El llamado de Dios no es una carga pesada que nos roba la alegría


Francisca Romana, Santa

Memoria Litúrgica, 9 de marzo

Esposa, madre, viuda y apóstol seglar

Martirologio Romano: Santa Francisca, religiosa, que, casada aún adolescente, vivió cuarenta años en matrimonio y fue excelente esposa y madre de familia, admirable por su piedad, humildad y paciencia. En tiempos calamitosos distribuyó sus bienes entre los pobres, asistió a los atribulados y, al quedar viuda, se retiró a vivir entre las oblatas que ella había reunido bajo la Regla de san Benito, en Roma. († 1440)

Fecha de canonización: 29 de mayo de 1608 siendo Papa Pablo V

Breve Biografía

Francisca Bussa de Buxis de Leoni nació en Roma en el año 1384. Era de una familia noble y rica y, aunque aspiraba a la vida monástica, tuvo que aceptar, como era la costumbre, la elección que por ella habían hecho sus padres.



Rara vez un matrimonio así combinado tiene éxito; pero el de Francisca lo tuvo. La joven esposa, sólo tenía trece años, se fue a vivir a casa del marido, Lorenzo de Ponziani, también rico y noble como ella. Con sencillez aceptó los grandes dones de la vida, el amor del esposo, sus títulos de nobleza, sus riquezas, los tres hijos que tuvo a quienes amó tiernamente y dedicó todos sus cuidados; y con la misma sencillez y firmeza aceptó quedar privada de ellos.



El primer gran dolor fue la muerte de un hijo, poco después murió el otro, renovando así la herida de su corazón que todavía sangraba. En ese tiempo Roma sufría los ataques del cisma de Occidente por la presencia de los antipapas. A uno de los pontífices, Alejandro V, le hizo la guerra el rey de Nápoles, Ladislao, que invadió Roma dos veces. La guerra tocó de cerca también a Francisca pues hirieron al marido y, al único hijo que le quedaba, se lo llevaron como rehén. Todas estas desgracias no lograron doblegar su ánimo apoyado por la presencia misteriosa pero eficaz de su Ángel guardián.



Su palacio parecía meta obligada para todos los más necesitados. Fue generosa con todos y distribuía sus bienes para aliviar las tribulaciones de los demás, sin dejar nada para sí. Para poder ampliar su radio de acción caritativa, fundó en 1425 la congregación de las Oblatas Olivetanas de santa María la Nueva, llamadas también Oblatas de Tor de Specchi. A los tres años de la muerte del marido, emitió los votos en la congregación que ella misma había fundado, y tomó el nombre de Romana. Murió el 9 de marzo de 1440. Sus restos mortales fueron expuestos durante tres días en la iglesia de santa María la Nueva, que después llevaría su nombre. Tan unánime fue el tributo de devoción que le rindieron los romanos que, según una crónica del tiempo, se habla de que toda la ciudad de Roma acudió a rendirle el extremo saludo. Fue canonizada en 1608.
 
¿Cómo es mi reacción al llamado de Dios?

Santo Evangelio según San Lucas 5, 27-32. Sábado después de Ceniza


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)


Señor, que pueda sentir tu misericordia en mi corazón.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 5, 27-32



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



«Sígueme», ésas son las primeras palabras que Jesús, le dijo a Leví, y ésas son las palabras que nos dice a diario a cada uno de nosotros. El «sígueme» de Jesús es una petición para corresponder, a ayudar, a confiar en Él, a dejarnos guiar por su amor, a tener la certeza de que sus palabras son de vida eterna, y que solo en Él, tendremos el descanso necesario en la lucha cotidiana por alcanzar la santidad.



«Dejándolo todo, se levantó y lo siguió», es así como se debe reaccionar al llamado de Cristo. Pero para eso es necesario un verdadero deseo de entrega, de confianza en su providencia divina dejando todo en sus manos. Ésa es la actitud que debemos tener cuando, en la Santa Misa, en el momento del ofertorio, ponemos todo nuestro corazón y todo lo que somos, en manos de Dios, y decimos en lo más profundo de nuestro corazón, allí donde hablamos con Dios a solas, «Señor te doy todo, mira que no valgo nada, pero sé que esto poco que soy, te es agradable». Con confianza de niños, dejemos que Él inunde nuestros corazones de su amor y misericordia; seamos dóciles en su llamada.



