Él se levantó y lo siguió
- 18 Enero 2020
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Mártir, 18 de enero
Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Prisca (o Priscila), nombre bajo el cual fue dedicada la basílica edificada en la colina del Aventino (antes de 499).
Etimológicamente: Prisca = “antigua”. Viene de la lengua latina.
Breve Biografía
La passio -que data a lo más del siglo X- carece de verdadero valor histórico, pero es interesante leer, nos dice que Prisca era una niña de 13 años –para la ley romana, una adulta ya- que fue detenida entre un numeroso grupo de cristianos durante la persecución del emperador Claudio II (año 269). El emperador, al verla de tan corta edad, creyó fácil vencerla y la llevó al templo de Apolo para que le quemara incienso en ofrenda. Pero aunque fue abofeteada hasta que le sangró la boca, no tomó el incienso que debía ofrendar.
Fue luego encarcelada en una celda rodeada de criminales que la molestaron todo el tiempo, pero eso tampoco logró abatirla.
Posteriormente la torturaron quemándola con antorchas y aceite hirviendo, pero ante las protestas de la gente, el emperador mandó encerrarla de nuevo. Durante la noche recibió visitas de sus padres y parientes, que en vano le suplicaron que se salvara. Fue torturada de nuevo, quemada con grasa derretida, desgarrada con uñas de acero, azotada con cuerdas emplomadas y descoyuntada en el potro. La echaron a los leones y éstos no la tocaron, la colgaron por encima de una hoguera y no se quemó.
Finalmente la llevaron a las afueras de Roma, en la Vía Ostia, y allí fue decapitada. Fue enterrada en las catacumbas de esa zona, que pasaron a llamarse catacumbas de Santa Priscila.
Las evidencias históricas
Dejando aparte el relato del martirio, que diferencia claramente a una niña mártir romana de nombre Prisca, los documentos más antiguos crean confusiones con una tal Priscila, hasta el punto de hacer creer que hay tres personas distintas llamadas Prisca: una, titular de una iglesia en el Aventino, como dice un epígrafe funerario del siglo V: “Adeodatus presb. Tit. Priscae” (Adeodato, presbítero del título de Prisca). A esta se la llama “fundadora” según los sínodos romanos de 499 y 595. ¿Sería una matrona romana?
En el siglo VIII, esta Prisca pasa a ser confundida con la mujer de Aquila, a quien San Pablo menciona en varias de sus epístolas. Este matrimonio también tenía una iglesia dedicada en Roma.
Y una tercera Prisca es recordada en los Itinerarios del siglo VIII, situada en las catacumbas de Santa Priscila –es muy probable que el lío Prisca-Priscila venga de aquí, cuando en origen son nombres totalmente distintos que simplemente se parecen-. Lo mismo hace el Sacramentario Gregoriano, recordándola el 18 de enero. ¿Sería ésta la mártir?
En cuanto a ella, ya hemos dicho que tiene una iglesia en el Aventino –en cuya “confesión” del altar mayor está ubicada la urna de madera con sus restos- y que debajo apareció una casa romana. La leyenda dice que en ella se hospedó San Pedro y se conserva una antigua pila bautismal donde bautizaba –de hecho allá hay una pintura donde aparece bautizando a Santa Prisca, la matrona romana, tenida por la mártir- pero sin ningún fundamento histórico.
A Priscila, esposa de Aquila, la inscribió Baronio en el Martirologio Romano a 16 de enero, basándose en el Martirologio Jeronimiano. Pero esta Priscila es confundida constantemente entre la mujer de Aquila y la matrona romana y “fundadora” de las catacumbas que llevan su nombre en Roma. A día de hoy, eso es un problema sin resolver.
Lo que si es evidente es que a pesar de lo infundado de su passio, Prisca la mártir, tiene su iglesia y tiene sus reliquias, así como un culto muy temprano.
¡Felicidades a las que lleven este nombre!
“No hay soledad más triste y afligida que la de un hombre sin amigos, sin los cuales el mundo es desierto; el que es incapaz de amistad, más tiene de bestia que de hombre” ( Francis Bacon).
Santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17. Sábado I del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, abre mi corazón para descubrir qué es lo que quieres de mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 2, 13-17
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”.
Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, en el Evangelio, Jesús nos sorprende nuevamente. Llama a Leví, quién será conocido en la Iglesia como el evangelista san Mateo, a una vida nueva. Lo llama a darlo todo, a dejarlo todo para una gran misión. San Marcos narra que Jesús vio a Mateo «sentado al mostrador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Se levantó y lo siguió.» (Mc 2, 14). ¡Verdaderamente increíble! ¿Cómo habrá sido la fuerza de la presencia de Jesucristo que Mateo inmediatamente fue capaz de dejar sus monedas y su fama para seguirlo a Él?
