¿Cómo puede ser eso?

Domingo de Silos, Santo

Abad, 20 de diciembre

Martirologio Romano: En el monasterio de Silos, en la región de Castilla, en España, santo Domingo, abad, el cual, siendo ermitaño, restauró después este monasterio que estaba relajado, introdujo allí la disciplina y favoreció día y noche la alabanza divina († 1073).

Breve Biografía

Su vida la escribió con devoción precisa un monje contemporáneo llamado Grimaldo, que además fue religioso de su casa. Lo que se describe en latín decadente de última hora fue luego puesto en el balbuciente romance de lengua castellana por Gonzalo de Berceo ya en el siglo XIII.

Nace alboreando el siglo XI en Cañas, cerca de Nájera, en el reino de Navarra; no se sabe si de cuna noble o del pueblo llano, ni si rico o pobre. Sí se le conoce pastoreando cuando niño y dado a compartir comida y leche de oveja con los viandantes. Es apacible de carácter y muestra cierta inclinación al estudio; quizá por eso sus padres le orientan hacia la clerecía que es, en su tiempo, un modo de conseguir honores y riquezas, casi tanto como las armas, aunque él piensa más en su santificación y en la gloria de Dios que en los triunfos humanos.

El obispo lo ordena sacerdote. Pero Domingo Manso llega a sentirse indigno y nota pavor porque es duro y muy difícil vivir en solitario tan sublime ministerio. Después de año y medio se retira.

Ya no hay eremitas; la quintaesencia se busca en los monasterios. Entra en el antiguo y observante cenobio de San Millán de la Cogolla, tomando el hábito negro de San Benito. Recibe y da ejemplo.

Encargado del priorato de Santa María, lo rehace.

Los monjes de San Millán vuelven los ojos a él y le piden sea su prior. Pasa de "pastorcillo" a "pastor". Y mientras cumple este encargo, el rey don García de Navarra, duro de carácter y tenaz, conocido como "el de Nájera", le pide los tesoros del cenobio; pero da con un compatriota que también lleva en la sangre lo que dan la tierra y la época en cuanto se refiere a tozudez y firmeza. Pone cara al rey y defiende lo que es patrimonio de su casa y de su iglesia. Esta actitud le valió el destierro voluntario a las tierras de Castilla donde reina el hermano de don García.

El bondadoso rey Fernando, le encomienda poner en pie el monasterio —por entonces en ruinas— de San Sebastián de Silos que fundó o restauró Fernán González en el 909 y que sobrevive casi deshabitado. Fue una obra gigantesca que en España ayuda a la configuración de la gran Castilla en cuanto llega a convertirse en un foco civilizador en el lugar por donde poco antes andaban los sarracenos. Llegan más y más gentes al calor del monasterio. Entre el ruido de los martillos de canteros, las sierras de carpinteros, los cinceles de los escultores, los cencerros de las vacas y las esquilas de las mulas, también suenan las campanas que llaman a Vísperas, a Misa y a los rezos. Con ello, se escucha la alabanza de los monjes que va aprendiendo el pueblo. Las tierras son bien labradas y hay horno de pan dispuesto. Ovejas y bueyes pastan por los amplios campos llanos. Se va haciendo arte al terminar las obras con esmero. Y el estudio de los monjes requiere libros que se guardan como tesoro sin precio.

Murió el santo abad —"Abad de santa vida, de bondad acabado", según escribe su cantor— que supo vivir de oración y penitencia el 20 de diciembre del año 1073 dejándole al monasterio de Silos su nombre como título.

Porque para Dios nada hay imposible

Santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38. Viernes III de Adviento

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Madre santísima, enséñame cómo debo prepararme para recibir a tu hijo. Ayúdame a abrirle mi corazón para que Él pueda entrar y reinar en mi vida.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin".

Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Faltan cuatro días para Nochebuena, la noche en que Dios que se hace hombre. Esta noche es muy especial pues nos recuerda que el amor nos lleva a hacer las locuras más grandes por aquellos que amamos. Dios, en el cielo, no tenía necesidad de nada y aun así decide bajar a la tierra para salvar a la criatura que lo había rechazado hacía tantos años.

Al volverse niño, Dios introduce la libertad del hombre en su plan de salvación y, en María, es el hombre quien acoge el misterio de la redención. Para María no es fácil, ella ya estaba prometida en matrimonio y ni siquiera entendía completamente lo que Dios le pedía, pero la certeza de que Dios es bueno y que nunca nos abandona la impulsó a abandonarse completamente en las manos de aquel que todo lo puede.

