No he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo

Isidro Labrador, Santo

Laico, 15 de mayo

Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, labrador, que juntamente con su mujer, santa María de la Cabeza o Toribia, llevó una dura vida de trabajo, recogiendo con más paciencia los frutos del cielo que los de la tierra, y de este modo se convirtió en un verdadero modelo del honrado y piadoso agricultor cristiano. (1130)

Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV.

Breve Biografía

Cuarenta años antes de que ocurriera, había escrito Cicerón: “De una tienda o de un taller nada noble puede salir”. Unos años después, en el año primero de la era cristiana, salió de un taller de carpintero el Hijo de Dios. Las mismas manos que crearon el sol y las estrellas y dibujaron las montañas y los mares bravíos, manejaban la sierra, el formón, la garlopa, el martillo y los clavos y trabajaban la madera. Desde entonces, ni la azada ni el arado ni la faena de regar y de escardar tendrían que avergonzarse ante la pluma ni ante el manejo de los medios modernos de comunicación, ni ante las coronas de los reyes. El patrón de aquella villa recién conquistada a los musulmanes, Madrid, hoy capital de España, no es un rey, ni un cardenal, ni un rey poderoso, ni un poeta ni un sabio, ni un jurista, ni un político famoso. El patrón es un obrero humilde, vestido de paño burdo, con gregüescos sucios de barro, con capa parda de capilla, con abarcas y escarpines y con callos en las manos. Es un labrador, San Isidro. Como el Padre de Jesús, cuyas palabras nos transmite San Juan en el evangelio 15,1: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”.

SE POSTRARON LOS REYES

Ante su se-pulcro se postraron los reyes, los arquitectos le construyeron templos y los poetas le dedicaron sus versos. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Burguillos, Espinel, Guillén de Castro, honraron a este trabajador madrileño. El historiador Gregorio de Argaiz le dedicó un gran libro: "La soledad y el campo, laureados por San Isidro". Fue su misión, laurear el campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles del verano y estremecido por los hielos de los inviernos. El campo quedó iluminado y fecundado por su paciencia, su inocencia y su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero fue un héroe.

Fue un héroe que cumplió el “Ora et labora” benedictino. La oración era el descanso de las rudas faenas; y las faenas eran una oración. Labrando la tierra sudaba y su alma se iluminaba; los golpes de la azada, el chirriar de la carreta y la lluvia del trigo en la era, iban acompañados por el murmullo de la plegaria de alabanza y gratitud mientras rumiaba las palabras escuchadas en la iglesia. Acariciando la cruz, aprendió a empuñar la mancera. He ahí el misterio de su vida sencilla y alegre, como el canto de la alondra, revolando sobre los mansos bueyes y el vuelo de los mirlos audaces.

TAN POBRE

Alegre y, sin embargo, tan pobre. Isidro no cultivaba su prado, ni su viña; cultivaba el campo de Juan de Vargas, ante quien cada noche se descubría para preguntarle: "Señor amo, ¿adónde hay que ir mañana?" Juan de Vargas le señalaba el plan de cada jornada: sembrar, barbechar, podar las vides, limpiar los sembrados, vendimiar, recoger la cosecha. Y al día siguiente, al alba, Isidro uncía los bueyes y marchaba hacia las colinas onduladas de Carabanchel, hacia las llanuras de Getafe, por las orillas del Manzanares o las umbrías del Jarama. Cuando pasaba cerca de la

Almudena o frente a la ermita de Atocha, el corazón le latía con fuerza, su rostro se iluminaba y musitaba palabras de amor. Y las horas del tajo, sin impaciencias ni agobios, pero sin debilidades, esperando el fruto de la cosecha “Tened paciencia, hermanos, como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía” Santiago 5, 7. Así, todo el trabajo duro y constante, ennoblecido con las claridades de la fe, con la frente bañada por el oro del cielo, con el alma envuelta en las caricias de la madre tierra.

