Entonces ayunarán
- 08 Marzo 2019
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Juan de Dios, Santo
Memoria Litúrgica, 8 de marzo
Religioso
Martirologio Romano: San Juan de Dios, religioso, nacido en Portugal, que, después de una vida llena de peligros en la milicia humana, prestó ayuda con constante caridad a los necesitados y enfermos en un hospital fundado por él, y se asoció a compañeros con los que constituyó después la Orden Hospitalaria San Juan de Dios. En este día, en la ciudad de Granada, en España, pasó al eterno descanso. († 1550)
Fecha de canonización: 16 de octubre de 1690 durante el pontificado de Alejandro VIII
Breve Biografía
"En el año de 1538, reinando en españa el Emperador Carlos V, y siendo Arzobispo de la Ciudad de Granada don Gaspar de Avalos... que alcanzó felicidad en sus tiempos, de florecer en su obispado hombres señalados en santidad y virtud; entre los cuales fue unop, pobre, bajo y desechado en los ojos de los hombres, pero muy conocido y estimado en los de Dios, pues mereció llamarse en apellido Juan de Dios”.
Se trata de Juan Ciudad Duarte, un hombre nacido año 1495 en el pueblo portugués de Montemor o Novo, del obispado de Évora, Portugal y que muere en Granada, España, el año 1550 a la edad de 55 años, siendo considerado uno de los tesoros de la ciudad. Para todos es conocido como "el santo". El apellido de Dios le vino impuesto por un Obispo conocedor de su obra a favor de los pobres y enfermos. No cabe mayor honor que apellidarse de Dios y nada refleja mejor el modo de hacer de este hombre.
Aparece a la edad de ocho años en el pueblo toledano de Oropesa. En las biografías de Juan de Dios, hay las grandes lagunas y muchos interrogantes, algunos todavía no resueltos, en relación a su ascendencia, pueblo, familia, vida, hasta bien entrado en años... La tradición habla que vino con un clérigo que pasó por su casa y es acogido en la de Francisco Cid Mayoral donde vivió mucho tiempo, casi la friolera de 29 años en dos ocasiones diferentes.
Siendo mancebo de veintidós años le dio voluntad de irse a la guerra" luchando en la compañía del Conde de Oropesa, al servicio del Emperador Carlos V que fue en socorro de la plaza de Fuenterrabía atacada por el Rey Francisco I de Francia. La experiencia no puede ser más desastrosa, está a punto de ser ahorcado y regresa de nuevo a Oropesa hasta que es solicitado para defender Viena, en un momento de amenaza por parte de los turcos.
Después de estas experiencias guerreras vuelve al oficio de pastor, leñador para ganarse el sustento, albañil en la construcción de las murallas de Ceuta y finalmente, inicia en Gibraltar el oficio de librero, que ejerce en Granada de forma estable en un puesto de la calle Elvira, hasta su conversión.
En Granada comienza la ve Juan de Dios, cuando más asentado y cuando al parecer, había terminado su “andadura” española y europea. Juan había caminado tanto en bucsa de una cita que por fin acontece el año 1539, fiesta de S. Sebastián en el Campo de los Mártires, a la vera de la Alhambra. Ese día un predicador de fama, S. Juan de Ávila es el encargado del sermón. No sabemos qué munición usó el "maestro Ávila", el caso es que el corazón de Juan de Dios quedó tocado, sus palabras "se le fijaron en las entrañas" y "fueron a él eficaces", dice su biógrafo Castro. Juan parece haberse vuelto loco y grita, se revuelca clamando "misericordia". Se produce un total despojo de sus pocos haberes, hasta de sus vestidos...
El pueblo se divide: unos dicen que era loco y otros que no era sino santo y que aquella obra era de Dios. Aquello era ni más ni menos que la cita con Dios.
No es un asunto fácil. Desde ahora comienza una nueva aventura totalmente inédita en la vida de Juan. Después de la experiencia espectacular de su conversión tiene que entrar en contacto con los pobres más marginados de siempre, los enfermos mentales. “Dos hombres honrados compadecidos tomaron de la mano a Juan y lo llevaron...
¿Dónde? Al manicomio. Un ala del Hospital Real de Granada estaba ocupada por los locos. Allí, siente en sus carnes el duro tratamiento que se da a estos enfermos en su propia carne y se rebela de ver sufrir a sus hermanos. De esta experiencia surge la conversión a los hombres, que ya serán para Juan, "hermanos". "Jesucristo me traiga a tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital, donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo".