Nos puede parecer extraño que cuatro días antes de la noche de Navidad estemos volviendo a leer el pasaje de la encarnación, que sucedió nueve meses antes. Sin embargo, este pasaje nos ayuda a recordar que todo evento tiene una preparación y que, como en todo embarazo, Jesús estuvo en el vientre de María nueve meses. Nos recuerda que Dios pudo entrar en el mundo por el «Sí» de María y que este sí no hubiera sido posible si María no hubiera aprendido a confiar en Dios a lo largo de su vida.

Quedan pocos días para el nacimiento de Jesús, ¿estás listo para recibirlo?

«María, como otros personajes de las Sagradas Escrituras, tiembla ante el misterio de la llamada de Dios, que en un instante la sitúa ante la inmensidad de su propio designio y le hace sentir toda su pequeñez, como una humilde criatura. El ángel, leyendo en lo más profundo de su corazón, le dice: «¡No temas!». Dios también lee en nuestro corazón. Él conoce bien los desafíos que tenemos que afrontar en la vida, especialmente cuando nos encontramos ante las decisiones fundamentales de las que depende lo que seremos y lo que haremos en este mundo. Es la «emoción» que sentimos frente a las decisiones sobre nuestro futuro, nuestro estado de vida, nuestra vocación. En esos momentos nos sentimos turbados y embargados por tantos miedos».

(Discurso, S.S. Papa Francisco, 25 de marzo de 2018)

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Iré a confesarme para poder recibir a Jesús en la comunión esta Navidad.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La ciudad de Nazaret

Lugares sagrados para el cristianismo en Nazaret asociados con la Anunciación, la infancia y el temprano ministerio de Jesús

"Envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret..." (Lucas 1:26)

Nazaret es la ciudad árabe más grande de Israel, con una población de unos 60.000 habitantes, de ellos un 30-35% son cristianos.

Nazaret es mencionada por vez primera en los relatos de los Evangelios. Las evidencias arqueológicas indican que era una aldea agrícola con unas pocas docenas de familias. Esto puede ser la explicación de por qué no existen referencias más tempranas y por qué no fue incluida en las 45 ciudades de la Galilea enumeradas por Flavio Josefo, ni en las 63 ciudades de la Galilea mencionadas en el Talmud. Esto podría explicar también el aparente asombro de Natanael de Caná, que preguntara al apóstol Felipe si algo bueno podría salir de un villorrio tan insignificante (Juan 1:46).

Cierto número de lugares sagrados para el cristianismo en Nazaret están asociados con la Anunciación, la infancia y el temprano ministerio de Jesús. Además de la imponente Basílica de la Anunciación, estos lugares incluyen la lglesia Ortodoxa Griega del Arcángel Gabriel (construida sobre el manantial de agua pura conocido como "la fuente de María"), la "Iglesia Sinagogal" Católica Griega (el supuesto lugar de la sinagoga en la que enseñara el joven Jesús y en la que posteriormente leyera a Isaías) y la Iglesia Franciscana de San José (construida sobre una gruta, que fuera identificada desde el siglo XVII como la "carpintería" de José).

Nazaret incluye también varios lugares históricos de importancia para la comunidad musulmana. Al igual que las iglesias cristianas en Nazaret, la mayor parte de estos edificios son de construcción relativamente reciente. La Mezquita de el-Abyad, al norte de la Basílica de la Anunciación, fue construida en 1812 y es la más antigua de la ciudad.

La tumba de Makam Shihab el-Din, líder musulmán y sobrino de Salah al-Din (Saladino), que se encuentra 100 mts. al sur de la Basílica de la Anunciación, ha sido el foco de una reciente controversia entre las comunidades musulmana y cristiana en Nazaret. El terreno entre la iglesia y la tumba es tierra fiscal a la que se quiso convertir en una plaza pública. Activistas musulmanes exigieron que al menos una parte de ese terreno fuera utilizado para la construcción de una mezquita. El compromiso propuesto por el gobierno no satisfizo por completo a ninguna de las partes involucradas en la disputa.

Compromiso por un mundo más justo y pacífico

El Papa a Embajadores.

“El bien común y el bien de la casa en la que vivimos exigen esfuerzos de cooperación para hacer progresar el florecimiento de la vida y el desarrollo integral de cada miembro de nuestra familia humana”, lo dijo el Papa Francisco a los nuevos Embajadores de Seychelles, Malí, Andorra, Kenia, Letonia y Níger acreditados ante la Santa Sede, a quienes recibió en audiencia la mañana de este jueves, 19 de diciembre, con motivo de la presentación de sus Cartas Credenciales.

