Señor, haz que tu Encarnación me transforme en tu amor

IV MIÉRCOLES DE ADVIENTO, 24 DE DICIEMBRE

(2 Sam 7, 1-5. 8b-12. 14a. 16; Sal 88; Lc 1, 67-79)

LA LUZ DEL ALBA. Los profetas toman con frecuencia el lenguaje figurado, por el que es más fácil describir el sentido amplio de las promesas divinas. Dentro de las imágenes y figuras bíblicas, la noche, la oscuridad, las tinieblas se invocan para describir circunstancias difíciles, momentos de prueba y hasta de infidelidad. Al contrario, si se toman las imágenes del alba, del sol naciente, de la aurora, con ellas se desea expresar la proximidad de la bonanza, de la intervención providente favorable.

Este día de Nochebuena, la Palabra, tomando el cántico de Zacarías, anuncia: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto” (Lc 1, 78). La luz, el sol y el lucero se refieren a Cristo, que viene acompañado de paz. “Te pondré en paz con todos tus enemigos” (2 Sam 7,1). Él tomará el sobrenombre de Príncipe de la Paz. La Nochebuena se canta como noche de paz y de luz. Hoy es el día sin noche, pues cuando la noche mediaba su carrera, y un silencio en calma lo envolvía todo, la Palabra de Dios se precipitó sobre la tierra y todo quedó inundado de luz y de claridad. No es noche de dormir. Por el nacimiento de Jesús, se confirma el canto del salmista: “Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable” (Sal 88). Hoy se cumple las promesas, se sella la Alianza.

ALBRICIAS TERESIANAS. Santa Teresa de Jesús, cuando describe sus experiencias místicas, apela también a la luz: “¿Cómo entiendo y me afirmo con más claridad que está cabe mí que si lo viese? Porque parecer que es como una persona que está a oscuras, que no ve a otra que está cabe ella, o si es ciega, no va bien. Alguna semejanza tiene, mas no mucha, porque siente con los sentidos, o la oye hablar o menear, o la toca. Acá no hay nada de esto, ni se ve oscuridad, sino que se representa por una noticia al alma más clara que el sol. No digo que se ve sol ni claridad, sino una luz que, sin ver luz, alumbra el entendimiento, para que goce el alma de tan gran bien. Trae consigo grandes bienes” (Vida 27, 4). Te deseo que gustes dentro de ti la claridad de la Nochebuena. Aunque no sea tan radiante como describe santa Teresa su experiencia de Dios. “No es resplandor que deslumbre, sino una blancura suave y el resplandor infuso, que da deleite grandísimo a la vista y no la cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan divina. Es una luz tan diferente de las de acá, que parece una cosa tan deslustrada la claridad del sol que vemos, en comparación de aquella claridad y luz que se representa a la vista, que no se querrían abrir los ojos después. Es como ver un agua clara, que corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia y con gran nublado y corre por encima de la tierra. No porque se representa sol, ni la luz es como la del sol; parece, en fin, luz natural y estotra cosa artificial. Es luz que no tiene noche, sino que, como siempre es luz, no la turba nada” (Vida 28. 5).

DOMINGO IV DE ADVIENTO (B)  2S 7: 1-5,8b-11,16 / Rm 16: 25-27 / Lc 01:26:38

21 de diciembre de 2014. Ya a las puertas de la Navidad, hermanas y hermanos, este cuarto domingo de Adviento nos lleva el anuncio, ya inminente de la Buena Noticia: Dios se acerca a nosotros, a fin de hacer de nuestra historia, una historia de salvación. Y es que también para nosotros, hoy "la revelación del plan de Dios, escondido en el silencio de los siglos, ha salido a la luz "(Rm16: 25-26). Es este el proyecto de salvación universal, que es la expresión del amor infinito de Dios para cada uno de los hombres y de las mujeres. Este misterio del Dios amor, hace dos mil años se hizo presente en María, la chica de Nazaret. Fue la Madre Virgen, que esperó llena de amor el cumplimiento de las promesas, quien acogió con docilidad la Palabra que ella hizo carne. La fe de María, imagen de la Iglesia, como nos recordaba el Concilio Vaticano II, hizo posible que Jesús se hiciera hombre. Con una confianza plena en Dios, con un humilde agradecimiento, con una total apertura a la voluntad del Padre y con la alegría del Espíritu, María recibió el anuncio del Ángel: "Alégrate llena de gracia "(Lc 1:28). No es eso, la alegría del Dios-con-nosotros, lo que nos disponemos a acoger y celebrar en esta Navidad? O será sólo un tiempo de vacaciones y de turismo, de comidas familiares y de regalos o de soledades llenas de nostalgias?

