Producir frutos
- 22 Marzo 2019
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San Nicolás Owen, 22 de marzo
Carpintero y albañil de profesión
«Este campeón de la fe, carpintero y albañil de profesión, fue un jesuíta obediente y valeroso. Utilizó su creatividad e ingenio para salvar de la muerte a muchos hermanos. Fue cruelmente torturado en la Torre de Londres»
Nació en Oxford, Inglaterra, a mediados del siglo XVI. Su padre, que era carpintero, tuvo un papel predominante en su educación religiosa y en la de sus hermanos. Les infundió fortaleza en la defensa de la fe en un periodo histórico agitado, difícil y peligroso para los creyentes, tras la Reforma impulsada por Enrique VIII. Muchos de ellos fueron mártires. Entre otros, santo Tomás Moro y los Cartujos, hechos dramáticos que Nicolás conoció de cerca. No se trataba de una persona ajena a la Iglesia. Desde muy joven estaba vinculado a los jesuitas. Además, su hermano mayor, que era impresor, editaba y distribuía libros católicos desafiando al peligro que constantemente acechaba a su vida. Se enfrentaba al riesgo de perderla con heroica determinación por amor a Cristo. Otros dos hermanos fueron ordenados sacerdotes. Cuando pudo, Nicolás les ayudó económicamente.
Era un hombre valeroso y audaz. Un carpintero y albañil sumamente hábil, cualidad heredada de su padre, que iba a serle de gran utilidad desde el punto de vista apostólico. En 1580 entró en contacto con los jesuitas Roberto Persons y san Edmundo Campion. Persons, que era el superior y acababa de cruzar el canal de la Mancha, aceptó a Nicolás en un momento en el que no sabía si podía admitirlo dadas las circunstancias que atravesaban. Le encomendó que guardase el hecho en secreto, y éste cumplió la petición a rajatabla. Ni siquiera los que eran jesuitas entonces y los que se incorporaron después pudieron imaginar la existencia de tan afortunado vínculo. Fue compañero y discípulo de Campion, detrás del que cabalgaba amparado en un disfraz, como hacía él, y así aprendió a orar mientras le seguía en su caballo, yendo a evangelizar.
El primogénito de la familia Owen fue editor de la obra de Campion, que fue detenido y murió martirizado el 1 de diciembre de 1581. Pero en el infausto momento de ser apresado, Nicolás se hallaba ausente. Después le asistió, ayudó e hizo por él cuanto estuvo en su mano. Y, desde luego, lloró amargamente su muerte. Ante este imenso dolor, el consejo de actuar con prudencia que le dio su superior se congeló en sus labios. Testimonió a favor de Campion y de los martirizados junto a él. Por ello, fue detenido y torturado. No contento con los castigos que le aplicaron, añadió nuevos tormentos, gozoso de dar su vida por Cristo. No delató a nadie. No lograron arrancarle ni una palabra, y muy astutamente simuló ser una persona insignificante; un simplón. Poco después, recuperó la libertad ya que alguien había pagado un rescate.
Aunque en Inglaterra no habían quedado jesuitas, era un hombre avispadoque poseía numerosos recursos y no tuvo problemas para su sostenimiento. Sus oficios le permitieron ganarse la vida. Por supuesto, continuaba manteneniendo enhiesta su fe. Es fácil imaginar su alegría cuando en medio de ese desierto impuesto por los enemigos, descubrió a otro jesuita, y también se comprende su sentimiento de pesar al tener que separarse de él obligado por la difícil situación que gravitaba sobre los paladines de la fe. Cuando llegaron nuevos religiosos en 1586 se unió a ellos y quedó bajo el amparo del superior padre Garnet.
Dieciocho años, los que le quedaban de vida, permaneció junto a sus hermanos siendo patente su fe, audacia, fortaleza y ardor apostólico. Había sido muy generoso con la comunidad, incluso antes de establecer con ella un compromiso vivencial. El padre Garnet lo había atestiguado por carta: «Nosotros tenemos como bienhechores a un buen número de laicos, todos muy bien conocidos. Uno de ellos es un carpintero. Quiera Dios que un día pueda ingresar en nuestra Compañía.
