Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa
- 19 Noviembre 2019
- 19 Noviembre 2019
- 19 Noviembre 2019
Matilde de Hakeborn (o de Helfa), Santa
Abadesa y cantante, 19 Noviembre
Matilde nació en Turingia. Ella provenía de la estirpe de los barones de Hackeborn, quienes poseían tierras en el norte de Turingia y en la zona de Harz y estaban emparentados con los Hohenstaufern.
A los siete años fue Matilde a la escuela del convento, entró más tarde en la Orden y se convirtió en directora de la escuela del convento.
Son conocidas sus grandes dotes musicales. Se convirtió en primera cantante en el coro litúrgico, sacristana, bibliotecaria, a ella le fueron confiados los valiosos escritos, copias y pinturas de libros.
Su principal obra se llama "Libro de la corriente de alabanza", en el cual Matilde de Hackeborn escribe: "Yo soy más fácil de alcanzar que cualquier otra cosa ni un hilo ni una astilla, nada es tan pequeño y tan inferior que uno pudiera atraerlo a sí con un simple acto de la voluntad. A Mí en cambio, puede el ser humano llevarme a sí con su simple voluntad
Santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10. Martes XXXIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame la gracia de sentirme amado por ti y de saberme también hijo de Dios.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, Jesús entró a Jericó y al ir atravesando la ciudad. Sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa".
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador".
Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: "Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más". Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cristo conoce mi pequeñez. Él sabe lo débil que soy. Él sabe que necesito de su gracia. Cristo sabe que soy como un niño pequeño que necesita de su padre. Sabe que sin Él no puedo nada.
Él también conoce mis esfuerzos por amarlo. Él sabe lo mucho que deseo ser completamente suyo. Él sabe que mi corazón tiene la necesidad de sentirse amado.
Él y yo sabemos que sólo en su Sagrado Corazón puedo encontrar verdadera paz y el amor que el mío necesita.
Cristo quiere entrar a mi corazón como entró en la casa de Zaqueo. Cristo quiere decirme cuánto me ama. Lo único que necesita es un pequeño esfuerzo de mi parte para que Él pueda obrar grandes maravillas en mí. Cristo me pide que confíe en su amor. Cristo quiere que me deje abandonar en sus brazos.
Cristo le dijo a Zaqueo que él también era hijo de Abraham. A mí me quiere decir que también yo soy hijo de Dios. Él me quiere revelar todo el amor que hay en el corazón de su Padre.
Cristo se hizo hombre para estar entre nosotros y ser un signo visible del amor que el Padre tiene por cada uno de nosotros, del amor que tiene por mí. Él me ama de manera personal. No hay nadie igual a mí ante sus ojos. El Padre me ama tanto que envió a su Hijo Unigénito a revelarme su amor.
Jesús quiere venir a hospedarse en mi corazón. No le importa que sea el corazón de un «pecador». Es más, porque soy pecador Él tiene mucho más deseos de venir y sanarme.
¡Jesús, ven a mi corazón y revélame el amor del Padre!
«También quisiera dedicaros una frase de la Escritura, que la gente murmuraba contra Jesús al verlo ir a casa de Zaqueo, un publicano acusado de injusticia y robo. El Evangelio de Lucas dice así: “¡Ha entrado en la casa de un pecador!”. El Señor fue, no se detuvo frente a los prejuicios de los que creen que el Evangelio está destinado a la “gente bien”. Por el contrario, el Evangelio pide ensuciarse las manos. ¡Gracias porque os ensuciáis las manos! Y ¡adelante! Adelante pues, con Jesús y en el signo de Jesús, que os llama a ser sembradores pacientes de su palabra, buscadores incansables de lo perdido, anunciadores de la certeza de que cada uno es precioso para Dios, pastores que ponen sobre sus frágiles hombros a las ovejas más débiles. Adelante con generosidad y alegría: con vuestro ministerio consoláis el corazón de Dios».
(Discurso a los miembros de la policía penitenciaria, S.S. Francisco, 14 de septiembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedir a Cristo que venga a mi corazón a lo largo de este día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
«Le prometí darle la mitad de todo cuanto veía a los pobres y a todo aquel que le había hecho mal...»
Jericó es una ciudad muy tumultuosa. Siempre hay gente que viene y va, y caravanas que no dejan de traer y llevar incienso y animales muertos hacia Jerusalén. Jericó está en el camino para llegar al Templo de la ciudad de Jerusalén y, por lo tanto, siempre hay comerciantes y turistas: griegos, hebreos, fenicios, de Mesopotamia, de Asia Menor. No hay barco que no haya dejado sus mercancías en la orilla del mar para que miles y miles de camellos se encargaran de llevarlas a su destino final. Pero, siempre a través de la ciudad de Jericó.