NO SABÍA LEER

El Cielo y la tierra eran los libros de aquel trabajador animoso que no sabía leer. La tierra, con sus brisas puras, el murmullo de sus aguas claras, el gorjeo de los pájaros, el ventalle de sus alamedas y el arrullo de sus fuentes; la tierra, fertilizada por el sudor del labrador, y bendecida por Dios, se renueva año tras año en las hojas verdes de sus árboles, en la belleza silvestre de sus flores, en los estallidos de sus primaveras, en los crepúsculos de sus tardes otoñales, con el aroma de los prados recién segados. Isidro se quedaba quieto, silencioso, extático, con los ojos llenos de lágrimas, porque en aquellas bellezas divisaba el rostro Amado. Seguro que no sabia expresar lo que sentía, pero su llanto era la exclamación del contemplativo en la acción, con la jaculatoria del poeta místico Ramón Llull: "¡Oh bondad! ¡Oh amable y adorable y munificentísima bondad!". O del mínimo y dulce Francisco de Asís, el Poverello: “Dios mío y mi todo”. “Loado seas mi Señor por todas las criaturas, por el sol, la luna y la tierra y el agua, que es casta, humilde y pura”. O también con el sublime poeta castellano como él: “¡Oh montes y espesuras - plantados por las manos del Amado - oh prado de verduras, de flores esmaltado - decid si por vosotros ha pasado!!!. “El que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante” Juan 15,5. Así, el día se le hacía corto y el trabajo ligero. Bajaban las sombras de las colinas. Colgaba el arado en el ubio, se envolvía en su capote y entraba en la villa, siguiendo la marcha cachazuda de la pareja de bueyes.

UNA SANTA

Empezaba la vida de familia. A la puerta le esperaba su mujer con su sonrisa y su amor y su paz. María Toribia era también una santa, Santa María de la Cabeza. Un niño salía a ayudar a su padre a desuncir y conducir los bueyes al abrevadero. Era su hijo, que lo era doblemente, porque después de nacer, Isidro le libró de la muerte con la oración. Luego arregla los trastos, cuelga la aguijada, ata los animales, los llama por su nombre, los acaricia y les echa el pienso en el pesebre, pues, según la copla castellana: “Como amigo y jornalero, - pace el animal el yero, - primero que su señor; - que en casa del labrador, - quien sirve, come primero”. Hasta que llega María restregándose las manos con el delantal: "Pero ¿qué haces, Isidro, no tienes hambre? -le dice cariñosamente-. Ya en la mesa, la olla de verdura con tropiezos de vaca. Pobre cena pero sabrosa, condimentada con la conformidad y animada con la alegría, la paz y el amor. Y eso todos los días; dias incoloros pero ricos a los ojos de Dios. Sin saber cómo, Isidro se ha ido convirtiendo en santo. “Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin” Salmo 1,1. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante” Juan 15,6

Ya su aguijada tiene la virtud de abrir manantiales en la roca, porque: “Mucho puede hacer la oración intensa del justo...Elías volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos” Santiago 5, 17. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis y se realizará” Juan 15, 7.

Ya puede Isidro rezar con tranquilidad entre los árboles aunque le observe su amo, porque los ángeles empuñan el arado. ¡Oh arado, oh esteva, oh aguijada de San Isidro, sois inmortales como la tizona del Cid, el báculo pastoral de San Isidoro y la corona del rey San Fernando!, exclama el poeta. Con la pluma de Santa Teresa habéis subido a los altares. Así es como la villa y corte, centro de España, tiene por patrón a un labrador inculto, sin discursos, ni escritos, ni hechos memorables, sólo con una vida escondida y vulgar de un aldeano, hombre de aquella pequeña villa que se llamaba Madrid, recién reconconquistada al Islam. En 1083 Alfonso VI había entrado por la cuesta de la Vega. El contraste es instructivo y proclama el estilo de Dios cuando nos regala sus santos. “Escondiste estos secretos a los sabios, y los revelaste a las gentes sencillas”. San Isidro labrador era un simple; reconocerlo es admirar los planes de Dios.

EL DIÁCONO DE SAN ANDRÉS

Lo que sabemos de su vida se debe al diácono de San Andrés, que conoció a su paisano y sólo ocupa media docena de páginas. ¿Quién es capaz de extender más la descripción de un labriego sencillísimo que cruza por esta vida sin ninguna aventura externa y sin más complicación que la personalísima de ser santo a los ojos de Dios? Fue un hombre sencillo, su villa era pequeña. Madrid era rica en aguas y en bosques, con su docena de pequeñas parroquias, sus estrechas calles y en cuesta, su alcázar junto al río, su morería y sus murallas. Un puñado de familias cristianas, entre ellas, la de los Vargas, que era la más rica, alrededor de la parroquia de San Andrés, a cuyo servicio estaba Isidro. San Isidro nos ofrece todo un programa de vida sencilla, de honrada laboriosidad, de piedad infantil aunque madura, de caridad fraterna, ejemplo para esta sociedad compleja, y llena de mundo, de vida callejera, de codicia y de egoísmo, que lamenta hoy el zarpazo del terrorismo atroz y espera el nacimiento del nuevo Infante heredero. Ambos acontecimientos, tan dispares, laten en el corazón celeste de San Isidro, en su calidad de Patrón de Madrid que lo es, en cierto modo, de España.

