Sólo a quien se abaja pueden llegarle las migajas de la mesa
- 13 Febrero 2020
- 13 Febrero 2020
- 13 Febrero 2020
Benigno de Todi, Santo
Presbítero y Mártir, 13 de febrero
Martirologio Romano: En Todi, ciudad de la Umbría, san Benigno, presbítero y mártir (s. IV).
Etimología: Benigno = Aquel que actúa con Benevolencia, es de origen latino.
Breve Biografía
Dicen que un fraile, en un arrebato de falsa devoción, quiso llevarse a su convento -eso que se llama robar una cosa sagrada y como agravante en un sitio también sagrado- la cabeza del santo que reposaba dentro de un relicario de plata en el monasterio de benedictinas que se llama «De las Milicias», en Todes. En su intento, y sin saber muy bien lo que pasaba, no pudo salir del templo por no poder localizar las puertas hasta poco antes tan expeditas. Así, se vio obligado a depositar la reliquia de san Benigno en el sitio que le correspondía.
Todes es una de las primeras ciudades evangelizadas de Hungría. Benigno vive en la segunda mitad del siglo III. Y se ha dado conocer entre los suyos como un insigne propagador de la fe cristiana; lo hace con alegría y con notable entusiasmo. El obispo Ponciano conoce su afán apostólico y está al tanto de la sinceridad de su vida; un día lo consagra presbítero para apoyarse en él en el cumplimiento obligado de atender a su grey y de extender la Salvación.
Llegada la persecución de Maximiano y Diocleciano, la comunidad de creyentes está confortada por la atención espiritual que con riesgo constante de su vida le presta el buen sacerdote Benigno. Socorre a los confesores de la fe presos en las cárceles; visita las casas de los débiles y les busca por los campos que los cobijan para darles aliento; y se las arregla para estar cerca de los que son torturados, acompañando hasta donde es posible humanamente a los que se disponen al martirio.
Pasado el peor momento de estupor, se llena de la audacia del Espíritu Santo y comienza a predicar con fortaleza de Jesucristo. Ahora lo hace públicamente en el intento de convertir a los paganos que están en el terrible error de la idolatría. El principal foco de atención de su discurso es hacerles comprender que los ídolos son una necedad y el culto que se les tributa supone una verdadera ofensa al único Dios que merece adoración y puede darles la salvación ofrecida a todos los hombres sin excepción. Ya no le importa su vida. Se sabe portador de la verdad y conoce bien que ella no es exclusivamente para él. Sólo Jesús es el Señor y todos han de servirle.
Lo que era presumible con ese comportamiento se hace realidad. Es apresado y obligado a apostatar, siendo inútiles los tormentos que tuvo que soportar el fiel y valiente discípulo. Por fin, muere el 13 de febrero del año 303 con la cabeza cortada, aquella que el fraile quiso cambiar de sitio.
La catequesis, es decir, llevar a Cristo a los demás, comporta la responsabilidad de ser fiel a lo que se propone y ni que decir tiene que en este contexto la vida humana no es ningún valor absoluto. ¡Qué bien lo supo hacer san Benigno sin tener que darle vueltas a los textos de las bibliotecas de las universidades que aún no se habían inventado! Fue sencillamente el don del Espíritu Santo. Hoy también hacen bastante falta sacerdotes -no sólo en Hungría- cuidadosos menos de su propia vida que de la Salvación que ofrecen y ¡obispos que los descubran!
¡Felicidades a quienes tienen este nombre!
Los tiempos de Dios
Santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30. Jueves V del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que cada día me esfuerce por conocerte mejor para amarte como Tú lo deseas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30
En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.
Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: “Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. La mujer le replicó: “Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”.
Entonces Jesús le contestó: “Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija”. Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Si Jesús hubiera esperado a los tiempos modernos para encarnarse, podemos imaginarnos muy claramente cómo habrían sido criticadas sus declaraciones públicas. Los medios de comunicación habrían disfrutado llenando planas de información con ello. «Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos.» ¿Acaso ha comparado al hombre con los animales? ¿Acaso ha denigrado a la persona con la que estaba hablando? ¿Acaso se atrevió a afirmar que los animales no merecen nuestro cuidado?
Tal es el fruto de una mentalidad que se dedica exclusivamente a buscar lo criticable, en vez de reconocer lo admirable. No se trata aquí de decidir si somos o no tolerantes con las palabras de Jesús, ¡faltaba menos! Se trata de aceptar que esas palabras están ahí por una razón, y que Él no escatimó esfuerzos por dejarnos claro el mensaje de la salvación. Sí, ciertamente Jesús no habría sido una persona políticamente correcta bajo nuestros estándares.
¿Qué nos dice, entonces? ¿Que la insistencia de la mujer siro-fenicia bastó para convencerlo? ¿Que le concedió el milagro de la liberación de su hija porque le ganó el argumento? Todo ello son criterios humanos; por muy entretenidos que sean, no pueden arrojar luz sobre el asunto. La luz viene de dentro, del mismo texto. ¿Qué hizo la mujer antes de hablar? Fue a buscarlo y se postró. Después vino la insistencia, la súplica, el ruego; primero, no obstante, estuvo la adoración, reconociendo que estaba delante de alguien más grande que ella.
¿Y nosotros? Quizás nos acercamos a Jesús con la actitud propia de nuestro tiempo la mayoría de las veces. Exigimos respuestas, imponemos esquemas, delimitamos cursos de acción. Él nos ve y con razón se rehúsa a consentir nuestro egoísmo. ¡Cuántas veces olvidamos ponernos de rodillas! Humildad, ante todo, que sólo a quien se abaja pueden llegarle las migajas de la mesa de los hijos.
«En el Evangelio también aparece otra mujer valiente que no usa la persuasión, no usa el regateo, no usa la insistencia silenciosa. Es la cananea que pide la curación de su hija, atormentada por un demonio. Al principio Jesús le dice que había sido enviado sólo para el pueblo de Israel: no es bueno tomar el pan de los hijos y tirarlo a los perros. Y ella no se asusta e insiste diciendo a Jesús que hasta los perros comen migajas que caen de la mesa de sus patrones. Esta mujer “no se asusta” y obtiene lo que quiere. […] Se necesita mucho valor para rezar así. Y nosotros somos tibios tantas veces. Alguno dice: “Reza porque tienes este problema, aquel otro...”. “Sí, sí, digo dos Padrenuestros dos Ave Marías, y me olvido...”. No, la oración del papagayo no va. La verdadera oración es ésta: con el Señor. Y cuando yo debo interceder, debo hacerlo así, con coraje. La gente, en el discurso común, utiliza una expresión que me dice mucho, cuando quiere llegar a algo: “Haré lo mejor que pueda”. En la oración de intercesión, esto también es cierto: “Haré lo mejor que pueda”. El valor para seguir adelante. Pero quizás venga la duda: “Yo hago esto, pero ¿cómo sé que el Señor me escucha?”. Tenemos una seguridad: Jesús. Él es el gran intercesor». (Homilía de S.S. Francisco, 4 de abril de 2019, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Pondré confiadamente en las manos de Dios aquella dificultad que encuentre el día de hoy en mi camino, esforzándome por no reprocharle la forma en que decida atenderla.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
Venga tu Reino!