«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.» Es así como nos tenemos que considerar cada día, cuando nos acercamos a la Eucaristía, y mucho más cuando nos acercamos a la confesión. Es allí donde la santa Madre Iglesia nos ofrece esos remedios indispensables y eficaces para nuestra alma; es allí donde vamos a encontrar la misericordia, el amor que cura nuestras heridas. Lo más importante aquí es saberse necesitado de esa misericordia, saberse realmente pecador, para que Dios, con su gracia infinita, pueda curarnos y llenarnos de su amor que salva y cura.



Pidamos a María santísima, ella que es auxilio de los cristianos, que sepamos acudir a estos sacramentos con un corazón dispuesto a dejarse curar y transformar por su Hijo, así como lo hizo ella frente al ángel: «Hágase en mí según tu palabra».



«El llamado de Dios no es una carga pesada que nos roba la alegría, ¿es pesada? A veces sí, pero no nos roba la alegría. A través de ese peso también nos da la alegría. Dios no nos quiere sumidos en la tristeza —uno de los malos espíritus que se apoderaban del alma y que ya lo denunciaban los monjes del desierto—; Dios no nos quiere sumidos en el cansancio que viene de las actividades mal vividas, sin una espiritualidad que haga feliz nuestra vida y aun nuestras fatigas. Nuestra alegría contagiosa tiene que ser el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios. Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando trasparentamos la alegría del encuentro con Él.»
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de septiembre de 2017).



Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a rezar algunas jaculatorias en acción de gracias por todo lo que Dios me da.



Despedida


Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

7 hábitos de las personas que confían radicalmente en Dios

Quienes tienen gran confianza en el Señor comparten aspectos en común de los cuales podemos aprender para nuestro progreso espiritual


He leído muchas biografías y memorias sobre personas inspiradoras que depositaron su confianza radicalmente en Dios. Por “radical” no quiero decir de manera imprudente, me refiero a la dificultad, muy contracultural actualmente, de reconocer a Dios absolutamente sobre todas las áreas de nuestras vidas.



En libros como "He Leadeth Me", "God´s Smuggler", "Mother Angelica", "The Heavenly Man" y "The Shadow of His Wings", encontré historias reales sobre religiosos, consagrados y laicos, hombres o mujeres que confiaron plenamente en Dios, y todos ellos tienen claras similitudes en sus enfoques sobre la vida y el Señor.



Encontré fascinante los puntos en común en las vidas de estas increíbles personas, que se encomendaron con tanta confianza en el Señor, y decidí compartirlas para que sirvan de inspiración a otros.



1. Aceptaron el sufrimiento

Una de las cosas más poderosas que leí en esas memorias es la historia del Hermano Yun, en el libro "The Heavenly Man" (El hombre celestial), se cuenta como fue perseguido en China por ser predicador. Luego de haber sido torturado por semanas, incluyendo electrocución, hambruna, golpes y que clavaran agujas debajo de sus uñas, fue arrojado a una caja que tenía un poco más de 1,2 metro de largo y alto y menos de un metro de ancho, en donde se quedaría indefinidamente.



El día después de ser colocado en esta mini celda, se sintió movido a rezar pidiendo por una Biblia, lo cual parecía una idea ridícula considerando que en ese momento mucha gente estaba en prisión por poseer tal contrabando. Inexplicablemente, a la mañana siguiente, los guardias tiraron una Biblia en su celda. Él escribió:

Me arrodillé y lloré, agradeciendo al Señor por su gran regalo. ¡No podía creer que mi sueño se hiciera realidad! A ningún prisionero se le permitía tener una Biblia o ningún libro de literatura cristiana, sin embargo, extrañamente, ¡Dios me otorgó una Biblia! A través de esta acción el Señor me mostró que independientemente de las maldades que esos hombres planeaban para mí, Él no me había olvidado y estaba en control de mi vida.