La paz es la aspiración de toda la familia humana
A los nuevos Embajadores de estos países, el Santo Padre les expresó sus saludos y pidió que transmitan sus sentimientos de estima a sus respectivos Jefes de Estado, junto con la seguridad de sus oraciones por ellos y por sus conciudadanos. “Nuestro encuentro de hoy – afirmó el Pontífice – tiene lugar mientras los cristianos de todo el mundo se preparan para celebrar el nacimiento de Aquel a quien nos dirigimos como Príncipe de la Paz”. Es por ello que el Papa recordó que, la paz es la aspiración de toda la familia humana y citando su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2020, dijo que la paz “es un camino de esperanza, que incluye, entre otras cosas, el diálogo, la reconciliación y la conversión ecológica”.

Construir un mundo más justo y pacifico
En la actualidad, evidenció el Papa Francisco, en un mundo marcado tristemente por conflictos civiles, regionales e internacionales, por divisiones sociales y desigualdades, es esencial entablar un diálogo constructivo y creativo basado en la honestidad y en la verdad, con el objetivo de promover una mayor solidaridad fraterna entre los individuos y dentro de la comunidad mundial. La Iglesia Católica por su parte, aseguró el Pontífice, “se compromete a colaborar con cada ente responsable en el promover el bien de toda persona y de todos los pueblos. Espero fervientemente que su misión – alentó el Papa – contribuya no sólo a la consolidación de las buenas relaciones existentes entre sus países y la Santa Sede, sino también a la construcción de un mundo más justo y pacífico en el cual la vida humana, la dignidad y los derechos sean respetados y valorados”.

Promover el desarrollo de una cultura de inclusión
En este sentido, el Santo Padre señaló que, el camino hacia la paz comienza con la apertura a la reconciliación. Para ello, dijo el Pontífice es necesario dejar de lado la indiferencia y el miedo, sólo así  puede crecer y prosperar un verdadero clima de respeto mutuo.

“Esto, a su vez, conduce al desarrollo de una cultura de inclusión, un sistema económico más justo y diversas oportunidades para la participación de todos en la vida social y política. Su presencia aquí es signo de la resolución de los países que representan y de la Comunidad Internacional en su conjunto en el afrontar las situaciones de injusticia, discriminación, pobreza y desigualdad que afligen a nuestro mundo y amenazan las esperanzas y aspiraciones de las generaciones futuras”.

Compromiso para la gestión responsable de la tierra
Asimismo, el Santo Padre advirtió que muchas veces vemos que la paz es obstaculizada por la falta de respeto por nuestra Casa Común y, en particular, por la explotación abusiva de los recursos naturales, vistos sólo como una fuente de beneficios inmediatos, sin tener en cuenta los costos que esto implica para las comunidades locales y para la propia naturaleza. “Nuestro mundo está afrontando una serie de desafíos complejos para la sostenibilidad del ambiente, no sólo para el presente sino también para el futuro inmediato”. Recordando el llamamiento que hizo el reciente Sínodo para la Región Panamazónica, de una renovada apreciación de la relación entre comunidad y tierra, entre pasado y presente y entre experiencia y esperanza, el Pontífice dijo que, “el compromiso para una gestión responsable de la tierra y de sus recursos es urgente en todos los niveles, desde la educación familiar a la vida social y civil, hasta las decisiones políticas y económicas”.

Ya casi está todo listo para Navidad ... ¿y nuestros caminos?

Estamos corriendo, para que no se nos olviden las hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer.

¡YA TE FALTA POCO PARA NACER.... OH, SEÑOR DE LA HISTORIA!

Al final del Adviento... ¿Cómo estás nuestros caminos?

Todos sabemos que falta poco para que llegue la Navidad....y ahí andamos corriendo, hasta hemos hecho una lista para que no se nos olviden las "cosas" que tenemos que hacer, regalos, alimentos para la cena de Nochebuena o la comida de Navidad.... ¡y los turrones!, ah, eso si no nos pueden faltar y los vinos....otra cosa importante para brindar....

Cada quién, según sus posibilidades, trataremos que esa noche o día, se pueda celebrar lo mejor posible y sobre todo, si es que llega a ser en nuestra casa, quedar con el mejor de los éxitos....

Todo esto está muy bien, pero.... ¿Cómo están nuestros caminos? Los "caminos" de nuestro interior, los "caminos" de nuestro corazón....

Hace muchísimos años, Juan, comenzó a predicar la penitencia, un bautismo para el perdón de los pecados y su arrepentimiento, es tiempo de mortificación por eso vemos que los sacerdotes visten de color morado al celebrar la misa, y todavía muchos miles de años antes, podemos leer al profeta Isaías: "Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada; lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios".

Es ahora cuando ha llegado nuestro tiempo... ¿Cómo preparamos esos "caminos"... sin allanar las crestas de nuestra soberbia, de nuestra altanería... sin poner rectos nuestros deseos de ambición cambiándolos por generosidad, sin suavizar esa aspereza pidiendo perdón o dándolo con un gesto de amor....?

