«El ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios»
- 17 Noviembre 2014
- 17 Noviembre 2014
- 17 Noviembre 2014
El Papa, en primera línea contra los abusos en España
El Papa llama a una víctima y le asegura que “ya hay gente trabajando para que todo se pueda resolver”
Francisco fuerza una investigación sobre abusos sexuales en una diócesis española
“Quiero pedirte perdón en nombre de toda la Iglesia. Estas heridas hacen que la Iglesia se resienta al completo”
Bergoglio invita a Daniel (nombre ficticio) a participar en la comisión vaticana de víctimas de abusos y fuerza a la diócesis a colaborar con la Justicia en la investigación contra varios sacerdotes pederastas
(Jesús Bastante).- "Me siento personalmente obligado a asumir todo el mal que una cantidad importante de sacerdotes hicieron". El pasado 11 de abril, el Papa Franciscopedía perdón, en nombre de toda la Iglesia, por los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes, y se comprometía a "no dar ningún paso atrás respecto a la postura que tomaremos para corregir este problema y las sanciones que impondremos". Más allá de las palabras, los hechos.
El siguiente relato es una muestra de que laactitud de "tolerancia cero" ante la pederastia se ha implantado, para quedarse, en la Santa Sede. Y que, si es preciso, es el propio Papa quien toma la iniciativa y obliga a los obispos a tomar medidas, eclesiásticas y penales. Es Bergoglio quien se acerca, hasta lo más íntimo, a las víctimas, para apoyarlas sin reservas y ayudarlas a que estos atroces delitos se denuncien y castiguen, en la Iglesia y también por los tribunales ordinarios.
Así ha sucedido en un caso que afecta a una diócesis española, según esta investigación, confirmada por fuentes eclesiásticas españolas y vaticanas. Esta es la historia de Daniel, tal y como hemos podido reconstruir a partir de conversaciones con diversas fuentes, algunas de ellas especialmente cercanas a la víctima, durante las últimas semanas. Un relato que nos muestra el apoyo y el cariño del Papa a una de las víctimas de estos lobos disfrazados de pastores, que no dudan en destrozar la vida de los más débiles. :
Domingo, 10 de agosto. 17,23 horas. Daniel (nombre ficticio) conduce despacio por las calles de la ciudad que le vio crecer. A sus veinti pocos años, está pasando un auténtico calvario. Víctima de brutales abusos sexuales por parte de varios sacerdotes en su adolescencia, tras varios años de silencio, se decidió a denunciar.
El semáforo se pone en rojo y suena su teléfono móvil. En la pantalla sólo aparece "número desconocido". "¿Quién es?", contesta Daniel. "¿Hablo con el señor Daniel?" responde, al otro lado del teléfono, una voz extrañamente conocida. "Sí, soy yo. ¿Quién llama?" "Buenas tardes hijo, soy el padre Jorge." "Perdón -responde Daniel- se ha debido de equivocar. No conozco a ningún padre Jorge". Y escucha asombrado: "Bueno, el Papa Francisco".
Durante varios segundos Daniel no acierta a articular sonido alguno. Al otro lado, su interlocutor cree que ha colgado. "¿Sigue ahí?". Su tono de voz es inconfundible. ¡Es el Papa!
"Hijo, serénate. He leído tu carta varias veces. No he podido más que emocionarme y sentir un dolor inmenso al leer tu relato. Quiero pedirte perdón en nombre de toda la Iglesia de Cristo. Perdona este gravísimo pecado y gravísimo delito que has sufrido. Perdona, hijo mío, tanto dolor ocasionado y tanto como habrás sufrido. Estas heridas hacen que la Iglesia se resienta al completo". Las lágrimas recorren el rostro de Daniel, que no puede parar de llorar, ni decir una sola palabra.
Hacía apenas unos días, después de años de haber intentado enterrar todo aquel horror en el vacío del olvido, e impulsado por el posible daño -similar al que él tuvo que vivir- que podrían estar sufriendo otros chicos y chicas, Daniel vació su alma en cinco largos, abrumadores e incontestables folios, que envió, casi sin pensar, a la atención de Sua Santità Francesco. ¿Destino? Secretaria de Estado, Palazzo Apostólico Vaticano, 00120 Città del Vaticano. Ahora, el mismísimo Papa de Roma alzaba el teléfono y le llamaba. La conversación duró apenas unos minutos, pero hizo desaparecer de un plumazo la sensación de angustia con la que había vivido tantos años.