El Adviento que estamos terminando nos invita a la esperanza. A una esperanza que debe ser una "espera ferviente", como nos recuerda el Papa Francisco. Por ello, como seguidores de Jesús, estamos llamados a "mantener bien visible la llama de la esperanza, para que pueda iluminar a toda la humanidad, el camino que lleva al encuentro con el rostro misericordioso de Dios "(Palabras del Papa en la plaza de San Pedro el día 15 de octubre de 2014). ¿Y como mantener y reavivar la llama de la esperanza en los corazones de los que sufren? Cuentan que una vez un hombre quería dejar toda su fortuna, al amigo que fuera capaz de administrar bien su dinero. Por ello propuso a sus tres mejores amigos el siguiente reto: Tengo tres grandes bodegas, todos del mismo tamaño. Aquí tiene cada uno esta bolsa de monedas. Su misión consistirá en llenar la bodega con lo pueda comprar con este dinero. Ganará el que consiga llenar el mayor volumen de la bodega. El primero de los tres gastó todo el dinero en arena, pero sólo pudo llenar la tercera parte de la bodega. El segundo gastó el dinero en el suelo, y llenó la mitad de la bodega. Pero el tercero de los hombres gastó sólo una pequeña parte del dinero, consiguiendo pero llenar toda la bodega. Posiblemente los monaguillos, o los jóvenes que están aquí, estará pensando que pudo comprar ese hombre para llenar la bodega, si los otros dos no lo habían podido hacer.

La pequeña parte de monedas que utilizó fue para comprar velas, que con su claridad llenaron de luz toda la bodega. ¿No es eso, lo que significa el Adviento?

¿No estamos llamados a ser portadores de luz, de esperanza y de alegría, para así hacer posible la Navidad? No fue este el testimonio de esperanza de un pequeño niño que él nos explicaba, con una mirada llena de ternura, nos decía que tenía un corazón con sólo "tres cajitas", cuando todo el mundo tiene cuatro. Pero que era un "corazón especial". ¿Cuántas "cajitas" tiene nuestro corazón? Es también un corazón especial el nuestro, capaz de descubrir el Dios niño en todos no en las figuras del pesebre, sino en los niños desnutridos que se acuestan sin cena. En los niños que duermen al raso ". Es en ellos, hermanas y hermanos, que encontraremos el Niño nacido de María. Y en los que se encuentran solos, en los inmigrantes, en las familias que no pueden llegar a fin de mes, en los que tienen el corazón lleno de heridas, en los ancianos que cobran una pensión de miseria, en los que han perdido el trabajo y el hogar. En todos los que sufren podremos descubrir el Dios Niño. Y en todos ellos debemos sembrar esperanza y alegría. "El Reino de Dios", decía también el obispo Romero, "ya está misteriosamente presente en la tierra. Pero cuando venga el Señor llegará a su perfección. Esta es la esperanza que nos anima a los cristianos "(24 de marzo de 1980).Hermanas y hermanos: en medio del sufrimiento y de las tinieblas que rodean tantas personas, la esperanza debe animar nuestra vida. Y como discípulos de Jesús, debemos abrir nuevos caminos, nuevos horizontes, para así hacer posible un mundo más humano y más fraterno. "Hoy, cuando en el mundo es noche, en la esperanza que me da la Buena Nueva, grito bien fuerte mi fe en el futuro de la humanidad. Creo que un día toda la humanidad reconocerá que Dios es la fuente de su amor. Yo creo que la bondad nos salvará, y que dará como fruto, la paz ". Este era el deseo que expresaba Martin Luther King. Este es también mi deseo para todos USTEDES, para esta Navidad que se derrame la PAZ y el AMOR entre todos los suyos con un corazón como el de la VIRGEN y San JOSE que nos dan el don inefable del PADRE que es el HIJO de DIOS nacido en el Portal de Belén para nuestro bien.

