JESUCRISTO: REY DEL UNIVERSO

Un juicio extraño

Las fuentes no admiten dudas. Jesús vive volcado hacia aquellos que ve necesitados de ayuda. Es incapaz de pasar de largo. Ningún sufrimiento le es ajeno. Se identifica con los más pequeños y desvalidos y hace por ellos todo lo que puede. Para él la compasión es lo primero. El único modo de parecernos a Dios: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».

¿Cómo nos va a extrañar que, al hablar del Juicio final, Jesús presente la compasión como el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra identificación con él? ¿Cómo nos va a extrañar que se presente identificado con todos los pobres y desgraciados de la historia?

Según el relato de Mateo, comparecen ante el Hijo del Hombre, es decir, ante Jesús, el compasivo, «todas las naciones». No se hacen diferencias entre «pueblo elegido» y «pueblo pagano». Nada se dice de las diferentes religiones y cultos. Se habla de algo muy humano y que todos entienden: ¿Qué hemos hecho con todos los que han vivido sufriendo?

El evangelista no se detiene propiamente a describir los detalles de un juicio. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos, o nos desentendemos y los abandonamos.

El que habla es un Juez que está identificado con todos los pobres y necesitados: «Cada vez que ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, lo hicisteis conmigo». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado, se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».

Luego se dirige a quienes han vivido sin compasión: «Cada vez que no ayudasteis a uno de estos pequeños, lo dejasteis de hacer conmigo». Quienes se han apartado de los que sufren, se han apartado de Jesús. Es lógico que ahora les diga: «Apartaos de mí». Seguid vuestro camino…

Nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.

José Antonio Pagola. 23 de noviembre de 2014. Solemnidad de Cristo Rey.

XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CRISTO REY TÍTULO REAL
(Ez 34, 11-12. 15-17; Sal 22; 1 Cor 15, 20-26a. 28; Mt 25, 31-46)

No corren tiempos favorables para lenguajes jerárquicos, ni para uso de títulos nobiliarios, en los que fundarse para sobresalir. Al contrario, los que, por una u otra razón, llevan añadido un nombre de dignidad, saben que la vida les ha señalado para servicio de los demás, y no para vivir a costa de los otros. El rey y el papa se comprenden a sí mismos con una vocación de servicio, y este será el mejor crédito de su dignidad. San Juan Pablo II, en su homilía de comienzo de pontificado se presentó como servidor, e invocó al Señor: “Haz que me convierta en tu servidor, servidor de tu dulce potestad, siervo de tus siervos” (Homilía 22-X-1978).

Jesucristo, a quien hoy celebramos como Rey del Universo, y a quien San Pablo presenta como rey -“… cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza” (1 Co 15, )-, lo hace con la cita explícita de la entrega total que le supuso a Jesús el título real, “tiene que reinar”. La Liturgia de la Palabra de este día escoge textos en los que la realeza se equipara con el pastoreo. La imagen del pastor se distancia de todo boato: el pastor camina junto a su ganado. “Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas. Buscaré las ovejas perdidas, haré volver las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente” (Ez 34).

El salmista nos ofrece una de las expresiones más entrañables y confiadas de la Biblia, que podemos tener como oración continua: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 22). Si el Evangelio une en el Hijo del Hombre al juez y al pastor – “El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras” -, no podemos interpretar de manera aislada el título regio, sino en el contexto entrañable de que es también pastor. Santa Teresa de Jesús invoca de muchas formas a Jesucristo; lo llama Rey, Emperador, Señor, pero siempre envuelto en una relación amorosa, aunque no sin correspondencia agradecida. “Mirad que quien mucho debe, mucho ha de pagar” (Moradas VI, 5, 4).

“Es cierto, hermanas, que de sólo irlo escribiendo me voy espantando de cómo se muestra aquí el gran poder de este gran Rey y Emperador; ¡qué hará quien pasa por ello! Tengo para mí, que si los que andan muy perdidos por el mundo se les descubriese Su Majestad, como hace a estas almas, que aunque no fuese por amor, por miedo no le osarían ofender. Pues ¡oh, cuán obligadas estarán las que han sido avisadas por camino tan subido a procurar con todas sus fuerzas no enojar este Señor! Por El os suplico, hermanas, a las que hubiere hecho Su Majestad estas mercedes u otras semejantes, que no os descuidéis con no hacer más que recibir” (Moradas VI, 5, 4).

