¿Qué podemos pedir a Dios con tanta insistencia?
- 10 Octubre 2019
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Obispo y Fundador, 10 de octubre
Martirologio Romano: En Khartum, en Sudán, san Daniel Comboni, obispo, que fundó el Instituto para las Misiones en África (Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús), y tras ser elegido obispo en ese continente, se entregó sin reservas y predicó el Evangelio por aquellas regiones, trabajando también por hacer respetar la dignidad humana. († 1881)
Fecha de beatificación: 17 de marzo de 1996 por el Papa Juan Pablo II Fecha de canonización: 5 de octubre de 2003 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
Daniel Comboni: hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de Africa Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia. La vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes cosas.
Hijo único - padres santos
Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.
Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: "Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga".
En el corazón de Africa - con Africa en el corazón
Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: "Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa".
Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: "Africa o muerte!".
Cuando regresa a Italia, el recuerdo de Africa y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso "Plan para la regeneración de Africa", un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión "Salvar Africa por medio de Africa", fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.
Un Obispo misionero original
En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de Africa Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.
Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a Africa llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.
Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización de Africa Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).
El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de Africa Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.
Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.
La cruz como "amiga y esposa"
En 1880 Comboni vuelve a Africa por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado "como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. "Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá».
Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que " nacen al pie de la cruz ", sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres.
Fechas más importantes
— Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831.
— Consagra su vida a Africa en 1849, realizando un proyecto que lo lleva a arriesgar la vida varias veces en las difíciles expediciones misioneras desde 1857, que es cuando va por primera vez a Africa.
— El 31 de diciembre de 1854, año en que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción de María, es ordenado sacerdote por el Beato Juan Nepomuceno Tschiderer, Obispo de Trento.
— En 1864 escribe un Plan fundado sobre la idea de " salvar Africa por medio de Africa », que demuestra la confianza que Comboni tiene en los africanos, pensando que serán ellos los protagonistas de su propia evangelización (Plan de 1864).
— Fiel a su consigna "Africa o muerte ", no obstante las dificultades sigue con su Plan fundando, en 1867, el Instituto de los Misioneros Combonianos.
— Voz profética, anuncia a toda la Iglesia, sobre todo en Europa, que ha llegado la hora de evangelizar a los pueblos de Africa. No teme presentarse, como simple sacerdote que es, a los Obispos del Concilio Vaticano I, pidiéndoles que cada Iglesia local se comprometa en la conversión de Africa (Postulatum, 1870).
— Demostrando un valor fuera de lo común, Comboni consigue que también las religiosas participen directamente en la misión de Africa Central, siendo el primero en tomar tal iniciativa. En 1872, funda un Instituto de religiosas dedicadas exclusivamente a la misión: las Hermanas Misioneras Combonianas.
— Gasta todas sus energías por los africanos y lucha con tesón para que sea abolida la esclavitud.
— En 1877, es consagrado Obispo nombrado Vicario Apostólico de Africa Central.
— Muere en Jartum, Sudán, abatido por las fatigas y cruces, en la noche del 10 de octubre de 1881.
— El 26 de marzo de 1994, se reconoce la heroicidad de sus virtudes.
— El 6 de abril de 1995, se reconoce el milagro realizado por su intercesión en una muchacha afrobrasileña, la joven María José de Oliveira Paixão.
— El 17 de marzo de 1996, es beatificado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
— El 20 de diciembre 2002, se reconoce el segundo milagro realizado por su intercesión en une madre musulmana del Sudan, Lubna Abdel Aziz.