"Cuentas con todo mi apoyo hijo mío y el apoyo de toda la Iglesia. Yo tengo próximo el viaje a Corea, pero ya hay gente trabajando para que todo esto se pueda resolver. Doy gracias a Dios porque conserves la Fe y continúes en la Iglesia. Reza por mí, hijo mío, igual que yo lo haré, sin duda, por ti, tu familia y el resto de víctimas de este grave delito cometido por sacerdotes. Te mando mi bendición y el apoyo de la Iglesia al completo. Un fuerte abrazo hijo".
Francisco prometió "tolerancia cero" ante los pederastas y sus cómplices. Días después de la llamada, el obispo de la diócesis donde se produjeron los abusos recibió una llamada de la Santa Sede en la que se le impelía a tomar cartas en el asunto y colaborar, eclesial y penalmente, para que los presuntos pederastas -la investigación de la Policía judicial, que en estos momentos concluye sus trabajos- sientan el peso de la Justicia, así como asegurar la protección de todas las posibles víctimas. Porque Daniel no fue el único objetivo de los lobos.
En los últimos días, Daniel ha recibido otra noticia desde Roma: Francisco quiere invitarle a participar en la comisión de víctimas de abusos por parte de sacerdotes, presidida por el cardenal O'Malley y que volverá a reunirse a primeros de diciembre. Dicha comisión ayudará al Papa a continuar trabajando para que la "tolerancia cero" frente a la pederastia sea una auténtica realidad.
Y es que las cosas están cambiando a marchas forzadas. La "primavera de la Iglesia" también está siendo realidad en el modo de afrontar a los pederastas y sus encubridores. La petición de perdón del Papa, "en nombre de toda la Iglesia de Cristo" por "este gravísimo pecado y gravísimo delito que has sufrido", es un aldabonazo a las conciencias de los católicos, y un espaldarazo a los que, durante años, han sostenido que la Iglesia, para poder ser fiel al mensaje de Cristo, debe colocarse siempre al lado de los que más sufren. Le pese a quien le pese.
El mismísimo cardenal O'Malley, presidente de la comisión de abusos, reiteraba este mismo fin de semana que la Santa Sede "aplicará la tolerancia cero contra los sacerdotes pedófilos y quienes los encubren". Las autoridades vaticanas, recalcó el capuchino, "están pensando en la idea de establecer protocolos, para saber cómo responder cuando un obispo no asegura la protección de los niños de su diócesis".
La actitud, y la toma de decisiones del Papa y sus colaboradores, también han calado en elepiscopado de nuestro país. Daniel ya no está solo. Quien sí podría ser señalado es elobispo de la diócesis donde se produjeron los abusos, quien tras la reprimenda papal, formalizó la denuncia ante el Juzgado, y apartó a alguno de los implicados de sus parroquias, suspendiéndoles a divinis, pero colocando en sus puestos a otros sacerdotes investigados por los mismos delitos. Semanas después, la diócesis en cuestión, afirman fuentes vaticanas, "no está colaborando con lo que se ha pedido".
La Asamblea Plenaria del Episcopado, que arranca este lunes, hablará de este asunto en sesión reservada. La apuesta por la total transparencia del Papa Francisco cuenta con el respaldo del cardenal Antonio Cañizares y del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, quienes están informados del desarrollo de los acontecimientos prácticamente al minuto.
Ambos prelados abordarán este escándalo en sesión reservada, dando nombres y apellidos de los responsables de estos abusos -algo que, para no entorpecer el buen fin de la investigación judicial, no puede hacer esta información-, y exigiendo al prelado responsable de la diócesis -que lo seguía siendo a la hora de elaborar este texto- que tome medidas ejemplarizantes y sin componendas, para evitar que los abusos sigan produciéndose.
Y es que, por fortuna, las cosas están cambiando también en el seno de la jerarquía eclesiástica. Con el Papa a la cabeza, las víctimas están recuperando su dignidad y su carácter en el interior de la Iglesia. El caso que nos ocupa puede marcar un antes y un después acerca de la actitud de la Iglesia española frente al escándalo de los abusos sexuales. Una actitud decidida de acogida a las víctimas y de persecución de los culpables, sean sacerdotes, laicos o religiosos.
Como afirmaba en su biografía el vicepresidente del Episcopado -primer obispo español en denunciar ante las autoridades españolas un caso de abusos-, Carlos Osoro, "la pederastia es un pecado, y también es un delito. Lo ha dicho el Papa y yo creo que es así. No se puede permitir que una persona anule la dignidad de otros", afirma el arzobispo de Madrid, quien sostiene que lo principal es "acompañar a la persona que ha sido víctima y a su familia. La víctima es quien más marcado está, y hay que estar con ella en todas las circunstancias. Y no es fácil, porque muchas veces esta persona se siente dolida y no quiere saber nada con la institución, porque relaciona -y es lógico- a la persona que le hizo tanto daño con la institución a la que pertenecía".