Evangelio según San Mateo 25,31-46. 

Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. 

Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'. Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? 

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'. Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". 

Concilio Vaticano II. Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen gentium”, § 13 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)    

Rey y Señor

Todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios. Por lo cual, este pueblo, sin dejar de ser uno y único, debe extenderse a todo el mundo y en todos los tiempos, para así cumplir el designio de la voluntad de Dios, quien en un principio creó una sola naturaleza humana, y a sus hijos, que estaban dispersos, determinó luego congregarlos (cf. Jn 11,52). Para esto envió Dios a su Hijo, a quien constituyó en heredero de todo (cf. Hb 1,2), para que sea Maestro, Rey y Sacerdote de todos, Cabeza del pueblo nuevo y universal de los hijos de Dios. Para esto, finalmente, envió Dios al Espíritu de su Hijo, Señor y Vivificador, quien es para toda la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes el principio de asociación y unidad en la doctrina de los Apóstoles, en la mutua unión, en la fracción del pan y en las oraciones (cf. Hch 2,42 gr.).

Así, pues, el único Pueblo de Dios está presente en todas las razas de la tierra, pues de todas ellas reúne sus ciudadanos, y éstos lo son de un reino no terrestre, sino celestial. Todos los fieles dispersos por el orbe comunican con los demás en el Espíritu Santo (…). Y como el reino de Cristo no es de este mundo (cf. Jn 18,36), la Iglesia o el Pueblo de Dios, introduciendo este reino, no disminuye el bien temporal de ningún pueblo; antes, al contrario, fomenta y asume, y al asumirlas, las purifica, fortalece y eleva todas las capacidades y riquezas y costumbres de los pueblos en lo que tienen de bueno.

Pues es muy consciente de que ella debe congregar en unión de aquel Rey a quien han sido dadas en herencia todas las naciones (cf. Sal 2,8) y a cuya ciudad ellas traen sus dones y tributos (cf. Sal 71 [72], 10; Is 60,4-7; Ap 21,24). Este carácter de universalidad que distingue al Pueblo de Dios es un don del mismo Señor con el que la Iglesia católica tiende, eficaz y perpetuamente, a recapitular toda la humanidad, con todos sus bienes, bajo Cristo Cabeza, en la unidad de su Espíritu.

JESUCRISTO: REY DEL UNIVERSO

Cristo es rey por derecho propio y por derecho de conquista. 

Por derecho propio: lo es como hombre y como Dios. Jesucristo en cuanto hombre, por su Unión Hipostática con el Verbo, recibió del Padre "la potestad, el honor y el reino" (cfr. Dan. 7,13-14) y, en cuanto Verbo de Dios, es el Creador y Conservador de todos cuanto existe. Por eso tiene pleno y absoluto poder en toda la creación (cfr. Jn. 1,1ss). Por derecho de conquista, en virtud de haber rescatado al género humano de la esclavitud en la que se encontraba, al precio de su sangre, mediante su Pasión y Muerte en la Cruz (cfr. 1 Pe. 1,18-19). El Padre lo puso todo en manos de su Hijo. Debemos obedecerle en todo. No se justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»-Juan 14,21. Los mártires nos dan ejemplo. Prefirieron morir antes de negar a Jesús. Muchos mártires del siglo XX en México, España, Cuba y otros lugares murieron gritando ¡Viva Cristo Rey!. También en nuestro siglo. Ninguna persona, ni ley, ni entidad esta por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal. Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque algunos mandatos sobrepasen su entendimiento.  

LA FIESTA DE CRISTO REY DEL UNIVERSO 

El Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, instituyó esta solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia ha profesado. 

