«Vino para dar testimonio de la Luz»
- 14 Diciembre 2014
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- 14 Diciembre 2014
El Papa, con los más pobres
El Papa recibió esta mañana a la Asociación Foyer Notre Dame des Sans-Abri
Francisco: "El pobre es el preferido del Señor, está en el centro del Evangelio"
"Los pobres nos evangelizan siempre, nos comunican la sabiduría de Dios misteriosamente"
Redacción, 13 de diciembre de 2014 a las 17:42
Ustedes tocan sus heridas y las curan y al mismo tiempo ellos les ofrecen una enseñanza muy profunda porque a través de ellos ustedes encuentran a Jesús
(RV).- "Los pobres nos evangelizan siempre, nos comunican la sabiduría de Dios misteriosamente": fueron las palabras del Papa a la Delegación de los Amigos de Gabriel Rosset y de la Asociación Foyer Notre Dame des Sans-Abri recibidos en audiencia esta mañana en la Sala Clementina en el Vaticano. En su discurso el Papa manifestó su aprecio por el empeño de esta Asociación por "los más pobres, las personas que la sociedad rechaza, que no tienen un techo ni algo para alimentarse, no tienen trabajo y, por lo tanto, tampoco dignidad". Al recordar al Fundador de la Asociación, Gabriel Rosset, quien "había escuchado el grito de los pobres y había dado respuesta con generosidad", el Pontífice subrayó que "este llamado no es otra cosa que el llamado del mismo Cristo sufriente: en las personas que ustedes sirven - dijo - ustedes tocan sus heridas y las curan y al mismo tiempo ellos les ofrecen una enseñanza muy profunda porque a través de ellos ustedes encuentran a Jesús. El Obispo de Roma destacó además que hoy cuando la persona humana es frecuentemente rechazada como inútil porque no rinde más, Dios al contrario, reconoce siempre en ella la dignidad y la nobleza de un hijo amado. El pobre es el preferido del Señor - afirmó -está en el centro del Evangelio".
Francisco les agradeció luego por este testimonio de misericordia "que dan con tantas acciones concretas" mediante las cuales "alivian la miseria de las personas, dándoles una nueva esperanza y restituyéndoles su dignidad. No hay un medio más bello - agregó - para anunciar hoy al mundo la alegría del Evangelio". Finalmente, el consejo del Papa a los Amigos de Gabriel Rosset y de la Asociación Foyer Notre Dame des Sans-Abri: "permanecer siempre firmemente fieles al nombre que su Fundador quiso dar a su obra Notre-Dame des Sans-Abri.¡Qué hermoso nombre! ¡La madre de Jesús que da el techo a sus hijos!" - dijo. Y destacó la dimensión mariana de este compromiso por los otros: "el corazón de María está lleno de compasión por todos los hombres, sobre todo por los más pobres". "Y es su ternura, junto a aquella de la Iglesia, que se manifiesta a través de ustedes". Pido a "Nuestra Señora de los sin techo" - dijo el Papa al finalizar su discurso - que los custodie en el camino, haga fecundo su compromiso y de fe y esperanza a todos los que encuentren.
Allanar el camino hacia Jesús
«Entre vosotros hay uno que no conocéis». Estas palabras las pronuncia el Bautista refiriéndose a Jesús, que se mueve ya entre quienes se acercan al Jordán a bautizarse, aunque todavía no se ha manifestado. Precisamente toda su preocupación es «allanar el camino» para que aquella gente pueda creer en él. Así presentaban las primeras generaciones cristianas la figura del Bautista.
Pero las palabras del Bautista están redactadas de tal forma que, leídas hoy por los que nos decimos cristianos, provocan en nosotros preguntas inquietantes. Jesús está en medio de nosotros, pero ¿lo conocemos de verdad?, ¿comulgamos con él?, ¿le seguimos de cerca?