Caravaggio pintó esta misma escena, La Vocación de Mateo, en el año 1600. Actualmente esta famosa pintura se encuentra en la Iglesia de San Luis de los Franceses en la ciudad de Roma. Caravaggio pinta a Jesús del lado derecho que está llamando a Mateo (tercero de izquierda a derecha). Si fijas bien tu mirada en Mateo, percibirás que la ropa que está usando no corresponde a la del tiempo de Cristo, sino que es una vestimenta del siglo XVII, cuando fue pintado este cuadro de estilo barroco. Creo que este pequeño detalle nos dice mucho. Cristo no sólo llamó en Israel a sus apóstoles hace 2000 años, también llama en la actualidad. Sí, el mismo Cristo también te llama a ti, que usas ropa del siglo XXI. Cristo te tiene una misión personal a la que te llama para transformar el mundo.
Ahora en este momento de oración pregúntale a Jesús: «Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Qué misión me tienes encomendada? ¿Qué me pides hoy para llevar tu amor a todos los rincones de la tierra?».
«El Señor nos llama por nuestros nombres y nos dice: ¡Sígueme! No para hacernos correr detrás de espejismos, sino para transformarnos a cada uno en discípulos-misioneros aquí y ahora. Él es el primero en desmentir todas las voces que buscan adormeceros, domesticaros, anestesiaros o silenciaros para que no busquéis nuevos horizontes. Con Jesús siempre hay nuevos horizontes. El nos quiere transformar a todos y hacer de nuestra vida una misión. Pero nos pide una cosa, nos pide que no tengamos miedo a ensuciarnos las manos, de no tener miedo de ensuciarnos las manos». (Discurso de S.S. Francisco, 7 de septiembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Entregarlo todo, sin reservas, en la misión que Dios me pide.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Nuestro deber de pagar impuestos al Estado y el derecho consecuente de éste de aplicarlos en la consecución del Bien Común.
Nos disponemos a abordar un tema, cuanto menos polémico, y sobre todo muy cuestionado tanto en el ámbito personal como empresarial. La cuestión tributaria. Nuestro deber de pagar impuestos al Estado y el derecho consecuente de éste de aplicarlos en la consecución del Bien Común.
Vamos a ver, no en este artículo sino en una serie de ellos, el planteamiento de la eticidad de los impuestos, su fundamentación en el derecho y qué nos dice la Doctrina Social de la Iglesia al respecto.
El tema es interesante de por sí, -polémico como ya anunciaba- y de gran relevancia social por los continuos cuestionamientos que plantea:
a) Cuestionamiento descendente: al Gobierno y al Estado, tantas veces incapaz de aplicar una equitativa legislación tributaria (debido a la masificación de la informalidad empresarial y laboral) que lleva a muchos a preguntarse si es justo pagar impuestos y cumplir con una ley tributaria que sobrecarga a los pocos que buscan honradamente cumplir sus compromisos, en compensación de los muchos que evaden su observancia.
Cuestionamiento también que se extiende al deber de cumplir con una ley de por sí injusta, desde el momento en que se constata que los beneficios fiscales no redundan propiamente en el Bien Común, que son el fin para el que son imperados.
Estamos aquí en la consideración de la Justicia Distributiva.
b) Cuestionamiento también ascendente: a los ciudadanos, a las sociedades, corporaciones, pequeñas y medianas empresas, grandes Holdings, etc… que –en un afán egoísta de lucro incondicionado- no se sienten identificados con la llamada justicia legal y conmutativa, faltando así a sus deberes con la sociedad y el Estado, provocando en no pocos casos la quiebra del sistema social y político ante la imposibilidad del gobierno de turno de garantizar los servicios mínimos y potenciar un desarrollo armónico y equilibrado.
Como preámbulo necesario tendremos que ver, siquiera someramente, el tema de la Justicia (tanto la justicia distributiva, como la justicia legal y la justicia conmutativa) todas son premisas necesarias para entender bien la cuestión tributaria en su fundamento como derecho humano y virtud cristiana.
Buscaremos definir los concepto y determinar sus objetos. Analizar los derechos y deberes de la persona (natural y jurídica) como miembro y parte de la sociedad. Y ver sus exigencias éticas.
Finalmente, estaremos en condiciones de tener una visión adecuada y hacer un análisis profundo de la cuestión tributaria que nos lleve a la práctica justa en nuestras empresas. Al tiempo que contaremos con los elementos necesarios para emitir un juicio de valor y una crítica constructiva al Gobierno, al Estado y a la Sociedad.
