Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír
- 27 Enero 2019
- 27 Enero 2019
- 27 Enero 2019
Profeta
En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que ha crecido.
La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.
Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». Según Lucas, la gente «tenía los ojos clavados él». La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?
Jesús actúa movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y en sus gestos, en su ternura y en su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos «Dios».
Jesús es Profeta de Dios. No ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido «ungido» por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo lo podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.
Jesús es Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos a parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.
Jesús vive dedicado a liberar. Entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida definitiva. 3 Tiempo ordinario – C (Lc 1,1-4; 4,14-21) 27 de enero de 2019
"¿QUÉ PUEDE HACER AHORA FRANCISCO RESPECTO A VENEZUELA? TODO EL MUNDO TIENE LOS OJOS PUESTOS EN ÉL"
¿Un Papa "apagafuegos"?
"Los tocados por el dedo de Dios tienen el don del discernimiento: de saber aprovechar el momento justo para hablar"
José Manuel Vidal, 27 de enero de 2019 a las 10:38
¿Se pronunciará el Papa sobre la situación en Venezuela?
Iglesia somos todos y el Papa sólo debe actuar en casos absolutamente límites. Porque, si actúa en Venezuela, ¿por qué no hacerlo en Nicaragua o en Siria o en Irak o en Centroáfrica?
(José M. Vidal, enviado especial a Panamá).- A bordo del vuelo papal con destino a Panamá, todo el mundo se las prometía muy felices. Francisco tiene el don de hacer que lo que toca se convierta en oro, como Creso. Su mera presencia conquista y encandila. Sobre todo a los jóvenes ansiosos de profetas y necesitados de testigos, que han descubierto en el Papa a un líder creíble, que no les engaña, que dice verdades como puños y que les muestra la cima de los grandes ideales.
Todo entraba dentro de lo previsto, pero la casualidad o una mano negra hicieron que, a su aterrizaje en Panamá, al Papa le estuviese esperando una desagradable sorpresa, agazapada como un felino: la vecina Venezuela en llamas y en lágrimas.
¿Qué puede hacer ahora Francisco? Todo el mundo tiene los ojos puestos en él. La mayor autoridad moral del planeta está al lado de Venezuela. ¿No va a decir nada? Si habla, puede echar más gasolina al fuego. Si calla, el mundo se lo echaría en cara.
Y no es fácil la disyuntiva para él. Pero los tocados por el dedo de Dios tienen el don del discernimiento: de saber aprovechar el momento justo para hablar y utilizar palabras que desactivan conflictos y ponen diques al odio desatado.
De este Papa se esperan 'milagros'. Ha colocado el listón de las expectativas casi en el cielo. Tanto para lo ordinario como para lo extraordinario. Francisco nos ha mal acostumbrado, al convertirse en un Papa normal, cercano, asequible y pendiente de los problemas, grandes y pequeños, de la gente.
Por eso, todo el mundo acude a él: el cura con dudas de fe, el obispo que no sabe que hacer, el laico al que no le dejan hacer nada en su propia parroquia, el homosexual que no es capaz de salir del armario, el transexual incomprendido, el joven sin futuro, el anciano solo, el parado o el emigrante. Todos los pobres del mundo, todos los descartados del sistema buscan a su 'abogado'.
Israel González Espinoza@israeldej94
Vaticanista español @JosMVidal1 explica que la gente esperaba "algo más" de #PapaFrancisco sobre la crisis en Venezuela y Nicaragua; sin embargo, ha tenido signos para con ambos países e indica que Iglesia nica es ejemplo de profecía.@israeldej94/@Articulo66Nica @ReligionDigit.
Ver los otros Tweets de Israel González Espinoza
Nos tiene este Papa mal acostumbrados a gestos rompedores. Unos sencillos, otros espectaculares. Desde besar a los enfermos hasta mediar en Cuba o en Colombia. Porque a este Papa se le pide más, mucho más, rozando lo imposible.
