“La parábola de los talentos”

Búsqueda creativa

A pesar de su aparente inocencia, la parábola de los talentos encierra una carga explosiva. Sorprendentemente, el “tercer siervo” es condenado sin haber cometido ninguna acción mala. Su único error consiste en “no hacer nada”: no arriesga su talento, no lo hace fructificar, lo conserva intacto en un lugar seguro.

El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al trabajo comprometido en abrir caminos al reino de Dios.

El gran pecado de los seguidores de Jesús puede ser siempre el no arriesgarnos a seguirlo de manera creativa. Es significativo observar el lenguaje que se ha empleado entre los cristianos a lo largo de los años para ver en qué hemos centrado con frecuencia la atención: conservar el depósito de la fe; conservar la tradición; conservar las buenas costumbres; conservar la gracia; conservar la vocación...

Esta tentación de conservadurismo es más fuerte en tiempos de crisis religiosa. Es fácil entonces invocar la necesidad de controlar la ortodoxia, reforzar la disciplina y la normativa; asegurar la pertenencia a la Iglesia... Todo puede ser explicable, pero ¿no es con frecuencia una manera de desvirtuar el evangelio y congelar la creatividad del Espíritu?

Para los dirigentes religiosos y los responsables de las comunidades cristianas puede ser más cómodo “repetir” de manera monótona los caminos heredados del pasado, ignorando los interrogantes, las contradicciones y los planteamientos del hombre moderno, pero ¿de qué sirve todo ello si no somos capaces de transmitir luz y esperanza a los problemas y sufrimientos que sacuden a los hombres y mujeres de nuestros días?

Las actitudes que hemos de cuidar hoy en el interior de la Iglesia no se llaman “prudencia”, “fidelidad al pasado”, “resignación”... Llevan más bien otro nombre: “búsqueda creativa”, “audacia”, “capacidad de riesgo”, “escucha al Espíritu” que todo lo hace nuevo.

Lo más grave puede ser que, lo mismo que le sucedió al tercer siervo de la parábola, también nosotros creamos que estamos respondiendo fielmente a Dios con nuestra actitud conservadora, cuando estamos defraudando sus expectativas. El principal quehacer de la Iglesia hoy no puede ser conservar el pasado, sino aprender a comunicar la Buena Noticia de Jesús en una sociedad sacudida por cambios socioculturales sin precedentes.

José Antonio Pagola. 33 Tiempo ordinario(A). Mateo 25, 14-30. 16 de noviembre de 2014


XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “A”. EL SERVIDOR FIEL
(Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31; Sal 127; 1Tes 5, 1-6; Mt 25, 14-30)

Desde las lecturas que nos propone la Liturgia para este domingo, me surgen dos resonancias. Una relacionada con la Iglesia, otra relacionada con la familia y con cada persona en particular, ambas en el momento del veredicto último, el de la valoración que Dios hará.

La imagen de la mujer fiel, ejemplo de laboriosidad, en la que se goza su esposo, y vive toda la familia, me evoca el icono de la Iglesia. Aunque la imagen se puede aplicar también en particular. “Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará?, vale mucho más que las perlas” (Prov 31, 10), en ella veo a la esposa del Señor, enjoyada como novia, resplandeciente como el sol.

Si sumamos al proverbio el cántico del salmista, en el que resalta, de nuevo, el protagonismo de la mujer: “Tu mujer como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa” (Sal 127), vemos que nadie mejor que la Iglesia, madre de muchos, representa a quien reúne en torno a la mesa del Señor a todos los que se acercan a participar del pan de la Palabra y de la Eucaristía. El esposo se alegra de las destrezas de su mujer, y es aquel del que dice el salmo: “¡Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien” (cf. Sal 127). En estas palabras siento el atractivo de la pertenencia a la familia de los hijos de Dios, que traen hasta el altar el pan y el vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre. Gracias a la generosidad de los fieles, la Iglesia se convierte en la figura de la mujer que “abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre”. Y del cabeza de familia que provee el pan de sus hijos, y este es Cristo. Pocas instituciones como Caritas realizan la prodigalidad magnánima en favor de tantos. También es posible personalizar los textos individualmente, y relacionarlos con las familias, tan necesitadas de armonía, convivencia, estabilidad económica y laboral. Si cada uno fuéramos como el criado fiel, la sociedad familiar, civil y cada persona gustaríamos la mejor de las bendiciones. –“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. Su señor le dijo: -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor” (Mt 25, 20- 21).

El consejo de san Pablo puede resumir la consideración: “Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y vivamos sobriamente” (1Tes 5, 6).