El corazón herido, cogido por el amor desbordante de Dios no le dejará en paz hasta el último momento en que muere de rodillas. En el año 1539, de acuerdo con san Juan de Avila, es huésped en Guadalupe donde se prepara en las artes médicas, y en 1540 inicia su primera obra, un pequeño hospital en la calle de Lucena, "tanta gente acudía por la fama de Juan y por su mucha caridad que los amigos le compraron una casa para hospital en la cuesta Gomérez”.
La fama de Juan es grande en Granada: acoge a todos los pobres inválidos que encuentra, a los niños huérfanos y abandonados, visita y rehabilita a muchas mujeres prostitutas, y todo sin renta fija, salvo la limosna en la cuál es verdadero maestro, "¿quién se hace bien a si mismo dando a los pobres de Cristo?" -sería su lema cotidiano. El corazón encendido de Juan, contrasta con el fuego del Hospital Real en llamas el día 3 de julio de 1549. Allí acude como toda la ciudad, pero no para lamentarse, sino para remangarse y entrar y sacar los enfermos saliendo sano y salvo. Desde ese momento, Juan adquiere la categoría de santo y su fama llega a todos los que pudieran tener alguna duda de su pasado en la zona de los enfermos mentales. En el mes de enero de 1550, tratando de salvar a un joven que se estaba ahogando en el río Genil, enfermó gravemente.
En el lecho de muerte a Juan le queda la herencia que entrega al arzobispo y a su sucesor, Antón Martín: libro de las deudas y los enfermos asistidos. Así se continúa la obra de Juan de Dios hasta nuestros días.
Juan muere el día 8 de marzo de 1550. Su entierro es una auténtica manifestación de duelo y simpatía hacia su persona y su obra.
Dieta espiritual
Santo Evangelio según San Mateo 9, 14-15. Viernes después de Ceniza
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a estar contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 14-15
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Conozco a una muchacha que para el día de su boda tuvo que hacer dieta; por el estrés de la boda había engordado y ya no le quedaba su vestido. Tenía que adelgazar 5 kilos en una semana, por lo que inició una dieta muy estricta que consistía en no desayunar ni cenar, y sólo ingerir un almuerzo normal. Pero sufría mucho porque se ponía de mal humor cuando tenía hambre, y durante ese tiempo tuvo mucha.
Nosotros, cristianos, hacemos ayuno durante la Cuaresma. Todos necesitamos quemar las grasas que nos impiden colocarnos nuestra ropa para el matrimonio, esa grasa difícil de quemar que llamamos pecado.
Pero en el Evangelio de hoy nuestro Señor nos dice que el ayuno es para cuando el novio no esté, entonces ¿por qué ayunamos en Cuaresma? ¿Dios no está con nosotros? Cada uno de nosotros ayunamos para prepararnos para la gran boda con el Señor; quemamos todas las grasas que nos impiden colocarnos el vestido para celebrar nuestra unión con Él en la Semana Santa.
Por eso la Cuaresma hay que vivirla con la ilusión de eliminar las grasas malas de nuestra alma para prepararnos mejor para estar con Dios, y unirnos a Él, por medio del ayuno, para pronto celebrar la boda con el mejor vestido. La Cuaresma es una preparación para la Semana Santa, una preparación para nuestra boda con el Señor.
«Si tú quieres hacer penitencia hazla en paz. Pero tú no puedes por una parte hablar con Dios y por la otra hablar con el diablo, invitar al ayuno a los dos; esta es una incoherencia. No ayunéis más como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz.
Nosotros somos católicos, practicamos; yo pertenezco a esa asociación, nosotros ayunamos siempre, hacemos penitencia. Pero ¿ayunáis con coherencia o hacéis la penitencia incoherentemente como dice el Señor, con ruido, para que todos la vean y digan: “Pero qué persona justa, qué hombre justo, qué mujer justa?”. Esto, es un truco; es maquillar la virtud. Es maquillar el mandamiento. Una tentación de maquillar en vez de ir en serio sobre la virtud, sobre lo que el Señor nos pide. El Señor aconseja a los penitentes, a esos que ayunan de maquillarse, pero en serio: “Ayunad, pero maquillaos para que la gente no vea que estáis haciendo penitencia. Sonreíd, estad contentos”. Frente a tantos que tienen hambre y no pueden sonreír, tú busca el hambre para ayudar a los otros, pero siempre con la sonrisa, porque tú eres un hijo de Dios y el Señor te ama tanto y te ha revelado estas cosas. Pero sin incoherencias.»
