La sabiduría de Dios
- 13 Diciembre 2019
- 13 Diciembre 2019
- 13 Diciembre 2019
Lucía, Santa
Memoria Litúrgica, 13 de diciembre
Virgen y Mártir
Martirologio Romano: Memoria de santa Lucía, virgen y mártir, la cual, mientras vivió, conservó encendida la lámpara esperando al Esposo, y llevada al martirio en Siracusa, ciudad de Sicilia, mereció entrar con Él a las bodas y poseer la luz indefectible († c. 304).
Breve Reseña
Con el descubrimiento, hecho en 1894, de la inscripción sepulcral sobre el "loculus" o sepulcro de la santa en las catacumbas de Siracusa, desaparecieron todas las dudas sobre la historicidad de la joven mártir Lucía, cuya fama y devoción se deben en gran parte a su legendaria Pasión, posterior al siglo V. La inscripción se remonta a comienzos del siglo V, cien años después del glorioso testimonio que dio de Cristo la mártir de Siracusa.
Epígrafes, inscripciones y el mismo antiguo recuerdo litúrgico (se debe probablemente al Papa Gregorio Magno la introducción del nombre de Santa Lucía en el Canon de la Misa) demuestran la devoción desde antiguo, que se difundió muy pronto no sólo en Occidente, sino también en Oriente.
Lucía pertenecía a una rica familia de Siracusa. La madre, Eutiquia, cuando quedó viuda, quería hacer casar a la hija con un joven paisano. Lucía, que había hecho voto de virginidad por amor a Cristo, obtuvo que se aplazara la boda, entre otras cosas porque la madre se enfermó gravemente.
Devota de Santa Águeda, la mártir de Catania, que había vivido medio siglo antes, quiso llevar a la madre enferma a la tumba de la santa. De esta peregrinación la madre regresó completamente curada y por eso le permitió a la hija que siguiera el camino que deseaba, permitiéndole dar a los pobres de la ciudad su rica dote.
El novio rechazado se vengó acusando a Lucía ante el procónsul Pascasio por ser ella cristiana. Amenazada de ser llevada a un prostíbulo para que saliera contaminada, Lucía le dio una sabia respuesta al procónsul: "El cuerpo queda contaminado solamente si el alma es consciente".
El procónsul quiso pasar de las amenazas a los hechos, pero el cuerpo de Lucía se puso tan pesado que más de diez hombres no lograron moverla ni un palmo. Un golpe de espada hirió a Lucía, pero aun con la garganta cortada la joven siguió exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes para con Dios a los de las criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor, sellaron su conmovedor testimonio con la palabra Amén.
Santo Evangelio según san Mateo 11, 16-19. Viernes II de Adviento
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que mi corazón no se endurezca, para que pueda, así, escuchar tu voz.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 11, 16-19
En aquel tiempo, Jesús dijo: "¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: 'Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado'.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron: 'Tiene un demonio'. Vino el Hijo del hombre, y dicen: 'Éste es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir'. Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos sabemos cuán difícil es complacer a las personas. Tan pronto como buscamos agradar a una, otra nos hace saber su disgusto; y al momento en que conseguimos finalmente convencerla, una más reacciona negativamente ante nuestro proceder. Esto refleja una cosa muy sencilla: el hombre nunca está satisfecho. ¿Por qué?
La respuesta es directa: no estamos satisfechos porque no hay nada en este mundo que pueda saciar nuestra sed. Sólo Dios es capaz de ello, y solamente será en nuestra Patria celestial que veremos nuestros anhelos más profundos realizados. En el Cielo no hay gente inconforme, pues todo es plenitud. Así de simple.
Que éste sea el mensaje que Jesús nos dirige hoy. Bajo esta luz, las palabras de los niños en las plazas, que parecerían enigmáticas, se aclaran.
La flauta y las canciones no son otra cosa que el llamado a vivir, ya desde ahora, con la mirada en el Paraíso. Sabiendo que estamos llamados a llegar ahí, ¿acaso dejaremos que nuestros corazones no dancen al son de la música y se compadezcan del triste cantar?