DOMINGO 33 - Tiempo Ordinario. Pr 31,10-13.19-20.30-31; 1 Ts 5,1-6; Mt 25,14-30

Más pronto o más tarde, llega la hora de pasar cuentas. San Pablo llama bellamente esta hora como "el día del Señor". A finales del año litúrgico, tal como hacemos en la vida civil, es necesario hacer balances e inventarios.

Pablo avisa que la hora no nos sorprenda dormidos, ya que la denuncia como la intrusión insospechada de un ladrón en plena noche. En el evangelio, Jesús también habla de sorpresa final, pero la previene con inusitada insistencia y con multitud de ejemplos. Convoca a menudo, en efecto, a ponderar los frutos producidos en diferentes actividades y felicita a los buenos trabajadores. He aquí un pequeño recuento: 

La multiplicación del trigo, hasta el ciento por uno.
Los frutos de la viña, la cepa y de los sarmientos
La higuera, que abonará una vez más.
La pesca, hasta contar 153 peces gordos
Los capazos de recogida del pan sobrante
La compraventa de perlas finas y de campos con tesoros ocultos
El cálculos por éxito de las campañas militares
La abundancia de las cosechas
La buena gobernanza doméstica
La implicación de los pastores con el rebaño
La rectitud de los jueces
La hospitalidad correcta
La enseñanza de los maestros.
El rendimiento de cuentas de los administradores

Justamente el evangelio de hoy evalúa la diferente respuesta humana a la generosidad divina. Dios confía a cada uno unos talentos, unas cualidades, unas circunstancias. En la parábola vienen materializadas por una notable riqueza (un talento = 100 ases romanos = 100 x 400 gr en oro = 40 kg de oro (2 litros)). En la carta a los Efesios hay un hermoso listado de los dones espirituales que Dios nos da en vistas al Reino, en vistas a Jesús. Cada uno puede manejar su patrimonio a fin de que le fructifique, pueda vivir, y pueda devolverlo con creces.

Las cantidades recibidas son diferentes, cierto. Con delicadeza se subraya que cada uno recibe según su capacidad. Sin embargo, también se les exige diferenciadamente .. 

Sorprende la contundencia de Jesús en el juicio del administrador miedoso, tratándolo de malo y de vago. Para dimensionar esta crítica tan radical, hay que pasar de la imagen económica de la parábola a la realidad vital referida. Si continuamos leyendo Mateo encontraremos enumerados los frutos reales de los talentos: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al forastero, vestir al desnudo, visitar a presos y enfermos. En vistas a estos frutos se comprende la condena de quien esconde su talento. 

De igual manera, la parábola anterior del relato, valorando la diferente atención de las diez vírgenes que deben iluminar la boda del rey, apunta hacia la dignidad del donador de los talentos que se esfuerza por tener los frutos mencionados.
Este punto es el que subraya la oración colecta del día: Señor Dios nuestro, haz que podamos servirte siempre con el gozo en el alma, porque la felicidad sólo es plena y perdurable cuando os servimos a vos, autor de todos los bienes.

San Pablo sugiere dos pistas para no ser sorprendidos en la oscuridad: velar y vivir sobriamente. Precisamente la primera lectura de proverbios lo ha mostrado, espigando en la larga y magnífica descripción de una madre y esposa amante y servicial. Hace entender su extremo cuidado de la familia y, como quien no dice nada, añade que es persona que "abre la mano a los pobres, lo alarga a los necesitados".

Evangelio según San Mateo 25,14-30. 

Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos, ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. 'Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. 

Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: 'Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado'. 'Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor'. Llegó luego el que había recibido un solo talento. 'Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. 

Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!'. Pero el señor le respondió: 'Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes'.

San Juan Crisóstomo (345?-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. Homilía sobre san Mateo 78, 2-3.

“La parábola de los talentos”

El uno dice: “Señor, tú me has confiado cinco talentos”; el otro indica dos. Ellos reconocen que han recibido por él el medio de hacer bien; ellos testimonian un gran reconocimiento y le rinden sus cuentas. ¿Cuál es la repuesta del Maestro? “Está bien, servidor bueno y fiel (pues lo propio de la bondad, es ver al prójimo); tú has sido fiel en la pequeño cosa, te estableceré sobre mucho; entra a la alegría de tu Señor”. Jesús designa así una bienaventuranza completa.

En cuanto al que ha recibido un talento, ha ido a enterrarlo. “Es propio del no servidor, arrojarlo afuera, en las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Tú lo ves, este no es solamente ladrón, el hombre que busca siempre enriquecerse, es el que hace mal  es castigado en el suplicio último: es el que no hace el bien...¿Qué son estos talentos, en efecto? Es la fuerza de alguno, la autoridad del gozar, la fortuna que se posee, la enseñanza que se puede dar a cualquier otra cosa del mismo género. Qué persona por tanto no viene a decir: yo no tengo nada más que un talento, no puedo hacer nada. Tú puedes, lo mismo con un talento, actuar de forma meritoria.

