Jesús, hijo de David, ten compasión de mí

Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo

Fiesta, 18 de noviembre

Dedicación de las basílicas de los santos Pedro y Pablo, apóstoles. La primera de ellas fue edificada por el emperador Constantino sobre el sepulcro de san Pedro en la colina del Vaticano, y al deteriorarse por el paso de los años fue reconstruida con mayor amplitud y de nuevo consagrada en este mismo día de su aniversario. La otra, edificada por los emperadores Teodosio y Valentiniano en la vía Ostiense, después de quedar aniquilada por un lamentable incendio fue reedificada en su totalidad y dedicada el diez de diciembre. Con su común conmemoración se quiere significar, de algún modo, la fraternidad de los apóstoles y la unidad en Iglesia (1626; 1854).

La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua.

La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.

Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.

Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo.

La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.

Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola). Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Angel y Bernini. Su hermosura es impresionante.

Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontantas).

La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".

Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.

Ver la presencia de Cristo en los demás

Santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43. Lunes XXXIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, concédeme la gracia de ver como Tú ves, de esperar como Tú esperas y de amar como Tú amas...

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 35-43

En aquel tiempo, cuando Jesús se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado a un lado del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello, y le explicaron que era Jesús el Nazareno, que iba de camino. Entonces él comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban adelante lo regañaban para que se callara, pero él se puso a gritar más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".

Entonces Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". Él le contestó: "Señor, que vea". Jesús le dijo: "Recobra la vista; tu fe te ha curado".

Enseguida el ciego recobró la vista y lo siguió, bendiciendo a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio es Palabra viva. No solamente está impreso en la Biblia o en un misal, sino que el Cristo que se detiene y cura al ciego en el Evangelio de hoy, es el mismo Cristo que vive y está presente en ti y en las personas que te vas encontrando a lo largo de tu día. Cristo está ahí en ellos, en tu familia, en tus amigos, en tus compañeros de la escuela o del trabajo; pero a veces la ceguera de la rutina y del egoísmo te puede impedir ver a Jesús que quiere encontrarse contigo a través de ellos.

No sabemos el nombre del ciego en el Evangelio, creo que san Lucas lo omite para que tú puedas ponerte en su lugar. Tú eres ese ciego y Jesús, con palabras llenas de amor y delicadeza, te pregunta: «¿Qué quieres que haga por ti?» Repito la pregunta, porque es el mismo Cristo quién te la hace: «¿Qué quieres que haga por ti?» Él se interesa verdaderamente por ti, Él quiere ayudarte, quiere curarte, quiere que le des tu corazón porque Él quiere darte el suyo. Tú sólo tienes que responderle como el ciego en el Evangelio: ¡Señor, quiero ver!

En este momento de oración, pídele al Señor que abra tus ojos para que puedas contemplar su presencia, para que puedas ver su cruz que te comparte en las dificultades y en el sufrimiento, y para que puedas admirarlo resucitado en los pequeños milagros que ocurren en los corazones de las personas todos los días.

«Puede ser sorprendente que el “médico” pregunte a la persona que sufre qué espera de él. Pero esto resalta el valor de las palabras y el diálogo en la relación de cura. Para Jesús, curar significa entablar un diálogo para que emerja el deseo del ser humano y el dulce poder del Amor de Dios, operante en su Hijo. Porque curar significa comenzar un camino: un camino de alivio, de consuelo, de reconciliación y de sanación. Cuando se hace una cura determinada con amor sincero por el otro, se amplía el horizonte de la persona que está siendo curada, porque el ser humano es uno: es la unidad de espíritu, alma y cuerpo. Y esto se ve claramente en el ministerio de Jesús: Él nunca cura una parte, sino toda la persona, de manera integral. A veces, comenzando desde el cuerpo, a veces desde el corazón, es decir, perdonando sus pecados (ver Mc 2, 5), pero siempre para curarlo todo. Finalmente, la cura de Jesús coincide con el levantar a la persona y enviar a aquel o a aquella a quien se ha acercado y curado. Son tantos los enfermos que, después de haber sido curados por Cristo, se convierten en sus discípulos y seguidores».