Por eso, mucha gente se pregunta si, desde Panamá, a casi un tiro de piedra de Venezuela, ¿podría Francisco ejecutar uno de sus gestos proféticos?¿Podría presentarse en Venezuela, reunir a Maduro y a Guaidó, sentarlos a una mesa, escucharlos, ayudarles a hablar entre ellos y pedirles que, por el mayor bien de su pueblo y de su gente, eviten la confrontación y opten por la vía del diálogo y del consenso, firmen la paz y busquen una salida consensuada a la crisis de su país? Y si no lo consiguiese, siempre podría decir que lo había intentado...
Le planto el dilema a un diplomático vaticano:
-¿Podría hacer un gesto así el Papa o es algo diplomática y políticamente irrealizable?
-Podría.
-¿Por qué no hacerlo?
-Porque el Papa no es un apagafuegos ni podemos convertirlo en tal.
Honda sabiduría personal e institucional acumulada a lo largo de siglos de historia de diplomacia vaticana. La tentación es clara y evidente: convertir el Papa en el apagafuegos y en el tapaagujeros de la humanidad doliente. Un Papa milagrero.
Pero el Papa, aunque se llame Francisco, no puede ni debe hacerlo todo. ¿Y dónde quedaría, entonces, la tan cacareada sinodalidad y la colegialidad y la corresponsabilidad? La Iglesia es un cuerpo, en la que todos sus órganos cumplen una función. La Iglesia de Venezuela actúa a través de sus fieles, a través de sus obispos y a través de su compromiso absoluto con los más descartados y los más desheredados.
Rafael Luciani@rafluciani
El Cardenal Baltazar Porras, hombre muy cercano al pontífice @Pontifex_es , asegura que Francisco ha manifestado "completa sintonía con lo que el episcopado venezolano está haciendo allá"
El Papa pide reunirse con los obispos venezolanos en la JMJ para traerle 'paz y diálogo' a la crisis
periodistadigital.com
Ver los otros Tweets de Rafael Luciani
Es decir, Iglesia somos todos y el Papa sólo debe actuar en casos absolutamente límites. Porque, si actúa en Venezuela, ¿por qué no hacerlo en Nicaragua o en Siria o en Irak o en Centroáfrica? ¿O por qué no se planta ante el muro de Trump en Tijuana al frente de los desheredados centroamericanos de le caravana en busca de una vida más digna en el Norte? ¿O por qué no se embarca a bordo del Open Arms, para salvar a los emigrantes subsaharianos, que se juegan la vida en el Mediterráneo? Y así... Un Papa profeta, sí. Apagafuegos y tapaagujeros, no.
Venezuela y Nicaragua sufren y lloran. Latinoamérica, la Patria Grande del Papa, gime, se indigna y grita. Con un grito que viene de siglos y que no le cabe en el pecho ni en el alma. Un grito, el de los descartados, que llega a los oídos de Dios y de su vicario.
Al primer Papa latinoamericano le duele su gente. Su pobre gente sin abogados, sin nadie que la defienda. Y los gritos de los suyos se dirigen a él, en busca de libertador. Y Francisco, el líder de Dios, tendrá que utilizar toda su influencia, todo el poder de su palabra y de sus gestos, para salvar a los suyos. No tiene Ejércitos (salvo uno de pega, que viste con el uniforme de Miguel Ángel) ni Banco mundial, ni sistema financiero, ni Wall Street ni FMI ni nada que se le parezca.
Pero tiene el poder extraordinario de los profetas, que son capaces de anunciar y denunciar, de aunar conciencias, de aglutinar toda la energía de los pobres, de insuflar confianza, de contagiar esperanza. La esperanza en un mundo mejor, un poco más justo al menos, donde el sistema no gire en torno al dios dinero sino alrededor de la dignidad de la persona.
Un mundo donde los jóvenes tengan un futuro digno, que les permita hacer realidad sus sueños. Y donde Venezuela y Nicaragua tiendan puentes, derriben muros y unan fuerzas para encontrar la paz. Porque no hay nada en el mundo que valga el derramamiento de sangre de uno sólo de los hijos de Dios.
Santo Evangelio según San Lucas 1, 1-4; 4, 14-21. Domingo III (C) del tiempo ordinarioçEn el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame la gracia de estar en tu presencia y abrir mis oídos espirituales para poder escuchar con claridad tu Palabra que me da vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y como nos las trasmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la predicación. Yo también, ilustre Teófilo, después de haberme informado minuciosamente de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado.
