Al ver a la multitud, tuvo compasión
- 06 Diciembre 2014
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El Papa y las mujeres
El Papa aboga por "un sano pluralismo" ante los miembros de la Comisión Teológica Internacional
Francisco reivindica "la indispensable aportación de la mujer" en la sociedad "y en particular en la Teología"
"La diversidad de puntos de vista debe enriquecer al catolicismo sin dañar su unidad"
Veo con placer como muchas mujeres ofrecen nuevas aportaciones a la reflexión teológica. En virtud del genio femenino, las teólogas pueden relevar, en beneficio de todos ciertos aspectos inexplorados de insondable misterio de Cristo
Francisco, con las mujeres
El Papa ha reivindicado "la indispensable aportación de la mujer" en la sociedad, "y en particular en la Teología". Durante una audiencia a los miembros de la Comisión Teológica Internacional, Francisco ha subrayado la "intuición" y la "sensibilidad", además de otras "particulares capacidades que son más propias de la mujer que del hombre", como cualidades femeninas que ofrecen "nuevas aportaciones" en el campo teológico.
"Veo con placer como muchas mujeres ofrecen nuevas aportaciones a la reflexión teológica. En virtud del genio femenino, las teólogas pueden relevar, en beneficio de todos ciertos aspectos inexplorados de insondable misterio de Cristo", ha comentado al respecto. Además, ha afirmado que "la diversidad de puntos de vista debe enriquecer al catolicismo sin dañar la unidad".
Así, ha explicado que "en un sano pluralismo" las distintas aproximaciones teológicas que se desarrollen en contextos culturales diferentes y con diversos métodos "no pueden ignorarse", sino que en el diálogo teológico deberían "enriquecerse y corregirse de manera recíproca".
También ha subrayado que "la unidad de los teólogos católicos nace de su común referencia a una sola fe en Cristo", al tiempo que ha valorado que en la Comisión Teológica se requieren competencias, "no sólo intelectuales", y ha destacado la "importancia de la escucha".
I SÁBADO DE ADVIENTO (Is 30, 19-21. 23-26; Sal 146; Mt 9, 35 - 10, 1. 6-8)
SEÑALES DE ESPERANZA
Tiempo alentador es el Adviento. En él se siente la brisa que precede a la lluvia fecunda, el alba que anticipa el día, el aroma del bosque humedecido.
En este tiempo suenan las albricias, los anuncios de esperanza, se presiente el horizonte luminoso porque se avecina el Sol que nace de lo alto.
La Palabra ofrece el fruto deseado, que percibe el corazón herido, brinda el bálsamo que cura, el mensaje que sana, el amor que consuela. Quien da fe a lo anunciado por los profetas, comienza a sentir el alivio, aun en medio de circunstancias recias.
“La luz de la Cándida será como la luz del Ardiente, y la luz del Ardiente será siete veces mayor, cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe” (Is 30, 25-26)
El sana los corazones destrozados, venda sus heridas (Sal 146)
“Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mt 10, 8).
MEDIADORES DE ESPERANZA
El Señor se hace presente a través de mediaciones, que realizan los gestos de piedad y de misericordia con quienes más los necesitan. Cada uno podemos ser señal de esperanza.
Al acercarnos a Santa Teresa de Jesús y a su reforma, por la que invita a la radicalidad y a la descalcez, nos sorprendemos de la delicadeza y ternura que revela y prescribe en las Constituciones, cuando se trata de cuidar a las monjas enfermas: “Las enfermas sean curadas con todo amor y regalo y piedad, conforme a nuestra pobreza. Y alaben a Dios Nuestro Señor cuando lo proveyere bien; y si les faltare lo que los ricos tienen de recreación en las enfermedades, que no se desconsuelen, que a eso han de venir determinadas; esto es ser pobres” (Constituciones VIII, 1).
Aunque, advierte la santa, puede haber dolencia por causa propia: “… son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido, que aunque tiene pies y manos no los puede mandar; que así son, que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores, que no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí” (Moradas I, 1, 6).
