La luz del mundo
- 08 Abril 2019
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Dionisio de Corinto, Santo
Obispo, 8 de abril
Martirologio Romano: Conmemoración de san Dionisio, obispo de Corinto, el cual, dotado de admirable conocimiento de la palabra de Dios, no sólo enseñó con la predicación a los fieles de su ciudad y de su provincia, sino también a los obispos de otras ciudades y provincias mediante sus cartas (180).
Etimológicamente: Dionisio = Aquel que mantiene la fe en Dios, es de origen griego.
Breve Biografía
Los menologios griegos dan noticia de su condición episcopal cuando lo incluyen en las listas de obispos, mencionando su óbito alrededor del año 180. También Eusebio de Cesarea nos relata algo de su actividad al recogerlo en la Historia Eclesiástica como uno de los grandes hombres que contribuyeron a extender por el mundo el Evangelio.
Pertenece a las primeras generaciones de cristianos. Es uno de los primitivos eslabones de la larga cadena que sólo tendrá fin cuando acabe el tiempo. Por el momento en que vivió, resulta que con él entramos en contacto con la antiquísima etapa en que la Iglesia está aún, como aprendiendo a andar, dando sus primeros pasos; su expresión en palabras sólo se siente en la tierra como un balbuceo y la gente que conoce y sigue a Cristo son poco más que un puñado de hombres y mujeres echados al mundo, como a voleo, por la mano del sembrador y desparramados por el orbe.
Dionisio fue un obispo que destaca por su celo apostólico y se aprecia en él la preocupación ordinaria de un hombre de gobierno. Rebasa los límites geográficos del terruño en donde viven sus fieles y se vuelca allá donde hay una necesidad que él puede aliviar o encauzar. En su vida resuena el eco paulino de sentir la preocupación por todas las iglesias. Aún la organización eclesiástica -distinta de la de hoy- no entiende de intromisiones; la acción pastoral es aceptada como buena en cualquier terreno en donde hay cristianos.
Posiblemente el obispo Dionisio pensaba que si se puede hacer el bien, es pecado no hacerlo. Todas las energías se aprovechan, porque son pocos los brazos, es extenso el campo de labranza... y corto el tiempo. Siendo la labor tan amplia, el estilo que impera es prestar atención espiritual a los fieles cristianos donde quiera que se encuentren sin sentirse coartado por el espacio; la jurisdicción territorial vino después. Él se siente responsable de todos porque todos sirven al mismo Señor y tienen el mismo Dueño.
Los discípulos -pocos para lo que es el mundo- se tratan mucho entre ellos, todo lo que pueden; traen y llevan noticias de unos y de otros; todos se encuentran inquietos, ocupados por la suerte del "misterio" y dispuestos siempre a darlo a conocer. Las dificultades para el contacto son muchas, lentas y hasta peligrosas algunas veces, pero por las vías van los carros y por los mares los veleros; lo que sirve a los hombres para la guerra, las conquistas, la cultura o el dinero, el cristiano lo usa —como uno más— para extender también el Reino. Se saben familia numerosa esparcida por el universo; tienen intereses, dificultades, proyectos y anhelos comunes ¡lógico que se sientan unidos en un entorno adverso en tantas ocasiones!
Y en este sentido tuvo mucho que ver Corinto, —junto al istmo y al golfo del mismo nombre— que en este tiempo es la ciudad más rica y próspera de Grecia, aunque no llega al prestigio intelectual de Atenas. Corinto es la sede de Dionisio; fue, no hace mucho, aquella iglesia que fundó Pablo con la predicación de los primeros tiempos y que luego atendió, vigiló sus pasos, guió su vida y alentó su caminar. Tiene una situación privilegiada: es una ciudad con dos puertos, un importante nudo de comunicaciones en donde se mezcla el sabio griego con el comerciante latino y el rico oriental; allí viven hermanadas la grandeza y el vicio, la avaricia, la trampa, la insidia y el desconcierto; todas las razas tienen sitio y también los colores y los esclavos y los dueños. El barullo de los mercados es trajín en los puertos. Hay intercambio de culturas, de pensamiento.
