Venga tu Reino Señor
- 20 Noviembre 2014
- 20 Noviembre 2014
- 20 Noviembre 2014
Papa, rodeado de gente, en la audiencia
"Que el dinero no sea un ídolo a quien servir, sino un medio"
El Papa condena la violencia en Tierra Santa: "Construir la paz es difícil, pero vivir sin paz es un tormento"
"La santidad no es una prerrogativa de obispos, sacerdotes y monjas"
El camino hacia la santidad no se hace en solitario, sino en común con los demás. Sigamos adelante, con valentía, por el camino de la santidad
Audiencia del Papa Francisco
(José M. Vidal).-Vehemente llamada del Papa Francisco, en la catequesis de los miércoles, a la santidad en la vida ordinaria. Una santidad que es para todos, que no es prerrogativa de unos pocos y que se consigue dando pequeños pasos, en la vida de todos los días, repartiendo amor entre los que nos rodean.
Texto completo del saludo en italiano.
"Sigo con preocupación el alarmante aumento de la tensión en Jerusalén y en otras zonas de Tierra Santa, con episodios inaceptables de violencia, que no respetan ni siquiera los lugares de culto. Aseguro una oración especial para todas las víctimas de esa dramática situación y para todos los que sufren sus consecuencias. Desde lo profundo del corazón, dirijo un llamamiento a las partes implicadas, con el fin de que se ponga fin a la espiral de odio y de violencia y se tomen decisiones valientes para la reconciliación y la paz. Construir la paz es difícil, pero vivir sin paz es un tormento"
Texto completo de la catequesis del Papa
La Iglesia: Universal vocación a la Santidad
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Un gran don del Concilio Vaticano II ha sido aquel de haber recuperado una visión de Iglesia fundada sobre la comunión y de haber vuelto a incluir también el principio de la autoridad y de la jerarquía en tal perspectiva. Esto nos ha ayudado a entender mejor que todos los cristianos como bautizados, tienen igual dignidad ante el Señor y están unidos por la misma vocación, que es aquella a la santidad. (cfr Cost. Lumen Gentium, 39-42). Ahora nos preguntamos: ¿en qué consiste esta vocación universal a ser santos? ¿Y cómo podemos realizarla?
Ante todo debemos tener bien presente que la santidad no es algo que nos procuramos nosotros, que obtenemos nosotros con nuestras cualidades y nuestras capacidades. La santidad es un don, es el don que nos da el Señor Jesús, cuando nos toma consigo y nos reviste de sí mismo, nos hace como Él.
En la Carta a los Efesios, el apóstol Pablo afirma que "Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla (Ef 5,25-26). Por esto, de verdad la santidad es el rostro más bello de la Iglesia, es el rostro más bello: es descubrirse en comunión con Dios, en la plenitud de su vida y de su amor. Se entiende, por lo tanto, que la santidad no es una prerrogativa solamente de algunos: la santidad es un don que es ofrecido a todos, nadie está excluido, por lo cual, constituye el carácter distintivo de todo cristiano.
Todo esto nos hace comprender que para ser santos, no es necesario por fuerza ser obispos, sacerdotes o religiosos, no. ¡Todos estamos llamados a volvernos santos! Tantas veces estamos tentados en pensar que la santidad esté reservada solamente a aquellos que tienen la posibilidad de separarse de los quehaceres ordinarios, para dedicarse exclusivamente a la oración. ¡Pero no es así! Alguno piensa que la santidad es cerrar los ojos y hacer cara de estampita. ¡No, no es aquella la santidad! La santidad es algo más grande, más profundo que nos da Dios. Es más, es precisamente viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio cristiano en las ocupaciones de cada día que estamos llamados a volvernos santos. Y cada uno en las condiciones y en el estado de vida en el cual se encuentra. ¿Pero tú eres consagrado, consagrada? Sé santo viviendo con alegría tu donación y tu ministerio. ¿Eres casado? Sé santo amando y cuidando de tu marido o de tu esposa, como ha hecho Cristo con la Iglesia. ¿Eres un bautizado no casado? Sé santo cumpliendo con honestidad y competencia tu trabajo y ofreciendo tiempo al servicio de los hermanos. "Pero, padre, yo trabajo en una fábrica, yo trabajo como contador, siempre con los números...ahí no se puede ser santo". "¡Sí, se puede! Allí, donde tú trabajas, tú puedes convertirte en santo. Dios te da la gracia de convertirte en santo, Dios se comunica contigo".