Es el momento de pensar, de "bucear" en nuestro interior para ver si nos hace falta cambiar nuestro modo de ser, cambiar nuestra vida... para poder ofrecer "algo", para poder "regalarle" algo al Hijo de Dios que ya no tarda en llegar, que ya no tarda en aparecer en nuestra Historia, siendo El el Señor y Dueño de la misma, y sin embargo
lo vamos a ver naciendo en la más profunda humildad y solo ý únicamente por amor.

Es tiempo de regalar. y de recibir regalos..., todo está bien.

Pero El solo vino a buscar mi corazón para que lo ame.... ¿se lo daré?......

Un regalo para los demás

Un detalle puede valer más que una casa nueva o un carro del año.

«Es como un hombre que, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”. Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo: “¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: “Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo?

Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».

(Mt 25,14-30 / XXXIII Domingo Ordinario A)

Ahora que se acerca la Navidad, todos estamos pensando en regalos. ¿Qué voy a dar? ¿Qué voy a recibir? ¿Cuánto me va a costar? ¿Le va a gustar? Todos sabemos que los mejores regalos no son los más caros, sino los que vienen personalizados, con nombre y apellido. Un detalle puede valer más que una casa nueva o un carro del año. A fin de cuentas, un regalo vale el uso que se le da: más vale un Bic que escriba bien en el examen, que una Mont Blanc de adorno porque no sirve de otra cosa. Casi siempre que leemos este evangelio, pensamos en todos los dones que Dios nos ha dado. Hemos recibido miles de talentos que debemos desarrollar y poner al servicio de los demás. Y todo eso es cierto. Pero quizá a veces se nos olvida cuál es el regalo más grande que hemos recibido de Dios: Él mismo. No hablo sólo de su sacrificio en la cruz o su continua oblación en la Eucaristía. Me refiero al don de sí mismo en el momento de crearnos.

Si yo le regalo algo a otra persona, mi regalo y yo somos dos cosas diferentes. Pero con Dios, no funciona así: cuando Él da algo, se está dando a sí mismo. Por eso nuestra misma existencia es una pequeña participación del ser de Dios, de su vida, de su perfección, de su amor. El señor de la parábola les encomendó a sus siervos un poco de su dinero: Dios se ha puesto Él mismo en nuestras manos, las manos de sus amigos.  Nosotros podríamos pasar por la vida sin enterarnos del regalazo que hemos recibido. O podríamos saberlo, y echarlo a la basura. O podríamos usarlo para ganancia propia. Dios ya nos dio el regalo: pero este regalo viene con límite de tiempo. Sólo tengo un número limitado de años para usarlo; después, lo tendré que regresar. Tarde o temprano llegará ese día…, en el momento que menos lo espere.

No sé, pero quizá, la mejor manera de usarlo sea imitar a quien nos lo dio. Él se convirtió en regalo para cada uno de nosotros. Quizá la mejor manera de sacarle el jugo a este regalo sea convertirme en un regalo, un don para los demás. Dios podría darnos todo el universo, si quisiera. Pero su mejor regalo fue darse a Él mismo como don. Quizá sea esa la chispa, el ingrediente secreto, que le falta a nuestros regalos: estamos regalando cosas, pero no nos estamos dando a nosotros mismos.

Decálogo para organizar tu tiempo

Aprovechar el tiempo para dedicarlo a lo esencial

En medio de nuestro frenetismo, de tantas y tantas cosas y preocupaciones, de tantos y tantos pendientes que se van acumulando en nuestra mesa y en nuestro corazón, necesitamos detenernos un momento para analizar cómo estamos viviendo nuestro día, en pocas palabras, cómo estamos aprovechando nuestro tiempo y si realmente lo estamos dedicando a lo esencial, o se nos escurre de entre las manos como el agua sin saber a dónde se nos va, llenando el tiempo en salir al paso de esas miles de necesidades cotidianas que nos hacen pensar cuántas cosas he hecho y que, en definitiva, todas juntas no hacen ni una sola de las que realmente valen. Por eso detente un momento, es necesario. Tal vez esta reflexión cambiará para bien tu vida. Te comparto este decálogo de cómo utilizar bien tu tiempo.

1.- Busca tiempo para meditar, es un ejercicio necesario para llegar a la profundidad de tu corazón, ahí podrás descubrir y discernir qué es lo que Dios quiere de ti.

2.- Busca tiempo para leer, es una manera de crecer con el saber de los demás, tantas buenas lecturas de personas sabias que han sabido estampar en letras el valor y sentido de la vida.