Evangelio según San Mateo 9,35-38.10,1.6-8.
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha." Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. "Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente."
San [Padre] Pío de Pietrelcina (1887-1968), capuchino. GF 171,169, Buona Giornata
"Al contemplar aquel gran gentío, Jesús sintió compasión, porque estaban decaídos San [Padre] Pío de Pietrelcina (1887-1968), capuchino
La esperanza en la misericordia inagotable de Dios nos sostiene en el tumulto de las pasiones y en la tempestad de las contrariedades. Con confianza acudamos al sacramento de la penitencia donde el Señor nos espera en todo momento como un Padre de misericordia. Es cierto que en su presencia somos conscientes de no merecer su perdón; pero no dudamos de su misericordia infinita. Olvidemos, pues, nuestros pecados como Dios los olvida antes que nosotros. No hay que volver sobre ellos, ni con el pensamiento ni en la confesión, si ya los hemos confesado anteriormente. Gracias a nuestro arrepentimiento sincero, el Señor los ha perdonado una vez por todas. Querer volver sobre ellos para quedar de nuevo absueltos o porque dudamos que nos hayan sido perdonados ¿no sería una falta de confianza en la bondad divina? Si esto te puedo traer algún alivio, puedes volver con tu pensamiento sobre las ofensas contra la justicia de Dios, o su sabiduría, o su misericordia, pero únicamente para llorar lágrimas saludables de arrepentimiento y de amor.
San Nicolás de Mira, obispo
San Nicolás, obispo de Mira,
en Licia, famoso por su santidad y por su intercesión ante el trono de la divina gracia.
La gran veneración que se ha profesado al santo durante tantas generaciones y el número de iglesias y altares que se le han dedicado en todas partes, son el mejor testimonio de su santidad y de la gloria de que goza con Dios. Según se dice, nació en Patara de Licia, una antigua provincia del Asia Menor. La capital, Mira, próxima al mar, era una sede episcopal. Cuando quedó vacante, Nicolás fue elegido obispo y allí se hizo famoso por su extraordinaria piedad, su celo y sus sorprendentes y numerosos milagros. Los relatos griegos sobre su vida afirman que estuvo encarcelado por la fe y la confesó gloriosamente, al fin de la persecución de Diocleciano. San Nicolás asistió al Concilio de Nicea, donde se condenó al arrianismo. El silencio que guardan algunos autores sobre estos datos los hacen sospechosos. El santo murió en Mira y fue sepultado en su catedral.
Este conciso resumen de Alban Butler nos dice cuanto se sabe sobre la vida de san Nicolás y poco más. En realidad, lo único que parece seguro es que fue obispo de Mira en el siglo IV. Sin embargo, no escasean los materiales biográficos, como la biografía que se atribuye a san Metodio, patriarca de Constantinopla, quien murió el año 847. Pero el biógrafo afirma que «hasta el presente, la vida de este distinguido pastor ha sido desconocida para la mayoría de los fieles» y, en consecuencia, trata de llenar esa laguna, casi cinco siglos después de la muerte del santo.
Dicha biografía es la más fidedigna de las fuentes «biográficas», sobre las que se ha escrito mucho, desde el punto de vista crítico y desde el expositivo. La fama de que ha disfrutado san Nicolás durante tantos siglos, exige que hablemos sobre estas leyendas.
Se dice que desde la más tierna infancia Nicolás sólo comía los miércoles y los viernes por la tarde, según los cánones.
«Sus padres le educaron extraordinariamente bien, y el niño siguió el ejemplo que ellos le daban. La Iglesia le cuidó con la solicitud con que la tórtola cuida a sus polluelos, de suerte que conservó intacta la inocencia de su corazón». A los cinco años de edad, empezó a estudiar las ciencias sagradas: «día tras día, la doctrina de la Iglesia iluminó su inteligencia y despertó su ansia de conocer la verdadera religión». Sus padres murieron cuando él era todavía joven y le dejaron una herencia considerable.