16 de noviembre 2014 Domingo XXXIII Pr 31, 10.13.19.20.30-31

No podemos olvidar que el texto de hoy debemos leer como si fuera una especie de prólogo del evangelio que nos habla de los administradores fieles que, con libertad, hacen crecer lo que administran. Por tanto, no es tanto el elogio de la buena esposa de una manera genérica, como el elogio del trabajo que, con autonomía y responsabilidad, lleva a cabo; el texto dice: «se procura la lana y el lino, que sus manos transforman como quiere. Toma en sus manos la rueca, y sus dedos toman el huso. Abre las manos a los pobres, alarga el brazo a los indigentes ». Nosotros como la mujer que nos presenta el libro de los Proverbios somos responsables del crecimiento de la fe, la esperanza y el amor. Ahora que estamos a finales del ciclo litúrgico que hemos hecho de la fe, la esperanza y el amor? Señor, que siempre sea digno de la confianza que me diste.

Santa Margarita de Escocia

Santa Margarita de Escocia, reina

Santa Margarita, nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia, que dio a luz ocho hijos, y fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia; a la oración y a los ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando así un óptimo ejemplo como esposa, madre y reina. Margarita era una de las hijas de Eduardo d'Outremer («El Exilado»), pariente muy cercano de Eduardo el Confesor, y hermana del príncipe Edgardo. Este último, cuando huía de las acechanzas de Guillermo el Conquistador, se refugió junto con su hermana, en la corte del rey Malcolm Canmore, en Escocia. Una vez allí, Margarita, tan hermosa como buena y recatada, cautivó el corazón de Malcolm y, en el año de 1070, cuando ella tenía veinticuatro años de edad, se casó con el rey en el castillo de Dunfermline. Aquel matrimonio atrajo muchos beneficios para Malcolm y para Escocia. El rey era un hombre rudo e inculto, pero de buena disposición, y Margarita, atenida a la gran influencia que ejercía sobre él, suavizó su carácter, educó sus modales y le convirtió en uno de los monarcas más virtuosos de cuantos ocuparon el trono de Escocia. Gracias a aquella admirable mujer, las metas del reino fueron, desde entonces, establecer la religión cristiana y hacer felices a los súbditos. «Ella incitaba al monarca a realizar las obras de justicia, caridad, misericordia y otras virtudes», escribió un antiguo autor, «y en todas ellas, por la gracia divina, consiguió que él realizara sus piadosos deseos. Porque el rey presentía que Cristo se hallaba en el corazón de su reina y siempre estaba dispuesto a seguir sus consejos». Así fue por cierto, ya que no sólo dejó en manos de la reina la total administración de los asuntos domésticos, sino que continuamente la consultaba en los asuntos de Estado. Margarita hizo tanto bien a su marido como a su patria adoptiva, donde dio impulso a las artes de la civilización y alentó la educación y la religión. Escocia era víctima de la ignorancia y de muchos abusos y desórdenes, tanto entre los sacerdotes como entre los laicos; pero la reina organizó y convocó a sínodos que tomaron medidas para acabar con aquellos males. Ella misma estuvo presente en aquellas reuniones y tomó parte en los debates. Se impuso la obligación de celebrar los domingos, los días de fiesta y los ayunos. A todos se les recomendó que se unieran en la comunión pascual y se prohibieron estrictamente muchas prácticas escandalosas, como la simonía, la usura y el incesto. Santa Margarita se esforzó constantemente para obtener buenos sacerdotes y maestros para todas las regiones del país y formó una especie de asociación de costura entre las damas de la corte, a fin de proveer de vestiduras y ornamentos a las iglesias. Junto con su esposo, fundó y edificó varias iglesias, entre las que destaca, por su grandiosidad, la de Dunfermline, dedicada a la Santísima Trinidad. 

