“Hay que orar sin desanimarse.”
- 15 Noviembre 2014
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Las “famosas” monjas dejan de ser clarisas
Puntos oscuros de las monjas de Lerma
¿Cómo es posible que un instituto religioso de nuevo cuño pase a ser de derecho pontificio saltando todos los pasos previos?
Miguel Ángel Escribano, 17 de diciembre de 2010 a las 14:16
- Las clarisas de Lerma se pasan a la vida activa
- Las clarisas de Lerma cambian de nombre y fundan un nuevo instituto religioso
- La abadesa-fundadora de los ojos verdes
Por muchas vocaciones que se reciban, por muchas jóvenes que quieran conocer el estilo de vida no es motivo para saltarse los procesos canónicos de erección de un nuevo instituto.
Las monjas de clausura del monasterio de Lerma.
(Miguel Ángel Escribano, ofm, en Franciscano de la Mancha).- Hace una semana nos encontrábamos con que las "famosas" monjas de Lerma dejaban de ser clarisas para erigirse en un nuevo Instituto Religioso de derecho pontificio, cuya finalidad principal sería la de colaborar en la pastoral de las jóvenes y su formación cristiana. En la mayoría de los sitios web donde se ha dado la noticia se ha comentado como un paso adelante de una congregación o de una abadesa que ha sabido valorar los tiempos y los acontecimientos y cual Santa Teresa de Jesús, y que me perdone la santa de Ávila por las comparaciones, va a reformar no se sabe bien qué.
El primer punto oscuro es ¿Cómo es posible que un instituto religioso de nuevo cuño pase a ser de derecho pontificio saltando todos los pasos previos? No es fácil de explicar ni creo que nadie en su sano juicio trate de hacerlo si no es argumentando privilegios concedidos al nuevo instituto por parte de los varios obispos que las rodean, alguno de ellos expertos en derecho canónico, si bien el P. Acebal insigne profesor, que lo fue y en paz descansa, de la Facultad de Derecho Canónico de la UPSA ya fallecido tenía su propia teoría sobre los expertos en Derecho ordenados obispos, y parece ser que se cumple en determinados casos. Por muchas vocaciones que se reciban, por muchas jóvenes que quieran conocer el estilo de vida no es motivo para saltarse los procesos canónicos de erección de un nuevo instituto. Pero quizás éste sea el punto menos oscuro, porque no debemos olvidar que nacen desde la vocación clariana, Santa Clara de Asís las acoge y me pregunto
¿Las hermanas mayores, que siempre han sido clarisas, qué piensan de la nueva situación? Acaso se ha tenido en cuenta su vocación de toda una vida que ahora se ven fuera de lugar y como si nunca hubiesen sido fieles a una llamada contemplativa específica. Me temo que ante el ruido de las jóvenes y la autoridad de la madre abadesa muchas hayan hecho de la obediencia lo que siempre hicieron obedecer y ante la enfermedad y los años callar y orar, ellas sí son un ejemplo. Pero si alguna quiere seguir siendo clarisa ¿Se la expulsa del convento?
¿A dónde van?, los bienes del monasterio que son de la Orden de Santa Clara les servirán para ir a otro monasterio o tendrán que practicar la misericordia con ellas. Otro punto oscuro es el monasterio de la Aguilera, no cabe duda que los hermanos menores franciscanos de la Provincia de Arantzazu ceden el convento en un principio por ser hermanas clarisas, así quedó claro desde un principio, incluso cuando el Abad de Silos las llevó de excursión a conocer el recinto, no menos cierto es que desde septiembre la posesión es totalmente de la nueva fundación porque lo compraron pero, ¿se les hubiese cedido en un principio si no hubiesen sido clarisas? Posiblemente no.
El punto oscuro que más me preocupa es el de la conversión del nuevo instituto pues no queda claro si va a continuar siendo un instituto contemplativo, si como parece todo señalar se van a dedicar a la pastoral, la clausura deja de ser un elemento fundamental del ser de su vida y se convierten en Instituto de vida activa, y surge la cuestión, que más me preocupa, lo que verdaderamente llamaba la atención a las jóvenes era la invitación a la contemplación a la oración en el claustro por el mundo, la vida alejada del mundo pero sintiendo el mundo como obra de Dios, si esto cambia, ¿seguirá siendo un motivo de llamada vocacional el Instituto de Lerma? Me consta que algunas jóvenes habían abandonado el monasterio al comprobar la desviación que de sus orígenes tenía la ahora nueva congregación religiosa, algunas han buscado su sitio en otros monasterios donde de verdad se viviese la vida contemplativa. Está por ver si sigue siendo un vivero de vocaciones o se desinfla por haber errado el camino. Creo que es el Cuco el que pone sus huevos en nido ajeno para que se los críe el otro pájaro y después abandonarlo, en El Salvador existe el pájaro Zopilote que hace igual aprovecharse de lo ajeno para crecer él, creo que se han aprovechado del carisma de Santa Clara para crecer y cuando ya se sienten fuertes lo dejan de lado para ser otra cosa y eso se llama aprovecharse de las circunstancias. Ojalá todo sea obra de Dios y con los años este nuevo instituto sea un revitalizador de la Vida religiosa, pero cuando las cosas se inician con tantos puntos oscuros lleva a uno a pensar que más bien podemos estar ante el deseo incontrolado y mal aconsejado de una persona que ante la medidas desproporcionadas que tomaba la obra que con la fuerza de Dios había iniciado se dejó mal conducir y desaprovechar esa auténtica obra de Dios.
Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: "En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'". Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
San Juan Casiano (c. 360-435), fundador de la Abadía de Marsella. Conferencia 9
“Hay que orar sin desanimarse.”
El fin del monje y la perfección del corazón consisten en una perseverancia ininterrumpida en la oración. En la medida que es posible a la fragilidad humana, la oración incesante es un esfuerzo que conduce a la tranquilidad del alma y hacia una perfecta pureza de corazón. Esta es la razón por la que nos dedicamos al trabajo manual y a la búsqueda del auténtico arrepentimiento del corazón con una constancia incansable. Para que la oración sea todo lo ferviente y pura que conviene, es necesario ser fiel a los puntos siguientes. Ante todo, una liberación total de las inquietudes que vienen de la carne. Luego, ningún asunto, ningún interés o preocupación debe inquietar en la oración. Antes que nada, hace falta suprimir a fondo los desórdenes causados por la cólera y la tristeza. Luego hacer morir en el interior todo deseo carnal y el apego al dinero. Después de esta purificación que conduce a la pureza y la simplicidad, hay que asentar los fundamentos de la humildad profunda, capaz de sostener la torre espiritual que tiene que llegar hasta el cielo. Por fin, para que sobre este fundamento repose todo el edificio espiritual de las virtudes, conviene apartar del alma toda dispersión y divagación en pensamientos fútiles. Entonces es cuando se va elevando, poco a poco, un corazón purificado y libre, hasta la contemplación de Dios y la intuición de las realidades espirituales.
15 de noviembre 2014 Sábado XXXII 3 Jn 5-8
La tercera carta atribuida a Juan va dirigida a Gaius que era el jefe de una comunidad, los miembros de la que daban «testimonio del amor con que los sabes tratar». Cierto que a todos nos gustaría que nos hicieran un elogio como éste. Ahora mismo, para ti, ¿qué significa tratar con amor tu comunidad, tu familia? ¿Qué debes hacer? Señor, que sea como un hombre justo que es luz que apunta en la oscuridad.
San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia
San Alberto, llamado «Magno», obispo y doctor de la Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores, y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica.
Fueron los propios contemporáneos de san Alberto quienes le dieron el título de «Magno». Por la profundidad y amplitud de sus conocimientos solían llamarle también «el Doctor Universal» y decían que «sus conocimientos en todos los campos son casi divinos, de suerte que merece que le llamemos la maravilla y el milagro de nuestra época». Aun el monje Roger Bacon le consideraba como «una autoridad» y calificaba sus obras de «fuentes originales». El hecho de haber sido el maestro de santo Tomás de Aquino contribuyó también a la fama de san Alberto; pero sus contemporáneos, lo mismo que la posteridad, le han juzgado como un hombre grande por sí mismo. Alberto era de origen suabo. Pertenecía a la familia Bollstädt; nació en el castillo de Lauingen, a orillas del Danubio, en 1206. Lo único que sabemos sobre su juventud, es que estudió en la Universidad de Padua. En 1222, el beato Jordán de Sajonia, segundo maestro general de la orden de Santo Domingo, escribía desde Padua a la beata Diana de Andelo, que estaba en Bolonia, anunciándole que había admitido en la orden a diez postulantes, «y dos de ellos son hijos de condes alemanes». Uno era Alberto. Un tío suyo, que vivía en Padua, había tratado de impedir que ingresase en la orden de Santo Domingo, pero la influencia del beato Jordán había sido más fuerte que la suya.