Aquí todo el mundo se conoce. Es más, se puede atravesar la ciudad en media jornada sabática. Siempre hay conglomerados de compradores que prefieren venir aquí a comprar sus ofrendas al Santísimo del Templo, porque la mercancía se vende hasta por la mitad de l precio que en Jerusalén. Pero, la Gran Dominadora, Roma, bajo el poder directo de Julio César, no es tonta: ha nombrado a personas, confiriéndoles casi toda su autoridad, para cobrar los impuestos. Yo soy el único de Jericó. Por lo tanto, cada camello, cada vendedor, cada carreta y burro y cada mujer floristera pasa por mí; y yo les cobro lo del César.
Pero, hace mucho que estoy trabajando en medio de este polvo: tengo casi 10 años en esto. Incluso, tengo mi propio puesto, con una silla detrás de un gran peñón que quedó de la construcción de la muralla de la puerta norte. Y todo este tiempo lo que hago es esperar a que los mercaderes saquen de su riqueza los tributos del Emperador. A veces me hacen falta bolsas más grandes para los impuestos, porque las caravanas vienen con mayor mercancía y con mayor frecuencia, ya que se acerca el tiempo de la Pascua de los judíos y, además, se está rumorando la llegada del Mesías judío. ¡Por Dios! ¡¿Creen ellos que llegará alguien que acabe con Roma?! Es más, ¿es posible que ya exista? ¡Y no puedo creer que sea un tal Jesús Nazareno que anda por toda Judá alborotando la gente!
De todos modos, hoy es un día muy caluroso, y, como publicano, creo que tengo derecho a más que trabajar por unos cuantos chelines. Volveré a mis oficios. Se siente bien cobrar el doble de los impuestos, porque así, la mitad es del gran César... ¡Oh! ¡Salve, César! Y la otra mitad, para mí... ¡Salve, yo! Ja ja ja já. A veces me remuerde la consciencia, pero no me dejo engañar por ella, porque es la única manera que tengo de vivir y mantener lo que ya tengo.
* * *
¡¿Y ahora qué?! ¡¿Es que estos mercaderes no tienen educación?! ¿Cuál es el bullicio? ¿No pueden venir en una sola fila? ¿Y por qué hay tanta gente dentro de la ciudad? ¿Habrá llegado algún cargamento especial? ¡Ahora sí que cobraré hasta el triple!... Pero... ¿qué es esto? Son muchas personas alrededor de alguien. Parecería que fuera Herodes Antipas mismo quien estuviera aquí, si no fuera por el hecho de que esta persona es alta y parece de paso firme. Se acercan aquí... ¡Debo esconder mis impuestos, para que no los roben! Debo atesorarlos y guardarlos.
Pero, justamente, bajando mi mirada para buscar las bolsas, pasó el hombre aquél frente a mí, seguido de cientos de personas gritándole que les tuviera compasión. Aseguro que no le vi, pero cuando pasó frente a mí, mi corazón quiso salírseme por la boca, la respiración se me cortó y caí al suelo. ¡¿Qué me pasa?! ¡¿Quién es ese?! Necesitaba verlo. Necesitaba saber quién era. Olvidé las bolsas, e intenté seguirle; pero, debido a mi baja estatura, no alcanzaba a verlo. La multitud se detuvo justo debajo de un sicómoro joven, a la sombra de éste. El sol estaba en su cenit, y todos buscaban refugio en la sombra. Pero, yo no. Necesitaba ver a ese hombre vestido de blanco. Busqué manera y sólo vi una rama alta del sicómoro que salía horizontal sobre la multitud. Y subí. Pero quedaba muy por delante de ellos y, cuando decidí bajarme a buscar otro lugar, la multitud empezó su marcha nuevamente con este hombre a la cabeza. Me quedé abrazado del ramo, y, cuando pasaron por debajo de mí, no tuve que hacer gran esfuerzo para verlo... pues Él me vio a mí.
Fue como si un rayo entrara por mis ojos y desnudara mis adentros. Me sentí indefenso, como ante una fiera. Me sentí caer en un abismo. Pero me sentí feliz... No salía aún de mi asombro cuando este hombre me llama por mi nombre y me dice: “Zaqueo, baja. Te conviene que me quede en tu casa”. ¡¿Qué?! ¿Qué me conviene qué? Creí fielmente en lo que me dijo, aunque no tenía ni la menor idea de lo que me decía. Estuve al punto de caerme del árbol cuando me dijo eso. Y bajé. Estaba tan feliz. No se me quitaba la sonrisa de la cara. Y este hombre se sonreía conmigo. Quizá pensó que yo estaba loco... En ningún momento me pregunté de dónde me conocía, pero sólo sé que estaba contento de recibirle, y más en mi casa. Le ofrecería lo mejor que allá tengo. Le daré vino, frutas secas, dátiles, pan... ¡le daré todo!
