Permanezcan en mi
- 22 Mayo 2019
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Rita de Casia, Santa
Memoria Litúrgica, 22 de mayo
Viuda, Religiosa y Abogada de Imposibles
Martirologio Romano: Santa Rita, religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su marido y sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San Agustín en Casia, de la Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo sublime de paciencia y compunción († c.1457).
Fecha de beatificación: 1 de octubre de 1627 por el Papa Urbano VIII
Fecha de canonizacicón: 24 de mayo de 1900 por el Papa León XIII
Breve Biografía
Vista de cerca, sin el halo de la leyenda, se nos revela el rostro humanísimo de una mujer que no pasó indiferente ante la tragedia del dolor y de la miseria material, moral y social. Su vida terrena podría ser de ayer como de hoy.
Rita nació en 1381 en Roccaporena, un pueblito perdido en las montañas apeninas. Sus ancianos padres la educaron en el temor de Dios, y ella respetó a tal punto la autoridad paterna que abandonó el propósito de entrar al convento y aceptó unirse en matrimonio con Pablo de Ferdinando, un joven violento y revoltoso. Las biografías de la santa nos pintan un cuadro familiar muy común: una mujer dulce, obediente, atenta a no chocar con la susceptibilidad del marido, cuyas maldades ella conoce, y sufre y reza en silencio.
Su bondad logró finalmente cambiar el corazón de Pablo, que cambió de vida y de costumbres, pero sin lograr hacer olvidar los antiguos rencores de los enemigos que se había buscado. Una noche fue encontrado muerto a la vera del camino. Los dos hijos, ya grandecitos, juraron vengar a su padre. Cuando Rita se dio cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos para convencerlos de que desistieran de sus propósitos, tuvo la valentía de pedirle a Dios que se los llevara antes que mancharan sus vidas con un homicidio. Su oración, humanamente incomprensible, fue escuchada. Ya sin esposo y sin hijos, Rita fue a pedir su entrada en el convento de las agustinas de Casia. Pero su petición fue rechazada.
Regresó a su hogar desierto y rezó intensamente a sus tres santos protectores, san Juan Bautista, san Agustín y san Nicolás de Tolentino, y una noche sucedió el prodigio. Se le aparecieron los tres santos, le dijeron que los siguiera, llegaron al convento, abrieron las puertas y la llevaron a la mitad del coro, en donde las religiosas estaban rezando las oraciones de la mañana. Así Rita pudo vestir el hábito de las agustinas, realizando el antiguo deseo de entrega total a Dios. Se dedicó a la penitencia, a la oración y al amor de Cristo crucificado, que la asoció aun visiblemente a su pasión, clavándole en la frente una espina.
Este estigma milagroso, recibido durante un éxtasis, marcó el rostro con una dolorosísima llaga purulenta hasta su muerte, esto es, durante catorce años. La fama de su santidad pasó los limites de Casia. Las oraciones de Rita obtuvieron prodigiosas curaciones y conversiones. Para ella no pidió sino cargar sobre sí los dolores del prójimo. Murió en el monasterio de Casia en 1457 y fue canonizada en el año 1900
ORACIÓN
Oh Dios omnipotente,
que te dignaste conceder
a Santa Rita tanta gracia,
que amase a sus enemigos y
llevase impresa en su corazón
y en su frente la señal de tu pasión,
y fuese ejemplo digno de ser imitado
en los diferentes estados de la vida cristiana.
Concédenos, por su intercesión,
cumplir fielmente las obligaciones
de nuestro propio estado
para que un día podamos
vivir felices con ella en tu reino.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén.
Santo Evangelio según San Juan 15, 1-8. Miércoles V de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Prepara, Señor, mi corazón para poder responder con amor a tu llamada y dar mucho fruto.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Ver una viña en tiempo de cosecha es un espectáculo natural que nos hace pensar en este Evangelio. Los racimos están pesados y jugosos, las uvas, al ser arrancadas, dejan la mano llena de dulce néctar. Al mismo tiempo, es una triste panorámica el ver, por esos mismos días, las viñas que han sido descuidadas. Están secas, llenas de hierbas; lo que estaba destinado a ser un fruto no llega a ser ni siquiera un intento de pasa.
