...Nos ha hablado por medio del Hijo...

San Josep Manyanet

Celebrado el 17 de Diciembre

San José Manyanet y Vives, presbítero y fundador

En Barcelona, en España, san José Manyanet y Vives, presbítero, que fundó las Congregaciones de Hijos e Hijas de la Sagrada Familia, para que, a ejemplo de la santa Familia de Nazaret, Jesús, Maria y José, todas las familias se orientaran hacia la perfección.

Josep Manyanet nació el 7 de enero de 1833 en Tremp (Lleida, España), en el seno de una familia numerosa y cristiana. Fue bautizado el mismo día y, a la edad de 5 años, fue ofrecido por su madre a la Virgen de Valldeflors, patrona de la ciudad. Tuvo que trabajar para completar los estudios secundarios en la Escuela Pía de Barbastro y los eclesiásticos en los seminarios diocesanos de Lleida y Urgell. Fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859. Tras doce años de intenso trabajo en la diócesis de Urgell al servicio del obispo, en calidad de paje y secretario particular, mayordomo de palacio, bibliotecario del seminario, vicesecretario de cámara y secretario de visita pastoral, se sintió llamado por Dios para hacerse religioso y fundar dos congregaciones religiosas.

Contando con la aprobación del obispo, en 1864 fundó a los Hijos de la Sagrada Familia Jesús, María y José, y en 1874, a las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret, con la misión de imitar, honrar y propagar el culto a la Sagrada Familia de Nazaret y procurar la formación cristiana de las familias, principalmente por medio de la educación e instrucción católica de la niñez y juventud y el ministerio sacerdotal.

Con oración y trabajo constantes, con el ejercicio ejemplar de todas las virtudes, con amorosa dedicación y solicitud por las almas, guió e impulsó a lo largo de casi cuarenta años la formación y expansión de los institutos, abriendo escuelas, colegios y talleres y otros centros de apostolado en varias poblaciones de España. Hoy, los dos institutos están presentes en países de Europa, las dos Américas y África. 

Especialmente llamado por Dios para presentar al mundo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, escribió varias obras y opúsculos para propagar la devoción a la Familia de Jesús, María y José, fundó la revista La Sagrada Familia y promovió la erección, en Barcelona, del templo expiatorio de la Sagrada Familia, obra del arquitecto siervo de Dios Antonio Gaudí, destinado a perpetuar las virtudes y ejemplos de la Familia de Nazaret y ser el hogar universal de las familias. 

El beato Josep Manyanet predicó abundantemente la Palabra de Dios y escribió también muchas cartas y otros libros y opúsculos para la formación de los religiosos y religiosas, de las familias y de los niños, y para la dirección de los colegios y escuelas-talleres. Sobresale «La Escuela de Nazaret y Casa de la Sagrada Familia» (Barcelona 1895), su autobiografía espiritual, en la cual, mediante unos diálogos del alma, personificada en Desideria, con Jesús, María y José, traza todo un proceso de perfección cristiana y religiosa inspirada en la espiritualidad de la casa y escuela de Nazaret. También «Preciosa joya de familia» (Barcelona 1899), una guía para los matrimonios y familias, que les recuerda la dignidad del matrimonio como vocación y la importante tarea de la educación cristiana de los hijos. Para la formación de los religiosos escribió un libro de meditaciones titulado «El espíritu de la Sagrada Familia», en donde describe la identidad de la vocación y misión de las religiosas y religiosos Hijos de la Sagrada Familia en la sociedad y en la Iglesia.

Las obras del Padre Manyanet crecieron entre muchas dificultades: ni le faltaron varias dolorosas enfermedades corporales que le atormentaron durante toda su vida. Pero su indómita constancia y fortaleza, nutridas con una profunda adhesión y obediencia a la voluntad de Dios, le ayudaron a superarlas. Minada su salud por unas llagas abiertas en el costado durante 16 años -que él llamaba «las misericordias del Señor»-, el 17 de diciembre de 1901, esclarecido en virtudes y buenas obras, volvió a la casa del Padre, en Barcelona, en el colegio Jesús, María y José, el centro de su trabajo y rodeado de niños, con la misma sencillez que caracterizó toda su existencia. Sus últimas palabras fueron la jaculatoria que había repetido tantas veces: «Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía». Sus restos mortales descansan en la capilla-panteón del mismo colegio Jesús, María y José, continuamente acompañados por la oración y el agradecimiento de sus hijos e hijas espirituales y de innumerables jóvenes, niños y familias que se han acercado a Dios, atraídos por su ejemplo y sus enseñanzas. Fue canonizado por SS Juan Pablo II el 16 de mayo de 2004.