No es éste el caso de Daniel, que conserva su fe como un tesoro que le ha permitido sobrevivir a esta tragedia. Y con el Papa Francisco como principal aliado en una lucha que, ahora, cada vez está más cerca de vencer, y que sólo concluirá con la condena, penal y también eclesial, de todos y cada uno de los lobos implicados.
Evangelio según San Lucas 18,35-43.
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!".
Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez".
Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), monje trapense español
Carta a su tía, 16/11/1935 (Obras completas - Editorial Monte Carmelo, p. 423-424, 426 - §355 y 358).
«El ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios»
Tengo un tesoro tan grande, querida hermana… Quisiera dar gritos de alegría y decirle a toda la creación…, alabad al Señor…, amad al Señor…, es tan bueno, es tan grande…, es Dios. […] El mundo no ve; es ciego y Dios necesita amor, mucho amor. Yo no puedo darle todo, soy pequeño, me vuelvo loco. Quisiera que el mundo le amase, pero el mundo es su enemigo. Señor, qué suplicio tan grande; yo lo veo y no lo puedo remediar… Yo soy muy pequeño, insignificante, el amor que te tengo me abruma. Quisiera que mis hermanos, mis amigos, todos, te amasen mucho, […]. Qué pena da el ver a los hombres que, al ver pasar a la comitiva de Jesús y sus discípulos, permanecen insensibles… Qué alegría tendrían los apóstoles y los amigos de Jesús, cada vez que un alma veía claramente, se desprendía de todo y se unía a ellos y seguía al Nazareno, que lo único que pedía era un poco de amor. ¿Vamos nosotros a seguirle, querida hermana?... Él ve nuestra intención y nos mira, se sonríe y nos ayuda… Nada hay que temer. Iremos para ser los últimos de la comitiva que pasa por tierras de Judea, calladitos, pero alimentados con un amor enorme, inmenso a Jesús… Él no necesita ni palabras, ni ponernos a su alcance para que nos vea, ni grandes obras ni nada que llame la atención… Ser los últimos amigos de Jesús, pero los que más le quieren.
17 de noviembre 2014 Lunes XXXIII Ap 1, 1-4; 2, 1-5a
Hasta el final del año litúrgico iremos leyendo, los días de cada día, fragmentos del libro del Apocalipsis. Justo antes de empezar a describir siete comunidades cristianas que en el fondo es la descripción de las diferentes formas en que, aún ahora, se vive la fe: dice lo siguiente: «Dichosos los lectores de esta profecía y quienes la sienten leer, si hacen caso de todo lo que está escrito ». Como debería entenderse la palabra "felices"? Señor, dame la alegría de conocer tus designios.
SANTA ISABEL DE HUNGRÍA
Su vida ha sido entretejida de leyendas, fruto de la veneración, de la admiración y de la fantasía, que plasman facetas importantes de su personalidad. Pero nos interesa más la historia que se esconde detrás de las leyendas. Queremos conocer su personalidad, su genio, su santidad única y provocativa. Las leyendas que envuelven su persona son los colores vivos de su imagen, son la metáfora de los hechos; no las podemos tampoco desechar.
¿Quién fue Isabel? Una princesa de Hungría que nació en 1207, hija del rey Andrés II y de Gertrudis de Andechs-Merano. Según la tradición húngara, nació en el castillo de Sárospatak, uno de los preferidos por la familia real, al norte de Hungría. Como fecha, la tradición suele indicar el 7 de julio. Podemos retener como seguro sólo el año. Siguiendo los usos vigentes entre la nobleza medieval, Isabel fue prometida como esposa a un príncipe alemán de Turingia. A la edad de cuatro años (1211), fue confiada a la delegación germana que fue a recogerla en Presburgo, entonces la plaza fuerte más occidental del reino de Hungría. Fue educada en la corte de Turingia, junto a los otros hijos de la familia condal y junto al que sería su esposo, como era costumbre entonces. Se casó a los catorce años con Luis IV, landgrave o gran conde de Turingia. Tuvo tres hijos. Enviudó a los veinte años. Murió a los 24, en 1231. Fue canonizada por Gregorio IX en 1235. Un récord de vida densa y crucificada, para escalar la santidad más elevada y ser propuesta como ejemplo imperecedero de abnegación y entrega.