Ahora, entre nosotros, alguien menos santo quizá hubiese reaccionado un poco diferente en esa situación. Si yo hubiera sido torturada y arrojada a una celda/ataúd, mi reacción al recibir una Biblia hubiera sido algo más parecido a las siguientes líneas:“Gracias por la Biblia, Señor, pero ¡¿podríamos hacer algo respecto a sacarme de esta caja antes?!



Yo ni siquiera hubiera considerado la Biblia como una respuesta a mis plegarias, empezando porque mi plegaria principal – reducir mi sufrimiento físico – continuaba sin respuesta.



Sin embargo, lo que veo una y otra vez en personas como el Hermano Yun, es que, tienen muy claro que sufrir no es el peor mal de todos: el pecado lo es.



Por supuesto que preferirían no sufrir, pero esto se encuentra mucho más abajo en su lista de prioridades que en la de nosotros – ellos se enfocan mucho más en no pecar que en no sufrir. Están totalmente encaminados en llevarse a sí mismos y a otros al cielo. En el caso del Hermano Yun, vio en la respuesta a esa plegaria que Dios le permitía crecer espiritualmente y predicar a sus captores, así que esas circunstancias de sufrimiento e incomodidad se volvieron casi irrelevantes para él.



2. Aceptan la inevitabilidad de la muerte.


Similar al caso anterior, la gente que deposita total confianza en Dios solo puede hacerlo con una visión del mundo centrada en el cielo. Ellos piensan en términos de eternidad, no en términos de los años del calendario. Su objetivo no es maximizar sus años en la tierra, sino lograr encaminarse a sí mismos y a tanta gente como puedan hacia el cielo. Y si Dios requiere reducir su tiempo de vida para eso, ellos lo aceptan.



El libro "The Shadow of His Wings" (La sombra de sus alas), está lleno de las asombrosas historias de las milagrosas escapadas de la muerte que tuvo el Padre Goldmann durante la Segunda Guerra Mundial, lo que nos deja con la pregunta: “¿Qué sucede con la toda la gente que no escapó de la muerte?”



El Padre Goldmann probablemente respondería diciendo, que el hecho de que Dios lo salvara de la muerte no era la bendición en sí misma – después de todo, cada uno de nosotros morirá eventualmente – la bendición era salvarlo de la muerte para que así pudiera continuar su misión de llevar el Evangelio a los Nazis. Finalmente, él murió mientras construía una iglesia en Japón, y seguramente aceptaría que Dios traería algún bien de su fallecimiento, aunque indudablemente había mucho más trabajo que él querría hacer.



3. Tienen citas diarias con Dios


Nunca he escuchado de una persona que tenga una profunda y calmada confianza en el Señor, que no apartara un tiempo para concentrarse en la oración diaria. Tanto en los libros que leí, como en la vida real, he notado que este tipo de gente siempre pasa al menos algunos momentos – y hasta una a dos horas si las circunstancias lo permiten – centrados solamente en orar, todos los días.



También, tiende a ser la primera cosa que hacen en las mañanas, concentrándose en Cristo antes de hacer cualquier otra cosa que pueda traer el día.



4. Durante la oración, escuchan más de lo que hablan


Anteriormente he escrito sobre el asombro que me genera que la gente más confiada en Dios parece recibir más respuesta a sus plegarias que la mayoría de nosotros. He escuchado historias de gente que pide por algo realmente específico y luego lo reciben; entonces comienzo a preguntarme si ellos son psíquicos o si le agradan a Dios un poco más que el resto de nosotros.



Pero, la verdad es que he notado que no piden cualquier cosa, sino que sus ideas sobre cuáles cosas debían pedir, provenían directamente del Espíritu Santo, ya que pasan mucho tiempo a diario buscando la voluntad de Dios en sus vidas.



Tomaré como ejemplo la historia publicada en la biografía de la famosa Madre Angélica del canal católico EWTN. Un día tocó a su puerta un empleado de la compañía de satélite solicitando el pago de $600.000, de no hacerlo tendría que devolver la antena parabólica y esto arruinaría los planes de la nueva estación. Ella corrió a la capilla a rezar y, de repente, un hombre desconocido llamó al azar ofreciendo donar $ 600.000. Su oración no tuvo rápida respuesta por su interés personal en el canal o porque fuese algo que ella realmente quería, sino que funcionó porque supo distinguir correctamente el plan de Dios en el cual ella iba tendría que iniciar una estación de televisión.