(Homilía de S.S. Francisco, 23 de febrero de 2018, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré un sacrificio pensando en nuestro Señor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¡No te conformes! ¡No te acomodes en tu vida espiritual! Todo empieza por una distancia pequeña, y después podremos llegar a negarle, como le pasó a Pedro.
Una de las partes que más me impacta del relato de La Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo es el momento en que a Jesús lo prenden, cuando sus discípulos huyen, antes de las negaciones de Pedro. Pero más específicamente, la siguiente parte:
“Pedro le seguía de lejos” Mateo 26, 58
¡Pedro le seguía de lejos! ¡Qué fuerte! Después de esto lo negó tres veces. Y ¿cómo no? Si le seguía de lejos…
Estoy segura que mirando hacia atrás en sus vidas, más de uno de ustedes se ha hecho alguna de estas preguntas (o parecidas a éstas) en cualquier ocasión:
¿Desde cuándo me volví así de indiferente? ¿En qué momento me dejé engordar tanto? ¿Cuándo se dañó tal o cual amistad? ¿En qué momento se enfrió nuestra relación (novio, amigos, familia, etc)? Y la más importante…. ¿En qué momento me alejé tanto de Dios?
La respuesta a esta última pregunta es: en el momento en que, al igual que Pedro, le empezaste a seguir de lejos. Y ¿sabes por qué? Porque en la distancia que permitiste que se diera entre tú y Cristo cabe cualquier cosa. Nada de lo anterior pasa de un momento a otro, todo viene sucediendo, solo que nos damos cuenta cuando ya hemos llegado al límite.
¿Por qué de repente empezamos a seguir a Cristo de lejos?
Pueden existir muchas razones, entre ellas:
Porque no estamos dispuestos a identificarnos completamente con Él.
Por respeto humano (miedo al “qué dirán”).
Por no estar dispuestos a renunciar a cosas del mundo que no son compatibles con Dios.
Porque no hemos renovado ese primer amor.
Por el desánimo.
Por la soberbia que produce desesperanza por “no entender las cosas de Dios”.
Porque hemos estado ocupados con los quehaceres de la vida, no tenemos tiempo.
Si bien existirán muchas más razones, quiero hacer énfasis en esta última: no hay tiempo, estoy ocupado(a), lo he dejado pasar…
Por esta razón he querido escribir de la anorexia espiritual. Todo empieza por una dieta de oración, de sacramentos, de actos de piedad, de servicio… Una dieta que poco a poco va debilitando el alma, pues no está recibiendo su alimento. Una dieta que se potencializa con la prisa del día a día y las preocupaciones que invaden nuestra mente. Una dieta que al final puede convertirse en lo que yo llamo la anorexia espiritual.
Cuando esto sucede ya no hay fuerzas para nada: para rezar, para identificar los millones de detalles que Dios tiene a diario con nosotros, para amar… Y es inevitable, pues desde hace un tiempo no te has alimentado. ¿Cómo te van a quedar fuerzas, ánimos, ilusiones?
Ojo con enfriarnos. Como dice un muy buen amigo: la mediocridad es una lepra que consume el alma… Estamos en la capacidad de alzar bandera roja cuando nos sintamos así. Y ¿sabes qué? Dios es el primer interesado en mandarnos rescatistas, no uno, sino los que sean necesarios. Él nos invitó a seguirle de cerca. Venimos de Él y estamos hechos para volver a Él. Cristo lucha a cada instante por ganar un espacio en nuestra vida para así llegar a lo que siempre ha soñado: mantener una relación íntima con cada uno de nosotros. Una relación que no es intermitente, que no tiene “peros”, que no varía según mi estado de ánimo… Una relación y una entrega total, porque es lo mínimo que Él se merece, y porque es lo único que nos va a llenar en plenitud.
¡No te conformes! ¡No te acomodes en tu vida espiritual! Todo empieza por una distancia pequeña, y después podremos llegar a negarle, como le pasó a Pedro.
