¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!

ADVIENTO CON SANTA TERESA DE JESÚS

I MARTES DE ADVIENTO(Is 11, 1-10; Sal 71; Lc 10, 21-24)

PROFECÍAS DE ESPERANZA

El Adviento es un tiempo remecido de esperanza porque es el momento en el que se cumplen las antiguas profecías, y tendrán su concreción en el nacimiento del Salvador. La actitud que corresponde a este tiempo es, sin duda, la esperanza El Adviento es un tiempo remecido de esperanza porque es el teologal. Santa Teresa nos ofrece su propio testimonio: “El ánimo no desfallecía ni la esperanza, que, pues el Señor había dado lo uno, daría lo otro” (Fundaciones 2, 6).

RAZONES DE ESPERANZA

Durante este tiempo, las lecturas litúrgicas evocarán diversos símbolos esperanzadores, entre ellos el árbol florido, de ahí que la presencia de los árboles de hoja perenne sea una imagen que rebosa esperanza, porque se ha superado el yermo, y las estepas se convertirán en praderas.

“La raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada” (Is 11, 10)

“Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres” (Sal 71).

-«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.» (Lc 21, 23-24).

RECOMENDACIONES

La maestra espiritual concentra su enseñanza en pequeñas frases, llenas de sabiduría, y nos sirven así para recordar mejor sus consejos:

«En silencio y esperanza procurar vivir siempre» (Moradas III, 2, 13).

“… una noche, estando en oración, se me presentó nuestro Señor de la manera que suele, y mostrándome mucho amor, a manera de quererme consolar, me dijo: Espera un poco, hija, y verás grandes cosas” (Fundaciones 1, 8).

“Cree y espera, que Yo soy el que todo lo puede; tú tendrás salud” (Fundaciones 22, 23).

Evangelio según San Lucas 10,21-24. 


En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: 
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. 
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". 
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sobre el salmo 118.      

“Muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis”

“Anhelo tu salvación, Señor,” (Sal 119,174) es decir, tu venida.

Bienaventurada debilidad que está impregnada por el deseo de algo no conseguido todavía, pero esperado con verdadera pasión.

¿A quién corresponden estas palabras, desde los orígenes de la humanidad hasta el final de los tiempos, sino al pueblo escogido, al sacerdocio real, a la nación santa (cf 1P 2,9) a todos los que en esta tierra y en este tiempo han vivido, viven y vivirán en el deseo de poseer a Cristo? El anciano Simeón es testigo de esta espera cuando, recibiendo a Cristo en sus brazos, exclama: “Ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar que tu siervo muera en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador” (Lc 2,29). Este deseo no se ha desvanecido nunca en los santos y nunca se desvanecerá en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, hasta la consumación de los siglos, hasta que venga “el deseado de las naciones”, prometido por el profeta (Ag 2,8). El deseo del que hablamos se refiere, con el apóstol, a “la manifestación de Nuestro Señor Jesucristo” (1 Tim 6,14). De ella habla San Pablo a los colosenses: “cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él" (Col 3,4).

La Iglesia, en los primeros tiempos, antes de que la Virgen infantara contaba ya con los santos que anhelaban la venida de Cristo en carne humana. Hoy cuenta con otros santos que anhelan la manifestación de Cristo. Nunca se ha interrumpido este anhelo.

2 de diciembre 2014 Martes Y Adviento Is 11, 1-10

En la imagen que Isaías nos presenta, la cepa de Jesé, vemos la representación del Jesús que esperamos; nos dice que: "el Espíritu del Señor se posará: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de valentía». Señor, injerta mi corazón de este espíritu.

El hilo conductor del Adviento es la esperanza. Si no tenemos nada que esperar, difícilmente podremos conectar con este tiempo que apenas comienza.

Celebramos la esperanza de un Niño que va a nacer para llevar al mundo la justicia y la paz y cerrar así la brecha que separa la humanidad y Dios. Pero esta esperanza más grande se llena de pequeñas esperanzas cotidianas que nos modelan como personas.

Algunas esperanzas darán forma a nuestras relaciones. El Niño Jesús creció hasta ser el hombre que encarna el perdón y la generosidad. Una vida centrada en la esperanza aprende a ver todo lo bueno que hay en los demás, es paciente con sus defectos, y conecta con el mejor de ellos.

Otras esperanzas darán forma a nuestra vida laboral o en general, en nuestra actividad. El Mesías ha prometido proclamar el reino de la justicia y la misericordia de Dios. No importa en que trabajamos o que hacemos, las personas esperanzadas debemos comprometernos con la justicia, la equidad y la integridad de nuestro trabajo y nuestra acción. Debemos hacer nuestra la tarea a favor del bien común.