fuente: Vaticano

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Es posible que haber nacido en el seno de una familia numerosa que, además, era creyente, influyese en su acontecer marcándole con un amor singular a la Sagrada Familia. Nació el 7 de enero de 1833 en Tremp (Lleida, España). Su madre, sin duda artífice de su amor a María, siguió la bellísima tradición de consagrarle a la Virgen, bajo la advocación de Valldeflors, a la que se honraba en la localidad porque era su patrona. Sintiendo la llamada al sacerdocio recibió formación en Barbastro primeramente, y luego en seminarios de Lleida y Urgell costeándose él mismo los estudios con su trabajo. Virtuoso hombre de oración, devoto de la Eucaristía, prudente y sensible, con encomiable espíritu de servicio, después de ser ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859 fue de impagable ayuda para el prelado de Urgell quien durante doce años lo tuvo a su lado. Fue su secretario particular, mayordomo, vicesecretario de cámara, secretario de visita pastoral y también se ocupó de la biblioteca del seminario.

En esos años de ejercicio pastoral en la Seu d’Urgell acrecentó su convicción de que la familia es el pilar de la sociedad. Porque ciertamente los valores que se aprenden en ella en gran medida condicionan el resto de la vida; es clave en la educación y enseña el modo de afrontar las vicisitudes y contingencias que se van presentando.

Si, además, el devenir de un hogar está anclado en el modelo que ofrece la Sagrada Familia los frutos no se hacen esperar. Josep fue consciente de que la sociedad precisaba este referente inequívoco y tomó conciencia de la importancia de tutelar de forma exquisita la educación dirigida a niños y jóvenes; sería un semillero de gracias vertidas a través de ellos en la sociedad. De modo que, con este objetivo evangelizador, puso en marcha en 1864 losHijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Y diez años más tarde fundó las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret.

En un momento dado, en medio de conflictos políticos, sufrió persecución y clausura de uno de sus centros, pero continuó su labor sin arredrarse. Durante cuatro décadas marcadas por intensa actividad, se mantuvo al frente de sus hijos e hijas. Bajo su amparo y tutela se multiplicaron escuelas, colegios, talleres y vías diversas de apostolado en distintos puntos de España, que luego se extendieron a parte de Europa y América. Viéndole trabajar con tanto ahínco, lleno de fe y esperanza, escribiendo textos dirigidos a difundir la devoción por la Sagrada Familia, era difícil adivinar que todo ello procedía de un hombre de frágil salud que, además, debía hacer frente a numerosos contratiempos que le salían al paso. Pero así era. En su costado tenía lo que él solía denominar «las misericordias del Señor», unas llagas abiertas que es fácil imaginar lo que debieron suponer de padecimientos durante los últimos 16 años de su vida.

Fue un ejemplo de fortaleza y fidelidad; se distinguió también por su predicación. Mantuvo viva hasta el fin la urgencia por difundir lo que el beato Juan Pablo II denominó «Evangelio de la familia», diseminado en numerosas obras dirigidas a sus hijos, a los escolares que se formaban en los centros regidos por ellos y a las familias. Entre otras, fue autor de La Escuela de Nazaret, Casa de la Sagrada Familia (de carácter autobiográfico), Preciosa joya de familia y El espíritu de la Sagrada Familia. Impulsó la revista Sagrada Familia y la construcción del templo expiatorio dedicado a ella en Barcelona, obra monumental del genial arquitecto y siervo de Dios, Antoni Gaudí. Viendo su quehacer en conjunto, se aprecia el afán de Josep por llevar a todos el amor a Jesús, María y José mostrándolos al mundo como ejemplo a imitar. Y el nombre de los tres fue el que brotó de sus labios cuando le llegó la suprema hora el 17 de diciembre de 1901. Quienes le rodeaban le oyeron decir por última vez lo que tantas veces había expresado: «Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía», jaculatoria que incontables familias han enseñado a recitar a sus hijos desde niños para que la rezaran poco antes de conciliar el sueño. Juan Pablo II lo beatificó el 25 de noviembre de 1984 y él mismo lo canonizó el 16 de mayo de 2004.