DOMINGO 34 (Jesucristo Rey) – Eez 34,11-12.15-17; 1 Cor 15,20-26-28; Mt 25,31-46
LA HORA DE LA VERDAD

Siempre tenemos una hora de la verdad. Ya sea en aquel que busca desesperadamente trabajo después de hacer sus estudios, ya sea la época de exámenes, las temibles "semanas", ya sea el tiempo de elaboración y defensa de una tesis doctoral, ya sea el momento de comprometerse con la pareja, ya sea el momento de entrar en un orden, congregación o instituto religioso, ya sea a la opción de vida toma, ya sea en el propio momento de la muerte. Entonces la hora de la verdad llega como un momento revelador de algo especial y esencial. Es el punto fuerte del evangelio de este último domingo del año litúrgico. Sin duda, resuenan fuertemente impactantes las palabras de Pedro Casaldáliga: Al final del camino me preguntarán. ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré mi corazón lleno de nombres. Este es el juicio, ésta es la hora de la verdad, es la pregunta que Jesús, el Señor, cuestiona a cada uno de nosotros.

Tenía hambre y me disteis de comer. Me golpea la imagen de las noches donde grupos de gente dedican sus horas para distribuir la cena a los sin techo. Motivos para charlar y ofrecer una calidez que muy a menudo, para muchos, tan sólo es el cartón de vino.

Tenía sed y me disteis de beber. Esa sed de Jesús en el pozo para hacerse el encontradizo con la mujer samaritana. Sentirse sediento es el primer paso para encontrar la fuente de nuestra vida. Incluso más. El grito de Jesús en la cruz: Tengo sed! Siete de más amar, siete de más ofrecimiento, siete de más disposición a humanizar. Sentirse lleno es, a la vez, sentirse vacío para recibir.

Era forastero y me acogisteis. Quiero hacer un silencio por todos los que ofrecen todo su ser para acoger aquellos que arriesgan la vida entre los "gibraltars", o los "aeropuertos" para buscar "el dorado" para sus vidas, o bien huyendo de las tuberías bello .liques, o sencillamente querer romper con una desesperación angustiosa.

Estaba desnudo y me vestisteis. En la Cruz, con todos los desnudos de nuestro mundo, con todos los desfigurados, con nuestras propias debilidades, incongruencias, sufrimientos, enfermedades ... siempre la presencia de unas "mujeres", de un José de Arimatea, de un discípulo amado que recogen nuestro ser hundido y muerte para cubrirlo, para vestirlo. Tantas palabras y gestos de esperanza ofrecidos en los silencios de los tiempos y momentos más oscuros que todos tenemos y sentimos.

Estaba enfermo y me visitasteis. Son tantas las personas que todos los domingos visitan los enfermos, los llevan la comunión, los rinden una voz cálida.

Estaba en la cárcel y me visteis.

El mundo de la prisión, un desconocido. Cárceles reales y cárceles que obedecen a nuestra libertad, a nuestra capacidad de pensar y hacer el mal al prójimo. La justicia de Dios responde a la pregunta provocadora: has amado? Me has amado? Recuerdo la frase de Paul Claudel: «comme el escargot dans son escargotière» el tornillo dentro de su carcasa. Hoy y siempre, Cristo nos invita a salir de nuestra carcasa. La solemnidad de Cristo Rey concluye este año litúrgica. Concluye verdaderamente o tal vez una nueva apertura para nuestra relación con Cristo, el Rey, el Señor de nuestras vidas. 

¿Dónde está el Rey? Él se encuentra en su trono, brazos grandes abiertos en el cielo desértico. Abarca el vacío. No de la nada, sino más bien del vertido, Cristo se derrama "para mí". Conociendo sus trazas en vida, ahora podemos reconocerlo en la Alianza nueva y definitiva. Porque él me define, pone fin para que el Reino sea el motor de mi ser discípulo. 

¿Qué hace el Rey? Él hace un saludo al pueblo. A sus pies, la dispersión de unos, la desesperanza otros, la blasfemia de unos y el consuelo de otros, que lloran sin comprender. De sus brazos cruzados "hasta el extremo", él bendice al pueblo. Él asume la cacofonía en la sinfonía de quien es la Palabra hecha acción: entregarse por un amor desmesurado. 

Qué deshace el Rey? Él libra en su entrega. Libra lazos de sangre para que circule la libertad liberada del amor, aquel verdadero.