Cuando el trajín del día nos absorbe, algo dentro de nosotros cambia. Cometemos el error de culpar a Dios por nuestros percances, sean cuales sean, pequeños o grandes. Del mismo modo se quejaba la gente sobre Juan y sobre Jesús. Intentemos hoy tener una actitud diversa. Intentemos dejar a Dios ser Dios, que su sabiduría sabe mejor lo que más conviene a nuestra alma. Confiemos en Él, que si somos sinceros, nunca nos ha dado motivos para no hacerlo.
«¿Nada os parece bien? Solamente la rigidez de las ideas y el siempre se ha hecho así. Esta es la ortodoxia de esta gente que cierra el corazón a las novedades de Dios, al Espíritu Santo. Esta gente no sabe discernir las señales de los tiempos. Quieren una Iglesia, querían eso, una sinagoga, una Iglesia cerrada rígida, no abierta a las novedades de Dios. En cambio, el otro comportamiento, el de los discípulos, de los apóstoles, es un comportamiento de libertad, la libertad de los hijos de Dios». Por lo tanto, tienen resistencias al inicio. Pero esto no solo es humano, es una garantía de que no se dejen engañar por cualquier cosa y después con la oración y el discernimiento encuentran el camino. Porque siempre habrá resistencias al Espíritu Santo, siempre, hasta el fin del mundo».
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2018, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ante la prueba más difícil que experimente este día, examinaré sinceramente mi alma para entender qué es lo que Dios desea que aprenda en ella.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Servir al pobre y al más pequeño, es servir a Jesús
Palabras del Papa a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas
(RV).- “Dios quiere una Iglesia pobre, que se ponga al servicio de los últimos”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la celebración de las vísperas de este XXV Domingo del Tiempo Ordinario en la Catedral de La Habana.
Dejando de lado el discurso que tenía preparado, el Santo Padre se dirigió a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas presentes en la celebración litúrgica, desde el corazón. Tomando como inspiración las palabras del Cardenal Jaime Lucas Ortega, Arzobispo de San Cristóbal de La Habana y del testimonio de la religiosa Yaileny Ponce de las Hijas de la Caridad, el Pontífice afirmó que la pobreza es un término incómodo para la mentalidad mundana que busca la satisfacción personal y el individualismo. “El espíritu del mundo no ama el camino del Hijo de Dios, dijo el Papa, que se vació a sí mismo, se hizo pobre, se hizo nada, se humilló, para ser uno de nosotros”.
Asimismo, el Obispo de Roma resaltó el servicio que muchos misioneros han realizado y realizan en la Isla Caribeña, les agradeció por este servicio sobre todo en favor de los pequeños, los más necesitados. “Hay servicios pastorales que pueden ser más gratificantes desde el punto de vista humano, dijo el Papa, sin ser malos ni mundanos, pero cuando uno busca en la preferencia interior al más pequeño, al más abandonado, al más enfermo, al que nadie tiene en cuenta, al que nadie quiere, el más pequeño, y sirve al más pequeño, está sirviendo a Jesús de manera superlativa”.
Texto completo de las palabras del Papa Francisco a los Religiosos
El Cardenal Jaime nos habló de pobreza y la hermana Yaileny nos habló del más pequeño, de los más pequeños: “son todos niños”. Yo tenía preparada una Homilía para decir ahora, en base a los textos bíblicos, pero cuando hablan los profetas –y todo sacerdote es profeta, todo bautizado es profeta, todo consagrado es profeta-, vamos a hacerles caso a ellos. Y entonces, yo le voy a dar la Homilía al Cardenal Jaime para que se las haga llegar a ustedes y la publiquen. Después la meditan. Y ahora, charlemos un poquito sobre lo que dijeron estos dos profetas.
Al Cardenal Jaime se le ocurrió pronunciar una palabra muy incómoda, sumamente incómoda, que incluso va de contramano con toda la estructura cultural, entre comillas, del mundo. Dijo: “pobreza”. Y la repitió varias veces. Y pienso que el Señor quiso que la escucháramos varias veces y la recibiéramos en el corazón. El espíritu mundano no la conoce, no la quiere, la esconde, no por pudor, sino por desprecio. Y, si tiene que pecar y ofender a Dios, para que no le llegue la pobreza, lo hace. El espíritu del mundo no ama el camino del Hijo de Dios, que se vació a sí mismo, se hizo pobre, se hizo nada, se humilló, para ser uno de nosotros.