Es cierto que en la Iglesia estamos siempre hablando de Jesús. En teoría nada hay más importante para nosotros. Pero luego se nos ve girar tanto sobre nuestras ideas, proyectos y actividades que, no pocas veces, Jesús queda en un segundo plano. Somos nosotros mismos quienes, sin darnos cuenta, lo «ocultamos» con nuestro protagonismo.
Tal vez, la mayor desgracia del cristianismo es que haya tantos hombres y mujeres que se dicen «cristianos», en cuyo corazón Jesús está ausente. No lo conocen. No vibran con él. No los atrae ni seduce. Jesús es una figura inerte y apagada. Está mudo. No les dice nada especial que aliente sus vidas. Su existencia no está marcada por Jesús.
Esta Iglesia necesita urgentemente «testigos» de Jesús, creyentes que se parezcan más a él, cristianos que, con su manera de ser y de vivir, faciliten el camino para creer en Cristo. Necesitamos testigos que hablen de Dios como hablaba él, que comuniquen su mensaje de compasión como lo hacía él, que contagien confianza en el Padre como él.
¿De qué sirven nuestras catequesis y predicaciones si no conducen a conocer, amar y seguir con más fe y más gozo a Jesucristo? ¿En qué quedan nuestras eucaristías si no ayudan a comulgar de manera más viva con Jesús, con su proyecto y con su entrega crucificada a todos. En la Iglesia nadie es «la Luz», pero todos podemos irradiarla con nuestra vida. Nadie es «la Palabra de Dios», pero todos podemos ser una voz que invita y alienta a centrar el cristianismo en Jesucristo.
José Antonio Pagola. 3 Domingo de Adviento – B. (Juan 1,6-8.19-28)
III DOMINGO DE ADVIENTO (Is 61, 1-2a. 10-11; 1Tes 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28)
LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO
El papa Francisco nos regaló su primera encíclica, “La alegría del Evangelio”, y cada día nos confirma, con sus palabras y discursos, en esta actitud cristiana de vivir alegres porque nos sabemos salvados por el Señor. Este domingo, la Liturgia, ante la proximidad de la Navidad, desborda de gozo e invita a la alegría, trayendo a nuestra consideración textos emblemáticos en los que se da la concurrencia de la expresión alegría, como es el canto del Magnificat. “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc 1, 46).
El profeta Isaías y san Pablo se aúnan en la misma invitación: “Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas” (Is 61, ). “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar” (1 Tes 5, 16). La razón para estar alegres nos la da el Evangelio con el anuncio que hace Juan Bautista: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mi, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia” (Jn 1,27).
INVITACIÓN A LA ALEGRÍA
Hoy se celebra San Juan de la Cruz, el patrono de los poetas. Y la santa doctora nos adentra en la experiencia gozosa de la oración, cuando Dios quiere dar al alma a saborear su presencia. Transcribo el texto de Santa Teresa, por la abundancia de veces que aparece en él la referencia al gozo espiritual. “Entre estas cosas penosas y sabrosas juntamente da nuestro Señor al alma algunas veces unos júbilos y oración extraña, que no sabe entender qué es. Porque si os hiciere esta merced, le alabéis mucho y sepáis que es cosa que pasa, la pongo aquí. Es, a mi parecer, una unión grande de las potencias, sino que las deja nuestro Señor con libertad para que gocen de este gozo, y a los sentidos lo mismo, sin entender qué es lo que gozan y cómo lo gozan. Parece esto algarabía, y cierto pasa así, que es un gozo tan excesivo del alma, que no querría gozarle a solas, sino decirlo a todos para que la ayudasen a alabar a nuestro Señor, que aquí va todo su movimiento. ¡Oh, qué de fiestas haría y qué de muestras, si pudiese, para que todos entendiesen su gozo! Parece que se ha hallado a sí, y que, como el padre del hijo pródigo, querría convidar a todos y hacer grandes fiestas, por ver su alma en puesto que no puede dudar que está en seguridad, al menos por entonces. Y tengo para mí que es con razón; porque tanto gozo interior de lo muy íntimo del alma, y con tanta paz, y que todo su contento provoca a alabanzas de Dios, no es posible darle el demonio” (Moradas VI, 6, 10).