Él confía la Madre en el "discípulo amado" y éste a la Madre, la discípula ahora y para siempre. Él fraterniza con los compañeros ajusticiados para hacer proclamar con su vida la justicia: sin condenar ni siquiera a los verdugos que aún de lejos o de cerca persisten en el crimen. Deshace el drama en su último aliento creador.  ¿Qué dice el Rey? Tira el grito del vacío dando la medida de la plenitud: aquel Nazareno es el Hijo de Dios, el Dios mismo que desea "una vez por todas" hacer redención.

Qué murmura el Rey? Él tiene sed. El vinagre da el punto ácido, pero se ha de cumplir la Escritura: la Palabra no sólo es por ser dicha y escuchada, sino realizada, puesta en acto. Es la hora de la verdad, del desempeño, lo que creemos, lo que profesamos y lo que celebramos. Y todo, porque la Verdad sea dicha y hecha, es decir, vivida.

Solemnidad de Cristo Rey

Celebración que cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado el misterio de su vida y predicación

La celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios. La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de diciembre de 1925. El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey. Durante el anuncio del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira mortal del pecado que existe en el mundo. Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que nos conduce. 

LA FIESTA. Cristo Rey anuncia la Verdad y esa Verdad es la luz que ilumina el camino amoroso que Él ha trazado, con su Vía Crucis, hacia el Reino de Dios. "Si, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Jesús nos revela su misión reconciliadora de anunciar la verdad ante el engaño del pecado. Así como el demonio tentó a Eva con engaños y mentiras para que fuera desterrada, ahora Dios mismo se hace hombre y devuelve a la humanidad la posibilidad de regresar al Reino, cuando cual cordero se sacrifica amorosamente en la cruz. Esta fiesta celebra a Cristo como el Rey bondadoso y sencillo que como pastor guía a su Iglesia peregrina hacia el Reino Celestial y le otorga la comunión con este Reino para que pueda transformar el mundo en el cual peregrina. La posibilidad de alcanzar el Reino de Dios fue establecida por Jesucristo, al dejarnos el Espíritu Santo que nos concede las gracias necesarias para lograr la Santidad y transformar el mundo en el amor. Ésa es la misión que le dejo Jesús a la Iglesia al establecer su Reino. Se puede pensar que solo se llegará al Reino de Dios luego de pasar por la muerte pero la verdad es que el Reino ya está instalado en el mundo a través de la Iglesia que peregrina al Reino Celestial. Justamente con la obra de Jesucristo, las dos realidades de la Iglesia -peregrina y celestial- se enlazan de manera definitiva, y así se fortalece el peregrinaje con la oración de los peregrinos y la gracia que reciben por medio de los sacramentos. "Todo el que es de la verdad escucha mi voz."(Jn 18, 37) Todos los que se encuentran con el Señor, escuchan su llamado a la Santidad y emprenden ese camino se convierten en miembros del Reino de Dios.

"Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tu me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos si están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. ...No te pido que los retires del mundo, sino que los guarde del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad." (Jn 17, 9-11.15-17). Ésta es la oración que recita Jesús antes de ser entregado y manifiesta su deseo de que el Padre nos guarde y proteja. En esta oración llena de amor hacia nosotros, Jesús pide al Padre para que lleguemos a la vida divina por la cual se ha sacrificado: "Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros." Y pide que a pesar de estar en el mundo vivamos bajo la luz de la verdad de la Palabra de Dios. Así Jesucristo es el Rey y el Pastor del Reino de Dios, que sacándonos de las tinieblas, nos guía y cuida en nuestro camino hacia la comunión plena con Dios Amor.

CAMPO DE LA REALIZA DE CRISTO

a) En lo espiritual
Sin embargo, los textos que hemos citado de la Escritura demuestran, y el mismo Jesucristo lo confirma con su modo de obrar, que este reino es principalmente espiritual y se refiere a las cosas espirituales. En efecto, en varias ocasiones, cuando los judíos, y aun los mismos apóstoles, imaginaron erróneamente que el Mesías devolvería la libertad al pueblo y restablecería el reino de Israel, Cristo les quitó y arrancó esa vana imaginación y esperanza. Asimismo, cuando iba a ser proclamado Rey por la muchedumbre, que, llena de admiración, le rodeaba, El rehusó tal título de honor huyendo y escondiéndose en la soledad. Finalmente, en presencia del gobernador romano manifestó que su reino no era de este mundo.