(Homilía de S.S. Francisco, 22 de junio de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Al final del día, antes de dormir, preguntarle a Jesús: «Señor, ¿en quién te pude ver en este día?».

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Jesús camina sobre las aguas

Mateo 14, 22-36. Tiempo Ordinario. Caminar con la mirada puesta en Él, así todo lo puedo, a pesar de las tempestades y dificultades.

Del santo Evangelio según san Mateo 14, 22-36
En aquel tiempo, después de que se hubo saciado la muchedumbre, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Jesús les dijo enseguida: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: Señor, si eres tú mándame ir hacia ti andando sobre el agua. Él le dijo: Ven. Pedro bajó de la barca y se echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Señor, sálvame. Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? En cuento subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: Realmente eres Hijo de Dios. Terminada la travesía, llegaron a tierra de Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron curados.

Oración introductoria
Jesús, creo que verdaderamente eres el Hijo de Dios y hoy, al igual que llamaste a Pedro, me llamas porque quieres tener un encuentro conmigo en la oración. Mi camino no siempre es tu camino, por eso pido la intercesión de María Inmaculada, para seguir su ejemplo, no dudar nunca y seguir siempre el camino que me propones.

Petición
Señor, que tenga el valor de salir de mi zona de confort y responder a tu llamado.

Meditación del Papa
Ahora bien, la generosidad impetuosa de Pedro no lo libra de los peligros vinculados a la debilidad humana. Por lo demás, es lo que también nosotros podemos reconocer basándonos en nuestra vida. Pedro siguió a Jesús con entusiasmo, superó la prueba de la fe, abandonándose a él. Sin embargo, llega el momento en que también él cede al miedo y cae: traiciona al Maestro. La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y de fidelidad que hay que renovar todos los días. Pedro, que había prometido fidelidad absoluta, experimenta la amargura y la humillación de haber negado a Cristo; el jactancioso aprende, a costa suya, la humildad. También Pedro tiene que aprender que es débil y necesita perdón. Cuando finalmente se le cae la máscara y entiende la verdad de su corazón débil de pecador creyente, estalla en un llanto de arrepentimiento liberador. Tras este llanto ya está preparado para su misión. Benedicto XVI, 24 de mayo de 2006.

Reflexión
No siempre es fácil discernir el verdadero del falso profeta. En ocasiones se nos presentan circunstancias personales o sociales en las que no sabemos a ciencia cierta descubrir la voluntad de Dios en nuestra vida. Un criterio seguro de discernimiento se mide por el contenido de las promesas: cuando todo parece de color de rosa y se nos asegura una vida cómoda, hay muchas sospechas de que venga de Dios.

Cristo nos dijo que, si queríamos seguirlo, deberíamos tomar nuestra cruz e ir detrás de Él. Nunca nos habló de triunfos rápidos y fáciles, al estilo del mundo. Más bien, nos alertó ante el desaliento de la prueba, pero nos aseguró, al mismo tiempo, la fuerza para vencerla: "En el mundo habréis de encontrar tribulación, pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33). Al ver a Jesús andar sobre las aguas por su propio poder debe llenarse nuestra alma de confianza y seguridad: a pesar de todas las dificultades del mar, de todos los vientos y tempestades, si vamos con Cristo, todo lo podemos. En su nombre, también nosotros podemos caminar sobre las aguas. Lo importante es tener fe en Él, confiar en la fuerza de su palabra y no aceptar dudas. Hemos de mirarlo a Él sin ponernos aconsiderar el viento y el mar.

Sólo cuando bajamos los ojos de su Persona y nos miramos a nosotros mismos, empezamos a hundirnos, como Pedro.

¡Señor, aumenta mi fe y mi confianza en ti! Nunca permitas que me mire a mí mismo. Enséñame siempre a caminar en la vida con mi mirada puesta en ti, pues contigo todo lo puedo, a pesar de todas las tempestades y dificultades.