Hay un malentendido arraigado entre el pueblo cristiano, debido a las leyendas y biografías populares poco rigurosas, que sostienen que Isabel fue reina de Hungría. Pues bien, jamás fue reina ni de Hungría ni de Turingia, sino princesa de Hungría y gran condesa o landgrave de Turingia, en Alemania. Tradicionalmente se representa a Isabel con una corona que usaba no como reina, sino como princesa o gran condesa. Las compañeras y doncellas de Isabel nos cuentan que su peregrinación hacia Dios empezó en la tierna infancia: sus juegos, sus ilusiones, sus oraciones apuntan desde sus primeros años hacia un más allá. En 1221, a los 14 años, se casó con el landgrave Luis IV de Turingia. Luis e Isabel habían crecido juntos y se trataban como hermanos. La boda tuvo lugar en la iglesia de San Jorge de Eisenach. Hasta 1227, Isabel fue ejemplar esposa, madre y landgrave o gran condesa de Turingia, una de las mujeres de más alta alcurnia del imperio. Las relaciones matrimoniales entre ellos no fueron según el estilo común de la época, de ordinario marcadas por razones políticas o de conveniencia, sino de afecto auténtico, conyugal y fraterno. De casada, Isabel dedicaba mucho tiempo a la oración en las altas horas de la noche, en la misma cámara matrimonial. Sabía que se debía a Luis totalmente, pero había oído ya la invitación del "otro esposo": "Sígueme". De este amor con dos vertientes manaba, sin embargo, un profundo gozo y plena satisfacción, no el conflicto de una escisión interior. Dios era el valor supremo e incondicional que alentaba todos los otros amores al esposo, a los hijos, a los pobres. El milagro de las rosas que ha tejido la leyenda, no expresa bien estas relaciones matrimoniales. Cuando Isabel se vio sorprendida por su esposo con la falda cargada de panes, no tenía motivo alguno para esconder sus propósitos misericordiosos al marido. No tenía razón de ser que aquellos panes se convirtieran en rosas. Dios no hace milagros inútiles. Isabel tuvo tres hijos: Germán, el heredero del trono, Sofía y Gertrudis; ésta última nació cuando ya había muerto su esposo (1227), víctima de la peste, como cruzado camino de Tierra Santa. Ella contaba solamente 20 años.
Con la muerte de Luis, murió también la gran condesa y se acentuó la hermana penitente. Se discute entre los biógrafos si fue echada del castillo de Wartburgo o se marchó. La respuesta a su soledad y al abandono fue el canto de agradecimiento que pidió entonar en la capilla de los Franciscanos, el Te Deum. Isabel de Hungría es la figura femenina que más genuinamente encarna el espíritu penitencial de Francisco. Había ya numerosos penitentes franciscanos; muchos hombres y mujeres del pueblo seguían la vida penitencial marcada por san Francisco y predicada por sus frailes. Los hermanos menores llegaron a Eisenach, la capital de Turingia, a finales de 1224 o principios de 1225. En el castillo de Wartburgo residía la corte del gran ducado, presidida por Luis e Isabel. La predicación de los frailes menores entre el pueblo, predicación que habían aprendido de Francisco de Asís, consistía en exhortar a la vida de penitencia, es decir, a abandonar la vida mundana, a practicar la oración y la mortificación, y a ejercitarse en las obras de misericordia. Este estilo de vida lo describe Francisco en la Carta a todos los fieles penitentes. Un tal fray Rodrigo introdujo en la vida de penitencia a Isabel, ya predispuesta para los valores del espíritu. Los testimonios de su franciscanismo, que aparecen en las fuentes isabelinas, son innegables:
-- Consta que Isabel cedió a los frailes franciscanos una capilla en Eisenach.
-- También, que hilaba lana para el sayal de los frailes menores.
-- Cuando fue expulsada de su castillo, sola y abandonada, acudió a los Franciscanos para que cantaran un Te Deum en acción de gracias a Dios.
-- El Viernes Santo día 24 de marzo de 1228, puestas las manos sobre el altar desnudo, hizo profesión pública en la capilla franciscana. Asumió el hábito gris de penitente como signo externo.
-- Las cuatro doncellas, interrogadas en el proceso de canonización, también tomaron este hábito gris. Esta "túnica vil", con la que Isabel quiso ser sepultada, significaba que la profesión religiosa le había conferido una nueva identidad.
-- El hospital que fundó en Marburgo (1229) lo puso bajo la protección de san Francisco, canonizado pocos meses antes.