Nuestro Señor es el viñador, y Él prepara la tierra, la riega, la cuida de las malas hierbas y las plagas; también es la vid. Una planta vigorosa, fresca, lista para dar todo el fruto. Pero también nos dice que nosotros somos los sarmientos, y de esos sarmientos es de donde sale el fruto por la alimentación que recibe de la vid. Si recibimos todo del Señor, ¿qué nos impide dar fruto? Pero Dios respeta nuestra libertad. En eso reconocemos que somos creados a su imagen y semejanza. A pesar de tener todos los medios para alimentarnos para la santidad como el agua del bautismo, la poda de la confesión, el alimento de la Eucaristía, sin nuestra libertad Dios no nos va a obligar a dar fruto. Sin embargo, si atendemos a la fuerza de la gracia y además ponemos de nuestra parte, el fruto va a ser abundante, jugoso y dulce. Todo para la mayor gloria de Dios. En esto reconocerán que somos sus hijos.
«Además, el “Pan de cada día”, no lo olvidemos, es Jesús. Sin él no podemos hacer nada. Él es el alimento primordial para vivir bien. Sin embargo, a veces lo reducimos a una guarnición. Pero si él no es el alimento de nuestra vida, el centro de nuestros días, el respiro de nuestra cotidianidad, nada vale, todo es guarnición. Pidiendo el pan suplicamos al Padre y nos decimos cada día: sencillez de vida, cuidado del que está a nuestro alrededor, Jesús sobre todo y, antes de nada.»
(Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Procuraré examinarme y ver si he respondido a Dios de la manera en que Él me ha dado sus regalos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Un Fruto de la Pascua es la Caridad.
¿cuál es mi fruto en este tiempo de Pascua?,
Alguna vez te has hecho la pregunta ¿cuál es mi fruto en este tiempo de Pascua?, es algo absurdo verdad, pero muy cierto, usando una analogía me atrevo a decir que la mayoría se cree una deliciosa toronja, otro puede decir yo soy una mandarina, otro tal vez diga yo soy una fresa, pero lo más significativo de un fruto, es que alimenta, y ayuda a los demás. Sin embargo cuando habló sobre el fruto de la pascua uno que es muy importante es el de la caridad y esto lo digo porque una vez que hemos tenido un encuentro con el resucitado es para que nosotros seamos capaces de AMAR y DAR sin esperar NADA a cambio.
Hoy me atrevo a decir como dice un salmo: El Señor es compasivo y misericordioso, de esta manera quiero responder a la realidad que vivimos día a día, como lo es la indiferencia, el egoísmo, la vanidad, hoy sin duda alguna percibimos la manera en que Dios llama y lo hace por medio de cosas insignificantes cosas que nos rodean por ejemplo con Moisés es por medio de la Zarza ardiendo y ¿contigo hermano como te llama el Señor?, date esa oportunidad y reflexiona esta pregunta que me hago y te hago, pero volviendo al llamado de Moisés al estar en ese lugar el Señor lo manda quitarse las sandalias pues el lugar que pisa es sagrado; hoy nos invita a que nos quitemos lo que nos estorba para estar delante de su presencia y eso que nos impide a veces estar ante el Señor es: Egoísmo, soberbia, Egocentrismo, ceguera espiritual, eso hay que quitarnos en la presencia de Dios y no sólo cuando estamos en el templo sino a cada momento
Por eso a la luz del Evangelio de san Juan veamos, como el Señor se manifiesta a los discípulos, y el mensaje principal es: “La paz con ustedes”, una paz que tanto necesitamos nosotros y que la hemos ido perdiendo por nuestra indiferencia, por nuestra frialdad, porque al igual que Tomas (apodado el Gemelo” necesitamos ver para poder creer en la presencia real del Señor Jesús en medio de nosotros.
Hoy por hoy el Señor se nos sigue apareciendo dándonos su paz, y nosotros no tenemos tiempo para: ESCUCHARLO, VERLO, SENTIRLO, y MUCHO MENOS BUSCARLO. Sin duda alguna nos falta mucho para ser como las primeras comunidades cristianas, que todo lo tenemos en común, y les digo porque, y seamos realistas, no queramos tapar el sol con un dedo, porque no hemos sabido dar frutos de caridad, nos gana la soberbia, el orgullo, las envidias, los celos, y eso nos hace como Tomas nos pone en esa postura hasta que no vea las señales de los clavos no creeré.