La pobreza que le dio miedo a aquel muchacho tan generoso –había cumplido todos los mandamientos- y cuando Jesús le dijo: “Mirá, vendé todo lo que tenés y dáselo a los pobres”, se puso triste, le tuvo miedo a la pobreza. La pobreza, siempre tratamos de escamotearla, sea por cosas razonables, pero estoy hablando de escamotearla en el corazón. Que hay que saber administrar los bienes, es una obligación, pues los bienes son un don de Dios, pero cuando esos bienes entran en el corazón y te empiezan a conducir la vida, ahí perdiste. Ya no sos como Jesús. Tenés tu seguridad donde la tenía el joven triste, el que se fue entristecido. A ustedes, sacerdotes, consagrados, consagradas, creo que les puede servir lo que decía San Ignacio –y esto no es propaganda publicitaria de familia, ¿no?-, pero el decía que la pobreza era el muro y la madre de la vida consagrada.
Era la madre porque engendraba más confianza en Dios. Y era el muro porque la protegía de toda mundanidad. ¡Cuántas almas destruidas! Almas generosas, como la del joven entristecido, que empezaron bien y después se les fue apegando el amor a esa mundanidad rica, y terminaron mal. Es decir, mediocres. Terminaron sin amor porque la riqueza pauperiza, pero pauperiza mal. Nos quita lo mejor que tenemos, nos hace pobres en la única riqueza que vale la pena, para poner la seguridad en lo otro.
El espíritu de pobreza, el espíritu de despojo, el espíritu de dejarlo todo, para seguir a Jesús. Este dejarlo todo no lo invento yo. Varias veces aparece en el Evangelio. En un llamado de los primeros que dejaron las barcas, las redes, y lo siguieron. Los que dejaron todo para seguir a Jesús. Una vez me contaba un viejo cura sabio, hablando de cuando se mete el espíritu de riqueza, de mundanidad rica, en el corazón de un consagrado o de una consagrada, de un sacerdote, de un Obispo, de un Papa, lo que sea. Dice que, cuando uno empieza a juntar plata, y para asegurarse el futuro, ¿no cierto?, entonces, el futuro no está en Jesús, está en una compañía de seguros de tipo espiritual, que yo manejo, ¿no? Entonces, cuando, por ejemplo, una Congregación religiosa, por poner un ejemplo, me decía él, empieza a juntar plata y a ahorrar, y a ahorrar, Dios es tan bueno que le manda un ecónomo desastroso, que la lleva a la quiebra. Son de las mejores bendiciones de Dios a su Iglesia, los ecónomos desastrosos, porque la hacen libre, la hacen pobre. Nuestra Santa Madre Iglesia es pobre, Dios la quiere pobre, como quiso pobre a nuestra Santa Madre María. Amen la pobreza como a madre. Y simplemente, les sugiero, si alguno de ustedes tiene ganas, de preguntarse: ¿cómo está mi espíritu de pobreza?, ¿cómo está mi despojo interior? Creo que pueda hacer bien a nuestra vida consagrada, a nuestra vida presbiteral. Después de todo, no nos olvidemos que es la primera de las Bienaventuranzas: Felices los pobres de espíritu, los que no están apegados a la riqueza, a los poderes de este mundo.
Y la hermana nos hablaba de los últimos, de los más pequeños que, aunque sean grandes, uno termina tratándolos como niños, porque se presentan como niños.