Entre los miles que van vienen, de vez en cuando un cristiano se acerca, contacta, trae noticias y lleva nuevas a otro sitio del Imperio. ¡Cómo aprovechó Dionisio sus posibilidades! Porque resalta su condición de escritor. Que se tengan noticias, mandó cartas a los cristianos Lacedemonios, instruyéndoles en la fe y exhortándoles a la concordia y la paz; a los Atenienses, estimulándoles para que no decaiga su fe; a los cristianos de Nicomedia para impugnar muy eruditamente la herejía de Marción; a la iglesia de Creta a la que da pistas para que sus cristianos aprendan a descubrir la estrategia que emplean los herejes cuando difunden el error. En la carta que mandó al Ponto expone a los bautizados enseñanzas sobre las Sagradas Escrituras, les aclara la doctrina sobre la castidad y la grandeza del matrimonio; también los anima para que sean generosos con aquellos pecadores que, arrepentidos, quieran volver desde el pecado. Igualmente escribió carta a los fieles de Roma en tiempos del papa Sotero; en ella, elogia los notables gestos de caridad que tienen los romanos con los pobres y testifica su personal veneración a los Vicarios de Cristo.
La vida de este obispo griego —incansable articulista— terminó en el último tercio del siglo II.
Sin moverse de Corinto, ejerció un fecundo apostolado epistolar que no conoció fronteras; elpapel, la pluma y el mar Mediterráneo fueron sus cómplices generosos en la difusión de la fe.
Santo Evangelio según San Juan 8, 12-20. Lunes V (C) de Cuaresma.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a estar contigo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 12-20
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no caminará en la oscuridad y tendrá la luz de la vida”.
Los fariseos le dijeron a Jesús: “Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es válido”. Jesús les respondió: “Aunque yo mismo dé testimonio en mi favor, mi testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y a dónde voy; en cambio, ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan por las apariencias. Yo no juzgo a nadie; pero si alguna vez juzgo, mi juicio es válido, porque yo no estoy solo: el Padre, que me ha enviado, está conmigo. Y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo doy testimonio de mí mismo y también el Padre, que me ha enviado, da testimonio sobre mí”.
Entonces le preguntaron: “¿Dónde está tu Padre?” Jesús les contestó: “Ustedes no me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre”.
Estas palabras las pronunció junto al cepo de las limosnas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos nosotros nos hemos despertados, por lo menos una vez, durante la noche. La oscuridad de la habitación nos impedía ver con claridad o peor aún, absolutamente nada, y para poder ver debíamos encender una lámpara. Con un bombillo de 30 o 60 vatios, que son los que normalmente están en las lámparas de noche, se da un ambiente como de prisión, se puede distinguir las cosas pero aún no es perfecto, todavía hay muchos lugares oscuros. Pero si el bombillo es de 120 vatios, y es la lámpara central de la habitación, todo es diferente, realmente vemos todo. ¡Qué importante es la intensidad de la luz y su ubicación!
Esta analogía nos ayuda a ver cómo está nuestra vida, ¿estamos en tinieblas?, es decir, en pecado. ¿Estamos iluminados solo por una lámpara de noche?, es decir, basando nuestra vida en lo material, ¿o hemos encendido la lámpara central de nuestra habitación y la luz está iluminando todo? Es decir, Dios está en nuestra vida. Porque solo la luz elimina las tinieblas, solo Dios nos saca de una vida de pecado y solo de esa forma otorga sentido a nuestra vida que es Él mismo; la luz de Cristo es lo que todos necesitamos. Pero para tener la luz por lo general hay que encender la lámpara, porque Dios no violenta nuestro amor, implica de nuestra parte querer tener la luz.
Pero no basta una lámpara de noche pues un bombillo de 60 vatios jamás iluminará toda la habitación, jamás lo material le dará sentido a nuestra vida. Puede ser que podamos caminar, que podamos hacer lo «necesario» pero jamás veremos toda la habitación. Las lámparas de noche normalmente son un buen adorno, pero encender la lámpara central, colocar a Cristo en el centro de nuestra vida es lo que cambia todo, es lo que nos hace ver. Cristo es un bombillo de muchos vatios y solo Cristo ilumina toda nuestra vida.