Natividad del Señor (Misa de medianoche)

Con San Pablo exclamamos en la entrada de esta celebración: «Ya se cumple el tiempo en el que Dios envió a su Hijo a la tierra» (Gál 4,4). En la oración colecta (Veronense) pedimos al Señor Jesús que venga y no tarde, para que su venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de su amor. –2 Samuel 7,1-5.8-11.16: El trono de David durará para siempre. No será David el que edifique el templo del Señor. Pero el Señor le premia su buena intención, y le promete la perennidad de su dinastía. Por eso el Mesías será hijo de David y su reino será eterno. En el tierno Niño de Belén hemos de ver al fuerte y poderoso Rey divino, al Señor del universo, al Fundador del Reino de la Verdad y de la Vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia del amor y de la paz. La fe debe hacernos contemplar la corona y el cetro que la vista corporal no alcanza a ver. El Padre eterno decreta: «Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión» (Sal 2,6). Y Cristo, el nuevo Rey, lo proclama ante el mundo: «El Señor me ha dicho: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídemelo y te daré en herencia las naciones y te haré dueño de todos los confines de la tierra» (7-8). Nosotros creemos en su reinado, nos sometemos a su imperio, nos consideramos dichosos de ser conducidos, mandados y regidos por Él. Adoraremos al Rey en un pesebre, y lo veneraremos en su Ascensión a la derecha del Padre, cuando diga: «Se me ha dado todo poder sobre los cielos y sobre la tierra» (Mt 28,18). ¡Nos entregamos totalmente a su dominio! ¡Queremos servirle, vivir y morir en su santo servicio! Ese reinado no se funda ni en la carne, ni en la sangre, ni en la raza, ni en el nacimiento, ni en las armas, ni en los ejércitos, ni en riquezas o grandes extensiones de tierra. No se funda tampoco en las dotes naturales del hombre: en su inteligencia, en sus ascendientes, ni en su influencia; tampoco en su cultura, en su renombre o en su perspicacia. Solo se funda en dos cosas: en la gracia divina y en la buena voluntad del hombre para recibir esa gracia. Abrámonos a esa gracia divina.

–Con el Salmo 88 cantamos eternamente las misericordias del Señor. Dios prometió a David un reino para siempre, un trono para la eternidad, y por eso su fidelidad permanece en todas las edades. En Navidad se renueva esa alianza maravillosa en favor de todos los hombres:

«Anunciaré Su fidelidad por todas las edades. Porque dije: “Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad”. Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: “Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono por todas las edades”. Él me invocará: “Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora”. Le mantendré eternamente mi favor, mi alianza con él será estable». Solo en Cristo se ha realizado plenamente esta formidable promesa del Señor.

–Lucas 1,67-79: Nos visitará el Sol que nace de lo alto. Zacarías en el Benedictus descubre la misteriosa realidad escondida en aquellos niños, Juan y Jesús. En una hora de inspiración inefable, es profeta que declara y anuncia las obras de Dios, a quien alaba en el comienzo de la salvación. La fuerza de Dios se ha hecho presente en el seno de una Virgen. El Mesías viene a dar la libertad que es necesaria para servir a Dios con santidad y justicia. En el Mesías, el pueblo de Dios será regido por un Rey bueno, pacífico y salvador. Juan será el heraldo, la voz. Su grandeza está en preparar el camino del Señor, llevar al pueblo al conocimiento del Salvador. Oigamos a San Ambrosio: «Considera qué bueno es Dios y qué pronto para perdonar los pecados. No solo le da a Zacarías lo que le había quitado, sino que le otorga también lo que no esperaba. Este hombre, después de largo tiempo mudo, profetiza; pues ésta es la máxima gracia de Dios, que aquellos que le habían negado le rindan homenaje.

«¡Que nadie pierda, pues, la confianza! Que nadie, con el recuerdo de sus faltas pasadas, desespere de las recompensas divinas. Dios sabrá modificar su sentencia, si tú sabes corregir tu falta» (Comentario Evang. Lucas II,33). La misericordia de Dios, como ya había sido prometido a Abraham, ha hecho nacer de su descendencia el Sol que ilumina los pasos de los hombres por el camino de la paz, aunque muchas veces se obstinen en esconderse en las tinieblas del error y del pecado. «La luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la admitieron. Él vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,5.11).

Oigamos a San Juan Crisóstomo, que nos exhorta a recibir a Cristo: «Él se nos ofrece para todo. Y así nos dice: “si quieres embellecerte, toma mi hermosura. Si quieres amarte, mis armas. Si vestirte, mis vestidos. Si alimentarte, mi mesa. Si caminar, mi camino. Si heredar, mis heredades. Si entrar en la patria, yo soy el arquitecto de la ciudad...