Cuando el conde de Bollstädt se enteró de que su hijo vestía el hábito de los frailes mendicantes, se enfureció sobremanera y habló de sacarlo por la fuerza de la orden. Pero los superiores de Alberto le enviaron discretamente a otro convento, y la cosa paró ahí. Probablemente se trataba del convento de Colonia, ya que allí enseñaba Alberto en 1228. Más tarde, fue prefecto de estudios y profesor en Hildesheim, Friburgo de Brisgovia y Estrasburgo. Cuando volvió a Colonia, era ya famoso en toda la provincia alemana. Como París era entonces el centro intelectual de Europa occidental, Alberto pasó allí algunos años como maestro subordinado, hasta que obtuvo el grado de profesor. En 1248, los dominicos determinaron abrir una nueva Universidad («studia generalia») en Colonia y nombraron rector a san Alberto. Desde entonces hasta 1252, tuvo entre sus discípulos a un joven fraile llamado Tomás de Aquino.
En aquella época, la filosofía comprendía las principales ramas del saber humano accesibles a la razón natural: la lógica, la metafísica, las matemáticas, la ética y las ciencias naturales. Entre los escritos de san Alberto, que forman una colección de treinta y ocho volúmenes in-quarto, hay obras sobre todas esas materias, por no decir nada de los sermones y de los tratados bíblicos y teológicos. La figura de san Alberto y la de Roger Bacon se destacan en el campo de las ciencias naturales, cuya finalidad, según dice el santo, consiste en «investigar las causas que operan en la naturaleza». Algunos autores llegan incluso a decir que san Alberto contribuyó aún más que Bacon al desarrollo de la ciencia. En efecto, fue una autoridad en física, geografía, astronomía, mineralogía, alquimia (es decir, química) y biología, por lo cual nada tiene de sorprendente que la leyenda le haya atribuido poderes mágicos.
En sus tratados de botánica y fisiología animal, su capacidad de observación le permitió disipar leyendas como la del águila, la cual, según Plinio, envolvía sus huevos en una piel de zorra y los ponía a incubar al sol.
También han sido muy alabadas las observaciones geográficas del santo, ya que hizo mapas de las principales cadenas montañosas de Europa, explicó la influencia de la latitud sobre el clima y, en su excelente descripción física de la tierra, demostró por un argumento muy complicado que era redonda. Pero el principal mérito científico de san Alberto no reside en esto, sino en que, al caer en la cuenta de la autonomía de la filosofía y del uso que se podía hacer de la filosofía aristotélica para ordenar la teología, reescribió, por decirlo así, las obras del filósofo para hacerlas aceptables a los ojos de los críticos cristianos. Por otra parte, aplicó el método y los principios aristotélicos al estudio de la teología, por lo que fue el iniciador del sistema escolástico, que su discípulo Tomás de Aquino había de perfeccionar. Así pues, fue san Alberto el principal creador del «sistema predilecto de la Iglesia». El reunió y seleccionó los materiales, echó los fundamentos y santo Tomás construyó el edificio.
San Alberto escribió durante sus largos años de enseñanza y no dejó de hacerlo cuando se dedicó a otras actividades. Como rector del «Studium» de Colonia, se distinguió por su talento práctico, de suerte que de todas partes le llamaban a arreglar las dificultades administrativas y de otro orden. En 1254, fue nombrado provincial en Alemania. Dos años más tarde, con su alto cargo asistió al capítulo general de la orden en París, donde se prohibió a los dominicos que aceptasen que en las universidades se les diese el título de «maestro» o «doctor» o cualquier otro tratamiento que no fuera el de su propio nombre. Para entonces, ya se llamaba a san Alberto «el doctor universal», y el prestigio de que gozaba había provocado la envidia de los profesores laicos contra los dominicos. En vista de esa dificultad, que había costado a santo Tomás y a san Buenaventura un retraso en la obtención del doctorado, san Alberto fue a Italia a defender a las órdenes mendicantes contra los ataques de que eran objeto en París y otras ciudades. Guillermo de Saint-Amour se había hecho eco de dichos ataques en su panfleto «Sobre los peligros de la época actual». Durante su estancia en Roma, san Alberto desempeñó el cargo de maestro del sacro palacio, es decir, de teólogo y canonista personal del Papa. Por entonces, predicó en las diversas iglesias de la ciudad. En 1260, la Santa Sede le ordenó aceptar el gobierno de la sede de Regensburgo, la cual, según se le informó, era «un caos, tanto en lo espiritual como en lo material». San Alberto fue obispo de Regensburgo menos de dos años, pues el papa Urbano IV aceptó su renuncia, pero en ese breve período hizo mucho por remediar los problemas de su diócesis. Desgraciadamente, los intereses creados y la persistencia de ciertos abusos no permitieron al santo terminar la obra comenzada.