A oscuras, con una lámpara de noche o con Cristo en el centro, la habitación es siempre la misma, lo que cambia es la intensidad con que se ve la propia vida. Tener a Cristo no contradice nuestra vida, la habitación no cambia con la luz central encendida, pero nos hace verla mejor.
La luz central siempre está, ¡utilicemos el bombillo de 120 vatios! ¡Coloquemos a Cristo en el centro de nuestras vidas! Y de seguro veremos la vida con la luz que jamás cesa, tendremos a Cristo iluminando nuestro corazón.
«La propuesta cristiana es tan sencilla como decisiva y bonita, y da mucha esperanza. ¿Yo soy luz para los otros? ¿Yo soy sal para los otros, que da sabor a la vida y la defiende de la corrupción? ¿Yo estoy agarrado a Jesucristo, que es el “sí”? ¿Yo me siento ungido, sellado? ¿Yo sé que tengo esta seguridad que será plena en el cielo, pero al menos es “fianza”, ahora, el Espíritu? En el hablar cotidiano, cuando una persona está llena de luz decimos: “esta es una persona solar”. Aquí estamos frente al reflejo del Padre en Jesús, en el cual las promesas están todas cumplidas y al reflejo de la unción del Espíritu que todos nosotros tenemos. ¿Cuál es el fin de todo esto? ¿Por qué hemos recibido esto? A través de Cristo, sube a Dios nuestro “amén” para su gloria, por tanto para glorificar a Dios. Y Jesús dice a los discípulos: “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre”.»
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de junio de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Realizaré un examen para ver si estoy viviendo mi vida con Cristo o sin Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Deja que la luz de la resurrección brille en tu vida
Sembrando Esperanza III. Cristo hoy ha encendido una lámpara que no se apaga, deja que esta luz ilumine tu caminar
En este domingo no son las tinieblas las que dominaban, sino el fulgor de una luz repentina que irrumpe con el anuncio sobrecogedor de la resurrección del Señor. La espera y la oración se convierten entonces en un canto de alegría: «¡Exulte el coro de los Ángeles!».
Ha cambiado totalmente la perspectiva de la historia: la muerte da paso a la vida y la oscuridad a la luz; vida que no muere más y luz que no volverá a apagarse.
La piedra del sepulcro está quitada: hoy brilla una luz especial en el corazón de todos los que creemos en Cristo: con Él, con su gracia y su fuerza, su amistad y compañía, todos los obstáculos son superables; todos los problemas, solubles; todos los sacrificios, llevaderos; todas las penas, pasajeras. Cristo nos invita hoy a salir de nuestros sepulcros, de nosotros mismos, de nuestros pequeños o grandes problemas, de nuestras indecisiones y tristezas, de nuestros desalientos y dudas, de nuestras oscuridades y desconfianzas y dejar que su luz pase a través de nosotros, para así llevarlo a los hombres. Hoy es un día especial para sentirse cerca de Dios, amigo de Dios, sinceramente amigo de Dios.
Una pequeña niña se encontraba entre un grupo de personas que eran guiadas en una excursión por una gran catedral. Mientras el guía daba explicaciones sobre las diversas partes de la estructura: el altar, el coro, la mampara y la nave principal, la atención de la pequeña estaba enfocada en una vidriera de colores.
Estuvo por largo tiempo considerando en silencio la ventana. Al elevar la vista hacia las figuras que formaban parte del vitral, su rostro fue bañado en un arco iris de colores cuando el sol de la tarde inundó el ala cruciforme de la inmensa catedral.
Cuando el grupo se preparaba para continuar la gira, la niña se llenó de valentía y preguntó al guía: ¿Quiénes son las personas que están en ese vitral tan hermoso?
-Esos son los santos- respondió aquel.
Esa misma noche, mientras la niña se alistaba para acostarse, le dijo a su madre con orgullo: - Sé quiénes son los santos.