“El ataque tiene muchas más probabilidades de éxito cuando el mundo interior del hombre es gris, frío y vacío…. De hecho, el camino más seguro hacia el Infierno es el gradual.” – C.S Lewis, Cartas del Diablo a su sobrino.
Puede costarnos muchos años construir una vida espiritual y solo basta un instante para echarla a perder. Por eso es necesario cuidarla como el tesoro más grande, aquél que, como decía San Pablo, llevamos en vasijas de barro.
“Si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, nos arriesgamos a ahogarnos en medio de las mil cosas de todos los días. La oración es la respiración del alma y de la vida” – Benedicto XVI
Acerca del autor
Viviana Venegas
Consciente, libre, 100% y felizmente católica desde el 2006. Costarricense de nacimiento y costeña de corazón. Comunicadora Social y Periodista con énfasis en baile, fútbol, storytelling, viajes, escritura, Carnaval de Barranquilla e interacción con las personas. Mi lugar favorito en el mundo: el mar; mi sueño frustrado: tener buena voz; mi libro preferido: Un seminarista en la SS; comúnmente: duermo películas. Trabajo y soy miembro de una de las multinacionales más importantes y con más influencia en el Cielo, el Regnum Christi. Coleccionista de pedacitos de Cielo y momentos priceless marcados con el sello de Dios y que me llenan el corazón. Apasionada, asombrada y enamorada de la vida y sus Diosidencias.
¿Qué es la abstinencia y cómo se practica?
Abstenerse no es lo mismo que ayunar
La abstinencia es un gesto penitencial en el que los fieles se privan o abstienen voluntariamente de comer carne.
Proviene de la palabra del latín “abstinentia” y al realizar este sacrificio la persona hace –en espíritu, alma y cuerpo– un acto de reparación por el daño ocasionado por el pecado y para el bien de la Iglesia.
El Código de Derecho Canónico indica que “todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia”, con el fin de que “se nieguen a sí mismos”.
“Para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad”, señala el canon 1249.
Por lo tanto, a partir de los 14 hasta los 59 años de edad, los católicos deben practicar la abstinencia todos los viernes del año en honor a la Pasión de Cristo, a menos que este día coincida con una solemnidad; en el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
En el Canon 1253, la Iglesia señala que cada Conferencia Episcopal puede determinar los modos de observar el ayuno y la abstinencia, así como “sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad”.
En declaraciones a ACI Prensa, el Donato Jiménez explicó el origen de la práctica de la abstinencia.
Dijo que antiguamente preparar una comida que incluyera carnes era costoso y se consideraba “suculento”. Por ello, “una forma de ayunar y una forma de austeridad era no comer carne”.
Agregó que en la actualidad la abstinencia implica no solo “privarnos de carne sino de otros manjares exquisitos”, como la comida rápida, los dulces, los snacks y otras opciones gastronómicas agradables.
Abstenerse no es lo mismo que ayunar
El ayuno consiste en reemplazar la comida fuerte del día (el almuerzo) por pan y agua. Los católicos que tienen entre 18 y 59 años de edad están obligados a practicarlo el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Si la persona tiene problemas de salud, puede ingerir comidas sobrias.
10 cosas que ocurren cuando vas más seguido a la adoración eucarística
Encontrar tiempo para ir a adorar al Señor en la Eucaristía puede ser difícil, pero si vamos con un corazón abierto, los resultados serán sorprendentes.
La Eucaristía se describe en el catecismo como la “fuente y cumbre” de nuestra fe. Encontrar tiempo para ir a adorar al Señor en la Eucaristía puede ser difícil, pero si vamos con un corazón abierto, los resultados serán sorprendentes.
«Durante la comida Jesús tomó pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: “Tomen, esto es mi cuerpo” Tomó luego una copa, y después de dar gracias, se la entregó y todos bebieron de ella. Y les dijo: ′Esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por muchos′»(Marcos 14, 22-24).