«“Y no te pido pago alguno por lo que te doy, sino que yo mismo quiero ser tu deudor, por el mero hecho de que quieras recibir todo lo mío. Yo soy para ti padre, hermano, esposo; yo soy casa, alimento, vestido, raíz, fundamento, todo cuanto quieras soy yo; no te veas necesitado y carente de algo. Incluso yo te serviré, porque vine “para servir, y no para ser servido” (Mt 20,28). Yo soy amigo, hermano, hermana, madre; todo lo soy para ti, y solo quiero contigo intimidad. Yo soy pobre por ti, mendigo para ti, crucificado por ti, sepultado por ti. En el cielo estoy por ti ante Dios Padre; y en la tierra soy legado suyo ante ti. Todo lo eres para mí, hermano y coheredero, amigo y miembro. ¿Qué más quieres? ¿Por qué rechazas al que te ama y trabajas en cambio para el mundo, echándolo todo en saco roto?”» (Homilía 76 sobre Evg. Mateo).

Dejémosle al Salvador nacer de nuevo en nuestros corazones. El hombre de buena voluntad, que hoy abre su corazón a la verdad y al bien, el que está dispuesto a recibir sencillamente y con rectitud la verdad y a practicar el bien, alcanzará la amistad de Cristo y la posesión del reino de Dios. ¡Tan amplios y universales y, al mismo tiempo, tan sencillos son sus fundamentos! Dejemos que el Sol que nace de lo alto ilumine nuestras tinieblas. Sometámonos al reinado de Cristo. En él encontraremos la verdad, la paz y la vida.

Solemnidad de la Natividad del Señor

Primera: Is 52, 7-10; Salmo 97;Segunda: Heb 1, 1-6; Evangelio: Jn 1, 1-18  

Nexo entre las lecturas
Podríamos decir que las lecturas del día de Navidad se concentran en dar una respuesta al gran interrogante que ha atravesado dos mil años de cristianismo: ¿Quién es Jesucristo? La respuesta la encontramos, sobre todo, en el prólogo del evangelio según san Juan: El Verbo, el creador del universo, la luz del mundo, el revelador del Padre, etc. Esta respuesta del evangelio es colocada en el ámbito del profetismo del Antiguo Testamento: Jesucristo, el mensajero que trae la paz y la salvación (primera lectura); Jesucristo, el último y definitivo profeta de Dios (segunda lectura).

Mensaje doctrinal

¿Quién es Jesucristo?
En todo el mundo cristiano el día 25 celebramos el nacimiento de un niño: Jesús de Nazaret que ha revolucionado durante dos mil años la historia de la humanidad, sobre todo del Occidente. Quienes no son cristianos tal vez se pregunten quién es ese niño que celebran los cristianos con tanta solemnidad. Y no está mal que también nosotros, en esta singular ocasión de la Navidad, nos lo preguntemos. O mejor, todavía, lo preguntemos a la Biblia, a través de la cual Dios nos habla y se nos revela.

1. Jesucristo es el Verbo, que vive en el seno de Dios, y que pone su tienda entre los hombres, en un determinado momento de la historia. Jesucristo, antes de ser una palabra pronunciada por la historia, es La Palabra pronunciada por el mismo Dios. En el mundo de Dios el Padre está pronunciando eternamente La Palabra. En Belén, en tiempo del emperador Augusto, La Palabra eterna es pronunciada por labios humanos, se convierte en palabra de carne. Se llama Jesús de Nazaret. ¿Quién es Jesús? Es el Verbo, que al ser pronunciado por los hombres, suena Jesús de Nazaret.

¿Quién es el Verbo?
Es Jesús, a quien el Padre llama La Palabra. En el misterio de Jesucristo no se puede separar la eternidad del tiempo, el Verbo de Jesús. Sería traicionar la revelación de Dios. A lo largo de la historia Dios había pronunciado palabras por medio de los profetas, palabras que manifestaban de modo incompleto la revelación de Dios. Con Jesucristo el Padre pronuncia la última, definitiva y única Palabra, en la que se compendia y llega a plenitud toda la revelación (segunda lectura).

2. Jesús es la vida y la verdadera luz del mundo. Vida y luz son dos imágenes muy usada en todo el Antiguo Testamento. Dios es el creador de la vida (plantas, animales, hombre). A la vez que creador, es también el señor, que dispone de ella según sus inescrutables designios. El hombre ha sido creado para la vida, no para la muerte. Con todo, a causa del pecado, el reino de la muerte se ha instalado en la historia. Cuando los cristianos proclamamos que Jesús es la vida, afirmamos que él es el vencedor de la muerte y el restaurador de la vida en la humanidad. Al restaurar la vida, ésta es como un faro de luz en un mundo prisionero de la tiniebla. Al confesar que Jesús de Nazaret, en el momento mismo de nacer es vida y luz de los hombres, estamos afirmando también que no es una vida cualquiera o una luz cualquiera, efímera y débil, sino la Vida y la Luz originales, presentes en Dios mismo. Porque es Vida y Luz, su historia personal, una más en sí misma entre las historias de los hombres, es fuente de Vida y de Luz para la humanidad entera.