Hay una realidad más grande, y es, que Dios es Nuestro Padre

Santo Evangelio según San Mateo 1, 1-17. Lunes III de Adviento.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre Santo, concédeme la gracia de sentirme tan amado por Ti, de tal manera que siempre pueda decir que soy tu hijo (a), y que Tú eres mi Padre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Vemos en el Evangelio de hoy, la genealogíade nuestro Señor, y cómo a través de todas esas generaciones, para ser más exactos, cuarenta y dos generaciones, viene el Salvador del mundo para saldar la cuenta del pecado de nuestros primeros padres.

Cristo tuvo una genealogía humana, igual que nosotros la tuvimos, pero hay una realidad más grande, y es que tenemos una genealogía espiritual, esto es, que somos hijos de Dios. «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!». (1 Jn3, 1). Nunca nos podemos olvidar que tenemos al Padre de los padres, aquel que es Amor y misericordia y nos ama como somos, con nuestros defectos y con nuestras cualidades. Él nos ha amado, nos ama y nos seguirá amando por lo que somos y no por lo que le podemos dar. Si de algo nos tenemos que gloriar en este mundo es que tenemos por Padre a Dios. No seremos los dueños del castillo, pero somos los hijos del Rey.

En el Evangelio hemos escuchado la genealogía de Jesús, que no es una simple lista de nombres, sino historia viva, historia de un pueblo con el que Dios ha caminado y, al hacerse uno de nosotros, nos ha querido anunciar que por su sangre corre la historia de justos y pecadores, que nuestra salvación no es una salvación aséptica, de laboratorio, sino concreta, una salvación de vida que camina. Esta larga lista nos dice que somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir.

(Homilía de S.S. Francisco, 8 de septiembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dar gracias a Dios hoy en la comunión o con una comunión espiritual, por haberme hecho su hijo (a).

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. ¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Dios es mi Padre. Tan hijo suyo como lo fue Cristo, tan amado como él.

Dios es mi Padre ¿de verdad?

Deberíamos caer de rodillas llenos de inmensa gratitud al constatar que el Creador del Universo, me ama con un amor infinito.

“Dios es mi Padre”. Primera cosa que aprendemos cuando vamos al catecismo. Y enseguida nos viene a la mente las típicas comparaciones de su amor paternal con el de nuestros papás, así como su infinita paciencia y  el sacrificio que han hecho por nosotros, etc. En resumen Dios nos ama como nos quieren nuestros padres pero a la infinitésima potencia, es con lo que salimos del catecismo. Y terminan los niños su lección de catecismo coloreando a un Señor majestuoso de barbas largas cogiendo de la maño a un niño.

“Dios es mi Padre”. Y lo decimos con la misma naturalidad con la que decimos “Hoy hace calor”, “el Barça ganó este fin de semana pasado”, “Tengo ganas de comer pizza”, sin detenernos un instante en la profundidad que contiene esta frase. Una frase bonita como las que se ponen en los perfiles de Face o Whatsapp.

“Dios es mi Padre”. Sí, es lo que los católicos piensan de la misma manera que un hippie puede decir “mi Madre es la naturaleza” o un azteca “el sol es mi padre”. Una metáfora más en una religión más de una persona más. Una bella idea más de las tantas que han venido diciendo generaciones de escritores, filósofos, cuando no de algún iluminado inspirado. 

Pero en realidad, no debería ser así…

El ser humano es capaz de acostumbrarse a todo. Posee la habilidad de caminar encima de carbones encendidos sin quemarse los pies o de habituarse a vivir en los climas más inhóspitos. Podemos decir que lo mismo sucede en el ámbito espiritual. Nos hemos acostumbramos a escuchar verdades asombrosas. Tenemos entre nuestras manos el fuego ardiente del Evangelio y ya ni siquiera nos calienta.

¡Y es que el pensar que Dios es mi Padre no puede ser algo indiferente! Deberíamos caer de rodillas llenos de inmensa gratitud al constatar que el Creador del Universo, la Bondad Suma, el Ser más poderoso del Mundo, me ama con un amor infinito, con un amor que sólo es digno de Él. Lo peor de todo es que nos hemos habituado ya a escuchar el mismo discurso una y otra vez. No nos lo podemos imaginar de otra forma hasta el punto de que lo extraño ya es imaginar a un Dios lejanos, que no tuviera nada que ver conmigo. 

Sin embargo, insisto, al principio no fue así. Esta verdad escandalizaba. La principal razón de la condena de Cristo fue esta: “considerarse Hijo de Dios” (Mt 63-66). Pues no lo decía en un sentido metafórico o simbólico, sino de manera real. La palabra con la que se dirigía a Dios en su oración: “Abbá”, era la expresión con que los niños llamaban a sus padres. Algo así como papi o papaíto en traducción actual. Y esto los judíos no lo pudieron tolerar pues no comprendían cómo Dios se podía dignar amar a alguien como a su Propio Hijo. Y ya sabemos como terminó todo.