Querido hermano y hermana BASTA YA de pedir ver para creer, NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER, hoy te invito a que mires la IGLESIA y veas lo que está sufriendo, contempla al Señor en el pobre, en el que está solo, en el que sufre, el enfermo, el preso, el calumniado, el difamado, que esta PASCUA DEL SEÑOR no sea un recordar un hecho SINO es un ACONTECIMIENTO que debe ser ENCARNADO en cada uno de nosotros. Hoy hasta el mismo Papa Francisco por medio de su Exhortación Apostólica Gaudate et Exsultate (Llamados a la Santidad en el mundo actual), y también recordando los que fueron aplastados por la torre de Siloé, hoy te pregunto ¿qué tipo de torre nos aplastará en estos tiempos? Te digo cuales: la de la indiferencia, la de la soberbia, la del querer ser más que los demás no importa si está de por medio la dignidad de los demás, de ahí que el mismo Señor Jesús nos da una oportunidad cada dia, pese a tanto tiempo no hemos dado fruto y sabes por qué, porque el con su sangre en la cruz ha saldado esa deuda nuestra que es el PECADO, de ahí que el Papa Francisco nos invite a ser santos, desde nuestro estado de vida, LAICO, MATRIMONIO, VIDA RELIGIOSA, CLERIGO, con el testimonio y siempre llevando a los demás al encuentro con el Señor.
En la actualidad cada uno de nosotros representamos la higuera esa de la que el Señor hace alusión en una parábola, pues nos hace recordar que con nuestra frialdad no somos capaces de producir fruto, no somos capaces de querer cambiar y siempre nuestros pretextos son: “para que, si me dejo me perjudican”, “abusan de mí siempre”, “no me respetan”; a ti querido hermano y hermana es momento de remover la tierra que tenemos en nuestro corazón, de regarla y abonarla con la Palabra de Dios, para así dar frutos en la caridad y juntos crear la civilización del amor (como decía el Papa Beato Pablo VI) es decir transformar la sociedad y ser más humanos y más hermanos.
Recuerda y no lo olvides: Dios se manifiesta en lo sencillo, con Moisés en la zarza y hoy con nosotros con su RESURRECCIÓN, de veras te invito a que te conviertas en instrumento de la gracia de Dios y que así nosotros podamos sentir el llamado del Señor que nos dice: Vayan y díganle a sus hermanos, la misericordia del Señor es eterna, ALELUYA.
Los 12 Frutos del Espíritu Santo
Nos cuesta mucho ejercer las virtudes pero si perseveramos serán entonces inspiradas por el Paráclito y se llaman frutos del Espíritu Santo
Naturaleza de los frutos Espíritu Santo y la santificación
Al principio nos cuesta mucho ejercer las virtudes. Pero si perseveramos dóciles al Espíritu Santo, Su acción en nosotros hará cada vez mas fácil ejercerlas, hasta que se llegan a ejercer con gusto. Las virtudes serán entonces inspiradas por el Espíritu Santo y se llaman frutos del Espíritu Santo.
Cuando el alma, con fervor y dócil a la acción del Espíritu Santo, se ejercita en la práctica de las virtudes, va adquiriendo facilidad en ello. Ya no se sienten las repugnancias que se sentían al principio. Ya no es preciso combatir ni hacerse violencia. Se hace con gusto lo que antes se hacía con sacrificio.
Les sucede a las virtudes lo mismo que a los árboles: los frutos de éstos, cuando están maduros, ya no son agrios, sino dulces y de agradable sabor. Lo mismo los actos de las virtudes, cuando han llegado a su madurez, se hacen con agrado y se les encuentra un gusto delicioso. Entonces estos actos de virtud inspirados por el Espíritu Santo se llaman frutos del Espíritu Santo, y ciertas virtudes los producen con tal perfección y tal suavidad que se los llama bienaventuranzas, porque hacen que Dios posea al alma planamente.
Elenco de los frutos:
De los frutos de caridad, de gozo y de paz
De los frutos de Paciencia y Mansedumbre
De los frutos de bondad y benignidad
Del fruto de longanimidad(perseverancia)
Del fruto de la fe
De los frutos de Modestia, Templanza y Castidad
La Felicidad
Cuanto más se apodera Dios de un alma más la santifica; y cuanto más santa sea, más feliz es.
Seremos mas felices a medida que nuestra naturaleza va siendo curada de su corrupción. Entonces se poseen las virtudes como naturalmente.