Pero, en ese mismo instante de alegría me vino un golpe de tristeza. Ese gozo había quedado destrozado cuando escuché a la muchedumbre que allí estaba decir: “Es un pecador”, “Ese hombre es un pecador”, “Va a cenar con el peor hombre de todo Jericó”, “Va a cenar con un publicano, un ladrón”. Mi corazón quería latir, pero la vergüenza no lo dejaba. ¡¿Dónde había quedado mi rango de Jefe?! ¡¿Por qué me sentía tan mal con algo tan cierto que nunca había negado o escondido?! Cabizbajo, caminé hacia mi casa, y allá, me esperaba este hombre con Doce más de diferentes edades. ¿Quién será?
* * *
Los criados nos lavaron los pies y nos sentamos alrededor de la mesa; y el hombre este, que causó tantos sentimientos en mí, tomó la comida en sus manos y le dio gracias a Dios por ella. Cuando la bajó, me miró y sonrió y me dijo algo que terminó de remover todo el sucio de mi corazón: “Hoy ha llegado la Salvación a esta casa”, y miró alrededor, todas mis pertenencias, todas las riquezas. Y yo, entristecido, lloré. Y, mientras lloraba, le prometí que nada de eso sería mío de ahora en adelante. Le prometí darle la mitad de todo cuanto veía a los pobres, y a todo aquel que le había hecho mal, hasta cuatro veces de lo que le había robado le daría. Entregaba yo todos mis bienes con esa decisión. Y el hombre me dijo: “De verdad, ha llegado la Salvación a esta casa. Yo, el Hijo del hombre he venido a buscar y salvar lo que perdido estaba”. Y entonces mis ojos se abrieron: ¡Este hombre que ha revolucionado mi vida es el mismo que está revolucionando Judá! ¡Este hombre es Jesús! ¡En verdad, Él es el Mesías!
* * *
Ahora, caminando junto a estos Doce, llevando sólo lo que llevo puesto, y comiendo lo que me den los seguidores de Jesús en sus hogares, llevo la Buena Nueva de que Jesús es el Mesías... No dudo que revolucionará no sólo Judá... ¡Sino el Mundo!
1500 pobres almorzaron con el Papa Francisco
Se preparó un gran comedor con 150 mesas para el almuerzo festivo en honor a los pobres.
El Papa después de presidir la celebración eucarística y el rezo mariano del Ángelus, se dirigió al Aula Pablo VI, al ya habitual almuerzo con los pobres. Al llegar, a las 12.20 aproximadamente, Francisco se dirigió a ellos y les dio la bienvenida, y les deseó que el Señor los bendiga, a ellos y sus familias.
1500 indigentes fueron invitados. Para la ocasión se preparó un gran comedor con 150 mesas, para el almuerzo festivo en su honor, que fue ofrecido amablemente por Roma Cares. Al final del almuerzo, todos los participantes recibirán obsequios: algunos paquetes de pasta, donados por La Molisana y aceite, donados por Coldiretti. Esta iniciativa se realizó en diferentes parroquias de Italia y del mundo. Los 1.500 pobres provienen de Roma, de las diócesis del Lacio y de otras diócesis de Italia.
50 fueron los voluntarios que sirvieron a los invitados, la mayor parte personas necesitadas, y acompañados por el personal de asociaciones de voluntariado. El menú fue: Lasagnetta, trozos de pollo con crema de hongos y papas, un dulce, fruta y un café.
La tentación del "solo por esta vez"
Tentaciones llegan todos los días y de muchas maneras. Una está acompañada por una voz discreta: "solo por esta vez".
Tentaciones llegan todos los días y de muchas maneras. Una está acompañada por una voz discreta, casi amistosa: "solo por esta vez".
Esa voz me dice que solo por esta vez vea más tiempo de televisión y deje a la familia las tareas de casa.
O que solo por esta vez escuche una canción famosa con una letra nada recomendable.
O que solo por esta vez diga una mentira pequeña, pues además todo el mundo lo hace y no es que vaya a dañar a otros.
O que solo por esta vez no vaya a la misa del domingo, con la excusa casi perfecta: ya fui a misa entre semana.
O que solo por esta vez grite en casa, porque ya está bien que uno siempre tenga que morderse la lengua.
O que solo por esta vez llegue tarde al trabajo, pues si hasta el jefe da mal ejemplo...