Para gran gozo del maestro general de los dominicos, Humberto de Romanos, que había tratado en vano de impedir que Alejandro le consagrase obispo, san Alberto volvió al «Studium» de Colonia. Pero al año siguiente, el santo recibió la orden de colaborar en la predicación de la Cruzada en Alemania con el franciscano Bertoldo de Ratisbona. Una vez terminada esa tarea, san Alberto volvió a Colonia, donde pudo dedicarse a escribir y enseñar hasta 1274, cuando se le mandó asistir al Concilio Ecuménico de Lyon. En vísperas de partir, se enteró de la muerte de su querido discípulo, santo Tomás de Aquino (según se dice, lo supo por revelación divina). A pesar de esta impresión y de su avanzada edad, san Alberto tomó parte muy activa en el Concilio, ya que, junto con el beato Pedro de Tarentaise (luego Inocencio V) y Guillermo de Moerbeke, trabajó ardientemente por la reunión de los griegos, apoyando con toda su influencia la causa de la paz y de la reconciliación.
Probablemente, la última aparición que hizo en público tuvo lugar tres años más tarde, cuando el obispo de París, Esteban Tempier, y otros personajes, atacaron violentamente ciertos escritos de santo Tomás. San Alberto partió apresuradamente a París para defender la doctrina de su difunto discípulo, que coincidía en muchos puntos con la suya, y propuso a la Universidad que le diese la oportunidad de responder personalmente a los ataques; pero ni aun así consiguió evitar que se condenasen en París ciertos puntos. En 1278, cuando dictaba una clase, le falló súbitamente la memoria. Según la leyenda, que no se basa en testimonios suficientemente sólidos, el santo contó a sus oyentes que, cuando era joven en la vida religiosa, el desaliento le había hecho pensar en volver al mundo, pero la Santísima Virgen se le apareció en sueños y le prometió que, si perseveraba, ella le alcanzaría la gracia necesaria para llevar a cabo sus estudios. También le vaticinó que, en su ancianidad, volvería nuevamente a desfallecer su intelingencia y que ésa sería la señal de que su muerte estaba próxima.
Como quiera que fuese, san Alberto perdió casi enteramente la memoria y la agudeza de entendimiento. Dos años después, murió apaciblemente, sin que hubiese padecido antes enfermedad alguna, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia. Era el 15 de noviembre de 1280.
Alguien ha dicho: «Aunque en las obras de Alberto hay frecuentes indicios de que llevaba una vida de gran santidad, los hay también de que, en cuanto empuñaba la pluma, perdía ese olvido de sí mismo que caracteriza a Santo Tomás. Para sentirnos frente a un candidato a la canonización, es preciso esperar a que Alberto deje la pluma y exprese con lágrimas lo más íntimo de su pensamiento». Este acceso gradual a las alturas de la santidad, refleja la lentitud con que san Alberto llegó a la gloria de los altares. En efecto, no fue beatificado sino hasta 1622, y aunque se le veneraba ya mucho, especialmente en Alemania, la canonización se hizo esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero al parecer, fracasaron. Finalmente, el 16 de diciembre de 1931, Pío XI, en una carta decretal, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia, lo que equivalía a la canonización e imponía a toda la Iglesia de Occidente la obligación de celebrar su fiesta. San Alberto, según dijo el Sumo Pontífice, «poseyó en el más alto grado cl don raro y divino del espíritu científico ... Es exactamente el tipo de santo que puede inspirar a nuestra época, que busca con tantas ansias la paz y tiene tanta esperanza en sus descubrimientos científicos». San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales.
«La filosofía en la Edad Media», de E. Gilson, Cap. VIII,4. una confiable síntesis de su pensamiento puede verse en Diccionario de Filosofía, de Ferrater Mora, art. «Alberto (san)». El papa Benedicto XVI dedicó su catequesis del 24 de marzo de 2010 a presentar la figura del santo doctor.
Francisco vuelve a abogar por la solidaridad
El Papa anima a los contables católicos "impulsar una globalización de la solidaridad"
Francisco reclama "dignidad humana de los trabajadores" ante "la fría burocracia"
"Son numerosos los que están obligados a trabajar ‘en negro' y que carecen de garantías"
Cuando el dinero se vuelve el fin y la razón de toda actividad e iniciativa, entonces prevalecen la óptica utilitarista y las lógicas salvajes del provecho, que no respeta a las personas, con la consiguiente caída de los valores
Gesto Diocesano de Solidaridad
(RV).- Ante la apremiante y dramática actualidad en tantas partes del mundo, debe prevalecer la «dignidad humana de los trabajadores» - por encima de la burocracia sin alma y de «los intereses utilitaristas y del provecho salvaje» - y «la economía y la finanza están llamadas a favorecer el bienestar de toda la humanidad», con especial atención a «los más débiles y pobres» reiteró el Papa Francisco a los participantes en el Congreso mundial de la Federación internacional de Contadores, que recibieron con grandes aplausos sus palabras.