Propósito
Rezar, diariamente, antes de dormir, el credo, para constantemente recordar las verdades de mi fe que me ayudan a recorrer el camino de la salvación.

Diálogo con Cristo
Señor, dame tu gracia porque quiero gozar de la oración como lo hacía Jesús, que te buscaba en el lugar donde sabía que podría encontrarte. Deseo experimentar la libertad, la paz y el gozo de la auténtica oración al saber apartarme de todo y de todos, para en la soledad de mi propio yo, abrirte mi corazón, con esa firme decisión que rompa mi inercia, mis dudas y mi mediocridad.

Salir de nuestro propio yo y acoger a los pobres es cristiano

El Papa advierte de dos tentaciones a las que se enfrenta el cristiano en nuestro tiempo: el "ahora mismo" y el "yo"

Esta mañana el Papa Francisco ha advertido de dos tentaciones a las que se enfrenta todo cristiano durante la Santa Misa que ha presidido en la Basílica de San Pedro con ocasión de la III Jornada Mundial de los Pobres, instaurada por él mismo en 2016 tras concluir el Jubileo de la Misericordia.

Las prisas no son buenas. Jesús nos pide ser perseverantes

La primera tentación de la que advierte es la de “la prisa” y el “ahora mismo”. El Papa invita a no prestar atención a quien “difunde alarmismos y alimenta el miedo del otro y del futuro” – porque, dice – “el miedo paraliza el corazón y la mente”. “Nos dejamos seducir por la prisa de querer saberlo todo y ahora mismo, por el cosquilleo de la curiosidad, por la última noticia llamativa o escandalosa, por las historias turbias, por los chillidos del que grita más fuerte y más enfadado” señala el Papa y asegura que “esta prisa, este todo y ahora mismo, no viene de Dios”.

Francisco también explica que si nos sentimos atraídos por “el último grito”, no encontramos más tiempo para Dios y para el hermano que vive a nuestro lado. Es por eso que nos recuerda el antídoto que propone Jesús y que no es otro que “la perseverancia”: “Perseverancia es seguir adelante cada día con los ojos fijos en aquello que no pasa: el Señor y el prójimo”.

Yo, cristiano, ¿tengo al menos un pobre como amigo?

Durante su homilía, el Papa ha señalado el segundo engaño del que Jesús nos quiere alejar: la tentación del yo. Para Francisco, quien dice “yo”, “no habla la lengua de Jesús”, esa lengua en la que reina el “tu”. Además, el Papa dice que no basta la etiqueta “cristiano” o “católico” para ser de Jesús y condena esa actitud equivocada de muchos, basada en: hago lo correcto, pero para ser considerado bueno; doy, pero para recibir a cambio; ayudo, pero para atraer la amistad de esa persona importante. “La Palabra de Dios impulsa a dar al que no tiene para devolvernos y a servir sin buscar recompensas y contracambios” y nos pobres – puntualiza – “son preciosos a los ojos de Dios porque no hablan la lengua del yo”.

Los pobres son el tesoro de la Iglesia

“Estando con los pobres aprendemos los gustos de Jesús” ha dicho el Pontífice al final de su homilía. También ha pedido que hagamos una reflexión para cuando un pobre golpee a nuestra puerta “ no sintamos fastidio” sino que “acojamos su grito de auxilio como una llamada a salir de nuestro proprio yo”. “Dios es amor y el pobre que pide mi amor me lleva directamente a Él” dice y concluye: “Los pobres nos facilitan el acceso al cielo, desde ahora son nuestro tesoro, el tesoro de la Iglesia, porque nos revelan la riqueza que nunca envejece, la que une tierra y cielo, y por la cual verdaderamente vale la pena vivir: el amor”.

Cómo ser Santos en las cosas pequeñas e insignificantes

El ser santos no está en la grandeza de nuestras acciones, sino en la pureza de la intención

Para poder guiarte en tu propio proceso de conversión y llegar a la santidad a través de cosas que nos parecen pequeñas e insignificantes, voy a dejarte por aquí algunos ejemplos bíblicos que te servirá de apoyo en este propósito.