Tercer domingo - Adviento
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido ... Esto es lo que hemos escuchado del profeta Isaías. A nosotros, el día de nuestro bautismo también el mismo Espíritu del Señor nos ungió, y nos dijeron que pertenecíamos a un pueblo, a una comunidad profética. Hoy, San Pablo nos ha dicho que no sofocan el Espíritu, y que no desestimamos los dones de profecía. Todos somos y debemos ser profetas. Es decir, no aquellos que anuncian lo que será, sino que dicen y hacen lo que el Espíritu de Dios les inspira ante la situación concreta. Esto es lo que hizo Isaías, y tantos otros profetas, hasta llegar a Juan Bautista que, en el pasaje que hemos escuchado, es acosado para que confiese su identidad. Y él, muy consciente de su realidad, confiesa su pequeñez en profetismo: como una voz del desierto que exhorta a allanar el camino para descubrir Aquel que esperan, porque ya está presente. "Examinadlo todo!"
Hoy, pues, a nosotros nos mueve a ejercer nuestra profesión de profetas en el desierto de nuestro mundo secular. Habría que hacer un examen, una evaluación o una auto-auditoría de profetismo, para ver si, de una manera u otra lo somos; es decir, si lo somos tal como serlo los profetas, y, sobre todo, el PROFETA, en mayúsculas, ungido por el Espíritu, Jesús de Nazaret.
Revisamos nuestras actitudes ante la realidad de nuestro tiempo: si nos rebotamos contra la injusticia, contra las malas condiciones de trabajo, contra las escandalosas desigualdades, contra el mal trato de los inmigrantes; y, por otra parte, si con nuestra actitud confort los cansados por el dolor fisiológico o psicológico; si somos personas que fomentamos esperanza, si somos portadores de buena nueva: si podemos decir con fe que no sólo que el Señor está cerca, sino que como Juan Bautista podemos decir: "El Señor ya lo tiene entre vosotros" Es más, ya es con nosotros, en la más íntima interioridad y en la de todos los demás.
"Estad siempre alegres!"
Por lo tanto, hoy se nos repite con San Pablo y con el papa Francisco: "Estad siempre alegres!". "Examinadlo todo y quedaos con lo bueno" que hay en por todo, aunque en medio de debilidades y caídas. Nuestro rostro, nuestra mirada debería exudar alegría y esperanza. La alegría del Dios ya presente y la esperanza de la participación futura de su presencia en el cielo nuevo y la tierra nueva definitiva. Y la alegría o, cuando menos, la esperanza del deberíamos intentar hacerla viva a través de nuestra solidaridad ante el dolor y la necesidad del otro.
y ... solidarios!
Estas semanas antes de la Navidad hay muchas oportunidades para llevar consuelo y esperanza a través de las instituciones solidarias, como se ha hecho con el gran recaudo, y se está haciendo con las campañas de Cáritas, maratones y otras iniciativas. Sumemos a ello!
Evangelio según San Juan 1,6-8.19-28.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?". El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías". "¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió. Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?".
Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tu no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?". Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia".