En este sentido, nos ilustrará la misma historia: un repaso de las sociedades antiguas, el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, las acotaciones de los Evangelios y las Cartas Apostólicas, las enseñanzas de los Santos Padres de la Iglesia, la doctrina de los teólogos, las enseñanzas del Magisterio, … Todo ello nos llevará a entender bien la naturaleza misma de los “tributos”, juzgar su moralidad, y definirlos adecuadamente.
Como ven nos adentramos en un tema tan vasto que nos tomará varias semanas, me atrevo a augurar varios meses, para un análisis que espero de su interés. Sé que esta presentación es sólo enunciativa y que más que resolver alguna duda, habrá generado más incertidumbre en algunas conciencias. Sepan que no es mi intención esta última, y que si perseveran hasta el final tendrán respuestas a todo. Les adelanto que las primeras entregas serán un poco más áridas sin dejar de ser interesantes, pero fundamentales para poder emitir ese juicio ético que todos esperamos poder dar.
¿Debemos pagar impuestos? ¿En qué medida? ¿Es justo pagar lo que me impone el sistema? ¿podemos o debemos incumplir nuestros pagos? ¿es justa la ley tributaria?... Estas y muchas más preguntas tendrán respuestas seguras como pago a tu paciencia.
Sólo a modo de preámbulo de lo que viene, te dejo estas frases que sin duda generarán tu interés por saber más:
Jesús afirma: “dar al César lo que es del César…” pero también afirma que sólo deben pagar tributo los “extraños”, no los “hijos”. Jesús lo paga para “no escandalizarlos”. (Mt. 17,24-27).
San Pablo, en su carta a los romanos: “Pagad a todos los que debáis; a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana…” (Rom.13,6-7)
La injusticia del sistema tributario, parece deducirse de la mención de Zaqueo… (Lc.19,8-10).
Existe, conforme al Magisterio de la Iglesia lo que llamaremos: “objeción fiscal de conciencia”… Juan Pablo II dice: “no sean víctimas de la imposición tributaria…” (Juan Pablo II. Discurso a los participantes en un congreso para la “Confédération Fiscale Européenne”. 7-Noviembre-1980)
El mismo Santo Tomás de Aquino enseña en la Summa Teologica: “No es lícito obedecer las leyes humanas… cuando la ley impone un gravamen injusto a los súbditos” (S.Th.,I-II, q.96, a.4 ad 2-3)
Eticidad de los impuestos (II)
Es necesario después de las premisas y la propuesta hecha los días pasados, empezar por un análisis, que si bien no será exhaustivo, si lo suficientemente profundo, como para tener una visualización precisa y situar como corresponde a nivel ético el tema tributario que nos ocupa: esto es dentro del campo de la Justicia.
Pero antes de entrar en una valoración de los distintos tipos de justicia –distributiva, legal y conmutativa– quisiera tener una breve reflexión general sobre el tema de la Justicia y su posicionamiento en el estudio ético contemporáneo.
Es obvio que los gobiernos (los gobernantes) tienen hacia los ciudadanos una obligaciones éticas que demandan un régimen jurídico “justo” que garantice los derechos de cada uno de ellos. Algo tan obvio, no obstante, es cuestionado hoy en muchos países que se dicen democráticos y desarrollados, pues la Justicia, que fundamenta sus pilares en la verdad y bien “absolutos”, no es –como debiera ser– el referente constante. Sí, en cambio, intereses parciales, y políticas de consenso que hacen que las leyes determinen lo que deba ser justo y bueno a conveniencia.
Por su parte, todo ciudadano debe también atender a las obligaciones morales que derivan de su condición de miembro de la sociedad, tanto en el cumplimiento de las leyes justas, como en la obligación de responder de modo positivo a los intereses de la vida pública.
Estas relaciones justas en el ejercicio de la autoridad frente a los ciudadanos (que se define en la justicia distributiva) como de éstos en relación con el bien común de la sociedad (justicia legal), son el objeto ahora de nuestro análisis.
La Iglesia, considera el tema de crucial interés y actualidad, y de hecho a través de su Magisterio ha tenido reiteradas llamadas de atención acerca de los comportamientos morales en la vida social. Ya el Concilio afirmaba:
“La Iglesia, en el transcurso de los siglos, a la luz del Evangelio, ha concretado los principios de justicia y equidad exigidos por la recta razón tanto en orden a la vida individual y social como en orden a la vida internacional…” (GS,63)
Y Juan Pablo II, de feliz memoria, nos recordaba en uno de sus discursos: “…Con este sentido evangélico de la justicia ante los ojos, debemos considerarla al mismo tiempo dimensión fundamental de la vida humana en la tierra: la vida del hombre, de la sociedad, de la humanidad. Esta es la dimensión ética. La justicia es principio fundamental del la existencia y coexistencia de los hombres, como asimismo de las comunidades humanas, de las sociedades y los pueblos.