1.- La ofrenda de la viuda pobre

Mientras Jesús observaba en la entrada del templo el dinero en la caja del tesoro, no prestaba mucha atención a los ricos y a las grandes cantidades que dejaban. Realmente lo que querían era ser vistos y aplaudidos por su ostentosa y abundante ofrenda.

Luego una pobre viuda dejó unas cuantas monedas en la caja que apenas y alcanzaban para algo. Ésta fue la persona que Jesús miró con gran amor y aprobación. ¿Por qué? No por la sustancia económica de su ofrenda – apenas y era algo. Sino que Jesús leyó las profundidades de su corazón. Ella estaba dando generosamente todo lo que tenía para vivir.

Mensaje de reflexión

El hombre puede ver y juzgar basado en puras apariencias, pero Jesús lee los movimientos internos del corazón humano.

Lo que usualmente es digno de alabanza a los ojos del mundo, Jesús lo desprecia. Por el contrario, lo que el mundo considera insignificante, Jesús lo aprueba y alaba grandemente.

2.- Santa Teresa y las tareas ordinarias

Santa Teresa y su Pequeño Camino puede ser nuestro camino hacia la santidad.

La santidad no depende simplemente de la grandeza de nuestras acciones, sino de la intensidad del amor que acompaña a la acción.

En otras palabras, el secreto para la santidad es hacer las cosas ordinarias de la vida diaria con un amor extraordinario todos los días. ¡Ésa es la clave!

Santa Teresa decía:

"Recoge un alfiler por amor a Dios y salvarás un alma".

Recoger un alfiler, hablando físicamente, no es gran cosa. Sin embargo, si la acción es realizada en la Presencia de Dios, por la intención de agradar a Dios con gran pureza, entonces tiene un valor infinito a los ojos de Dios.

La mayoría de nosotros no estamos involucrados en tareas monumentales o monolíticas que aparecerán en las portadas de los periódicos más famosos del mundo. Por el contrario, muchas de nuestras acciones son las más ordinarias y mundanas. Pero pueden tener un valor infinito si conocemos el secreto de ofrecerlas a Dios.

3.- Una madre trabajando con alegría y amor

La mayoría de las actividades normales de una ama de casa no aparecen en el periódico ni en el noticiero de las 6:00 p.m. Barrer el piso, sacar la basura, hacer las compras, preparar y servir comidas y luego limpiar los sartenes y platos, todas estas actividades son la gloriosa rutina de las amas de casa y de las madres.

Si la madre realiza todo esto con una actitud de quejas, con el ceño fruncido y haciendo el papel de víctima, entonces sus méritos a los ojos de Dios son reducidos a casi nada.

Sin embargo, si una madre se levanta en la mañana ofreciendo su día a Jesús a través del Inmaculado Corazón de María, dispuesta a ofrecer todo lo que hace para agradar a Dios, para santificar a su familia y salvar sus almas, entonces sus acciones tienen gran valor.

Lo que puede ser de valor infinito para la salvación entre las actividades diarias que realizamos son dos acciones e intenciones específicas. Realicemos nuestras actividades a través de la poderosa intercesión de María, “Obra maestra de la creación de Dios” y únamos nuestras acciones al Santo Sacrificio de la Misa.

4.- San Luis María y su amor por María

La importancia de ir a Jesús a través de la intercesión de María. María es un atajo hacia el Sagrado Corazón de Jesús.

San Luis de Montfort pinta esta imagen. Un hombre pobre quiere darle una manzana golpeada al Rey. No es posible que el pobre hombre tenga acceso al rey; y más aún el Rey no aceptará la manzana, menos golpeada. Sin embargo, si el pobre hombre conociera a la Reina, y la Reina tiene un aprecio verdadero por este pobre hombre, entonces la Reina aceptará la manzana, la limpiará, la pulirá y la pondrá en una bandeja dorada junto a una rosa. El Rey, que ama a la Reina, recibirá con mucho gusto la manzana; no por la calidad de la manzana, sino por la persona que le dio la manzana, su amada esposa, la Reina.