-- El autor anónimo cisterciense de Zwettl (1236), afirma que "vistió el hábito gris de los Frailes Menores".El empeño demostrado por Isabel en vivir la pobreza, regalarlo todo y dedicarse a la mendicidad, ¿no eran las exigencias de Francisco a sus seguidores? Estos testimonios vienen corroborados por otras fuentes que ilustran la vida penitencial de Isabel, tales como las reglas y otros documentos franciscanos, el Memoriale propositi o regla antigua de los penitentes, las semejanzas o conformidades entre Isabel y Francisco. En las fuentes biográficas encontramos dos profesiones de Isabel y dos maneras de hacer la profesión que estaban en uso entonces. Con la primera entró en la Orden de la Penitencia, todavía en vida de su esposo. Con sus manos en las manos del visitador, Conrado de Marburgo, prometió obediencia y continencia. Conrado era un predicador de la cruzada, pobre y austero, probablemente sacerdote secular. Isabel, con el consentimiento de Luis, lo eligió personalmente porque era pobre. Los visitadores no tenían que ser necesariamente franciscanos. San Francisco, en la Regla no bulada (1221), ordena que "ninguna mujer en absoluto sea recibida a la obediencia por algún hermano, sino que, una vez aconsejada espiritualmente, haga penitencia donde quiera" (1 R 12). Con Isabel profesaron además tres de sus doncellas o compañeras, que formaron una pequeña fraternidad de oración y vida ascética bajo la guía de su superior-visitador Conrado. Después de la muerte de Luis su esposo, las doncellas acompañaron a Isabel en su exilio del castillo hacia el reino de los pobres. Fueron su aliento en las horas amargas de soledad y abandono. Junto con ella emitieron una segunda profesión pública el Viernes Santo de 1228, viniendo a formar así una fraternidad religiosa. Sus doncellas recibieron como ella el hábito gris y se empeñaron en el mismo propósito de testimoniar la misericordia de Dios; comían y trabajaban juntas, salían juntas a visitar las casas de los pobres o a buscar alimentos para repartirlos a los necesitados. Al regresar, se ponían a orar. Se trataba de una verdadera vida religiosa para mujeres profesas, sin clausura estricta y dedicadas a una labor social: servicio a los pobres, marginados, enfermos, peregrinos... Era una forma de vida consagrada en el mundo. Pero la aprobación canónica de semejante estilo de vida comunitaria femenina, sin clausura estricta, tuvo que esperar siglos para ser reconocido por la Iglesia. La vida en el monasterio era entonces la única forma canónica admitida por la Iglesia para las comunidades religiosas de mujeres. Isabel, sin duda, supo coordinar ambas dimensiones de vida, la de la intimidad con Dios y la del servicio activo a los pobres: "Mariam induit, Martham non exuit", vistió el hábito de María, pero no se despojó del de Marta. Hoy las congregaciones femeninas de la TOR son unas 400, con más de cien mil religiosas profesas, que siguen las huellas de Isabel en la vida activa y contemplativa, y pueden llamarse sus herederas. La breve vida de Isabel está saturada de servicio amoroso, de gozo y de sufrimiento. Su prodigalidad y trato con los indigentes provocaba escándalo en la corte de Wartburgo; no encajaba en su medio.
Muchos vasallos la tenían como una loca. Aquí encontró una de sus grandes cruces: vivió crucificada en la sociedad a la que pertenecía y entre aquellos que desconocían la misericordia.
En el ejercicio pleno de su autoridad, cuando era todavía la gran condesa y en ausencia de su marido, tuvo que afrontar la emergencia de una carestía general que hundió al país en el hambre. No dudó en vaciar los graneros del condado para socorrer a los menesterosos. Isabel servía personalmente a los débiles, los pobres y los enfermos. Cuidó leprosos, la escoria de la sociedad, como Francisco. Día tras día, hora tras hora, pobre con los pobres, vivió y ejerció la misericordia de Dios en el río de dolor y de miseria que la envolvía. En los desventurados Isabel veía la persona de Cristo (Mt 25,40). Esto le dio fuerza para vencer su repugnancia natural, tanto que llegó a besar las heridas purulentas de los leprosos. Pero Isabel no sólo usó del corazón, sino también de la inteligencia en su obra asistencial. Sabía que la caridad institucionalizada es más efectiva y duradera. En vida de su marido, contribuyó en la erección de hospitales en Eisenach y Gotha. Luego construyó el de Marburgo, la obra predilecta de su viudedad. Para atenderlo fundó una fraternidad religiosa con sus amigas y doncellas. Trabajaba con sus propias manos en la cocina preparando la comida, en el servicio de los indigentes hospitalizados; fregaba los platos y alejaba las sirvientas cuando éstas se lo querían impedir. Aprendió a hilar lana y a coser vestidos para los pobres y para ganarse el sustento. La santidad aparece en la historia de la Iglesia como una locura, la locura de la cruz. Y la de Isabel es una espléndida locura. En su vida brilla con singular esplendor la virtud de la caridad. Su persona es un canto al amor, compuesto de servicio y abnegación, volcado a sembrar el bien. Se propuso vivir el Evangelio sencillamente, sin glosa diría Francisco, en todos los aspectos, espiritual y material. No dejó nada escrito, pero numerosos pasajes de su vida sólo pueden entenderse desde una comprensión literal del Evangelio. Hizo realidad el programa de vida propuesto por Jesús en el Evangelio:
-- El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda por amor a mí o al Evangelio, la recobrará (Lc 17,33; Mc 8,35).
-- Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mc 8,34-35).
-- Si quieres ser perfecto ve, vende lo que tienes, dáselo a los pobres y sígueme (Mt 19,21).
-- El que ama a su padre, madre e hijos más que a mí, no puede ser digno de mí (Mt 10,37).
La ardiente fuerza interior de Isabel brotaba de su relación con Dios. Su oración era intensa, continua, a veces, hasta el éxtasis. La conciencia constante de la presencia del Señor era la fuente de su fortaleza y alegría, y de su compromiso con los pobres. Pero también el encuentro de Cristo en los pobres estimulaba su fe y su oración. Su peregrinación hacia Dios está jalonada por gestos decididos de desprendimiento interior hasta llegar al despojo total, como Cristo en la cruz. Al final de su vida no le quedó para sí nada más que la túnica gris y pobre de penitencia, que quiso conservar como símbolo y mortaja. Isabel irradiaba gozo y serenidad. El fondo de su alma era el reino de la paz. Vivió realmente la perfecta alegría enseñada por Francisco, en la tribulación, en la soledad y en el dolor. "Debemos hacer felices a las personas", les decía a sus doncellas, sus hermanas. Isabel pasó por esta vida como un meteoro luminoso y esperanzador. Hizo resplandecer la luz en el corazón de muchas almas. Llevó el gozo a los corazones afligidos. Nadie podrá contar las lágrimas que secó, las heridas que vendó, el amor que supo despertar.
Su santidad fue una novedad rica en matices y eminentes virtudes. Desde entonces ya no fueron solamente las mártires o las vírgenes las elevadas al honor de los altares, sino también las esposas, las madres y las viudas. Isabel recorrió el camino del amor cristiano como seglar, en su condición de esposa y de madre; pero, después de la segunda profesión, fue una mujer plenamente consagrada a Dios y al alivio de la miseria humana.La Tercera Orden de san Francisco, tanto la Regular como la Secular, se propone reavivar la memoria de su santa Patrona en el octavo centenario de su nacimiento y desea proponerla como luz y modelo de compromiso evangélico. La Familia Franciscana quiere honrar a la primera mujer que alcanzó la santidad en el seguimiento de Cristo según la "forma de vida" de Francisco.Si evocamos su nacimiento, su personalidad singular y su sensibilidad, es para que, a través del conocimiento y de la admiración, también nosotros nos convirtamos en instrumentos de paz, y aprendamos a verter un poco de bálsamo en las heridas de los marginados de nuestro tiempo, a humanizar nuestro entorno, a secar algunas lágrimas. Derramemos la bondad del corazón allá donde falta la misericordia del Padre. Que el compromiso que vivió Isabel estimule nuestro propio compromiso. Su ejemplo e intercesión iluminarán nuestro camino hacia el Padre, fuente de todo amor: el bien, todo bien, sumo bien; la quietud y el gozo.
Fuentes: 1. Conrado de Marburgo, Epístola, llamada también Summa Vitae, una síntesis biográfica, 1232. 2. Dicta quatuor ancillarum [Declaraciones de las cuatro doncellas].3. Cesáreo de Heisterbach, cisterciense, Vita sancte Elysabeth lantgravie, [Vida de Santa Isabel, gran condesa] 1236. 4. Anónimo de Zwettl, cisterciense, Vita Sanctae Elisabeth, Landgravie Thuringiae [Vida de santa Isabel, gran condesa de Turingia] 1236. 5. Crónica de Reinhardsbrun, monasterio benedictino. 6. Anónimo Franciscano, Vita beate Elisabeth, [Vida de santa Isabel] de finales del s. XIII.
7. Dietrich de Apolda, dominico, Vita S. Elisabeth, [Vida de Sta. Isabel] entre 1289 y 1291.
El ciego de Jericó
Lucas 18, 35-43. Tiempo Ordinario. Para rezar bien, es necesario acercarse a Dios, ponerse ante su presencia.