Recordando que, como nos enseña la Doctrina Social de la Iglesia, el principio de solidaridad, armonizado con el de subsidiaridad está siempre al servicio del hombre, para «impulsar la justicia, sin la cual no puede haber paz verdadera y duradera».
Con su cordial bienvenida, este viernes, a los miembros de la organización mundial para la profesión de contador, que representa aproximadamente a 2 millones y medio de contadores, de 124 países, el Obispo de Roma expresó su gratitud a los congresistas por haber querido este encuentro con el Papa, recordando «el Evangelio de Cristo, como fuente perenne de inspiración para la renovación personal y social», en especial ante el difícil y dramático momento presente:
«El actual contexto socioeconómico plantea de forma apremiante la cuestión del trabajo. Ustedes, desde su observatorio profesional, se dan cuenta de la dramática realidad de tantas personas que tienen un trabajo precario, o que lo han perdido; detantas familias que pagan las consecuencias de esta realidad; de tantos jóvenes que buscan su primer empleo y un trabajo digno. Son numerosos los que están obligados a trabajar ‘en negro' y que carecen de las garantías jurídicas y económicas más elementales, sobre todo inmigrantes».
En este contexto, el Papa Bergoglio reiteró la importancia de la justicia y la legalidad, sin caer en la tentación de defender los intereses particulares, tutelando la dignidad humana ante la fría burocracia, y la responsabilidad de los profesionales cristianos: «Sabiendo que detrás de cada papel hay una historia, hay rostros. En este compromiso, que, como decíamos, requiere la colaboración de todos, el profesional cristiano encuentra en la oración y en la Palabra de Dios la fortaleza ante todo para cumplir su propio deber, con competencia y sabiduría. Y luego, para ir más allá, que quiere decir salir al encuentro de la persona en dificultad; ejercitar esa creatividad que te permite encontrar soluciones en situaciones estancadas; hacer valer las razones de la dignidad humana, ante la rigidez de la burocracia».
Tras señalar que «la economía y la finanza son dimensiones de la actividad humana y pueden ser ocasión de encuentro, de diálogo, de cooperación, de derechos reconocidos y de servicios brindados, de dignidad afirmada en el trabajo», el Santo Padre reiteró que para ello «es necesario poner siempre en el centro al hombre con su dignidad», y nunca el dinero:«Cuando el dinero se vuelve el fin y la razón de toda actividad e iniciativa, entonces prevalecen la óptica utilitarista y las lógicas salvajes del provecho, que no respeta a las personas, con la consiguiente caída de los valores de la solidaridad y del respeto de la persona humana. Los que trabajan en los diversos ámbitos de la economía y de la finanza están llamados a cumplir opciones que favorezcan el bienestar social y económico de toda la humanidad, ofreciendo a todos la oportunidad de realizar su propio desarrollo».
A los contadores que ofrecen sus conocimientos económicos y financieros no sólo a empresas, sino también a las familias y a los individuos, el Papa los alentó a impulsar la justicia, la atención a los más necesitados y la ética de la economía: «Los animo a obrar siempre responsablemente, favoreciendo relaciones de lealtad, de justicia y de fraternidad, afrontando con valentía, sobre todo los problemas de los más débiles y de los más pobres. No basta dar respuestas concretas a las demandas económicas y materiales. Hay que suscitar y cultivar una ética de la economía, de la finanza y del trabajo. Hay que mantener vivo el valor de la solidaridad - esta palabra que corre el riego de ser borrada del diccionario - como actitud moral, expresión de la atención hacia el otro en todas sus legítimas exigencias».
El Papa Francisco reiteró una vez más el magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia y la importancia de la globalización de la solidaridad, pensando también en nuestra responsabilidad para con las generaciones venideras: «Si queremos entregar mejorado, a las generaciones futuras, el patrimonio ambiental, económico, cultural y social que hemos heredado, estamos llamados a asumirnos la responsabilidad de trabajar para impulsar una globalización de la solidaridad. La solidaridad es una exigencia que mana de la misma de red de interconexiones que se desarrollan con la globalización. Y la Doctrina Social de la Iglesia nos enseña que el principio de solidaridad se realiza en armonía con el de la subsidiaridad. Gracias al efecto de estos dos principios los procesos van al servicio del hombre y crece la justicia, sin la cual no puede haber paz verdadera y duradera».