Virgen prudentísima,
María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
El amor es lo más grande
Tengan amor para sus enemigos, bendigan a los que les maldicen, hagan bien a los que les odian, oren por los que les insultan y les maltratan...
En mis visitas a las distintas comunidades, me doy cuenta de que hay mucha gente entre nosotros que tiene gran respeto por la Biblia. Algunos se reúnen hasta tres y cuatro veces en la semana para leer la Biblia. Y me alegro de que amen este libro sagrado.
Pero también me doy cuenta de que hay personas entre nosotros, que son muy de la Biblia, y al mismo tiempo son capaces de despreciar y hablar mal del prójimo; personas que duermen en la noche con la Biblia al lado, pero por nada quieren saludar a su vecino, ni tampoco quieren prestar algún servicio a una persona necesitada. Otros recorren pueblo tras pueblo para leer y enseñar la Palabra de Dios, pero se olvidan de cuidar a su madre enferma; se esfuerzan por vivir como ángeles la Biblia, pero se olvidan de ser «buena gente».
Queridos hermanos, debemos tener mucho cuidado con estas actitudes. Sí, debemos leer y meditar la Biblia, y debemos amar mucho este libro. Pero no debemos dejar a un lado lo más grande que nos enseña la Biblia: «el amor a Dios y el amor al prójimo».
En esta carta les quiero hablar acerca de este tema central de la Biblia, quiero que leamos juntos las páginas más hermosas de este libro sagrado, pero también estoy consciente de que es el mandamiento más difícil de cumplir.
No a la hipocresía
No basta conocer la Biblia de memoria; el demonio conoce la Biblia mejor que todos nosotros y era capaz de discutir con el mismo Jesús lanzándole textos bíblicos (Mt. 4, 1-11). Pero el demonio no ama y por eso está lejos de Dios. ¿De qué me sirve conocer la Biblia entera si no tengo amor? ¡De nada me sirve!
No basta tener fe sin tener obras de amor
«No olvides que también los demonios creen y, sin embargo, tiemblan delante de Dios» (Sant. 2, 19). La fe sin el amor es una fe muerta. ¿No dijo el apóstol Pablo que «la fe se hace eficaz por el amor» (Gal. 5, 6)?
No basta decir: «Señor, Señor»
El que dice que ama a Dios y luego habla mal del prójimo es un mentiroso. Y el que no ama no conoce a Dios (1Juan 4, 20). Dice Jesús: «No todos los que dicen Señor, Señor, van a entrar en el reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre Celestial» (Mt. 7, 21).
No bastan las apariencias
No basta ser un hombre muy devoto y cumplir con las oraciones y pagar los diezmos... y luego criticar al otro que piensa distinto.
Los fariseos de la Biblia eran hombres sumamente devotos, muy observantes de la ley y pagaban estrictamente los diezmos, pero no olvidemos que fueron precisamente estos hombres devotos los que hicieron sufrir mucho a Jesús y finalmente lo llevaron a la muerte en la cruz.
«Si yo no tengo amor, yo nada soy» (1 Cor. 13, 2)
Si yo no tengo amor de nada me sirve estudiar la Biblia, de nada me sirve ir al templo y hacer largas oraciones y vigilias nocturnas.
Dios es amor, y el que no ama no está en Dios (1 Juan 4, 7). ¡Lo más grande de nuestra religión es el Amor!
El que ama a Dios, ama al prójimo
Un día un maestro de la ley se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?»
Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama pues al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el primer mandamiento. Y el segundo es parecido, y es: Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo. No hay otro mandamiento más importante que éstos» (Mc. 12, 28-31).
¿Por qué es éste el mandamiento más grande?
Simplemente porque DIOS ES AMOR. El amor viene de Dios. Todo el que tiene amor es hijo de Dios y conoce a Dios. El que vive en el amor vive en Dios y Dios vive en él (1 Jn. 4, 7-16).
El amor de Dios consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio por nuestros pecados (1 Jn. 4,10).
La prueba más grande de amor nos la dio Jesucristo. El se entregó por amor a nosotros y derramó hasta la última gota de su sangre por nosotros. Ojalá que podamos comprender cada vez más «cuán ancho, largo, profundo y alto es el amor de Cristo. Que conozcamos este amor» (Ef. 3, 18-19), y que seamos imitadores de este amor.
No seamos mentirosos
Pero si alguno dice: «Yo amo a Dios» y al mismo tiempo odia a su hermano al cual ve, tampoco puede amar a Dios, al cual no ve (1 Jn. 4, 20). Si alguno dice que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que odia a su hermano vive y anda en la oscuridad, y no sabe a dónde va, porque la oscuridad lo ha vuelto ciego (1 Jn. 2, 9-10).
Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama a su hermano, sigue muerto. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino puede tener vida en su corazón (1 Jn. 3, 14-15).
Amémonos unos a otros
Algunos piensan que el amor al prójimo es solamente amar a sus amigos o sus hermanos, y que pueden «guardar rencor a su enemigo», como en el Antiguo Testamento (Lev. 19, 18). Pero Jesús nos dice otra cosa: «Tengan amor para sus enemigos, bendigan a los que les maldicen, hagan bien a los que les odian, oren por los que les insultan y les maltratan... Pues si ustedes aman solamente a los que les aman a ustedes, ¿qué premio van a recibir por eso? Hasta los pecadores hacen eso. Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué de bueno hacen?, pues hasta los que no conocen a Dios hacen eso» (Mt. 5, 44-47).
Queridos hermanos, este amor al prójimo que Jesús nos pide no es nada fácil. Pero los que tratan de amar así, serán llamados hijos de Dios (Mt. 5, 45). El verdadero discípulo de Cristo debe ver en cada hombre a su hermano: «Bendigan a los que les maltratan.
Pidan para ellos bendiciones y no maldiciones» (Rom. 12, 14). «Cada vez que podamos, hagamos bien a todos» (Gal. 6, 10). Si amamos de verdad, Dios mismo llena nuestro corazón con su amor (Rom. 5, 5), y este amor nos empuja a amar a todos los hombres, a no ofender al prójimo (Mt. 5, 21-30), a ser sinceros con todos (Mt. 5, 33-37), a renunciar a la venganza, a hacer el bien a todos (Mt. 5, 43-48), a no condenar a nadie (Mt. 7, 1), a amar con obras (Mt. 7, 12).