Además, la justicia es principio de la existencial de la Iglesia en cuanto Pueblo de Dios, y principio de coexistencia de la Iglesia y las varias estructuras sociales, en particular el Estado y también las Organizaciones Internacionales. En este terreno extenso y diferenciado, el hombre y la humanidad buscan continuamente justicia; es éste un proceso perenne y una tarea de importancia suma.” (Audiencia General, 8 Noviembre 1978).
El tema adquiere especial relevancia hoy día, porque a pesar de los sistemas de gobierno democráticos, los dirigentes politicos invaden cada vez con más frecuencia el ámbito de la vida personal de los ciudadanos, legislando sobre aspectos de “derecho natural”. Y también porque los ciudadanos mismos eluden reiteradamente las exigencias de los deberes sociales, de forma que de continuo se conculcan las leyes que miran al bien común, tales como la contribución fiscal, el cuidado de los bienes de la naturaleza, o las simples normas de tráfico…
El tema de la justicia está estrechamente ligado, como veremos al tema de la autoridad, que no al solo ejercicio del poder, que cuando no tiene ese referente a la justicia y al bien común, se convierte en tiranía. Al respecto nos puede ayudar la reflexión del Catecismo de la Iglesia Católica cuando define la autoridad: “Una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes, investidos de legítima autoridad, que defiendan las instituciones y consagren, en la medida suficiente, su actividad y sus desvelos al provecho común del país.
Se llama “autoridad” la cualidad en virtud de la cual personas o instituciones dan leyes y órdenes a los hombres y esperan la correspondiente obediencia. Toda la comunidad humana necesita una autoridad que la rija… Su misión consiste en asegurar en cuanto sea posible el bien común de la sociedad” (Catecismo Igl. Cat., 1897-1898).
Pero, ¿qué es realmente la justicia? Recurro al Compendio de Doctrina social de la Iglesia que creo que recoge una de las definiciones más completas de la misma:
“La justicia es un valor que acompaña al ejercicio de la correspondiente virtud moral cardinal. Según su formulación más clásica, «consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido». Desde el punto de vista subjetivo, la justicia se traduce en la actitud determinada por la voluntad de reconocer al otro como persona, mientras que desde el punto de vista objetivo, constituye el criterio determinante de la moralidad en el ámbito intersubjetivo y social.” (Comp. DSI, 201)
El tema de la justicia resulta particularmente importante en el contexto actual, en el que –como decíamos antes– el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, a pesar de las proclamaciones de propósitos, está seriamente amenazado por la difundida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de la utilidad y del tener. La justicia, desde estos criterios se relativiza, y se convierte en un nuevo constructo social, sometida a la convención humana y determinada por la ley.
Tan sólo una visión plena del hombre, y en consecuencia de la sociedad, nos permitirá superar esta visión contractual de la justicia, reductiva y limitada, y abrirla al horizonte de la solidaridad y del amor.
Introducido el tema de fondo de la Justicia, estamos ya en condición de analizar de un modo más conciso, sus distintos tipos, como base para la valoración ética de los tributos.
La eticidad de los impuestos (III)
La Justicia Distributiva:
Tras la presentación generalizada del tema que hacíamos los dias anteriores, es preciso profundizar ahora y matizar algunos aspectos en relación con este tipo de justicia, la que determina la inferencia de los órganos del Estado con toda la sociedad.
La Justicia distributiva demanda el reconocimiento de los derechos que corresponden a cada ciudadano en la convivencia social.
Garantizando que sea justo el reparto de cargas y privilegios, de ayudas y obligaciones que a cada miembro de la sociedad le son debidas. Es así que el Estado debe velar por su cumplimiento, y en los estados democráticos, los ciudadanos deben contar con recursos jurídicos para proteger y reclamar estos derechos.
Una definición clásica de Justicia distributiva sería: “ordo totius ad partem”, las relaciones del todo social con los individuos. Los gobernantes, que representan a la sociedad, deben ser los administradores que den a los individuos lo que en justicia les es debido, y gestionar el bien común.
Un gran riesgo de la justicia distributiva puede llegar a ser la parcialidad de los gobernantes cuando, antes que el bien común y el derecho de todos los súbditos, contemplan y atienden al bien del partido de turno, o priorizan a un sector de ciudadanos que profesan la misma ideología, y ello en detrimento de los demás... por ello será siempre importante que exista un control de la democracia ejercida por los medios de comunicación social, y sobre todo el ejercicio independiente del poder judicial, que sirve de control del ejecutivo y el legislativo.