Nicolás decidió consagrarla a obras de caridad. Pronto se le presentó la oportunidad: un habitante de Patara había perdido toda su fortuna y tenía que mantener a sus tres hijas, pues éstas no podían casarse sin dote. El pobre hombre pensaba ya en dedicar a sus hijas a la prostitución para poder comer.
Cuando Nicolás se enteró de ello, tomó una bolsa con monedas de oro y, al amparo de la oscuridad de la noche, la arrojó por la ventana en la casa de aquel hombre. Con ese dinero, se casó la hija mayor. San Nicolás hizo lo mismo por las otras dos. El padre de las jóvenes se puso al acecho en la ventana, descubrió a su bienhechor y Ie agradeció expresivamente su caridad. Según parece, con el tiempo, los artistas confundieron las tres bolsas de oro con tres cabezas de niño; de allí nació la absurda leyenda de que el santo había resucitado a tres niños a los que un posadero había asesinado y sepultado en un montón de sal. San Nicolás llegó a la ciudad de Mira precisamente cuando el clero y el pueblo celebraban una reunión para elegir obispo. Dios hizo comprender a los electores que san Nicolás era el hombre indicado para el cargo. Era por entonces el principio del siglo IV, cuando se desencadenaron las persecuciones; «como.
Nicolás era el principal sacerdote de los cristianos en esa ciudad y predicaba con toda libertad las verdades de la fe, fue arrestado por los magistrados, quienes le mandaron torturar y le arrojaron cargado de cadenas en la prisión, con otros muchos cristianos. Pero cuando el grande y religioso Constantino, elegido por Dios, fue coronado con la diadema imperial de los romanos, los prisioneros fueron puestos en libertad. También el ilustre Nicolás recobró la libertad y pudo regresar a Mira».
San Metodio afirma que «gracias a las enseñanzas de Nicolás, la metrópolis de Mira fue la única que no se contaminó con la herejía arriana y la rechazó firmemente, como si fuese un veneno mortal». Pero dicho autor no dice que el santo haya asistido al Concilio de Nicea el año 325. Según otras tradiciones, san Nicolás no sólo asistió al Concilio, sino que dio a Arrio una bofetada en pleno rostro. En visto de ello, los Padres conciliares le privaron de sus insignias episcopales y le encarcelaron.
Pero el Señor y su Santísima Madre se le aparecieron allí, le pusieron en libertad y le restituyeron a su sede. San Nicolás tomó también medidas muy severas contra el paganismo y lo combatió incansablemente. Destruyó, entre otros, el templo de Artemisa, que era el principal de la provincia, y los malos espíritus salieron huyendo ante él. El santo protegió también a su pueblo en lo temporal: el gobernador Eustacio había sido sobornado para que condenase a muerte a tres inocentes. En el momento de la ejecución, Nicolás se presentó, detuvo al verdugo y puso en libertad a los prisioneros. En seguida, se volvió a Eustacio y le reprendió, hasta que éste reconoció su crimen y se arrepintió. En esa ocasión estuvieron presentes tres oficiales del imperio que iban de camino a Frigia. Cuando dichos oficiales volvieron a Constantinopla, el prefecto Ablavio, que les tenía envidia, los mandó encarcelar por falsos cargos y consiguió que el emperador Constantino los condenase a muerte.
Al saberlo, los tres oficiales, recordando el amor de la justicia de que había dado muestras el poderoso obispo de Mira, pidieron a Dios que los salvase de la muerte por sus méritos e intercesión. Esa misma noche, san Nicolás se apareció en sueños a Constantino y le ordenó que pusiese en libertad a los tres inocentes.
También se apareció a Ablavio. A la mañana siguiente el emperador y el prefecto tuvieron una conferencia, mandaron llamar a los tres oficiales, y los interrogaron. Cuando Constantino supo que habían invocado a san Nicolás, los puso en libertad y les envió al santo obispo con una carta en la que le rogaba que no volviese a amenazarle y que orase por la paz del mundo.
