...se puso a hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén

Sagrada Familia de Nazaret

Fiesta Litúrgica

Fiesta de la Sagrada Familia, Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos.

Esta festividad se celebra el domingo que cae entre la Octava de Navidad (25 de diciembre al 1 de enero), o el 30 de diciembre, si no hay un domingo entre estos dos días. En 2018 coincide que el domingo entre la octava de Navidad es el día 30 de diciembre.

En la festividad de la Sagrada Familia, recordamos y celebramos que Dios quiso nacer dentro de una familia para que tuviera alguien que lo cuidara, lo protegiera, lo ayudara y lo aceptara como era.

Al nacer Jesús en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Por eso nosotros veneramos a la Sagrada Familia como Familia de Santos.

¿Cómo era la Sagrada Familia?

María y José cuidaban a Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada le faltara, tal como lo hacen todos los buenos padres por sus hijos.

José era carpintero, Jesús le ayudaba en sus trabajos, ya que después lo reconocen como el “hijo del carpintero”.

María se dedicaba a cuidar que no faltara nada en la casa de Nazaret.

Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo. Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a trabajar y a ayudar a su familia con generosidad. Él siendo Todopoderoso, obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y los quería.

¡Qué enseñanza nos da Jesús, quien hubiera podido reinar en el más suntuoso palacio de Jerusalén siendo obedecido por todos! Él, en cambio, rechazó todo esto para esconderse del mundo obedeciendo fielmente a María y a José y dedicándose a los más humildes trabajos diarios, el taller de San José y en la casa de Nazaret.

Las familias de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús tratando de imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad, humildad, caridad, laboriosidad, etc.

La familia debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos, donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo. Esto se hace con amor y cariño.

“La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en Chihuahua 1990).

El Papa Juan Pablo II en su carta a las familias nos dice que es necesario que los esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él la fuerza para renovarse continuamente en el amor.

Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo. Esto significa que los niños deben aprender a ser amables y respetuosos con todos, ser estudiosos obedecer a sus padres, confiar en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.

Recordemos que “la salvación del mundo vino a través del corazón de la Sagrada Familia”.
La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y sociedades pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la sociedad.

Oración

“Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret.

Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió” (Juan Pablo II)

“Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de la felicidad eterna.”

“Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, te pedimos que intercedas por nosotros, para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre nosotros y obtengamos su gracia y bendiciones.”

“Oh San José, ayúdanos con nuestras oraciones en todas nuestras necesidades espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús. Amén.”

El encuentro con el Señor

Santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40. Lunes de la Octava de Navidad

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, dame la gracia de verte más de cerca en mi vida; perdóname cuando te he ignorado y ayúdame a comunicar mi experiencia de ti a los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño). Ana se acercó, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia del Dios estaba con él.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Me gusta imaginar que la profetisa Ana es como las viejecitas que van a la iglesia todos los días, acuden a misa, rezan el rosario, novenas, etc., y, también, se me hace un ejemplo a seguir porque sale al encuentro de esta familia joven que llega al templo. Movida por el Espíritu sabe que puede comunicarles algo; ella se alegra porque es capaz de ver más allá de las apariencias externas y reconocer quién es Jesús para ella y así compartirlo con los demás.

Para Dios no hay coincidencias porque Él conoce nuestras vidas como la palma de su mano. Este encuentro entre Ana y la Sagrada Familia tenía que suceder para que ella y la familia de Jesús, pudieran ver como Él estaba actuando en la vida de cada uno; y al compartir lo que tenían en el corazón, pudieron ver cómo la mano de Dios los iba guiando. Ana, por su parte, había aprendido muchas cosas en su vida; había tenido muchos encuentros que la estaban preparando para el encuentro con el Niño. Y José y María cada día aprendían algo nuevo que les ayudaba a criar al Hijo de Dios porque, seguramente, no era nada fácil hacerlo ya que, sin saberlo aún, lo tenían que preparar para la misión que Él tenía en la que predicaría un nuevo Reino de amor, un Padre misericordioso que todo lo ve, una llamada a la santidad personal. Esto, en cierta medida, lo aprendió durante su tiempo en Nazaret donde el Padre le puso como acompañantes a José y María.

«Dios basta, lo demás pasa»; es alabanza que brota a pesar de todo, como lo muestra la profetisa Ana. Era una mujer muy anciana, que había vivido muchos años como viuda, pero no era una persona sombría, nostálgica o encerrada en sí misma; al contrario, llega, alaba a Dios y habla solo de él. Me gusta considerar que esta mujer “murmuraba bien”, y contra el mal de murmurar, esta sería una buena patrona para convertirnos, porque fue de un lado para otro diciendo solamente: “¡Es aquel! ¡Es aquel niño! ¡Id a verlo!”. Me gusta verla así, como una mujer de barrio».

(Homilía de S.S. Francisco, 2 de febrero de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hablar o pasar tiempo con una persona mayor de edad.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

«Si en la Iglesia no hay profecía, el hueco lo ocupará el legalismo y el clericalismo», dice el Papa

Cuando reina el legalismo, la Palabra de Dios no existe y el pueblo de Dios que cree, llora en su corazón, porque no encuentra al Señor: le falta la profecía

16 diciembre 2013

Cuando en la Iglesia falta la profecía, falta la vida misma de Dios y el clericalismo toma la delantera, advirtió el lunes 16 de diciembre el Papa Francisco en la Misa matinal en la residencia de Santa Marta.

El profeta – afirmó el Santo Padre comentando las lecturas del día – es aquel que escucha las palabras de Dios, sabe ver el momento y proyectarse hacia el futuro.

“Tiene dentro de sí estos tres momentos”: el pasado, el presente y el futuro. “El pasado: el profeta es consciente de la promesa y tiene en su corazón la promesa de Dios, la tiene viva, la recuerda, la repite. Luego mira el presente, mira a su pueblo y siente la fuerza del Espíritu para decirle una palabra que lo ayude a alzarse, a continuar el camino hacia el futuro. El profeta es un hombre de tres tiempos: promesa del pasado; contemplación del presente; coraje para indicar el camino hacia el futuro. Y el Señor siempre ha custodiado a su pueblo, con los profetas, en los momentos difíciles, en los momentos en los cuales el Pueblo estaba desalentado o destruido, cuando no había Templo, cuando Jerusalén estaba bajo el poder de los enemigos, cuando el pueblo se preguntaba dentro de sí: ‘¡Pero Señor tú nos has prometido esto! Y ahora ¿qué pasa?’”.