Él tiene una extraordinaria habilidad y maestría, digna de toda confianza, para construir gratuitamente en todo el país escondites que permiten a los sacerdotes católicos estar seguros del furor protestante. Cualquier dinero que es forzado a recibir por sus trabajos, él lo da a sus dos hermanos presos, uno sacerdote y el otro un laico». Y no se equivocó. La labor que realizó Owen no tuvo precio. En perfecta comunión con Garnet, utilizó sus conocimientos y los dosificó con astucia sabiendo burlar a los infiltrados; así pudo seguir difundiendo el mensaje de Cristo. Su profesión le permitió desarrollar su creatividad e ingenio. Salvó a muchos que se ocultaron en los sorprendentes escondites secretos que proyectó y materializó.
El proceso que le condujo al fin se dilató en el tiempo permitiéndole corroborar la autenticidad de su fe, de la que dio pruebas fehacientes aún en circunstancias de extrema dureza. El 23 de abril de 1594 fue detenido por segunda vez, torturado y, después, liberado. Reinaba Jacobo I y sus esbirros le habían aplicado terribles tormentos, pero nunca pudieron arrancarle nombres ni lugares donde se refugiaban. Supo que un sirviente les había delatado a él y a otros jesuitas. Al salir –alguien pagó una fianza– trató de rescatar a sus compañeros de Orden. Difícil y peligrosa empresa. El padre Gerard fue trasladado a la tenebrosa Torre de Londres siendo sometido a crueles suplicios. Nicolás organizó un plan para ponerlo a salvo. Más tarde, emitió los votos. Hasta ese momento su admisión había permanecido en secreto. Se convirtió en compañero inseparable del padre Gerard, y poco después sufrió un accidente con un caballo. Aunque fue operado, quedó cojo.
En 1605 Owen y otros jesuitas fueron apresados después de haber logrado burlar a sus perseguidores durante un tiempo en diversos refugios construidos por él. Lo recluyeron en Marshalsea y más adelante fue conducido a la Torre de Londres, donde estaba confinado el padre Garnet. Allí fue brutalmente torturado en 1606. Tal como había hecho en anteriores ocasiones, no confesó, ni traicionó a nadie. Y, por supuesto, no develó ningún escondite. El 22 de marzo de ese año la violencia de los tormentos tuvo un efecto devastador en su cuerpo ya martirizado y terminó con su vida. Fue canonizado el 25 de octubre de 1970 por Pablo VI, siendo aclamado como un campeón de la fe en Inglaterra.
Un vacío que sólo podemos llenar con Alguien infinito
Santo Evangelio según San Mateo 21, 33-43.45-46. Viernes II de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, tengo sed de Ti, quiero redescubrir tu amor en esta Cuaresma. Ayúdame a ser valiente y amarte como Tú me amas. La Cuaresma es un tiempo que nos acerca al misterio de la cruz, al significado trascendente y redentor del dolor, al extremo del amor que es dar la vida por los amigos. Que sepa aprovecharla este año.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43.45-46
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
El Evangelio que hoy meditamos nos inserta en la mente de Jesús que ya sabía cómo iba a ser el culmen de su misión. También se nos presenta lo que siente Dios Padre al ver que a pesar de habernos enviado a tantas personas para que escuchemos su voz y aun enviándonos a su propio hijo, nos hacemos de oídos sordos prefiriendo nuestra comodidad, como los arrendatarios de la viña.
Esto sucede cuando desechamos consciente o inconscientemente a Jesús de nuestra vida porque nos estorba; nos da pena manifestar nuestra fe o decir que somos católicos; permanecemos indiferentes ante las necesidades físicas y espirituales de nuestros más cercanos. Ahí también descartamos a Jesús. El Salmo 117 nos dice proféticamente «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora piedra angular».