— El 5 de octubre de 2003, es canonizado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
Pedir
Santo Evangelio según san Lucas 11, 5-13. Jueves XVII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, en mi vida diaria encuentro muchas ocasiones en las que no me acuerdo de ti. Te pido que no dejes de llamar mi atención para que pueda permanecer a tu lado y así pueda amarte.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 5-13
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: ‘Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Pero él le responde desde dentro: ‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados’. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite. Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? “Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Qué podemos pedir a Dios con tanta insistencia? Hay algo que debemos desear y añorar, hay una cosa que debemos pedir constantemente, sin importar el cansancio que podamos experimentar. Dios nos hace ver la importancia de esta petición. Lo que pedimos a Dios, a veces, puede centrarse en la búsqueda de salud o bienestar. Puede que lo que pedimos se reduzca a una lista de deseos o necesidades. No está mal, pues Él nos cuida como el Padre que cubre todas las necesidades de sus hijos. Pero, al mismo tiempo, siembra en nosotros la sed de algo más profundo. ¿Qué es lo más valioso que podemos pedir a nuestro Padre? Cristo mismo nos ilumina con una pregunta: “¿Cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?”. El Espíritu Santo guía nuestros pasos, silenciosamente nos va empujando, camina a nuestro lado sin que le veamos, se mantiene tan cerca de nosotros que no siempre le vemos. Es un don, agua viva, flama ardiente de amor, luz de eterna esperanza, dulce consuelo… Él sostiene y ordena todo el universo, pero, al mismo tiempo, marca el latido de nuestro corazón, ilumina nuestro entendimiento, levanta nuestra mirada y nos permite llamar a Dios como “Padre”. Solo para pedir esto vale la pena despertar a un amigo. «Después Jesús cuenta la parábola del amigo importuno y dice: “Debemos insistir en la oración”. Me recuerda lo que hacen los niños cuando tienen tres, tres años y medio: comienzan a preguntar cosas que no entienden. En mi tierra se llama “la edad de los porqués”, creo que también aquí es lo mismo. Los niños comienzan a mirar a su papá y dicen: “Papá, ¿por qué? Papá, ¿por qué?”. Piden explicaciones. Prestemos atención: cuando el papá empieza a explicar el porqué, llegan con otra pregunta sin escuchar toda la explicación. ¿Qué pasa? Sucede que los niños se sienten inseguros acerca de muchas cosas que comienzan a comprender a medias. Solo quieren atraer la mirada de su papá hacia ellos y por eso: “¿Por qué, por qué, por qué?” Nosotros, en el Padre Nuestro, si nos detenemos en la primera palabra, haremos lo mismo que cuando éramos niños, atraer la mirada del padre sobre nosotros. Diciendo “Padre, Padre”, y también diciendo: “¿Por qué?” Y Él nos mirará». (Ángelus de S.S. Francisco, 28 de julio de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Trataré de hablar más con el Espíritu Santo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Orar: Insistir hasta volverse inoportunos
Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net
Papa Francisco durante la Misa en la Casa de Santa Marta.
Debemos orar con coraje al Señor, también con insistencia como hizo Abraham.
Orar es también "negociar con el Señor", volverse hasta inoportunos como nos enseña Jesús.
Abraham habla al Señor con coraje e insistencia para defender a Sodoma de la destrucción.
“Abraham es un valiente y ora con valor”. Siente la fuerza de hablar cara a cara con el Señor y trata de defender aquella ciudad. Y lo hace con insistencia.
Cuando hablamos de coraje siempre pensamos en el coraje apostólico, ir a predicar el Evangelio, estas cosas… Pero existe también el valor ante al Señor. Aquella parresia ante el Señor: ir al Señor con valor para pedirle cosas. Esto hace un poco sonreír, está bien pero hace reír porque Abraham habla con el Señor en una manera especial, con este coraje y uno no sabe: si estamos ante un hombre que reza o ante un ‘comerciante fenicio’, porque regatea el precio, va, va… E insiste: de cincuenta logra bajar el precio a diez. Él sabía que no era posible.
Sólo había un justo: su nieto, su sobrino… Pero con aquel coraje, con aquella insistencia, ¡iba adelante!”.
A veces, se recurre al Señor para “pedir algo por una persona”, se pide esto y aquello y después uno se olvida. “Pero aquella – advirtió el Papa – no es oración”, porque “si quieres que el Señor conceda una gracia, debes ir con valor y hacer aquello que hizo Abraham con su insistencia”.
Es el mismo Jesús quien nos dice que debemos orar como la viuda con el juez, como aquel que va de noche a tocar la puerta del amigo. Con insistencia: “Jesús nos lo enseña así ”. Y de hecho, Jesús elogia a la mujer sirio-fenicia que con insistencia pide la curación de su hija.