Es aquello que “sucedió en el corazón de la Virgen –prosiguió el Obispo de Roma - cuando estaba al pie de la Cruz”. En estos momentos “es necesaria la intervención del profeta. Y no siempre el profeta es acogido, tantas veces es rechazado. El mismo Jesús dice a los Fariseos que sus padres han asesinado a los profetas, porque decían cosas que no eran agradables: ¡decían la verdad, recordaban la promesa! Y cuando en el pueblo de Dios falta la profecía – observó Francisco- falta algo: ¡falta la vida del Señor!”.

"Cuando no hay la profecía la fuerza cae sobre la legalidad”, el legalismo tiene la ventaja. Así, en el Evangelio los “sacerdotes fueron a Jesús a pedirle la tarjeta de legalidad: ‘¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¡Nosotros somos los dueños del Templo!’”. “No entendían las profecías. ¡Habían olvidado la promesa! No sabían leer las señales del momento, no tenían ni ojos penetrantes, ni escuchado acerca la Palabra de Dios: ¡tenían sólo la autoridad!”:

“Cuando en el pueblo de Dios no hay profecía, el vacío que esto deja es ocupado por el clericalismo: es precisamente este clericalismo que interpela a Jesús: ‘¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Con qué legalidad?’. Y la memoria de la promesa y la esperanza de ir adelante se reducen sólo al presente: en el pasado, ni futuro de esperanza. El presente es legal: si es legal vas adelante”.

Pero cuando reina el legalismo, la Palabra de Dios no existe y el pueblo de Dios que cree, llora en su corazón, porque no encuentra al Señor: le falta la profecía.

Llora “como lloraba la mamá Ana, la mamá de Samuel, pidiendo la fecundidad del pueblo, la fecundidad que viene de la fuerza de Dios, cuando Él nos despierta la memoria de su promesa y nos empuja hacia el futuro, con la esperanza. ¡Este es el profeta! Este es el hombre del ojo penetrante y que oye las palabras de Dios”:

“Que nuestra oración en estos días, en los que nos preparamos a la Navidad del Señor, sea: ‘¡Señor, que en tu pueblo no falten los profetas!’. Todos nosotros bautizados somos profetas. ‘Señor, que no olvidemos tu promesa! ¡Que no nos cansemos de ir adelante! ¡Que no nos cerremos en las legalidades que cierran las puertas! Señor, libra a tu pueblo del espíritu del clericalismo y ayúdalo con el espíritu de profecía’”.

Retomar la comunicación en la familia

Ángelus del Papa, 29 de diciembre de 2019

En la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret el Papa Francisco se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, para rezar junto con los fieles y peregrinos la oración mariana del Ángelus. A María, “Reina de la familia”, encomendó a todas las familias del mundo, especialmente a las probadas por el sufrimiento o el malestar.

En su meditación antes del rezo mariano, fue puesta de manifiesto la obediencia de María, la de José y la del mismo Jesús, que es “la voluntad del Padre”. Ellos, dijo el Pontífice, adhirieron “libre y responsablemente” al proyecto de Dios. La Sagrada Familia de Nazaret “estuvo totalmente disponible a la voluntad de Dios”.

La obediencia en la docilidad de María
Centrándose en cada uno de los miembros de esta familia, el Santo Padre destacó primeramente la “docilidad” de María a la acción del Espíritu Santo, que le pide que se convierta en la Madre del Mesías:

María, como toda joven mujer de su tiempo, estaba a punto de realizar su proyecto de vida, es decir, casarse con José. Pero cuando se da cuenta de que Dios la llama a una misión particular, no duda en proclamarse su "sierva" (cf. Lc 1,38).

El Papa señaló que de María, Jesús exalta su grandeza, y lo hace “no tanto por su papel de madre, sino por su obediencia a Dios”. Aun cuando Ella “no comprende plenamente los acontecimientos que la involucran”, en silencio “medita, reflexiona y adora la iniciativa divina”. Y su presencia al pie de la Cruz “consagra” esta disponibilidad total suya.

La obediencia en la acción de José
De José, Francisco resaltó su obediencia en la acción, puesto que el Evangelio “no nos deja ni una sola palabra”, porque “él no habla, sino que actúa obedeciendo”. José es “el hombre del silencio, el hombre de la obediencia”, dijo. Y recordó que la página del Evangelio del día (cf. Mt 2,13-15.19-23) alude bien tres veces a la obediencia del "justo José", quien “bajo la guía de Dios, representado por el ángel” “aleja a su familia de las amenazas de Herodes y la salva”.

De este modo la Sagrada Familia se solidariza con todas las familias del mundo que se ven obligadas al exilio; se solidariza con todos aquellos que se ven constreñidos a abandonar su propia tierra a causa de la represión, de la violencia y de la guerra.

Jesús, la voluntad del Padre
“Finalmente, - continuó el Papa - la tercera persona de la Sagrada Familia, Jesús. Él es la voluntad del Padre: en Él – dice san Pablo – no hubo ni 'sí' y 'no', sino sólo 'sí'".  (cf. 2 Co 1,19).

Francisco señaló que la obediencia de Jesús “se manifestó en muchos momentos de su vida terrenal”, y puso como ejemplo el episodio en el templo, cuando sus padres, angustiados, lo buscaban. A ellos Jesús respondió: "¿No saben que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre” (Lc 2,49). También recordó el constante repetir del Maestro: "Mi alimento es hacer la voluntad de Aquel que me ha enviado". Y su oración en el Huerto de los Olivos: "Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, que se cumpla tu voluntad" (Mt 26,42).