De esta manera, la tentación "ordinaria" se viste de dulzura, de amabilidad. Es solo una vez, no pasa nada, el mundo sigue girando, y Dios es muy bueno...
Pero esa tentación nos destruye, nos aparta del amor, nos empuja a una segunda vez (si en la primera no pasó nada, parece que no era tan grave), y a otra, y otra...
El camino del amor va exactamente en la dirección opuesta. Porque si uno ama de verdad no vale decir "solo por esta vez" si se trata de hacer daño al Amigo.
Por eso, cuando el demonio, el mundo o la carne me susurren "solo por esta vez", necesito responder con firmeza: ni lo quiere Dios ni lo quiero yo.
Porque la vida se construye desde miles de decisiones pequeñas, casi triviales, pero que dibujan dos opciones muy diferentes: la del egoísmo (solo por esta vez) o la del amor (ahora, esta vez, y siempre)..
Consejos útiles que los padres podrían seguir para acercar a los hijos al Catolicismo
Es lamentable que en muchos hogares, la fe se mantenga aislada, abandonada y olvidada por los miembros de la familia, como si ésta fuera inútil e innecesaria para estar cerca de Dios, o peor aún, para no estarlo. Aunque parece que algunos padres de familia poco interés tienen en inculcar la religión en sus hijos, muchos otros insisten en sembrarla día a día.
Recordando algunas de las palabras del Beato Juan Pablo II respecto a la fe en el hogar de cada familia cristiana, dice que es una comunidad de vida y de amor, la cual tiene una misión: comunicar el amor.
En una entrevista realizada al Padre Hugo Valdemar, vocero de la Arquidiócesis de México, lamentó que por desgracia se ha olvidado que los primeros educadores, en todos los niveles, no sólo en la fe, son los padres de familia, la escuela es subsidiaria de esa obligación y la Iglesia por su parte, es mera auxiliar de los padres, pero los responsables en educar a sus hijos en la fe son los padres.
Los padres deben cuidar la fe de sus hijos, deben abonarla y cultivarla ya que la responsabilidad en primer término es de ellos, no olvidemos que es una obligación moral y religiosa.
La fe es una parte fundamental de la vida de cualquier ser humano, ya que da esperanza, futuro, fuerzas para las adversidades, luz y sentido, nos ayuda a mantener la plenitud; de hecho Cristo, cuando habla de su misión, no dice que ha venido para que tengamos vida en abundancia, ya que ésta no puede ser plena si no está unida a Dios, y como dice San Pablo: “En él existimos, nos movemos y somos.”
Para cultivar la fe en el hogar puede haber cosas muy elementales como encomendarse a Dios desde el inicio del día. Son esas oraciones que debemos enseñar a nuestros hijos para dar gracias al Señor por cada mañana y por la vida, a lo largo del día también podemos tener muchos apoyos de oraciones para acercarnos a Dios, sin olvidar tampoco la asistencia a misa y el rosario. De hecho se recomienda vivir bajo un clima de oración desde el hogar.
Es por ello que me gustaría compartir algunos consejos útiles que los padres podrían seguir para acercar a los hijos al Catolicismo:
1. Vivir la misa en casa y no sólo en la Iglesia.Si aún sigues creyendo que ser católico es un asunto de asistir a misa los domingos y nada más, te estarás perdiendo de la parte más enriquecedora de ser católico. Habla de Dios y reza en familia todos los días de la semana.
2. Fomentar un ambiente católico. Debemos crear en nuestros hijos un corazón abierto a la fe católica, lo mejor será que noten claramente que lo que se predica en misa se aplica en casa.
3. Asumir personalmente el rol de catequizar. Muchos padres esperan que sean los grupos religiosos y las escuelas quienes enseñen a sus hijos sobre la religión. Ahí lo harán valiéndose de recursos pedagógicos que no hay en casa, no hay como poder aprender la historia de la salvación de parte de los propios padres. Ver películas de Dios es un gran recurso.
4. Llevar a cabo algun apostolado en la familia. Ninguna experiencia ejemplifica mejor las enseñanzas de Jesús que el servicio prestado a los más necesitados.
5. Rezar por nuestros hijos. Sin importar cual pueda llegar a ser la actitud de los hijos hacia la Iglesia en determinados momentos de su madurez, la oración de nosotros por nuestros hijos siempre será la herramienta más efectiva para solicitarle a Dios que se haga presente en sus corazones.
6. Revisar nuestros motivos como padres para ser católicos. Si uno no tiene una razón personal clara a prueba de fuego para seguir a Cristo, será poco probable que tengas la pasión por contagiar a los demás de dicho amor a la causa.