Siempre y en todo lugar se puede ser santo, es decir, abrirse a esta gracia que trabaja dentro de nosotros y nos lleva a la santidad. ¿Eres padre o abuelo? Sé santo enseñando con pasión a los hijos o nietos a conocer y seguir a Jesús. Y se necesita tanta paciencia para esto, para ser un buen padre, un buen abuelo, una buena madre, una buena abuela, se necesita tanta paciencia, y en esta paciencia llega la santidad: ejercitando la paciencia. ¿Eres catequista, educador o voluntario? Sé santo convirtiéndote en signo visible del amor de Dios y de su presencia junto a nosotros. He aquí: cada estado de vida conduce a la santidad, ¡siempre! En tu casa, en la calle, en el trabajo, en la Iglesia, en ese momento y con el estado de vida que tú tienes, ha sido abierto el camino hacia la santidad. No se desanimen de ir por este camino. Es justamente Dios quien te da la gracia. Y lo único que nos pide el Señor es que estemos comunión con Él y al servicio de los hermanos.
En este punto, cada uno de nosotros puede hacer un poco de examen de conciencia - ahora podemos hacerlo, cada uno responde en silencio a sí mismo, dentro suyo, en silencio: ¿cómo hemos respondido hasta ahora a la llamada del Señor a la santidad? ¿Tengo ganas de ser un poco mejor, de ser más cristiano, más cristiana? Éste es el camino hacia la santidad. Cuando el Señor nos invita a convertirnos en santos, no nos llama a algo pesado, triste...¡Todo lo contrario! Es la invitación a compartir su alegría, a vivir y ofrecer con alegría cada momento de nuestra vida, haciéndolo convertirse al mismo tiempo en un don de amor para las personas que nos rodean. Si comprendemos esto, todo cambia y adquiere un significado nuevo, un significado bello, a partir de las pequeñas cosas de cada día.
Un ejemplo: una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra una vecina, comienzan a hablar y luego...llegan las habladurías. Y esta señora dice: "no, yo no hablaré mal de nadie". ¡Éste es un paso hacia la santidad! ¡Esto te ayuda a ser más santo! Luego, en tu casa, tu hijo te pide hablar contigo de sus cosas fantasiosas: "Oh, estoy tan cansado hoy, he trabajado mucho". Pero tú: ¡acomódate y escucha a tu hijo, que tiene necesidad! Te acomodas, lo escuchas con paciencia y...¡éste es un paso hacia la santidad! Luego, termina el día, estamos todos cansados, pero ¿y la oración? ¡Hagamos la oración! ¡ése es un paso hacia la santidad! Llega el domingo, vamos a misa a tomar la comunión, a veces también una buena confesión que nos limpie un poco...¡Ése es un paso hacia la santidad! Después...la Virgen, tan buena y tan bella...tomo el rosario y le rezo...¡éste es un paso hacia la santidad! Tantos pasos hacia la santidad, pequeñitos. Voy por la calle, veo un pobre, un necesitado, me detengo, le pregunto, le doy algo...Es un paso hacia la santidad. ¡Pequeñas cosas! Son pequeños pasos hacia la santidad. Cada paso hacia la santidad nos hará mejores personas, libres del egoísmo y de la cerrazón en sí mismas, y abiertos a los hermanos y sus necesidades.
Queridos amigos, en la primera carta de Pedro se nos dirige esta exhortación: "Cada uno, como buen administrador de la multiforme gracia de Dios, ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido. Quien predica, hable como quien entrega palabras de Dios; el que ejerce algún ministerio hágalo como quien recibe de Dios ese poder; de modo que en todo sea glorificado Dios por medio de Jesucristo(4,10-11)". ¡Ésta es la llamada a la santidad! Recibámosla con alegría y sostengámonos los unos a los otros, porque el camino a la santidad no se recorre solos, cada uno por su cuenta, sino que se recorre juntos, en aquel único cuerpo que es la Iglesia, amada y santificada por el Señor Jesucristo. Vamos hacia adelante con coraje en este camino de la santidad. Gracias.
Evangelio según San Lucas 19,41-44.
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".