En la cultura actual la idea del crecimiento interior es muy poco valorada, es considerada una pérdida de tiempo o una costumbre pasada de moda practicada por nuestros antepasados ingenuos. Por lo general solo el crecimiento exterior y el más palpable vale algo. La principal diferencia entre estos dos progresos (material y espiritual) es que el material siempre está fuera de ti. Este te ofrecerá ciertas sensaciones positivas, sin embargo, siempre estará coloreado con una especie de efímera e inconsistente temporalidad. Un progreso interior, por otro lado, significa que eres tú el que cambia haciendo tu espíritu más fuerte. Te puede sorprender el cambio que producirá en ti el tiempo que pases en la adoración Eucarística, este puede cambiarte de estas diez maneras:
1. Desarrollarás un sentido de asombro y maravilla
No hay nada como la atmósfera de una capilla o iglesia tranquila, el olor del incienso y el esplendor de la custodia para ayudarte a entender la verdad de lo que está sucediendo en la adoración. Estamos verdaderamente ante Jesucristo: su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Cuanto más te hundes en el silencio frente a Él, más te darás cuenta de que la única respuesta es la admiración y el asombro ante la grandeza de nuestro Dios.
2. Experimentarás la paz en otras áreas de su vida
Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14, 27). La paz externa que podemos experimentar en la adoración (la tranquilidad y el silencio) llega mucho más profundo: nos llena de una paz interior que afecta a todas las áreas de nuestra vida. Esto no significa que todo será perfecto y sin sufrimiento, pero la paz de Cristo nos hace tener la certeza de que las tormentas de la vida no nos harán naufragar.
3. Comenzarás a mirar fuera de ti mismo
Jesús nos dijo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 13, 34). Pasar tiempo en adoración nos conecta con todo el mundo –después de todo, estamos gastando tiempo con el Creador de todas las cosas–. Pasar tiempo alabando y adorando a Dios te abrirá los ojos para poder mirar más allá de tus propias preocupaciones y ver las necesidades de los demás.
4. Algunas veces te aburrirás, pero…
Habrá momentos en los que no sentirás nada glorioso, estarás distraído y tu mente comenzará a divagar. Tal vez en un principio tu oración estaba llena de sentimientos maravillosos, pero luego, con el tiempo, no fue tan especial. Nuestra fe es más que un sentimiento. Con tu perseverancia Dios seguirá trabajando en ti y convirtiendo tu corazón. Ésta es la belleza de la Encarnación: Dios hecho hombre que entra en todas nuestras tensiones, miedos, problemas -También en el aburrimiento-. La adoración es un continuo volver a Él cada vez que (durante algunos minutos) nuestra mente divaga, dando a Dios el mejor regalo que podemos entregar: nuestro tiempo y compañía.
5. A pesar de que te cueste, estarás entusiasmado por ir
Estando delante de Jesús descubriremos que nos ama y que quiere pasar tiempo con nosotros, de esa forma ya no habrá ninguna excusa que te impida ir. Si la adoración alguna vez se sintió como un deber, luego se convertirá en un acto de amor, en una necesidad; no solo por las cosas que podemos obtener, sino porque fuimos creados para adorar. Como decimos en la Misa, es “justo y necesario” darle gracias al Señor. La adoración se imprime en nuestros corazones y “nuestro corazón está inquieto hasta que encuentren nuestro descanso en Él” (San Agustín).
6. La Gracia entrará en tu vida
Es increíble como el simple gesto de darle un tiempo corto al Señor hace una gran diferencia en el resto de tu vida. Podemos llevar su presencia mucho después de dejar la iglesia o capilla. Su gracia es la que nos sostiene, sobre todo en los momentos de tentación, en los que nos será más fácil resistir cuando pasamos tiempo y nos llenamos de Él.
7. Te darás cuenta de lo afortunado que eres
Si es tan simple como coger el carro o incluso caminar a la capilla cercana, te das cuenta de lo afortunado que eres. Hay quienes les encantaría pasar más tiempo con Jesús pero no pueden hacerlo porque les es imposible salir de casa, están enfermos o muy ocupados. Luego están aquellos alrededor del mundo que arriesgan sus vidas por la Eucaristía en los lugares donde son perseguidos por su fe. Cuando te acuerdas de los que caminan durante horas o días en situaciones peligrosas con el fin de estar un ratito con Jesús, te das cuenta de que es un regalo poder orar abiertamente, y eso sin hablar de tener un sacerdote que pueda administrarnos los Sacramentos.
8. Descubrirás que Jesús tiene un muy buen sentido del humor
Cuanto más somos capaces de sentarnos y dejar que Dios nos hable (en lugar de gastar todo nuestro tiempo llenando el espacio de silencio hablando), nos daremos cuenta de que Dios tiene un muy buen sentido del humor: le gusta hacernos una broma o dos, y a veces esos momentos son lo suficientemente divertidos para que nos queramos reír en voz alta.