Todos estos eventos – aseguró el Santo Padre – son la realización perfecta de las mismas palabras de Cristo que dice: "Tú no has querido ni sacrificio ni ofrenda [...]. Entonces he aquí que vengo [...] a hacer, oh Dios, tu voluntad" (Heb 10.5-7; Sal 40.7-9).

Es necesario retomar la comunicación en la familia
María, José y Jesús “rezaban, trabajaban, se comunicaban”, continuó diciendo el Papa, y, he aquí que la pregunta que le surgió espontánea en este día fue: “¿tú, en tu familia, sabes comunicarte, o eres como esos chicos en que la mesa, cada uno con el teléfono móvil, está chateando?”.

Debemos retomar la comunicación en familia: los padres con los hijos, con los abuelos, los hermanos entre sí... Es una tarea que hay que hacer hoy, precisamente en el Día de la Sagrada Familia.

La Sagrada Familia de Nazaret, respuesta “coral” a la voluntad del Padre
La Sagrada Familia de Nazaret representa "una respuesta coral a la voluntad del Padre”: ellos se ayudan recíprocamente a realizar el proyecto de Dios, rezando, trabajando y comunicándose. "Que ellos -concluyó el Papa en su reflexión de hoy, - sean modelo para nuestras familias, a fin de que padres e hijos se sostengan mutuamente en la adhesión al Evangelio, fundamento de la santidad de la familia”.

Encomendamos a María "Reina de la familia" a todas las familias del mundo, especialmente a las que están extenuadas por el sufrimiento o las dificultades, e invocamos sobre ellas la protección divina.

Se termina el año...

Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios.

El tiempo pasa volando. Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.

El día de hoy podríamos considerar tres cosas:
a) El tiempo pasa.
b) La muerte se acerca.
c) La eternidad nos espera.

La muerte se acerca. Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho? Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me pesará haber hecho.

La eternidad nos espera. Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va durar muy poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen, etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es el alma espiritual e inmortal.

Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio de destino.

Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado.

Hoy es el momento de hacer balance. No sólo económico, sino también espiritual y moral.

Hagamos examen del año que termina.

Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría.

Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya no es posible. Lo escrito, escrito está.

Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a escribir en él?

Que al finalizar el año 2016, podamos besar con alegría cada una de sus páginas.

Que no haya páginas negras que deseemos arrancar.

Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros.

Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno.

Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con alegría todo lo que hemos escrito.

También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el bien.

Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se recuperarán.

Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que termina.

De la paciencia que Dios a tenido con nosotros.

Y de su gran misericordia.
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Adios a la noche vieja Balance de fin de año. Sugerencias para despedir la Noche Vieja.

Adiós a la Noche Vieja

¿Qué me traerá el año que comienza? ¡Lo que Tú quieras, Señor!

Balance de fin de año
En fin de año se reunen las familias cristianas, para despedir juntos el año que termina y recibir el que empieza.
Es una oportunidad para hacer un balance de nuestra vida y reflexionar en lo que hemos hecho y lo que dejamos de hacer.

Debemos ir a la Iglesia a dar gracias a Dios por el año que termina y pedir ayuda para el año que comienza.

En familia, se puede platicar acerca de cómo ha sido el año para cada uno y los propósitos que se tienen para el próximo.

Algunas pautas para reflexionar :

  • -¿Qué cosas buenas he hecho este año para mí?
  • -¿Qué obras buenas he hecho por los demás?
  • -¿Con qué no cumplí de la mejor manera?
  • -¿ En qué puedo mejorar mi vida?
  • -¿Cuánto aumentó mi amor a Dios y a la Iglesia?
  • -¿Cómo he cumplido con mi vocación (como hijo de familia, como padre defamilia, como esposo, como cristiano?
  • -¿Qué propósitos tengo para el siguiente año?
  • Sugerencias para despedir la Noche Vieja:

Cada miembro de la familia escribe en un papel la actitud que va a tratar de mejorar el próximo año, después queman todos los papeles juntos, en una fogata.
También, pueden decir en voz alta a lo que se comprometen, como miembro de la Iglesia, para hacer que Cristo esté cada día más presente en la comunidad.

Para leer en familia

a) Al despedir el Año Viejo.

Hoy terminas de escribir un capítulo más de la historia de tu vida.
Cuando naciste, este libro era todo tuyo. Te lo puso Dios en tus manos. Podías escribir en él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una aventura, una blasfemia, o una oración. Podías… ahora ya no puedes, ya no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios.

Te lo va a leer Dios, en el día mismo en que te mueras, con todos sus detalles. Ya no puedes corregirlo, ha pasado al dominio de la eternidad.

Piensa unos momentos en esta Noche Vieja. Toma tu libro y hojéalo despacio. Deja pasar sus páginas entre tus manos y entre tu conciencia. ¡Ten el gusto de leerlo a ti mismo!

Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo, no te olvides de que uno de tus mejores maestros, si tienes la conciencia bien formada, eres tú mismo.
Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. ¡No!... ¡no intentes arrancarlas!, es inútil. Ten valor para leerlas. Son Tuyas.

No puedes arrancarlas… pero puedes anularlas cuando escribas las páginas siguientes. Si lo haces así, seguramente Dios las pasará de corrido cuando lea tu libro en tu último día.
Lee tu libro esta Noche Vieja. Hay en él trozos enteros de ti mismo.

Es un drama apasionante en el cual, el primer personaje eres tú: Tú en escena con Dios, con los hombres, con la vida. Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libertad sobre la superficie inmensa y movediza del mundo.

Es un libro misterioso que en su mayor parte, la más interesante, no puede leerlo nadie más que tú y Dios.

Esta noche, cuando hayas terminado de leerlo… si te dan ganas de besarlo, bésalo. Si te dan ganas de llorar, llora fuerte sobre tu libro viejo, pero sobre todo… reza sobre tu libro viejo. Tómalo entre tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios sólo dos palabras: “gracias” y “perdón”.