El más pequeño. Es una frase de Jesús esa. Y que está en el protocolo sobre el cual vamos a ser juzgados: “Lo que hiciste al más pequeño de estos hermanos, me lo hiciste a mí”. Hay servicios pastorales que pueden ser más gratificantes desde el punto de vista humano, sin ser malos ni mundanos, pero cuando uno busca en la preferencia interior al más pequeño, al más abandonado, al más enfermo, al que nadie tiene en cuenta, al que nadie quiere, el más pequeño, y sirve al más pequeño, está sirviendo a Jesús de manera superlativa. A vos te mandaron donde no querías ir. Y lloraste. Lloraste porque no te gustaba, lo cual no quiere decir que seas una monja llorona, no. Dios nos libre de las monjas lloronas, ¿eh?, que siempre se están lamentando. Eso no es mío, eso lo decía Santa Teresa, ¿eh?, a sus monjas. Es de ella. Guay de aquella monja que anda todo el día lamentándose porque me hicieron una injusticia. En el lenguaje castellano de la época decía: “guay de la monja que anda diciendo: hiciéronme sin razón”. Vos lloraste porque eras joven, tenías otras ilusiones, pensabas quizás que en un colegio podías hacer más cosas, y que podías organizar futuros para la juventud. Y te mandaron ahí -“Casa de Misericordia”-, donde la ternura y la misericordia del Padre se hace más patente, donde la ternura y la misericordia de Dios se hace caricia. Cuántas religiosas, y religiosos, queman -y repito el verbo, queman-, su vida, acariciando material de descarte, acariciando a quienes el mundo descarta, a quienes el mundo desprecia, a quienes el mundo prefiere que no estén, a quienes el mundo hoy día, con métodos de análisis nuevos que hay, cuando se prevé que puede venir con una enfermedad degenerativa, se propone mandarlo de vuelta, antes de que nazca. Es el más pequeño. Y una chica joven, llena de ilusiones, empieza su vida consagrada haciendo viva la ternura de Dios en su misericordia. A veces, no entienden, no saben, pero qué linda es para Dios y que bien que hace a uno, por ejemplo, la sonrisa de un espástico, que no sabe cómo hacerla, o cuando te quieren besar y te babosean la cara. Esa es la ternura de Dios, esa es la misericordia de Dios. O cuando están enojados y te dan un golpe. Y quemar mi vida así, con material de descarte a los ojos del mundo, eso nos habla solamente de una persona. Nos habla de Jesús, que, por pura misericordia del Padre, se hizo nada, se anonadó, dice el texto de Filipenses, capítulo dos. Se hizo nada. Y esta gente a la que vos dedicás tu vida, imitan a Jesús, no porque lo quisieron, sino porque el mundo los trajo así. Son nada y se los esconde, no se los muestra, o no se los visita. Y si se puede, y todavía se está a tiempo, se los manda de vuelta. Gracias por lo que hacés y en vos, gracias a todas estas mujeres y a tantas mujeres consagradas, al servicio de lo inútil, porque no se puede hacer ninguna empresa, no se puede ganar plata, no se puede llevar adelante absolutamente nada “constructivo” entre comillas, con esos hermanos nuestros, con los menores, con los más pequeños. Ahí resplandece Jesús. Y ahí resplandece mi opción por Jesús. Gracias a vos y a todos los consagrados y consagradas que hacen esto.
“Padre, yo no soy monja, yo no cuido enfermos, yo soy cura, y tengo una parroquia, o ayudo a un párroco. ¿Cuál es mi Jesús predilecto? ¿Cuál es el más pequeño? ¿Cuál es aquél que me muestra más la misericordia del Padre? ¿Dónde lo tengo que encontrar?”. Obviamente, sigo recorriendo el protocolo de Mateo, 25. Ahí los tenés a todos: en el hambriento, en el preso, en el enfermo. Ahí los vas a encontrar, pero hay un lugar privilegiado para el sacerdote, donde aparece ese último, ese mínimo, el más pequeño, y es el confesionario. Y ahí, cuando ese hombre, o esa mujer, te muestra su miseria, ¡ojo!, que es la misma que tenés vos y que Dios te salvó, ¿eh?, de no llegar hasta ahí. Cuando te muestra su miseria, por favor, no lo retes, no lo arrestes, no lo castigues. Si no tenés pecado, tirale la primera piedra, pero solamente con esa condición. Si no, pensá en tus pecados. Y pensá que vos podés ser esa persona. Y pensá que vos, potencialmente, podés llegar más bajo todavía. Y pensá que vos, en ese momento, tenés un tesoro en las manos, que es la misericordia del Padre. Por favor –a los sacerdotes-, no se cansen de perdonar. Sean perdonadores. No se cansen de perdonar, como lo hacía Jesús. No se escondan en miedos o en rigideces. Así como esta monja y todas las que están en su mismo trabajo no se ponen furiosas cuando encuentran al enfermo sucio o mal, sino que lo sirven, lo limpian, lo cuidan, así vos, cuando te llega el penitente, no te pongas mal, no te pongas neurótico, no lo eches del confesionario, no lo retes. Jesús los abrazaba. Jesús los quería. Mañana festejamos San Mateo. Cómo robaba ese. Además, cómo traicionaba a su pueblo. Y dice el Evangelio que, a la noche, Jesús fue a cenar con él y otros como él. San Ambrosio tiene una frase que a mí me conmueve mucho: “Donde hay misericordia, está el espíritu de Jesús. Donde hay rigidez, están solamente sus ministros”.