La fe y las obras
Escuchemos lo que dice el apóstol Santiago, cap. 2, 14-20: «Hermanos míos, ¿de qué sirve que alguien diga que tiene fe, si no hace nada bueno? ¿puede acaso salvarlo esa fe? Supongamos que a algún hermano o hermana le faltan la ropa y la comida necesaria para el día, y que uno de ustedes le dice: ´Que te vaya bien; tápate del frío y come´, pero no le da lo que necesita para el cuerpo; ¿de qué sirve eso? Así pasa con la fe, si no se demuestra con lo que la persona hace, la fe por sí sola es una cosa muerta».
Pero tal vez alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo hago bien. Muéstrame, pues, tu fe aparte del bien que haces, y yo te mostraré mi fe por medio del bien que hago. Tú tienes fe suficiente para creer que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero también los demonios creen eso, y tiemblan de miedo. Pero ¿no quieres reconocer que si la fe que uno tiene no se demuestra con el bien que hace, es una fe muerta?».
Jesucristo juzgará nuestras obras
Leemos en Mateo 25, 31-46: Aquel día el Hijo del hombre nos va a juzgar, no sobre nuestra fe, no nos juzgará sobre nuestros conocimientos bíblicos, no nos juzgará sobre nuestras vigilias en el templo, no nos juzgará sobre los diezmos...
El Hijo del hombre se sentará en su trono y separará a los unos de los otros y a los que estarán a su derecha les dirá: «Vengan ustedes, los que han sido bendecidos de mi Padre, reciban el Reino que está preparado para ustedes, pues tuve hambre y ustedes me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento... En verdad les digo que cualquier cosa que hicieron por uno de estos mis hermanos, por humilde que sea, a mí me lo hicieron».
Jesucristo se identifica con los pobres, los marginados, los enfermos, los encarcelados de nuestro tiempo. Ahí encontramos el rostro de Cristo, y ¿cuántas veces hemos despreciado este rostro? Y cuando dejamos de hacer el bien con uno de estos más pequeños, también con Jesús dejamos de hacerlo.
Meditando estos textos sobre el mandamiento más importante de la Biblia, muchas veces pienso que nosotros los cristianos debemos sentirnos avergonzados, puesto que con nuestras discusiones sobre religión y nuestras divisiones somos un escándalo para todo el mundo y faltamos gravemente al mandamiento del amor. A veces me da la impresión de que hasta ahora no hemos hecho nada y que debemos aprender de nuevo a ser obedientes a la voz de Cristo: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo, ustedes deben amarse también los unos a los otros» (Jn. 13, 34).
No nos desanimemos, pero comencemos ahora con la práctica del amor, el amor verdadero a Dios y al prójimo.
El himno al amor
Para terminar, hermanos, leamos juntos el cántico del amor que escribió San Pablo para los que buscaban en aquel tiempo los dones del Espíritu Santo. Aquellos cristianos que ansiaban el don de lenguas, el don de profecía, el don del profundo conocimiento, el don de la fe, pero, sin darse cuenta, muchos se olvidaron del camino más excelente para encontrarse con Dios: el camino del amor.
«Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un tambor que resuena o un platillo que hace ruido. Si yo doy mensajes recibidos de Dios y conozco todas las cosas secretas, tengo toda clase de conocimientos y tengo toda la fe necesaria para cambiar los cerros de lugar, pero no tengo amor, yo nada soy. Si reparto todo lo que tengo y si entrego hasta mi propio cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve. El que tiene amor tiene paciencia, es bondadoso, no es presumido ni orgulloso, no es grosero ni egoísta... no se alegra del pecado de los otros sino de la verdad. Todo lo soporta con confianza, todo lo espera con paciencia. El amor nunca muere» (1 Cor. 13, 1-8).
Coplas por el Amor
Querer sólo por querer es la fineza mayor, el querer por interés no es fineza ni es amor. En aquella santa Cena dijo el divino Maestro el que quiera ser mayor que tome el último asiento. Ni los clavos ni el madero me tienen crucificado, sino sólo tu pecado y lo mucho que te quiero.
Cuestionario
¿Basta ser un apóstol de la Biblia para salvarse? ¿Es sólo esto lo que Jesús espera de nosotros? ¿Qué hacen hoy algunos fanáticos de la Biblia? ¿Cuál es el precepto más grande que Dios nos dejó? ¿Qué significa que Dios es Amor? ¿Qué dijo Jesús sobre la Fe y las obras? ¿Cómo nos juzgará Jesús? ¿Con quién se identifica Jesús? ¿Qué dice el cántico de la caridad (Cor. 13, 1-8)?
La Exhortación del Papa para una Iglesia con rostro amazónico
Publicada la Exhortación post-sinodal sobre la Amazonia.
“La querida Amazonia se muestra ante el mundo con todo su esplendor, su drama, su misterio”. Así comienza la Exhortación apostólica post-sinodal, Querida Amazonia. El Pontífice, en los primeros puntos (2-4) explica “el sentido de esta Exhortación” llena de referencias a documentos de las Conferencias Episcopales de los países amazónicos, pero también a poemas de autores relacionados con la Amazonia. Hace hincapié en que desea “expresar las resonancias” que el Sínodo ha provocado en él. Y precisa que no pretende sustituir ni repetir el Documento Final que nos invita a leer “íntegramente”, esperando que toda la Iglesia se deje “enriquecer e interpelar” por él y que la Iglesia de la Amazonia se comprometa “en su aplicación”. Francisco comparte sus “Sueños para la Amazonia” (5-7), cuyo destino debe preocupar a todos, porque esta tierra también es “nuestra”. Formula “cuatro grandes sueños”: que la Amazonia “luche por los derechos de los más pobres”, “preserve la riqueza cultural”, “custodie celosamente la abrumadora hermosura natural” y, por último, que las comunidades cristianas sean “capaces de entregarse y encarnarse en la Amazonia”.
El sueño social: Que la Iglesia esté al lado de los oprimidos
El primer capítulo de Querida Amazonia se centra en el “Sueño social” (8). Destaca que “un verdadero planteo ecológico” es también un “planteo social” y, si bien aprecia el “buen vivir” de los indígenas, advierte contra el “conservacionismo” que solo se preocupa por el medioambiente. En tonos vibrantes, habla de “injusticia y crimen” (9-14). Recuerda que Benedicto XVI ya había denunciado “la devastación ambiental de la Amazonia”. Los pueblos originarios, advierte, sufren el “sometimiento” tanto de los poderes locales como de los externos. Para el Papa las operaciones económicas que alimentan la devastación, los asesinatos, la corrupción, merecen el nombre de “injusticia y crimen”. Y con Juan Pablo II reitera que la globalización no debe convertirse en un nuevo colonialismo.