(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En la lectura que Cristo hace en la sinagoga no está señalada solamente su venida, sino incluso su misión, su plan de acción, su hoja de ruta, que es la misma que debemos a sumir nosotros, sus seguidores. «Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.»
Quizás algunos podemos quedarnos enganchados con aquello de «el año de gracia del Señor». No podemos tomarlo literalmente. Es un modo de decir el inicio de otro tiempo, de otra época, de otro período. De aquí para adelante. Tal como efectivamente contamos los años en occidente: antes de Cristo y después de Cristo. Es que hemos entrado en otro período, en otra etapa en la historia de la salvación. Estamos en el Año de Gracia del Señor. Es la mismísima Trinidad actuando en la historia, iluminándola para hacer posible nuestra Salvación. A eso se refieren las Escrituras. Y es esto lo que nos dice el Señor que se ha cumplido.
Esta es la Buena Nueva. Hemos entrado en un nuevo período de la historia. Se han abierto las puertas del cielo; hemos sido liberados. Se ha restaurado la alianza. Jesús, nuestro Redentor, lo ha hecho posible. Impulsado por el Espíritu Santo, Él es el Puente, Él es el Camino hacia el Padre.
El Señor ha venido para ser alimento de los pobres, de los oprimidos, de los ciegos, de los afligidos, de los perseguidos. Él es el remanso de paz que buscamos, el comienzo de una nueva vida, de una nueva historia, la del Nuevo Testamento, la del Año de Gracia del Señor. Toda la vida misma está impregnada de esa Gracia. Estamos viviendo nuevos tiempos. Podemos mirar hacia adelante con esperanza, porque se ha sellado el pacto, con la Sangre de Cristo. Muriendo en la cruz y resucitando, ha abierto para nosotros las puertas del cielo. El Camino está trazado y restaurado. Transitemos por este año de gracia, hacia los brazos del Padre, que nos espera desde siempre para ocupar el lugar que nos tiene reservado. ¡Qué mejor noticia!
«Caminar: sí, pero ¿hacia dónde? En base a cuanto se ha dicho, propongo un doble movimiento: de entrada y de salida. De entrada, para dirigirnos constantemente hacia el centro, para reconocernos sarmientos injertados en la única vid que es Jesús. No daremos fruto si no nos ayudamos mutuamente a permanecer unidos a él. De salida, hacia las múltiples periferias existenciales de hoy, para llevar juntos la gracia sanadora del Evangelio a la humanidad que sufre. Preguntémonos si estamos caminando de verdad o solo con palabras, si los hermanos nos importan de verdad y los encomendamos al Señor o están lejos de nuestros intereses reales. También preguntémonos si nuestro camino es un volver sobre nuestros propios pasos o si es un ir al mundo con convicción para llevar allí al Señor.»
(Discurso de S.S. Francisco, 21 de junio de 2018)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Recordar, hoy, que no importa cuales sean las circunstancias negativas que puedan rodearme, el momento histórico en el que me encuentro es un momento de gracia y bendición para mí y para todos los hombres.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Jesucristo, la gran noticia de Dios
Cómo comunicar, a través de la evangelización, la gran noticia del encuentro personal con Jesucristo para lograr la renovación personal y de la Iglesia.
Ser cristiano es ser apóstol, tener una misión. El apostolado cristiano, la evangelización, consiste en contarle al mundo nuestro encuentro personal con Jesucristo: comunicar (ante todo con la coherencia de nuestra vida) esta buena noticia, la gran noticia, la mejor noticia para cada persona y para la humanidad.
¿Y cuál es esta noticia? Que Dios no sólo nos ha hablado en su creación, en el mundo que nos rodea, y también en las Escrituras; sino que nos ha enviado a su Hijo para liberarnos del pecado y, por medio de la Eucaristía, darnos una vida plena. Esto nos hace testigos y anunciadores del Evangelio.