Dios bendijo a los reyes con seis varones y dos hijas, a quienes su madre educó con escrupuloso cuidado; ella misma los instruyó en la fe cristiana y, ni por un momento dejó de vigilar sus estudios. Su hija Matilde se casó después con Enrique I de Inglaterra y pasó a la historia con el sobrenombre de «Good Queen Maud» («la buena reina Maud», por este matrimonio, la actual Casa Real Británica desciende de los reyes de Wessex y de Inglaterra, anteriores a la conquista), mientras que tres de sus hijos, Edgardo, Alejandro y David, ocuparon sucesivamente el trono de Escocia; al último de los nombrados se le veneraba localmente como santo. Los cuidados y la solicitud de Margarita se prodigaban entre los servidores de palacio, en el mismo grado que entre su propia familia. Y todavía, a pesar de los asuntos de Estado y las obligaciones domésticas que debía atender, mantenía su espíritu en total desprendimiento de las cosas de este mundo y enteramente recogido en Dios. En su vida privada, observaba una extrema austeridad: comía frugalmente y, a fin de que le quedara tiempo para sus devociones, se lo robaba al sueño. Cada año observaba dos cuaresmas: una en la fecha correspondiente y la otra antes de la Navidad. En esas ocasiones, dejaba el lecho a la media noche y asistía a la iglesia para oír los maitines; a menudo, el rey la acompañaba. Al regreso a palacio, lavaba los pies a seis pobres y les daba limosnas. También durante el día empleaba algunas horas en la oración y sobre todo, en la lectura de las Sagradas Escrituras. El librito en que leía los Evangelios, cayó en cierta ocasión al río; pero no quedó dañado en lo más mínimo, aparte de una mancha de agua en la cubierta; ese mismo volumen se conserva todavía entre los tesoros más preciados de la Biblioteca Bodleiana en Oxford. Quizá la mayor virtud de la reina Margarita era su amor hacia los pobres. Con frecuencia salía a visitar a los enfermos y los cuidaba y limpiaba con sus propias manos. Hizo que se construyeran posadas para los peregrinos y rescató a innumerables cautivos, sobre todo a los de nacionalidad inglesa. Siempre que aparecía en público, lo hacía rodeada por mendigos y ninguno de ellos quedaba sin una generosa recompensa. Nunca llegó a sentarse a la mesa, sin haber dado de comer antes a nueve niños huérfanos y a veinticuatro adultos. Muchas veces, especialmente durante el Adviento y la Cuaresma, el rey y la reina invitaban a comer en palacio a trescientos pobres y ellos mismos los atendían, a veces de rodillas, y con platos y cubiertos semejantes a los que usaban en su propia mesa. 

En 1093, el rey Guillermo Rufus tomó por sorpresa el castillo de Alnwick y pasó por la espada a toda la guarnición. En el curso de la contienda que siguió a aquel suceso, el rey Malcolm fue muerto a traición y su hijo Eduardo pereció asesinado. Por aquel entonces, la reina Margarita yacía en su lecho de muerte. Al enterarse del asesinato de su marido, quedó embargada por una profunda tristeza y, entre lágrimas, dijo a los que estaban con ella: «Tal vez en este día haya caído sobre Escocia la mayor desgracia en mucho tiempo». Cuando su hijo Edgardo regresó del campo de batalla de Alnwick, ella, en su desvarío, le preguntó cómo estaban su padre y su hermano. Temeroso de que las malas noticias pudiesen afectarle, Edgardo repuso que se hallaban bien. Entonces, la reina exclamó con voz fuerte: «¡Ya sé lo que ha pasado!». Después alzó las manos hacia el cielo y murmuró: «Te doy gracias, Dios Todopoderoso, porque al mandarme tan grandes aflicciones en la última hora de mi vida, Tú me purificas de mis culpas. Así lo espero de Tu misericordia». Poco después, repitió una y otra vez estas palabras: «¡0h, Señor mío Jesucristo, que por tu muerte diste vida al mundo, líbrame de todo mal!». El 16 de noviembre de 1093, cuatro días después de muerto su marido, Margarita pasó a mejor vida, a los cuarenta y siete años de edad. Fue sepultada en la iglesia de la abadía de Dunfermline, que ella y su marido habían fundado. Santa Margarita fue canonizada en 1250 y se la nombró patrona de Escocia en 1673. Las bellas memorias de santa Margarita, que probablemente debemos a Turgot, prior de Durham y posteriormente obispo de Saint Andrews, quien conoció bien a la reina, puesto que, durante toda su vida oyó sus confesiones, nos hacen una inspirada descripción de la influencia que ejerció sobre la ruda corte escocesa. Al hablarnos sobre su constante preocupación por tener bien provistas a las iglesias con manteles y ornamentos para los altares y vestiduras para los sacerdotes, dice:

Aquellas labores se confiaban a ciertas mujeres de noble linaje y comprobada virtud, que fueran dignas de tomar parte en los servicios de la reina. A ningún hombre se le permitía el acceso al lugar donde cosían las mujeres, a menos que la propia reina llevase un acompañante en sus ocasionales visitas. Entre las damas no había envidias ni rivalidades, y ninguna se permitía familiaridades o ligerezas con los hombres; todo esto, porque la reina unía a la dulzura de su carácter un estricto sentido del deber y, aun dentro de su severidad, era tan gentil, que todos cuanto la rodeaban, hombres o mujeres, llegaban instintivamente a amarla, al tiempo que la temían, y por temerla, la amaban. Así sucedía que, cuando ella estaba presente, nadie se atrevía a levantar la voz para pronunciar una palabra dura y mucho menos a hacer algún acto desagradable. Hasta en su mismo contento había cierta gravedad, y su cólera era majestuosa. Ante ella, el contento no se expresaba jamás en carcajadas, ni el disgusto llegaba a convertirse en furia. Algunas veces señalaba las faltas de los demás -siempre las suyas-, con esa aceptable severidad atemperada por la justicia que el Salmista nos recomienda usar siempre, al decirnos: «Encolerízate, pero no llegues a pecar». Todas las acciones de su vida estaban reglamentadas por el equilibrio de la más gentil de las discreciones, cualidad ésta que ponía un sello distintivo sobre cada una de sus virtudes. Al hablar, su conversación estaba sazonada con la sal de su sabiduría; al callar, su silencio estaba lleno de buenos pensamientos. Su porte y su aspecto exterior correspondían de manera tan cabal a la firme serenidad de su carácter, que bastaba verla para sentir que estaba hecha para llevar una vida de virtud. En resumen, puedo decir que cada palabra que pronunciaba, cada acción que realizaba, parecía demostrar que la reina meditaba en las cosas del cielo. 
Acta Sanctorum, junio, vol. V, debe consultarse, lo mismo que una excelente traducción del mismo al inglés, hecha por Fr. W. Forbes-Leith (1884). El resto del material nos lo proporcionan cronistas como Guillermo de Malmesbury y Simeón de Durham: la mayoría de estas crónicas han sido resumidas con provecho por Freeman, en Norman Conquest. Se encontrará un interesante relato sobre la historia de sus reliquias, en Dictionary of National Biography, vol. XXXVI. Hay modernas biografías de Santa Margarita, como la de S. Cowan (1911) , L. Menzies (1925), J. R. Barnett (1926) y otras.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

oración: Señor Dios nuestro, que hiciste de santa Margarita de Escocia un modelo admirable de caridad para con los pobres, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, seamos nosotros fiel reflejo de tu bondad entre los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

Parábola de los talentos

Mateo 25, 14-30. Tiempo Ordinario. ¿Qué has hecho hoy? ¿Cuántas veces has dejado sin hacer lo que debías?

Oración introductoria
Señor, gracias por los talentos que me has dado. No permitas que la apatía o el desánimo me lleven a enterrarlos o a utilizarlos para mi beneficio personal. Ilumina mi oración, permite que me acerque a Ti con confianza y con un corazón sincero, para desprenderme de mi voluntad y unirme más a la tuya.

Petición
Padre, ayúdanos a comprender que lo que se nos ha dado se multiplica dándolo. Es un tesoro que hemos recibido para gastarlo, invertirlo y compartirlo con todos.

Meditación del Papa Francisco
El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental: "He conservado la fe" ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la escondió bajo tierra, como aquel siervo perezoso. San Pablo compara su vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar, "embalsamar" el mensaje de Cristo dentro de los confines de Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles, he aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes defensivas.También aquí, nos podemos preguntar: ¿De qué manera conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás? (S.S. Francisco, 27 de octubre de 2013)

Reflexión. Los talentos no sólo representan las pertenencias materiales. Los talentos son también las cualidades que Dios nos ha dado a cada uno. Vamos a reflexionar sobre las dos enseñanzas del evangelio de hoy. La primera alude al que recibió cinco monedas y a su compañero, que negoció con dos. Cada uno debe producir al máximo según lo que ha recibido de su señor. Por eso, en la parábola se felicita al que ha ganado dos talentos, porque ha obtenido unos frutos en proporción a lo que tenía. Su señor no le exige como al primero, ya que esperaba de él otro rendimiento.

Igualmente se aplica a nosotros, según las posibilidades reales de cada individuo. Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son muy serviciales, otras, en cambio, son capaces de entregarse con heroísmo al cuidado de personas enfermas, los hay con una profesión, con un trabajo, con unos estudios, con una responsabilidad concreta en la sociedad...

Pero puede darse el caso del tercer siervo del evangelio: no produjo nada con su talento. A Cristo le duele enormemente esa actitud. Se encuentra ante alguien llamado a hacer un bien, aunque fuera pequeño, y resulta que no ha hecho nada. Eso es un pecado de omisión, que tanto daña al corazón de Cristo, porque es una manifestación de pereza, dejadez, falta de interés y desprecio a quien le ha regalado el talento.

Analiza tu jornada. ¿Qué has hecho hoy? ¿Qué cualidades han dado su fruto? ¿Cuántas veces has dejado sin hacer lo que debías?

Propósito
Señor, qué fácilmente olvido lo fugaz y lo temporal de esta vida. En vez de buscar multiplicar, en clave al amor a los demás, los numerosos talentos con los que has enriquecido mi vida, frecuentemente me dejo atrapar por el camino fácil de la comodidad o la ley del menor esfuerzo. Concédeme la gracia de saber reconocer y multiplicar los dones recibidos.