Que los pobres sean escuchados sobre el futuro de la Amazonia
Ante tal injusticia, el Pontífice pide “indignarse y pedir perdón” (15-19). Para Francisco son necesarias “redes de solidaridad y desarrollo” y llama al compromiso de todos, incluyendo a los líderes políticos. A partir de aquí, el Papa se detiene en el tema del “sentido comunitario” (20-22). Recuerda que para los pueblos amazónicos las relaciones humanas “están impregnadas por la naturaleza circundante”. Por esta razón, escribe, viven como un verdadero “desarraigo” cuando son “obligados a emigrar a la ciudad”. La última parte del primer capítulo está dedicada a las “Instituciones dañadas” (23-25) y al “Diálogo social” (26-27). El Papa denuncia el mal de la corrupción que envenena al Estado y sus instituciones.
Y espera que la Amazonia se convierta en “un lugar de diálogo social”, en primer lugar, “con los últimos”. La de los pobres, advierte, ha de ser “la voz más potente” en la Amazonia.
El sueño cultural: cuidar el poliedro amazónico
El segundo capítulo está dedicado al “Sueño cultural”. Francisco inmediatamente deja claro que “promover la Amazonia” no significa “colonizarla culturalmente” (28). Así, utiliza una imagen que le es muy querida: “el poliedro amazónico” (29-32). Es necesario luchar contra la “colonización postmoderna”. Para Francisco es urgente “cuidar las raíces” (33-35). Citando a Laudato si’ y Christus vivit, subraya que la “visión consumista del ser humano” tiende a “homogeneizar las culturas” y esto repercute especialmente en los jóvenes. A ellos, el Papa les pide “hacerse cargo de las raíces”, que “recuperen la memoria dañada”.
No a un indigenismo cerrado, sino a un encuentro intercultural
La Exhortación se centra entonces en el “encuentro intercultural” (36-38). Incluso las “culturas supuestamente más evolucionadas”, observa, pueden aprender de los pueblos que “desarrollaron un tesoro cultural estando enlazadas con la naturaleza”. La diversidad, por lo tanto, no es “una frontera”, sino “un puente”, y dice no a un “indigenismo completamente cerrado”. La última parte del capítulo II está dedicada al tema “culturas amenazadas, pueblos en riesgo” (39-40). En cualquier proyecto para la Amazonia, es su recomendación, “hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos”. Estos, añade, difícilmente podrán “quedar indemnes” si el entorno en el que nacieron y se desarrollaron “se daña”.
El sueño ecológico: Unir el cuidado del ambiente y el de las personas
El tercer capítulo, “Un Sueño Ecológico”, es el que se relaciona más inmediatamente con la Encíclica Laudato si’. En la introducción (41-42) se destaca que en la Amazonia existe una estrecha relación del ser humano con la naturaleza. El cuidado de nuestros hermanos como el Señor nos cuida, reitera, “es la primera ecología que necesitamos”. El cuidado del medioambiente y el cuidado de los pobres son “inseparables”. Francisco, entonces, vuelca su atención al “sueño hecho de agua” (43-46). Cita a Pablo Neruda y a otros poetas locales sobre la fuerza y la belleza del río Amazonas. Con sus poemas, escribe, “nos ayudan a liberarnos del paradigma tecnocrático y consumista que destroza la naturaleza”.
Escuchar el grito del Amazonas, que el desarrollo sea sostenible
Para el Papa, es urgente escuchar “el grito de la Amazonia” (47-52). Recuerda que el equilibrio planetario depende de su salud. Hay, escribe, fuertes intereses no solo locales, sino también internacionales. La solución, por lo tanto, no es la “internacionalización” de la Amazonia, sino que debe crecer “la responsabilidad de los gobiernos nacionales”. El desarrollo sostenible, continúa, requiere que los habitantes estén siempre informados sobre los proyectos que les conciernen y espera la creación de “un sistema normativo” con “límites infranqueables”. Así, invita a la “Profecía de la contemplación” (53-57). Escuchando a los pueblos originarios, subraya, podemos amar a la Amazonia “y no solo utilizarla”; podemos encontrar en ella “un lugar teológico, un espacio donde Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos”. La última parte del capítulo III se centra en la “Educación y los hábitos ecológicos” (58-60). El Papa señala que la ecología no es una cuestión técnica, sino que siempre incluye “un aspecto educativo”.
El sueño eclesial: Desarrollar una Iglesia con rostro amazónico
El último capítulo, el más contundente, está dedicado “más directamente” a los pastores y fieles católicos y se centra en el “Sueño eclesial”. El Papa invita a “desarrollar una Iglesia con rostro amazónico” a través de un “gran anuncio misionero” (61), un “anuncio indispensable en la Amazonia” (62-65). Para el Papa no basta con llevar un “mensaje social”. Estos pueblos tienen “derecho al anuncio del Evangelio”, de lo contrario “cada estructura eclesial se convertirá” en una ONG. Una parte sustancial se dedica entonces a la inculturación. Retomando la Gaudium et Spes, habla de la “inculturación” (66-69) como un proceso que lleva “a la plenitud a la luz del Evangelio” lo bueno que existe en las culturas amazónicas.
Una renovada inculturación del Evangelio en la Amazonia
El Papa mira más profundamente, señalando los “Caminos de inculturación en la Amazonia” (70-74). Los valores presentes en las comunidades originarias, escribe, deben ser “recogidos en la evangelización”. Y en los dos párrafos siguientes se centra en la “inculturación social y espiritual” (75-76). El Papa señala que, dada la pobreza de tantos habitantes de la Amazonia, la inculturación debe tener un “perfume marcadamente social”. Al mismo tiempo, sin embargo, la dimensión social debe integrarse con la dimensión “espiritual”.
Sacramentos accesibles a todos, especialmente a los pobres
La Exhortación indica entonces los “puntos de partida para una santidad amazónica” (77-80) que no deben copiar “modelos de otros lugares”. Destaca que “es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría”. Se puede valorar, añade, un mito “cargado de sentido espiritual” sin considerarlo necesariamente “un error pagano”. Lo mismo se aplica a algunas fiestas religiosas que, aunque requieren un “proceso de purificación”, “contienen un significado sagrado”.
Otro pasaje significativo de Querida Amazonia es sobre la inculturación de la liturgia (81-84). El Pontífice constata que el Concilio Vaticano II había pedido un esfuerzo de “inculturación de la liturgia en los pueblos indígenas”. También recuerda, en una nota al texto, que en el Sínodo “surgió la propuesta de elaborar un rito amazónico”. Los sacramentos, exhorta, “deben ser accesibles, sobre todo para los pobres”. La Iglesia, enfatiza recordando a Amoris laetitia, no puede convertirse en una “aduana”.
