Tu fe te ha salvado

Quiliano, Santo

Obispo y Mártir, 8 de julio

Martirologio Romano: En Herbipoli (hoy Würzburg), ciudad de Austrasia, san Quiliano, obispo y mártir, natural de Irlanda, desde donde viajó a esta región para predicar el Evangelio, y en la que, por velar diligentemente para que se observase en ella la vida cristiana, fue martirizado († c. 689).

Breve Biografía

Quiliano era un monje irlandés. En el año 686, antes o después de recibir la consagración episcopal, partió a Roma con once compañeros, y el Papa Conon le encargó predicar el Evangelio en Franconia (Badén y Baviera).

El santo, asistido por el sacerdote Colmano y el diácono Totnano, convirtió y bautizó a numerosos paganos en Würzburg. Entre dichos convertidos figuraba el duque de la ciudad, Gosberto.

Una biografía medieval narra en la forma siguiente el martirio de San Quiliano: El duque había contraído matrimonio con Geilana, la viuda de su hermano. San Quiliano le indicó que tal matrimonio era inválido, y el duque prometió separarse de Geilana; pero ésta, enfurecida, aprovechó la ausencia de su esposo, quien había partido a una campaña militar, para que sus esbirros decapitaran a los tres prisioneros.

Consta con certeza que Quiliano, Coimano y Totnano evangelizaron realmente la Franconia y la Turingia oriental y que fueron mártires.

El culto de San Quiliano existió en Irlanda, así como en las diócesis de Würzburg, Viena y algunas otras.

Mi resurrección

Santo Evangelio según San Mateo 9, 18-26. Lunes XIV del tiempo ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, ayúdame a estar contigo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir”.

Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: “Con sólo tocar su manto, me curaré”. Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: “Hija, ten confianza; tu fe te ha curado”. Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.

Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: “Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida”. Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hay una diferencia entre la vida que tengo desde hace unos pocos años para acá con la que llevaba. A pesar de que nunca hice una cosa grave, socialmente hablando, no puedo decir que era una muy buena persona, tenía mis cosas que hicieron sufrir a algunos. Pero mi mamá no perdió la esperanza y siempre oraba por mí.

Hoy, en el Evangelio, puedo ver una relación fuerte entre la hija de Jairo y yo, el hijo de Juana. Jairo sabe que su hija está muerta, sabe que él no puede hacer nada, pero no pierde la esperanza, recurre a Dios, le pide ayuda. Jesús, sin mediar palabra, lo sigue a su casa en busca de la niña. Mi mamá oraba por mí, estaba preocupada, quería un cambio en mi vida y sabía que ella sola no lo podía hacer, por lo tanto, buscaba a Jesús y Él, sin mediar palabra, fue a buscarme. La oración es el medio por la cual podemos ayudar a los demás cuando sabemos que físicamente no podemos hacer nada, pero tenemos que tener la fe real que Jesús al ir a buscar a esa persona.

Jesús, cuando entra en la casa, ve la realidad, una niña muerta en su funeral. Él entra a la habitación y tomándola de la mano la vuelve a la vida. Pero su vida será diferente, ya no es la misma porque ahora ha visto a su Dios. La niña, cuando se levanta, ve a Jesús y ahora vive con la consciencia de que Él es el Cristo.

Yo podría decir que estaba muerto y que tenía mi funeral, con todas aquellas personas que ya no tenían esperanzas en mí o aquellas que avalaban mis actos. Pero Cristo entró a mi casa, a mi vida, Cristo tomó mi mano y me resucitó. El verdadero encuentro con Cristo implicó para mí una resurrección, dejar la vida que tenía por una con la consciencia de que Jesús es mi Dios. El encuentro con Cristo es nuestra resurrección, es dejar la vida pasada por una vida cristiana por Él.

Dejémonos encontrar por Dios, dejémonos que toque nuestra mano y oremos mucho para que otros puedan encontrarse con Él, para que otros puedan resucitar como nosotros.