5. Limitan las distracciones


De todas las extraordinarios historias en el libro "God´s Smuggler" (El contrabandista de Dios), una de las líneas que más me impactó estaba en el epílogo, cuando el autor habla sobre como el trabajo del Hermano Andrew continuaba en el siglo XXI:



“Ni siquiera consideraré instalar una de esas monstruosidades de llamada en espera, interrumpen una conversación telefónica para anunciar otra.” La tecnología, decía Andrew, nos hace demasiado accesibles a las demandas y premuras del momento.“Nuestra prioridad número uno debería ser escuchar con paciencia y silencio la voz de Dios.”



“Demasiado accesibles a las demandas y premuras del momento”, esa línea me ha seguido desde el momento en el que la leí.



Amo la tecnología, pero ella trae consigo la gran tentación de sentir un aumento en la urgencia de nuestras vidas: ¡Necesito responder a ese e-mail!, ¡Responder a ese comentario en Facebook!, ¡Retwittear ese Tweet!, ¡Leer ese mensaje directo!, ¡Escuchar ese mensaje de voz!



Aquí en la era de la conexión, nos encontramos constantemente bombardeados con demandas que requieren – o parecen requerir – nuestra atención constante. Periodos de silencio donde podemos cultivar la quietud interior y esperar por los susurros del Espíritu Santo a nuestra vida, son cada vez más raros.



Una de las cosas que todas estas personas comparten es la poca presión por todas estas falsas urgencias. Es difícil de imaginar al Padre Ciszeck dar con los impresionantes puntos de vista que comparte sobre Dios en su libro "He Leadeth Me"(Él me guía), mientras su iPhone vibra cada pocos minutos, o al Hermano Yun observando la sutil belleza del plan de Dios en el medio de una persecución mientras mantiene su Twitter actualizado minuto a minuto.



 

6. Someten su discernimiento espiritual a otros


Las personas que tienen experiencia observando la manera como Dios trabaja en sus vidas, notan que a menudo Él habla a través de amigos de fe, miembros de su familia y el clero. 



Si ellos disciernen que Dios les está llamando a algo, especialmente si se trata de algo grande, piden a otros cristianos de su confianza que oren respecto al asunto para ver si ellos también disciernen el mismo llamado del Señor.



Y cuando otros les advierten sobre no seguir ciertos caminos – en especial si se trata de su cónyuge, confesor o director espiritual –toman esos consejos muy seriamente.



7. Ofrecen completa e incondicional obediencia al Señor


Una de mis partes favoritas del libro "God´s Smuggler", es cuando el Hermano Andrew recibe la visita de un hombre llamado Karl de Graaf, quien formaba parte de un grupo de oración en el cual las personas oraban durante mucho tiempo, pero más que nada escuchaban en silencio:



- Me acerqué al porche delantero, allí estaba Karl de Graaf, “Hola” dije sorprendido.


- -“Hola Andy. ¿Sabes conducir?”


- -“¿Conducir?”
- -“Un automóvil. “


- -“No” dije desconcertado. “No sé hacerlo”


- -“Anoche durante la oración recibimos una palabra del Señor sobre ti, es importante que aprendas a manejar.”


- “¿Por qué razón?” dije. “Seguro nunca tendré un vehículo propio”


- “Andrew” el Sr. De Graaf habló pacientemente, como si se dirigiera a alguien con dificultades de aprendizaje, “no estoy argumentando sobre la lógica del caso, solo te estoy transmitiendo el mensaje.”



A pesar de su inicial indecisión el Hermano Andrew logró distinguir el llamado del Señor en ese mensaje, así que aprendió a conducir. Parecía una completa pérdida de tiempo, un malgasto ilógico de sus recursos, pero él fue obediente ante el llamado del Señor. Después de recibir recibió su licencia de conducir, saber hacerlo resultó ser crucial para el futuro de su misión, la cual eventualmente llevó la palabra del Evangelio a miles de personas en el Bloque Comunista Europeo.