Creer en la luz que es Cristo

Santo Evangelio según San Juan 12, 44-50. Miércoles IV de Pascua

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, vengo ante Ti para pasar este momento de oración en tu presencia. Quiero estar contigo. Necesito de Ti. Dame la gracia de conocerte un poco más en esta oración. Ayúdame a ser testigo de la Luz en el mundo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 12, 44-50

En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquél que me ha enviado; el que me ve a mí, ve aquél que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas.

Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así, pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Seguramente, más de alguna vez, hemos encendido una vela en un lugar que está muy oscuro. Y lo primero que contemplamos, indudablemente, es como esa pequeña llama se convierte en una luz que va creciendo, iluminando todo lo que está en nuestro entorno.

En el Evangelio de hoy vemos como Jesucristo dice: Yo soy la Luz del mundo, el que crea en mí no estará en tinieblas. Cuando pasamos por momentos difíciles en la vida y nos cuesta recibir lo que el Evangelio nos da, es justo ahí cuando tenemos que encender esa vela en nuestro corazón, para que sea el Señor quien ilumine hasta el último rincón. La gran pregunta que tenemos que hacernos es: ¿Queremos verdaderamente dejar que la luz de Cristo penetre esa parte que aún está en oscuridad? La oscuridad del egoísmo, de la soberbia, de rencores, pasiones, etc.

«Todas las palabras de la teología moral deben dejarse plasmar por esta lógica misericordiosa, que hace encontrarlas, en efecto, como palabras de vida en plenitud. De hecho, son un eco de las del Maestro que dice a sus discípulos que no ha venido “para condenar al mundo, sino para salvarlo”, y que la voluntad de su Padre es que “tengan vida y la tengan en abundancia” y participen en la plenitud de su alegría. “Si bien es verdad que hay que cuidar la integridad de la enseñanza moral de la Iglesia, siempre se debe prestar especial cuidado en destacar y alentar los valores más altos y centrales del Evangelio, particularmente el primado de la caridad como respuesta a la iniciativa gratuita del amor de Dios”.»

(Discurso de S.S. Francisco, 9 de febrero de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy haré un examen, veré esas partes en las que aún no hay luz y me dejaré acompañar por Cristo por medio del sacramento que más necesite mi alma.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oscuridad y luz

Puedo acercarme a Jesús para que realice el milagro de la luz.

Hay una oscuridad interior que impide ver claramente dónde están el bien, la verdad, la justicia. Hay una oscuridad exterior que hace muy difícil comprender lo que ocurre a nuestro alrededor.

En el mundo hay amplias zonas de oscuridad. Los corazones sienten la inquietud de la duda. Las sociedades quedan atrapadas entre tinieblas y confusiones dañinas. Hace falta aire nuevo y luces amigas.

La oscuridad cede terreno cuando avanza la luz. Entonces las personas y los hechos empiezan a aparecer en su verdadero contorno. La mente y el corazón respiran más serenos.

Desde que Cristo vino al mundo, la luz lucha contra las tinieblas. Es cierto que muchos no logran creer, que otros siguen en la duda, que otros rechazan o desprecian abiertamente al Maestro.

Pero también es cierto que millones de corazones reciben una iluminación interior y escuchan palabras que producen una paz indestructible. “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5,14).

Cuando sienta que la oscuridad asedia mi mente, cuando palpe las tinieblas dentro de mi corazón, cuando escuche fuera de mí voces que aturden y engañan, puedo acercarme a Jesús para que realice el milagro de la luz.

Como ocurrió con el ciego de nacimiento (cf. Jn 9), también hoy unos rechazan la luz y otros empiezan a ver con ojos nuevos. El mundo sigue dividido, mientras el tiempo corre sin frenos hacia el momento final, hacia la hora decisiva del juicio sobre el Amor.

Hoy puedo abrir los ojos y dejarme iluminar con una “luz amiga”, humilde, serena, bondadosa. Entonces la oscuridad dejará de oprimir mi alma. Recibiré una paz y una alegría que nada ni nadie podrán arrebatarme (cf. Jn 16,22).