Después, dáselo a Cristo, no importa… así como esté, aunque tenga páginas negras… nunca olvides que Cristo sabe perdonar.
Esta noche, Dios te entregará un libro nuevo. Es todo tuyo. Puedes escribir en él lo que quieras. Escribe el nombre de Jesús en la primera página. Después pídele que no te deje escribir a ti solo. Pídele que te lleve siempre de la mano y del corazón.

b) Oración de agradecimiento

¡Gracias, Señor, por todo lo que en este año me diste!
¡Gracias por los días de sol y los nublados tristes!
¡Gracias por las noches tranquilas y por las inquietas horas obscuras!
¡Gracias por la salud y la enfermedad, por las penas y las alegrías!
¡Gracias por todo lo que me prestaste y después me pediste!
¡Gracias por la sonrisa amable y la mano amiga, por el amor y todo lo hermoso y dulce!
¡Por las flores y las estrellas y la existencia de los niños y de las almas buenas!
¡Gracias por la soledad, por el trabajo, por las dificultades y las lágrimas,
por todo lo que me acercó a Ti más íntimamente!
¡Gracias por tu presencia en el Sagrario y la gracia de tus Sacramentos!
¡Por haberme dejado vivir, gracias Señor!

¿Qué me traerá el año que comienza?

¡Lo que Tú quieras, Señor!
Te pido fe para mirarte en todo; esperanza para no desfallecer; caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera.

Dame paciencia y humildad.

Dame desprendimiento y un olvido total de mí mismo.

Dame, Señor, lo que Tú sabes me conviene y yo no sé pedir: suficientes pruebas que me mantengan fuerte, suficientes tristezas que me mantengan humano, suficientes fracasos que me mantengan humilde, suficiente determinación para hacer cada día mucho mejor que ayer.

¡Que pueda yo amarte cada vez más y hacerte amar por los que me rodean!
¡Derrama, Señor, tus gracias sobre mí y todos los que quiero, para que en este año que empieza, tengamos siempre el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas y el pie dispuesto para extender tu Reino!

Aunque camine por un valle oscuro

El peligro más insidioso para el alma en la noche oscura del espíritu es el de... percatarse de que se trata, precisamente, de la noche oscura

Por: P. Raniero Cantalamessa | Fuente: Predicaciones

Un día, Francisco de Asís exclamó: «Carlo emperador, Orlando y Oliviero, todos los paladines y bravos guerreros que fueron valientes en los combates, persiguiendo a los infieles con mucho sudor y fatiga hasta la muerte, lograron sobre ellos una gloriosa y memorable victoria, y por último estos santos mártires cayeron en batalla por la fe de Cristo. Pero hay muchos que, sólo narrando sus gestas, quieren recibir honor y gloria de los hombres» [1].

En una de sus Admoniciones, el santo explicó lo que había querido decir con aquellas palabras: «Es una gran vergüenza para nosotros, siervos del Señor, el hecho de que los santos actuaron con los hechos y nosotros, relatando y predicando las cosas que ellos hicieron, queramos recibir honor y gloria» [2]. Estas palabras me vienen a la memoria como una austera señal en el momento en que me dispongo a ofrecer la segunda meditación sobre la santidad de Madre Teresa de Calcuta.

1. En la oscuridad de la noche
¿Qué ocurrió después de que Madre Teresa diera su «sí» a la inspiración divina que la llamaba a dejar todo para ponerse al servicio de los más pobres entre los pobres? El mundo ha conocido bien lo que sucedió en torno a ella –la llegada de las primeras compañeras, la aprobación eclesiástica, el vertiginoso desarrollo de sus actividades caritativas--, pero hasta su muerte, nadie ha sabido lo sucedió dentro de ella.

Lo han revelado los diarios personales y las cartas a su director espiritual, hechas públicas con ocasión del proceso de beatificación: «Con el inicio de su nueva vida al servicio de los pobres, una opresiva oscuridad vino sobre ella» [3]. Bastan algunos breves fragmentos para dar una idea de la densidad de las tinieblas en las que se encontró:

«Hay tanta contradicción en mi alma, un profundo anhelo de Dios, tan profundo que hace daño, un sufrimiento continuo –y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin entusiasmo... El cielo no significa nada para mí, me parece un lugar vacío» [4].

No ha sido difícil reconocer inmediatamente en esta experiencia de Madre Teresa un caso clásico de lo que los estudiosos de la mística, detrás de San Juan de la Cruz, suelen llamar la noche oscura del espíritu. Taulero hace una descripción impresionante de esta etapa de la vida espiritual:

«Entonces somos abandonados de tal forma que ya no tenemos conocimiento de Dios y caemos en tal angustia que ya no sabemos si hemos estados en el camino justo, ni sabemos ya si Dios existe o no, o si nosotros mismos estamos vivos o muertos.

De suerte que sobre nosotros cae un dolor tan extraño que nos parece que todo el mundo en su extensión nos oprime. Ya no tenemos ninguna experiencia ni conocimiento de Dios, e incluso todo lo demás nos parece repugnante, de forma que nos parece estar prisioneros entre dos muros» [5].

Todo permite pensar que esta oscuridad acompañó a Madre Teresa hasta la muerte [6], con un breve paréntesis en 1958, durante el cual pudo escribir gozosa: «Hoy mi alma está llena de amor, de alegría indecible y de una ininterrumpida unión de amor» [7]. Si a partir de cierto momento ya no habla casi de ello, no es porque la noche se haya terminado, sino porque ella se ha adaptado a vivir en ésta. No sólo la ha aceptado, sino que reconoce la gracia extraordinaria que encierra para ella.

«He comenzado a amar mi oscuridad, porque creo que ésta es una parte, una pequeñísima parte, de la oscuridad y del sufrimiento en que Jesús vivió en la tierra» [8].

La flor más perfumada de la noche de Madre Teresa es su silencio sobre ésta. Tenía miedo, al hablar de ello, de hacerse notar. Las personas más cercanas a ella no sospecharon nada, hasta el final, de este tormento interior de la Madre. Por orden suya, el director espiritual tuvo que destruir todas sus cartas y si algunas se salvaron es porque él, con permiso de ella, hizo una copia para el arzobispo y futuro cardenal T. Picachy, las cuales se encontraron tras su muerte. El arzobispo, afortunadamente, rechazó la petición que le hizo también a él Madre Teresa de destruirlas.