Insistencia, también si esta nos agota, y “es verdaderamente agotador”. Pero esto, dijo, “es una actitud de la oración”. Santa Teresa, recordó, “habla de la oración como un negociar con el Señor” y esto “es posible sólo cuando hay familiaridad con el Señor”. “Es agotador, es verdad – repitió – pero ésta es la oración, esto es recibir una gracia de Dios”. El Papa subrayó el argumento que Abraham utiliza en su oración: “Toma los argumentos, las motivaciones del mismo corazón de Jesús”:
“¡Convencer al Señor con las virtudes propias del Señor!¡Eso es bello! La exposición de Abraham va al corazón del Señor y Jesús nos enseña lo mismo: ‘El Padre sabe las cosas. El Padre – no se preocupen – manda la lluvia sobre los justos y sobre los pecadores, el sol para los justos y para los pecadores’. Con aquel argumento Abraham va adelante. Yo me detendré aquí: orar es negociar con el Señor, también volverse inoportuno con el Señor. Orar es alabar al Señor por sus cosas bellas y pedirle que nos mande esas cosas bellas. Y si Él es tan misericordioso, tan bueno, ¡que nos ayude!”
“Yo – concluyó Francisco - quisiera que todos nosotros, durante la jornada, por cinco minutos, no más, tomemos la Biblia y leamos lentamente el Salmo 102”, recitado hoy entre las dos Lecturas:
“Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura…’. Y con esto aprenderemos las cosas que debemos decir al Señor cuando pidamos una gracia. ‘Tú que eres misericordioso, Tú que perdonas, concédeme esta gracia’: como hizo Abraham y como hizo Moisés. Vayamos adelante en la oración, valientes, y con estos argumentos que vienen directamente del corazón de Dios”. (MZ, RC-RV)
Perseguir a un miembro de la Iglesia es perseguir al mismo Cristo
El Papa en la catequesis del 9 de octubre.
En el marco del Sínodo de los Obispos sobre la Región Panamazónica, el Papa Francisco mantuvo su cita con los peregrinos del mundo en la Audiencia General del día miércoles. El tema de la catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, fue la iluminación que recibe el joven Saulo, que vive su “pascua personal”, de la muerte, a la vida en Cristo Jesús.
Después del episodio de la lapidación de Esteban apareció la figura de un joven llamado Saulo, que aprobó la muerte de Esteban y, con la autorización del sumo sacerdote, perseguía a los cristianos, siendo intransigente con los que pensaban diferente a él.
Saulo era intransigente, pensado en servir la ley del Señor
El Papa Francisco remarcó que el joven Saulo “era un ideólogo”, puesto que en él “la religión se había transformado en ideología”. Una “ideología religiosa, social y política”. Perseguía a los cristianos y los capturaba, y lo hacía “pensando en servir a la Ley del Señor”. Estaba “enojado”, y en él había un aliento que olía “a muerte, no a vida”.
Esta condición de enojo y de conflicto que vivía Saulo, invita a todos a preguntarse: ¿cómo vivo mi vida de fe? ¿Salgo para encontrarme con otros o estoy en contra de los demás? ¿Pertenezco a la Iglesia universal (buenos, malos, todos) o tengo una ideología selectiva? ¿Adoro a Dios o adoro las formulaciones dogmáticas? ¿Cómo es mi vida religiosa? ¿La fe en Dios que profeso me hace amigable u hostil a los que son distintos de mí?
Perseguir a un miembro de la Iglesia es perseguir al mismo Cristo
El Romano Pontífice destacó que mientras Saulo estaba ocupado en extirpar la comunidad cristiana, el Señor ya estaba en su camino para “tocar su corazón y convertirlo a Sí mismo”:
En el camino hacia Damasco, el Resucitado se manifestó a Saulo y le pidió cuentas de su furor fratricida, preguntándole: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Así, el Señor Jesús dejó claro que perseguir a un miembro de la Iglesia era hacerlo a Él mismo. Después de ese encuentro personal con Cristo, Saulo perdió la vista, quedó ciego, y pasó de ser un hombre fuerte e independiente a estar limitado y necesitado de los demás. Y comenzó para él una transformación, como una “pascua personal” que va de la muerte a la vida: lo que antes estimaba gloria se transformó en “basura”, porque su verdadero tesoro ya era Cristo.
Experimentemos el impacto del Amor de Dios en nuestra vida
Retomando las palabras de Benedicto XVI, el Papa Francisco hizo luz sobre lo que representa la ceguera de Saulo: representa exteriormente “lo que era su realidad interior”, es decir, su ceguera “respecto de la verdad de la luz que es Cristo”.