-¿Lo sabes? -respondió la madre. ¿Y me podrías decir quiénes son?
Sin vacilar, la niña respondió: ¡Son las personas que dejan que la luz brille a través de ellas!
¿Estás permitiendo que la luz de la Resurrección del Señor brille a través de ti?
Hemos sido llamados a compartir la luz de la Resurrección de Jesús en un mundo de tinieblas. Como rayos de luz que atraviesan el pesimismo y la oscuridad, podemos llevar la Esperanza de la Resurrección a este mundo oscuro y cansado.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (San Mateo 5.16)
No te detengas cuando se haya hecho oscuro, ilumina tu andar con la luz de Cristo Resucitado. La oscuridad más terrible no es la que te rodea, sino la que te habita; y la luz más bella no es la que te ilumina desde afuera, sino la que se asoma en tus ojos desde adentro. No exijas más luz que la necesaria para ver lo necesario, ni más camino que para andar esta jornada. El camino más malo, no es tan malo, si por él vas a tu meta. Y el camino más bueno no es tan bueno si por él no llegas a tu destino. No sabrás si hay luz mientras tus ojos no se hayan abierto, ni sabrás si hay camino, mientras tus pies no hayan andado. Cristo hoy ha encendido una lámpara que no se apaga, deja que esta luz ilumine tu caminar, Él hoy ha vencido nuestras oscuridades.
CRISTO HA RESUCITADO Y YO LO HE EXPERIMENTADO.
Lo acabamos de decir. La catequesis no es cosa tuya. Tú eres simplemente un servidor, un llamado.
1. Fíate de Dios.Lo acabamos de decir. La catequesis no es cosa tuya. Tú eres simplemente un servidor, un llamado. Por eso es bueno empezar la catequesis con un rato de oración (oración tuya). Tienes que encontrarte con Dios y pedirle la fuerza de su Espíritu para que sea él quien se haga vivo en tu palabra y en tu ejemplo.
2. Transmite lo que vives. Más de lo mismo. Si no vives tu fe no tienes nada que transmitir. Por eso es fundamental que no abandones tu crecimiento personal como seguidor de Jesús. No sólo vas a transmitir unos conocimientos. Los niños tienen que ver en ti un modelo de seguimiento y eso sólo es posible si te preocupas y tratas de madurar tu opción de vida cristiana.
3. Prepara bien tu catequesis. Para ello:
a. Infórmate y fórmate sobre lo que vas a transmitir.
b. Busca la forma más adecuada para transmitir a los niños lo que has descubierto: los niños no son como tú; tienen otra forma de ver las cosas, otra forma de captar la realidad.
c. Distribuye bien el tiempo de catequesis.
d. Piensa en formas creativas de captar la atención de esos niños; pero no olvides que la actividad a la que has sido llamado no debe ser un mero entretenimiento para los niños. No buscamos solamente que los niños se diviertan sino que
queremos acompañar su camino de seguimiento de Jesús.
e. Debes despertar el interés de los niños: atender a cada uno; conocer bien el tema; llevar con equilibrio el ritmo de la sesión; unir lenguaje doctrinal y testimonial; comunicar con alegría el mensaje salvador...
f. Debes tener paciencia. La labor del catequista consiste en sembrar, no necesariamente en recoger. El catequista debe aprender de la pedagogía de Dios, el Dios que siempre espera, eternamente; el Dios que confía en el hombre, que perdona todas sus caídas. Sembrar con todo el cuidado del mundo, pero sabiendo que es cada persona la que debe construirse a sí misma. No todo depende de ti.
g. Es importante la constancia. No es bueno cambiar el tema programado, ni cambiar constantemente de actividad, ni cambiar continuamente la programación...
h. Ora con tus niños y por tus niños. El cristiano intenta transmitir el mensaje de Jesús, porque sabe que es un mensaje liberador; pero, ya lo hemos dicho, sabe que no todo depende de Dios. No sólo hay que dirigirse a Dios pidiéndole fuerzas para transmitir su mensaje, también hay que pedir a Dios que envíe su Espíritu sobre aquellos a quienes acompañamos en su proceso de maduración de fe.