Que los obispos latinoamericanos envíen misioneros a la Amazonia
Vinculado a esto está el tema de “la inculturación de la ministerialidad” (85-90) al que la Iglesia debe dar una respuesta “valiente”. Para el Papa debe garantizarse “una mayor frecuencia de la celebración de la Eucaristía”. A este respecto, reitera, es importante “determinar qué es lo más específico del sacerdote”. La respuesta, se lee, está en el sacramento del Orden que habilita solo al sacerdote para presidir la Eucaristía. ¿Cómo, entonces, “asegurar ese ministerio sacerdotal” en áreas remotas? Francisco exhorta a todos los obispos, especialmente a los latinoamericanos, “a ser más generosos”, orientando a aquellos que “muestran vocación misionera” a elegir la Amazonia y los invita a revisar la formación de los sacerdotes.
Favorecer un protagonismo de los laicos en la comunidad
Después de los sacramentos, Querida Amazonia se detiene en las “comunidades repletas de vida” (91-98) en las que los laicos deben asumir “responsabilidades importantes”. Para el Papa, de hecho, no se trata “solo de facilitar una mayor presencia de ministros ordenados”, un objetivo “limitado” si no se suscita “nueva vida en las comunidades”. Por lo tanto, se necesitan nuevos “servicios laicales”. Solo a través de un “contundente protagonismo de los laicos”, reitera, la Iglesia podrá responder a los “desafíos de la Amazonia”. Para el Pontífice, las personas consagradas ocupan también un lugar especial, al tiempo que recuerda el papel de las comunidades de base que han defendido los derechos sociales y alienta en particular la actividad de la REPAM y de los “equipos misioneros itinerantes”.
Nuevos espacios para las mujeres, pero sin “clericalizaciones”
El Papa dedica un espacio propio a la fuerza y al don de las mujeres (99-103). Reconoce que en la Amazonia algunas comunidades se han mantenido solo “gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas”. Sin embargo, advierte que no se debe reducir “la Iglesia a estructuras funcionales”. Si este fuera el caso, de hecho, solo se les daría un papel si tuvieran acceso al Orden Sagrado. Para el Papa la clericalización de la mujer debe ser rechazada, aceptando en cambio la contribución según el modo femenino que prolonga “la fuerza y la ternura de María”. Él alienta el surgimiento de nuevos servicios femeninos, que - con el reconocimiento público de los obispos – incidan en las decisiones de las comunidades.
Que los cristianos luchen unidos para defender a los pobres de la Amazonia
Para el Papa es necesario “ampliar horizontes más allá de los conflictos” (104-105) y dejarnos desafiar por la Amazonia para “superar perspectivas limitadas” que “se quedan clausuradas en aspectos parciales”. El capítulo IV termina con el tema de la “Convivencia ecuménica e interreligiosa” (106-110). El Papa invita a los creyentes a “encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el bien común”. “¿Cómo no luchar juntos? - pregunta Francisco- ¿Cómo no orar juntos y trabajar codo con codo para defender a los pobres de la Amazonia?”.
Confiemos la Amazonia y sus pueblos a María
Francisco concluye Querida Amazonia con una oración a la Madre de la Amazonia (111). “Madre, mira a los pobres de la Amazonia”, recita un pasaje de su oración, “porque su hogar está siendo destruido por intereses mezquinos (…) Toca la sensibilidad de los poderosos, porque aunque sentimos que ya es tarde nos llamas a salvar lo que todavía vive”.
La comunicación y el amor de pareja
Si no sabes comunicarte, tu matrimonio puede convertirse en un desierto
Si no sabes comunicarte, tu matrimonio puede convertirse en un desierto. ¿Cómo aprender a expresar tus sentimientos, emociones y necesidades? Sheila Morataya te explica cómo.
La mujer de nuestra época quiere ser amada, acariciada, mimada, complacida y desde muy joven comienza a imaginar que todo esto tendrá lugar en algún punto de su existencia en pareja. Vive mucho más enfocada pensando en todo aquello que tiene derecho a recibir y muy poco orientada hacia todo lo que puede ser capaz de dar.
Muchas visualizamos y esperamos ansiosamente el momento en que “por fin voy a recibir”. Cuando finalmente te casas, vas con la maleta llena de ilusiones, pasiones, planes, proyectos. En lo que no piensas es que algún día tu marido disminuirá los “te quiero”, pausará las caricias y olvidará uno que otro aniversario.
Esos detalles que antes eran tan frecuentes seguramente disminuirán y tal vez desaparezcan algún día. ¿Qué vas hacer cuando esto suceda?
Muchas optamos por comenzar a reclamar aquello que ya no tienes, otras lloramos en silencio, hay quienes peleamos hasta cinco veces al día. Lo último que haces es comunicarte, dialogar, expresar lo que no te gusta o lo que sabes que está mal. Esa capacidad de abrirse y expresar sin rencores e incendios emocionales constituye una nota distintiva de la madurez personal. Comunicarse para que la relación crezca fuerte y sana es indispensable.
No es nada extraño
Es un hecho sociológicamente comprobado que la queja más frecuente de las esposas es precisamente la falta de comunicación con los maridos, la incomunicación con ellos. Muchas veces te sientes atrapada: si ya hay niños hay que levantarse muy temprano, atenderlos, preparar todo lo que llevan al colegio. Si trabajas tienes que poner atención a tu vestido y peinado… se pasan las horas, llega la noche y luego de esa larga jornada ya estás demasiado cansada como para querer dialogar sobre aquello que sabes que está mal. Y te encuentras diciendo, “tal vez mañana”. O lo que es peor, ¿para qué decir nada si de todas formas no llegamos a ninguna parte?
La comunicación es igual a compartir y coexistir
“Sólo cuando mediante un acto nuevo de su voluntad, con plena reflexión y libertad deciden que exista aquella unión tan profunda y total a la que les invita su amor, esa unión queda establecida.” -Pedro-Juan Viladrich.
“Porque te amo haré todo lo que está de mi parte para comunicarme contigo. Incluso lo haré como acto de mi voluntad que quiere unirse a la tuya aunque muchas veces tenga que ceder por el bien de nuestro amor.” Qué difícil, ¿verdad? Es un reto especialmente para ti como mujer pues nos vemos sumergidas en medio de mensajes que no siempre son de ayuda para nuestra relación de pareja. Estos son algunos de los pensamientos que se proponen a las mujeres modernas y cuya base no está enraizada en la vivencia de los valores cristianos. A veces la mujer moderna se centra en sí misma.
Los siguientes pensamientos son muy comunes hoy en día:
– tienes derecho a vivir tu vida: – tienes derecho a que te traten como a una reina; – no dejes que haga contigo lo que quiera – en el matrimonio los dos son iguales – si te da mucha lata déjalo, es mejor estar sola que mal acompañada. – la época en que la mujer era esclava ya pasó.
Es claro que cada uno de los ejemplos anteriores no ayuda a despertar las diferentes formas del amor de ninguna manera. Una forma de pensar así no invita a entablar diálogo para hacer más fecunda y sólida la relación. Entonces, ¿cómo deberá estar orientada tu inteligencia para poder, a pesar de esto, decidirte libremente darte porque se quiere construir un amor limpio y generoso enraizado en la voluntad de hacer biografía juntos?