El peligro más insidioso para el alma en la noche oscura del espíritu es el de... percatarse de que se trata, precisamente, de la noche oscura, de aquello que los grandes místicos vivieron antes de ella y, por lo tanto, formar parte de un círculo de almas elegidas. Con la gracia de Dios, Madre Teresa evitó este riesgo escondiendo a todos su tormento bajo una eterna sonrisa.

«Todo el tiempo sonriendo, dicen de mí las hermanas y la gente. Piensan que mi interior está lleno de fe, confianza y amor... ¡Si sólo supieran cómo mi apariencia gozosa no es sino un manto con el que cubro vacío y miseria!» [9]

Los Padres del desierto dicen: «Por grandes que sean tus penas, tu victoria sobre ellas están en el silencio» [10]. Madre Teresa lo puso en práctica de forma heroica.

2. Madre Teresa de Calcuta y Padre Pío de Pietrelcina
Con ocasión de la canonización de Padre Pío de Pietrelcina, los observadores laicos expresaron el parecer de que la del místico Padre Pío era una santidad arcaica, a diferencia de la de Madre Teresa, la santa de la caridad, que sería una santidad moderna. Ahora descubrimos que también Madre Teresa era una mística (que Padre Pío era también un santo de la caridad bastaba para demostrarlo la obra que él realizó en el «alivio del sufrimiento»).

El error es contraponer estos dos rasgos de la santidad cristiana que vemos, al contrario, con frecuencia unidos admirablemente, esto es, altísima contemplación y intensísima acción. Santa Catalina de Génova, considerada como una de las cimas de la mística, fue desde Pío XII proclamada patrona de los hospitales en Italia por su obra y la de sus discípulos a favor de los enfermos y de los incurables, que recuerda de cerca la de la Madre Teresa en nuestros días.

En un bello artículo, escrito con ocasión de la beatificación, un autor indio define a Madre Teresa como «una hermana para Gandhi» [11]. Ciertamente muchos rasgos reúnen a las dos grandes almas, los dos Mahatma, de la India moderna, pero es aún más justo, creo, ver en Madre Teresa «una hermana para Padre Pío». Les une no sólo la misma veneración de la Iglesia, sino también un mismo ciclón de gloria de parte de la opinión pública mundial. Una se distinguió sobre todo en las obras de misericordia corporales, el otro en las obras de misericordia espirituales. Pero fue precisamente Madre Teresa la que recordó al mundo de hoy que la pobreza peor no es la de los pobres de cosas, sino la de los pobres de Dios, de humanidad y de amor, la pobreza, en suma, del pecado.

El rasgo que más acerca a estos dos santos es, tal vez, precisamente la larga noche oscura en la que vivieron toda la vida. Siempre recordaré la impresión que tuve al leer, en el coro de San Giovanni Rotondo, donde está expuesto en un marco, el relato con el que Padre Pío describía a su padre espiritual el hecho de los estigmas. Él terminaba haciendo suyas las palabras del salmo que dice: «Señor, no me corrijas en tu enojo, en tu furor no me castigues» (Sal 38, 2). Estaba convencido, y esta convicción le acompañó toda la vida, de que los estigmas no eran un signo de predilección y de aceptación de parte de Dios, sino, al contrario, de su rechazo y del justo castigo divino por sus pecados. Fue aquello lo que me abrió los ojos sobre la estatura mística de este hermano mío del que, hasta entonces, me había interesado poco.

Para irradiar luz, estas dos almas tuvieron que pasar la vida en la oscuridad, convencidas, además, de «engañar a la gente». San Gregorio Magno dice que la característica de los hombres superiores es que «en el dolor de la propia tribulación, no descuidan la conveniencia de los demás; y mientras soportan con paciencia las adversidades que les golpean, piensan en enseñar a los demás lo necesario, semejantes en ello a ciertos grandes médicos que, afectados ellos mismos, olvidan sus heridas para atender a los demás» [12]. Esta señal resplandece en grado eminente en la vida de Madre Teresa y de Padre Pío.

3. No sólo purificación
¿Por qué este extraño fenómeno de una noche del espíritu que dura prácticamente toda la vida? Aquí hay algo nuevo respecto a lo que vivieron y explicaron los maestros del pasado, incluido San Juan de la Cruz. Esta noche oscura no se explica con la única idea tradicional de la purificación pasiva, la llamada vía purgativa, que prepara a la vía iluminativa y a la unitiva. Madre Teresa estaba convencida de que se trataba precisamente de esto en su caso; pensaba que su «yo» era particularmente duro de vencer, si Dios se veía obligado a tenerla durante tan largo tiempo en ese estado.

Pero esto no era cierto. La interminable noche de algunos santos modernos es el medio de protección inventado por Dios para los santos de hoy que viven y trabajan constantemente bajo los focos de los medios. Es el traje de amianto para quien debe ir entre las llamas; es el aislante que impide a la corriente eléctrica salir, provocando cortocircuitos...

San Pablo decía: «Para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne» (2 Co 12,7). La espina en la carne, que era el silencio de Dios, se reveló eficacísima para Madre Teresa: la preservó de todo arrobamiento en medio de todo lo que el mundo decía de ella, también en el momento de recoger el premio Nobel de la paz. «El dolor interior que siento –decía— es tan grande que no me afecta nada toda la publicidad y el hablar de la gente».

También esto une a Madre Teresa y a Padre Pío. Un día, Padre Pío, mirando por la ventana a la multitud reunida en la plaza, preguntó maravillado al hermano que tenía al lado: «¿Por qué han venido todos éstos?», y a la respuesta: «Por usted, Padre», se retiró rápidamente suspirando: «Si sólo supieran...».