Los fariseos y maestros de la ley desecharon a Jesús porque estaban demasiado cómodos con sus vidas, con sus ritos y sus costumbres, pero no conocían a Dios. Él se hizo carne y habitó entre ellos y no lo conocieron tampoco, les habló cara a cara y no lo siguieron ¿Y nosotros? Hemos tenido la misma oportunidad y, ¿estamos cómodos o queremos unirnos a la cruz? Si hoy escuchamos la voz de Dios, no nos hagamos de oídos sordos. En esta Cuaresma redescubramos nuestra cruz, redescubramos el amor más profundo que sólo se experimenta cuando tenemos a Dios en el corazón y le aceptamos en nuestra vida como roca firme y piedra angular. Despojemos de nosotros toda actitud de autosuficiencia y fariseísmo porque en lo profundo hay un vacío infinito que sólo podemos llenar con alguien infinito, Dios. Él llega a nuestra vida en el silencio y ahí es donde quiere hablarnos al corazón.
«Hermanos y hermanas, ¡Dios no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos, para abrazarnos. A través de las «piedras de descarte» —y Cristo es la primera piedra que los constructores han descartado— a través de las situaciones de debilidad y de pecado, Dios continúa poniendo en circulación el “vino nuevo” de su viña, es decir, la misericordia: este es el vino nuevo de la viña del Señor: la misericordia. Hay solo un impedimento frente a la voluntad tenaz y tierna de Dios: nuestra arrogancia y nuestra presunción, ¡que se convierte en ocasiones en violencia! Frente a estas actitudes y donde no se producen frutos, la palabra de Dios conserva todo su poder de reproche y advertencia: “se os quitará el reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”. La urgencia de responder con frutos de bien a la llamada del Señor, que nos llama a convertirnos en su viña, nos ayuda a entender qué hay de nuevo y de original en la fe cristiana. Esta no es tanto la suma de preceptos y de normas morales como, ante todo, una propuesta de amor que Dios, a través de Jesús hizo y continúa haciendo a la humanidad. Es una invitación a entrar en esta historia de amor, convirtiéndose en una viña vivaz y abierta, rica de frutos y de esperanza para todos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy revalorizaré mi relación con Jesús y no dejaré que termine esta Cuaresma sin buscar la reconciliación sacramental con Él.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos
Hoy el Señor nos llama a un cuidado de la vida en todas sus expresiones.
Tobías: 3, 1-11. 16-17: “El Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y Tobit”
Salmo 24: “A ti, Señor, levanto mi alma”
San Marcos 12, 18-27: “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”
¿Nos gustaría a nosotros hacerle a Jesús la misma pregunta que le hacen los saduceos? Tenemos muchas dudas sobre lo que hay “más allá, después de la muerte”. Y por más que muchos ahora digan que le hablan a los muertos o que tienen comunicación con los espíritus, siempre quedamos en la ignorancia, sobre lo que hay más allá. Cristo mismo nos asegura que hay resurrección pero no tenemos claro qué podremos encontrar. Nuestras pobres inteligencias se niegan a concebir una vida nueva, diferente, y queremos encasillar la resurrección como en un continuo revivir, reencarnarse, que al final terminaría en una vida monótona, sin novedad.
Cristo nos dice que tendremos vida en plenitud, no que viviremos como cadáveres. Habrá una comunicación con nuestro Dios y una participación de su amor que nos hará vivir a todos como hermanos.
Si ya desde el Antiguo Testamento se vislumbraba esta vida en el más allá, como nos lo muestra el pasaje de Tobías que busca respeto para los muertos, con la propuesta de Jesús aparece más claro.
Esta enseñanza de ningún modo nos debe excusar de un trabajo serio y comprometido con la realidad, sino todo lo contrario: quien tiene fe en la Resurrección de Jesús, se une íntimamente a Él, y se compromete seriamente por la vida en todos sus sentidos. Es triste el ambiente de muerte que propiciamos al destruir la naturaleza; es increíble la dureza del corazón que debemos tener, cuando somos capaces de destruir la vida desde el vientre, o en la ancianidad, con el pretexto de que “estorban o no son productivos”. Hoy el Señor nos llama a un cuidado de la vida en todas sus expresiones.