Este reino se nos muestra en los evangelios con tales características, que los hombres, para entrar en él, deben prepararse haciendo penitencia y no pueden entrar sino por la fe y el bautismo, el cual, aunque sea un rito externo, significa y produce la regeneración interior. Este reino únicamente se opone al reino de Satanás y a la potestad de las tinieblas; y exige de sus súbditos no sólo que, despegadas sus almas de las cosas y riquezas terrenas, guarden ordenadas costumbres y tengan hambre y sed de justicia, sino también que se nieguen a sí mismos y tomen su cruz.

b) En lo temporal
Se cometería un grave error el negársele a Cristo-Hombre el poder sobre todas las cosas humanas y temporales, puesto que el Padre le confió un derecho absolutísimo sobre las cosas creadas, de tal manera que todas están sometidas a su arbitrio. Sin embargo, mientras él vivió sobre la tierra se abstuvo enteramente de ejercitar este poder, despreciando la posesión y el cuidado de las cosas humanas, así también permitió, y sigue permitiendo, que los poseedores de ellas las utilicen.

LOS MEJORES FRUTOS

a) Para la Iglesia
En efecto: tributando estos honores a la soberanía real de Jesucristo, recordarán necesariamente los hombres que la Iglesia, como sociedad perfecta instituida por Cristo, exige —por derecho propio e imposible de renunciar— plena libertad e independencia del poder civil; y que en el cumplimiento del oficio encomendado a ella por Dios, de enseñar, regir y conducir a la eterna felicidad a cuantos pertenecen al Reino de Cristo, no pueden depender del arbitrio de nadie. Más aún: el Estado debe también conceder la misma libertad a las órdenes y congregaciones religiosas de ambos sexos, las cuales, siendo como son valiosísimos auxiliares de los pastores de la Iglesia, cooperan grandemente al establecimiento y propagación del reino de Cristo, ya combatiendo con la observación de los tres votos la triple concupiscencia del mundo, ya profesando una vida más perfecta, merced a la cual aquella santidad que el divino Fundador de la Iglesia quiso dar a ésta como nota característica de ella, resplandece y alumbra, cada día con perpetuo y más vivo esplendor, delante de los ojos de todos.

b) Para la sociedad civil
La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes. A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectítud de costumbres. Es, además, maravillosa la fuerza y la virtud que de la meditación de estas cosas podrán sacar los fieles para modelar su espíritu según las verdaderas normas de la vida cristiana.

c) Para los fieles
Porque si a Cristo nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas, y sólo a El estar unido; es necesario que reine en el cuerpo y en sus miembros, que como instrumentos, o en frase del apóstol San Pablo, como armas de justicia para Dios(35), deben servir para la interna santificación del alma. Todo lo cual, si se propone a la meditación y profunda consideración de los fieles, no hay duda que éstos se inclinarán más fácilmente a la perfección.

       

Los nuevos santos, en San Pedro

El Papa preside la canonización de seis nuevos santos en San Pedro
"El Pueblo de Dios tiene un instinto infalible para distinguir los buenos pastores de los mercenarios"

"El Evangelio nos recuerda que la cercanía y la ternura son la regla de vida para nosotros"

Jesús no es un rey a la manera de este mundo: para Él reinar no es mandar, sino obedecer al Padre, entregarse a Él para que se cumpla su diseño de amor y de salvación

(J. B./RV).- "Los pueblos tienen instinto para distinguir los buenos pastores de los mercenarios", aseguró esta mañana el Papa en la misa de San Pedro, durante la canonización de seis nuevos santos. "El Evangelio nos recuerda que la cercanía y la ternura son la regla de vida para nosotros , y sobre esta se nos juzgará", incidió el Pontífice.

El reino de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, es reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz», de «cercanía y ternura», reiteró el Papa Francisco en esta solemnidad.

En su homilía, en la celebración de la Eucaristía con el rito de canonización de seis nuevos santos de la Iglesia universal, el Sucesor de Pedro hizo hincapié en que las Lecturas nos muestran cómo Jesús ha realizado su reino; cómo lo realiza en el devenir de la historia y qué cosa nos pide a nosotros hoy. Una vez más de miles de peregrinos de tantas partes del mundo, acudieron en esta mañana romana a la Plaza de San Pedro, engalanada con las imágenes de los nuevos santos.