¿Conoces esta fábula?
En un vasto paisaje helado, azotado por la ventisca, se desliza un trineo. (Trata de poner toda tu atención en la escena). Su único ocupante viaja hacia el Polo Norte. De su rostro, cubierto de agujas de hielo, destacan los ojos febriles clavados con ansia en el horizonte.
Corre el trineo con la prisa de quien llega tarde. No se distrae el viajero en su valioso equipaje, que es todo lo que posee. No permite que el tiro de perros se desvíe un ápice del septentrión, no concede respiro a su esfuerzo, ni disminuye su velocidad. Todo en él es una tensa voluntad de alcanzar pronto la meta. En llegar al Polo Norte ha puesto lo mejor de sus energías, la más entrañable de sus esperanzas, el sentido final de su destino. Solamente de trecho en trecho, nuestro viajero se detiene un instante para comprobar si la dirección es correcta y cuánta es la distancia que todavía le separa del Norte. Y aquí la sorpresa. Los instrumentos le demuestran, sin lugar a dudas, que la dirección resulta exacta, pero la distancia del Norte es cada vez mayor. En vano verifica una y otra vez sus instrumentos: no están estropeados, no hay error en la medición, la dirección es buena, más la distancia no cesa de aumentar. Y nuestro viajero, entre el desaliento y la esperanza, fuerza siempre la velocidad, castiga sin piedad a sus perros y los lanza vertiginosamente entre la ventisca con la desesperación de quien huye. Todo es inútil, no obstante, en cada sucesiva medición, pese a la fidelidad de la dirección, el Polo Norte se aleja más y más…
¿Qué le ocurre al protagonista de tan dramático viaje? Quiero hacer notar que aquel vasto paisaje helado por cuyo interior viaja este diminuto trineo, no es más que un inmenso témpano de hielo, un colosal iceberg, que se desplaza hacia el sur a mucha mayor velocidad de la que nuestro pobre viajero corre hacia el norte. La meta del viaje y los ideales de su equipaje eran nobles. Su esfuerzo, admirable. Pero la base sobre la que se sustentaba toda la aventura era tan radicalmente errada que le conducía con fatalidad al polo opuesto.
También querida lectora dentro de la comunicación en el matrimonio puede sucederte algo parecido si no tienes total claridad en lo que estás dispuesta a dar y dejar de recibir para que tu matrimonio funcione. No es que seamos iguales o merezcamos lo mismo. Se trata de saberse comunicar. Simplemente hay que hacer a un lado un poquito los sentimientos, de vez en cuando, y “saber ser” inteligentes para comunicarnos, y asegurarnos de que lo que quieres decir es lo que tu marido entiende. Sin una buena comunicación, el matrimonio se convertirá en un terrible desierto. Si aprendes a comunicarte, tu matrimonio será un hermoso jardín.
Cómo usan las sectas el miedo al fin del mundo
Mitos y verdades acerca del fin del mundo.
El cambio cultural en el que estamos inmersos afecta todas las dimensiones de la vida humana, también la religiosa. Varios analistas advierten que observar lo que sucede con la religión nos puede ayudar a comprender lo que sucede con la sociedad en su conjunto. En todas las crisis culturales y especialmente en cambios de siglo o de milenio, proliferan movimientos milenaristas y apocalípticos con nuevas y viejas doctrinas acerca del fin del mundo o de la inminente transformación del cosmos.
Desde los adventismos y movimientos apocalípticos de inspiración cristiana, hasta los fundamentalistas de todas las tradiciones, las diversas manifestaciones del gnosticismo en sus versiones optimistas y pesimistas, junto a la diversidad de formas esotéricas que se reinventan en cada siglo, asistimos a una reconfiguración de las creencias religiosas que presentan antiguas y nuevas formas de comprender el final del universo.
¿Cuánto han influido estos movimientos en la cultura contemporánea? Muchas de las creencias de estos grupos se nos presentan cotidianamente en los medios de comunicación, conferencias y publicaciones pseudocientíficas.
Profecías incumplidas
En distintas situaciones de crisis sociocultural y específicamente en cambios de siglo o milenio, aparecen siempre toda clase de profecías que fechan el inminente fin del mundo. Recientemente nos lo habían fechado para el 2012 con una ridícula interpretación del calendario Maya o con ilusos cálculos de números bíblicos, como el caso de H. Camping. El año 2000 estuvo rodeado de toda clase de profecías y todavía hoy muchos grupos de corte fundamentalista utilizan la predicación de un inmimente fin provocando en sus seguidores una fidelidad mayor a los objetivos del grupo.
Ya en el siglo XIX los Adventistas predijeron el final para 1843 y luego para 1844, les siguieron los Testigos de Jehová prediciendo el fin del mundo para 1874, luego 1914, 1915, 1925, 1975 y así siguieron. En el siglo XX los Niños de Dios lo predijeron para 1993, la Misión Rama para 1975 y para el año 2000, la Iglesia Universal de Dios para 1936, 1947, 1972 y 1975; la Orden del Templo Solar para 1993 y 1994, Heaven’s Gate para 1997 y una interminable lista para el 2000 y el 2012.
Algunos grupos de origen católico inspirados en apariciones marianas y otras revelaciones privadas no aprobadas por la Iglesia, han fechado el fin o al menos asustado a sus seguidores con la narración de horrores advertidos por la Virgen para un tiempo no muy lejano.
Muchos de los grupos contactistas que presuponen el “contacto” con extraterrestres y revelaciones desde otras Galaxias, como la Misión Rama o el “estigmatizado” Giorgio Bongiovanni también dieron fechas y discursos de próximos finales. El grupo norteamericano Uranius predijo que llegarían los extraterrestres para el 2001, pero al año siguiente afirmaron que como no estábamos preparados, prefirieron esperar unos años más.
El llamado “Estado Islámico” (ISIS) también tiene un discurso de este tipo reforzado en una interpretación propia de la doctrina islámica. Anuncian que están llegando las últimas batallas antes del fin del mundo y la aparición del Mesías. De hecho uno de los fundadores de ISIS, mientras era miembro de Al Qaeda, consideraba que el Mesías iba a aparecer en el año 2006 y por eso había que fundar un califato para recibirle. Por otra parte, a partir de un dicho del profeta Muhammad (un hadiz) anuncian que un grupo elegido “aparecerá con banderas negras” en Siria y estará próximo el fin.
Grupos de corte orientalista y New Age, como el MISA, movimiento de Yoga esotérico fundado por el rumano Gregorian Bivolaru, afirman que cuanta más gente practique meditación durante más tiempo, se podrá frenar el “apocalipsis” que se avecina. Los movimientos gnósticos también han fijado fechas del fin del mundo, pero según sean optimistas (paso a una Edad dorada) o pesimistas (llegada de una destrucción total de la materia), varían sus profecías.
