encontrarás las pautas para recuperarte en este bello camino hacia Jesús. Es importantísimo que nunca olvides, que no estás solo, sino que tanto la fuerza del Espíritu como la compañía y apoyo de tus hermanos en la fe, están contigo.
Repite diariamente en tu oración personal: ¡Señor, creo pero aumenta mi fe! No temamos pedirle con urgencia a Dios que nos socorra. La fe es una gracia, una gracia que transforma nuestras vidas y la forma en que vemos el mundo. Como gracia que es, es necesario pedírsela a Dios continuamente.
¿Cuántas veces la sociedad materialista, tus propios anhelos del “espíritu navideño” y el El estrés de diciembre te han robado el Adviento? Aquí unas claves para evitarlo
Estamos en tiempo de Adviento ¿Sabías que la palabra “adviento” viene del latín, y quiere decir ‘la llegada’? El tiempo de Adviento está conformado de cuatro semanas que la Iglesia nos da para preparar la llegada de Cristo en Navidad. ¿Por qué cuatro semanas?
Ante todo, porque la Navidad –la llegada de Cristo al mundo– es una realidad tan importante, que no la podemos “digerir” de la noche a la mañana. Nadie prepara una boda la noche anterior. Como seres humanos, necesitamos tiempo para darnos cuenta de lo que viene, a fin de celebrarlo correctamente.
También necesitamos tiempo de preparación, pues en Navidad, Cristo llega para cada uno de nosotros. Pide posada en nuestro corazón y, si somos honestos, nuestro corazón no siempre es la posada más agradable y limpia. El Adviento nos da tiempo para prepararla y limpiarla, para recibir bien al Niño Jesús en la Nochebuena.
Por desgracia, parecería que el Adviento es todo lo contrario. Todo está ya adornado para Navidad, hay frenesí de compras, fiestas, pre-posadas, estrés. Y el día 26, tan sólo un día después de la gran llegada, ya estamos empacando las decoraciones y silenciando los villancicos. Todo está de cabeza. ¿Cuántas veces la sociedad materialista, tus propios anhelos del “espíritu navideño” y el estrés de diciembre te han robado el Adviento? ¿Y cómo hacer para que no te lo roben este año?
El primer paso consiste en darte cuenta que Navidad se celebra a partir de la Nochebuena, cuando celebramos la llegada de Cristo. No hay nada malo en las pre-fiestas que son parte de nuestra cultura, pero no hay que confundirlas con la verdadera Navidad. Si intentamos “adelantar” la celebración de Navidad, tendremos una celebración sin Cristo: algo tan ridículo como una fiesta de cumpleaños sin cumpleañero. Por eso, anticipar la celebración de la Navidad siempre nos dejará vacíos, sin verdadera alegría. En un mundo de luces y decoraciones, tenemos que darnos cuenta de que “¡todavía no!”
El siguiente paso es de apartar un momento de silencio cada día. No tiene que ser mucho: pueden ser tres minutitos, por ejemplo. Pero tres minutitos enteros en que me retiro, hago silencio y me acuerdo que Cristo viene en Navidad. ¡Cristo viene en Navidad! Si logras hacer esto diariamente, tu experiencia de la Navidad este año será muy diferente, y muy especial. En cambio, si no estableces momentos de silencio en tu Adviento, de repente será año nuevo y ni te habrás dado cuenta de la llegada personal del Señor…
Otra ayuda para vivir bien el Adviento es hacer de él un tiempo de preparación personal, como hacemos con la Cuaresma. Con actos de sacrificio y mejora personal, puedo “limpiar” el pesebre de mi corazón al que llegará el Niño Jesús el día 24. Una tarde sin radio, un café sin azúcar, una Misa entre semana, una sonrisa para una persona “pesada”, 5 pesos más para un pobre: todas son maneras de “barrer el pesebre” para que sea digno en su pobreza para el Rey que ha de venir.
Finalmente, los símbolos y prácticas externos también nos pueden ayudar a hacer del Adviento un tiempo de preparación. Tener una corona de Adviento en nuestro salón o lugar de trabajo y encender las velas correspondientes durante unas horas cada día, nos recuerda a fuerzas que todavía no ha llegado el Señor. También se puede leer un versículo del capítulo 1 ó 2 del Evangelio de san Lucas a la hora de encenderla. Otra práctica es construir nuestro Nacimiento gradualmente, añadiendo una pieza o decoración cada día del Adviento; pero sólo en los días en que nos hemos esforzado para vivir bien nuestro Adviento.
