El nacimiento del Salvador: la muerte de la muerte
- 24 Diciembre 2014
- 25 Diciembre 2014
- 24 Diciembre 2014
NAVIDAD (Is 9, 2-7; Sal 95; Tit 2, 11-14; Lc 2, 1-14)
Gestos y señales Navideños.
“Un Niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre” (Lc 2, 12).
- No vayas a los palacios en busca del Señor, acógelo dentro de ti, con la ternura que merece y te suscita un niño recién nacido.
- No especules, ni trates de comprender lo que acontece, adora y envuelve en amor la presencia que te habita y te llena de paz y de alegría.
- No disimules con oropeles y sonrisas huecas, Quien reposó en un pesebre desea recostarse en tu pobreza y debilidad humildemente reconocidas.
- Acoge la invitación que te hacen las Escrituras y alégrate: “Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín” (Is 9, 2). Santa Teresa de Jesús confiesa su alegría en la experiencia providente del favor de Dios: “Era tanto el gozo que tenía mi espíritu, que no me hartaba de dar gracias a nuestro Señor aquellos días, ni quisiera hacer otra cosa” (Fundaciones 24, 2). Son días de cantar, de bendecir, de alabar. Así nos lo pide el salmista: “Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre” (Sal 95).
Santa Teresa se emocionaba cuando oía cantar bien, y al sentirse salvada: “Bienaventurados los que están escritos en el libro de esta vida. Mas tú, alma mía, si lo eres, ¿por qué estás triste y me conturbas? Espera en Dios, que aun ahora me confesaré a El mis pecados y sus misericordias, y de todo junto haré cantar de alabanza con suspiros perpetuos al Salvador mío y Dios mío” (Exclamaciones XVII, 6). Es hora de desechar el miedo y el temor, porque la noticia es buena y permanente: -“No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo” (Lc 2,10). Santa Teresa nos deja sentir el momento en el que el alma se sabe amada por Dios: “Llegada aquí el alma, no tiene qué temer si no es si no ha de merecer que Dios se quiera servir de ella en darla trabajos y ocasión para que pueda servirle, aunque sea muy a su costa. Así que aquí, como he dicho, obra el amor y la fe y no se quiere aprovechar el alma de lo que la enseña el entendimiento, porque esta unión que entre el Esposo y Esposa hay, la ha enseñado otras cosas que él no alcanza y tráele debajo de los pies” (Los “Conceptos del Amor de Dios 3, 3). Te deseo que te suceda como narra el Evangelio, y sientas que te envuelve y abraza el amor divino: “La gloria del Señor los envolvió en claridad”. Desde ahora todo tiene luz, todo está destinado a la gloria, tú puedes reconocerte en el Hijo de María y llenarte de gozo, y testimoniar el don del que eres partícipe, para que otros crean.
Lo que yo quiero decirle cuando le digo FELIZ NAVIDAD
Lo que quiero decirte cuando te digo FELIZ NAVIDAD...
No es una frase hecha, no es un formalismo,
No es un deseo de felices "fiestas",
No es un decirte que te lo pases bien de vacaciones,
ni quiero decirte que estés rodeado de todas las personas que amas,
ni siquiera te digo que tengas buenas comilonas familiares,
ni que te llenen de regalos....
Cuando yo te digo FELIZ NAVIDAD estoy haciendo una oración sobre ti... pidiéndole al buen Dios que abra tu corazón al misterio más grande y poderoso que se presenta ante la humanidad: que Dios está cerca de ti. Porque la navidad no es solo una celebración familiar, no son solo días festivos, ni son los regalos que nos intercambiamos... La navidad es JESÚS.
Y cuando te digo FELIZ NAVIDAD estoy deseándote que JESÚS sea importante en tu vida, que descubras en Él la plenitud de tu humanidad, que Él se apodere de tu vida de tal modo que todo cobre un sentido nuevo (tu familia, tu trabajo, tus amistades, tu modo de relacionarte, tus fiestas....).
¡FELIZ NAVIDAD!