La vida en tu persona que no debes destruir con el alcohol, con las drogas, con los excesos; la vida de los demás que debes cuidar y preservar; la vida de la naturaleza que al final de cuentas da vida al hombre. ¿Somos cuidadores de la vida o somos pregoneros de muerte?
¿Cuándo es nulo un matrimonio?
Es imposible aceptar la manipulación de la Palabra de Jesús
Hace algún tiempo, el Papa Francisco dijo que la nulidad matrimonial sólo se da en casos excepcionales; en principio, hay una capacidad humana innata al matrimonio.
Don Rafael Higueras, juez del Tribunal Eclesiástico de Jaén, aclara algunos puntos centrales sobre este asunto:
"La palabra de Jesús podrá ser escuchada y cumplida, o podrá ser rechazada y atacada. Pero lo que es imposible aceptar es que sea manipulada o tergiversada. Lo que Dios unió que no lo separe el hombre"
La doctrina de la Iglesia sobre el sacramento del Matrimonio, en todas sus líneas fundamentales, no es otra doctrina que la del propio Señor Jesús.
Pero las propiedades esenciales del matrimonio están ya presentes en la ley natural, una ley incluso anterior a la misma ley revelada. Esas propiedades, según la doctrina de la Iglesia, son la unidad (de uno con una) y la indisolubilidad (para siempre).
"El Concilio habla del acto humano por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente; y allí mismo expresan el consentimiento personal e irrevocable"
El consentimiento es un acto de personas humanas, dotadas de inteligencia y voluntad, que ha de ser necesariamente libre. Al indicar estas cualidades (inteligencia, voluntad, libertad), se está anotando ya que cualquier cosa que pueda herir o desfigurar el consentimiento matrimonial puede dar lugar a que no haya verdadero y legítimo matrimonio.
Por ejemplo, quien carece de suficiente uso de razón o quien tiene incapacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica no puede contraer matrimonio válido; y si se descubre tal situación (incluso años después de la celebración del aparente consentimiento) tal matrimonio será nulo.
Por supuesto hay que partir del principio que afirma que el consentimiento interno de la voluntad se presume que está conforme con las palabras o signos empleados para celebrar el matrimonio, como dice el Código de Derecho Canónico.
Es evidente tal norma; pues sería un caos si, por principio, se estableciera la duda o la ambigüedad para enjuiciar la realidad del consentimiento dado por los esposos.
¿Para qué el matrimonio?
El Concilio Vaticano II dice del matrimonio cosas tan magníficas como lo siguiente:
"Cristo nuestro Señor bendijo abundantemente este amor multiforme (de los esposos), nacido de la fuente divina de la caridad y que está formado a semejaza de su unión con la Iglesia". Y un poco antes: "Por ser de índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con los que se ciñen como con su corona propia".
"El pensamiento cristiano no puede ignorar la ley natural."
La consecuencia que extrae el Código de Derecho Canónico, en cuanto al fin del matrimonio, es que, si alguno de los contrayentes, o ambos, excluye con un acto positivo de la voluntad, el matrimonio mismo, o un elemento o una propiedad esencial, contrae inválidamente.
Dicho en lenguaje menos académico, no vale contraer matrimonio pensando según el propio capricho en un dibujo o modelo del matrimonio, hecho al antojo del contrayente.
Los hijos en el matrimonio, su procreación y educación, son de tal importancia que rechazar esa conclusión extraída de la ley natural, haría que el matrimonio así contraído fuera una simulación que lleva a la invalidez.
Separación, divorcio y nulidad
Muchas veces se palpa confusión en los medios de comunicación acerca de los términos separación, divorcio y nulidad.
También es necesario anotar que el matrimonio por la Iglesia no es lo mismo que otra celebración ante el Juzgado, u otro organismo civil, donde no hay sacramento.
- Disolver(divorcio) supone que antes había un lazo que después se desata.
- Anular(nulidad) es declarar que no hubo lazo. No puede deshacerse, por la sencilla razón de que no existió antes.