Por lo tanto, ¡para nosotros debe ser así también! Nuestas acciones son como la manzana. Casi siempre están manchadas o golpeadas por nuestro enorme amor propio y egoísmo.

Sin embargo, si podemos entregarnos a nosotros mismos y nuestras acciones a Jesús a través de las manos y el corazón de la Reina, entonces el Rey – Jesús, Rey de Reyes y Señor de Señores – no podrá negarse.

En otras palabras, María puede ennoblecer y santificar nuestras pequeñas acciones ¡Créelo!

5.- La Santa Misa como sacrificio

Debemos unir nuestras acciones e intenciones con Jesús en el Santo Sacrificio de la Misa.

Cada Santa Misa ofrecida tiene un valor infinito. ¿Por qué? Por la simple pero profunda razón de que Jesús se ofrece a sí mismo como Víctima de Expiación para el Padre. El Padre mira a Su Hijo y dice:

"Éste es mi Hijo amado en quien me complazco".

¡El Padre no puede negarle nada a Su Hijo!

¿Cómo traducir esto de lo místico a lo práctico? ¡No es tan complicado! Asistan a Misa, pero lleguen temprano. Permítanse 15 minutos. Abran sus corazones al máximo con una confianza infinita en Jesús, Su amor por el Padre, Su amor por ustedes y Su amor por el mundo entero. Al hacerlo, estarán poniendo todo lo que fueron, son y serán en el altar antes de que inicie la Misa.

Los días, actividades – dejen todo en el altar, absolutamente todo – no se guarden nada. La cocina, la limpieza, las peleas con tu hijo adolescente, tus peleas con tu pareja, tu miedo del futuro y las inseguridades del presente, tu leve dolor de cabeza y tu mente aturdida.

La clave es poner todo ante el altar antes de que inicie la Misa. Así se estarán ofreciendo a sí mismos y todo lo que han sido, son y serán a lo largo del día.

Cada detalle acerca de quién eres, tus deseos para tu familia y para ti, son de extrema importancia para Jesús. Nada se escapa del ojo amoroso de Jesús. Él conoce incluso cuántos cabellos tenemos en la cabeza y cuando uno se cae al piso.

El Señor Jesús se preocupa verdaderamente por el mundo entero y por todos y cada uno de nosotros individualmente.

Luego, cuando se ofrezca la Misa, especialmente durante la Consagración del Cuerpo y la Sangre, todo lo que pusieron sobre el altar será elevado al Trono Majestuoso del Padre Eterno en Su Hijo amado en quien Él se complace. A este Hijo, Él no puede negarle nada.

6.- La Misa del Padre Pio

Finalmente, y más importante aún, reciban la Sagrada Comunión en las profundidades de sus almas, como lo aconsejaba el Padre Pío

Si están bien dispuestos con un corazón ardiendo y lleno de amor por el Señor Jesús, habrá una explosión de gracias. Sus pequeñas acciones tendrán valor infinito porque aún la más pequeña de ellas fueron ofrecidas al Padre Eterno a través del amoroso Corazón de Jesús.

En resumen, aprendamos el arte de la santidad. No está en la grandeza de nuestras acciones, sino en la pureza de la intención.

Sin embargo, es de mucha importancia aprender a ofrecernos a nosotros mismos a Dios a través del puro e Inmaculado Corazón de María y a través de Jesús, la Víctima sin mancha ofrecida a Dios Padre en el Santísimo Sacrificio de la Misa.

¿Por qué se tocan las campanitas durante la Misa?

Este signo es muy característico, pero, ¿qué significa?

En cada celebración eucarística, cuando el sacerdote extiende sus manos sobre el pan y el vino, el acólito hace sonar la campanita y todos en la audiencia nos ponemos de rodillas. Asimismo, en cada elevación del Cuerpo y la Sangre de Cristo, se vuelven a escuchar las campanitas. Este signo es muy característico y, en lo personal, me gusta. Pero, ¿qué significa?