Jesucristo, buena noticia de Dios
Jesucristo, Evangelio de Dios para el hombre. Así se titula el primer capítulo del Documento de trabajo para el sínodo sobre la nueva evangelización. Evangelio quiere decir eso, “buena noticia”. Y Jesús es la buena noticia para el hombre porque es el gran “sí” que Dios ha pronunciado a todo lo nuestro. Dios Padre ha querido que Su Hijo, su único Hijo, se hiciera hombre, compartiera nuestra tierra y nuestra vida: tuviera una familia, un trabajo, se relacionara con los que le rodeaban, tuviese amigos, discípulos más tarde. En su vida, tal como la describen los Evangelios, encontramos respuesta a nuestros anhelos e inquietudes, trabajos, tareas y penas.
¿Y cómo comunicar esa gran noticia? Ante todo con la coherencia de nuestra conducta, también con las palabras que transmiten a otros nuestra experiencia, con los argumentos que explican por qué la fe da sentido a nuestro vivir. Los cristianos no podemos dejar de dar testimonio de este encuentro con Jesús que nos transforma, también a cada uno de nosotros, en mensajes vivos de esta “buena noticia” para quienes nos rodean.
No se trata sólo de una “información” fría y objetiva, sino de una “comunicación” en el sentido más profundo de la palabra: acción que pone en “comunión”, que une, al hacer participar de este mensaje que trae la verdadera felicidad cuando se vive auténticamente.
Las curaciones de Jesús y su atención a todos (preferiblemente a los pobres y necesitados) son signo de que “Dios es amor”, y que el amor es la única fuerza capaz de renovarnos por dentro y renovar, como consecuencia, todas las cosas.
Evangelización, llamada a la santidad y conversión
Por eso la invitación a “creer en el amor”, que se manifiesta en Cristo, es el núcleo de la fe cristiana, que se traduce en la búsqueda de la santidad. Y todo ello requiere la conversión: mirar hacia Dios que es donde está nuestra vida y nuestro futuro. Por eso la evangelización (el apostolado cristiano), la llamada a la santidad y la conversión son tres realidades que en su relación fructuosa y recíproca vivifican a los cristianos (cf. Instrumento de trabajo, n. 24).
La unión con Cristo y la vida en él conducen a evangelizar. La tarea de la Iglesia, evangelizada y evangelizadora, consiste en profundizar en su conocimiento de Cristo y anunciar y transmitir el Evangelio (el conocimiento que posee, y renueva día tras día, de Cristo y la unión con él). Y eso lo hace con la fuerza del Espíritu Santo: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (exhort. apostólica Evangelii nuntiandi, n. 14).
Ayudar a todos a encontrar a Cristo en la fe es el objetivo primario de la evangelización. Por eso, “allí donde, como Iglesia, ‘damos a los hombres sólo conocimientos, habilidades, capacidades técnicas e instrumentos, les damos demasiado poco’ (Benedicto XVI, Homilía en Múnich, 10-IX-2006)”.
Cabe notar que, en este documento de trabajo para el próximo sínodo, el término “evangelización” se toma en un sentido muy amplio, equivalente a todo lo que la Iglesia hace por el hombre. El Evangelio, es don para cada hombre y todo lo que es del hombre.
La evangelización comprende tanto la dimensión física (la compasión por las necesidades materiales, las enfermedades y los sufrimientos), como la espiritual (la liberación del pecado). Los santos son los que han recorrido este camino con diversos medios y métodos, obras e instituciones, que consideraron adecuadas en su tiempo. Fueron creativos en sus vidas para llevar a Cristo a sus contemporáneos. Hoy, muchos cristianos siguen esas trazas abiertas por los santos y continúan siendo en ellas testigos de Cristo. Para acertar en la transmisión de la alegría de la fe a los hombres y mujeres de hoy, todos los cristianos han de ser creativos, en donde quiera que se encuentren situados: en medio de los quehaceres del mundo o en la vida religiosa. A veces –y no son pocos ya en el tercer milenio- con su martirio, que da credibilidad al testimonio.
Evangelizar es abrir a una vida plena
Con todo, no faltan falsas convicciones que se oponen a la evangelización. Algunos sostienen que supone limitar la libertad, de modo que bastaría ayudar a las personas a ser mejores o más fieles a su propia religión, o incluso simplemente a trabajar por la justicia y la paz, máxime teniendo en cuenta que cabe la salvación fuera de los márgenes visibles de la Iglesia (cf. Instrumento de trabajo, n. 35; Congregación para la Doctrina de la fe, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, 3-XII-2007, n. 3).