3.- Busca tiempo para rezar, es el modo de entrar en contacto con Dios y expresarle tu amor, necesitas estar en comunicación frecuente con aquel que te enseña el camino del bien y de la verdad.

4.- Busca tiempo para dialogar, es la acción más noble del ser humano a través de la cual uno escucha y habla, recibe y da, y así crece y se consolida la amistad, el respeto y la comprensión.

5.- Busca tiempo para amar, es la esencia de la vida que brinda al ser humano sentido y felicidad, el corazón que ama siempre está dispuesto a dar.

6.- Busca tiempo para contemplar la naturaleza, es el arte de Dios, donde Él se ha manifestado con toda su belleza, ahí lo descubrirás, en la creación Dios ha estampado su firma.

7.- Busca tiempo para trabajar diligentemente, es el precio que has de pagar para realizarte a ti mismo, ser útil a los demás y construir una sociedad más justa y humana.

8.- Busca tiempo para viajar, es una actividad que enriquece en gran manera, porque entras en contacto con gente y culturas diversas que te pueden complementar y así contemplas diferentes realidades de la vida.

9.- Busca tiempo para evaluarte a ti mismo, es un momento propicio para hacer balance y decidir con energía lo bueno que debes potenciar y lo malo que debes corregir.

10.- Busca tiempo para observar a los demás, es una actitud que te enseñará mucho, te ayudará a imitar lo positivo de los otros y a evitar sus defectos.

Con estas 10 pautas puedes hacer de tu vida una verdadera aventura que valga la pena. San Bernardo decía: "no hay nada tan precioso que el tiempo y no hay nada tan menospreciado". Cada momento utilizado según Dios, si estamos en estado de gracia, puede merecernos tesoros de gloria y alegría eternas. El tiempo es la moneda del cielo. Cada momento vale una eternidad. Cada segundo del tiempo es un destello minucioso de la vida que queda atrás. El tiempo no perdona. El tiempo recorre sin piedad sus senderos y tarde o temprano a todos se nos termina.

La historia de María

Para nuestra Madre el tiempo ya no pasa, porque ha alcanzado la plenitud de la edad, esa juventud eterna y plena que se consigue en el Cielo.

En la Natividad de Nuestra Señora
- ¡Es una niña!¡es una niña!, se oye al fondo de la casa de Nazaret. Y el eco salta por la callejuelas estrechas, hasta la plaza. -¡Mirad, mirad qué ojos, son los de su padre...! - Y la barbilla, de su madre... Alborozado desorden en los comentarios. La Niña encantaba nada más verla. Le pondrían por nombre María, y llegaría a ser -a la sazón nadie lo sospechaba- Madre de Dios y Madre nuestra.

En la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, celebramos aquel acontecimiento maravilloso, de trascendental sencillez para la Humanidad.

Al levantarnos e invocarla -como todos los días-, cada uno le habrá dicho palabras distintas, pero todas expresivas del profundo cariño que, en este día, adquiere una carga de amor más intenso. Nuestro corazón se ha alzado en acción de gracias a Dios por haberla creado como es: Llena de gracia. El mundo se hallaba en tinieblas. La sombra del pecado lo oscurecía todo. Pero aquel día en que nació la Inmaculada, despuntaba la Aurora anunciando el gran Día, la gran Luz que había de nacer de Ella, para disipar toda tiniebla y alumbrar a los hombres el camino que conduce al infinito Amor eterno.

Una eterna juventud

¿Cuántos años cumple hoy la Virgen? Mil novecientos... y muchos. No le importa -al contrario- que sus hijos le recordemos que cumple tantos. Para nuestra Madre el tiempo ya no pasa, porque ha alcanzado la plenitud de la edad, esa juventud eterna y plena que se consigue en el Cielo, donde se participa de la juventud de Dios, quien, al decir de San Agustín, «es más joven que todos»1, porque es inmutable y eterno, ¡no puede envejecer! ¡No tiene barbas blancas, por más que la imaginación acuda a ellas para representar la eternidad!. Si Dios hubiera comenzado a existir, ahora sería como el primer instante de su existencia. Pero, no. Dios no tiene comienzo ni término, «es» eternamente, pero no «eternamente viejo», sino «eternamente joven», porque es eternamente Vida en plenitud. Él es la Vida.

Como María es la criatura que goza de una unión con Dios más íntima, es claro que también es la más joven de todas las criaturas, la más llena de vida humana y divina. Juventud y madurez se confunden en Ella, y también en nosotros cuando andamos hacia Dios que nos rejuvenece cada día por dentro y, con su gracia, nos inunda de alegría 2. Las limitaciones y deterioros biológicos han de verse con los ojos de la Fe, como medios para la humildad que nos dispone al gran salto a la vida plena en la eternidad de Dios.