San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), monje trapense español
Escritos del 23/02/1938 (Obras completas - Editorial Monte Carmelo, p. 894-895, §1063-1064)
“¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz!”
Me asomé a una ventana […]. Empezaba a salir el sol. Una paz muy grande reinaba en la naturaleza… Todo empezaba a despertar…, la tierra, el cielo, los pájaros… todo poco a poco, despertaba dulcemente al mandato de Dios… Todo obedecía a sus divinas leyes, sin quejas, y sin sobresaltos, mansamente, dulcemente, tanto la luz como las tinieblas, tanto el cielo azul como la tierra dura cubierta del rocío del amanecer… Qué bueno es Dios, pensé… En todo hay paz menos en el corazón humano. Y suavemente, dulcemente, también Dios me enseño por medio de esta dulce y tranquila madrugada, a obedecer…
Una paz muy grande llenó mi alma… Pensé que sólo Dios es bueno; que todo por Él está ordenado… Que qué me importa lo que hagan y digan los hombres… Para mí no debe haber en el mundo más que una cosa… Dios…, Dios que lo va ordenando todo para mi bien… Dios, que hace salir cada mañana el sol, que deshace la escarcha, que hace cantar a los pájaros y va cambiando en mil suaves colores, las nubes del cielo… Dios que me ofrece un rincón en la tierra para orar; que me da un rincón donde poder esperar lo que espero… Dios tan bueno conmigo, que en el silencio me habla al corazón, y me va enseñando poco a poco, quizás con lágrimas, siempre con cruz, a desprenderlo de las criaturas, a no buscar la perfección más que en Él…, a mostrarme a María, y decirme: He aquí la única criatura perfecta… En Ella encontrarás el amor y la caridad que no encuentras en los hombres. ¿De qué te quejas, hermano Rafael?
Ámame a Mí, sufre conmigo, soy Jesús.
Fermento de fraternidad Una Iglesia fraterna puede desencadenar factores contraculturales que liberen la estructura dialógica de los seres humanos y hermana a los pueblos en su diversidad cultural. Una Iglesia solidaria con los pobres favorece que el Evangelio de la fraternidad sea un seductor ofrecimiento de sentido y de dignidad para los individuos y la comunidad humana. Una Iglesia diestra en el oficio samaritano puede acreditar mejor que sus discursos magisteriales y teológicos la aportación humanizadora de su fe.
20 de noviembre 2014 Jueves XXXIII Ap 5, 1-10
Probablemente nuestra sensibilidad ahora está muy alejada del tiempo en que se escribió el apocalipsis; hay que hacer un esfuerzo de comprensión. Con todo, desde la perspectiva creyente, hay imágenes el significado de las que aún hoy conservamos, como la imagen del cordero. Cuando leemos que los ancianos entonaron este cántico nuevo «Sois digno de tomar el libro ... porque has sido degollado y ha adquirido para Dios con tu sangre gente de toda tribu, lengua y nación ...» adivinamos la figura de Jesucristo. ¿Cómo expresarías, hoy, el significado que tiene para los hombres la revelación de Jesucristo? Señor, quiero aprender a cantar, desde el fondo de mi corazón, tu amor, tu muerte, y tu Vida.
San Rafael de San José
San Rafael de San José (José Kalinowski)
Se llamó José y nació en Vuna (Polonia) el 1/sept/1835 de noble familia. Pasó su juventud entregado a la piedad y al estudio, aunque después enfrió un poco en su vida de piedad.
En 1853 ingresó en la carrera militar y muy pronto escaló altos cargos en la misma, que desempeñó con gran competencia.
Se entregó a las obras de piedad y de caridad. Alejandro II de Rusia lo elogió grandemente.
Se levantó para defender a su patria y, apresado, llevó una vida de mucha oración y penitencia.
Fue deportado a los campos de Siberia, donde pasó en trabajos forzados cuatro años.
Iba madurando en la fe. Después fue confinado a otros campos más benignos.
Sus compañeros quedaban admirados de su virtud, caridad y paz. Le consultaban y acudían a él como a un santo. Fue el preceptor del duque Augusto y le acompañó a varias naciones de Europa.
A los 42 años dijo adiós al mundo y pidió al provincial de Austria ser carmelita teresiano (1877), cambiando su nombre por el de Rafael de San José.
En Polonia se ordenó sacerdote el 15/enero/1882.