¡Vamos a arreglar el mundo!

¿Quieres cambiar el mundo? Disfruta cada día como si fuera el último, ya que uno nunca sabe cuando llegará el último día. 

Muchos conocen la historia del científico que vivía sumamente preocupado con los problemas del mundo, decidido a buscarles solución.

En algún momento, su hijito de siete años entra en el laboratorio deseoso de ayudar a su papá. El científico, por lo contrario, nervioso por la interrupción y viendo que era imposible sacarlo, cogió una revista que tenía en su portada un mapa del mundo, se la arrancó, la cortó en varios pedazos con una tijera, y se la dio al niño para que se entretuviera armando el rompecabezas, mientras él continuaba tranquilamente con sus experimentos.

Luego de unas pocas horas, el buen hombre oyó que el niño le decía: "Papá, ya arreglé el mundo."

El científico, asombrado, levantó la vista del microscopio pensando que lo que vería sería el resultado del torpe trabajo de un niño. Sin embargo, para su gran sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados perfectamente en sus respectivos lugares. ¿Cómo había sido esto posible? ¿Cómo era que el niño había logrado esto?

Intrigado, dijo a su hijito: "Hijo, tú no sabías cómo era el mundo. Entonces, ¿cómo lograste armarlo?"

"Papá" –le dijo el niño— "yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando arrancaste el mapa de la revista para recortarlo, yo vi que del otro lado tenía la figura de un hombre. Así que le dí la vuelta a todos los pedazos y comencé a organizar al hombre. Cuando conseguí arreglar al hombre, volteé la hoja y vi que había arreglado al mundo."

Debemos estar conscientes, leí en algún momento, que el verdadero triunfo del hombre es lograr la familia que anhela, mostrar la bondad que recibe y tener verdaderos amigos.

Que la verdadera sabiduría es aprender a escuchar y saber cuándo opinar, es comprender los problemas y saberlos resolver, y poder brindar al mundo lo que realmente uno sabe.

Que la verdadera fe es pedir y saber que Dios nos escucha, saborear los momentos que compartimos con Él, poder cerrar los ojos y sentirlo junto a nosotros.

Que la verdadera amistad es sentir la hermandad que une a personas de sangres diversas, es saber que su mano siempre estará contigo, es saber brindarle tu ayuda en todo momento, es sentirte más valiente en los momentos que compartes con ellos, es saber compartir ideas y mejorar tu carácter, es tener ese apoyo en los momentos importantes.

El verdadero amor es poder oler el aire que respira tu pareja, es encontrar la otra mitad de tu alma, es sentir necesaria su presencia, y más que nada, saber esperar a su llegada.

¿Quieres cambiar el mundo? Disfruta cada día como si fuera el último, ya que uno nunca sabe cuando llegará el último día de nuestras vidas, y recuerda que la satisfacción de llegar a la meta no es llegar a la meta, sino todo lo que se vive en el camino para poder llegar a ésta.

Bendiciones y PAX.

 

Papa-Sistach

Barcelona acoge el congreso de Pastoral de Grandes Ciudades
Sistach: "En las ciudades hay soledad, aislamiento, miedo, violencia y miseria"

Celebra que el Papa haya abierto el debate sobre divorciados y gays en la Iglesia

Hay que abrir más las iglesias, aunque nos faltan párrocos para vigilarlas, y a lo mejor tenemos que buscar voluntarios para abrirlas las 24 horas

"En las ciudades hay soledad, aislamiento, miedo, violencia, pobreza, miseria más bien, mucho individualismo y una pérdida de confianza en las instituciones", ha afirmado en una entrevista el cardenal-arzobispo de Barcelona, Lluis Martínez Sistach.

Para reflexionar sobre los problemas de las ciudades, Sistach ha invitado a otros 25 cardenales de metrópolis de todo el mundo a participar en Barcelona, los próximos días 24, 25 y 26, en el Congreso Internacional de Pastoral de las Grandes Ciudades.

Participarán, entre otros, los obispos de Buenos Aires, Río de Janeiro, Sao Paulo, Santiago de Chile, Chicago, San Francisco, Monterrey, Kinshasa, Abuja, Bombay, Saigón, Seúl, Roma, Varsovia, Lisboa, Nápoles, Lyon y Madrid.

"Los cardenales de Nueva York, Milán, Budapest, Tokio y Hong-Kong no podían venir por motivos de agenda", ha puntualizado Sistach.
En total, las archidiócesis que participarán en el encuentro suman una conurbación de más de 109 millones de habitantes, el 61% de ellos católicos, aunque la mayoría poco practicantes.