María, Trono de la Sabiduría

Maiestas Mariae es un concepto mariológico y de la historiografía del arte para referirse al concepto de la Virgen como trono del Niño Dios

Theotokos es una palabra griega que significa Madre de Dios (literalmente, 'la que dio a luz a Dios'). Su equivalente en español, vía latín, es Deípara. Es el título que la Iglesia cristiana temprana le dio a María en el Concilio de Éfeso de 431 en referencia a su maternidad divina.

Maiestas Mariae

Theotókos es también un tipo iconográfico de la Virgen en el arte bizantino, en el que aparece sentada en un trono con el Niño Jesús en su regazo, mirando ambos al frente. En este modelo iconográfico se basa otro característico del arte románico: la Maiestas Mariae (majestad de María o suprema alteza –en los cielos).

Maestà ("majestad" en italiano) es la denominación de un tema iconográfico del arte cristiano medieval occidental que representa a la Virgen en Majestad, una forma de representar la Virgen con el Niño en que la Virgen María aparece entronizada; de forma similar a la Theotokos del arte bizantino.

Maiestas Mariae ("Majestad de María" en latín) es un concepto mariológico y de la historiografía del arte para referirse al concepto de la Virgen como trono del Niño Dios.

Es una iconografía propia del Románico y el Gótico, que se divulga a partir del siglo XII, fundamentalmente en las iglesias dedicadas a María y en algunas dedicadas a algún santo. La visión del Cristo apocalíptico (Pantocrator) fue sustituida por la de la Virgen, como trono del Salvador y mediadora entre los hombres y Dios.

El culto mariano se popularizó extraordinariamente en la Baja Edad Media, al mismo tiempo que, intelectual y sociológicamente, se producía la sublimación del concepto bajomedieval de mujer (el amor cortés de los trovadores).

María, Trono de la Sabiduría

La palabra Sabiduría tiene en la Sagrada Escritura varios significados: en primer lugar la Sabiduría personal o subsistente, esto es, el Verbo Divino, y Jesucristo como Hombre, ya que en Él la Humanidad creada estaba unida a la Divinidad en unidad de persona; en segundo lugar, la Sabiduría impersonal, hábito o cualidad de los seres inteligentes, y por último, la Sabiduría, Don del Espíritu Santo.

Bajo estos tres significados la Virgen María es llamada y es verdaderamente Trono o Sede de la Sabiduría.

María Santísima, Trono de la Sabiduría, de la Sabiduría personal. El Verbo es el perfecto y subsistente conocimiento de todo el ser Perfectísimo e Infinito que es el Padre.

El Verbo Divino se encamó en el seno purísimo de María, así vino al ser Madre de Dios, Madre del Verbo, Madre de Cristo Hombre, Madre de la Sabiduría.

Por eso, principalmente se le invoca como Trono de la Sabiduría porque puso el Verbo su sede en las Purísimas entrañas de Ella.

Él se hizo para Sí, en el seno Virginal, una morada muy digna y escogida, habitó en Ella, y después de nacer fue llevado en sus brazos durante sus primeros años y estuvo sentado sobre sus rodillas. Siendo realmente también, por decirlo así, el Trono humano de Aquel que reina en el Cielo.

María Santísima, Sede de la virtud de la Sabiduría

El hábito de la Sabiduría reside en el entendimiento del ser humano y tiene por objeto propio el conocimiento de las cosas naturales y sobrenaturales y sus causas, se eleva al conocimiento y contemplación de la Causa primera e increada, necesaria, absoluta, es decir, Dios; ve y contempla a Dios en todas las cosas de la naturaleza, todo lo refiere a Dios, se remonta hasta Dios y en El descansa; de todo lo creado toma base para admirar, bendecir y amar a Dios, último término al cual están dirigidas todas las cosas. Y es así como esta Sabiduría, de especulativa se hace práctica, de estéril se convierte en operativa, del entendimiento pasa al corazón y lo ensancha y lo consuela y le infunde un gozo, un sabor y una unción, por lo cual precisamente se llama Sabiduría.

Por encima de todos los santos, María poseyó en grado perfecto la virtud de la Sabiduría, más aún, Ella es la Sede de la Sabiduría. Fue dotada por Dios de un entendimiento naturalmente perfecto, ejercitado y enriquecido por la continua y altísima contemplación y por el conocimiento de la Escritura.

María, después de Jesucristo, tuvo el corazón mejor dispuesto para la gratitud, para la admiración, para el amor: disposición acrecentada hasta el máximo por la fiel correspondencia a la obra de la gracia que la llevó al más perfecto conocimiento de Dios posible a una mente creada.