Un Adviento bien vivido asegura una Navidad hermosa y alegre. ¡Que no te pierdas tu Adviento!
EL PAPA BENDICE MILES DE 'BAMBINELLI' EN LA PLAZA DE SAN PEDRO
Francisco, a los niños: "Jesús es bueno, Jesús es tierno, Jesús es humilde. Esta es la verdadera Navidad"
Pide que el Pacto Mundial sobre Migración firmado en Marrakech "sea marco de referencia para la comunidad internacional"
Jesús Bastante, 16 de diciembre de 2018 a las 12:34
El Papa bendice miles de 'Bambinelli' en la plaza de San PedroVatican News
Deseo que la comunidad internacional trabaje con responsabilidad, solidaridad y compasión hacia quienes, por diferentes motivos, han dejado su propio país
(Jesús Bastante).- Día de bendiciones en la plaza de San Pedro. Al término del rezo del Angelus, el Papa procedió a la tradicional bendición de los "Bambinelli", los niños Jesús que pueblan los belenes de todas las casas romanas. Durante la misma, Francisco recordó a los niños el secreto de "la verdadera Navidad". ¿Cuál es? "Jesús es bueno, Jesús es tierno, Jesús es humilde".
Tal y como señalaban las lecturas del tercer domingo de Adviento, donde "la liturgia nos invita a la alegría" del Dios que ya está a punto de llegar. "Ya no hay motivo para la tristeza, no hay motivo para el desaliento, sino que todo conduce a una gratitud gozosa a Dios, que siempre quiere rescatar y salvar a los que ama", recordó el Papa.
"Jesús, el Emmanuel, el Dios con nosotros; su presencia es la fuente de la alegría", subrayó Bergoglio, quien recordó las palabras del ángel a María, y destacó cómo "en un pueblo remoto de Galilea, en el corazón de una mujer joven, una mujer desconocida para el mundo, Dios enciende la chispa de la felicidad para todo el mundo".
"Y hoy el mismo anuncio está dirigido a la Iglesia, llamada a acoger el Evangelio para que se haga carne, vida concreta", proclamó. También "a la Iglesia, a cada uno de nosotros", llega el anuncio: "Alégrate, pequeña comunidad cristiana, pobre y humilde, pero hermosa a mis ojos porque deseas ardientemente mi Reino, tienes hambre y sed de justicia, tejes con paciencia entramados de paz, no sigues a los poderosos de turno, sino que permaneces fielmente junto a los pobres. Y así no tienes miedo de nada, sino que tu corazón está en la alegría".
La paz y la alegría, las claves, "sin angustiarnos, sino haciendo presente a Dios nuestras peticiones en cada circunstancia, con la conciencia de que, en las dificultades, siempre podemos recurrir al Señor, y que Él nunca rechaza nuestras invocaciones", lo que "es un gran motivo para la alegría".
Y es que, añadió, "ninguna preocupación, ningún temor, logrará quitarnos la serenidad que proviene de Dios, de saber que Dios guía con amor nuestra vida, siempre. También en medio de los problemas y el sufrimiento, esta certeza alimenta la esperanza y el coraje".
Pero, para ello, concluyó el Papa, es preciso que nos preguntemos: "¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer?", lo que es el primer paso para la conversión, para "abrir el corazón al Dios que viene, para que Él inunde toda nuestra vida de alegría".
Tras el rezo del Angelus, y antes de la bendición de las figuritas, el Papa hizo suya la aprobación, en Marrakech, del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, "que pretende ser un marco de referencia para la comunidad internacional". "Deseo que, gracias a esta herramienta, la comunidad internacional trabaje con responsabilidad, solidaridad y compasión hacia quienes, por diferentes motivos, han dejado su propio país", indicó.
Y, al final, la bendición: "Queridos niños, cuando en vuestros hogares os reunáis en oración ante el pesebre, fijando la mirada en el niño Jesús, sentiréis estupor (qué es el estupor, un sentimiento, es más que una emoción, es ver a Dios en el corazón), estupor por el gran misterio hecho por Dios hecho hombre; y el Espíritu Santo os pondrá en el corazón la humildad, la ternura y la bondad de Jesús. Jesús es bueno, Jesús es tierno, Jesús es humilde. Esta es la verdadera Navidad, no se olviden".