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermones sobre el evangelio de san Juan, nº 2, §5-7
«Vino para dar testimonio de la Luz»
¿Cómo vino Cristo? Apareció como hombre. Porque era hombre hasta el punto que Dios estaba escondido en él, un hombre remarcable fue enviado delante de él para hacer que los hombres reconocieran que Cristo era más que un hombre... ¿Quién era, precisamente el que debía dar testimonio de la Luz? Éste Juan era un ser remarcable, un hombre de un gran mérito, de una gracia eminente, de una gran elevación. Admírale, pero como se admira un monte: el monte queda en tinieblas mientras no viene la luz a envolverle: «Este hombre no era la Luz». No confundas el monte con la luz; no choques contra él en lugar de encontrar en él una ayuda. ¿Pues qué es lo que hay que admirar? El monte, pero como monte. Elévate hasta aquel que ilumina este monte que se levanta para ser el primero en recibir los rayos del sol y así podértelos mandar a tus ojos... También de nuestros ojos se dice que son unas luces, y sin embargo si no se enciende una lámpara por la noche o si no se levanta el sol durante el día, en vano se abren nuestros ojos. El mismo Juan estaba en tinieblas antes de ser iluminado; sólo llegó a ser luz a través de esta iluminación. Si no hubiera recibido los rayos de la Luz hubiera quedado en tinieblas igual que los demás... Y la misma Luz, ¿dónde está? ¿«la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo»? (Jn 1,9). Si ilumina a todo hombre, ilumina también a Juan a través de quien quería ser manifestado... Venía para las inteligencias enfermas, para los corazones heridos, para las almas de ojos enfermos..., gentes incapaces de verle directamente. Cubrió a Juan con sus rayos. Proclamando que él mismo había sido iluminado, Juan hizo conocer a Aquel que ilumina, a Aquel que alumbra, a Aquel que es la fuente de todo don.14 de diciembre 2014
Domingo III Adviento IS 61, 1-2a.10-11
El profeta Isaías dice unas palabras que, Jesús, siguiendo el evangelista Lucas, se las atribuye a sí mismo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido, me ha enviado para dar la Buena a los pobres, a vendar los corazones desgarrados, para anunciar a los cautivos la libertad, ya los presos el retorno de la luz, a proclamar el año de gracia del Señor ». Cada afirmación es un grito de esperanza. Pero verdaderamente lo es para ti? Si lo vives de verdad y no es retórica, verás que también es verdad en ti las palabras del profeta cuando dice: «aclamado el Señor lleno de gozo». Señor, sabes, estoy contento, muy contento, porque Tu presencia me abre el espíritu a la confianza.
San Juan de la Cruz
Juan de la Cruz, Santo
Doctor de la Iglesia, 14 de diciembre
Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san Juan de la Cruz, presbítero de la Orden de los Carmelitas y doctor de la Iglesia, el cual, por consejo de santa Teresa, fue el primero de los hermanos que emprendió la reforma de la Orden, empeño que sostuvo con muchos trabajos, obras y ásperas tribulaciones, y, como demuestran sus escritos, buscando una vida escondida en Cristo y quemado por la llama de su amor, subió al monte de Dios por la noche oscura, descansando finalmente en el Señor, en Úbeda, de la provincia de Jaén (1591).
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.
Ávila y concretamente Fontiveros fue su patria chica. Luego lo será Castilla y de modo principal Andalucía la tierra de sus amores.
Se llamó Juan Yepes. Nació en 1542 del matrimonio que formaban Gonzalo y Catalina; eran pañeros y vivían pobres. Su padre muere pronto y la viuda se ve obligada a grandes esfuerzos para sacar adelante a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Fue inevitable el éxodo cuando se vio que no llegaba la esperada ayuda de los parientes toledanos; Catalina y sus tres hijos marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del Campo que es el centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos problemas económicos, arrimando todos el hombro; pero a Juan no le van las manualidades y muestra afición al estudio.
Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas de la Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo quien lo colocó en el hospital de la Concepción y le costea los estudios para sacerdote. Los jesuitas fundan en 1551 su colegio y allí estudió Humanidades. Se distinguió como un discípulo agudo. Juan eligió la Orden del Carmen; tomó su hábito en 1563 y desde entonces se llamó Juan de Santo Matía; estudia Artes y Teología en la universidad de Salamanca como alumno del colegio que su Orden tiene en la ciudad. El esplendor del claustro es notorio: Mancio, Guevara, Gallo, Luis de León enseñan en ese momento.
En 1567 lo ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro fortuito con la madre Teresa en las casas de Blas Medina. Ella ha venido a fundar su segundo "palomarcico", como le gustaba de llamar a sus conventos carmelitas reformados; trae también con ella facultades del General para fundar dos monasterios de frailes reformados y llegó a convencer a Juan para unirlo a la reforma que intentaba salvar el espíritu del Carmelo amenazado por los hombres y por los tiempos. Llegó a exclamar con gozo Teresa ante sus monjas que para empezar la reforma de los frailes ya contaba con "fraile y medio" haciendo con gracia referencia a la corta estatura de Juan; el otro fraile, o fraile entero, era el prior de los carmelitas de Medina, fray Antonio de Heredia.