María, Sede del Don de Sabiduría

Hay una Sabiduría que no se adquiere con los recursos humanos, sino que es un Don sobrenatural infundido por el Espíritu Santo.

Este Don, como enseña Santo Tomás de Aquino, es distinto en su naturaleza del hábito de la Sabiduría.

Este Don consiste en un profundo conocimiento de Dios y de sus altísimos misterios, conocimiento encaminado no tanto a satisfacer la inteligencia que contempla, cuanto a alimentar y atraer la voluntad con la fuerza del amor. El alma en la que se ha desarrollado este Don se sumerge y se abisma enteramente en Dios, en sus perfecciones Infinitas y en sus Misterios, y allí se goza de tal manera que todo lo que no es de Dios o no conduce a Dios se le hace pesado y enojoso, le resulta insípido.

En los treinta años que vivió en íntima unión con la Sabiduría Encarnada, cuántas veces recibiría María en el secreto de la Casa de Nazaret los vívidos rayos de la Sabiduría Eterna en los que Ella recogía hechos y misterios; palabras y recuerdos en el santuario de su corazón y los conservaba. Era el tesoro de las diversas riquezas que, pasando por su alma de Madre, se convertían en leche de vida, de sabiduría y de gracia para sus hijos. Ella más que ninguna criatura angélica o humana, penetró en los profundos Misterios de la Divinidad, rozando, por decirlo así, los confines de lo Infinito.

María llevó en su seno a la Sabiduría Increada pero su mente y su corazón fueron más anchos y capaces que su mismo seno, dice San Buenaventura. Con toda razón, la Iglesia la invoca Trono de la Sabiduría.

 Imagen: Anónimo, "Madonna y Niño en trono con ángeles músicos entre los Santos Sebastián y Agatha". Fresco del siglo XV, en la iglesia de San Nazzaro y la Abadía de Celso, San Nazzaro Sesia, Novara, Italia.

Ser competitivo en lo laboral sin tener que esconder tu fe

5 ideas para actualizar tu Currículum

El mundo laboral cada vez es un ambiente más exigente, más complejo y muchas veces excluyente para quienes no se presentan bien y no logran demostrar sus capacidades y competencias al momento de presentarse. Por eso siempre es importante tener un buen Currículum Vitae (CV). Pero los católicos muchas veces dividimos nuestra vida en dos al momento de presentarnos a un trabajo. Como si nuestra identidad espiritual no tuviera nada que ver. Nosotros sabemos que tiene todo que ver. Nuestra relación con Dios y la forma en que vivimos nuestra fe determina el tipo de trabajadores que podemos llegar a ser y no podemos reducirla a un dato anexo al final de nuestro CV que indica que hacemos algún apostolado como si se tratara de una actividad extraprogramática cualquiera, cuando sabemos que nuestra vida gira en torno a esto: servir a Dios. Entonces, ¿por qué dejarlo al final y no darle la relevancia que realmente tiene?

Al mismo tiempo, muchas de nuestras características profesionales, nuestra experiencia laboral y nuestra preparación académica siempre caminan pisando los bordes de la falsa humildad o del orgullo desmedido. O por el contrario, para no caer en la vanidad y la soberbia enterramos nuestros talentos.

Queremos proponerte algunas ideas para que las consideres al momento de explicar quién eres, específicamente cuando tengas que actualizar (o redactar por primera vez) tu CV.


1. Humildad es hablar con la verdad

Que no te pase que, por ser humilde, escondas tus talentos y aptitudes reales. Es un sano temor el esquivar las flechas que nos lanza el enemigo, esas mismas que dieron en el corazón de Adán y Eva y que los hicieron creerse más de lo que realmente eran; o las que golpearon a nuestros atormentados amigos de Babel, con su torre gigantesca.

No es necesario que “infles” con fantasía y datos imprecisos tu Currículum, pero sé sincero: si hay cosas que haces bien, es necesario que las menciones; y si tu caso es que eres excepcionalmente bueno en ellas, pues con mayor razón haz referencia a ellas. En este caso, es buena idea dar datos objetivos o poner referencias que avalen lo que dices. Puede ser algún dato estadístico como por ejemplo: «Fui responsable del área inventarios de la empresa, y en mi tiempo a cargo las pérdidas de productos se redujeron en un 80%» o bien dejar el contacto de tu antiguo jefe, a fin de que, en caso de dudas, puedan confirmar la información que das.