"El 52% de la población mundial vive en las ciudades, y los demógrafos pronostican que en 2050 será el 70% de la población. De ahí la necesidad de hablar del cristianismo en las ciudades", ha declarado el cardenal Sistach, que comentó su idea al entonces obispo Bergoglio, hoy papa Francisco, quien aplaudió su iniciativa.

"No podemos olvidar que el cristianismo nació en las ciudades. Que Jesús fue a las ciudades, y San Pedro también, a Roma, a Corintio, a Efeso...", ha recordado el cardenal barcelonés, que resalta que "el hombre y la mujer tienen una necesidad de espiritualidad, de sentimiento religioso".

Para Sistach, "la secularización de la sociedad no es tan acentuada como creemos porque todo el mundo tiene una dimensión religiosa que acaba expresándose".

Pese a ello, monseñor Martínez Sistach ha invitado a los 25 cardenales para reflexionar, intercambiar experiencias y, si es posible, cambiar cosas para mejorar la evangelización urbana.

"Cada ciudad tiene muchas ciudades dentro -ha señalado Sistach- y la Iglesia debe estar en todas, pero especialmente al lado de los más pobres".

Sistach espera que la reunión de cardenales, que será la fase conclusiva del Congreso después de que el pasado mes de mayo un grupo de teólogos y sociólogos analizaran las situación de los católicos en las grandes ciudades, concluya con propuestas "para hacer más visible que Dios vive en las ciudades".

"Hay que abrir más las iglesias, aunque nos faltan párrocos para vigilarlas, y a lo mejor tenemos que buscar voluntarios para abrirlas las 24 horas", ha apuntado Sistach.

"Hay que ir a las periferias, descentralizarse, conocer más las calles, saber que hay diferentes ciudades dentro de una misma ciudad. En las ciudades hay muchos pobres y no puede ser que sean ciudadanos de segunda categoría, hay que crear comunidad porque hay mucha soledad en las ciudades, hay que hacer ciudades más humanas y más fraternales", son algunas de las propuestas que quiere que analicen los cardenales de todo el mundo.

El 27 de noviembre tienen una cita con el Papa Francisco para exponerle sus conclusiones.

El arzobispo de Barcelona, que participó activamente en el Sínodo sobre la Familia que se ha celebrado recientemente en el Vaticano, ha celebrado que el Papa haya abierto el debate sobre las personas separadas, divorciadas y sobre los homosexuales.

Aunque asegura que "la Iglesia debe acoger a todo el mundo", reconoce que hay "resistencias a los cambios y visiones diferentes, complementarias" y que debe estudiarse, pero está convencido "que se han abierto rendijas y que hay que estudiar que estén siempre dentro de la moral cristiana y la doctrina de Jesús".

Respecto a los casos de corrupción que están salpicando la actualidad diaria, monseñor Sistach ha recordado que "es necesario la restitución de lo robado, porque si no hay restitución, no puede haber perdón".

Martínez Sistach ha alabado el trabajo que está haciendo el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española, el arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, al que ha calificado de "gran persona, muy acogedor, y muy respetuoso". (RD/Agencias)


El Papa, hoy, durante el Angelus

El Papa advierte del "miedo a arriesgar. El miedo al riesgo del amor nos bloquea"
Francisco: "Dios se fía de nosotros, tiene esperanza en nosotros. No le desilusionemos"

"No hay situaciones o lugares que impidan la presencia y el testimonio cristiano"

Esta parábola nos impulsa a no esconder nuestra fe, a no enterrar la Palabra del Evangelio, y a hacerla circular en nuestra vida, como fuerza que purifica, que renueva

(Jesús Bastante).- "Dios se fía de nosotros, Dios tiene esperanza en nosotros, y esto es lo mismo para todos. No le desilusionemos. No nos dejemos llevar por el miedo: devolvamos confianza con confianza". El Papa Francisco trazó este mediodía durante el Angelus el valor de la parábola de los talentos: el dueño (Jesús) que entrega a sus sirvientes (nosotros) sus objetos de valor, y la tesitura ante la que nos encontramos: arriesgarlos o esconderlos "en una caja fuerte".

"Los servidores somos nosotros, y los talentos, son el patrimonio que el Señor nos confía", apuntó el Papa, quien insistió en que el patrimonio de Dios es "su palabra, la Eucaristía, la fe, su perdón... Todos sus bienes más preciosos. Este es el patrimonio que nos confía y que no sólo tenemos que custodiar, sino que hacer crecer".

"El hoyo excavado en el terreno indica el miedo a arriesgar. El miedo al riesgo del amor nos bloquea. Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte, no, esto no nos lo pide. Sí quiere que la usemos en beneficio de los demás. Todos los bienes que recibimos son para darlos a los demás, y así crecen", proclamó el pontífice.