Pero existe una razón aún mas profunda que explica estas noches que se prolongan durante toda una vida: la imitación de Cristo, la participación en la oscura noche del espíritu que envolvió a Jesús en Getsemaní y en la que murió en el Calvario, gritando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». En la carta apostólica Novo millennio ineunte, a propósito del «rostro doliente» de Cristo, el Papa escribe:

«Ante este misterio, además de la investigación teológica, podemos encontrar una ayuda eficaz en aquel patrimonio que es la «teología vivida» de los Santos. Ellos nos ofrecen unas indicaciones preciosas que permiten acoger más fácilmente la intuición de la fe, y esto gracias a las luces particulares que algunos de ellos han recibido del Espíritu Santo, o incluso a través de la experiencia que ellos mismos han tenido de los terribles estados de prueba que la tradición mística describe como «noche oscura». Muchas veces los Santos han vivido algo semejante a la experiencia de Jesús en la cruz en la paradójica confluencia de felicidad y dolor». [13]

La carta cita la experiencia de Santa Catalina de Siena y de Teresa del Niño Jesús; ahora sabemos que se podría citar también el ejemplo de Madre Teresa. Ella llegó a ver cada vez más claramente su prueba como una respuesta a su deseo de compartir el «Sitio» de Jesús en la cruz:

«Si la pena y el sufrimiento, mi oscuridad y separación te da una gota de consolación, Jesús mío, haz de mí lo que quieras... Imprime en mi alma y vida el sufrimiento de tu corazón. Quiero saciar tu sed con cada gota de sangre que puedas hallar en mí. No te preocupes de volver pronto; estoy dispuesta a esperarte toda la eternidad» [14].

Sería un gran error pensar que la vida de estas personas sea toda sombrío sufrimiento. La Novo millennio ineunte, hemos oído, habla de una «paradójica confluencia de felicidad y dolor». En el fondo del alma, estas personas gozan de una paz y alegría desconocidas para el resto de los hombres, derivadas de la certeza, más fuerte que la duda, de estar en la voluntad de Dios. Santa Catalina de Génova compara el sufrimiento de las almas en este estado al del Purgatorio, y dice que éste «es tan grande que sólo es comparable al del infierno», pero que existe en ellas una «grandísima alegría» que sólo se puede comparar a la de los santos en el Paraíso [15].

La alegría y la serenidad que emanaban del rostro de Madre Teresa no eran una máscara, sino el reflejo de la unión profunda con Dios, en quien vivía su alma. Era ella la que se «engañaba» sobre sí misma, no la gente.

4. Al lado de los ateos
En lugar de santos «arcaicos», los místicos son los más modernos entre los santos. El mundo de hoy conoce una nueva categoría de personas: los ateos de buena fe, aquellos que viven dolorosamente la situación del silencio de Dios, que no creen en Dios pero no se jactan de ello; experimentan más bien la angustia existencial y la falta de sentido de todo; viven también ellos, a su modo, en una noche oscura del espíritu. Albert Camus les llamaba «los santos sin Dios». Los místicos existen sobre todo para ellos; son sus compañeros de viaje y de mesa. Como Jesús, ellos «están sentados a la mesa de los pecadores y han comido con ellos» (Cf. Lc 15,2).

Esto explica la pasión con la que ciertos ateos, una vez que se han convertido, se han lanzado sobre los escritos de los místicos: Claudel, Bernanos, los dos Maritain, L. Bloy, el escritor J.-K. Huysmans y muchos otros sobre los escritos de Angela de Foligno; T. S. Eliot sobre los de Giuliana de Norwich. Allí encontraban el mismo paisaje que habían dejado, pero esta vez iluminado por el sol. Este año se celebra el 50º aniversario de la primera representación de «Esperando a Godot», el drama más representativo del teatro del absurdo, pero pocos saben que su autor, Samuel Beckett, en su tiempo libre leía a San Juan de la Cruz.

La palabra «ateo» puede tener un sentido activo y un sentido pasivo. Puede indicar uno que rechaza a Dios, pero también uno que –al menos así les parece— es rechazado por Dios. En el primer caso, se trata de un ateismo de culpa (cuando no es de buena fe), en el segundo de un ateismo de pena, o de expiación. En este último sentido podemos decir que los místicos, en la noche del espíritu, son los a-teos, los sin Dios. Madre Teresa tiene palabras que nadie habría sospechado en ella:

«Dicen que la pena eterna que sufren las almas en el infierno es la pérdida de Dios... En mi alma yo experimento precisamente esta terrible pena de la pérdida, de Dios que no me quiere, de Dios que no es Dios, de Dios que en realidad no existe. Jesús, te lo ruego, perdona mi blasfemia» [16].

Pero se da cuenta de la naturaleza distinta, de solidaridad y de expiación, de este «ateísmo» suyo:
«Quiero vivir en este mundo tan lejano de Dios y que ha dado la espalda a la luz de Jesús, para ayudar a la gente, cargando con algo de su sufrimiento» [17].

Los místicos han llegado a un paso del mundo donde viven los sin Dios; han experimentado el vértigo de precipitarse hacia abajo. Escribe Madre Teresa a su padre espiritual:
«He estado a punto de decir “no”... Me siento como si algo, un día u otro, se tuviera que romper en mí». «Ruegue por mí, para que yo no rechace a Dios en esta hora. No quiero hacerlo, pero temo que pueda hacerlo» [18].

Por esto los místicos son los evangelizadores ideales en el mundo post-moderno, donde se vive «etsi Deus non daretur», como si Dios no existiera. Recuerdan a los ateos honestos que no están «lejos del reino de Dios»; que les bastaría dar un salto para encontrarse en la orilla de los místicos, pasando de la nada al todo. Tenía razón Karl Rahner al decir: «El cristianismo del futuro, o es místico o no será». Padre Pío y Madre Teresa son la respuesta a este signo de los tiempos. No debemos «desperdiciar» a los santos reduciéndolos a dispensadores de gracias o de buenos ejemplos.

5. Nuestra pequeña noche
Los místicos tienen sin embargo algo que decirnos a los creyentes, y no sólo a los ateos. No son una excepción, o una categoría aparte de cristianos. Muestran más bien, como de forma ampliada, lo que debería ser la plena expansión de la vida de gracia. Una cosa aprendemos especialmente de la noche oscura de los místicos, y en particular de la de Madre Teresa: cómo comportarnos en tiempo de aridez, cuando la oración se convierte en lucha, fatiga, un golpe de la cabeza contra un «muro de lamentación».