Los que buscan la perfección por el camino de prácticas y actos metódicos, sin abandonarse enteramente a la dirección del Espíritu Santo, no alcanzarán nunca esta dulzura. Por eso sienten siempre dificultades y repugnancias: combaten continuamente y a veces son vencidos y cometen faltas. En cambio, los que, orientados por el Espíritu Santo, van por el camino del simple recogimiento, practican el bien con un fervor y una alegría digna del Espíritu Santo, y sin lucha, obtienen gloriosas victorias, o si es necesario luchar, lo hacen con gusto. De lo que se sigue, que las almas tibias tienen doble dificultad en la práctica de la virtud que las fervorosas que se entregan de buena gana y sin reserva. Porque éstas tienen la alegría del
Espíritu Santo que todo se lo hace fácil, y aquéllas tienen pasiones que combatir y sienten las debilidades de la naturaleza que impiden las dulzuras de la virtud y hacen los actos difíciles e imperfectos.
La comunión frecuente perfecciona las virtudes y abre el corazón para recibir los frutos del Espíritu Santo porque nuestro Señor, al unir su Cuerpo al nuestro y su Alma a la nuestra, quema y consume en nosotros las semillas de los vicios y nos comunica poco a poco sus divinas perfecciones, según nuestra disposición y como le dejemos obrar. Por ejemplo: encuentra en nosotros el recuerdo de un disgusto, que aunque ya pasó, ha dejado en nuestro espíritu y en nuestro corazón una impresión, que queda como simiente de pesar y cuyos efectos sentimos en muchas ocasiones. ¿Qué hace nuestro Señor? Borra el recuerdo y la imagen de ese descontento, destruye la impresión que se había grabado en nuestras potencias y ahoga completamente esta semilla de pecados, poniendo en su lugar los frutos de caridad, de gozo, de paz y de paciencia. Arranca de la misma manera las raíces de cólera, de intemperancia y de los demás defectos, comunicándonos las virtudes y sus frutos.
1. De los frutos de caridad, de gozo y de paz
Los tres primeros frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo y la paz, que pertenecen especialmente al Espíritu Santo.
-La caridad, porque es el amor del Padre y del Hijo
-El gozo, porque está presente al Padre y al Hijo y es como el complemento de su bienaventuranza.
-La paz, porque es el lazo que une al Padre y al Hijo.
Estos tres frutos están unidos y se derivan naturalmente uno del otro.
-La caridad o el amor ferviente nos da la posesión de Dios
-El gozo nace de la posesión de Dios, que no es otra cosa que el reposo y el contento que se encuentra en el goce del bien poseído.
-La paz que, según San Agustín; es la tranquilidad en el orden. Mantiene al alma en la posesión de la alegría contra todo lo que es opuesto. Excluye toda clase de turbación y de temor.
La santidad y la caridad valen mas que todo
La caridad es el primero entre los frutos del Espíritu Santo, porque es el que más se parece al Espíritu Santo, que es el amor personal, y por consiguiente el que más nos acerca a la verdadera y eterna felicidad y el que nos da un goce más sólido y una paz más profunda. Dad a un hombre el imperio del universo con la autoridad más absoluta que sea posible; haced que posea todas las riquezas, todos los honores, todos los placeres que se puedan desear; dadle la sabiduría más completa que se pueda imaginar; que sea otro Salomón y más que Salomón, que no ignore nada de toda lo que una inteligencia pueda saber; añadidle el poder de hacer milagros: que detenga al sol, que divida los mares, que resucite los muertos, que participe del poder de Dios en grado tan eminente como queráis, que tenga además el don de profecía, de discernimiento de espíritus y el conocimiento interior de los corazones. El menor grado de santidad que pueda tener este hombre, el menor acto de caridad que haga, valdrá mucho más que todo eso, porque lo acercan al Supremo bien y le dan una personalidad más excelente que todas esas otras ventajas si las tuviera; y esto, por dos razones:
1- Porque participar de la santidad de Dios, es participar de todo lo más importante, por decirlo así, que hay en Él. Los demás atributos de Dios, como la ciencia, el poder, pueden ser comunicados a los hombres de tal manera que les sean naturales. Unicamente la santidad no puede serles nunca natural (sino por gracia).
2- Porque la santidad y la felicidad son como dos hermanas inseparables y porque Dios no se da ni se une más que a las almas santas y no a las que sin poseer la santidad, poseen la ciencia, el poder y todas las demás perfecciones imaginables.
Por lo tanto, el grado más pequeño de santidad o la menor acción que la aumente, es preferible, a los cetros y coronas. De lo que se deduce que perdiendo cada día tantas ocasiones de hacer actos sobrenaturales, perdemos incontables felicidades, casi imposibles de reparar.