Me gusta pensar en la respuesta que el Sr. De Graaf le dio al Hermano Andrew cuando este se preguntaba sobre el significado del extraño mensaje del Señor: “Esa es la emoción de la obediencia,” le dijo, “descubrir luego cual era el plan en la mente de Dios.”



Obviamente no podemos crecer más cerca de Dios imitando las acciones de otros, pero podemos encontrar ejemplos como estos, que nos ayuden a reflexionar sobre nuestro progreso espiritual. Espero que les hayan servido tanto como a mí.
Jennifer Fulwiler, la autora de este artículo, se hizo católica en 2007 pero ya desde 2005 publicaba en internet -y ahora también en la radio- sus hallazgos espirituales

La intimidad personal

El pudor es una virtud y por tanto, se nos presenta como un deber, y muchos se sienten aliviados si se les exime del mismo; es decir, si se considera como un puro condicionamiento social


Pudor: Honestidad, modestia, recato (castidad). El pudor es una virtud y por tanto, se nos presenta como un deber, y muchos se sienten aliviados si se les exime del mismo; es decir, si se considera como un puro condicionamiento social. Es por eso que la literatura psicosociológica está dispuesta a considerar como condicionamientos sociales preferentemente los hábitos llamados virtudes.

La pureza exige el pudor. Ésta es integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.

El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer.

El pudor se expresa en la modestia e inspira la elección de la vestimenta.

Existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Inspira una manera de vivir que permite resistir a las ofertas de la moda y a la presión de las ideologías dominantes. Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra, sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia del ser humano. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana.

La virtud cardinal de la templanza se distingue de todas las demás virtudes cardinales en que "tiene su verificación y opera exclusivamente sobre el sujeto actuante" y, como el pudor está muy relacionado con la templanza, nos encontramos que estamos hablando de una virtud que repercute en un ámbito difícilmente observable desde afuera.

Es conveniente aclarar que todo lo que es de Dios es para Dios. A la persona le incumbe administrar lo que Dios le haya dado, de tal modo que consiga glorificar a Dios lo mejor que pueda.

La educación del pudor en lo niños

Para la educación de los hijos podemos tener en cuenta si aprecian su intimidad en los siguientes rasgos:

1. Que existan zonas en que empieza a reservar algo de su ser, emociones, o cuerpo, a cubierto de los demás.
2. Que sean capaces de, estar a solas consigo mismo algún rato, en silencio.
3. Que mantengan el contenido de su intimidad sana mediante la orientación de las personas idóneas.

El motivo dominante por el que los hombres construyen casas no es defenderse del clima o de los animales: el hombre construye casas porque necesita proteger especialmente su intimidad.

Si las condiciones de la vivienda no son adecuadas para permitir el mantenimiento de la intimidad de los hijos, saldrán de su casa con los riesgos consiguientes.

La propia intimidad sólo debe manifestarse en aquellos casos en que ello pueda favorecer la mejora personal o el bien del prójimo.

El desarrollo de la virtud del pudor puede resultar seriamente dañado por influencias externas a la persona. Si lo que pretendemos es que nuestros hijos sean apasionados, pero siempre bajo control, es evidente que hay que enseñarles utilizar su voluntad, pero también su capacidad de razonamiento para que sepan reconocer los efectos de esas influencias.

Hay una serie de hábitos que se pueden inculcar a los hijos desde muy pequeños, en los actos que conducen al desarrollo de la voluntad; esto es prepararlos para estar más fuertes en lo que más tarde les va a costar más.      

Estas cosas están relacionadas con la formación de la conciencia en la que se vea, con la mayor nitidez posible, la significación de Dios en nuestra vida.  

Un aspecto relacionado con el pudor es la llamada "educación sexual", aunque sería más correcto hablar de información sexual dentro de una educación para el amor.

Fundamentalmente para el desarrollo de la virtud del pudor es el respeto hacia el propio cuerpo. Los padres deben proporcionar a sus hijos la debida información sexual, ateniéndose no solamente a la edad cronológica, sino el grado de madurez física y mental.