3. Jesús es el revelador del Padre. "A Dios nadie le ha visto jamás, el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, nos lo ha revelado". Jesucristo no sólo es el revelado por los profetas, por ejemplo, por Miqueas, como mensajero de paz, de consolación y de salvación, o no sólo es revelado superior a los ángeles (segunda lectura). Él mismo, en persona, es revelador. ¿Y qué otra realidad más honda puede revelarnos sino el misterio de Dios, del que viene y en el que habita, absolutamente desconocido para los hombres? El Padre no es visible. Se hace visible y presente en Jesucristo. Lo hace visible hablándonos del Padre, v.g. las parábolas del padre misericordioso, y sobre todo nos habla del Padre en su modo de vivir y de estar en el mundo, entre los hombres. 

Sugerencias pastorales
1. Para ti, ¿quién es Jesucristo? Hemos de dejar las cuestiones generales y preguntarnos de modo muy personal: "Para mí, ¿quién es Jesucristo?". Según que se responda a esta pregunta con los labios, con el corazón y sobre todo con la vida, nuestra existencia seguirá un rumbo u otro, seguirá unos parámetros u otros según los cuales vivir. Si Jesucristo lo es todo para mí: mi Dios, mi salvador, mi modelo, mi todo, trataré de hacer real en mi vida este convencimiento. Si Jesucristo es un hombre extraordinario, el más enigmático y grandioso entre los hijos de Adán, pero nada más que hombre, seré tal vez un gran admirador de su figura, trataré de seguir su vida moralmente ejemplar, pero nunca caeré de rodillas ante él, ni le invocaré como redentor, ni estaré dispuesto a dar mi vida por creer en él. Si Jesucristo no fue más que "un hippie entre yuppies", como alguien ha dicho, o un mesías fallido como piensan muchos judíos, o un "avatar" más entre tantos otros que han existido y continúan viniendo a la existencia, ¿qué sentido tiene seguir siendo discípulo de Jesús de Nazaret? ¿Para qué seguir haciendo una pantomima recitando el credo? Que esta Navidad reafirmemos nuestra fe en "Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre", en "Jesucristo, redentor del hombre".

2. Presencia de Cristo en la historia. Jesucristo es el viviente. Él no ha pasado a la historia, como tantos personajes que un día, hace siglos o milenios, eso no importa, amaron y fueron amados, recorrieron los mismos espacios o semejantes a los que hoy recorremos en pueblos o ciudades de nuestro planeta. Jesucristo no pertenece al pasado. Mientras los hombres tenemos, por nuestra misma condición histórica, una relación con el pasado y con el futuro, Él es un presente sin más relación. Él vive, está a tu lado, te acompaña. Él te ama, se interesa por ti, te ilumina con su luz, te habla palabras de verdad y vida. Él quiere tu bien, no te deja tranquilo cuando tomas un mal camino, es un amigo que siempre te jugará limpio frente a la verdad, frente al eterno destino. Jesús vive en tu corazón por la amistad y comunión con él. Vive en la eucaristía, en el sagrario. Vive en la Biblia, Palabra inmortal de Dios al hombre. Vive en los hombres y mujeres que creen en él, le aman y siguen sus pasos. Vive en el Papa y en los Obispos que le representan ante los hombres. Vive en los niños inocentes, él que nunca dejó de ser niño en su relación con su Padre. Él vive para darnos la vida, para recordarnos siempre que nuestro destino es la vida, o mejor, la Vida.

Dios ha redimido a su pueblo

Lucas 1, 67-79. Navidad. Hemos llegado a la hora cero, la noche santa, la Nochebuena. Noche en la que todos nos hacemos niños, y dejamos que hable el corazón.

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 67-79

En aquel tiempo, Zacarias, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, y ha hecho surgir en favor nuestro un poderoso salvador en la casa de David, su siervo. Así lo había anunciado desde antiguo, por boca de sus santos profetas: que nos salvaría de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos aborrecen, para mostrar su misericordia a nuestros padres y acordarse de su santa alianza.