2. Refiérete a lo extra laboral

Es probable que haya muchos profesionales titulados en tu misma especialidad; hoy sufrimos de la crisis de los “cesantes ilustrados”, personas con preparación profesional y altamente capacitados, pero sin trabajo pues hay muchos de ellos. Haz la diferencia hablando de aquello que te hace diferente, y si en tu caso es la fe, mucho mejor. Quizás tengas un temor natural, pues tu contraparte puede ser un empleador agnóstico o ateo, el cual se va a espantar al leer que además de trabajar haces apostolado. No temas, tu apostolado también dice muchas cosas de ti que a un empleador le interesan como tu compromiso, tu lealtad o tu capacidad de trabajar con gente, entre otros.

Por eso es importante que les des a conocer aquellas cosas que haces además de trabajar. Si participas de un voluntariado, si haces deporte, si formas parte de una comunidad vecinal, si eres artista o en nuestro caso, si haces apostolado;deja un espacio dentro de tu CV para referirte a ello, pues eso te convierte en un candidato diferente y quizás en el indicado para el puesto.


3. Hazles saber qué buscas en la vida

San Ignacio de Loyola enseña en sus Ejercicios Espirituales que tenemos un“principio y fundamento”, en el cual se describe para qué hemos sido creados y qué cosas nos ayudan a alcanzar ese fin.

«El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, cuanto para ello le impiden» (EE23).

No es sencilla la tarea, pues antes de decirles a los demás qué buscamos en la vida debemos averiguarlo nosotros mismos. Al mismo tiempo, el trabajo remunerado en nuestra América Latina muchas veces, por sus precarias condiciones, es más un medio de sustento que un medio para realizarse personalmente. No obstante, si tienes la oportunidad de buscar un empleo y postular a uno que te ayuda a aquello para lo que fuiste creado, es necesario que lo manifiestes explícitamente: «Este trabajo no solo me da dinero, sino que me ayuda a realizarme como persona y alcanzar el fin para el que fui creado» (bueno, puedes utilizar otras palabras…). Te aseguro que si un empleador lee algo así, te considerará porque tu motivación es mayor.

4. Tu vida de fe no es un quiste anexo a tu vida que no forma parte de ti

Cuando buscamos trabajo, la tentación es mantener toda nuestra “experiencia pastoral” como si fuera algo que realmente no pertenece a nosotros, como si fuera un quiste absolutamente prescindible, el cual no nos define profesionalmente y, por lo tanto, puede ser extraído a voluntad. Aquellos más osados dejan un espacio de “anexos” u “otros datos” en donde, utilizando el formato que tiene la gran mayoría de los CV de contenido duro (fechas, años, lugares y experiencias concretas que han tenido…) agregan, con algo de temor, datos como: «Catequista en la parroquia San Juan Evangelista, desde el 2010 al presente». Información así parece no ayudar a describirte como un profesional competente, incluso es como si restara valor profesional.

La verdad es otra. Para muchos de nosotros, nuestros apostolados son fundamentales en la vida y, de hecho, nos definen como profesionales. Al mismo tiempo, muchos empleadores prefieren profesionales así, con valores, con capacidad de comprometerse e incluso, dispuestos a colaborar en una tarea importante sin esperar una recompensa, tal y como lo hacemos en la Iglesia. No se trata de ofrecerte para trabajar gratis, sino de mostrar que tu compromiso con aquello que consideras importante (como la fe y tu trabajo) es algo real y te caracteriza como profesional. Por lo tanto, haz referencia a ello sin temor, que sepan que tu tiempo libre lo ofreces por algo más grande que tú mismo y que tu motivación es el amor.


5. Que sepan quién eres, pero en el orden correcto de prioridades

Es diferente estar “casado” a ser “esposo”. Es diferente “tener un hijo” a “ser padre”. Aunque ambas afirmaciones describen una misma realidad, expresan la forma en la que tú vives eso que es tan propio de ti. Lo mismo ocurre con aquello que escoges para comenzar a describirte.  Decir de ti: «Arquitecto con una maestría en rocas espaciales, casado y padre de dos hijos” es completamente diferente a decir “Esposo y padre, dedicado a la arquitectura con una maestría en rocas espaciales».

Pregúntate a ti mismo quién eres, qué es lo más relevante que describe tu identidad. ¿Tu profesión? ¿Tu familia? ¿Tus habilidades sociales? ¿Tus post grados?

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