7. Estudiar la religión. No podemos enseñar lo que no conocemos. Así que antes de transmitirles o explicarles a nuestros hijos sobre fe, es necesario estudiarla a consciencia.
8. Confiar en los caminos de Dios. Si aún resultara que tu hijo necesita un tiempo para analizar su situación personal ante la Iglesia y esto trae como resultado que
decida alejarse de la misma, no hay que utilizar la fuerza ni la presión para hacerlo volver. En cambio hay que intensificar su compromiso con nuestra fe, y que nosotros como padres seamos un ejemplo el que lo haga volver.
Recuerda que la fe se abandona constantemente, no pongas como pretexto la edad de los hijos para estar cerca de Dios, todo está en tu forma de acercarlos a Él y en mantener un hogar lleno de fe. Somos privilegiados porque tenemos como ejemplo la Sagrada Familia. La familia es la Iglesia doméstica y la primera responsable de acrecentar y fortalecer la fe en nuestros hijos.
Recomendamos la lectura de:
La Bendición de la mesa: Bendecir la Mesa, una costumbre que ayuda a que vuestros hijos vivan en un ambiente cristiano.
Transmitir la fe en familia: Sabemos que la fe cristiana no se limita a oraciones, a catecismo, a ir a misa, a “cumplir”. Creer en Cristo es todo un modo de pensar y de vivir. O, para ser más precisos, es un modo de amar
Lo primero: educarlos en la fe: Con el testimonio diario, los padres pueden ser los mejores guías en el camino de la fe de los hijos.
¿Cómo hacer que todo cuanto hagas se convierta en oración?
7 recomendaciones prácticas nos sirven de respuesta
Pregunta:
Hola Fray Nelson Dios te bendiga hoy y siempre. quería preguntarte lo siguiente: ¿Cómo hacer que todo cuanto hagas se convierta en oración? - LTVJ.
Respuesta:
Haces bien en preguntar porque el apóstol Pablo nos exhorta: "Orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5,17). Algunas recomendaciones prácticas sirven de respuesta:
1. Vivir en gracia de Dios. El primer modo de estar en comunión con Dios es también la primera razón por la que somos gratos a Él, a saber, porque acogemos de una manera viva y agradecida el don de su amor y redención, lo cual, en lenguaje breve y sencillo se dice: estar en gracia de Dios; gracia renovada con la participación en los sacramentos y singularmente la Eucaristía, ojalá diariamente.
2. Tener un ritmo de oración propiamente dicha. Antes de intentar que "todo" sea oración hay que tener experiencia viva, frecuente, habitual, gozosa sin romanticismo, de lo que es orar. Además de la Eucaristía cotidiana, si es posible, conviene tener unos ritmos propios de oración por ejemplo a través de la Liturgia de las Horas, el Santo Rosario, la Coronilla de la Misericordia, o prácticas semejantes.
3. Ofrecer el día a Dios, desde su comienzo. El Señor ha querido que seamos libres y no roba lo que no queremos darle. Un corazón lleno de fe y gratitud hace una intención diaria, incluso renovada a lo largo del día, de ofrecer tanto los éxitos como las dificultades. Como ganancia adicional, este tipo de ejercicio ayuda a educar nuestro carácter y a madurar emocional y espiritualmente.
4. Utilizar jaculatorias: breves invocaciones que caben en un segundo o dos, y que nos recuerdan las buenas intenciones de nuestro ofrecimiento diario y de las demás intenciones. Una de las más comunes entre estas jaculatorias es: "¡Por tu amor, Jesús!" -- muy útil en momentos de dificultad o de contradicción.
5. No olvidar completar la jornada con un examen de conciencia. No tiene que ser exhaustivo pero sí completo. Nos ayuda a mejorar los propósitos, y a aprender a usar mejor las oportunidades de unión con Dios.
6. Recordar a menudo nuestros santos afectivamente más cercanos. Así como ellos son "amigos fuertes de Dios," según la expresión de Santa Teresa de Jesús, también son fuertes amigos de nuestra santificación. Sus ejemplos, la manera como respondieron a sus propios desafíos, las palabras y enseñanzas que dejaron, son elementos preciosos que podemos ir integrando a nuestra personalidad y camino de fe.
7. "Mira que envío un Ángel, que irá delante de ti," le dijo Dios a Moisés, refiriéndose al camino de todo el pueblo. No nos ha abandonado Dios, y sus Ángeles Custodios son poderosos aliados, no solamente para rescatarnos de dificultades materiales o de accidentes físicos, sino sobre todo, aliados en la obra sublime del adelanto en nuestra conversión y santificación.