«Dentro del relato de este milagro, Marcos incluye otro: la curación de una mujer que sufría de hemorragias y se cura en cuanto toca el manto de Jesús. Aquí impresiona el hecho de que la fe de esta mujer atrae —a mí me entran ganas de decir “roba”— el poder divino de salvación que hay en Cristo, el que, sintiendo que una fuerza “había salido de Él”, intenta entender qué ha pasado. Y cuando la mujer, con mucha vergüenza, se acercó y confesó todo, Él le dice: “Hija, tu fe te ha salvado”. Se trata de dos relatos entrelazados, con un único centro: la fe, y muestran a Jesús como fuente de vida, como Aquél que vuelve a dar la vida a quien confía plenamente en Él. Los dos protagonistas, es decir, el padre de la muchacha y la mujer enferma, no son discípulos de Jesús y sin embargo son escuchados por su fe. Tienen fe en aquel hombre. De esto comprendemos que en el camino del Señor están admitidos todos: ninguno debe sentirse un intruso o uno que no tiene derecho. Para tener acceso a su corazón, al corazón de Jesús hay un solo requisito: sentirse necesitado de curación y confiarse a Él. Yo os pregunto: ¿Cada uno de vosotros se siente necesitado de curación?»

(Homilía de S.S. Francisco, 1 de julio de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Encomendar a una persona que amo a nuestro Señor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cremación o entierro, ¿cómo resucitaremos?

Nuestra resurrección no será como la de Lázaro: un tiempo extra en la Tierra, sino como la de Jesús, a una nueva vida.

Si me incineran y la mitad de mis cenizas se quedan en el horno crematorio ¿cómo resucitaré?

Cuando pensamos en nuestra resurrección, puede ser que nos venga a la mente la imagen evangélica de los habitantes de Betania, junto con Marta y María que han ido a la tumba de Lázaro. El Maestro, Jesús, ha querido acompañarlas en su dolor y visitar el lugar donde pusieron a su amigo. De pronto y ante el estupor de Marta, pide que quiten la piedra que servía de entrada a la última morada de Lázaro y con voz potente le ordena: “¡Lázaro, sal fuera!” (Jn. 11, 43). Y así, “resucita” a Lázaro, ante los ojos estupefactos de la multitud.

Puede ser que nos hayamos quedado con esta idea de la resurrección: los muertos saldrán de sus tumbas y volverán a esta tierra, como lo hizo Lázaro.

Pero esta no es la clase de resurrección que proclamamos en el Credo: “Creo en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”.

Mientras que la resurrección de Lázaro fue una extensión de su vida temporal, algo así como vivir un “tiempo extra” en esta vida, la resurrección al final de los tiempos será para otra vida distinta a ésta, para la vida eterna.

Cuando hablamos de la resurrección de los muertos deberíamos pensar en Cristo después de su muerte que se aparece a sus amigos en forma de peregrino en el camino de Emaús (Lc. 24, 13-35), a María Magdalena (Mc. 16, 1-8), cuando come con ellos un pedazo de pez asado (Lc. 24, 41-42).

El cuerpo de Cristo resucitado no vuelve a la vida terrenal como el de Lázaro, pues ya no está sujeto a las leyes de la naturaleza: puede presentarse en un lugar u otro sin necesidad de caminar, puede traspasar las paredes, puede aparecer y desaparecer a la vista de sus amigos. Hablamos entonces de un cuerpo glorioso, de un cuerpo resucitado a otra vida, a la vida eterna.

No es nada fácil pensar en la resurrección de nuestro cuerpo. Éste ha sido uno de los puntos más controvertidos del cristianismo. Desde tiempos de San Pablo era difícil creer en la resurrección. Incluso los griegos, uno de los pueblos más cultos de la historia, se reían ante la predicación de San Pablo: “Al oír la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron: ´Sobre esto ya te oiremos otra vez´”. (Hch.17, 32-34). Para los sabios griegos la resurrección era inconcebible.

Los católicos creemos en la resurrección de los muertos porque Cristo resucitó y Él mismo lo afirmó cuando dijo: “Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos”. (Mc.12, 26-27). Y por si esto fuera poco, Jesús nos dice que todos, buenos y malos, vamos a resucitar: “... y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio”. (Jn. 5,29)

La resurrección, según nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 997 sucede de la siguiente manera: “En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia, dará definitivamente a nuestro cuerpo la vida incorruptible, uniéndolo a nuestras alma, por la virtud de la Resurrección de Jesús”.