Antes del Concilio Vaticano II, la Misa se celebraba “mirando al oriente”, es decir, los fieles miraban al sacerdote de espaldas, quien en voz baja y en el idioma latín, dirigía la celebración. Esto ocasionaba que muchos asistentes se distrajeran y, por lo tanto, no comprendían lo que pasaba en cada momento de la celebración. De modo que las campanitas eran de mucha utilidad en el momento culmen de la consagración.

Cuando las campanitas se tocaban, era la señal para que cada quien tomara consciencia y prestara atención al milagro que estaba por suceder, Cristo mismo se hace presente en Cuerpo, Alma y Divinidad. Las campanitas, también se hacían oír durante la elevación de los dones y en las genuflexiones que el sacerdote realizaba.

Después del Concilio, el rito tridentino de la misa se modificó para quedar como lo conocemos ahora, denominado forma extraordinaria. Hoy, la eucaristía se celebra en la lengua de la región, con el sacerdote de cara a los fieles y en voz alta.

Que se hagan sonar las campanitas en el momento de la consagración, no es obligatorio y se deja a voluntad del ministro celebrante. La Instrucción General del Misal Romano en su numeral 150 refiere: “Un poco antes de la consagración, el ministro, si se cree conveniente, advierte a los fieles con un toque de campanilla. Puede también, según las costumbres de cada lugar, tocar la campanilla en cada elevación”.

Pero yo considero que su uso sigue siendo de mucha utilidad, puesto que, en la actualidad, la Misa resulta ser entendible y permite la participación activa, no falta aquella persona que en algunos momentos de la celebración se distraiga en otros pensamientos y pierda conciencia de los momentos importantes. Por lo que, en el momento de la plegaria eucarística, el sonido de las campanitas lo hará volver hacia el acontecimiento que se está celebrando en el altar.

Además, gracias a los signos visibles que contemplamos en la Misa, tales como los colores en las vestiduras de los sacerdotes, las imágenes, cantos, flores, velas, incienso o campanitas, es que podemos adentrarnos en la celebración de la que todos formamos parte y, de esa manera, ser conscientes de la importancia y el sentido de cada momento de la Eucaristía.

En consecuencia,  el uso de las campanitas en la liturgia nos ayuda a recordar lo que estamos por vivir. Junto con todo el cielo y la Iglesia universal adoramos con gozo y piedad el sacrificio de aquel que se hace alimento para nosotros. Junto con el sonido de las campanitas elevamos nuestra alabanza al Señor, al Santo de los Santos.

Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a su fiesta (18 al 26 de noviembre)

Oración preparatoria

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a Ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección, y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.

Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Leer la reflexión del día correspondiente.

 

Oraciones finales

Después de unos momentos de pausa para meditar el punto leído y pedir la gracia o gracias que se deseen alcanzar en esta Novena, se terminará rezando:

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.

Rezar tres avemarías con la jaculatoria: OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS.

*  *  *

Día primero

 

Comenzar con la oración preparatoria.

En una medianoche iluminada con luz celeste como de Nochebuena -la del 18 de julio de 1830- aparecióse por primera vez la Virgen Santísima a Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.

Y le habló a la santa de las desgracias y calamidades del mundo con tanta pena y compasión que se le anudaba la voz en la garganta y le saltaban las lágrimas de los ojos.

¡Cómo nos ama nuestra Madre del Cielo! ¡Cómo siente las penas de cada uno de sus hijos! Que tú recuerdo y tu medalla, Virgen Milagrosa, sean alivio y consuelo de todos los que sufren y lloran en desamparo.

* * *

Día segundo

Comenzar con la oración preparatoria.

En su primera aparición, la Virgen Milagrosa enseñó a Santa Catalina la manera como había de portarse en las penas y tribulaciones que se avecinaban.

"Venid al pie de este altar -decíale la celestial Señora-, aquí se distribuirán las gracias sobre cuantas personas las pidan con confianza y fervor, sobre grandes y pequeños."