Desde su adolescencia –y quizá antes-, la Virgen gozó de una madurez interior maravillosa. Lo observamos en cuanto aparece en los relatos evangélicos, «ponderando» todas las cosas en su corazón, a la luz de su agudo entendimiento iluminado por la Fe. Ahora posee la madurez de muchos siglos de Cielo -casi veinte-, con una sabiduría divina y una sabiduría materna que le permite contemplarnos con un mirar profundo, amoroso, recio, tierno, que alcanza los entresijos de nuestro corazón, nos conoce y comprende a las mil maravillas, mucho más que cualquier otra criatura. Ella es -después de Dios- la que más sabe de la vida nuestra, de nuestras fatigas y de nuestras alegrías. Por eso la sabemos siempre cerca, muy cerca, muy apretada a nuestro lado, confortándonos con su sonrisa indesmayable, disculpándonos cuando nos portamos de un modo indigno de hijos suyos. Sus ojos misericordiosos nos animan -qué bien lo sabe- a ser más responsables, a estar más atentos al querer de Dios.

Comprende también ahora que no hallemos palabras adecuadas para expresarle nuestro cariño y no seamos capaces de hacer cosas espectaculares en su fiesta de Cumpleaños. Le bastan nuestros deseos grandes, nuestros corazones vueltos hacia el suyo, nuestra mirada en la suya y nuestros propósitos -firmes y concretos- de tratarla más asiduamente y quererla así cada día con mayor intensidad.

Nunca se sabe...

Todos los padres se equivocan cuando les parece que el hijo que les nace o ven crecer a su lado es la criatura más graciosa del universo. Pero Joaquín y Ana no se equivocaban al pensarlo y decirlo. La casa, humilde; los pañales, humildes, como humilde fue -en el amplio y recio sentido de la palabra- la vida entera de María. Pero ahora la Iglesia nos invita a ontemplarla «vestida de sol, la luna a sus pies, y en su cabeza corona de doce estrellas» 3. Todas las generaciones la llaman bienaventurada...

No podían sospechar Joaquín y Ana, lo que había de ser aquel fruto tan sabroso de su amor. ¡Nunca se sabe!. ¿Quién puede decir lo que será una criatura recién nacida? Nunca se sabe. Sólo Dios lo sabe.

Un asunto grave

Quizá por eso, porque nunca se sabe, nunca se sospecha que algo grande, más grande que el universo sucede cuando una persona –niño o niña- llega a la existencia. El nihilista no lo sabe, el egoísta tampoco. Los que eliminan por cualquier razón vidas humanas, ni lo sueñan. Cometen crímenes como quien se bebe un vaso de agua o de whisky. ¿Y los tristes? Se les hunde el ánimo (el alma) porque hay sufrimientos en la tierra. No saben que la vida en este mundo es pasajera: «Una mala noche en una mala posada», decía Teresa de Jesús. Sólo se fijan en «la parte mala» sin pensar o sin saber que hay eternidad, que hay resurrección de la carne, en aquellos «cielos nuevos y nueva tierra» de que habla la Escritura, donde Dios mismo «enjugará toda lágrima de nuestros ojos, y ya no habrá muerte ni llanto, ni gritos de fatiga, porque el mundo viejo ya habrá pasado» 4.

Cuando Dios crea el alma humana se compromete a acabar la obra buena que comenzó. Sólo nos pide el concurso de nuestra libertad, porque no quiere esclavos, sino hijos. «Quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él» 5. Los que ahora padecen hambre –o cualquier otra cosa-, serán hartos 6. «Los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros»7. Una persona que crea en todo eso sabe que vale la pena pasar aunque sea cien años de sufrimientos, hambre, frío, calor, enfermedad, por llegar un día a gozar de la inefable contemplación de la Esencia divina.

Por eso, y por muchas otras razones, siempre –siempre, siempre, siempre- el nacimiento de un ser humano es una gran fiesta. Jesús enseña que, por encima de cualquier otra razón debemos alegrarnos siempre, si somos fieles, de que nuestros nombres «estén escritos en los Cielos», es decir, en el corazón de Dios, en el manantial de la vida.

Posible eficacia de nuestro paso por la tierra

Los padres de la Niña recién nacida no podían sospechar que, desde la eternidad, Dios la había escogido como Madre suya y Corredentora. Hubieran quedado atónitos si les hubiera sido dado contemplar la eficacia de aquel corazoncito que comenzaba a latir por cuenta propia entre sus brazos. Dios, por primera vez desde el pecado de origen, sonreía abiertamente ante un ser humano absolutamente puro. Era el preludio de un nuevo zarpar de la humanidad hacia Dios.