Sínodo
La gran mayoría están con él
Príncipes de la Iglesia vs. Papa
Bergoglio ha sido elegido para llevar la barca
Alfredo Sepúlveda, 15 de noviembre de 2014 a las 09:30
- Papa Francisco - Omilia apertura Sínodo Extraordinario sobre la Familia 5-10-2014
- Papa Francisco: Que este Sínodo sirva para “sanar heridas y reavivar la esperanza” Papa
En definitiva, y para decirlo de forma moderada, tenemos un conjunto de cardenales que se sitúan en una postura acomodaticia de nula cooperación con el Papa
(Alfredo Sepúlveda).- Es preocupante que un cardenal, en este caso, Franc Rodé, pretenda la descalificación del Papa con una boutade como la de "Francisco es excesivamente de izquierdas", añadiendo que Bergoglio es de "esta gente que habla mucho pero resuelven pocos problemas", como mantuvo en una entrevista con la agencia eslovena STA.
Podría parecer que Rodé se distancia de Bergoglio por sus raíces geográficas (Eslovenia vs. Argentina), pero nada más alejado de la realidad, porque Rodé con 14 años se trasladó junto a su familia a Argentina desde Austria donde se había refugiado junto a sus padres en 1945, por lo que no existe una distancia geográfica, sino percepciones de la realidad distintas, es más, percepciones antropológicas diferentes.
Franc Rodé pertenece al racimo de purpurados que se han opuesto abiertamente a las propuestas del Sínodo de los Obispos, entre las que se encuentra la situación eclesial de los divorciados vueltos a casar por lo civil, después de que el cardenalWalter Kasper ofreciera una propuesta (no conclusión) a esta situación, esto es, que católicos divorciados en nueva unión puedan recibir la Eucaristía después de un "camino penitencial".
A colación de lo anterior, se ha publicado un libro, con el título en español: "Permaneciendo en la verdad de Cristo: Matrimonio y comunión en la Iglesia Católica", escrito por cinco cardenales, entre los que no se encuentra Franc Rodé, pero que lo habría suscrito sin ninguna duda, en el que sostienen como afirma la Web de la editorial Ignatius Press, que "En ninguno de estos casos, bíblicos o patrísticos, estos estudiosos encuentran argumentos a favor del tipo de tolerancia que propone el Cardenal Kasper con respecto a los matrimonios civiles que se divorcian".
En definitiva, y para decirlo de forma moderada, tenemos un conjunto de cardenales que se sitúan en una postura acomodaticia de nula cooperación con el Papa, y que además de sus fuertes prejuicios, pretenden ser los que están en la verdad de Cristo; eso sin perder de vista que Franc Rodé – que no es coautor del libro- fue señalado como uno de los presuntos encubridores del P. Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, ocultando a Juan Pablo II sus crímenes nefandos.
También el cardenal australiano, George Pell, dicen que ha dado a entender que Bergoglio podría ser el falso papa número 38 y no el verdadero número 266 de la Iglesia, dando indicios de cisma: “En los próximos 12 meses tendremos la tarea de explicar la necesidad de la conversión, la naturaleza de la misa y la pureza de corazón de las escrituras para recibir la SagradaComunión”.
Por su parte, el arzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, tal y como informa el portal “Daily Mail”, ha manifestado que en la actualidad la Iglesia es “un barco sin timón” que está dejando a los creyentes “un poco mareados”, debido a que el Vaticano sugiere un enfoque más suave de la homosexualidad.
En estos “príncipes de la Iglesia”, que hablan de tolerancia como concesión, sin descubrir que en realidad es justicia reclamada, encontramos una resistencia al cambio y a la aceptación del otro fuertemente ideologizada, de la que es buena muestra la referencia, con animus iniuriandi, que Francisco es excesivamente de izquierdas.
Esto me hizo recordar el ilustrativo libro de Norberto Bobbio “derecha e izquierda. Razones y significado de una distinción política”, en el que la esencia de su distinción “es la diferente actitud que las dos partes -el pueblo de la derecha y el pueblo de la izquierda- muestran sistemáticamente frente a la igualdad: aquellos que se declaran de izquierdas dan mayor importancia a la conducta moral y en su iniciativa política a lo que convierte a los hombres en iguales, o a las formas de atenuar y reducir los factores de desigualdad; los que se declaran de derechas están convencidos de que las desigualdades son un dato ineliminable, y que al fin y al cabo ni siquiera deben desear su eliminación”.
Franc Rodé se atreve con una referencia política, que en tiempos de tribulación pretende atacar la línea de flotación del discurso de Bergoglio, recordando su proveniencia, pero olvidando que éste ha decidido vivir conforme al Evangelio y ha sido elegido para llevar la barca.