Inicia su vida de carmelita descalzo en Duruelo y ahora cambia de nombre, adoptando el de Juan de la Cruz. Pasa año y medio de austeridad, alegría, oración y silencio en casa pobre entre las encinas. Luego, la expansión es inevitable; reclaman su presencia en Mancera, Pastrana y el colegio de estudios de Alcalá; ha comenzado la siembra del espíritu carmelitano.
La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para sus monjas; ahora dispone de confesores descalzos que entienden -porque lo viven- el mismo espíritu. Por cinco años es Juan el confesor del convento de la Encarnación de Ávila. La confianza que la reformadora tiene en el reformador -aunque posiblemente no llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de manifiesto en las expresiones que emplea para referirse a él; le llamará "senequita" para referirse a su ciencia, "santico de fray Juan" al hablar de su santidad, previendo que "sus huesecicos harán milagros".
No podía faltar la cruz; llegó del costado que menos cabía esperarla. Fueron los hermanos calzados los que lo tomaron preso, lo llevan preso a Toledo donde vivió nueve meses de durísima prisión. Es la hora de Getsemaní, la noche del alma, un periodo de madurez espiritual del hombre de Dios expresado en sus poemas. Logra escapar en 1578 del encierro de forma dramática, poniendo audacia y ganando confianza en Dios, con una cuerdecilla hecha con pedazos de su hábito y saliendo por el tragaluz.
En los oficios de dirección siempre aparece Juan de la Cruz como un segundón; serán los padres Gracián y Doria quienes se encarguen de la organización, Juan llevará la doctrina y cuidará del espíritu.
Se le ve presente en la serranía de Jaén, confesor de las monjas en Beas de Segura, donde se encuentra la religiosa Ana de Jesús. Después en Baeza; funda el colegio para la formación intelectual de sus frailes junto a la principal universidad andaluza. Y en Granada, en el convento de los Mártires, continuará su trabajo de escritor. En 1586 funda los descalzos de Córdoba, como los de Mancha Real.
Consiliario del padre Doria, en Segovia, por tres años. ¡Cómo no recordar su deseo-exponente de amor rendido- ante la contemplación de un Cristo doliente! "Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos".
En 1591 la presencia de fray Juan de la Cruz empieza a ser non grata ante el padre Doria. La realidad es que está quedando arrinconado y hasta llega a tramarse su expulsión del Carmelo.
Marcha a la serranía de Jaén, en la Peñuela, para no estorbar y se plantea la posibilidad de marchar a las Indias; allí estará más lejos. Es otro tiempo de oración solitaria y sabrosa. La reforma carmelitana vive agitada por el modo de proceder de Doria; a Juan le toca orar, sufrir y callar. Quizá tenga Dios otros planes sobre él y está preparándolo para una etapa mejor.
Aquella inapetencia tan grande provocada por las calenturas persistentes provocó un mimo de Dios haciendo que aparecieran espárragos cuando no era su tiempo para calmar el antojadizo deseo de aquel fraile que iba de camino, sin fuerzas y medio muerto de cansancio, buscando un médico.
Pasó dos meses en Úbeda. No acertó el galeno. Se presentó la erisipela en una pierna; luego vino la septicemia. Y en medio andaban los frailes con frialdad y era notoria la falta de consideración por parte del superior de la casa. Hasta que llegó el 13 de diciembre, cuando era de noche, que marchó al cielo desde el "estercolero del desprecio". Llovía.
Al final de este resumen-recuerdo de un fraile místico que supo y quiso aprovechar el mal para sacar bien, el desprecio de los hombres para hacerse más apreciado de Dios, y el mismo lenguaje para expresar lo inefable de la misteriosa intimidad con Dios con lírica palabra estremecida, pienso que será buen momento para hacer mención de algunas de las obras que le han hecho figura de la cultura hispana del siglo XVI. Subida al Monte Carmelo y Noche oscura del alma que bien pueden considerarse tanto una obra como dos; el Cántico espiritual, Llama de amor viva y algunos poemas y avisos.