Sin embargo así se olvidaría que en Jesucristo está el verdadero rostro de Dios y en la Iglesia la plenitud de la verdad y de los medios de salvación. De ahí el derecho de toda persona a ser evangelizada y el deber de evangelizar que tiene la Iglesia (después de ser continuamente evangelizada) y también cada bautizado.
Quizá los hombres puedan salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si no les anunciamos el Evangelio. Pero esto no nos exime de preguntarnos: “¿Podremos nosotros salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza (…), o por ideas falsas omitimos anunciarlo?” (Evangelii nuntiandi, n. 80).
Renovación personal y renovación de la Iglesia
Además, anunciar el Evangelio (el apostolado o la misión cristiana), siendo una tarea y un deber personal, nunca es una empresa puramente individual y solitaria, ni puede centrarse en determinadas estrategias de selección de los destinatarios (cf. Instrumento de trabajo, n. 39); sino que es una actividad cristiana y espiritual en el marco de la comunidad eclesial, abierta sinceramente a todos.
Cuando los cristianos acercamos a Dios a nuestros amigos, parientes, colegas, conocidos, etc., no dejamos al margen nuestra familia, la familia de Jesús que es la Iglesia. Al contrario, les hablamos también de ella, porque ella es (debe ser en cada época y en cada lugar) nuestro cuerpo, nuestro hogar, la madre que nos ha engendrado y nos educa en el amor y la belleza. Y cada uno hemos de ser, desde este cuerpo vivo, vida para otros.
Por eso el sínodo está llamado a promover la reflexión, en cada caso, sobre “la capacidad de la Iglesia de configurarse como real comunidad, como verdadera fraternidad, como cuerpo y no como una empresa” (Ibid.). Así se plantea la relación íntima entre evangelización y renovación de la Iglesia.
¿Cómo contribuir a esta renovación? En el punto de partida está la renovación personal, cada uno en su propio lugar, con los “talentos” (materiales o espirituales) que hemos recibido, en el contexto de la vida familiar, profesional y social, en el horizonte de este ser miembros del cuerpo vivo de la Iglesia en el mundo.
La mayoría de los bautizados no son “eclesiásticos”, pero todos son Iglesia, y el término (del griego Ecclesía) quiere decir “vocación de muchos”: todos llamados, todos responsables de la nueva evangelización, de comunicar esta gran noticia que transforma nuestra vida.
Homilía de Papa Francisco en la Misa con la consagración del altar de la Catedral Basílica de Santa María la Antigua
Con los Sacerdotes, los Consagrados y los Movimientos Laicales. Jornada Mundial de la Juventud Panamá 2019
Por: Papa Francisco | Fuente: Jornada Mundial de la Juventud Panamá 2019
«Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: “Dame de beber”» (Jn 4,6-7).
El evangelio que hemos escuchado no duda en presentarnos a Jesús cansado de caminar. Al mediodía, cuando el sol se hace sentir con toda su fuerza y poder, lo encontramos junto al pozo. Necesitaba calmar y saciar la sed, refrescar los pasos, recuperar fuerzas para poder continuar con su misión.
Los discípulos vivieron en primera persona lo que significaba la entrega y disponibilidad del Señor para llevar la Buena Nueva a los pobres, vendar los corazones heridos, proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, consolar a los que estaban de duelo y proclamar el año de gracia a todos (cf. Is 61,1-3). Son todas situaciones que te toman la vida, te toman la energía; y “no ahorraron” en regalarnos tantos momentos importantes en la vida del Maestro donde también nuestra humanidad pueda encontrar una palabra de Vida.