¿Cuáles serían las principales exigencias éticas de la justicia distributiva? Es decir, cuáles serían las cualidades que deben acompañar al gobernante?
1.- Competencia: con el fin de que el gobierno sea eficiente y eficaz. Para ello debe rodearse de personas peritas que cubran los distintos ámbitos de competencia.
2.- Responsabilidad: por la grave tarea que conlleva el gobierno de un pueblo. Y cabe mencionar aquí, que la falta de responsabilidad suele acompañar al gobernante cuando es elegido más como reclamo de votos que por su honestidad personal.
3.- Prudencia: Que es la virtud propia de quien gobierna. La “eficacia” en toda gestión de gobierno no debe confundirse con el “oportunismo” que se instrumentaliza con finalidad electoral para obtener votos y seguir perpetuado en el poder.
4.- Desinterés: Quien gobierna debe buscar en todo momento el bien común, nunca intereses personales o de partido. Y es preciso reconocer aquí, que cuando en una nación los partidos políticos juegan un papel excesivo (se “politizan”) es muy difícil estar al margen de la política de partido, lo que va en detrimento de los intereses reales del pueblo.
¿Cuáles son los cometidos fundamentales de la función de gobierno? Velar por la tutela de los derechos de los súbditos y exigir el cumplimiento de sus deberes, y en unos campos privilegiados como son:
1.- La vida y la familia: Porque la vida es el derecho fundamental de toda persona humana, y la familia como institución es la primera célula de la sociedad. De hecho, como nos recuerda el Concilio (GS, 52. y OA, 18) “De la salud moral de la familia depende en buena medida la ética en la vida social”.
2.- La educación: Pues la instrucción debida es el camino seguro para alcanzar la propia perfección tanto del individuo como de la sociedad. (Cfr. GS, 31).
3.- La moralidad pública: Necesaria para alcanzar la recta conducta de los ciudadanos. Y por el contrario, la hipoteca de la ética social es siempre un gran obstáculo para la vida moral de los individuos (Cfr. GS, 74)
4.- El bienestar económico: que es condición indispensable para la paz social. Y ello demanda que se dé un reparto justo en las rentas que constituyen el patrimonio común de la nación. Lo que en lenguaje económico sería una equitativa participación en el “producto nacional bruto” (Cfr. MM, 54-59; GS, 65)
Una tarea fundamental del Gobierno, en el ejercicio de esta justicia distributiva y que tiene especial relevancia por el tema tributario que nos ocupa sería la “justa distribución del bien común”. Es decir, la justa distribución de cargas e impuestos de modo que se corresponda con la situación real económica de cada grupo social y no recaiga de un modo desigual. En ningún caso debe gravar las clases socialmente más necesitadas (Cfr. GS, 26).
Y no podemos olvidar, la relevancia de la “promulgación de leyes justas”, pues a esto se podría reducir la misión fundamental del gobernante: legislar con justicia. Y de hecho, la promulgación de leyes injustas, no sólo mermarían la legitimidad de un régimen político, sino que contrarrestarían su potestad invalidando toda su autoridad.
Por último, ¿Cuáles serían las principales faltas (nosotros diremos “pecados”) contra la justicia distributiva?
1.- La tiranía o cualquier forma de abuso de poder. La inobservancia de las leyes o constituciones democráticas en base a las cuales se les confirió la potestad de gobierno. Es especialmente peligroso cuando los partidos alcanzan mayoría absoluta parlamentaria, pues es fácil eludir a las minorías...
2.- El incumplimiento de las promesas electorales. Máxime si hubo engaño y las promesas sólo fueron vanas ofertas electoralistas con el fin de obtener votos.
3.- Arbitrariedad en el ejercicio del gobierno. Donde entran sobre todo los partidismos políticos, donde la ideología prima sobre el bien común y los derechos generales. Aquí entraría el tema clásico de la “acepción de personas” o “tráfico de influencias”, en orden a conceder los cargos públicos.
4.- En el campo jurídico, la promulgación de leyes, reglamentos, normativas, etc... injutas, o emitidas en favor de intereses privados o personales. Así como también cuando se fomenta el incumplimiento de las normas o leyes vigentes mediante el “soborno”.
Hemos expuesto lo fundamental sobre la justicia distributiva que nos permitirá entrar mejor en el tema de la eticidad tributaria, puesto que nos sirve de base para entender la función del Gobierno, sus obligaciones con los súbditos, para en base a ello juzgar cómo debemos responder a nuestras obligaciones para con el Estado.