Ananías bautizó a Saulo, y al imponerle las manos le devolvió la vista. El bautismo fue para Saulo el comienzo de una vida nueva, en la que se ve a sí mismo y a los demás según la mirada de Dios: los enemigos pasaron a ser amigos; y el ímpetu por perseguir a los que no pensaban como él, cambió en pasión por evangelizar, suscitando la fe en muchos corazones.
El bautismo marca así para Saulo, como para cada uno de nosotros, el comienzo de una nueva vida, y se acompaña de una nueva mirada sobre Dios, sobre sí mismo y sobre los demás, que de enemigos se hacen hermanos en Cristo. Por eso el Santo Padre al concluir su catequesis, saludando a los peregrinos de lengua española, invitó a todos a experimentar, como Saulo, “el impacto del amor de Dios en nuestra vida, que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de acoger los sentimientos de Cristo y hacerlos llegar a los que nos rodean”.
Vamos hacia la felicidad
Imaginemos que estamos emprendiendo juntos una expedición. Antes de ponernos a dialogar sobre el por dónde vamos a ir, hemos de estar de acuerdo sobre el a dónde vamos a ir. Antes de aventurarnos por los caminos que conducen a la felicidad, nos conviene ver con claridad en qué consiste la felicidad a la que nos dirigimos. Elemental.
Por eso indagaremos brevemente qué es la felicidad. Así, conoceremos el objetivo al que nos dirigimos y nos resultará mucho más sencillo elegir con acierto el camino que nos guiará hasta él.
Vamos hacia la felicidad
Hay un montón de definiciones sobre la felicidad. Seguro que cada uno tiene la suya propia. Y más en los días que corren. Parece que hoy todos gozan del derecho de pensar y opinar sobre lo que quieran y como les venga en gana. ¡Qué bueno! No puedo decir que esté mal.
Pero, oye, esta libertad de pensamiento o de opinión podría precipitarnos en un subjetivismo tal, que asfixie cualquier comunicación y estrangule todo diálogo interpersonal. ¿No crees?
Si tú entiendes por felicidad una cosa y yo otra muy diversa, jamás lograremos comunicarnos ni entendernos sobre ese tema. Sería como tratar de dialogar con alguien en un idioma que no entiende. De aquí que gaste ahora un puñado de párrafos en precisar lo que es la felicidad.
Si logramos, por lo menos, estar de acuerdo en esa definición, nada nos impedirá continuar nuestra conversación. Estaremos hablando el mismo idioma.
Definir en base a la experiencia
Supongamos que a ti y a mí nos encanta practicar el esquí de montaña. Un día decidimos sentarnos a escribir la definición de `esquiar´. Nunca antes lo habíamos hecho. Se nos presentan varias opciones. Podemos echar mano de un diccionario o enciclopedia, copiar su significado y basta. Cabría incluso preguntar al profesor de Lengua o a algún compañero considerado suficientemente `empollón´ y tomar nota de sus sabias palabras (reconociendo, quizá, que ninguno de los dos jamás ha puesto su pie sobre un esquí).
Bien, pero disponemos también de nuestra experiencia personal fraguada durante horas y horas de esquí. Esa experiencia tan nuestra nos ofrece elementos de sobra para construir una definición de `esquiar´. Y seguro que esa definición será tan exacta y real como la de cualquier enciclopedia. Es más, me atrevería a decir que quizá mucho más rica, concreta y atractiva. Te invito, entonces, a recurrir a nuestra experiencia. A ver qué sacamos en claro...
Nuestra experiencia
Seguro que tanto tú como yo hemos disfrutado de muchos momentos dichosos en nuestra vida.
La felicidad se ha posado en nosotros al conseguir algo que deseábamos con ansias; al desarrollar una actividad de nuestro agrado; al amar y recibir amor de otra persona.
La dicha se ha dignado tocar las puertas de nuestro corazón y visitarnos después de aprobar un examen difícil, al sostener en alto una copa de campeones, al obtener, por fin, un puesto de trabajo...
El gozo ha dejado su huella en nuestro interior al estrechar la mano amiga de aquel con el que hemos compartido experiencias inolvidables, al entregar algo de nosotros mismos a los demás, al dar gracias a Dios de rodillas por su perdón infinito después de una buena confesión.
En cada una de esas circunstancias (y en otras muchas parecidas) hemos sido realmente dichosos. Hemos hecho la experiencia de la felicidad. Pues de esa experiencia sacaremos nuestra definición.
Felicidad es...