En la aceptación de la propia vocación se encuentra la autenticidad personal, la realización plena de nuestra existencia.
Es bien conocida la fábula de la rana y el buey. Por azares del destino, una rana (si se quiere puede ser la rana-René) se encuentra frente a un gran buey. El anfibio, con sus ojos saltones y desorbitados, contempla fascinado al rumiante, que pace indiferente a su lado.
-¡Ay! -exclama la rana- Si yo tuviese tal estatura.
Y como la rana además de verde, es vanidosa, ni corta ni perezosa comienza a inflarse más y más para emular al corpulento buey...De la rana ya no supimos más, sino que dejó como único rastro unas ancas muy largas y estiradas.
De ordinario la moraleja de la historia se aplica a la soberbia, a la vanidad o a algún vicio del género. Hoy vamos a verlo desde otro punto de vista.
Encontramos las realidades con las que nos tropezamos en la vida en diversas posiciones y con diversas jerarquías: como una acción, el lugar donde se realiza, el momento, las circunstancias. Pero sobre todas éstas impera el sujeto que actúa, que es, por decirlo así, la condición de las demás modalidades en que la realidad se inscribe ante nuestros ojos.
Concretemos esta breve constatación en la criatura más grande que pisa la tierra: el hombre. Él tiene una capacidad que es la “envidia” de los demás seres: mientras que aquellos sólo hacen cosas, el hombre cuando actúa, se hace a sí mismo. Es una de esas dimensiones de las que no debe escapar, pues de hacerlo, se embrutecería hasta hacerse casi un animal “a secas,” sin el honroso apellido de racional.
Es un hecho que no venimos a este mundo ya formados. Ni tampoco nos hacemos de golpe y porrazo. El ser humano –dice Ortega y Gasset- es un continuo hacerse…un gerundio, no un participio. Y nada más cierto que esto. Sólo falta echar un vitazo a nuestra vida. Existe en ella una continua tensión entre ese proyecto modelo, esas metas e ideales que nos han cautivado y la situación actual en la que nos encontramos. ¡Cuánto esfuerzo por romper nuestras limitaciones y defectos, por dejar atrás las derrotas, por abrazar la victoria!
Hoy en día se nos proponen un centenar de modelos, de ideales: la moda, la figura, el deporte, la ciencia y un largísimo etcétera. A decir verdad muchos son irrealizables. Pero la opinión pública los retiene como modelos fiables e indiscutibles; y, claro, uno después se encuentra, no ya con ranas reventadas, sino con vidas frustradas, llenas de amargura, porque la amargura consiste en la desproporción entre los que anhelamos y lo que alcanzamos.
Detrás de todo esto se halla un aspecto fundamental de la vida humana: encontrar la vocación para la que se existe, ese proyecto de lo que debo ser, formando mi verdadero yo. Este proyecto –de nuevo Ortega- se encuentra al inicio oculto y tenemos de él un vago conocimiento; sólo poco a poco se desvela a la conciencia. Debemos buscarlo con fidelidad, mas podemos traicionarlo, falsificarlo, cambiarlo por un plato de lentejas. Sin embargo él continúa como norma inexorable, juzgando nuestro actuar. Lo lamentable sería falsificar la propia vida, ser un sucedáneo de lo que debía ser, lamentándolo en la vejez e incluso, Dios no lo permita, en la eternidad.
En la aceptación de la propia vocación se encuentra la autenticidad personal, la realización plena de nuestra existencia. Los creyentes tenemos la ventaja de saber que es Dios mismo el que nos ha pensado con un camino que seguir, con la compañía del Espíritu Santo. Pero incluso los que piensan que toda se acaba aquí abajo, tienen la oportunidad de realizarse siguiendo honestamente su conciencia. Si lo hacen, terminarán ellos también allá arriba. ¡Así de grande es la misericordia divina!