Podría darse el caso de que unos novios que celebran su unión ante el magistrado civil pudieran solicitar, en ese mismo ámbito, la nulidad por tales motivos: incapacidad, falta de requisitos exigidos en el ámbito civil, etc. Y eso no sería tampoco divorcio.
El divorcio no existe en la Iglesia.
En la Iglesia y para la Iglesia, la unión de un hombre y una mujer, si fue verdadero matrimonio, fue matrimonio para siempre. Esto podría resumirse en estas palabras: unidad e indisolubilidad, que llevan dentro de sí la fidelidad.
En la doctrina de la Iglesia el matrimonio es la alianza de un varón y de una mujer, y para siempre.
La Iglesia hace procesos en los tribunales eclesiásticos a petición, generalmente de uno, o de ambos contrayentes, que tengan un matrimonio canónico. Lo que los tribunales eclesiásticos hacen es declarar que no existió tal matrimonio, no disolverlo, si es que ello se demuestra.
La Iglesia reconoce también que, en determinados casos en que no se puede declarar la nulidad, sin embargo, puede sentenciarse la separación, permaneciendo el vínculo.
Los trámites del proceso
Los trámites de una nulidad pasan, como mínimo, por dos sucesivos tribunales(primera y segunda instancia); cada uno de los dos tribunales está integrado por tres jueces; y la sentencia no es firme mientras no sean coincidentes ambos tribunales; y en caso de no serlo, cabe una tercera instancia que resuelve la discordancia anterior.
Dada la dificultad y especialización de estos procesos, cada diócesis tiene una asesoría previa donde orientan a los esposos antes de realizar los primeros trámites para evitar gastos y pérdidas de tiempo, y con la única finalidad de ayudar eficazmente.
Los diversos plazos de cada trámite procesal, desde que se presenta la demanda hasta que se resuelve con la sentencia, están minuciosamente marcados en el Derecho Canónico.
Una causa de nulidad del matrimonio, cualquier causa, ha de ser anterior al contraer. Algo que se diera sólo posteriormente, aunque fuera al día siguiente de la boda, no sería causa de nulidad.
Esto es necesario repetirlo y clarificarlo: no es lo mismo matrimonio fracasado que matrimonio nulo. El hecho de que un matrimonio no llegue a feliz puerto no quiere decir que ese matrimonio fue nulo el día que se contrajo.
Pero tampoco hay que confundir una causa de nulidad que se detecte después de contraer, pero que existía desde antes; esa causa sí puede dar origen a la nulidad.
La felicidad y los bienes materiales
¿Demasiado de todo?
Desde que el mundo es mundo, la especie humana ha debido luchar por su supervivencia. La necesidad es la condición normal del ser humano, y tratar de satisfacerla, uno de los instintos más fuertemente enraizados. Pero, hoy, algo extraordinario se ha producido en el mundo desarrollado. Por primera vez en la Historia, las sociedades como un todo están confrontadas a problemas no más de penuria, sino de sobreabundancia.
Vivimos, hasta ahora –no sabemos qué modificaciones podrá traer la crisis financiera actual– en una economía de excedentes donde casi todos los sectores de actividad, antiguos y nuevos, sufren de una sobrecapacidad. Hay tantos automóviles en circulación que casi ya no hay espacio para conducirlos. Tenemos tanto para comer que sufrimos de una epidemia de obesidad. Hay tantas cosas para comprar, para ver y para hacer, que no encontramos tiempo para disfrutarlas. Nos entusiasmamos por un momento con el nuevo celular, ipod o ipad, para dejarlo de lado y correr a adquirir el más reciente “avance” tecnológico.
¿Demasiado de todo? Esa era la utopía que nuestros antepasados perseguían, sin gran esperanza de conseguirlo. ¿Entonces, por qué no somos netamente más felices?
De hecho, las “encuestas sobre la felicidad” realizadas hace algún tiempo en Estados Unidos, Gran Bretaña y en Europa continental muestran que el nivel de felicidad frecuentemente ha disminuido en el curso los 30 últimos años.
El verdadero y permanente problema del hombre es pensar que encontrará su felicidad en los bienes materiales.