Y finalmente, las pequeñas esperanzas darán también forma a nuestro carácter. Jesús ejemplificó con su vida como la esperanza va dando lugar a una verdadera libertad interior. Una persona de esperanza no queda atrapada en la ansiedad, la posesión, la necesidad de control o ira.

¿Está presente la esperanza en mi vida? ¿Donde se ha desvanecido?

Santa Bibiana de Roma

Santa Bibiana, mártir. En Roma, santa Bibiana, mártir, a quien el papa san Simplicio dedicó una basílica en el Esquilino. Santa Bibiana «la de los trenes», probablemente esto es lo primero que se le ocurre a un romano al mencionar su nombre, porque la iglesia que se llama así queda como empotrada en las vías que están a punto de morir, unos metros más allá, en la Stazione Termini.

Una iglesia barroca con su espléndida estatua de la Santa obra de Bernini. El escultor, cumpliendo el encargo del infatigable Urbano VIII, la representó con los atributos de su martirio: la columna de la flagelación, los azotes, la corona de mártir y una sonrisa angelical que asombra o desconcierta; es la felicidad en la muerte, o, mejor dicho, la felicidad entrevista por la fe más allá de la muerte.

Según cuenta la leyenda, el martirio ocurrió en tiempos de Juliano el Apóstata (360-363); el gobernador Aproniano, después de haber hecho asesinar a sus padres Flaviano y Dafrosa, seguro de poderse adueñar de su patrimonio, trató de obligar a la apostasía a las jóvenes hijas de los mártires.

Encerradas en la cárcel, Demetria murió antes de la terrible prueba. Bibiana, impávida y resuelta, enfrentó al gobernador, que, para debilitar su resistencia la confió inútilmente a una alcahueta.

Entonces ordenó que Bibiana fuera atada a una columna y flagelada. Llena de llagas por todo el cuerpo, finalmente la joven mártir entregó su alma a Dios. Echaron su cuerpo a los perros, pero un cristiano de nombre Juan, que la leyenda identifica con el tutor cristiano de Juliano (de antes de apostatar, naturalmente), que se asocia con san Pimenio (celebrado hoy mismo) lo rescató y le dio sepultura junto a la tumba de sus padres y de la hermana, cerca de su casa, en donde pronto construyeron una capilla y más tarde la actual basílica, sobre el monte Esquilino.

La leyenda proviene de narraciones no anteriores al siglo VII, pero Bibiana sí existió, y posiblemente también su hermana Demetria y su madre Dafrosa, cuyos restos se descubrieron en una excavación, junto a las reliquias de la santa, en dos vasos de vidrio. La Iglesia ha venerado desde hace siglos el recuerdo de esta mártir desconocida por la historia pero bien conocida por Dios. Al papa Simplicio se le atribuye la construcción de una basílica en honor de la bienaventurada mártir Bibiana, que de hecho existió desde el siglo V. Butler explica que se la venera como patrona de los enfermos mentales y epilépticos porque en la leyenda se decía que había sido encerrada con locos.

Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que concediste a Santa Bibiana por la fe hasta derramar su sangre, hay que, ayudados por su intercesión, soportemos por tu amor nuestras dificultades y con valentía caminemos hacia ti que eres la fuente de toda vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Tiempo de Adviento: primera semana

Adviento es una palabra latina que significa "venida", el Adviento es preparar la fiesta del Nacimiento de Jesús, preparar la venida de Dios constante, cotidiana, de cada día.

Actitudes del tiempo de Adviento:

La esperanza ... como la del profeta Isaías, Iesayaú, que significa Yavé es ayuda, que confiaba en la bondad absoluta de Dios y sus promesas y así lo explicaba a la gente que la rodeaba.

La oración ... como la de San Juan Bautista, profeta de profunda fe y compromiso valiente que tuvo la responsabilidad de señalar con el dedo el Mesías.

La joya ... como la de María, que se sintió llena de gracia al ser escogida y no puso ningún obstáculo al plan de Dios de darnos Jesús. Su hijo enseñaría a los hombres a seguir el camino de amor hacia el Padre.

La paciencia ... como la José, el hombre justo, el hombre de la fe y de la obediencia incondicional que, aunque con dificultades en la comprensión de lo que Dios le pedía se mantuvo fiel.

Jesús, quiero preparar la Navidad como me enseñan estos personajes bíblicos del Adviento, con esperanza, orando, lleno de alegría y con mucha paciencia.

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