Nadie va a sustituir a nadie. Cada uno es irrepetible. El hombre auténtico será el que se posee a sí mismo, y determina las líneas de la propia existencia no bajo la presión externa, sino sobre la base de las opciones personales libres. Si se ve claro que la opción para ser feliz es ser astronauta, hay que inténtalo. Si doctor, lanzarse. Si maestro, atreverse. Si sacerdote, no tener miedo. Lo importante es que esa elección sea la que nos haga auténtica y totalmente hombres, e irreversiblemente realizado.
Ahí está la solución. Si nos ha tocado en suerte ser rana, no debemos vender nuestra personalidad. Pero si podemos esforzarnos por ser la mejor que haya creado en este mundo... sin envidiar a ningún buey que se ponga enfrente.
¿Qué quiere decir estar en Gracia?
Estar en gracia es un regalo de Dios, ¿pero entendemos lo que implica?, ¿lo magnífico que es ese regalo?
Pregunta:
Estimado Padre:
Mi hijo de 8 años que está yendo al catecismo me ha preguntado hace unos días qué quiere decir estar en gracia. Yo le he respondido: “no tener ningún pecado grave”; pero él me dijo que su catequista le había enseñado otra cosa, aunque no recordaba bien qué era. Esto me ha dejado confundida. Agradeceré su aclaración.
Respuesta:
Estimada Señora:
Su respuesta es correcta. Sólo que es la mitad de la respuesta, y la mitad que falta es la más importante. Es muy probable que el catequista de su hijo se haya referido a esa otra mitad que el niño ha olvidado. Su pregunta viene bien para recordar esta doctrina de nuestra fe tan importante como consoladora.
Dice Nuestro Señor en la Última Cena: Si alguno me ama, obedecerá mi palabra, y el mi Padre lo amará, y nosotros vendremos a él y haremos una morada en él... El Consolador, el Espíritu Santo que el Padre mandará en mi nombre, os enseñará toda cosa y os recordará todo lo que yo os he dicho (Jn 14,23).
Estas palabras nos llenan de consuelo y nos recuerdan de dos verdades de nuestra fe que lamentablemente no todo cristiano conoce como debiera: la inhabitación trinitaria y la gracia santificante.
"Inhabitación trinitaria" quiere decir que la Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, habitan, están presentes, hacen su morada, en el alma del que vive en gracia. "Gracia" es, en cambio, ese don misterioso que nos hace Dios, para que pueda venir la Santísima Trinidad a nuestra alma.
1. La inhabitación trinitaria
Es una verdad de fe que Dios está presente en el alma del justo, es decir, del que está en gracia. Lo hemos escuchado del Evangelio de hoy. Pero esto lo repite la Sagrada Escritura en muchos lugares: El que vive en caridad... Dios está en él (1Jn 4,16); ¿No sabéis... que Dios habita en vosotros? (1Co 3,16-17); El Espíritu Santo... que mora en nosotros (2Tim 1,14).
Es verdad que Dios está en todas las cosas, y que Jesucristo está presente con su cuerpo, alma, sangre y divinidad en la Eucaristía. Pero de un modo especial está en el alma del que vive en gracia.
Uno puede preguntarse ¿para qué? Responde Santo Tomás: "para que uno pueda gozar y disfrutar de Dios". Así como el avaro se goza en las riquezas que posee, así como la madre se goza y disfruta con el hijo pequeño que tiene entre sus brazos, así Dios viene a nuestra alma:
para que disfrutemos de Él;
para que podamos hablar con El: como un hijo habla con su Padre, como el amigo con su amigo, como la esposa con su esposo;
para que podamos escucharlo y así se convierta en nuestro maestro (os enseñará todas las cosas);
para que nunca estemos solos;
para que lo que será el Cielo después de esta vida, empiece ya en ésta.
2. La gracia santificante
Y ¿qué es la gracia? La gracia o gracia santificante es un don de Dios. Es una realidad espiritual sobrenatural que Dios infunde en nuestra alma. La Escritura habla de ella de distintas maneras: San Pedro la describe diciendo que es una participación de la naturaleza divina en nosotros (cf. 2Pe 1,4); San Pablo la llama "nueva creación", "hombre nuevo"; San Juan la llama "vida eterna en nosotros".