El clérigo Thomas Chase lo anunció para el 2007 basándose en la numerología, la Biblia y la astrología. Para marzo de 2013 algunos grupos afirmaron que se cumpliría la supuesta profecía de san Malaquías sobre el último Papa en la Iglesia católica. El canal History Channel, en uno de sus programas pseudocientíficos y de aire esotérico, afirmó que según la mitología vikinga el fin del mundo sería para el año 2014.
Podríamos seguir con una incontable lista de intérpretes de Nostradamus que también han visto el presente a la luz de la simbología encontrada en cualquier texto que les sirva de excusa. Lo cierto es que todos los que se pretenden apoyar en la Biblia olvidan que los mismos textos bíblicos advierten que “nadie sabe el día ni la hora“, solo Dios.
Apocalipsis y Harmagedón
El libro del Apocalipsis, al igual que otros textos de corte apocalíptico incluidos en los evangelios, son rodeados de una atmósfera de tensión y misterio. Muchos cristianos sienten miedo de leerlo y asocian la palabra “apocalipsis” con desastres graves y de amplio alcance, como sinónimo de “destrucción masiva”.
Cuando se habla de peligros relacionados con armas de gran poder de destrucción o de un posible asteroide que choque con nuestro planeta, se habla de situaciones “apocalípticas”. Sin embargo el término apocalipsis significa otra cosa. Es una palabra griega que significa “desvelamiento”, “correr el velo”, “revelación”, comunicar algo que hasta el momento era desconocido. Al mismo tiempo es un género literario propio del judaísmo cuya finalidad es dar una interpretación religiosa a los acontecimientos históricos desconcertantes o inexplicables, especialmente cuando hay grandes injusticias, como las persecuciones romanas a los cristianos.
Para interpretar estos textos adecuadamente hay que ubicar cualquier símbolo en su contexto específico y conocer la teología del autor. El género apocalíptico está cargado de símbolos extraños para nosotros: convulsiones cósmicas, seres fuera de lo normal, sueños y visiones, números con significaciones especiales, etc. Pero todos estos símbolos están al servicio de una lectura de la historia concreta a la luz de la fe.
Los hechos no se narran en su detalle concreto, sino que se busca expresar una lógica superior, un plan, una finalidad que da sentido a toda la historia, de la cual Dios es Señor. La dialéctica constante entre el bien y el mal no es de estilo maniqueo, como si fueran fuerzas del mismo poder, sino que Dios sigue siendo siempre el dueño absoluto de la historia.
El “Harmagedón” (que se debe escribir con H) significa el Monte Megidó, lugar de la llanura del Esdrelón en Galilea, donde se libraron varias batallas importantes narradas en el Antiguo Testamento. Pero el término ha sido utilizado por diversas sectas y grupos religiosos como el lugar de una batalla final entre Cristo y el Anticristo o entre Cristo y Satanás.
De aquí que tampoco es el “Harmagedón” un episodio de destrucción, sino un lugar de grandes batallas para Israel. Pero Testigos de Jehová, Adventistas, Mormones, La Iglesia de Dios Universal y los mismos Rosacruces lo han anunciado para diversas fechas como sinónimo de la Batalla Final.
¿Qué dice la Biblia sobre el fin del mundo?
Los cristianos no sabemos cuándo será la consumación de la tierra y de la humanidad ni la manera como se transformará el universo. La Biblia nunca habla del “fin del mundo”, sino del “fin de los tiempos”, expresando que no acabará del todo, sino que será transformado en un “cielo nuevo y una tierra nueva” en Jesucristo.
“En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo sabe” (Mt. 24, 36 y Mc. 13, 32). Jesús no dio fecha ni horario para que podamos agendarlo. “A ustedes no les toca saber cuándo o en qué fecha el Padre va a hacer las cosas que solamente Él tiene autoridad para hacer” (Hch. 1, 1-7).
Hoy en día hay muchas iglesias y denominaciones que dicen ser los verdaderos seguidores de Cristo
Hoy en día hay muchas iglesias y denominaciones que dicen ser los verdaderos seguidores de Cristo. Sin embargo, en los inicios del cristianismo no era así. Había una sola Iglesia y todos los cristianos permanecían unidos bajo las enseñanzas de los apóstoles.
Hoy hablaremos de cuál es esta Iglesia, y para qué funda Cristo una Iglesia.
Hay personas que encuentran, muchas veces, a la Iglesia como un obstáculo, incluso reconocen que prefieren ir a la Iglesia sólo cuando lo sienten. Otros, sostienen que en la Iglesia católica hay muchas normas y prefieren dejarla. Y hay quienes alegan que ellos prefieren confesarse directo con Dios, o que tratan de acomodar los Mandamientos de la Iglesia según su conveniencia.
¿Por qué Cristo fundó una Iglesia?
Hay muchos cristianos que encuentran a la Iglesia como un obstáculo por las normas, las reglas y la estructura; creen que los asfixia y sugieren entonces vivir algo espontáneo, sin lineamientos. Pero, si lo pensamos bien, no podemos vivir un auténtico cristianismo sin la Iglesia fundada por Cristo.
Sin la Iglesia, el cristianismo se hace inofensivo. La Iglesia traduce el cristianismo en un cristianismo real. Sin la Iglesia, el Evangelio sería como cualquier libro o como una plastilina en donde cada quien modelaría su propio cristianismo, el que quisiera, como más le convenga o le guste, haciendo a un lado aquello que le desagrada y exige.
Hay personas que pueden decir que son católicas, pero que nunca van a Misa, que no se acercan a la Iglesia y sus sacramentos, o que están lejos del Papa y los sacerdotes, representantes de Cristo, y no se dan cuenta que justamente la Iglesia es al Católico como la tortilla a un taco (valga la comparación sencilla): sin la tortilla no hay taco, pues sin la Iglesia no hay cristianismo.
Es la Iglesia la que traduce al cristianismo en un compromiso real y que pone lo rieles de nuestro tren para que sepa hacia donde ir; no puede ser un estorbo para un verdadero cristiano. Es un estorbo sólo para aquellos que quieren vivir el cristianismo como les viene en gana, y que deciden hacerla a un lado y fundar su "iglesia propia".
Por ejemplo, el joven que se escapa de la escuela, que dice sentirse muy feliz y contento por que no hay quien le exija, aún cuando sabe que su deber es estar estudiando; sólo se engaña a él mismo. Pues en nuestra religión, es la Iglesia la que nos pone las normas, la que hace que el cristianismo sea compromiso, la que nos motiva e impulsa a seguir, la que responde nuestras dudas, la que nos señala por donde ir, que nos da un espíritu de lucha, de superación, de esfuerzo, de exigencia, reto y autoconquista para transformarnos en otro Cristo.