Ante todo, Jesús ha realizado su reino con ternura y cercanía. Es un Pastor lleno de amor para su rebaño. Lo apacienta y cuida, busca a la oveja perdida, cura a la herida y enferma, recordó el Papa y señaló que cuantos en la Iglesia están llamados a ser pastores, no se pueden alejar de este modelo, si no se quieren volver mercenarios. «En este contexto, el Pueblo de Dios tiene un olfato infalible para reconocer a los buenos pastores y distinguirlos de los mercenarios».

«Jesús no es un rey a la manera de este mundo: para Él reinar no es mandar, sino obedecer al Padre, entregarse a Él para que se cumpla su diseño de amor y de salvación», destacó luego el Santo Padre, reflexionando sobre cómo después de su Resurrección, es decir de su victoria, Jesús lleva adelante su reino.

Reflexionando con el Evangelio sobre lo que Jesús nos pide hoy, el Obispo de Roma subrayó que la salvación comienza con la imitación de las obras de misericordia con la cuales Él ha realizado el Reino. Haciéndonos concretamente prójimo de los hermanos que piden pan, vestido, acogida, solidaridad. Y si verdaderamente amamos a ese hermano sentiremos el impulso de compartir con él lo más precioso que tenemos, «es decir al mismo Jesús y su Evangelio».

El Papa destacó que la Iglesia presenta a los nuevos santos que canonizó en esta solemnidad de Cristo Rey como modelos, que mediante las obras de una generosa entrega a Dios y a los hermanos, han sido servidores del reino de Dios y han llegado a ser sus herederos. Con su amor a Dios y al prójimo, sirvieron a los últimos, a los necesitados, a los enfermos, a los ancianos, a los peregrinos. Sigamos sus huellas - invitó el Santo Padre - invocando la guía de la Madre de Dios, Reina de todos los Santos

Los seis nuevos santos canonizados por el Papa Francisco son: Giovanni Antonio Farina, Obispo de Vicenza, Fundador de las Religiosas Maestras de Santa Dorotea Hijas de los Sagrados Corazones; Kuriakose Elías Chavara de la Sagrada Familia, sacerdote, Fundador de la Congregación de los Carmelitas de María Inmaculada; Ludovico de Casoria, sacerdote profeso de la Orden de los Frailes Menores, Fundador de la Congregación de las Religiosas Franciscanas Elisabetianas; Nicola de Longobardi, oblato profeso de la Orden de los Mínimos; Eufrasia Eluvathingal del Sagrado Corazón, de la Congregación de las Religiosas de la Madre del Carmelo y Amato Ronconi, de la Tercera Orden de San Francisco, Fundador del Hospital de los Pobres Peregrinos en Saludecio, ahora "Casa para ancianos Obra Pía del Beato Amato Ronconi".

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

Al final de esta celebración, deseo saludar a todos ustedes que han venido a rendir homenaje a los nuevos Santos, de modo especial a las Delegaciones Oficiales de Italia y de la India.

El ejemplo de cuatro Santos italianos, nacidos en las Provincias de Vicenza, Nápoles, Cosenza, y Rímini, ayudan al querido pueblo italiano a reavivar el espíritu de colaboración y de concordia por el bien común y a mirar con esperanza el futuro, en unidad, confiando en la cercanía de Dios que jamás nos abandona, incluso en los momentos difíciles.

Por intercesión de los dos Santos indianos, provenientes de Kerala, gran tierra de fe y de vocaciones sacerdotales y religiosas, el Señor conceda un nuevo impulso misionero a la Iglesia que está en India - ¡que es tan buena! - para que inspirándose en sus ejemplos de concordia y de reconciliación, los cristianos de la India prosigan en el camino de la solidaridad y de la convivencia fraterna.

Saludo con afecto a los Cardenales, los Obispos, los Sacerdotes, como también a las familias, los grupos parroquiales, las Asociaciones y las escuelas presentes. Con amor filial nos dirigimos ahora a la Virgen María, Madre de la Iglesia, Reina de los santos y modelo de todos los cristianos. Les deseo un buen domingo, en paz, con la alegría de estos nuevos Santos. Les pido, por favor, recen por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!

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