“Dios es mi Padre”. Tan hijo suyo como lo fue Cristo, tan amado como él. Somos hijos en el Hijo. Este es el centro del Evangelio, la Buena Nueva que Jesucristo nos vino a revelar. El hombre ya no estará nunca más a merced de las desgracias del destino o de su pecado.  “Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rm 8, 15) A partir de ahora podremos alzar  siempre la mirada al cielo seguros de que tenemos un Padre que me cuida y ama incondicionalmente. Y esta es una verdad infinitamente más significativa que el clima o si el Barca perdió el juego pasado…

“¡Dios es mi Padre!” ¡Qué don tan grande! Hace falta sólo dejar que estas palabras penetren hondamente en nuestra alma en medio del silencio y de la dicha de ser su hijo.

 Haz que Jesús sea el centro esta Navidad, así te ahorras la "cara de regalo"

¿Cómo se supone que vamos a poner cara de desdicha por el regalo que nos hicieron con tanto cariño?

En esta época la preocupación de muchos se centra en las compras navideñas, en hallar la talla correcta, en escoger el color indicado, en madrugarle al descuento, en ser los mejores vestidos la noche del 24. Para eso trabajo, para tener la casa más grande y adornada en navidad, para darles a mis hijos lo mejor, ¡qué tal ponernos con esas bobadas de ahorrar y pensar en los demás en época de navidad!

No voy a mentir, es difícil no dejamos llevar por tantas cosas novedosas que salen: el árbol de 3 metros, los papa Noel que bailan… ¡cualquier cantidad de cosas para atiborrar la casa de objetos que en enero no caben en ninguna parte! ¿Qué me dicen de las rabietas que tienen las personas en esta época cuando se van de compras? Yo he sido testigo de peleas interminables en centros comerciales, de personas con cara de puño haciendo una larga fila, de niños que lloran y lloran desconsolados porque su madre no termina de hacer las compras, de un tráfico insoportable por todas las calles y así puedo seguir con una lista infinita de lo que sucede los días previos a la tan anhelada noche de Navidad.

¡Llega la noche del 24 por fin! ¡qué emoción! Al árbol ya ni se le ve la estrella de tantos regalos, los niños curiosean las tarjetas que dicen “de: pepito, para: pepita”, los adultos ponen música para reventar la casa. Esa noche todos huelen bien, se echan flores los unos a los otros, alardean de lo hermosa que tienen la casa y ¡ni hablar de la cena! la comida que hay sobre la mesa alcanza para 100 personas cuando en realidad solo hay 25, pero, ¡es diciembre, tenemos derecho a despilfarrar!

El reloj marca las 12, todos gritan y festejan, se abrazan, se besan, hay sollozos, pólvora, salen a volar los corchos de las botellas. Todos se apuran a abrir los regalos. No sé qué costumbres tengan ustedes en su país y en su hogar, en el mío delegan a alguien para abrir los regalos, entonces mi abuela se sienta, coge un regalo y dice: “del niño Dios para pepito” y todos hacen bulla y le piden que lo destape y lo muestre. Empieza la parte divertida, todos fijan sus ojos en el rostro de la persona que acaba de recibir el presente, algunas caras denotan alegría pura, otras como en el video son una máscara, por un lado sonríe y por el otro llora. ¿Cómo se supone que vamos a poner cara de desdicha por el regalo que nos hizo el tío con tanto cariño? Es horrible, simplemente detestamos el regalo, pero ¡vamos! Está prohibido ser sincero en ese instante, proseguimos con la actuación, ponemos la mejor cara de que tenemos y damos las gracias.

El pesebre esta allí, con el Niño Dios, María y José, pero a nadie le importa, nadie voltea a ver el pesebre, nadie ora, nadie levanta su mirada al cielo y agradece al Padre por tanto. Pensemos por un momento ¿Qué le regalaremos esta navidad a Jesús? ¿Qué le daremos al que dio la vida por nosotros? Reflexionemos un poco, andamos atareados por estos días pensando que le vamos a regalar a nuestros familiares o amigos, pero no pensamos en ofrecerle a Dios todo aquello que llevamos en el corazón.