Durante mucho tiempo, ése fue el milagro más famoso de san Nicolás, y prácticamente lo único que se sabía sobre él en la época de san Metodio.
Todos los relatos afirman unánimemente que san Nicolás murió y fue sepultado en Mira. En la época de Justiniano (s. VI), se construyó en Constantinopla una basílica en honor del santo. Un autor griego anónimo del siglo X dice que «el Oriente y el Occidente le aclaman unánimes. Su nombre se venera y se construyen iglesias en su honor en dondequiera que hay seres humanos: en la ciudad y en el campo, en los pueblos, en las islas y en los extremos de la tierra. En todas partes hay imágenes suyas, se predican panegíricos en su honor y se celebran fiestas. Todos los cristianos, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, niños y niñas, respetan su memoria e imploran su protección. Y el santo derrama beneficios sin límite a través de las generaciones, entre los escitas, los indios, los bárbaros, los africanos y los italianos». Cuando Mira y su santuario cayeron en manos de los sarracenos, varias ciudades italianas se disputaron el honor de rescatar las reliquias del santo.
La rivalidad se manifestó particularmente entre Venecia y Bari y, finalmente, ganó esta última. Las reliquias, robadas bajo las narices de los guardias griegos y mahometanos, llegaron a Bari el 9 de mayo de 1087. En su honor se construyó una iglesia, y el Papa Urbano II asistió a la consagración. La devoción de San Nicolás existía en el Occidente desde mucho antes de la translación de sus reliquias, pero este acontecimiento contribuyó naturalmente a popularizar la devoción, y en Europa comenzó a hablarse de los milagros del santo tanto como en Asia. En Mira, se decía que «el venerable cuerpo del obispo, embalsamado en el aceite de la virtud, sudaba una suave mirra que le preservaba de la corrupción y curaba a los enfermos, para gloria de aquél que había glorificado a Jesucristo, nuestro verdadero Dios». El fenómeno no se interrumpió con la translación de los restos; según se dice, el «maná de San Nicolás» sigue brotando en nuestros días, y ello constituye uno de los atractivos principales para los peregrinos que acuden de toda Europa.
La imagen de san Nicolás aparece más frecuentemente que ninguna otra en los sellos bizantinos. Al fin de la Edad Media, había en Inglaterra más de 400 iglesias dedicadas al santo. Se dice que, después de la Santísima Virgen, San Nicolás es el santo al que los artistas cristianos han representado con más frecuencia. En el Oriente se le venera entre otras cosas, como patrono de los marineros; en el Occidente, como patrono de los niños. Probablemente, el primero de esos patrocinios se originó en la leyenda que afirma que san Nicolás se apareció durante su vida a unos marineros que le habían invocado en una tempestad, frente a las costas de Licia y los llevó sanos y salvos al puerto. Los navegantes del mar Egeo y los del Jónico, siguiendo la costumbre de Oriente, tienen una «estrella de San Nicolás» y se desean buen viaje con estas palabras: «Que san Nicolás lleve el timón». De la leyenda de los tres niños se deriva el patrocinio de san Nicolás sobre los niños y muchas otras prácticas, así eclesiásticas como seculares, relacionadas con ese incidente; tales, por ejemplo, el «niño-obispo» y la costumbre de hacer regalos en la Navidad, originariamente tan común en Alemania, Suiza y los Países Bajos, en lugar de la más latina de hacerlos por Epifanía. Dicha costumbre fue popularizada en los Estados Unidos por los protestantes holandeses de Nueva Amsterdam, que convirtieron al santo «papista» en un mago nórdico (Santa Claus, Sint Klaes, San Nicolás). La liberación de los tres oficiales imperiales hace que los prisioneros invoquen a san Nicolás. A este propósito se contaban muchos milagros del santo en la Edad Media.