Tampoco nosotros podemos sospechar la eficacia inconmensurable de nuestro paso por la tierra, si somos fieles a nuestra vocación cristiana: si luchamos por alcanzar la santidad en el lugar y situación en que Dios nos ha puesto. Si cada uno en su sitio, nos esforzamos por vivir con el corazón y la mente en Dios Uno y Trino. Veremos una nueva primavera para la humanidad. Ese mundo nuestro que se nos presenta tan ajado y achacoso, lleno de violencias de toda guisa, rejuvenecerá. La clave está en acercarlo a Aquel que es «el único Joven» (el único esencial y eternamente Joven), por medio de la más joven de las criaturas, María: «Un secreto. Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. Dios quiere un puñado de hombres suyos en cada actividad humana. Después pax Christi in regno Christi- la paz de Cristo en el reino de Cristo» 8. No hay que darle más vueltas.

Santidad, pues, unión con Dios, juventud de espíritu, espíritu abierto al futuro; futuro tan amplio como todo el tiempo, tan amplio como la eternidad sin tiempo. ¡Cuánto puede hacerse en un breve espacio vivido cara a la eternidad!. Porque «eres, entre los tuyos -alma de apóstol-, la piedra caída en el lago. Produce, con tu ejemplo y tu palabra, un primer círculo..., y éste, otro..., y otro, y otro... Cada vez más ancho. ¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión?» 9.

¿Qué puedo hacer yo para tener la eficacia de esa piedra? De momento algo importante: acercarme más a María, tratarla y aprender. La Virgen nos alumbra el misterio de nuestra vida personal -quizá oscura, corriente, y sin duda oculta a la superficial curiosidad de las gentes- que puede tener una eficacia colosal si la vivimos su modo, con un fiat permanente en el corazón. Poco importa lo que somos delante de las gentes: lo relevante es lo que somos ante de Dios.

Rosa Mística

Si, con la gracia de Dios que recibimos abundantemente en los Sacramentos, en la oración y en el trabajo hecho cara a Dios, nos vamos asemejando a Cristo, pasaremos por el mundo de un modo parecido al de la Virgen, a quien llamamos Rosa Mística. Tal vez porque la rosa nos parece la más noble entre las flores, ya que goza de una prestancia singular; reclama nuestra mirada ávida de sencilla belleza y desprende un gratísimo aroma. Pero la rosa que admiramos no es la silvestre. Nadie siente especial interés al mirar o al coger una rosa silvestre. Se ha requerido un arte laborioso y refinado para obtener la rosa blanca o roja, o polícroma, que embellece los jardines. Ésta sigue vinculada a las otras rosas inferiores y poco observadas, pero destaca por su encanto. La Virgen ha nacido del seno de la humanidad; su origen no es otro que el nuestro; su sangre es nuestra sangre; nos resulta en extremo familiar. Pero su dignidad nos supera infinitamente. Se diría que durante una eternidad y luego durante siglos, el Creador ha ido preparándolo todo, cultivando una rama determinada de la humanidad, para que de la raíz de Jesé naciera este brote, esta Rosa delicada, sencillísima, noble y humilde.

El buen aroma de Cristo

Es una Rosa que exhala, ya desde su nacimiento, el buen aroma de Cristo, del que habla san Pablo; el delicioso perfume que vendrá después y que habrá de inundar hasta el más recóndito lugar del universo. Es el aroma que, sin saberlo, está pidiendo a gritos el mundo enrarecido, contaminado de intenciones sórdidas que quieren inundarlo todo con su pestilente olor. No es exageración. Basta pensar en los millares de crímenes legalizados que se cometen cada día. ¿Qué significa esto sino que detrás de esa «civilización» o cultura de la muerte, se agazapa -con máscara de humanitarismo- una perversión moral tan honda que quienes la integran ya no son capaces de discernir lo hediondo del aire puro, parecen no conocer otra cosa que el vaho de la putrefacción. Y esto ¿no es grave, muy grave? Han perdido el punto de referencia y de contraste. No se dan cuenta de que el aire que respiran y difunden es letal, ante todo para ellos mismos

Pero tenemos el Evangelio para salvar al mundo si, pegados a Cristo, con María, nos impregnamos de su aroma. No debe importarnos -al contrario- que nuestra vida contraste con la de los paganos o paganizados. Es cuestión de vida o muerte. El futuro temporal y eterno de la humanidad está, de hecho, en buena medida, en nuestras manos. Como estuvo -todo lo remotamente que se quiera- en el amor de los padres de la Virgen. Como estuvo en los labios de nuestra Madre antes de decir su fiat; como estuvo en las manos de aquel puñado de doce hombres que siguieron tan de cerca a Jesucristo.