Trabajó con todas las fuerzas de su alma para extender su Orden en Polonia.
Fue vice-maestro de novicios, prior y vicario provincial y fundó el convento de Wadowice en 1892, donde desarrolló un fecundo apostolado.
En esta ciudad nació en 1920 el papa Juan Pablo II y por el afecto que sentía a los carmelitas y la veneración de los restos de este venerable carmelita, intentó Karol Woyti la, por dos veces, ser religioso carmelita. Murió santamente el 15/nov/1907.
El papa Juan Pablo II lo beatificó en su misma patria el 22 de Junio de 1983. Fue canonizado por el mismo Papa el 17 de noviembre de 1991 en la Basílica Vaticana.
Jesús llora sobre Jerusalén
Lucas 19, 41-44. Tiempo Ordinario. Hoy intentaremos no ser el motivo de las lágrimas de Jesús.
Oración introductoria
Jesús, este tiempo de oración es una oportunidad para mostrarte mi amor, ilumínalo porque hay muchas cosas que me distraen. Mírame, Señor, con ese amor con que miraste a Jerusalén y ven a hospedarte en mi alma para poder resistir las tentaciones del mundo.
Petición
Señor, haz que venga hoy tu salvación a mi alma.
Meditación del Papa Francisco
También esta enseñanza de Jesús es importante verla en el contexto concreto, existencial en la que Él la ha transmitido. En este caso, el evangelista Lucas nos muestra Jesús que está caminando con sus discípulos hacia Jerusalén, hacia su Pascua de muerte y resurrección, y en este camino les educa confiándoles lo que Él mismo lleva en el corazón, las actitudes profundas de su alma.Entre estas actitudes están el desapego de los bienes terrenos, la confianza en la providencia del Padre y, también, la vigilancia interior, la espera activa del Reino de Dios. Para Jesús es la espera de la vuelta a la casa del Padre. Para nosotros es la espera de Cristo mismo, que vendrá a cogernos para llevarnos a la fiesta sin fin» (S.S. Francisco, 11 de agosto de 2013).
Reflexión
Jesús también lloraba, igual que tú. Tenía sentimientos, se alegraba con las buenas noticias de sus discípulos y se entristecía con la muerte de su amigo Lázaro. Igual que nosotros. Por eso conoce perfectamente el corazón humano, pues Él pasó por los mismos estados de ánimo que experimentamos nosotros.
Aquí le vemos llorar por Jerusalén, la ciudad del pueblo elegido, con quien Dios estableció su Alianza. Desde hacía siglos había escogido a Abrahán y a sus descendientes, confió a Moisés la misión de sacar al pueblo de la esclavitud, le dio un Decálogo, le guió con amor, le envió profetas y le preparó para la venida de su Hijo. ¡Cuánto esperaba Dios de ese pueblo! Sin embargo, vino Jesús a este mundo "y los suyos no le recibieron". La historia de Israel puede ser muy bien nuestra historia. El Señor pensó en cada uno de nosotros y nos dio la vida a través de nuestros padres. Luego nos hizo sus hijos adoptivos en el Bautismo. Y no ha cesado de derramar gracias para que seamos santos... Sin embargo, somos como la Jerusalén por la que Jesús lloró: fríos, insensibles a todos estos dones. ¿Cuántas veces meditamos en el sacrificio que hizo Jesús en la cruz por nuestros pecados (los de cada uno)? Hoy intentaremos no ser el motivo de las lágrimas de Jesús. Vamos a acogerle y a poner en práctica su mandato -el de la caridad con todos-, pidiéndole que perdone nuestras infidelidades y nos dé a conocer "su mensaje de paz".
Propósito
Hacer un esfuerzo por aprovechar más los medios de formación y crecimiento espiritual que me ofrece mi parroquia.
Diálogo con Cristo
Señor, no puedo cerrar mi corazón y ahogar en mi egoísmo mi celo apostólico.
Fortaléceme, hazme generoso para crecer en el amor y dedicarme a mi misión con ahínco, y así, hacer cuanto pueda para que la Nueva Evangelización llegue a muchas más personas.
Venga tu Reino Señor ¡Viva Cristo Rey!
Un Reino que los hombres no entendemos porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.
Ante ti, Señor una vez más. Ante ti, que siempre estás en el Sagrario para escucharme, para infundir calor a mi corazón muchas veces indiferente y frío.