Al final de los tiempos, es decir, el día del juicio universal, vendrá Cristo y unirá nuestra alma a un cuerpo glorioso.

¿Cómo será este cuerpo? No lo sabemos con certeza, sólo lo podemos imaginar contemplando el cuerpo de Cristo resucitado: un cuerpo con ciertas similitudes al cuerpo terrenal, pero no sujeto a sus leyes, un cuerpo perteneciente a otra dimensión, a la dimensión de la vida eterna.

Entonces, contestando a la pregunta inicial, si las cenizas de mi cuerpo se pierden en el horno crematorio, si mis huesos se pudren en mi tumba y se convierten en polvo, o si caigo al mar y mi cuerpo es devorado por los tiburones, no tengo de qué preocuparme.

En el momento de la muerte se me juzgará y si soy digno de la vida eterna mi alma irá a la gloria. Después, en el día del juicio universal cuando todos los muertos resuciten, el poder de Cristo unirá mi alma incorruptible, que ya ha estado gozando del Cielo, a un cuerpo transfigurado en cuerpo de gloria (Flp. 3, 21), un cuerpo espiritual (1Co. 15, 44).

Será, por el valor salvífico de la Resurrección de Cristo, que volverán a juntarse los restos de ese cuerpo destrozado por los tiburones, o dispersado por el polvo de los años o perdido en el horno crematorio. Será como una nueva creación. No en vano los primeros cristianos la llamaban “paleo génesis” que significa precisamente eso: nueva creación.

Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Esta afirmación de San Pablo nos da la clave de la esperanza en la verdadera vida, en el tiempo y en la eternidad.

La misión no es proselitismo, sino anuncio y testimonio

El Papa recuerda en el Ángelus las características de la misión dadas por Jesús y asegura que la misión se basa en la oración...

“La alegría de ser discípulos de Jesús” es el tema sobre el que ha reflexionado este mediodía el Pontífice antes de rezar la oración mariana del Ángelus. Se trata – ha explicado – de la alegría de ese “don” que hace de cada discípulo un misionero, también de la alegría de aquel “que camina en compañía del Señor Jesús, que aprende de Él a gastarse sin reservas por los demás, libre de sí mismo y de sus propias posesiones”.

La misión de la Iglesia

Además, es un tema con el que, apoyándose en la página del Evangelio de hoy – que presenta como Jesús, además de los doce apóstoles, envía a setenta y dos discípulos en misión – ha explicado ante los fieles presentes la importancia de la misión: “El número setenta y dos probablemente indica todas las naciones. En efecto, en el libro del Génesis se mencionan setenta y dos naciones diferentes. Así pues, este envío prefigura la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio a todas las naciones”.

Las oraciones deben ser de carácter universal, no personal

Francisco también ha señalado que esta petición de Jesús “es siempre válida” y por tanto, siempre debemos rezar al "dueño de la mies", es decir, a Dios Padre, “para que envíe obreros a trabajar en su campo que es el mundo”. Pero – puntualiza – este rezo debe hacerse “con el corazón abierto” y con “con actitud misionera”, y no debemos limitarnos “sólo a nuestras necesidades”; “una oración es verdaderamente cristiana si también tiene una dimensión universal” ha recordado.

Características de la misión dadas por Jesús

Después el Papa ha recordado las características de la misión dadas por Jesús a los setenta y dos discípulos: “La primera – ya la hemos visto –:  orar; la segunda: ir; y después: no llevar una bolsa, o una alforja...; digan: "Paz a esta casa"... quédense en esa casa... No pasen de una casa a otra; curen a los enfermos y díganles: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"; y, si no los acogen, salgan a las plazas y despídanse”.

La misión se basa en la oración

Por último, el Pontífice explica que estas características muestran “que la misión se basa en la oración”, que es “itinerante”, “que requiere desapego y pobreza” y “que lleva paz y sanación, signos de la cercanía del Reino de Dios”. Aunque también muestran – concluye – “que no es proselitismo sino anuncio y testimonio” y que también requiere “la franqueza y la libertad evangélica para irse, subrayando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de la salvación, pero sin condenas ni maldiciones”.