LA SUPERIORA Y DIRECTORA DE LA COMUNIDAD DE LAS MISIONERAS DE PAX VOBIS SISTER CECILIA CON CADA UNA DE LAS SISTERS LE DESEAN UNA BENDICION DE AMOR Y DE PAZ EXTENSIVA PARA USTED Y FAMILIA Y QUE LA LLEGADA DE JESUS LES LLENE CON MARIA Y JOSE DE GRAN ALEGRIA.
Palacio y establo
Una bella leyenda talmúdica cuenta que sobre el lecho de David estaba colgada su arpa, y que al amanecer un vientecillo suave movía las cuerdas y esta por sí sola entonaba un himno. Cuando le preguntaron a Eugenio Zolli, Gran Rabino de Roma, cómo llegó a ser cristiano, se refirió a esta leyenda y dijo que fue algo así: del mismo modo que David oía tocar el arpa sin esfuerzo, también él sintió el toque de la mano de Jesucristo en su alma.
Así entró Dios en el mundo cuando se encarnó de la Virgen María. Muchos pensaban que el «hijo de David», el Mesías prometido y esperado durante siglos, cuando llegara irrumpiría con estruendo y majestad. No dejaría dudas sobre quién mandaba. En cambio vino del modo más sencillo posible: encarnándose en el seno de una joven judía y naciendo en el lugar más humilde: un establo. Benedicto XVI, reflexionando sobre esto se refirió a que algunas representaciones navideñas de la Baja Edad Media presentaban el lugar de nacimiento de Jesucristo como si fuera un antiguo palacio, el palacio de David, venido a menos, con sus muros en ruinas, abandonado por la realeza y convertido en un establo. El Papa le da la vuelta a la interpretación: no es un palacio que ha derivado en establo, sino un establo que se ha convertido en palacio, porque en él nace de modo nuevo la realeza davídica, el Cristo redentor del mundo que todo lo atraerá hacia él y hará nuevas todas las cosas. Es cierto que en los palacios de aquel tiempo vivían Herodes y Pilato, los mandatarios de Judea por delegación de Roma. Pero aquellos sí que acabarían en ruinas, como acaban todas las glorias de este mundo. Es lo que sucede siempre y también ahora: los actuales palacios están habitados por el poder, el dinero, el placer, y sus moradores desconocen que la felicidad verdadera está en Dios, que se esconde frecuentemente en un pequeño piso que parece una cueva donde viven los pobres, o en la angustia de un parado que no puede ofrecer recursos a su familia, o en la habitación de un hospital donde sufren los enfermos. Jesús nos recuerda en Navidad que vino al mundo suave como el vientecillo que tocaba el arpa de David. Sin querer imponerse por el temor, sino ofreciendo amor y a la vez implorándolo. Que sean días de regreso a la sencillez perdida, al amor más puro, para que el Niño Dios halle refugio en nuestros corazones. Feliz Navidad
Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Homilía para el día de la Natividad de Cristo 2,6; PG 31, 1459-1462)
El nacimiento del Salvador: la muerte de la muerte
¡Dios en la tierra, Dios entre los hombres! Ya no es el Dios que da su ley en medio de relámpagos y truenos, al son de trompetas sobre la montaña humeante, en medio de espesos nubarrones (cf Ex 19,18), sino aquel que conversa con los humanos con dulzura y bondad, revestido de un cuerpo humano. ¡Dios en nuestra carne!... ¿Cómo llegó la luz a todo el mundo? ¿De qué manera la divinidad habita la carne? Como el fuego en el hierro...comunicándosele. Sin dejar lo que es, el fuego comunica al hierro su propio ardor. No por esto queda disminuido el fuego sino que llena por completo el hierro al que se comunica. Del mismo modo, Dios, el Verbo que “plantó su tienda entre nosotros” (cf Jn 1,14) no ha abandonado su ser. El Verbo que se hace carne no ha sufrido ningún cambio. El cielo no está privado de aquel que lo contiene en si... Entra del todo en el misterio: Dios ha venido en carne para dar muerte a la muerte que se escondía en la carne. Del mismo modo que los medicamentos nos curan cuando son asimilados por el cuerpo, del mismo modo que la oscuridad de una casa se desvanece al encender una luz, así la muerte que nos tenía en su poder ha sido anihilada por la venida de nuestro Dios. Del mismo modo que el hielo formado durante la noche se derrite con el calor del sol, así la muerte ha gobernado hasta la venida de Cristo. Pero, cuando el Sol de justicia se levanta (Ml 3,20) la muerte ha sido engullida en la victoria (1Cor 15,4). No podía soportar la presencia de la vida verdadera... Demos gloria con los pastores, cantemos y dancemos en coro con los ángeles, “porque nos ha nacido un Salvador que es Cristo el Señor.” (Lc 2,11)... Celebremos la salvación del mundo, el día del nacimiento de la humanidad.