No es necesario insistir en la oración de Madre Teresa en todos aquellos años pasados en la oscuridad; la imagen de ella en oración es la que todos tenemos aún ante de los ojos. Una serie de bellísimas oraciones se encuentran entre la herencia más preciosa que ella dejó a sus hijas y a la Iglesia. De Jesús, el evangelista Lucas dice que «sumido en agonía, insistía más en su oración», factus in agonia prolixius orabat (Lc 22,44). Es lo que se observa también en la vida de estas almas.

La aridez en la oración, cuando no es fruto de disipación o de pactos con la carne, sino permisión de Dios, es la forma atenuada y común que adopta la noche oscura en la mayoría de las personas que tienden a la santidad. En esta situación es importante no rendirse y comenzar a omitir la oración para entregarse al trabajo, visto que se consigue bien poco estando en oración. Cuando Dios no está, es importante al menos que su lugar permanezca vacío y que no sea ocupado por algún ídolo, especialmente el que llamamos activismo.

Para impedir que esto ocurra es bueno interrumpir cada rato el trabajo para elevar al menos un pensamiento a Dios, o para sacrificarle sencillamente un poco de tiempo. En tiempo de aridez hay que descubrir un tipo de oración especial que la beata Angela de Foligno definía como la oración forzada y que dice haber practicado ella misma:

«Es bueno y muy agradable a Dios que tú ores con el fervor de la gracia divina, que veles y te fatigues al realizar toda acción buena; pero es más agradable y aceptable al Señor si, faltándote la gracia, no disminuyes tus oraciones, tus vigilias, tus buenas obras. Actúa sin la gracia como lo hacías cuando la poseías... Tú haz tu parte, hijo mío, y Dios hará la suya. La oración forzada, violenta, es muy agradable a Dios» [19].

Esta es una oración que se puede hacer más con el cuerpo que con la mente. Existe una secreta alianza entre la voluntad y el cuerpo y hay que usarla para reducir la mente... a la razón. A menudo, cuando nuestra voluntad no puede ordenar a la mente que tenga o no ciertos pensamientos, puede ordenar al cuerpo: a las rodillas que se doblen, a las manos que se junten, a los labios que se abran y pronuncien algunas palabras, por ejemplo, «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo».

Un místico oriental, Isaac el Sirio, decía: «Cuanto tu corazón está muerto y ya no tenemos la mínima oración ni súplica alguna, cuando Él venga que nos encuentre postrados con el rostro en tierra perpetuamente». Madre Teresa conoció también esta oración «forzada».

«No puedo decirle lo mal que me sentí el otro día; hubo un momento en el que por poco rechacé aceptar. Entonces tomé decididamente el Rosario y lo recé lentamente y con calma, sin meditar ni pensar en nada» [20].

Simplemente permanecer con el cuerpo en la iglesia, o en el lugar elegido para la oración, simplemente estar en oración, es entonces el único modo que queda para continuar siendo perseverantes en la oración. Dios sabe que podríamos ir y hacer cientos de cosas más útiles y que nos agradarían más, pero permanecemos allí, consumimos en blanco el tiempo a Él destinado por nuestro horario o por nuestro propósito.

A un discípulo que se lamentaba continuamente de no poder orar a causa de las distracciones, un anciano monje, al que se había dirigido, le respondió: «Que tu pensamiento vaya donde quiera, ¡pero que tu cuerpo no salga de la celda!» [21]. Es un consejo que también nos sirve a nosotros, cuando nos encontramos en situación de distracciones crónicas que ya no está en nuestras manos poder controlar: que nuestro pensamiento vaya donde quiera, ¡pero que nuestro cuerpo permanezca en oración!

En tiempo de aridez, debemos recordar la dulcísima palabra del Apóstol: «El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza...» (Rm 8,26 s). Él, sin que lo notemos, llena nuestras palabras y nuestros gemidos de deseo de Dios, de humildad, de amor. El Paráclito se convierte, entonces, en la fuerza de nuestra oración «débil», en la luz de nuestra oración apagada; en una palabra, en el alma de nuestra oración. Verdaderamente, como dice la Secuencia, Él «riega lo que es árido», rigat quod est aridum.

Todo esto sucede por fe. Basta que yo diga: «Padre, tu me has regalado el Espíritu de Jesús; formando, por ello, “un solo Espíritu” con Él, yo rezo este salmo, celebro esta Santa Misa, o estoy simplemente en silencio, aquí, en tu presencia. Quiero darte la gloria y la alegría que te daría Jesús, si fuera Él quien te orara aún desde la tierra». Con esta certeza, concluimos nuestra reflexión orando:

«Espíritu Santo, Tú que intercedes en el corazón de los creyentes con gemidos inenarrables, llama al corazón de tantos de nuestros contemporáneos que viven sin Dios y sin esperanza en este mundo. Ilumina la mente de aquellos que en este momento están delineando la fisonomía futura de nuestro continente; hazles comprender que Cristo no es una amenaza para nadie, sino hermano de todos. Que a los pobres, a los pequeños, a los perseguidos y a los excluidos de la Europa de mañana no les sea quitada, con culpable silencio, la garantía que hasta ahora más les ha defendido del arbitrio de los grandes y de la dureza de la vida: el nombre del primero de ellos, ¡Jesús de Nazareth!».