Fatigado del camino
Es relativamente fácil para nuestra imaginación, compulsivamente productivista, contemplar y entrar en comunión con la actividad del Señor, pero no siempre sabemos o podemos contemplar y acompañar las “fatigas del Señor”, como si esto no fuera cosa de Dios. El Señor se fatigó y en esa fatiga encuentran espacio tantos cansancios de nuestros pueblos y de nuestra gente, de nuestras comunidades y de todos aquellos que están cansados y agobiados (cf. Mt 11,28)
Las causas y motivos que pueden provocar la fatiga del camino en nosotros sacerdotes, consagrados y consagradas, miembros de movimientos laicales, son múltiples: desde largas horas de trabajo que dejan poco tiempo para comer, descansar, rezar y estar en familia, hasta “tóxicas” condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan el corazón; desde la simple y cotidiana entrega hasta el peso rutinario de quien no encuentra el gusto, el reconocimiento o el sustento necesario para hacer frente al día a día; desde habituales y esperables situaciones complicadas hasta estresantes y angustiantes horas de presión. Toda una gama de peso a soportar.
Sería imposible tratar de abarcar todas las situaciones que resquebrajan la vida de los consagrados, pero en todas sentimos la necesidad urgente de encontrar un pozo que pueda calmar y saciar la sed y el cansancio del camino. Todas reclaman, como grito silencioso, un pozo desde donde volver a empezar.
De un tiempo a esta parte no son pocas las veces que parece haberse instalado en nuestras comunidades una sutil especie de fatiga, que no tiene nada que ver con la fatiga del Señor. Aquí tenemos que estar atentos. Se trata de una tentación que podríamos llamar el cansancio de la esperanza. Ese cansancio que surge cuando ?como en el evangelio? el sol cae como plomo y vuelve fastidiosas las horas, y lo hace con una intensidad tal que no deja avanzar ni mirar hacia adelante. Como si todo se volviera confuso. No me refiero aquí a la «particular fatiga del corazón» (cf. Carta enc. Redemptoris Mater, 17; Exhort. apost. Evangelii Gaudium, 287) de quienes “hechos trizas” por la entrega al final del día logran expresar una sonrisa serena y agradecida; sino a esa otra fatiga, la que nace de cara al futuro cuando la realidad “cachetea” y pone en duda las fuerzas, los recursos y la viabilidad de la misión en este mundo tan cambiante y cuestionador. Es un cansancio paralizante. Nace de mirar para adelante y no saber cómo reaccionar ante la intensidad y perplejidad de los cambios que como sociedad estamos atravesando. Estos cambios parecieran cuestionar no solo nuestras formas de expresión y compromiso, nuestras costumbres y actitudes ante la realidad, sino que ponen en duda, en muchos casos, la viabilidad misma de la vida religiosa en el mundo de hoy. E incluso la velocidad de esos cambios puede llevar a inmovilizar toda opción y opinión y, lo que supo ser significativo e importante en otros tiempos parece que ya no tiene lugar.
Hermanas y hermanos, el cansancio de la esperanza nace al constatar una Iglesia herida por su pecado y que tantas veces no ha sabido escuchar tantos gritos en el que se escondía el grito del Maestro: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Y así podemos acostumbrarnos a vivir con una esperanza cansada frente al futuro incierto y desconocido, y esto deja espacio a que se instale un gris pragmatismo en el corazón de nuestras comunidades. Todo aparentemente parecería proceder con normalidad, pero en realidad la fe se desgasta y se degenera. Comunidades y presbiterios desilusionados con la realidad que no entendemos o que creemos que no tiene ya lugar para nuestra propuesta, podemos darle “ciudadanía” a una de las peores herejías posibles para nuestra época: pensar que el Señor y nuestras comunidades no tienen ya nada que decir ni aportar en este nuevo mundo que se está gestando (cf. Exhort. apost. Evangelii gaudium, 83). Y entonces sucede que lo que un día surgió para ser sal y luz del mundo termina ofreciendo su peor versión.
Dame de beber
Las fatigas del camino acontecen y se hacen sentir. Gusten o no gusten están, y es bueno tener la misma valentía que tuvo el Maestro para decir: «dame de beber». Como le sucedió a la samaritana y nos puede suceder a cada uno de nosotros, no queremos calmar la sed con cualquier agua sino con ese «manantial que brotará hasta la vida eterna» (Jn 4,14). Sabemos, como bien lo sabía la samaritana que cargaba desde hacía años los cántaros vacíos de amores fallidos, que no cualquier palabra puede ayudar a recuperar las fuerzas y la profecía en la misión. No cualquier novedad, por muy seductora que parezca, puede aliviar la sed. Sabemos, como bien lo sabía ella, que tampoco el conocimiento religioso, la justificación de determinadas opciones y tradiciones pasadas o novedades presentes, nos hacen siempre fecundos y apasionados «adoradores en espíritu y en verdad» (Jn 4,23).