25 de diciembre 2014 Jueves Navidad del Señor. Hoy celebramos el desempeño de la esperanza de que los profetas habían anunciado: la luz estalla en la oscuridad, para que todos aquellos que busquen encuentren el verdadero camino que nos lleva a la plenitud y porque encontramos ese alimento que es el verdadero sacramento de la unión , de la comunión, del amor de Dios con los hombres, porque como dice el profeta Isaías: «los ojos de todos los pueblos el Señor ha extendido su brazo santo, y de un extremo a otro de la tierra verán la salvación de nuestro Dios "Señor que mi corazón cante, que mi boca proclame, que mis ojos vean tus maravillas, que todo el mis cuerpo sea una llama de agradecimiento por tu don.
Bendición Urbi et Orbi del Papa
El Papa recuerda a los niños maltratados y abusados “bajo nuestro silencio cómplice”
Francisco denuncia la “persecución brutal” en Irak y Siria, y pide la paz en Ucrania, África y Oriente Medio
Aboga por “transformar la indiferencia en cercanía y el rechazo en acogida” en su bendición Urbi et Orbi
Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y de personas, o forzados a convertirse en soldados. Niños, tantos niños son abusados
(Jesús Bastante).- Miles de banderas, decenas de miles de fieles, provenientes de todo el mundo, y también de la ciudad, se acercaron a la mañana brumosa de Roma para recibir la bendición "Urbi et Orbi" del Papa Francisco. La ciudad y el mundo, en el día en que nace el niño Dios, en una Tierra que continúa sacudido por el odio y las guerras. Una tragedia "brutal" que afecta a muchos niños hoy, ante nuestro "silencio cómplice". Que ha de acabar ya.
No fue ajeno Francisco a ninguna de ellas. Ante casi cien mil personas, y después de escuchar, como es tradicional, los himnos de Italia y el Vaticano, Bergoglio pronunció por segunda vez su bendición. En esta ocasión, como en la Navidad de 2013, el Papa únicamente utilizó el italiano. Sin los clásicos ornamentos solemnes -ni siquiera hubo silla en esta ocasión-, Bergolio se hizo acompañar por los cardenales Müller y Rodé.
En su discurso, Francisco comenzó felicitando la Navidad a los presentes, que respondieron con un largo aplauso. "Jesús, el hijo de Dios, el salvador del mundo, ha nacido para nosotros. Ha nacido en Belén de una Virgen cumpliendo las antiguas profecías", arrancó el Papa, subrayando cómo "el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, y luego a los ancianos Simeón y Ana en el Templo de Jerusalén".
"Hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y para todos los pueblos. Hoy le pido que proteja a nuestros hermanos y hermanas de Irak y Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos de un conflicto que aún perdura, y junto con grupos étnicos y religiosos sufren una persecución brutal. Que la Navidad les traiga esperanza, así como a los desplazados, prófugos, niños, ancianos de esa región y del mundo entero".
"Que transforme la indiferencia en cercanía y el rechazo en acogida", clamó el Papa, quien pidió "la ayuda humanitaria para sobrevivir al invierno". "Que el Señor abra los corazones y otorgue la paz a todo Oriente Medio, sosteniendo el empeño de los que dialogan por la paz entre judíos y palestinos".