Por último, algunos “príncipes de la Iglesia”, se rasgan las vestiduras por afrontar sinodalmente, entre otros, la comunión de los divorciados vueltos a casar o la homosexualidad, pero no tienen inconveniente en dar la comunión a personajes como Pinochet, o no se oponen a la costumbre de la Monarquía Hispánica, de la que se apropió Franco, de entrar en las Iglesias bajo palio, o no han optado ni optarán por lo derechos humanos, políticos y sociales, que en definitiva significa optar de manera preferente por los pobres. Nada de lo anterior nos puede hacer olvidar que la gran mayoría de los cardenales y el conjunto de la Iglesia está con el Papa.
Parábola del juez corrupto
Lucas 18, 1-8, Tiempo Ordinario. Dios quiere que recemos, que vayamos todos los días a llamar a su puerta.
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos que era preciso orar siempre sin desfallecer, les propuso esta parábola: Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!" Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme." Dijo, pues, el Señor: Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?
Oración introductoria
Señor, quiero crecer en mi amor a Ti y a los demás; alimentar mi amistad contigo por medio de la oración humilde y perseverante. Ayúdame a buscar cumplir tu voluntad sobre mi vida, dejando que tus palabras modelen todo mi comportamiento. No permitas que el miedo me acobarde. Aumenta mi confianza, mi amor y mi fe.
Petición
Señor, ¡auméntame la fe y mi perseverancia en la oración!
Meditación del Papa Francisco
Hay una lucha que llevar adelante cada día; pero Dios es nuestro aliado, la fe en Él es nuestra fuerza y la oración es la expresión de esta fe. Por eso Jesús nos asegura la victoria, pero nos pregunta: "Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" Si se apaga la fe, se apaga la oración y nosotros caminamos en la oscuridad, nos perdemos en el camino de la vida.
Aprendamos por tanto de la viuda del Evangelio a rezar siempre, sin cansarnos. Era buena esta viuda, sabía luchar por sus hijos, y pienso en tantas mujeres que luchan por su familia, que rezan, que no se cansan nunca. Un recuerdo hoy todos nosotros a estas mujeres que con su actitud nos dan un verdadero testimonio de bien, de valentía, de poder de la oración. Un recuerdo a ellas. Luchar, rezar siempre ¡Pero no para convencer al Señor a fuerza de palabras! ¡Él sabe mejor que nosotros qué necesitamos! Más bien la oración perseverante es expresión de la fe en un Dios que nos llama a combatir con Él, cada día, en cada momento, para vencer al mal con el bien. (S.S. Francisco, 20 de octubre de 2013).
Reflexión
Un mosquito en la noche es capaz de dejarnos sin dormir. Y eso que no hay comparación entre un hombre y un mosquito. Pero en esa batalla, el insecto tiene todas las de ganar. ¿Por qué? Porque, aunque es pequeño, revolotea una y otra vez sobre nuestra cabeza con su agudo y molesto silbido. Si únicamente lo hiciera un momento no le daríamos importancia. Pero lo fastidioso es escucharle así durante horas. Entonces, encendemos la luz, nos levantamos y no descansamos hasta haber resuelto el problema.
Este ejemplo, y el del juez injusto, nos ilustran perfectamente cómo debe ser nuestra oración: insistente, perseverante, continua, hasta que Dios "se moleste" y nos atienda.
Es fácil rezar un día, hacer una petición cuando estamos fervorosos, pero mantener ese contacto espiritual diario cuesta más. Nos cansamos, nos desanimamos, pensamos que lo que hacemos es inútil porque parece que Dios no nos está escuchando. Sin embargo lo hace. Y presta mucha atención, y nos toma en serio porque somos sus hijos. Pero quiere que le insistamos, que vayamos todos los días a llamar a su puerta. Sólo si no nos rendimos nos atenderá y nos concederá lo que le estamos pidiendo desde el fondo de nuestro corazón.
Propósito
Dedicar especial tiempo de mi día a la oración con la confianza que Dios me escucha si lo pido con fe y esperanza.
Diálogo con Cristo
Jesús, eres mi juez, pero también mi Padre y mi Salvador. Te suplico que esta oración me lleve a crecer en la fe, en la esperanza, en el amor y en la confianza, en mi vida diaria. Abre mi corazón para pueda perseverar en la oración, dame la humildad y la sabiduría para reconocer que sólo unido a Ti podré recorrer mi camino a la santidad.
María es nuestra intercesora
¿Quién mejor que Ella para comprendernos y pedir por nuestras almas a Su Hijo?
Jesús, elevado en la Cruz, nos regaló una Madre para toda la eternidad. Juan, el Discípulo amado, nos representó a todos nosotros en ese momento y luego se llevó a María con él, para cuidarla por los años que restaron hasta su Asunción al Cielo.