Muchas veces decimos: “sí es cierto, ¡que lástima!” pero nos quedamos de brazos cruzados, entonces te propongo las siguientes opciones para que la noche del 24 no te olvides de Dios:

  1. Minutos antes de que el reloj marque las 12, proponle a tu familia hacer un rato deoración.Si te tildan de ridículo, no hagas caso, anda tu solo a una habitación o a un lugar apartado y ofrécele tu oración a Dios.
  2. Reza elSanto Rosario ese día, ojala con toda tu familia, si nadie te quiere acompañar hazlo tú solo y si te parece muy largo, no reces las 10 Ave marías, haz solo 5 por cada misterio, pero ofrécelo con amor.
  3. Ponte de rodillas ante el pesebrey agradécele a Dios todo lo que te ha dado, no pidas nada, solo agradece. Parece sencillo pero sin darnos cuenta siempre resultamos pidiéndole algo a Dios.
  4. Abraza con el corazón, con el alma, no con la carne. Abraza a tu mamá, a tu papá, a tu abuelo, a tus hijos, al que sea, pero hazlo pensando que eres afortunado al tener vivo a ese ser querido.
  5. Regala misericordia, amor, cariño, tiempo, sonrisas, regala perdón y comparte con nosotros que otra cosa consideras que podemos hacer esa noche para vivir el verdadero significado del nacimiento de Jesús en nuestros corazones.

FELICIDADES POR SER COMO ERES, POR REZUMAR EVANGELIO DE JESÚS
¡Felicidades, Papa Francisco!
Felicidades por tu forma de querer, por tu manera de abrazar, por la compasión que contagias

José Manuel Vidal, 17 de diciembre de 2018 a las 07:25

Felicidades, Santidad

Felicidades, Papa Francisco, porque te haces querer y te queremos Felicidades, porque al mundo "nacióle un sol"

(José M. Vidal).- ¡Felicidades, Papa Francisco, obispo de Roma, Papa bueno, Papa de la primavera, Papa de los pobres, Papa jesuita-franciscano, Papa del aggioarnamento, Papa de la ternura y de la misericordia!

Felicidades por ser como eres
Por tu sonrisa
Por el don de tu palabra
Por tu coherencia vital
Por transmitir Evangelio
Por exhalar esperanza

Felicidades por tu forma de querer
Por tu manera de abrazar
Por la compasión que contagias
Por tu predilección por los enfermos
Por dedicar más tiempo a los "pequeños" que a los "grandes" de este mundo

Felicidades por lo que dices
Y por cómo lo dices
Por tus gestos tan expresivos
Por las imágenes con que renuevas nuestra fe
Por tu forma fresca y natural de relacionarte
Por ser el Papa de la normalidad

Felicidades por la ilusión que nos has vuelto a dar
Por el tsunami de esperanza
Por la oleada de entusiasmo
Por la capacidad de seducción que desprendes

Felicidades por esa Iglesia que quieres casa abierta y no aduana
Por recordarnos que seguir a Cristo da sentido a la vida
Y que el Reino está por encima de la Iglesia
Y que los obispos no pueden ser príncipes, sino servidores
Y que los curas tienen que oler a oveja
Y que los cristianos tenemos que sonreir siempre

Felicidades por el vuelco que estás dando a las anquilosadas estructuras eclesiales
Por descongelar el Concilio
Por recuperar la corresponsabilidad y la sinodalidad
Por poner el Evangelio antes que la doctrina
Por hacer ver a los curiales que no son señores, sino siervos
Por limpiar el Banco vaticano
Por reivindicar el papel de la mujer
Por acabar con el miedo de los teólogos
Y con el rigorismo doctrinal

Felicidades por tu forma de vivir el ecumenismo y el diálogo interreligioso
Por poner al capitalismo deshumanizador en su sitio
Por colocar a la persona (especialmente a los más pobres) en el centro del sistema
Por exponerte a la ira de los poderosos de este mundo
Porque ya te llaman "marxista" y populista
Porque ya te tienen miedo
Porque los pobres tienen un abogado defensor

Felicidades porque no te tiembla el pulso
Porque sientes lo que dices y dices lo que sientes
Porque encarnas el Evangelio de la bondad
Porque dices las verdades del barquero
Porque no te arrugas ante nadie. Porque hueles a profeta

Felicidades porque nos arrastras al seguimiento de Jesús
Porque esponjas nuestro corazón
Porque haces que nos sintamos orgullosos de Cristo y de una Iglesia renacida

Felicidades, Papa Francisco, porque te haces querer y te queremos

Felicidades, porque al mundo "nacióle un sol"

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