Más frío que estas tardes del ya cercano invierno.
Pero hoy quiero que hablemos, no del cercano invierno, sino del cercano día en que vamos a festejar Tu día, Señor, el DÍA DE CRISTO REY. El Padre Eterno, como tú nos enseñaste a llamarle a Dios, es el Rey del Universo porque todo lo hizo de la nada. Es el Creador de todo lo visible y de lo invisible, pero... ¿cómo podía este Dios decírselo a sus criaturas? ¿cómo podría hacer que esto fuese entendido?... pues simplemente mandando un emisario. No fue un ángel, no fue un profeta, fuiste tú, su propio Hijo, tu, Jesús.
Como nos dice San Pablo: Fue la propia imagen de Dios, mediador entre Este y los hombres y la razón y meta de toda la Creación. Él existe antes que todas las cosas y todas tienen su consistencia en Él.
Es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia Católica.
Es el principio, el primogénito, para que sea el primero en todo. Así se expresa San Pablo de ti, Jesús mío y en esa creencia maravillosa vivimos. Cuando fuiste interpelado por Pilato diste tu respuesta clara y vertical: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ. Entonces Pilato te dijo:
Luego... ¿tú eres rey?. Y respondiste: Tú lo dices que soy rey. Para esto he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad.
Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. (Juan 18,36-37). Jesús, tú hablabas de un Reino donde no hay oro ni espadas, donde no hay ambiciones de riquezas y poder. Tu Reino es un reino de amor y de paz.
Un Reino que los hombres no entendieron y seguimos sin entender porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón. Pertenecer a este Reino nos hace libres de la esclavitud del pecado y de las pasiones. Pertenecer a este Reino nos hace súbditos de un Rey que no usa la ley del poder y del mando sino del amor y la misericordia.
Diariamente pedimos "venga a nosotros tu Reino" y sabemos que en los hombres y mujeres de bien, ya está este Reino, pues el "Reino de Dios ya está con nosotros" (Lc.17, 20-21.
El domingo, la Iglesia celebra a CRISTO REY. A ti, Jesús, que pasaste por la Tierra para decirnos que REINAR ES PODER SERVIR Y NO SERVIRSE DEL PODER.
Que viniste para ayudar al hombre y bajar hasta él, morir con él y por él, mostrándonos el camino hacia Dios. ¡VENGA TU REINO, SEÑOR! ¡Viva Cristo Rey!
¡Prepárate para la fiesta del Rey del universo! Fiesta de Cristo Rey
23 de noviembre 2014, último domingo del año litúrgico
Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros. Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.
Un poco de historia. La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925.
El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey. Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.
Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatológico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo.
Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía. Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46.
En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente. Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo: “es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”; “es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”; “es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”; “es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.
En ellas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz. La Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su predicación y extensión debe ser el centro de nuestro afán vida como miembros de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos.
Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres. Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar debemos conocer a Cristo. La lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor. Se trata de conocer a Cristo de una manera experiencial y no sólo teológica. Acerquémonos a la Eucaristía, Dios mismo, para recibir de su abundancia.
Oremos con profundidad escuchando a Cristo que nos habla. Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, por que Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se le nota. El tercer paso es imitar a Jesucristo. El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros. Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. No nos podremos detener.
Nuestro amor comenzará a desbordarse. Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida. A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra cristera en México en los años 20’s, quienes por defender su fe, fueron perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”. La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico es una oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente que Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio y el Fin de todo el Universo.
QUE VIVA MI CRISTO. Que viva mi Cristo, que viva mi Rey que impere doquiera triunfante su ley, que impere doquiera triunfante su ley. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey! Mexicanos un Padre tenemos que nos dio de la patria la unión a ese Padre gozosos cantemos, empuñando con fe su pendón. Él formó con voz hacedora cuanto existe debajo del sol; de la inercia y la nada incolora formó luz en candente arrebol. Nuestra Patria, la Patria querida, que arrulló nuestra cuna al nacer a Él le debe cuanto es en la vida sobretodo el que sepa creer. Del Anáhuac inculto y sangriento, en arranque sublime de amor, formó un pueblo, al calor de su aliento que lo aclama con fe y con valor. Su realeza proclame doquiera este pueblo que en el Tepeyac, tiene enhiesta su blanca bandera, a sus padres la rica heredad. Es vano que cruel enemigo Nuestro Cristo pretenda humillar. De este Rey llevarán el castigo. Los que intenten su nombre ultrajar.