Lo canonizaron en 1726. Pío XI lo hizo doctor de la Iglesia en 1926. Su gran conocedor y admirador Juan Pablo II, lo nombró patrono de los poetas. Un fraile de cuerpo entero.
Francisco, hoy, en el Angelus
El Papa bendijo los pesebres de los niños y regaló pequeños evangelios a los fieles
Francisco: "¡Con Jesús, la alegría ha llegado a casa!"
"Todo cristiano está llamado a testimoniar la cercanía de Dios, su presencia en nuestra vida"
No sigáis a un santo triste, o a un santo con la facha fúnebre. Es un contrasentido. El cristiano es una persona que está llena de paz, porque suporta su alegría en el Señor, aun cuando se den momentos difíciles
(Jesús Bastante).- La canción de la alegría llegó este mediodía a la plaza de San Pedro del Vaticano. Pese a la lluvia y el frío, miles de fieles -entre ellos, muchos niños, que portaban pesebres para que el Papa los bendijera- se agolparon de nuevo para escuchar el Angelus de Francisco. Una oración en la que el Pontífice no se cansó de repetir, como rezaba un inmenso cartel en la plaza, que "¡Con Jesús, la alegría ha llegado a casa!"
"El Evangelio nos propone la alegría de Jesús", arrancó Francisco, quien incidió en que "todo cristiano, todo bautizado, aspira a felicidad, y está llamado a testimoniar la cercanía de Dios, su presencia en nuestra vida". Una presencia real, porque "cuando Jesús entra en nuestra historia, con su nacimiento, la Humanidad hace suyo el Reino de Dios".
"Jesús ha venido a aportar alegría a todos y para siempre. No se trata de una alegría esperada o reenviada al Paraíso", añadió, sino que "la alegría se puede experimentar ya. Porque Jesús está en nuestra casa. Con Jesús, la alegría ha llegado a casa, como decís en ese inmenso cartel. Digámoslo todos. Otra vez..."
"Y sin Jesús, ¿hay alegría? Noooo. ¡¡Bravo!!", continuó el Papa, quien afirmó que "Jesús está vivo, ha resucitado y obra en nosotros y con nosotros".
"Todos nosotros, bautizados, hijos de la Iglesia, estamos llamados a acoger la presencia de Dios en mitad de nosotros y ayudar a los otros a descubrirla. Se trata de una misión bellísima, similar a la de Juan Bautista: orientar a la gente a Cristo, no a nosotros mismos. Porque él es la meta del corazón del Hombre para la alegría y la felicidad"
En esa fe "es posible afrontar con fuerza diversas situaciones de la vida que son difíciles". Porque "no sigáis a un santo triste, o a un santo con la facha fúnebre. Es un contrasentido. El cristiano es una persona que está llena de paz, porque suporta su alegría en el Señor, aun cuando se den momentos difíciles".
"Tener fe no significa no pasar por momentos difíciles, sino saber que no estamos solos. Esta es la paz que Dios da a sus hijos", concluyó el Papa, quien invitó a los fieles "a testimoniar que Jesús no es un personaje del pasado. Él es la Palabra de Dios, que hoy sigue iluminando el camino del hombre. Y los sacramentos son una manifestación del consuelo del amor del Padre a todos los seres humanos".
"Con Jesús la alegría ha venido a casa", repitió el Papa, quien agradeció a los niños su presencia, portando el pesebre. "Me alegro de vuestra presencia. Cuando regreséis a casa, rezad por mí, porque la oración es el respiro del alma". Por eso, cientos de voluntarios de San Pablo repartieron entre los asistentes un "regalo del papa". Un pequeño evangelio diario, para guardar en el bolsillo y compartir esa alegría de Jesús en todos los rincones de la vida.