El Papa invitó a los presentes a preguntarse "¿qué hemos hecho? ¿A quién hemos contagiado con nuestra fe o esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo?". En cualquier lugar o circunstancia, pues "no hay situaciones o lugares que impidan la presencia y el testimonio cristiano".

"El testimonio que Jesús nos pide -añadió Francisco- no está cerrado, depende de nosotros. Esta parábola nos impulsa a no esconder nuestra fe, a no enterrar la Palabra del Evangelio, y a hacerla circular en nuestra vida, como fuerza que purifica, que renueva". Lo mismo sucede, explicó Bergoglio, con el perdón: "No tengamos cerrado el perdón a nosotros mismos: dejemos que salga con fuerza y haga caer los muros que hemos levantado. Que nos permita dar el primer paso y retomar el diálogo".

"Haced que estos talentos, estos regalos, estos dones que el Señor nos ha dado, sean para los demás, crezcan y den fruto. Con nuestro testimonio", pidió el Papa, quien pidió a los fieles que, al llegar a casa, tomaran el Evangelio de San Matero, capítulo 25, versículos 14-30. "Leedlo. Meditadlo. Mis talentos, mis riquezas, todo lo que Dios me ha dado, ¿cómo los hago crecer en los demás?".

"El Señor no da a todos la misma cosa, sino que nos confía aquello que es justo para nosotros. Pero en todos hay una cosa que coincide: la inmensa y la misma confianza", porque "Dios se fía de nosotros, no le desilusionemos, no nos dejemos llevar por el miedo: devolvamos confianza con confianza".

Tras el rezo del Angelus el Papa recordó las "tensiones muy fuertes entre residentes e inmigrantes" que se han vivido en Roma en los últimos días, e invitó "a las instituciones, a todos los niveles, que asuman como prioridad esto, que constituye una emergencia social, y que si no se afrontar lo más rápido posible, puede degenerar". En este sentido, ofreció el trabajo de la comunidad cristiana para el encuentro, incluso, "en una sala de una parroquia", para "hablar juntos, no ceder a la tentación de desencuentro,rechazar todo tipo de violencia y construir una convivencia cada vez más segura, pacífica e incluyente".

Francisco también quiso recordar, antes de concluir, a las víctimas de accidentes de tráfico, cuya jornada se celebra hoy en todo el mundo.

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de este domingo es la parábola de los talentos, tomada de san Mateo (25,14-30). Narra de un hombre que, antes de partir para un viaje, convoca a sus servidores y les confía su patrimonio en talentos, monedas antiguas de un gran valor. Ese hombre confía al primer servidor cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno. Durante la ausencia del hombre, los tres servidores deben hacer fructificar este patrimonio. El primer y el segundo servidor duplican cada uno el capital inicial; el tercero, en cambio, por miedo a perder todo, entierra en un pozo el talento recibido. Al regreso del señor, los primeros dos reciben felicitaciones y la recompensa, mientras el tercero, que devuelve solamente la moneda recibida, es reprendido y castigado.

El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos son los discípulos y los talentos son el patrimonio que el Señor les confía: su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celeste, su perdón... en resumen, sus más preciosos bienes. Mientras en el lenguaje común el término "talento" indica una resaltante calidad individual - por ejemplo en la música, en el deporte, etcétera -, en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar. El pozo cavado en el terreno por el «servidor malo y perezoso» (v. 26) indica el temor del riesgo que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte, sino que quiere que la usemos para provecho de los demás. Es como si nos dijese: "He aquí mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y úsalos abundantemente". Y nosotros ¿qué hemos hecho con ellos? ¿A quién hemos "contagiado" con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos alentado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Cualquier ambiente, también el más lejano y árido, puede convertirse en un lugar donde hacer fructificar los talentos. No existen situaciones o lugares excluidos a la presencia y al testimonio cristiano.

Esta parábola nos empuja a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica, que renueva. Así como también el perdón, que el Señor nos dona especialmente en el Sacramento de la Reconciliación: no lo tengamos encerrado en nosotros mismos, sino dejémoslo que desate su fuerza, que haga caer aquellos muros que nuestro egoísmo ha levantado, que nos haga dar el primer paso en las relaciones bloqueadas, retomar el diálogo donde no hay más comunicación...

El Señor no da a todos las mismas cosas y de la misma manera: nos conoce personalmente y nos confía aquello que es justo para nosotros; pero en todos coloca la misma, inmensa confianza ¡No lo defraudemos! ¡No nos dejemos engañar por el miedo, sino intercambiemos confianza con confianza! La Virgen María encarna esta actitud de la forma más bella y más plena. Ella ha recibido y acogido el don más sublime, Jesús en persona, y a su vez lo ha ofrecido a la humanidad con corazón generoso. Pidámosle ayudarnos a ser "servidores buenos y fieles", para participar "de la alegría de nuestro Señor".

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