¿Cómo se forma la virtud de la piedad?

Existen algunos medios en los que se apoya todo proceso de formación espiritual. Son medios que van modelando nuestra personalidad, nos acercan a Dios, modelan nuestro corazón de apóstoles, nos abren a los valores del espíritu y nos sostienen en nuestro camino de santificación.

Rezar es hablar con Dios

El Espíritu

De la conciencia moral se pasa a la genuina experiencia religiosa del hombre. Lo que promeramente define al hombre no es su libertad sino su dependencia de Dios. Una persona que arrastra una fe frágil se torna frágil ella misma; por lo contrario el pensamiento profundo y amable de la paternidad de Dios, de Jesucrito como un verdadero amigo, de María como nuestra madre, cambia completamente la vida, naciendo en el fondo del alma una fuerte seguridad.

Formación Espiritual

El área de formación más importante y decisiva para un cristiano es la formación espiritual. Por lo tanto, se trata de una formación vivencial más que intelectual; es la experiencia del amor:comienza por al amor a Dios y a los hombres, y termina en ese mismo amor fortalecido y perfecciondo. Comenzar amando para terminar amando aún más.

Cuentan que un joven ateo entró un día a una iglesia católica para ver qué es lo que hacían ahí. En ese momento celebraban la Santa Misa y el joven se preguntaba qué pasaba. Una persona la empezó a explicar el sentido de cada parte de la misa y al momento de llegar a la comunión le dijo que esas personas se acercaban para recibir a Dios en el sacramento de la comunión. El joven se quedó pensativo, después preguntó: Si los católicos realmente creen que en esa hostia está su Salvador, ¿cómo es podible que tantos se quedan sentados sin recibirla?

Éste es un gran peligro que tenemos los católicos, podemos quedarnos con una fe pequeña, de tradición y no una fe viva y operante que nos lleve a conocer cada vez más a Cristo, a amarle más y a imitarle en cada momento. No hay mejor señal de que nuestra vida espiritual va por buen camino que la transformación de nuestra persona para parecernos un poco más a Cristo.

Señales de Peligro

Dureza de Corazón: Nos importa sólo nuestros propios intereses. Únicamente hay lugar para lo que nos conviene a nosotros; no queremos incomodarnos en nada para ayudar a los otros;no nos duele lastimar a Dios.

Dejarnos llevar por los sentimientos: El verdadero amor se demuetra con las obras y no tanto con las buenas intenciones y sentimientos.

Soberbia y orgullo: Es una actitud de ponerse por encima de Dios y de los demás. Nos lleva a vivir los propios caprichos y no queremos que nada ni nadie nos estorbe.

Superficialidad y materialismo: ata el corazón y no lo deja elevarse a lo espiritual porqu estamos preocupados por la scosas materiales y muchas veces no esenciales.

Egoísmo: pensar primero en uno mismo

Pereza: No permite que haya constancia en nuestro compromiso con Cristo. Nos dejamos llevar por lo más fácil y cómodo.

Virtud de la Piedad 

La piedad es una virtud que nos hace sentir profundamente hijos de Dios. Nos presenta a Dios como Padre bueno y amoroso, y no sólo como soberano y dueño. Hace que el corazón se dilate de amor y de confianza en Él.

También nos hace tener una tierna devoción a las personas y a las cosas de Dios.
• A la Santísima Virgen modelo más acabado de la nueva creatura surgida del poder redentor de Cristo.
• A los ángeles y a los santos.
• A la sagrada Escritura.
• A la Iglesia
• Al sumo Pontífice ( Papa)
• A los instrumentos de Dios (sacerdotes, religiosas, etc…)

Y nos hace tener un sentimiento de fraternidad universal hacia todos los hombres en cuanto hermanos e hijos del mismo Dios Padre que está en los cielos.

Para que la piedad sea sólida, no debe fundarse en vanos formulismos ni en estados emocionales, sino en una fe honda y robusta y en una actitud de filial amor , confianza y adoración a Dios.