Que la Virgen de la santa medalla y Jesús del sagrario sean siempre luz, fortaleza y guía de nuestra vida.

Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *

Día tercero

Comenzar con la oración preparatoria.

En sus confidencias díjole la Virgen Milagrosa a Sor Catalina: "Acontecerán no pequeñas calamidades. El peligro será grande. Llegará un momento en que todo se creerá perdido. Entonces yo estaré con vosotros: tened confianza..."

Refugiémonos en esta confianza, fuertemente apoyada en las seguridades que de su presencia y de su protección nos da la Virgen Milagrosa. Y en las horas malas y en los trances difíciles no cesemos de invocarla: "Auxilio de los cristianos, rogad por nosotros".

Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *

Día cuarto

Comenzar con la oración preparatoria.

En la tarde del 27 de noviembre de 1830, baja otra vez del Cielo la Santísima Virgen para manifestarse a Santa Catalina Labouré.

De pie entre resplandores de gloria, tiene en sus manos una pequeña esfera y aparece en actitud extática, como de profunda oración. Después, sin dejar de apretar la esfera contra su pecho, mira a Sor Catalina para decirle: "Esta esfera representa al mundo entero.., y a cada persona en particular".

Como el hijo pequeño en brazos de su madre, así estamos nosotros en el regazo de María, muy junto a su Corazón Inmaculada. ¿Podría encontrarse un sitio más seguro?

Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *

Día quinto

Comenzar con la oración preparatoria.

De las manos de María Milagrosa, como de una fuente luminosa, brotaban en cascada los rayos de luz. Y la Virgen explicó: "Es el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre cuantas personas me las piden", haciéndome comprender -añade Santa Catalina- lo mucho que le agradan las súplicas que se le hacen, y la liberalidad con que las atiende.

La Virgen Milagrosa es la Madre de la divina gracia que quiere confirmar y afianzar nuestra fe en su omnipotente y universal mediación. ¿Por qué, pues, no acudir a Ella en todas nuestras necesidades?.

Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *

Día sexto

Comenzar con la oración preparatoria.

 

Como marco "¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!".

Y enseguida oyó una voz que recomendaba llevar la medalla y repetir a menudo aquella oración-jaculatoria, y prometía gracias especiales a los que así lo hiciesen.

¿Dejaremos nosotros de hacerlo?. Sería imperdonable dejar de utilizar un medio tan fácil de aseguramos en todo momento el favor de la Santísima Virgen.

Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *

Día séptimo

Comenzar con la oración preparatoria.

Nuestra Señora ordenó a Sor Catalina que fuera acuñada una medalla según el modelo que Ella misma le había diseñado.

Después le dijo: "Cuantas personas la lleven, recibirán grandes gracias que serán más abundantes de llevarla al cuello y con confianza".

Esta es la Gran Promesa de la Medalla Milagrosa. Agradezcámosle tanta bondad, y escudemos siempre nuestro pecho con la medalla que es prenda segura de la protección de María.

Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *

Día octavo

Comenzar con la oración preparatoria.

Fueron tantos y tan portentosos los milagros obrados por doquier por la nueva medalla (conversiones de pecadores obstinados, curación de enfermos desahuciados, hechos maravillosos de todas clases) que la voz popular empezó a denominarla con el sobrenombre de la medalla de los milagros, la medalla milagrosa; y con este apellido glorioso se ha propagado rápidamente por todo el mundo.

Deseosos de contribuir también nosotros a la mayor gloria de Dios y honor de su Madre Santísima, seamos desde este día apóstoles de su milagrosa medalla.

Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *

Día noveno

Comenzar con la oración preparatoria.

Las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa constituyen indudablemente una de las pruebas más exquisitas de su amor maternal y misericordioso.

Amemos a quien tanto nos amó y nos ama. "Si amo a María -decía San Juan Bérchmans- tengo asegurada mi eterna salvación".

Como su feliz vidente y confidente, Santa Catalina Labouré, pidámosle cada día a Nuestra Señora, la gracia de su amor y de su devoción.

Meditar y terminar con las oraciones finales.

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