La mujer podrá entender mejor lo siguiente: el Señor te ha tenido en su mente desde la eternidad. Ha pensado en ti como en una rosa semejante a su Madre; como una rosa plantada en su jardín, nacida no al azar como las flores silvestres, sino por voluntad expresa y amorosa de Dios, por una secreta esperanza divina. Todos los padres guardan una secreta y gran esperanza cuando les nace un hijo. Dios no es menos. El Señor espera de ti que en medio de la muchedumbre, siendo enteramente igual a los demás, despidas un aroma purificador: el aroma de Cristo. Para que cuando alguien pase por tu lado o se cruce en tu camino, se encuentre respirando aire limpio y generoso, y sepa lo que es bueno, y se sienta confortado y ya no quiera aspirar otro aire, y abandone los ambientes sórdidos y se convierta él en difusor de aire puro y vivificante. Hay que ir infundiendo bocanadas de ese aire puro que oxigene el ambiente, que lo vaya purificando y que, por lo menos, el contraste pueda ser advertido.

¡Qué grande es el poder de una rosa!

¡Qué grande puede ser la eficacia de tu paso por la tierra!

Para eso has de hundir tus raíces en Cristo; tienes que vivir de Cristo, como el Apóstol; como las rosas viven de las sustancias que obtienen de la tierra buena. La Confesión sacramental, ¡cómo purifica! Y la Eucaristía, cómo nos arraiga –nos encarna- en Cristo. Ahí sí que podemos impregnarnos de su aroma. Y luego, ¿quién podrá enseñarnos mejor a vivir de Cristo, por Cristo y con Cristo, que María, Rosa Mística, que tal día como hoy nació para nosotros? Dios la quiso como Madre suya. También para dárnosla como Madre nuestra. «He ahí a tu madre», nos dijo desde la Cruz. «Y desde aquel momento el discípulo [Juan, todos nosotros] la recibió en su casa» 10. Palabras que ahora encienden luz intensa y poderosa en nuestra mente, y nos permite entender que si nos llamamos discípulos de Jesús, hemos de acoger en nuestra casa, en nuestro corazón, a Santa María. Ella purificará y pulirá nuestro corazón como joya de muchos quilates, y conseguirá meter a Jesús en nuestros pensamientos, en nuestros afectos y quereres, en nuestras palabras y en nuestras obras. «Con Ella se aprende la lección que más importa: que nada vale la pena, si no estamos junto al Señor; que de nada sirven todas las maravillas de la tierra, todas las ambiciones colmadas, si en nuestro pecho no arde la llama de amor vivo, la luz de la santa esperanza que es un anticipo del amor interminable en nuestra definitiva Patria» 11.

El valor de una vida

La Virgen nos enseña el valor inmenso de una sola vida humana. Porque es siempre Virgen y siempre Madre. Madre del Verbo de Dios, Asiento de la Sabiduría divina. Y por ser la más madre de todas las madres, sabe que un hijo, entre trillones, permanece siempre único y vale tanto como todos los demás juntos. Como solía decir André Frossard, «Dios sólo sabe contar hasta uno». Y esa sabiduría divina la posee como nadie la Madre de Dios, porque en cada hijo ve el Rostro de su Unigénito y Primogénito y tiene siempre presente su parto singular, más que en Belén, en el Calvario.

¡Lo que vale una persona humana! ¡Lo que vale traer al mundo una persona más o una persona menos! ¡Lo que vale cuidarla hasta el último aliento de su vida en la tierra! ¡Muchísimo!. Dios hubiera creado el universo por una sola. Dios se hubiera hecho hombre por una sola. El Hijo de Dios hecho hombre ha derramado por cada una –por tanto, «por cada una, sola»- toda su Sangre, Sangre que procede entera de María Santísima. Ella bien lo sabe.

¡Felicidades, Madre de Dios!¡Felicidades, Madre Nuestra! En esta época de pensamiento débil y, en consecuencia, de voluntades débiles y de vínculos débiles, de vidas leves, descafeinadas, que no sacian, que no valen la pena; ayúdanos a vivir un pensamiento profundo, una voluntad fuerte, unos vínculos inquebrantables, una vida intensa, plena, eterna!: tu vida, la de Cristo en el Espíritu hacia el Padre.

Notas:

1. SAN AGUSTÍN, De Genesi, VIII, 26, 48.
2. Salmo 42.
3. Apc 12, 1.
4. Apc 21, 4.
5. 2 Cor 4, 14.
6. Cfr. Le 6, 21.
7. Rom 8, 18.
8. Camino, n. 301.
9. Ibídem, n. 831.
10. lo 19, 27.
11. J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Madre de Dios, Madre nuestra, Ed. Palabra, Cuadernos Mundo Cristiano, n. 170.

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