Oración introductoria
Jesús, hoy, en esta oración, te acercas al Jericó de mi alma. Aquí me tienes, como un mendigo ciego y pobre. ¡Jesús, ten compasión de mí! Señor, ¡haz que vea el gran amor que me tienes! Dame el don de la fe. Gracias por respetar mi libertad de modo que pueda ofrecértela, todo lo que soy y lo que creo tener, te lo doy Señor.
Petición
Señor, aumenta mi fe para perseverar en la vida de oración y en mi fidelidad a Ti.
Meditación del Papa Francisco
Él lo ha prometido: eh aquí la piedra angular sobre la que se apoya la certeza de una oración. Con esta seguridad nosotros decimos al Señor nuestras necesidades, pero seguros de que Él pueda hacerlo. Rezar es sentir que Jesús nos dirige la pregunta del ciego: ¿tú crees que puedo hacer esto? Él puede hacerlo. Cuando lo hará, como lo hará no lo sabemos. Esta es la seguridad de la oración. La necesidad de decir la verdad al Señor. 'Soy ciego, Señor. Tengo esta necesidad. Tengo esta enfermedad. Tengo este pecado. Tengo este dolor...', pero siempre la verdad, como es la cosa. Y Él siente la necesidad, pero siente que nosotros pedimos su intervención con seguridad. Pensamos si nuestra oración es de necesidad y es segura: de necesidad porque nos decimos la verdad a nosotros mismos, y segura, porque creemos que el Señor puede hacer aquello que le pedimos. (Cf. S.S. Francisco, 6 de diciembre de 2013, homilía en Santa Marta).
Reflexión
Era ciego pero tenía las ideas muy claras. Había oído hablar de Jesús de Nazaret, el descendiente del rey David, que hacía milagros en toda Galilea. Y él quería ver. Por eso, cuando le informaron que Jesús iba a pasar por allí, el corazón le dio un vuelco y comenzó a gritar con todas sus fuerzas. ¡Era la oportunidad de su vida! Cuando consiguió estar frente a frente con el Mesías no fue con rodeos; le pidió lo que necesitaba: "¡Señor, que vea!".
Muchos entendidos dicen que este es el modelo perfecto de oración. Primero, buscó el encuentro con Jesús; luego, presentó la petición con toda claridad. Y como tenía mucha fe...
Para rezar bien, es necesario acercarse a Dios, ponerse ante su presencia. Para eso puede ayudar ir a una iglesia y arrodillarse ante el sagrario. ¡Allí está Jesús! Luego, con humildad, suplicando su misericordia como hizo el ciego, le hablamos y le decimos exactamente lo que nos pasa. Sin discursos, sin palabrería. Hay que ir al grano: "Mira, Señor, lo que me pasa es esto...".
Dios ya lo sabe, pero quiere que se lo digamos. Nos pregunta: "¿Qué quieres que te haga?". Entonces, nos escucha y nos lo concede, según nuestra fe.
Pero no acaba aquí el relato. Luego fue a comunicar esa experiencia a todo el pueblo. Había nacido un apóstol. Y consiguió que aquella gente, al verlo, alabara a Dios.
Propósito
Seguir a Cristo llevando consuelo y aliento a un enfermo poco visitado.
Diálogo con Cristo
Señor, dame la fe para saber que Tú siempre estás conmigo. Necesito la habilidad de ver todo desde tu punto de vista. Permíteme adorarte y glorificarte por tu constante compañía y por nunca dejarme solo en mis problemas y tristezas. Aumenta mi fe para ser capaz de experimentar tu amor en las dificultades y pruebas.
Tensiones
En esos momentos, hace falta una mirada atenta y serena para ver qué se puede hacer para afrontar cada crisis.
¿Por qué surgen las tensiones? Porque dentro de uno hay tendencias que no pueden armonizarse entre sí. Porque fuera hay peticiones e intereses que nos dividen, nos inquietan, nos agobian.
Evitar las tensiones es un deseo difícil de alcanzar, pues la vida está llena de encrucijadas: no podemos ir la misma tarde y a la misma hora a una conferencia o a una fiesta de cumpleaños.
Pero eliminar algunas tensiones es posible si acallamos deseos equivocados, si centramos el corazón en lo esencial, y si ignoramos presiones que nos ahogan al pedirnos esfuerzos agotadores.
Eliminadas esas tensiones que podemos dejar a un lado, ¿qué hacer con otras que mantienen su aguijón en nuestras almas? Porque no se puede pedir a un padre o a una madre que olviden las tensiones que provocan los comportamientos de ese hijo que vive en plena adolescencia, o los problemas creados en la oficina por culpa de un compañero que critica continuamente a los demás...
En esos momentos, hace falta una mirada atenta y serena para ver qué se puede hacer, cómo afrontar el problema, cuáles serían aquellos medios concretos que uno puede escoger para afrontar cada situación de crisis.