NOTAS
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[1] Leyenda Perusina, 72 (Fuentes Franciscanas, n. 1626)
[2] Admoniciones, VI (FF, n. 155).
[3] Fr. Joseph Neuner, S.J., On Mother Teresa’s Charism, “Review for Religious”, Sept- Oct. 2001, vol. 60, n.5 [En adelante abreviado: JN] (Los documentos citados en esta predicación me los ha puesto amablemente a disposición la Postulación general de la Causa de Madre Teresa).
[4] “There is so much contradiction in my soul, such deep longing for God, so deep that it is painful, a suffering continual - yet not wanted by God, repulsed, empty, no faith, no love, no zeal.... Heaven means nothing to me, it looks like an empty Place” (JN)
Juan Taulero, Homilía 40 ( ed. G. Hofmann, Johannes Tauler, Predigten, Friburgo en Br. 1961, p.305).
[6] Cf. Fr. A. Huart, S.J., Mother Teresa: Joy in the Night, “Review for Religious”, Sept.-Oct. 2001. vol. 60, n.5 [En adelante abreviado AH].
[7] “Today my soul is filled with love, with joy untold, with an unbroken union of love” (JN)
[8] “I have begun to love my darkness for I believe now that it is a part, a very small part, of Jesus’ darkness and pain on earth” (JN).
[9] “The whole time smiling - Sisters and people pass such remarks - they think my faith, trust, and love are filling my very being… Could they but know - and how my cheerfulness is the cloak by which I cover the emptiness and misery” (AH).
[10] Apophtegmata Patrum, Poemen 37 (PG 65, 332).
[11] G. Varangalakudy, A sister for Gandhi, “The Tablett”, 11 octubre 2003, p. 12.
[12] S. Gregorio Magno, Moralia in Job, I,3,40 (PL 75, 619).
[13] NMI, 27
[14] “If my pain and suffering, my darkness and separation give you a drop of consolation, my own Jesus, do with me as you wish… Imprint on my soul and life the suffering of your heart.... I want to satiate your thirst with every single drop of blood that you can find in me.... Please do not take the trouble to return soon. I am ready to wait for you for all eternity” (JN).
[15] Cf. S. Caterina da Genova, Trattato del Purgatorio, 4 (ed. Cassiano Carpaneto da Langasco, Sommersa nella fontana dell’amore. Santa Caterina Fieschi Adorno, vol. 2, Le opere, p. 96; cf. también vol. 1. La vita, pp. 49 s.
[16] “They say people in hell suffer eternal pain because of the loss of God.... In my soul I feel just this terrible pain of loss, of God not wanting me, of God not being God, of God not really existing. Jesus, please forgive the blasphemy” (JN).
[17] “I wish to live in this world which is so far from God, which has turned so much from the light of Jesus, to help them - to take upon myself something of their suffering” (JN).
[18] “I have been on the verge of saying - No … I feel as if something will break in me one day”. “Pray for me that I may not refuse God in this hour - I don’t want to do it, but I am afraid I may do it” (AH).).
[19] Il libro della Beata Angela da Foligno, ed. Quaracchi, Grottaferrata, 1985, p. 576 s.
[20] “The other day I can’t tell you how bad I felt - there was a moment when I nearly refused to accept - deliberately I took the Rosary and very slowly without even meditating or thinking - I said it slowly and calmly” (AH).
[21] Apophtegmi dei Padri, del manuscrito Coislin 126, n. 205 (ed. F. Nau, en “Revue de l’Orient Chrétien” 13, 1908, p. 279.

Una forma realmente católica de despedir el año

Una respuesta llena de fe a las supersticiones y ritos con las muchos inician el año

Una de las cosas más divertidas de la despedida del año viejo –o el recibimiento del nuevo, depende de cómo se mire– es ver la cantidad de rituales que hace la gente. Que si andar con una maleta… o darse un baño de rosas… o vestirse de tal o cual color… o comer 12 uvas… o poner una moneda dentro de tu calzado… todo esto para “despojarse” de la mala suerte y “atraer” la “energía” positiva. ¡Hay que ver las cosas que cree la gente…!!!

Lamento darte la noticia, pero esto no funciona… y, encima de eso, en lugar de comenzar el año “despojado”, lo que haces es añadirle a tu alma el pecado de poner tu confianza en supersticiones en lugar de ponerla en Dios.

Lo sé, el año que termina ha estado duro. Mucha gente perdió sus trabajos y la economía anda por el piso. La violencia y la criminalidad nos arropan. Los gobiernos, en lugar de aliviar la crisis, parecen agravarla. Y la actitud general de la mayoría va desde la desesperanza hasta la desesperación. Ante tal panorama, no en balde se busca algo de qué aferrarse.

Por eso quiero darte la receta del mejor ritual para despedir este año que termina y comenzar el nuevo.

Comienza por ir a visitar al Señor… Muchas Iglesias tienen hoy una Hora Santa para dar gracias por el año que pasó. También puedes ir a visitarlo al Sagrario, Él siempre está allí esperándonos. Si puedes asistir a Misa y recibirlo en la Eucaristía, ¡mejor!

Un examen de conciencia exhaustivo te vendría bien. Si puedes completarlo con una buena Confesión, ¡perfecto! Así comienzas el próximo año en gracia y con el alma limpiecita. (Recuerda que si estás en pecado, la Confesión debe venir primero que la Comunión.)

Ten fe… y junto con la fe vienen la confianza, la esperanza y la caridad. Cree en Dios y, sobre todo, créele a Dios. Las Escrituras están llenas de Palabras maravillosas que van dirigidas a ti. ¡Créelas! Dios te ama, te conoce desde el vientre de tu madre, te tiene tatuado en la palma de su mano, no cae uno de tus cabellos sin que Él lo permita… abandónate en Él y proponte hacer su Voluntad. Te prometo que todo marchará sobre ruedas si lo haces.

Abraza a tu esposa/o, a tus hijos, a tus padres, a tus amigos… abrázales y diles que los amas. Que tus palabras broten del fondo de tu corazón, que sean tan sólidas que casi puedan cogerse con la mano. Y no olvides sonreír. La alegría es contagiosa y si tú estás alegre, las personas a tu alrededor también lo estarán.

Hazte el propósito de ser mejor en el próximo año… pero, al contrario de la sociedad que nos rodea, este próximo año no será mejor si progresamos económicamente, sino si hemos crecido en el amor a Dios… si hemos sido mejores esposos, mejores padres, mejores hijos, mejores amigos: en fin, será un año bueno si al final podemos decir que somos mejores seres humanos.

¡Muchas felicidades… y que Dios te bendiga! 

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