Esta vivencia tiene su centro vital en Cristo y su fuente principal en el Evangelio. Pero esta vida espitual tiene un proceso dinámico: va del conocimiento al amor y del amor a la imitación; quien ha conicodo y ama a Cristo, experimenta el deseo ardiente de comunicarlo a los demás, y su mejor medio de comunicación es el propio testimonio.

Proceso dinámico en la vida espiritual

Tratemos de explicar un poco más en qué consiste este dinamismo.

• Conocer a Cristo: hay que ayudar a los chicos a encontrarse con Cristo, con el Cristo vivo y real que se acerca a nosotros a través del Evangelio, que se hace presente en la Eucaristía y que se comunica con nostros en la oración. Enseñarles a conocer sus criterios, su manera de pensar, de sentir, de querer. Para esto es preciso que sepas presentar un Cristo atrayente, el auténtico Cristo que es capaz de conquistar a cualquier persona.

• Amar a Cristo: el conocimiento personal es la puerta del amor. Hay que enseñar a tus hijos a vivir su vida diaria en un clima de amistad íntima y profunda con Jesucristo.

• Imitar a Cristo: quien ama piensa en el amado, busca estar con él. Enseñarles a mirar siempre a Cristo ocmo modelo; basta hacer referencia a él cuando queremos ilustrarles una virtud, cuando les corregios y les aconsejamos que él sea siempre su meta, su modelo de vida.

Medios para la formación espiritual 

Existen algunos medios en los que se apoya todo proceso de formación espiritual. Son medios que van modelando nuestra personalidad, nos acercan a Dios, modelan nuestro corazón de apóstoles, nos abren a los valores del espíritu y nos sostienen en nuestro camino de santificación. Lejos de ser una añadidura que “roba tiempo”,las siguientes son necesidades profundas y exigencias normales de una auténtica vida Cristiana.

• La oración

Es fuente de luz, ella robustece la fe. La oración es generadora de amor, en ella la voluntad se identifica con el querer de Dios. La oración es vigorosa promotora de acción, en ella Dios nos llena de celo en su servicio y en la entrega a los demás.

Es importante aprender a rezar, buscarle el gusto a la oración. Se trata de un diálogo íntimo y personal con Dios que ilumina y robustece en la mente, en la voluntad y en el corazón, la decisión de identificarse con la voluntad de Dios. No podemos llenar el día de actividades, estudio, trabajo, diversiones, y darle a Dios las migajas de nuestro tiempo.
Es necesario también orientar a los chicos para que quieran orar, que aprendan a hacerlo y oren de hecho. Un hogar Cristiano debe ser una escuela de oración. Es importante que los papás enseñen a los hijos a orar especialmente en temprana edad, dirigiéndoles , por ejemplo, la acción de gracias después de la comunión, las oraciones de la mañana para ofrecer el día y al acostarse para dar gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas, bendecir los alimentos…
¿Cuáles son los momentos que tenemos para la oración? Definitivamente, no existe tiempo o un lugar exclusivo para orar, puede hacerse siempre que se desee; sin embargo, es conveniente tener algunos momentos determinados que ayudan aformar el hábito:
• Ofrecer con gozo al Señor cada nuevo día
• Leer un pasaje del evangelio para concoer más a Cristo
• Rezar un misterio o el Rosario completo a María
• Comulgar siempre que te sea posible
• Asistir a Misa todos los domingos
• Acercarte con periodicidad a la confesión, movido por el espíritu de arrepentimiento y el deseo de conversión, haciendo de la confesión un encuentro personal con Cristo misericordioso.
• Hacer un avisita a Cristo en el Sagrario
• Dar gracias a Dios por la noche, por el don de la vida, de la fe, de la perseverancia y pedir perdón por lasfaltas que haya ofendido su corazón.
En un salón de clases se pueden encontrar también estos pequeños sagrados momentos.