9. Querrás ir a confesarte más seguido
Esto puede sonar aterrador, pero no lo es. La confesión nos permite experimentar el océano sin límite de la misericordia de Dios. Su misericordia abraza todos nuestros pecados y nos da una libertad sin miedo que nos permite dar el salto al amor y la bondad presentes en todos sus planes para nuestra vida. Una y otra vez acudir a la confesión nos hace renovarnos en la certeza de que estamos seguros en los brazos de un Padre que nos ama y “no se cansa de perdonarnos” (Papa Francisco).
10. Te enamorarás
Cuando pasamos mucho tiempo con el corazón abierto en adoración y dejamos que Cristo nos ame, entonces lo amaremos también. Ese amor nos define y nos permite ser nosotros mismos. “Yo he venido para que tengan vida, y vida en abundancia” (Juan 10, 10).
Entonces, ¿qué esperas? ¡Haz una cita ahora con Jesús y deja que Él transforme tu vida!
Recordar lo que Dios ha hecho en nuestra vida
Nos invita Papa Francisco en la misa celebrada en la Casa Santa Marta
Durante la Misa celebrada el jueves 7 de marzo en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco invitó a pedir al Señor la gracia de la memoria para recordar lo que Dios ha hecho en nuestra vida para no ser sordos ni caer en la idolatría.
El Santo Padre sugirió comenzar la Cuaresma con el reconocimiento de la actuación de Dios en nuestra vida y examinar nuestro corazón para seguir el camino correcto.
“Cuando el corazón se vuelve hacia atrás, cuando toma un camino que no es el correcto tanto hacia atrás como en otro camino, pero no sigue el camino correcto, pierde la orientación, pierde la brújula, con la que debe avanzar. Y un corazón sin brújula es un peligro público: es un peligro para la persona y para los demás. Y un corazón toma este camino equivocado cuando no escucha, cuando se deja llevar, arrastrado por dioses, cuando se vuelve idolátrico”, advirtió el Papa.
De este modo, el Pontífice animó a ser capaces de escuchar y no ser “sordos en el alma” ya que existe el riesgo de que “también nosotros en algún momento somos sordos en el alma, no escuchamos al Señor”.
En esta línea, el Papa advirtió sobre los “fuegos artificiales” que distraen y atraen a “dioses falsos” que conducen a la idolatría. Este es el peligro durante el camino hacia la “tierra del encuentro con Cristo resucitado”.
La gracia de la memoria
Por ello, el Santo Padre señaló que la Cuaresma “nos ayuda a caminar en este camino” para recordar la importancia de escuchar al Señor y las promesas que nos ha hecho, porque cuando se olvida, se pierde “la memoria de las grandes cosas que el Señor ha hecho en nuestra vida, que ha hecho en su Iglesia, en su pueblo, y nos acostumbramos a ir nosotros, con nuestras fuerzas”.
Por ello, el Papa invitó a iniciar la Cuaresma pidiendo “la gracia de la memoria” para no perder la memoria por el bienestar.
“El bienestar, incluso el bienestar espiritual tiene este peligro: el peligro de caer en una cierta amnesia, una falta de memoria: estoy bien así y olvido lo que el Señor ha hecho en mi vida, de todas las gracias que nos ha dado y creo que es mi mérito y sigo así. Y allí, el corazón comienza a retroceder, porque no escucha la voz del corazón: la memoria. La gracia de la memoria”, explicó.
En este sentido, el Pontífice advirtió sobre el peligro de la idolatría que “no es solamente ir a un templo pagano y adorar una estatua” por lo que reiteró la invitación a “recordar para ir hacia adelante, a no perder la historia, la historia de la salvación, la historia de mi vida, la historia de Jesús conmigo” por lo que exhortó a no detenerse y no volver atrás.
“La idolatría es una actitud del corazón” afirmó el Papa quien animó nuevamente en este comienzo de la Cuaresma a recordar el consejo de San Pablo a Timoteo “recuerda a Jesucristo resucitado entre los muertos”.
“Nos hará bien a todos pedir la gracia de custodiar la memoria, custodiar la memoria de todo lo que el Señor ha hecho en mi vida: como me ha querido, como me ha amado. Y desde aquel recuerdo, continuar hacia adelante”, concluyó.