Todas esas situaciones felices encierran un denominador común. Han hecho brotar en nosotros un gozo o placer, una fruición, quietud o satisfacción que irrumpe en nuestro interior una vez que obtenemos y amamos algún bien deseado.
Y mira por dónde; con esta simple reflexión ya tenemos lo que estábamos indagando: la definición de `felicidad´. En una apretada síntesis -fruto, como has visto, de nuestra experiencia- rezaría así: la felicidad es el gozo (o placer) en la posesión y amor de un bien deseado.
Fíjate: nos ha bastado husmear un poco en las alforjas de nuestra memoria y descubrir algo común en unos cuantos recuerdos personales. Ya hemos sacado a relucir una pasable definición de felicidad.
Ese sumergirse en el gozo o placer que experimentamos interiormente al culminar una acción estimada y ansiada, ese suspenderse en la fruición o deleite que nos invade y se apodera de nosotros cuando adquirimos y amamos aquello que tanto anhelábamos. Eso es la felicidad.
Pero dejemos que la elocuencia de los hechos se manifieste y se confirme por sí misma con un ejemplo. Imagina que un buen día, pasando ante el escaparate de una tienda, tu vista tropieza con una moto deslumbrante. El último grito de tu marca preferida. Te has quedado extasiado contemplando ese aparato fenomenal. Experimentas una atracción irresistible ante tal preciosidad... Mana espontáneamente en ti un deseo incontenible de llegar un día a hacerte con esa moto que has llegado a querer de verdad. Supongamos, por un instante, que tiempo después tu sueño se hace realidad: te has comprado la moto. Sólo entonces, cuando te has montado en la que ahora ya es tu moto, se aplaca tu deseo.
Únicamente ese día vives dentro de ti la felicidad de poseer y amar el bien que tanto anhelabas.
Y esto que nos sucede con una moto, se aplica igualmente a otras cosas mucho más sublimes e importantes en la vida.
Elementos de la felicidad
Como has podido notar, al definir la felicidad en base a la experiencia, hemos barajado unos cuantos elementos esenciales o constitutivos. Sin ellos simplemente la dicha no sería posible. Con enumerarlos concisamente será suficiente.
El primero es el bien con el que nos encontramos (una moto, un vestido, o cualquier bien...). Posteriormente está la atracción que surge en nosotros hacia ese objeto o persona, ya que se trata de un bien que nos apetece. Luego se despierta en nuestro interior el deseo de llegar a poseerlo. Y finalmente, alcanzado el bien querido, lo amamos y como consecuencia de ese amor brota el gozo o placer que nos invade por dentro empapando toda nuestra persona.
Consten ahí los componentes de nuestra definición de felicidad. Ahora no hay por qué dar más vueltas a este asunto. Si estamos de acuerdo con esa definición, nada nos impide proseguir nuestro coloquio con la certeza de entendernos recíprocamente.
Recemos el rosario en familia
5 tips para lograr rezar el Rosario en familia. (No importa que tengamos niños pequeños)
Como estamos comenzando el mes de octubre, mes del Rosario, me vino a la mente el compartirles mis 5 tips para lograr rezar el Rosario en familia. No importa que tengamos niños pequeños.
PRIMERO. Prepara unas flash card o tarjetas con los misterios en dibujos para niños.
Puede ser que alas dibujes y luego las ilumines o que busques en internet imágenes de cada misterio para que nuestros hijos ubiquen los misterios y los puedan aprender.
También es bueno ponerlos en la pared en orden para que sea más fácil para ellos saber en qué misterio están.
Es importante ponerles nombre y a todos los de un grupo ponerles el mismo color y a cada grupo un color diferente. Esto les ayudará a ubicarse.
SEGUNDO. Prepara hojas con los misterios más grandes para que las iluminen.
Si después hacemos horas tamaño carta para que nuestros hijos pequeños las ilumínenme entonces les estamos ayudando a concentrarse y a estar en sintonía con los demás.
Además les dará la paciencia que necesitan para aguantar el rezo del Rosario pero también el conocimiento desde pequeñitos.
TERCERO. Explícales en que consiste el Rosario y su importancia
Si nuestros hijos no entienden la importancia del Rosario no pondrán de su parte para participar en esta devoción, pero si les explicamos seguro que les encantará entregarle un ramo de rosas a Mamita María.
También podemos ayudar a que entiendan esto con signos visibles como el poner una rosa en un florero por cada Ave María.