Hermano sacerdote, hermano Obispo, no le tengas miedo a la misericordia. Dejá que fluya por tus manos y por tu abrazo de perdón, porque ese o esa que están ahí son el más pequeño. Y por lo tanto, es Jesús. Esto es lo que se me ocurre decir después de haber escuchado estos dos profetas. Que el Señor nos conceda estas gracias que ellos dos han sembrado en nuestro corazón: pobreza y misericordia. Porque ahí está Jesús.
Esta es la imagen más antigua de la Virgen de Guadalupe en Roma
Se encuentra en el Monasterio de la visitación.
La imagen más antigua de la Virgen de Guadalupe en Roma se encuentra en el Monasterio de la visitación.
Se trata de un cuadro pintado por el pintor mexicano Miguel Cabrera en 1752 y regalado al Papa Benedicto XIV en 1754.
El sacerdote jesuita Francisco López llevó a Roma al Pontífice esta copia de la imagen original de la Virgen de Guadalupe que apareció a San Juan Diego el 12 de diciembre de 1531.
Según indica la tradición, en el momento en que el Papa Benedicto XIV vio este cuadro de la Virgen de Guadalupe pronunció un fragmento del Salmo 147 en latín: “Non felicit talitomni nationi” que en español significa “no ha hecho nada semejante con ninguna otra nación”.
Tres años más tarde, en 1757, el Papa Benedicto XIV regaló este cuadro de la Virgen de Guadalupe a la Orden de la Visitación de María.
En aquel entonces, el Pontífice vivía en el Palacio del Quirinal y el Monasterio se localizaba en la cercana colina del Palatino.
La Orden de la Visitación de María fue fundada por San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca Frémyot de Chantal.
Actualmente, el Monasterio de la visitación de Roma que custodia la imagen más antigua de la Virgen de Guadalupe se localiza en Via Galla Placidia 63. En el Monasterio viven 14 religiosas de clausura, y cuatro de ellas son mexicanas.
Según indicó a ACI Prensa sor María Inés, religiosa de la Orden de la Visitación, “siempre ha habido mucha devoción también de parte de los fieles”. De hecho, cada 12 del mes, celebran la Misa votiva de la Virgen de Guadalupe.
Los Papas y la Virgen Guadalupe
El 25 de mayo de 1754 el Papa Benedicto XIV promulgó la bula Non est equidem con la cual declaró que la Virgen de Guadalupe era la patrona de la Nueva España y definió que el día de su festividad sería el 12 de diciembre.
Pío X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pío XII la llamó "Emperatriz de las Américas", Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas" y Juan Pablo II “Emperatriz del Continente americano”.
¿Cuál es la diferencia entre Redención y Salvación?
Son dos conceptos muy ligados, muchas veces pueden usarse indistintamente
Pregunta:
Primeramente lo saludo cordialmente desde Guadalajara México. Paso a lo siguiente. Bendito Dios navidadencontré esta página en la cual se tratan temas que todo católico debemos saber. Y por mi parte deseo saber cual es la diferencia entre ‘Salvación y Redención’. Si fuera posible le agradecería me resolviera esta duda. Sin más por el momento me despido.
Respuesta:
Estimado:
El término ‘redención’ hace más bien referencia al ‘rescate’ (viene del latín redimere, que significa volver a comprar) del pecado, que Cristo pagó muriendo en la Cruz por nosotros.
En cambio la ‘salvación’ es el fruto obtenido por la redención de Cristo, al no estar más enemistados con Dios por el pecado, nuestra alma está en gracia y es este estar en gracia lo que llamamos salvación.
Hay que tener en cuenta que como son dos conceptos muy ligados, muchas veces pueden usarse indistintamente, tanto para indicar el aspecto de haber sido rescatados como el de la salvación.
En Cristo y María.
¿Se puede ser cristiano sin María?