Lo esencial de la vida es nuestra relación con Dios
Homilía del Papa Francisco en Santa Marta. 17 de enero de 2020
El pasaje de hoy, tomado del Evangelio según San Marcos, presenta un episodio de la sanación de un paralítico por parte de Jesús. Jesús está en Cafarnaún y la multitud se reúne a su alrededor. A través de una abertura hecha en el techo de la casa, algunos le traen un hombre acostado en una camilla. La esperanza es que Jesús cure al paralítico, pero despacha a todos diciendo: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Sólo entonces le ordenará que se levante, tome la camilla y se vaya a casa. El Papa Francisco en la homilía comentó que con sus palabras Jesús nos permite ir a lo esencial. "Es un hombre de Dios", dice, sanó, pero no era un sanador, enseñaba, pero era más que un maestro y frente a la escena que se le presenta va a lo esencial:
Mira al paralítico y le dice: "Tus pecados están perdonados". La curación física es un regalo, la salud física es un regalo que debemos cuidar. Pero el Señor nos enseña que también la salud del corazón, la salud espiritual, debemos custodiarla.
El temor de ir allí donde está el encuentro con el Señor
Jesús también va a lo esencial con la mujer pecadora, de la que habla el Evangelio, cuando ante su llanto le dice: 'Tus pecados te son perdonados'. Los demás se escandalizan, dice el Papa, "cuando Jesús va a lo esencial, se escandalizan, porque allí está la profecía, la fuerza". De la misma manera, 'Vete, pero no peques más', le dice Jesús al hombre en la piscina que nunca llega a tiempo para bajar a las aguas y ser sanado. A la mujer samaritana que le hace tantas preguntas, "hizo el papel de teóloga", dice el Papa, "Jesús pregunta por su marido". Va a lo esencial de la vida y, dice el Papa, "lo esencial es tu relación con Dios". Y lo olvidamos, muchas veces, como si tuviéramos miedo de ir allí donde está el encuentro con el Señor, con Dios". Nos preocupamos tanto por nuestra salud física, afirma, nos damos consejos sobre médicos y medicinas, y es algo bueno, "¿pero pensamos en la salud del corazón?
Hay una palabra de Jesús que quizás nos ayude: "Hijo, tus pecados están perdonados". ¿Estamos acostumbrados a pensar en esta medicina de perdonar nuestros pecados, nuestros errores? Nos preguntamos: "¿Tengo que pedirle perdón a Dios por algo?" "Sí, sí, sí, en general, todos somos pecadores", y así se diluye y pierde fuerza, este poder de profecía que tiene Jesús cuando va a lo esencial. Y hoy Jesús nos dice a cada uno de nosotros: "Quiero perdonar tus pecados". El perdón es una medicina para la salud del corazón
El Papa continúa diciendo que tal vez alguien no encuentra pecados en sí mismo para confesar porque "hay una falta de conciencia de los pecados". De los "pecados concretos", de las "enfermedades del alma" que deben ser sanadas "y la medicina para sanar es el perdón".
Es algo sencillo que Jesús nos enseña cuando va a lo esencial. Lo esencial es la salud, toda: del cuerpo y del alma. Guardamos bien la del cuerpo, pero también la del alma. Y vamos al Doctor que puede curarnos, que puede perdonar nuestros pecados. Jesús vino para esto, dio su vida por esto.
Meditación del Papa Francisco sobre un tema que a algunos cristianos parece preocupar
Hace pocos días un joven amigo me preguntaba si alabar al Señor eternamente en el Cielo no sería algo muy aburrido, aunque ya le contesté en ese momento, creo oportuno recordar lo que el Papa nos decía hace ya algún tiempo sobre este tema en una de sus homilías en Santa Marta:
Son muchos los cristianos que no conocen la alegría. Si aprendieran a salir de sí mismos y a dar gracias a Dios, "comprenderían realmente esa alegría que nos hace libres". Este fue el núcleo de la homilía del Papa Francisco en la celebración eucarística del 31 de mayo de 2013, fiesta de la Visitación en aquel año.
"Las dos lecturas del día -apuntó el Pontífice refiriéndose a Sofonías (3, 14-18) y al Evangelio de Lucas (1, 39-56)- nos hablan de alegría, de gozo: "alégrate, grita de alegría", dice Sofonías. Gritar de alegría. ¡Es fuerte esto! "El Señor está contigo"; no temas; "no dejes caer los brazos". El Señor es poderoso; se alegrará por ti". Y en el relato evangélico, la alegría caracteriza la visita de María a Isabel. El Papa se fijó en ese "salto del niño en el seno de Isabel", revelado por ésta a María: "He aquí que en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno".