Dame de beber es lo que pide el Señor y es lo que nos pide que digamos nosotros. Y al decirlo, le abrimos la puerta a nuestra cansada esperanza para volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia, y nos eligió y nos pidió seguirlo; al decirlo recuperamos la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los nuestros, el momento en que nos hizo sentir que nos amaba, que me amaba, y no solo de manera personal sino también como comunidad (cf. Homilía en la Vigilia Pascual, 19 abril 2014).
Poder decir dame de beber es volver sobre nuestros pasos y, en fidelidad creativa, escuchar cómo el Espíritu no engendró una obra puntual, un plan de pastoral o una estructura a organizar sino que, por medio de tantos “santos de la puerta de al lado” ?entre los cuales encontramos padres y madres fundadores de institutos seculares, obispos y párrocos que supieron poner fundamento a sus comunidades?, regaló vida y oxígeno a un contexto histórico determinado que parecía asfixiar y aplastar toda esperanza y dignidad.
“Dame de beber” significa animarse a dejarse purificar y rescatar la parte más auténtica de nuestros carismas fundantes ?que no solo se reducen a la vida religiosa sino a la Iglesia toda? y ver de qué forma se pueden expresar hoy. Se trata no solo de mirar con agradecimiento el pasado sino de ir en búsqueda de las raíces de su inspiración y dejar que resuenen nuevamente con fuerza entre nosotros (cf. PAPA FRANCISCO - FERNANDO PRADO, La fuerza de la vocación, 42).
“Dame de beber” significa reconocer que necesitamos que el Espíritu nos transforme en hombres y mujeres memoriosos de encuentro y un paso, del paso salvífico de Dios. Y con confianza, así como lo hizo ayer, lo seguirá haciendo mañana: «ir a las raíces nos ayuda sin lugar a dudas a vivir el presente, y a vivirlo sin miedo. Tenemos necesidad de vivir sin miedo respondiendo a la vida con la pasión de estar empeñados con la historia, inmersos en las cosas. Con pasión de enamorados» (cf. ibíd., 44).
La esperanza cansada será sanada y gozará de esa «particular fatiga del corazón» cuando no tema volver al lugar del primer amor y logre encontrar, en las periferias y desafíos que hoy se nos presentan, el mismo canto, la misma mirada que suscitó el canto y la mirada de nuestros mayores. Así evitaremos el riesgo de partir desde nosotros mismos y abandonaremos la cansadora auto-compasión para encontrar los ojos con los que Cristo hoy nos sigue buscando, nos sigue mirando, nos sigue llamando, invitando a la misión como lo hizo en aquel primer encuentro, el encuentro del primer amor.
No me parece un acontecimiento menor que esta catedral vuelva a abrir sus puertas después de mucho tiempo de renovación. Experimentó el paso de los años, como fiel testigo de la historia de este pueblo y con la ayuda y el trabajo de muchos quiso volver a regalar su belleza. Más que una formal reconstrucción, que siempre intenta volver a un original pasado, buscó rescatar la belleza de los años abriéndose a hospedar toda la novedad que el presente le podía regalar. Una catedral española, india y afroamericana se vuelve así catedral panameña, de los de ayer, pero también de los de hoy que han hecho posible este hecho. Ya no pertenece solo al pasado, sino que es belleza del presente.
Y hoy nuevamente es regazo que impulsa a renovar y alimentar la esperanza, a descubrir cómo la belleza del ayer se vuelve base para construir la belleza del mañana.
Y así actúa el Señor, nada de cansancio de la esperanza, sí la peculiar fatiga del corazón del que lleva adelante todos los días lo que le fue encomendado: la mirada del primer amor.
Hermanos, no nos dejemos robar la esperanza que hemos heredado de nuestros padres, la belleza que hemos heredado de nuestros padre, que ella sea la raíz viva y fecunda que nos ayude a seguir haciendo bella y profética la historia de salvación en estas tierras.