María con tu sí me has dado a Cristo, por tu sí, yo soy cristiano. ¡Gracias Señora
“Dichosa por haber creído” (Lc 1, 45)
El término cristiano es bíblico, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra que fue en Antioquía en donde los Apóstoles recibieron el nombre de “cristianos” (Hch 11, 26), ahora bien, definido de donde proviene término cristiano, nos podemos preguntar ¿Qué significa ser cristiano? En la más simple de las definiciones cristiano es aquel que cree en Cristo, pero en realidad ser cristiano es aquel que cree en Cristo bajo la Fe de los Apóstoles, ya que no se puede creer en Cristo sino es por aquellos quienes contaron su historia y la han hecho trascender hasta nuestros días, por medio de la Sagrada Tradición en un primer momento, y luego por la Sagrada Escritura.
En nuestra querida América Latina, se ha acuñado el término cristiano para referirse a los hermanos separados que viven su fe, iglesias o sectas de diferentes denominaciones, una equivocación que nosotros como católicos cometemos muy frecuentemente. No se debe caer en el error de reducir el término cristiano únicamente para refiriéndose a hermanos separados, es decir, quienes nacieron de la protesta contra Iglesia Católica (luteranos, calvinistas, anglicanos, presbiterianos, bautistas, pentecostales, etc.) y sectas fundamentalistas que existen en nuestro entorno. Los católicos somos cristianos, siempre lo hemos sido, porque nuestra fe proviene directamente de la Fe de los Apóstoles. La palabra “católico” viene del griego “katholikos”, que significa universal y en los primeros siglos de la Iglesia los términos cristiano o católico se utilizaban indistintamente. Somos cristianos universales, católicos, porque Jesús antes de ascender al cielo nos dejó el siguiente mandato que expone la universalidad de su mensaje: “Vayan y prediquen el Evangelio a toda criatura.” (Mc 16, 15)
San Juan Crisóstomo en su homilía sobre el Evangelio de San Juan 19,2- 3 en el año 390 decía:
“Entonces recibían diversos nombres. Mas ahora tenemos todos un único nombre, mayor que todos aquéllos; nos llamamos cristianos, hijos de Dios, amigos, un solo cuerpo. Esta apelación nos obliga más que cualquier otra y nos hace más diligentes en la práctica de la virtud. No hagamos nada que sea indigno de tan gran nombre, pensando en la gran dignidad con la que llevamos el nombre de Cristo. Meditemos y veneremos la grandeza de este nombre.”
Somos cristianos y bajo la universalidad del mandato que Cristo nos encomendó nos llamamos católicos, por ende somos cristianos católicos; comprometidos en la vivencia del misterio de Cristo a la luz de la Fe Apostólica. Dentro de la Fe Apostólica, María es celebrada tanto en la Tradición como en las Sagradas Escrituras como “Dichosa por haber creído” (Lc 1, 45). No se puede separar a María de la Apostolicidad, ya que desde la comunidad primitiva (compuesta por discípulos, amigos y familiares de Jesús) tenía especial estima entre todos los miembros, el cual se fue extendiendo entre los que se agregaban. Cabe destacar que antes de ser escritos los evangelios, hubo un período de aproximadamente 20 años en que los relatos de la vida de Jesús fueron de boca en boca; pero al ir falleciendo quienes contaban estos relatos, los cristianos empezaron a poner por escrito todo cuanto escuchaban de quienes habían sido testigos de primera mano de la vida y obra de Jesús (La Sagrada Tradición Apostólica).
En este contexto, podemos tomar como referencia el trabajo de San Lucas, discípulo de Pablo, en el cual es palpable que antes de escribir su evangelio, recopiló la mayor cantidad información sobre Jesús mediante una especie de investigación que tuvo que documentar, para escribir su obra y en la que podemos apreciar la importancia de María en la comunidad cristiana; él la llama “llena de gracia” (Lc 1, 28). A partir de este punto podemos empezar a esbozar que la figura de María está estrechamente ligada a la herencia cristiana que hemos recibido de los Apóstoles, no solo por tener el privilegio de haber sido la madre del Cristo, sino por méritos que ella reflejaba en su diario vivir. María fue la primera cristiana, ya que ella creyó en
Cristo antes que cualquier otro ser humano, María fue la primera discípula, debido a que ella siguió atentamente los pasos y las enseñanzas de su hijo, siempre fue consciente que el fruto de su vientre era el Mesías, el Hijo de Dios; María fue la primera Apóstol, ya que el día de Pentecostés ella estaba presente en el cenáculo y fue testigo de la obra maravillosa del Espíritu Santo de la cual ella ya era partícipe desde la anunciación años atrás (Lc 1, 35).