"Todo es alegría. Pero nosotros cristianos -indicó el Obispo de Roma- no estamos muy acostumbrados a hablar de alegría, de gozo. Creo que muchas veces nos gustan más los lamentos. ¿Qué es la alegría? La clave para comprender esta alegría es lo que dice el Evangelio: "Isabel fue colmada de Espíritu Santo". Es el Espíritu Santo quien nos da la alegría".
El Papa habló de otro aspecto de la alegría que nos viene del Espíritu. "Pensemos -dijo- en ese momento en el que la Virgen y san José llevaron a Jesús al templo para cumplir la Ley". Estaban también allí dos ancianos; pero el Evangelio no dice que estos fueron allí para cumplir la Ley, sino más bien impulsados por la "fuerza del Espíritu Santo. El Espíritu les condujo al templo". De modo que, ante Jesús, "hacen una oración de alabanza: éste es el Mesías, ¡bendito sea al Señor! Y hacen también una liturgia espontánea de alegría". Es la fidelidad madurada durante tantos años de espera del Espíritu Santo lo que hace que "este Espíritu venga y les dé la alegría".
"Es precisamente el Espíritu quien nos guía. Él es el autor de la alegría, el creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros, cristianos, no podemos llegar a ser libres. Nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas", constató; en cambio, la alegría cristiana deriva precisamente de la alabanza a Dios. "¿Qué es este alabar a Dios?", se preguntó el Papa. "Alabarle a Él gratuitamente, como es gratuita la gracia que Él nos da" fue su respuesta. Y "la eternidad será esto: alabar a Dios. Pero esto no será aburrido, será bellísimo. Esta alegría nos hace libres".
El Papa concluyó con una observación: "Es precisamente la Virgen quien trae las alegrías. La Iglesia la llama causa de nuestra alegría, causa nostrae letitiae. ¿Por qué? Porque trae nuestra alegría más grande, trae a Jesús. Y trayendo a Jesús hace que "este niño salte de alegría en el seno de la madre". Ella trae a Jesús. Ella con su oración hace que el Espíritu Santo irrumpa. Irrumpe ese día de Pentecostés; estaba allí. Debemos rezar a la Virgen para que al traer a Jesús nos dé la gracia de la alegría, de la libertad; nos dé la gracia de alabar, de hacer oración de alabanza gratuita, porque Él es digno de alabanza, siempre".
Quien quiera profundizar más sobre este tema podría seguir el siguiente enlace: "El aburrido cielo".
La Evangelización: Responsabilidad de todos los cristianos
Evangelizar es dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo
Evangelizar es dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Verbo Encarnado y ha llamado a la humanidad a la vida eterna.
La evangelización también debe contener siempre una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. Comprende además, la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; la predicación del amor de Dios para con nosotros y de nuestro amor hacia Dios, la predicación del amor fraterno para con todos los hombres —capacidad de donación y de perdón, de renuncia, de ayuda al hermano— que por descender del amor de Dios, es el núcleo del Evangelio. (Exhortación Apostólica Evangelli Nuntiandi 51)
El Papa Pablo VI en su exhortación apostólica expresa que “Este problema de cómo evangelizar es siempre actual, porque las maneras de llevarlo a cabo cambian según las diversas circunstancias de tiempo, lugar, cultura; por eso plantean casi un desafío a nuestra capacidad de descubrir y adaptar. La evidente importancia del contenido no debe hacer olvidar la importancia de los métodos y medios de la evangelización”.
MÉTODOS PARA LA EVANGELIZACIÓN
En lel mismo documento, el Santo Padre nos presenta los métodos principales de la evangelización. A continuación un resumen de los puntos más significativos.
Testimonio de vida
El ejemplo siempre ha sido un método de enseñaza efectivo y la primera forma de evangelización de la Iglesia es el testimonio de vida auténticamente cristiano. Nuestra vida debe reflejar la fielidad a Jesucristo, el desapego a los bienes del mundo y el apego a lo espiritual. Es decir, vivir una vida de santidad y testimoniarla a los hermanos.
Predicación viva
San Pablo en su carta a los Romanos explica claramente que la fe aumenta por el acto de escuchar. ¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? Y, ¿cómo creerán sin haber oído de Él? Y ¿cómo oirán si nadie les predica?... Luego, la fe viene de la audición, y la audición, por la palabra de Cristo" (Rom. 10, 14. 17.)Aunque la sociedad moderna se muestre indiferente ante los discursos, la predicación y la proclamación verbal del Evangelio es indispensable para la Evangelización. No debe desalentarnos este gran reto. Por el contrario debe animarnos el saber que nuestro testimonio de vida, unida a una predicación efectiva, atraerá muchas almas a Dios.