La Reina, tras saludar el Papa, en la FAO
"Tenemos la sospecha de que queremos sacar del diccionario la solidaridad"
Papa en la FAO: "El hambriento nos pide dignidad, no limosna"
La Reina Letizia pidió "que cualquier ser humano en cualquier rincón del mundo tenga una vida mejor"
José Manuel Vidal, 20 de noviembre de 2014 a las 10:54
Recuerdo la frase de un anciano: Dios siempre perdona; los hombres, a veces; la tierra no perdona nunca
(José M. Vidal).- El Papa en la Cumbre de la FAO. Con un discurso profético, en el que dijo, entre otras cosas, que "los hambrientos nos piden dignidad, no limosna" e invitó al mundo a cuidar "la hermana y madre tierra" y no dejar que se elimine del diccionario la palabra solidaridad".
Tras la intervención de la Reina Letizia, que reivindicó "que cualquier ser humano en cualquier rincón del mundo tenga una vida mejor y más saludable", entró el Papa Francisco, entre los aplausos de todos los presentes.
Después intervino el director general de la FAO, doctor Graziano, que se dirigió al Papa en español. "Su presencia hoy con nosotros es una forma de hacer historia"
"El hambre sigue afectando a 800 millones de personas y no podemos ser indiferentes ante eso"
Pidió la "erradicación del hambre y de la miseria. La miseria no es un destino y el hambre es evitable".
Algunas frases del discurso del papa
"Con sentido de respeto y aprecio, me presento hoy aquí"
"Le agradezco la calurosa acogida". "Asegurar la nutrición"
"La Iglesia trata de estar atenta y solícita respecto al bienestar de las personas, especialmente de los que viven marginados y excluidos, para que se garantice su dignidad"
"Los destinos de las naciones están cada vez más entrelazados"
"Relaciones a menudo dañadas por las sospechas recíprocas, que se convierten en formas de agresión bélica y económica". "Lo sabe bien quien carece del pan cotidiano y de un trabajo decente"
"El derecho a la alimentación sólo quedará garantizado si nos preocupamos por las personas que sufren los efectos del hambre"."Hoy se habla de derechos, olvidando con frecuencia los deberes"
"Nos preocupamos demasiado poco de los que pasan hambre"
"La lucha contra el hambre se ve obstaculizada por la preeminencia de la ganancia, que han reducido los alimentos a una mercancía sujeta a especulación". "El hambriento está ahí, en la esquina de la calle, y pide carta de ciudadanía. Nos pide dignidad, no limosna" (aplausos)
"Las personas y los pueblos exigen que se pongan en práctica la justicia, no solo la legal, sino la distributiva". "La primera preocupación debe ser la persona misma, aquellos que carecen de alimento diario y luchan sólo por la supervivencia"
"Juan Pablo II, en la inauguración de la primera conferencia, puso en guardia a la comunidad internacional ante el riesgo de que la paradoja de la abundancia y el derroche está ante nuestros ojos"
"Esta paradoja sigue siendo actual". "El segundo reto es la falta de solidaridad. Una palabra que tenemos la sospecha de que inconscientemente la queremos sacar del diccionario"
"Creciente individualismo y división". "Cuando falta la solidaridad en un país se resiente todo el mundo"
"A los Estados se les pide que se ayuden unos a otros". "La ley natural es una fuente inagotable de inspiración: amor, justicia, paz, elementos inseparables entre sí". "Así, el objetivo de nutrir a la familia humana se hace factible". "Las Iglesia trata de ofrecer también en este campo su propia contribución: atención constante a la vida de los pobres y necesitados en todas las partes del planeta"
"Derecho a una existencia digna"
"Compartir la riqueza económica del mundo"
"Ninguna forma de presión política o económica puede ser aceptable"
"Pienso en nuestra hermana y madre tierra. ¿Somos libres de presiones políticas y económicas para cuidarla, para evitar que se autodestruya?"
"Cuidar el planeta".
"Recuerdo la frase de un anciano: Dios siempre perdona; los hombres, a veces; la tierra no perdona nunca". "Cuidar la hermana tierra, la madre tierra"
"Pido al Todopoderoso que bendiga a todos"