Muchas de las sectas “cristianas” que están en el entorno Latinoamericano y con el que a diario nos encontramos, negando la Tradición Apostólica e interpretando a conveniencia la Sagrada Escritura manifiestan un odio tal, que en ocasiones hasta se percibe como diabólico hacia la Madre de Dios, María Santísima; a lo que tomando como base la definición del término cristiano genera los siguientes cuestionamientos: ¿Será digno de un cristiano no amar a la Madre de Cristo? ¿Se honra el nombre de Cristo al ofender a su Madre?
Tratando de obviar la Sagrada Tradición y tomando básicamente lo narrado en los Evangelios, nos podemos preguntar: ¿Cristo negó a su Madre? ¿Les enseñó Cristo a los apóstoles a no querer a su Madre? ¿Por qué entonces la encomendó al apóstol San Juan? ¿Se puede ser Cristiano sin María? ¿Por qué los hermanos separados nos atacan tanto en el tema de María?
Parece un poco extraño que los propios reformadores tenían una concepción de María diametralmente opuesta a lo que predican nuestros hermanos de las sectas cristianas. Veamos que dicen algunos de sus fundadores acerca de la Santísima Virgen María, la madre de Jesús.
Martín Lutero – fundador de los luteranos.
Sermón Navidad 1531: “[Ella es] la mujer más encumbrada y la joya más noble de la cristiandad después de Cristo… Ella es la nobleza, sabiduría y santidad personificadas. Nunca podremos honrarla lo suficiente. Aun cuando ese honor y alabanza debe serle dado en un modo que no falte a Cristo ni a las Escrituras.”
Juan Calvino- fundador de los calvinistas.
“Helvidius mostró demasiada ignorancia al concluir que María debió haber tenido muchos hijos, por la razón de que son mencionados algunas veces los hermanos de Cristo”
Ulrico Zuinglio – reformador protestante.
Publicó en 1524 uno de sus sermones que trató sobre María, siempre virgen, madre de Dios: “Nunca he pensado, ni mucho menos enseñado o declarado públicamente, nada concerniente al tema de la siempre Virgen María, Madre de nuestra salvación, que pudiera ser considerado deshonroso, impío, sin valor o malvado… Creo con todo mi corazón, de acuerdo con el santo Evangelio, que su pureza virginal nos conduce hacia el Hijo de Dios y que ella permaneció, durante y después del parto, pura y sin mancha, virgen por la eternidad>.
Heinrich Bullinger – reformador protestante.
“La Virgen María… completamente santificada por la gracia y la sangre de su único Hijo, abundantemente dotada del don del Espíritu Santo y distinguida entre todos… ahora vive felizmente con Cristo en el cielo, es llamada y permanece siempre Virgen y es la Madre de Dios.”
Es interesante analizar como los fundadores de las iglesias provenientes de la reforma también amaban y veneraban profundamente a la Virgen María, pero aún más interesante como la Iglesia Católica ha logrado custodiar el agradecimiento a ella. Con este artículo no se pretende atacar a las Iglesias protestantes nacidas de la reforma, mucho menos las sectas cristianas que están presente en nuestro entorno, lo que se pretende con este artículo es crear conciencia que no es cristiano apartar a María de nuestra Fe, mucho menos menospreciarla o insultarla, porque dentro del corazón del cristiano lo mínimo que debe de existir es un infinito agradecimiento por haber colaborado con el plan de Salvación que Dios tenía preparado para cada uno de nosotros.
Cristiano sin María no es cristiano. ¿Virgen María que me has dado? con tu sí me has dado a Cristo, por tu sí, yo soy cristiano. ¡Gracias Señora!
4 virtudes a conquistar en este Adviento. Continuemos con la Justicia
Justicia es la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido
La Justicia, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1807), «es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19, 15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Col 4, 1)».