Para los más pequeñitos debemos tener material didáctico para que se entretengan y a la vez participen de la práctica del rezo del Rosario y si hacen ruido, debemos armarnos de paciencia y aún así tenerlos con nosotros porque de esta forma van haciendo el rezo del Rosario como algo cotidiano.
CUARTO. Busca la mejor hora del día para rezar en familia.
Si rezamos el Rosario al final del día, cuando nuestros hijos ya están cansados, seguro que no lo harán con gusto y estarán muy intranquilos e inquietos porque el sueño los pone irritables.
Pero si buscamos una hora adecuada, puede ser después de comer o a media tarde o antes de cenar, donde estemos toda la familia junta, es más fácil que se haga con gusto y devoción.
QUINTO. Que sea una experiencia única.
Si logramos que sea una experiencia de unión familiar y de testimonio de nosotros los papás seguro que nuestro hijos aprenderían a amar el Rosario, pero si ven que nosotros lo rezamos con pereza y sin ganas, ellos también lo harán así y cuando los invitemos a hacerlo seguro que nos repelarán y lo harán de mala gana.
Si cuando rezamos tenemos una imagen de la virgen, teniendo una buena iluminación y ventilación adecuada y si ponemos música católica de fondo o si entre un misterio y otro ponemos algo de música, estamos haciendo que sea algo muy agradable y una experiencia única.
No debemos olvidar que nuestros hijos nos observan en todo momento y si no ven en nosotros el gusto por rezar el Rosario, difícilmente ellos lo sentirán. Así que ayudemos a nuestros hijos a vivir esta devoción con nuestro testimonio.
La Devoción del Santo Rosario
Nunca se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la Santísima Virgen María.
En casi en todo el mundo, mayo es el mes de las madres. Y cómo no celebrar a la más amorosa de todas, nuestra Madre del Cielo, la Virgen María. Existen muchas canciones y oraciones dedicada a ella, pero no hay devoción más grande que el rezo del Santo Rosario.
Como bien decía san Luis María Grignon de Montfort en su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen -lectura altamente recomendada-, nunca se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la Santísima Virgen María. Por eso, esta devoción es uno de los pilares fundamentales de todo católico. No podemos asegurar la fecha exacta del comienzo a la devoción al Santo Rosario, pero puede tener sus inicios en que antiguamente los monjes rezaban los 150 salmos. Como algunos no sabían leer, decidieron cambiar los salmos por las Avemarías. El rezo del Santo Rosario ha sido una constante en casi todas las apariciones de la Santísima Virgen María, ya que por su medio se alcanzan muchas gracias y bendiciones.
San Juan Pablo II, nos recuerda en su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, que “El Rosario propone la meditación de los misterios de Cristo con un método característico, adecuado para favorecer su asimilación. Se trata del método basado en la repetición. Esto vale ante todo para el Avemaría, que se repite diez veces en cada misterio. Si consideramos superficialmente esta repetición, se podría pensar que el Rosario es una práctica árida y aburrida. En cambio, se puede hacer otra consideración sobre el Rosario, si se toma como expresión del amor que no se cansa de dirigirse a la persona amada con manifestaciones que, incluso parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto al sentimiento que las inspira.”
El Rosario es un método para contemplar los misterios más importantes de Jesucristo, tomados de la mano de María, la primera creyente. Tal vez, para los que no están familiarizados con la práctica les resulte efectivamente aburrido, pero creo que puede ser conquistada poco a poco. Ofrecer primero un Rosario entero a la semana o una decena diaria, puede ser una forma para comenzar esta devoción. Es interesante observar como muchos católicos se envuelven en prácticas orientales en donde la repetición de mantras es algo común, y sin embargo, rezar un Rosario para ellos constituye un esfuerzo extra y a veces sin sentido.
Pablo VI, en la exhortación apostólica Marialis cultus, no dice: “Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza.” Es por eso que nunca podemos ser demasiado marianos, porque la Madre siempre nos llevará a la fuente misma de la gracia, su Hijo.
Los invito a rezar diariamente el Rosario. Busquen un lugar apacible en su hogar o diríjanse a la iglesia parroquial, y frente al santísimo eleven esta oración que es tan agradable a los oídos de nuestra Madre Celestial, que ella sabrá presentar de manera digna nuestras peticiones al Padre Eterno.