No podemos encontrar en las criaturas el gozo y la paz, que son frutos del Espíritu Santo, por dos razones.
1- Porque únicamente la posesión de Dios nos afianza contra las turbaciones y temores, mientras que la posesión de las criaturas causa mil inquietudes y mil preocupaciones. Quien posee a Dios no se inquieta por nada, porque Dios lo es todo para él, y todo lo demás solo vale en relación a El y según El lo disponga.
2- Porque ninguno de los bienes terrenos nos puede satisfacer ni contentar plenamente. Vaciad el mar y a continuación, echad en él una gota de agua: ¿llenaría este vacío inmenso? Todas las criaturas son limitadas y no pueden satisfacer el deseo del alma por Dios. La paz hace que Dios reine en el alma y que solamente Él sea el dueño. La paz mantiene al alma en la perfecta dependencia de Dios. Por la gracia santificante, Dios se hace en el alma como una fortaleza donde habita. Por la paz se apodera de todas las facultades, fortificándolas tan poderosamente que las criaturas ya no pueden llegar a turbarlas. Dios ocupa todo el interior. Por eso los santos están tan unidos a Dios lo mismo en la oración que en la acción y los acontecimientos más desagradables no consiguen turbarlos.
2. De los frutos de Paciencia y Mansedumbre
Paciencia modera la tristeza
Mansedumbre modera la cólera
Los frutos anteriores disponen al alma a la de paciencia, mansedumbre y moderación. Es propio de la virtud de la paciencia moderar los excesos de la tristeza y de la virtud de la mansedumbre moderar los arrebatos de cólera que se levanta impetuosa para rechazar el mal presente. El esfuerzo por ejercer la paciencia y la mansedumbre como virtudes requiere un combate que requiere violentos esfuerzos y grandes sacrificios. Pero cuando la paciencia y la mansedumbre son frutos del Espíritu Santo, apartan a sus enemigos sin combate, o si llegan a combatir, es sin dificultad y con gusto. La paciencia ve con alegría todo aquello que puede causar tristeza. Así los mártires se regocijaban con la noticia de las persecuciones y a la vista de los suplicios. Cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le cuesta a la mansedumbre reprimir los movimientos de cólera; el alma sigue en la misma postura, sin perder nunca su tranquilidad. Porque al tomar el Espíritu Santo posesión de todas sus facultades y residir en ellas, aleja la tristeza o no permite que le haga impresión y hasta el mismo demonio teme a esta alma.
3. De los frutos de bondad y benignidad
Estos dos frutos miran al bien del prójimo.
La bondady la inclinación que lleva a ocuparse de los demás y a que participen de lo que uno tiene.
La Benignidad. No tenemos en nuestro idioma la palabra que exprese propiamente el significado de benígnitas. La palabra benignidad se usa únicamente para significardulzura y esta clase de dulzura consiste en tratar a los demás con gusto, cordialmente, con alegría, sin sentir la dificultad que sienten los que tienen la benignidad sólo en calidad de virtud y no como fruto del Espíritu Santo.
4. Del fruto de longanimidad (perseverancia)
La longanimidad o perseverancia nos ayudan a mantenernos fieles al Señor a largo plazo. Impide el aburrimiento y la pena que provienen del deseo del bien que se espera, o de la lentitud y duración del bien que se hace, o del mal que se sufre y no de la grandeza de la cosa misma o de las demás circunstancias. La longanimidad hace, por ejemplo, que al final de un año consagrado a la virtud seamos más fervorosos que al principio.
5. Del fruto de la fe
La fe como fruto del Espíritu Santo, es cierta facilidad para aceptar todo lo que hay que creer, firmeza para afianzarnos en ello, seguridad de la verdad que creemos sin sentir repugnancias ni dudas, ni esas oscuridades y terquedades que sentimos naturalmente respecto a las materias de la fe.
Para esto debemos tener en la voluntad un piadoso afecto que incline al entendimiento a creer, sin vacilar, lo que se propone. Por no poseer este piadoso afecto, muchos, aunque convencidos por los milagros de Nuestro Señor, no creyeron en Él, porque tenían el entendimiento oscurecido y cegado por la malicia de su voluntad. Lo que les sucedió a ellos respecto a la esencia de la fe, nos sucede con frecuencia a nosotros en lo tocante a la perfección de la fe, es decir, de las cosas que la pueden perfeccionar y que son la consecuencia de las verdades que nos hace creer.