Por curioso que parezca, en Rusia, san Nicolás es todavía más popular que en los países del Mediterráneo oriental y el noroeste de Europa. En efecto, san Andrés Apóstol y san Nicolás son los dos patronos de Rusia, y la Iglesia ortodoxa rusa celebra la fiesta de la traslación de las reliquias. Antes de la Revolución rusa, había tantos peregrinos rusos en Bari, que su gobierno mantenía en dicha ciudad una iglesia, un hospital y un albergue. El santo es también patrono de Grecia, Apulia, Sicilia y Lorena, así como de innumerables diócesis, ciudades e iglesias. La basílica romana de San Nicolás in Carcere fue construida entre el fin del siglo VI y el comienzo del VII. El nombre del santo figura en la preparación de la misa bizantina. Al final del siglo XX, la basílica de San Nicolás de Bari, confiada por el papa Pío XII a los dominicos, es lugar de reunión entre las Iglesias de Oriente y Occidente, y funciona allí el Instituto Ecuménico de Teología San Nicolás.
6 de diciembre 2014 Sábado Y Adviento Is 30, 19-21.23-26
El deseo de la venida de Dios es la melodía de fondo de estos días de Adviento; pero, para que este deseo? «Porque el Señor sentirá tu grito de auxilio, tendrá piedad de ti y te escuchará» nos responde Isaías. ¿Por qué llamo yo? ¿Qué le pido? Señor, sé el faro que me oriente hacia Ti.
JESÚS ESTABA
Tras una breve apretón de manos entendí que hoy Adrià tenía algo importante para decirme, y lo antes posible. Es un chico transparente, manifiesta demasiado lo que le pasa. Me mira y noto que sus ojos están un poco emocionados.
Disimulo, como si nada, aunque interiormente se enciende el intermitente. ¡Aldabonazo!
-Jesús Estaba. No decía nada, pero estaba. -¿Qué Quieres decir, Adrià?
Como cada jueves él va a visitar a un anciano que pasa muchas horas solo en su casa. Adrià le ayuda a la hora de comer. Cada día va un voluntario. Por la noche va una empleada que está toda la noche, y lo deja después de desayunar. El hombre se llama Francisco, antes le llamaban Francisco, antes Paco y de niño parece que le decían Paquito. Pasa muchas horas solo. Adrià, que estudia segundo de bachillerato, fue los jueves y la ayuda a comer.
-Hoy Cuando le daba de comer Jesús estaba.
-¿Qué Quieres decir? Que le has visto?
Adrià hasta hace unos meses no creía en nada.
No se hacía las preguntas esenciales de la vida. Sencillamente iba viviendo, y llenaba su tiempo lo mejor que podía. Tuvo una conversión gracias a un amigo, que siempre estaba contento, y hablando, hablando ... le dijo que leía el Evangelio y que algunas veces iba a una iglesia ... etc.
Un día decidieron salir a caminar y Adrià quedó profundamente impactado por su amigo. Esa noche rogó a Jesús pidiendo la fe ... y cuando menos lo esperaba creía sin saber cómo.
-No, No lo he visto. Pero ... estaba. Pensarás que estoy loco! ... Estaba.
-¿Dónde Estaba? Dentro de ti, que hacías esa ayuda?
Adrià entendió rápidamente que la fe no la podía guardar, que tenía que actuar.
Entró a un grupo que se preparaba para la confirmación; cada noche leía un fragmento del Evangelio. A veces se emocionaba. Y comenzó a actuar como voluntario de un esparcimiento de la parroquia y el jueves venía a servir aquel hombre grande.
Todo formaba parte de un "pack" que le iba transformando por dentro.
-No, Jesús estaba, no dentro de mí, sino en aquel hombre. No lo vi, no lo sentí ... pero tuve la intuición clara y evidente que estaba, allí, en aquella vida humana que se iba degradando.
No me preguntes nada más. Estaba, sí, Él mismo.