Vida litúrgica y sacramental

Se trata de ayudar a los alumnos a comprender los sagrados ritos y a participar en ellos con toda el alma (misa, periódos litúrgicos importantes Adviento, Navidad, Cuaresma, semana Santa, Pascua…; los sacramentos principalmente la Eucaristía y la Confesión). Esto se vuelve cada vez más importanteen la edad adolescente y en la juventud. Es normal que en su proceso de maduración pidan explicaciones acerca de todo y que surjan inquietudes espirituales. No hay que tener miedo a enaeñar la fe como es, es el momento ideal para ayudarles a comprender la importancia y la vivencia de estos actos para que los vayan aceptando e interiorizando con mayor firmeza, y estos resortes espirituales saltarán cuando ellos más lo necesiten.

Sacramento de la confesión

El amor a la Eucaristía es la manifestación de nuestro aprecio por el don que Cristo nos hace de sí mismo. Cristo desde el sagrario, forma el carácter y las virtudes, consuela a los afligidos, fortalece a los débiles… Crsito estáahí, esperándonos siempre que vayamos a visitarlo.

La recepción frecuente del sacramento de la confesión nos ayuda a conocernos más a nosotros mismos, a aumentar la delicadeza de conciencia y fortalece la voluntad para no volver a caer en pecado. Es muy importante prepararse para recibir este sacramento a través del examen de conciencia y el deseo de reparar el corazón de Jesús, de tal manera que hagamos del sacramento de la confesión un verdadero encuentro con el amigo, un encuentro personal lleno de fe y de sencillez, para que sea fuente de renovación interior y progresiva unión con Dios.

Examen de conciencia

Es un medio excelente de conocimiento personal. Todo comerciente necesita hacer sus cuentas y sacar sus conclusiones necesarias para prosperar en el futuro, así debe ser nuestro trabajo espiritual. Un trabajo consciente en la vida espiritual también pide detenerse unos minutos cada día para hacer un balance personal y constatar los progresos o deficiencias personales en la relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás. ¿De qué debemos examinarnos? De todo lo importante en nuestra vida: fidelidad a nustros compromisos con Cristo, a nuestras oraciones, nuestra entrega a los demás, nuestra caridad, obediencia, generosidad, fidelidad a la conciencia, el trabajo , el estudio, el aprovechamiento del tiempo, las faltas de omisión, etcétera.

Virtudes teologales

La fe ha de dar sentido a nuestra vida, debe iluminar nuestro camino hacia el destino eterno; sólo ella nos brindará la fuerza necesaria para superar los obstáculos y las dificultades. La fe no es un mero sentimiento de la presencia de Dios; la fe es mucho más: “…es caminar, sufrir, luchar, caer y levantarse, tratando de ser fiel a un Dios que me llama y a quien no veo…Para mí creer es sobre llevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios y confiar en él”. La esperanza nos da la seguridad que sólo puede dar la palabra de Dios y la certeza del triunfo. Es confiar plenamente en la omnipotencia de Dios. La caridad nos lleva a responder al amor de Dios. Es el primero y más grande de los mandamientos: “Amarás al Señor contodo tuc aorazón, con toda tua alma y con todas tus fuerzas, y a prójimo como a ti mismo”.

Devoción a la Santísima Virgen

Cultivar hacia ella una tierna devoción. Que no pase un día que tengamos un rato de conversación y trato íntimo y filial con ella nuestra madre del cielo.

Aunque todos estos son medios importantes en nuestra vida espiritual, no podemos olvidar que lo fundamental es el cultivo de lavida de gracia, es decir la amistad con Dios que sepierde ante la presencia del pecado mortal en el alma.

Cuando los hijos son pequeños, se les deba hablar de Dios, pero a medida que crecen se les debe hablar más de Dios y hablarle a Dios de nuestros de ellos.