Como es una realidad espiritual, nos es muy difícil imaginarla. Pero es una realidad, y está presente en el alma de quien no tiene pecado. Y de aquí su nombre: gracia quiere decir al mismo tiempo "regalo" y también "brillo, belleza". Es un regalo divino por el cual el alma se embellece. La gracia, es por eso, descrita por los santos como luz, belleza, calor, fuego.
¿Para qué hace Dios esto? Precisamente para que podamos recibir en nuestras almas a la Santísima Trinidad. ¿Cómo puede venir Dios, que es totalmente espiritual, totalmente santo, infinito, a quien no pueden contener los cielos, ante quien caen de rodillas los ángeles... cómo puede venir al alma pobre, miserable, pequeña, débil, de un ser humano? Debe primero prepararla, para que sea capaz de contener a Dios.
Y para esto es la gracia. Es como el nido que Dios mismo se prepara en el corazón del hombre, para poder luego anidar en él. Es más Dios comienza a habitar en el alma en el mismo momento en que nos da la gracia: vienen juntos, desaparecen juntos: Dios deja de estar en el alma, cuando el alma pierde la gracia.
¿Cuándo nos da Dios la gracia? Ante todo en el bautismo. Esa es la primera vez. Y Dios la da para siempre, para que tengamos el alma en gracia y a Dios en el alma para siempre. Pero si la perdemos por el pecado (se pierde por cualquier pecado mortal) por su infinita misericordia, nos devuelve la gracia en el sacramento de la confesión, en el momento en que nos borra nuestros pecados.
Por eso, cuando nos preguntan ¿qué quiere decir estar en gracia? Y respondemos "no tener pecado mortal", decimos la mitad y la mitad más pobre: es infinitamente más que no tener pecado. Es como si dijéramos que un palacio es un lugar donde no hay chanchos o basura... Es más que eso, no hay chanchos ni basura, y hay, en cambio, orden, limpieza y un rey. Describimos la gracia por lo negativo, pero hay que hablar de ella por lo que tiene de positivo.
Por eso es que frente a un alma en gracia, el mismo demonio huye aterrado. No puede sostenerse en su presencia. Santa Teresita a los cuatro años tuvo un sueño que le quedó impreso para siempre en la memoria. Ella lo cuenta así: "Soñé que paseaba sola por el jardín. De pronto cerca de la glorieta, vi dos feos diablos que bailaban sobre un barril. Al verme clavaron en mí sus ojos, y en un abrir y cerrar de ojos los vi encerrarse en el barril, poseídos de terror. Escaparon y por una rendija se ocultaron en el sótano. ¿Qué les había picado? Viéndoles tan cobardes, quise saber qué temían. Me acerqué a la ventana y vi que corrían por las mesas sin saber dónde huir para esconderse de mi mirada. De vez en cuando se aproximaban a la ventana y espiaban, al verme cerca volvían a correr despavoridos como auténticos condenados. Yo creo que Dios se sirvió para mostrarme que un alma en gracia, no debe temer al demonio, tan cobarde ante la presencia de una niña".
Todos podemos deducir aquí la importancia que esto tiene. Estar en gracia, debe ser nuestro mayor anhelo, nuestro único deseo. Y nuestra única tristeza ha de venir por no poseer esa gracia. Pidamos a Dios que siempre nos conceda el vivir cumpliendo sus mandamientos, para así -al no tener pecado- podamos vivir en gracia y tener presente en nuestras almas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
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Los efectos de la gracia santificante: ¿Qué significa estar en gracia de Dios? ¿Cuáles son sus efectos en nuestras vidas?
La gracia de Dios se recobra arrepintiéndose: En el sacramento de la penitencia se perdonan todos los pecados cometidos después del bautismo, y obtiene la reviviscencia de los méritos contraídos por las buenas obras realizadas, que se perdieron al cometer un pecado mortal.
El crecimiento de la gracia bautismal: Catequesis del Papa. El sacramento de la Confirmación. 29 enero 2014