No es suficiente creer, hace falta meditar en el corazón lo que creemos, sacar conclusiones y responder coherentemente.
Por ejemplo, la fe nos dice que Nuestro Señor es a la vez Dios y Hombre y lo creemos. De aquí sacamos la conclusión de que debemos amarlo sobre todas las cosas, visitarlo a menudo en la Santa Eucaristía, prepararnos para recibirlo y hacer de todo esto el principio de nuestros deberes y el remedio de nuestras necesidades.
Pero cuando nuestro corazón esta dominado por otros intereses y afectos, nuestra voluntad no responde o está en pugna con la creencia del entendimiento. Creemos pero no como una realidad viva a la que debemos responder. Hacemos una dicotomía entre la "vida espiritual" (algo solo mental) y nuestra "vida real" (lo que domina el corazón y la voluntad). Ahogamos con nuestros vicios los afectos piadosos. Si nuestra voluntad estuviese verdaderamente ganada por Dios, tendríamos una fe profunda y perfecta.
6. De los frutos de Modestia, Templanza y Castidad
La modestia regula los movimientos del cuerpo, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente, y además dispone todos los movimientos interiores del alma, como en la presencia de Dios.
Nuestro espíritu, ligero e inquieto, está siempre revoloteando par todos lados, apegándose a toda clase de objetos y charlando sin cesar. La modestia lo detiene, lo modera y deja al alma en una profunda paz, que la dispone para ser la mansión y el reino de Dios: el don de presencia de Dios.Sigue rápidamente al fruto de modestia, y ésta es, respecto a aquélla, lo que era el rocío respecto al maná. La presencia de Dios es una gran luz que hace al alma verse delante de Dios y darse cuenta de todos sus movimientos interiores y de todo lo que pasa en ella con más claridad que vemos los colores a la luz del mediodía.
La modestia nos es completamente necesaria, porque la inmodestia, que en sí parece poca cosa, no obstante es muy considerable en sus consecuencias y no es pequeña señal en un espíritu poco religioso.
Las virtudes de templanza y castidad atañen a los placeres del cuerpo, reprimiendo los ilícitos y moderando los permitidos.
-La templanza refrena la desordenada afición de comer y de beber, impidiendo los excesos que pudieran cometerse
-La castidad regula o cercena el uso de los placeres de la carne.
Mas los frutos de templanza y castidad desprenden de tal manera al alma del amor a su cuerpo, que ya casi no siente tentaciones y lo mantienen sin trabajo en perfecta sumisión.
El Espíritu Santo actúa siempre para un fin: nuestra santificación que es la comunión con Dios y el prójimo por el amor.
El Espíritu Santo, “protagonista de toda oración cristiana”
Resumen de la catequesis en español
MAYO 22, 2019 10:18 LARISSA I. LÓPEZ AUDIENCIA GENERAL
(ZENIT –22 mayo 2019).- El Santo Padre ha resaltado hoy la importancia radical del Espíritu Santo en la oración: “El Nuevo Testamento nos revela que el primer protagonista de toda oración cristiana es el Espíritu Santo, que hemos recibido en nuestro bautismo y que nos hace capaces de orar como lo que somos, Hijos de Dios, siguiendo el ejemplo del Señor Jesús. Este es el misterio de la oración cristiana, que nos introduce en el diálogo amoroso de la Santísima Trinidad”.
En la audiencia general de hoy, 22 de mayo de 2019, el Papa Francisco ha finalizado el ciclo de catequesis sobre el Padre Nuestro.
Abbá, papá
Con respecto a la oración del Padre Nuestro, Francisco ha señalado que el rezo del mismo no debe ser una fórmula que repitamos mecánicamente, sino de una manera de encontrar la “intimidad filial” con el Señor, llamándole “¡Abbá!, Papá”: “Es la intimidad en la que Jesús, el revelador del Padre, nos introduce por su gracia”, añadió el Pontífice.
Igualmente, resaltó que “el Catecismo de la Iglesia católica nos recuerda que: ‘es el Espíritu Santo, [quien] a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre’ (N. 2766)”.
Jesús y la oración
El Santo Padre también subrayó que el Evangelio muestra que todas las expresiones con las que Jesús reza a lo largo de su vida se refieren al Padre Nuestro y que animó repetidamente a los discípulos a cultivar el espíritu de oración. MAYO 22, 2019 10:18 AUDIENCIA GENERAL