A pesar de tantos esfuerzos, las tensiones pueden durar mucho tiempo. El hijo que una y otra vez llega borracho a casa genera una pena profunda en sus padres, como es dolorosa la tensión que surge en un matrimonio cuando uno de los dos sucumbe a las adicciones electrónicas.
Ante ese tipo tensiones, siempre podemos mirar al cielo y buscar la paz y la ayuda que vienen de Dios, y que permiten encarar la situación con una energía insospechada: la que nace de la esperanza y del amor sincero.
Entonces, ¿es posible vivir entre tensiones y con una dosis sanadora de energía? Sí, cuando aprendemos esa gran lección del Evangelio: no preocuparnos por el mañana, sino mirar a los lirios del campo y a las aves del cielo para dejar que cada día tenga su afán. A nosotros sólo se nos pide una cosa: a pesar de tantos problemas, dedicarnos a buscar con alegría el Reino de Dios y su justicia... (cf. Mt 6,25-34).
La matanza de la UCA
Escobar: "No hay fecha certera para la beatificación de Romero"
La Iglesia salvadoreña exige "justicia" en el asesinato de los jesuitas
"Nuestro deseo es que sea cuanto antes"
Redacción, 16 de noviembre de 2014 a las 19:39
"Nosotros quisieramos que la beatificación fuera el próximo año, y eso es lo que le he dicho a mis hermanos en la reunión del clero el 4 de noviembre y quizá alguno se emocionó y pensó que esto podría ser el próximo año
La iglesia católica salvadoreña se pronunció este domingo a favor de que haya justicia en el caso del asesinato de seis sacerdotes jesuitas y dos colaboradoras ocurrido hace exactamente 25 años y que sigue impune.
"Nosotros, como iglesia, siempre estamos a favor de la justicia en el caso de nuestros hermanos jesuitas, ojalá el derecho de la nación lo permita, que tengamos un estado de derecho tan capaz de hacer justicia y de conocer la verdad", señaló en una rueda de prensa el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar.
El prelado católico salvadoreño recordó que la comunidad jesuita en el país ha intentado desde hace años, sin éxito, que el caso del asesinato "espantoso" de sus miembros sea reabierto.
"Estamos completamente solidarios con los padres jesuitas, nosotros estamos a favor de la justicia en todos los casos y por supuesto en el caso de los padres jesuitas pues somos parte ofendida, porque ellos son parte nuestra, son nuestros hermanos", remarcó Escobar.
Por otro lado Escobar aseguró que no hay una fecha certera de cuándo podría ser beatificado el arzobispo Óscar Arnulfo Romero, y que corresponde al papa Francisco anunciarlo.
"Esa es una fecha (para la beatificación) que su santidad el papa va a señalar y no sabemos cuándo, pero el entusiasmo nuestro,el deseo nuestro, es que sea cuanto antes", indicó Escobar en una rueda de prensa tras oficiar la misa dominical en la catedral capitalina.
Recientemente, el sacerdote jesuita Jon Sobrino, un prominente defensor de la Teología de la Liberación, aseguró que Romero iba a ser beatificado en 2015, pues según él era algo que el papa Francisco había comunicado a Escobar durante su estancia en Roma en octubre pasado.
No obstante, este domingo el arzobispo de San Salvador señaló que hubo "un malentendido", pues nunca habló con el papa sobre fechas para una beatificación de monseñor Romero, dado que ese proceso aún no concluyó.
Escobar aseguró que Sobrino le llamó telefónicamente para disculparse y que reconoció que, en efecto, no había fecha precisa para una beatificación de Romero.
"Nosotros quisieéramos que la beatificación fuera el próximo año y de alguna manera ya estamos pensando si fuera el próximo año, y eso es lo que le he dicho a mis hermanos en la reunión del clero el pasado 4 de noviembre y quizá alguno se emocionó y pensó que esto podría ser el próximo año", remarcó Escobar.
Considerado "la voz de los sin voz" por denunciar injusticias y la represión militar vigente en El Salvador, Romero fue asesinado por un francotirador contratado por la ultraderecha, que le disparó al corazón cuando oficiaba misa en una capilla del hospital oncológico la Divina Providencia el 24 de marzo de 1980, marcando el inicio de la sangrienta guerra civil que se prolongó hasta 1992.
La causa de beatificación de Romero fue abierta en 1993 y, tras varios años de estancamiento en el Vaticano, fue desbloqueada por el papa Francisco en abril de 2013 y ahora se encuentra en manos de la Congregación para la causa de los Santos. (RD/Agencias)