Es gracias a la Iglesia que sabemos que lo importante no era tener el cabello largo, usar sandalias, y traer túnica para ser católico. Sin la Iglesia, el cristianismo no hubiera pasado de ser el club de amigos de Jesús de Nazaret. Fue la Iglesia la que propagó, perpetuó y creó ese movimiento de fe, amor práctico y compromiso de vida. Para eso Cristo creó su Iglesia para que perpetuar a lo largo del tiempo su mensaje.
¿Por qué, a veces, estorban las normas de la Iglesia?
La única respuesta es por falta de amor. Por ejemplo, cuando tu amas a una persona estás dispuesto a hacer todo lo que ella te pide: hasta te sacas diez en el examen, o hasta te cae bien tu suegra. Dejas todo por corresponder a ese amor que te tienen, cumples con tus responsabilidades y hasta dejas el partido de fútbol por estar con esa persona.
Cuando se ama, aún el gesto más sencillo, un pequeño detalle lo sabemos apreciar. Si decimos ser cristianos y amar a Cristo, ¿por qué entonces no sabemos apreciar lo que Cristo hizo por nosotros al dejarnos concretamente, y sin fallas, todo lo que quiere que hagamos y como hacerlo?
Hay veces en que apreciamos más un detalle que nos brinda un desconocido, que el gran regalo que nos tiene Cristo; y hasta lo dejamos a un lado con el moño puesto.
Cuando hay amor no dejas a Cristo abandonado con los brazos abiertos por que te pidió que hicieras ciertas cosas: te das por completo aceptando las normas y condiciones. Como cuando una pareja se va a casar, la novia no puede pensar "me caso contigo y te entrego toda mi vida incondicionalmente, pero yo no plancho, ni lavo, ni hago de comer". Cuando amas lo das todo sin límites, y aceptas los requisitos sin límites.
Cristo fundó una Iglesia y estableció una jerarquía a ser respetada (El Papa, los Obispos); puso unas leyes y normas para que no estuviéramos cada año, cada tiempo y cada moda re-inventando la Iglesia, sino para que vivamos en la Iglesia como Él quiso, por amor a ella y así, formemos con ella un sólo cuerpo en Cristo.
¿Qué significa Iglesia?
Iglesia quiere decir "comunidad convocada". En este caso, convocada por Cristo.
Cristo dio ciertas características a la Iglesia para que la distinguiéramos como la verdadera. Entre estas características está la unidad.
En primer lugar, unidad de fe, que se muestra por el Credo que rezamos todos los Domingos, que es el mismo que rezaban los apóstoles y describe en pocas palabras en qué creemos como católicos.
En segundo lugar, unidad de comunión, pues formamos una sola Iglesia en todo el mundo, en donde nuestro jefe, nuestro rey es Cristo, y su vicario, la cabeza visible de la Iglesia es el Papa. Es la misma en todas partes del mundo, ya sea en Cuba, en México, o en España. Igual que en los primeros tiempos, en donde existía la misma Iglesia en Filipo o en Corintio. Unidad de comunión, también porque comemos del mismo pan y formamos un mismo cuerpo (Hechos 2:42).
Es necesario que colaboremos en esta unidad, que estemos unidos entre nosotros, unidos entre los grupos sin que haya divisiones, y después, estos grupos unidos al sacerdote; y él, a su vez, al obispo y al Papa. Y así, dar testimonio verdadero de que somos la Iglesia de Cristo y que en nosotros se cumple ese deseo de Cristo, la unidad. Esta es una característica que nos distingue a los católicos.
La Iglesia es llamada, también, Cuerpo Místico de Cristo, en donde Jesús es la cabeza y nosotros todo el cuerpo. Y está viva como el cuerpo de cualquiera de nosotros lo está; y siente dolor cuando una parte se enferma; y alegría cuando una parte se mejora. Cada uno de nosotros forma la Iglesia de Cristo, y es en nosotros, en los jóvenes, donde la Iglesia se mira a sí misma. "Vosotros jóvenes sois la esperanza de la Iglesia", afirmó hacia el comienzo de su pontificado, el papa Juan Pablo II.
Gracias a muchas personas, hoy tenemos nuestra fe. Desde los primeros tiempos hasta el día de hoy, desde los apóstoles, mártires, y tantos santos que, al dar su vida, nos mostraron el valor de nuestra fe. Ahora, el Santo Padre nos dice que nosotros, que cada uno de nosotros somos la esperanza de la Iglesia, porque ahora nos corresponde tomar la estafeta de nuestra fe y transmitirla, para continuar a través de nuestro testimonio esa gran labor que Cristo ha dejado: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio".
Hace poco, me dijo una amiga, que desde que se cambió de la Iglesia Católica a otra distinta, vive mejor y hace más cosas buenas, y hasta ha logrado deshacerse de vicios. Podemos con esto concluir que en muchas otras "iglesias" (recuerda que es el cuerpo místico de Cristo, y ni modo que tuviera varios cuerpos) algo bueno debe haber, y si aunque sea eso bueno se vive, se pueden lograr buenas cosas; pero es necesario hacer notar que si ella hubiera vivido todo lo bueno que tiene nuestra Iglesia, simplemente llegaría a niveles como el de la Madre Teresa de Calcuta: a la santidad.
Si nosotros la viviéramos, la conociéramos y la amáramos, nos daríamos cuenta de todas sus características y podríamos sacarle más fruto que cualquiera de las otras. Es importante que usemos los medios que nos ofrece la Iglesia Católica, como ir a Misa, confesarse, leer la Biblia, participar en grupos parroquiales, conocer la palabra y escritos del Santo Padre. Es importante conocer, amar y vivir lo que en ella se enseña.
Notas de la Biblia
1. San Juan 17, 20, nos habla de cómo Cristo es quien convoca la Iglesia, nos invita a que seamos una sola Iglesia.
2. Carta a los Efesios 4,4, nos describe la Iglesia que predicaba San Pablo, una sola.
En resumen:
- Cristo fundó la Iglesia, la única y auténtica depositaria de lo que Dios quiere de nosotros, y puso a Pedro y a sus sucesores, los Papas, para reconocerla como la verdadera y para guiarla.
- Un católico que no vive dentro de las líneas de la Iglesia, es como un tren que decide no seguir las vías... ¿has oído de las consecuencias de un descarrilamiento?
- Hay personas que hacen su propia iglesia porque no quieren seguir reglas ni obedecer; por comodidad.
- Un verdadero miembro de la Iglesia vive diariamente el mandato de Jesús: "Id por todo el mundo, y predicad el Evangelio..."
- Si viviéramos en profundidad todo lo que la Iglesia Católica nos recomienda, llegaríamos al máximo nivel y plenitud que un hombre y una mujer pueden llegar: la santidad.