El Señor juró a nuestro padre Abraham concedernos que, libres ya de nuestros enemigos, lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia delante de él, todos los días de nuestra vida. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos y a anunciar a su pueblo la salvación, mediante el perdón de los pecados. Y por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en las tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz

Oración introductoria
Bendito seas, Señor, porque siendo Dios te abajas a mi humanidad para que pueda comprender la grandeza de tu amor. Permite que esta oración me prepare a celebrar santamente la Navidad, en el gozo de la fe y animado con el empeño de una conversión sincera.

Petición
Señor, haz que tu Encarnación me transforme en tu amor.

Meditación del Papa Francisco
En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: “Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres”.
La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. […]

Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la misericordia. Nuestro Padre nos perdona siempre. Y Él es nuestra paz.» (Papa Francisco, 24 de diciembre de 2013)

Reflexión
Hemos llegado a la hora cero, la noche santa, la Nochebuena. ¡Qué nombre tan bello se le ha puesto! Noche en la que todos nos hacemos niños, y dejamos que hable el corazón, qu e se haga villancico, luz, ternura, amor familiar, bondad e ingenuidad. Noche en la que sale fuera el niño que somos por dentro, y hablan el Niño del pesebre, la mula y el buey, los ángeles y los pastores....narraciones simbóloicas que revelan lo más hondo de nosotros mismos y del sentido de nuestra existencia.

Vivamos con intencidad estos días. Detengámonos -¡como sea!- para encontrar un tiempo de paz, de sabor, de oración ante el misterio: el misterio de Dios, el de Jesús, el de los seres humanos, el mio..

El tiempo de Navidad es un tiempo de amnesia. Se nos invita a olvidar todo aquello que nos disminuye y enferma. En toda comunidad hay roces y malos entendidos. Todos pasamos por muy malos ratos, con reacciones tan injustas como crueles hacia los demás. Todos somos heridos y heridores. Todos necesitamos olvidar. No solo perdonar desde lo alto de nuestra dignidad herida, cuando alimentamos con el recuerdo de nuestro perdón el recuerdo de la ofensa. Hagamos en este tiempo un esfuerzo definido y sistemático para expulsar de nuestra memoria la convicción de que somos víctimas.

Todos nos regocijamos hoy por el nacimiento de Jesucristo en la tierra. "¡Un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado!" -canta alegremente la Iglesia en la misa de Nochebuena, con las palabras del profeta Isaías. Sí, Jesús ha nacido, y en Él "ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres" -nos dice san Pablo en la lectura de la carta a Tito-. Y en el Evangelio escuchamos el mensaje jubiloso que el ángel anuncia a los pastores: "Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: ¡el Mesías, el Señor! Y aquí tenéis la señal: encontraréis a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre".

¡Dios se ha hecho hombre! ¡El Verbo eterno del Padre se ha hecho carne para redimirnos del pecado, para abrirnos las puertas del cielo y darnos la salvación! Es un misterio insondable, incapaz de ser abarcado ni comprendido suficientemente por nuestra pobre y oscura razón humana.

El Dios infinito se hace un ser pequeñísimo; el Dios eterno se hace hombre temporal y mortal; el Dios omnipotente se hace un niño frágil, impotente e indefenso; el Dios creador de todo cuanto existe y a quien no puede contener el universo entero, se hace una creatura capaz de ser contenida en el vientre de María y luego envuelta en pañales... ¡Sí, este Niño es Dios! Y nace en la más absoluta pobreza, en la más profunda humildad, silencio, desprendimiento, obediencia al Padre... ¿Por qué? Por amor a cada uno de nosotros. ¿Para qué? Para darnos la vida eterna. Como bellamente nos dice san Ireneo, "el Hijo de Dios se hizo hijo del Hombre para que el hombre llegara a ser hijo de Dios".

Ojalá que en esta Navidad meditemos hondamente en el significado y en el sentido profundo de lo que estamos celebrando.

Propósito
Celebrar con un espíritu auténticamente cristiano esta Noche Buena y que meditemos hondamente en el significado y en el sentido profundo de lo que estamos celebrando.

Diálogo con Cristo
Hoy es 24 de diciembre, me he preocupado para que esté lista y preparada la fiesta de convivencia familiar, pero ¿me he preparado espiritualmente para recibirte en la intimidad de mi corazón? Señor, esta Nochebuena quiero humildemente darte el regalo de mi libertad, no te merezco pero no puedo vivir sin tu amor, sin tu gracia, ven, Señor Jesús.

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