Enseñarles de modo paralelo, aquellos deberes que determina la Ley de Dios respecto al sexo, a fin de que aprendan a discernir lo que es pecado de lo que no lo es.

Bibliografía
* Diccionario Enciclopédico Ilustrado Océano Uno, Grupo Editorial Océano, México 1991.
* La educación de las virtudes humanas. ISAACS, David, Ed. Minos, México 1994.
* Catecismo de la Iglesia Católica, Coeditores Católicos de México, 2a. ed.

El combate por la pureza

El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue:
* mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso;
* mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del hombre; con una mirada limpia el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios...
* mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación...
* mediante la oración...

Catecismo de la Iglesia Católica.

¿Cómo nos llamábamos los cristianos antes de llamarnos cristianos?

La fraternidad cristiana había hecho cuajar la fórmula: los hermanos


Un breve artículo de Carlo Carletti en L´Osservatore Romano abordaba un aspecto concreto de la construcción de la identidad cristiana en los primeros tiempos: la forma en que los miembros de la nueva comunidad religiosa se llamaban unos a otros.



Las Sagradas Escrituras nos dicen que "En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos» (Hch 11, 26)", pero el uso de la palabra Christianus [cristiano] sólo empezó a difundirse en Occidente, y con mucha lentitud, a partir de la conversión de Constantino, el emperador que con el edicto de Milán del año 313, edicto que permitió la libertad de culto y en virtud del cual la religión cristiana comenzó a dejar se ser perseguida y acabó -con el paso del tiempo- convirtiéndose en la religión del Imperio.



Antes de esa fecha, la fraternidad cristiana no sólo como virtud, sino también como forma de vida, había hecho cuajar la fórmula "los hermanos" para referirse a los demás miembros de la Iglesia. Así se plasma, por ejemplo, en diversas inscripciones funerarias, donde el deseo de autorrepresentación evidencia este hecho.



Tres lápidas...


Carletti se fija por ejemplo en una lápida en torno a al año 220, que se expone en el Museo Nacional de Roma, donde Alejandro, el padre del difunto (Marco), ambos siervos, se dirige en primera persona a quienes lean la lápida: "Os pido, buenos hermanos en el nombre del Dios único, que tras mi muerte nadie dañe esta tumba". Dado que la lápida no estaba en una catacumba, sino en un cementerio donde había tumbas cristianas y paganas, la expresión "hermanos" adquiere un valor identificativo.



Lo mismo pasa con el que se considera el primer elogio funerario latino de la comunidad cristiana de Roma, en torno al año 270. Se conserva en una de las zonas más antiguas del cementerio de Priscila. Son también unos padres que entierran a su hija Ágape, de catorce años, quien al final de los hexámetros se dirige a ellos: "Eucaris, madre mía, y Pío, padre mío, os pido, hermanos, que cuando vengáis aquí a rezar y en todas vuestras oraciones invoquéis al Padre y al Hijo y os acordéis de vuestra querida Ágape, para que Dios Omnipotente la conserve en la eternidad".

De nuevo la expresión "hermanos", referida imaginariamente a los padres, alude a su condición de cristianos.



No cerca de la tumba de Ágape está la de Leoncio, unos veinte años anterior, donde sus amigos le despiden así: "Leoncio, paz te desean los hermanos. Adiós"

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...y dos referencias

Este hecho notorio de que los cristianos, antes de existir este nombre, se llamasen "hermanos", sorprendía a los paganos, como recoge Minucio Félix en su imaginario diálogo Octavius: "Se aman casi antes de conocerse... y se llaman sin distinción hermanos y hermanas".



Y un siglo después Lactancio explica: "No hay otra razón para llamarnos hermanos que el hecho de que nos consideramos todos iguales. Esclavos y libres, grandes y pequeños son iguales entre sí y ante Dios se distinguen sólo por la virtud".



La hermandad como identidad, y la identidad en Cristo: dos denominaciones sucesivas, pues, y un mismo principio que ya latía en los siglos de los mártires.

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