También pidió por los que sufren en Ucrania, "que venzan en odio y la violencia y empernada un nuevo camino, con fraternidad y reconciliación". También paz "a Nigeria, y donde se derrama más sangre y demasiadas personas son retenidos como rehenes o masacradas". "También invoco la paz para otras partes del continente africano: Libia, Sudán del sur, república Centroafricana, Congo....", y a todos "les pido a los que tengan responsabilidades políticas que se comprometan a construir una fraternidad duradera".
Un niño nace. Miles, millones sufren por no haber nacido o, una vez en esta Tierra, por ser forzados, abusados, esclavizados. "Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y de personas, o forzados a convertirse en soldados. Niños, tantos niños son abusados. Esas familias de los niños muertos en Pakistán en las últimas semanas, los que sufren la enfermedad de ébola en Liberia o Sierra Leona... Agradezco de corazón a los que están atendiendo a los enfermos. Que se garantice el tratamiento y la atención necesarios".
"Jesús, el niño. Mi pensamiento va a todos los niños maltratados, que todavía no han visto la luz, que son víctimas del egoísmo, como esos niños aislados, que sufren la guerra, la persecución, que son explotados, bajo nuestro silencio cómplice. Esos niños que mueren o sufren bajo bombardeos. Todavía hoy, su silencio impotente está gritando debajo de la espada de tantos Herodes, bajo las sombras de los actuales Herodes. Tantas lágrimas están en esta Navidad, junto a las del niño Jesús".
"Que el Espíritu Santo ilumine nuestros corazones -continuó el Pontífice-, para que podamos reconocer al niño Jesús, nacido de la Virgen María, la salvación que Dios nos ha dado a todos los hombres y mujeres de la Tierra. Que su voz se haga oir en todos los corazones que sufren"
"Que con su mansedumbre este poder divino extirpe la dureza del corazón de los que están sumidos en lo mundano o la indiferencia", añadió.
"Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo que nuestros ojos han visto a Su Salvador", culminó el Papa.
Palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Navidad!
Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, nos ha nacido. Ha nacido en Belén de una virgen, cumpliendo las antiguas profecías. La virgen se llama María, y su esposo José.
Son personas humildes, llenas de esperanza en la bondad de Dios, que acogen a Jesús y lo reconocen. Así, el Espíritu Santo iluminó a los pastores de Belén, que fueron corriendo a la cueva y adoraron al niño. Y luego el Espíritu guió a los ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén, y reconocieron en Jesús al Mesías. «Mis ojos han visto a tu Salvador - exclama Simeón -, a quien has presentado ante todos los pueblos» (Lc 2,30).
Sí, hermanos, Jesús es la salvación para todas las personas y todos los pueblos.
Para él, el Salvador del mundo, le pido que guarde a nuestros hermanos y hermanas de Irak y de Siria, que padecen desde hace demasiado tiempo los efectos del conflicto que aún perdura y, junto con los pertenecientes a otros grupos étnicos y religiosos, sufren una persecución brutal. Que la Navidad les traiga esperanza, así como a tantos desplazados, profugos y refugiados, niños, adultos y ancianos, de aquella región y de todo el mundo; que la indiferencia se transforme en cercanía y el rechazo en acogida, para que los que ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a los rigores del invierno, puedan regresar a sus países y vivir con dignidad. Que el Señor abra los corazones a la confianza y otorgue la paz a todo el Medio Oriente, a partir la tierra bendecida por su nacimiento, sosteniendo los esfuerzos de los que se comprometen activamente en el diálogo entre israelíes y palestinos.
Que Jesús, Salvador del mundo, custodie a cuantos están sufriendo en Ucrania y conceda a esa amada tierra superar las tensiones, vencer el odio y la violencia y emprender un nuevo camino de fraternidad y reconciliación.
Que Cristo Salvador conceda paz a Nigeria, donde se derrama más sangre y demasiadas personas son apartadas injustamente de sus seres queridos y retenidas como rehenes o masacradas. También invoco la paz para otras partes del continente africano. Pienso, en particular, en Libia, el Sudán del Sur, la República Centroafricana y varias regiones de la República Democrática del Congo; y pido a todos los que tienen responsabilidades políticas a que se comprometan, mediante el diálogo, a superar contrastes y construir una convivencia fraterna duradera.
Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y trata de personas, o forzados a convertirse en soldados. Que consuele a las familias de los niños muertos en Pakistán la semana pasada. Que sea cercano a los que sufren por enfermedad, en particular a las víctimas de la epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea. Agradezco de corazón a los que se están esforzando con valentía para ayudar a los enfermos y sus familias, y renuevo un llamamiento ardiente a que se garantice la atención y el tratamiento necesario.
Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo ilumine hoy nuestros corazones, para que podamos reconocer en el Niño Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, la salvación que Dios nos da a cada uno de nosotros, a todos los hombres y todos los pueblos de la tierra. Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo: «Nuestros ojos han visto a tu Salvador».
Feliz Navidad a todos.
Una bendición para la cena de Navidad
Me voy a permitir una licencia pequeñita. Ahí va el poema-bendición familiar de Nochebuena, útil quizá para todo el ciclo navideño. Creo recordar que ya lo ofrecí hace dos o tres años. No importa. También las familias desempolvan las figurillas guardadas del Belén para colocarlas estos días a la vista de niños y mayores. Aquí las figuras del Nacimiento se hacen palabra. La Iglesia tampoco tiene reparo alguno en repetir año tras año en su liturgia la profundidad de sus textos y sus cantos. Y los villancicos populares de estos días apoyan su actualidad en una larga tradición.
NOCHEBUENA
(Bendición de la mesa)
El niño Jesús,
nacido en Belén,
bendiga esta cena
y a nosotros también.
Bendito aquello niño
y aquella mujer
que lo trajo al mundo
y lo trajo bien.
Por hacer de padre,bendito José.
Bendita la noche,bendita la fe
con que los pastores
lo fueron a ver.
Niño tan divino
nunca habrá como él.
Niño tan humano
tampoco veréis.
Ven a esta familia,Divino Manuel.
Aquí tienes casa
si quieres nacer.
Tú, “Dios con nosotros”.
Nosotros, con Él...
Ven y haz este mundo
nuevo de una vez.
Ven a esta familia
para siempre. Amén.
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermón 4 para la noche de Navidad
El tesoro escondido
Hoy, los prodigios se multiplican, las riquezas abundan porque el tesoro está abierto: la que da a luz es madre y virgen, el que nace es Dios y hombre... Este tesoro hay que esconderlo en un campo (Mt 13,44): que el matrimonio de la madre esconda a los ojos del mundo su concepción virginal, que las lágrimas del recién nacido sustraiga a las miradas humanas este parto sin dolor. ¡Esconded, María, sí, esconded el esplendor del sol naciente! (Lc 1,78) ¡Acostad a vuestro niño en un pesebre, envolvedlo en pañales, porque estos pañales son toda nuestra riqueza. Los pañales del Señor son más preciosos que la púrpura. Su pesebre más regio que los tronos dorados de los reyes. La pobreza de Cristo sobrepasa en valor todas las fortunas y todos los tesoros.
En efecto, ¿hay riqueza más preciosa que esta humildad que nos hace posible ganar el reino de los cielos y adquirir la gracia divina? Está escrito: “Dichosos los pobres en el espíritu porque el reino de los cielos es para ellos.” (Mt 5,3) y el apóstol afirma: “Dios resiste al orgulloso y concede su gracia al humilde.” (Sant 4,6) Mirad con qué insistencia el nacimiento del Salvador nos recomienda la humildad. Viniendo a este mundo se anonadó a sí mismo y tomó forma de esclavo, pasando por un hombre cualquiera. (cf Fl 2,7)
¿Queréis ver riquezas aún más abundantes?...”No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” (Jn 15,13) Las riquezas de nuestra salvación y de nuestra gloria están en la sangre preciosa que nos ha rescatado y en la cruz del Señor.
Evangelio según San Lucas 2,1-14.
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".