María se transformó así no sólo en tu Madre, sino también en la Madre de nuestra propia madre terrenal, de nuestro padre, hijos, de nuestros hermanos, amigos, enemigos, ¡de todos!.
Una Madre perfecta, colocada por Dios en un sitial muchísimo más alto que el de cualquier otro fruto de la Creación. María es la mayor joya colocada en el alhajero de la Santísima Trinidad, la esperanza puesta en nosotros como punto máximo de la Creación. La criatura perfecta que se eleva sobre todas nuestras debilidades y tendencias mundanas. ¡Por eso es nuestra Madre!.
La Reina del Cielo es también el punto de unión entre la Divinidad de Dios y nuestra herencia de realeza. Nuestro legado proviene del primer paraíso, cuando como hijos auténticos del Rey Creador poseíamos pleno derecho a reinar sobre el fruto de la creación, la cual nos obedecía. Perdido ese derecho por la culpa original, obtuvimos como Embajadora a una criatura como nosotros, elevada al sitial de ser la Madre del propio Hijo de Dios.
¡Y Dios la hace Reina del Cielo, y de la tierra también!. Allí se esconde el misterio de María como la nueva Arca que nos llevará nuevamente al Palacio, a adorar el Trono del Dios Trino. María es el punto de unión entre Dios y nosotros. Por eso Ella es Embajadora, Abogada, Intercesora, Mediadora. ¿Quién mejor que Ella para comprendernos y pedir por nuestras almas a Su Hijo, el Justo Juez?. María es la prueba del infinito amor de Dios por nosotros: Dios la coloca a Ella para defendernos, sabiendo que de este modo tendremos muchas más oportunidades de salvarnos, contando con la Abogada más amorosa y misericordiosa que pueda jamás haber existido. ¿Somos realmente conscientes del regalo que nos hace Dios al darnos una Madre como Ella, que además es nuestra defensora ante Su Trono?.
Si tuvieras que elegir a alguien para que te defienda en una causa difícil, una causa en la que te va la vida. ¿A quien elegirías?. Dios ya ha hecho la elección por ti, y vaya si ha elegido bien: tu propia Madre es Reina y Abogada, Mediadora e Intercesora.
¿Qué le pedirías a Ella, entonces?.
Reina del Cielo, sé mi guía, sé mi senda de llegada al Reino. Toca con tu suave mirada mi duro corazón, llena de esperanza mis días de oscuridad y permite que vea en ti el reflejo del fruto de tu vientre, Jesús. No dejes que Tus ojos se aparten de mi, y haz que los míos te busquen siempre a ti, ahora y en la hora de mi muerte.
Alberto Magno, Santo. Doctor de la Iglesia, 15 de noviembre
Obispo de Regensburgo, Doctor de la Iglesia
Alberto nació en Lauingen, Baviera, a inicios del siglo XIII. A los 16 años se trasladó a Padua para cursar sus estudios universitarios. Fue allí donde conoció al superior general de los dominicos, el beato Jordán de Sajonia, que lo encauzó hacia la vida religiosa.
En el año 1229, vistió el hábito de los frailes predicadores y fue enviado a Colonia, en donde se encontraba la escuela más importante de la Orden. Enseñó en Hildesheim, Friburgo, Ratisbona, Estrasburgo, Colonia y París. Era tal la concurrencia de alumnos a sus clases, que se vio obligado a enseñar en la plaza pública, que todavía hoy lleva su nombre. Entre sus discípulos destaca Santo Tomás de Aquino, de quien san Alberto dijo: “Cuando el buey muja, sus mujidos se oirán en todo el orbe”. Con ellos, la escolástica alcanzó la plena madurez.
Elegido superior provincial de Alemania, abandonó la cátedra parisiense para estar constantemente presente entre las comunidades que se le habían confiado. Recorría a pie las regiones alemanas, mendigando alimento y hospedaje. Posteriormente fue nombrado obispo de Ratisbona y a pesar de su elevada dignidad, supo dar ejemplo de un total desapego de los bienes terrenos. “En sus cajones no había ningún centavo, ni una gota de vino en la botella, ni un puñado de trigo en su granero”.
Dirigió la diócesis durante dos años.
Posteriormente solicitó la renuncia a su alto cargo, y regresó a la vida común del convento y a la enseñanza en la universidad de Colonia. Para prepararse a la muerte, hizo construir su tumba ante la cual todos los días rezaba el Oficio de difuntos. Murió en Colonia el 15 de noviembre de 1280. Fue canonizado en 1931 y declarado patrono de los científicos. Mereció el título de “Magno” y de “Doctor Universal”.