Como formar en esta virtud

• Antes que nada el testimonio. Enséñale con tu testimonio a darle el primer lugar a Dios: misa, confesión frecuente, rezar con fervor…
• Particiaren algún retiro donde se hable de Dios y de la necesidadque tienen los hombres de este amor.
• Hacer misiones en dond etengan que hablar de Dios, de su fe.
• Dar realce a tiempos litúrgicos, viivendolos profundamente ya sea en el salón de clases o en casa.
• Fomentar en ellos la generosidad, enseñar a dar a los demás , a la Iglesia, un poco de su tiempo, del esfuerzo, de su colaboración también material.
• Hacer vida lo que se cree
• Hablar con aquel a quien creemos y que sabemos que nos ama.
• El cultivo de la vida de gracia en todo momento: los chicos especialmente adolescentes son muy sensibles al tema de la amistad, cuando comprenden que Cristo es un amigo, harán todo lo posible por no traicionar esta amistad. Ellos comprenden perfectamente esto. Para ello deben hacer la experiencia del amor de Cristo.

Algunos propósitos

Te presentamos algunos propósitos que puedes trabajar con los alumnos estas semanas

Primera semana: Buscar un momento donde le ayudes a prepara una buena y sincera confesión, ayúdate de una guía y buscando sobre todo que sea un encuentro con el amigo.

Segunda semana: leer un pasaje del evangelio para conocer cómo era Jesús, cómo hablaba, ómo trataba a los demás… Comentarlo con ellos

Tercera semana: hacer una semana de oración y pequeños sacrificios por la Iglesia, por el Papa, por las personas que más lo necesitan.

Autoanálisis

1. ¿Procuro rezar con mis hijos/ alumnos en algún momento del día?
2. ¿Cuál es mi actitud antes de ir a misa cada domingo? ¿voy sólo para llevar a mis hijos / para decirle a mis alumnos que fui, o por amor y gratitud a Dios?
3. ¿Qué lugar ocupa Dios en la jerarquía de valores demi vida? ¿Hay sectores de mi vida en los cuales practicamente Dios no entra:profesión, diversiones, aficiones, disponibilidad de tiempo?
4. ¿Vivo a veces como si Dios no existiera o nada tuviera que ver yo con Él?
5. ¿He experimentado alguna crisis de fe no superadas? ¿Por qué no las he superado? ¿Por soberbia o intelectualismo?¿Por llevar una vida desordenada? ¿Por falta de formación religiosa?¿por no seleccionar bien mis lecturas?¿Me ha faltado oración?¿me fío solamente de mis pensamientos y criterios o me confío en Dios?
6. ¿Cómo es mi trato con Dios en la vida diaria? ¿Sé acudir a Él en mis alegrías, mis tristezas, mis proyectos, mis luchas, mis esfurzos, mis logros? ¿Me acuerdo de Él sólo cuando sepresentan los problemas? ¿Cuándo me sobra el tiempo?
7. ¿Busco con convicción los motivos que tengo para estar agradecida (o) con Dios?
8. ¿Creo verdaderamente que tengo una madre en el cielo: La Virgen María? ¿Acudo a ella?
9. ¿Trato de ver a Cristo detrás de cada persona:mis hijos, esposo, alumnos, compañeros de trabajo?
10. ¿Cuál es mi oración favorita y por qué?

Ejercicio de esta sesión

Como una manera de iniciar tu labor de formación de la virtud de la piedad, lee con tus alumnos el relato que te presentamos, coméntalo tratando de que sean ellos mismos los que saquen las conclusiones sobre la importancia de esta virtud. De esta manera también abres una puerta para hablar de cómo es Dios y escuchar lo que ellos piensan y sienten con este tema.

Aprendí de mis padres

“Mi padre, al rezar, se arrodillaba en el piso; apoyaba sus codos en una silla y se cubría el rostro con las manos. No se movía, no se miraba ni se impacientaba.

Yo pensaba: debe ser grande Dios, si mi padre cuando le habla, se pone de rodillas. Dios debe ser también muy bueno, si mi padre le habla sin quitarse su saco y su corbata.

Mi madre rezaba todas las mañanas las oraciones sin perderse una sílaba, pero siempre en voz muy baja. Nos miraba pero no nos decía nada, nisiquiera cuando los más pequeños la molestaban o cuando había tormenta o cuando el gato se cometíaalguna travesura.

Yo pensabe: Dios debe ser muy sencillo si mi madre puede hablar con ese delantal encima y teniendo un niño en brazos. Y también pensaba: Dios debe ser un personaje muy importante, si mi madre cuando le habla, ya no le hace caso ni al gato ni a la tormenta.