Liturgia de la palabra
La homilía un instrumento válido y muy apto para la evangelización sustentada por la Palabra de Dios. Esta predicación, en medio de la celebración eucarística, de la que recibe una fuerza y vigor particular, tiene ciertamente un puesto especial en la evangelización, en la medida en que expresa la fe profunda del ministro sagrado que predica y está impregnada de amor.
“Añadamos que, gracias a la renovación de la liturgia, la celebración eucarística no es el único momento apropiado para la homilía. Esta tiene también un lugar propio, y no debe ser olvidada, en la celebración de todos los sacramentos, en las paraliturgias, con ocasión de otras reuniones de fieles.” (EEN 43.
La catequesis
Como expresa claramente Juan Pablo el la exhortación apostólica Cathechesi Tradendae, “la catequesis ha sido siempre considerada por la Iglesia como una de sus tareas primordiales, ya que Cristo resucitado, antes de volver al Padre, dio a los Apóstoles esta última consigna: hacer discípulos a todas las gentes, enseñándoles a observar todo lo que Él había mandado... Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios, a fin de que, mediante la fe, ellos tengan la vida en su nombre, para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo. La Iglesia no ha dejado de dedicar sus energías a esa tarea.” Por ello la importancia de preparar buenos catequistas y ejercer este llamado con verdadera vocación.
Los medios de comunicación
En este útimo siglo, las nuevas tecnologías le han dado a los medios de comunicación social un enfoque mucho más amplio que en sus inicios. La Internet y el uso de las redes sociales provoca un flujo de comunicación constante y hasta abrumador. La Iglesia utiliza estos nuevos medios para evanelizar e invita a todo el pueblo de Dios a hacer lo mismo.
El Papa Benedicto VI, en ocasión de la 45ma Jornada de las Comunicaciones Sociales exhorta a que “si se usan con sabiduría”, las nuevas tecnologías “pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano”. Según el Obispo de Roma, “comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio”.
Asimismo, “tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia”, continúa.
Usando correctamente los medios de comunicación lograremos llevar la Buena Nueva a lo que el Beato Juan Pablo II llamó “el nuevo continente” de la Internet.
Los sacramentos
La evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina. debe conducir a la vida: a la vida natural a la que da un sentido nuevo gracias a las perspectivas evangélicas que le abre; a la vida sobrenatural. Esta vida sobrenatural encuentra su expresión viva en los siete sacramentos y en la admirable fecundidad de gracia y santidad que contienen.
Contacto personal
La transmisión del Evangelio persona a persona es indispensable. El mismo Jesucristo la utilizó constantemente. Prueba de ello, lo encontramos en los pasajes bíblicos donde muestran sus conversaciones con Nicodemo, Zaqueo, la Samaritana, Simón el fariseo y lo mismo han hecho los Apóstoles. A fin de cuentas no existe una mejor manera de comunicar la palabra de Dios, que no sea transmitir a otros nuestra propia experiencia de fe.
La Iglesia misionera
San Pablo en su carta a los Romanos se pregunta: “Ahora bien, ¿cómo van a invocar a aquel en quien no creen? ¿Y cómo van a creer en él, si no les ha sido anunciado? ¿Y cómo van a ser anunciado, si nadie es enviado? Por eso dice la escritura: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian buenas noticias!"
En este contexto, vale preguntarse ¿a quien entonces le corresponde evangelizar? El Concilio Vaticano II ha dado una respuesta clara: "Incumbe a la Iglesia por mandato divino ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda creatura". Y en otro texto afirma: "La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del pueblo de Dios". Cuando la Iglesia anuncia el reino de Dios y lo construye, ella se implanta en el corazón del mundo como signo e instrumento de ese reino que está ya presente y que viene.
El Espíritu Santo
La Exhortación Apostólica es clara al explicar que “Nosotros vivimos en la Iglesia un momento privilegiado del Espíritu. Por todas partes se trata de conocerlo mejor, tal como lo revela la Escritura. Uno se siente feliz de estar bajo su moción. Se hace asamblea en torno a Él. Quiere dejarse conducir por El. Ahora bien, si el Espíritu de Dios ocupa un puesto eminente en la vida de la Iglesia, actúa todavía mucho más en su misión evangelizadora. No es una casualidad que el gran comienzo de la evangelización tuviera lugar la mañana de Pentecostés, bajo el soplo del Espíritu.
Puede decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: El es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de Salvación. A través de Él, la evangelización penetra en los corazones, ya que Él es quien hace discernir los signos de los tiempos —signos de Dios— que la evangelización descubre y valoriza en el interior de la historia.”