Suena precioso todo esto pero, ¿cómo lo ponemos en práctica?, ¿sabemos cuándo estamos siendo justos? A veces podemos estar cumpliendo la ley al pie de la letra, como dice el Papa Francisco, y sin embargo ser tremendamente injustos. No son pocas las veces en que miramos al cielo y nos lamentamos las injusticias de este mundo. San Juan Pablo II en una de sus catequesis decía: «todos somos conscientes en cierta manera de que no es posible llenar la medida total de la justicia en la transitoriedad de este mundo», pero sí es posible aportar un granito de arena. Aquí les dejamos algunos consejos que podrían ser útiles.
1 .Reconocer el valor y la dignidad del ser humano
Es necesario mirar con respeto y reconocer el valor de cada vida humana en primer lugar. Reconocer lo que se “le debe al otro” de acuerdo al contexto y su situación y su dignidad de ser humano, dignidad que parte desde que es hijo de Dios. Muchas veces al aplicar la ley al pie de la letra se comenten injusticias terribles que pueden encerrar venganza e hipocresía. Somos blandos con quienes amamos pero aplicamos el rigor de la ley y somos implacables con quien despreciamos. La justicia es para todos y no se reduce a aplicar la ley sino a dar a cada quién lo que le corresponde.
2. El sano discernimiento
Relacionado con el punto anterior, es necesario “entrenarse” en el sano discernimiento. Evitar los juicios precipitados o llevados por el ardor de los sentimientos. Evaluar la situación y valorar los actos y las condiciones requiere de un tiempo, no significa un tiempo para buscar excusas, sino un tiempo para poder valorar los sucedido justamente. Aquí se evidencia que el sistema de justicia es un sistema que tiene que estar al servicio del hombre, promover la bondad de sus actos y no al revés.
3. Pedir consejo
En situaciones complicadas y de confusión, que pueden ser situaciones cotidianas con los hijos, entre los esposos, familiares, trabajadores, compañeros de estudios, etc. es prudente pedir consejo a alguien con mayor experiencia y reputación en el tema: nuestros padres, un consejero, un sacerdote, etc. La justicia también tiene que estar dirigida por el amor cristiano, por reconocer que para actuar con justicia necesitamos del amor al prójimo. Esto de ninguna manera significa “pasar por algo todo” sino dar a cada uno lo que lo hará mejor persona.
4. Educar en justicia
Las virtudes son adquiridas en un primer momento mediante la educación y el promover los actos virtuosos. Es el hogar el lugar ideal y primero para educar en justicia. La manera justa en que los padres, como primeros educadores, nos comportemos no solo con nuestros hijos, sino entre nosotros y con todas las personas que ingresan y participan de nuestro hogar será el primer referente, y tal vez el más fuerte que nuestros hijos tengan y bajo el cual actuarán.
5. Recurrir a la gracia y la ayuda de Dios
Si bien la justicia se aprende, la virtud es elevada mediante la gracia y la ayuda de Dios. Recurrir constantemente a Él para que nos ayude a ser hombres y mujeres justos es mandatorio. Solo del más justo vendrá esa ayuda necesaria para poder ir descubriendo y ampliando el concepto que de justicia tenemos. Sólo Dios nos ayudará a “abrir los ojos” e ir descubriendo lo que al otro “se le debe”. Pedirle a Dios insistentemente porque su Espíritu nos ilumine y nos ayude a actuar virtuosamente tiene que ser un constante en nuestras vidas.
6. Amar el bien
Tan simple como suena. Amar el bien, amar todo lo bueno que Dios nos muestra como camino a la santidad. El bien no necesariamente significa “pasarlo bien”, o “sentirme bien”, muchas veces implica esfuerzo sacrificio, renuncia, agachar la cabeza y pedir perdón. Incluso a veces significa ser firmes (pero misericordiosos) con quien amamos, por su bien. Amar el bien es una conquista del día a día.
7. Recurrir a los sacramentos
Qué mayor asistencia para crecer que el alimento por excelencia para nuestras almas. Los sacramentos de la Eucaristía y de una manera particular el sacramento de la reconciliación nos dan luces de lo que el hombre necesita. Dios actúa con justicia, a través del sacerdote, cada vez que nos acercamos a pedirle perdón por nuestros pecados, por nuestras faltas, por las injusticias que cometemos con los demás y con nosotros mismos. Qué gran escuela de justicia tenemos en este sacramento.