Las manos de mi padre y los labios de mimadre me enseñaron mucho más que el mejor libro de catecismo.

¿Qué diferencia hay entre un sacerdote diocesano y un religioso?

Son un modo de vivir diverso del único sacerdocio confiado por el Señor Jesús a su Iglesia

En la última cena (Mt 26; Mc 14; Lc 22), el Señor Jesús instituyó el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento del Orden, este último con el objetivo de seguir celebrando el primero y así, perpetuar la presencia del mismo Señor en las especies eucarísticas. Sin embargo,hay sacerdotes “diocesanos” y sacerdotes “religiosos”. ¿Cuál es la diferencia?

El ministerio sacerdotal confiado a los apóstoles fue, posteriormente, comunicado por ellos a otros que los sucederían en la misión, a los cuales llamaron Epíscopos (obispos) (1 Tim 3,1ss; 2 Tim 1,6). Este ministerio, además de la potestad de celebrar los sacramentos, conlleva el oficio pastoral. Con el tiempo, los mismos apóstoles van asociando a su ministerio a otros a los que llamanpresbíteros (Hch 14,23), sin olvidar la presencia casi inmediata de los diáconos (Hch 6,1-7). Así, cada comunidad cristiana, situada en un territorio determinado, estaba pastoreada por un obispo con un grupo de presbíteros y diáconos, situación que continúa hasta hoy. El oficio del presbítero (sacerdote) ha sido siempre el de colaborar con su obispo en el ministerio pastoral de la Iglesia.

Por otra parte, desde los primeros siglos de la Iglesia, se empezó a gestar un movimiento de personas que de manera individual se alejaban de la vida común para dedicarse únicamente al Señor, especialmente yéndose al desierto, conocidos comoeremitas y anacoretas. Con el tiempo, se empiezan a reunir en grupos para compartir este estilo de vida. Esto es el germen de los que más a delante se llamará vida religiosa. Esta consiste en vivir la consagración al Señor, como sacerdote o como hermano, en una comunidad con un carisma específico, esto es, la intención con la cual fue fundada: atender a los jóvenes, a los niños sin hogar, a las prostitutas, a los enfermos, a los privados de libertad, a los inmigrantes, entre otros.

Esto nos lleva, entonces, a hablar del modo de vivir diverso del único sacerdocio confiado por el Señor Jesús a su Iglesia, esto es, sacerdote diocesano y sacerdote religioso. Es el mismo sacerdocio vivido de modo diverso, en cuanto a su comunidad específica.

El sacerdote diocesano tiene un modo de vida que brota de lo que los apóstoles fundaron en las primeras comunidades: un obispo y un grupo de sacerdotes con él pastoreando un territorio determinado llamado Diócesis (de ahí su nombre, diocesanos). El carisma particular está inspirado en Cristo Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas (Jn 10). Propiamente, atienden las parroquias y otras dependencias de la diócesis. Están bajo la autoridad exclusiva de su obispo, por medio de las promesas hechas el día de su ordenación: castidad, pobreza y obediencia.

El sacerdote religioso tiene las mismas facultades de un sacerdote diocesano, es decir, la capacidad de celebrar los sacramentos, pero lo que lo distingue es su modo de vivir. Ya no es entorno a un obispo en una diócesis determinada, sino en una comunidad especifica de religiosos, con un carisma propio, inspirado por el fundador de tal comunidad, bajo la autoridad de un hermano superior de la misma comunidad.

Toda la comunidad bajo la autoridad y cuidado del obispo de la diócesis en la que reside. Cada uno profesa, antes de su ordenación sacerdotal, los votos de pobreza, castidad y obediencia. Así tenemos a los Redentoristas, Vicentinos, Carmelitas, Siervos de Jesús, Salesianos, Somascos, Jesuitas y muchos más.

En síntesis, es el mismo sacerdocio, sólo que el diocesano lo ejerce bajo la autoridad de un Obispo en un territorio específico llamado Diócesis, mientras que el religioso lo ejercer bajo la autoridad de un Superior, siguiendo el carisma de su fundador y viviendo en una comunidad.

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