La triple misericordia
- 09 Marzo 2020
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Francisca Romana, Santa
Memoria Litúrgica, 9 de marzo
Esposa, madre, viuda y apóstol seglar
Martirologio Romano: Santa Francisca, religiosa, que, casada aún adolescente, vivió cuarenta años en matrimonio y fue excelente esposa y madre de familia, admirable por su piedad, humildad y paciencia. En tiempos calamitosos distribuyó sus bienes entre los pobres, asistió a los atribulados y, al quedar viuda, se retiró a vivir entre las oblatas que ella había reunido bajo la Regla de san Benito, en Roma. († 1440)
Fecha de canonización: 29 de mayo de 1608 siendo Papa Pablo V
Breve Biografía
Francisca Bussa de Buxis de Leoni nació en Roma en el año 1384. Era de una familia noble y rica y, aunque aspiraba a la vida monástica, tuvo que aceptar, como era la costumbre, la elección que por ella habían hecho sus padres.
Rara vez un matrimonio así combinado tiene éxito; pero el de Francisca lo tuvo. La joven esposa, sólo tenía trece años, se fue a vivir a casa del marido, Lorenzo de Ponziani, también rico y noble como ella. Con sencillez aceptó los grandes dones de la vida, el amor del esposo, sus títulos de nobleza, sus riquezas, los tres hijos que tuvo a quienes amó tiernamente y dedicó todos sus cuidados; y con la misma sencillez y firmeza aceptó quedar privada de ellos.
El primer gran dolor fue la muerte de un hijo, poco después murió el otro, renovando así la herida de su corazón que todavía sangraba. En ese tiempo Roma sufría los ataques del cisma de Occidente por la presencia de los antipapas. A uno de los pontífices, Alejandro V, le hizo la guerra el rey de Nápoles, Ladislao, que invadió Roma dos veces.
La guerra tocó de cerca también a Francisca pues hirieron al marido y, al único hijo que le quedaba, se lo llevaron como rehén. Todas estas desgracias no lograron doblegar su ánimo apoyado por la presencia misteriosa pero eficaz de su Ángel guardián.
Su palacio parecía meta obligada para todos los más necesitados. Fue generosa con todos y distribuía sus bienes para aliviar las tribulaciones de los demás, sin dejar nada para sí. Para poder ampliar su radio de acción caritativa, fundó en 1425 la congregación de las Oblatas Olivetanas de santa María la Nueva, llamadas también Oblatas de Tor de Specchi. A los tres años de la muerte del marido, emitió los votos en la congregación que ella misma había fundado, y tomó el nombre de Romana. Murió el 9 de marzo de 1440. Sus restos mortales fueron expuestos durante tres días en la iglesia de santa María la Nueva, que después llevaría su nombre. Tan unánime fue el tributo de devoción que le rindieron los romanos que, según una crónica del tiempo, se habla de que toda la ciudad de Roma acudió a rendirle el extremo saludo. Fue canonizada en 1608.
La generosidad y el amor que surgen de Dios
Santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38. Lunes II de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Que pueda experimentar tu amor más profundamente en mi vida, Señor, para que en esta Cuaresma me proponga amarte más al aprender a amar más a mis hermanos.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Una actitud generosa siempre tiene recompensa. Alguien que presta sus cosas y tiempo, aunque en el preciso momento no se le pague de vuelta, seguramente a los ojos de Dios gana mucho. Es como alguien que está siempre disponible para quien lo necesite. Ayuda lo más rápido posible, está siempre en el teléfono, porque en cualquier momento puede llegar una llamada o un mensaje de una persona con una necesidad o porque sólo necesita con quien hablar. Está persona seguramente se ganará una gran recompensa y la amistad de mucha gente.
Otro aspecto del que habla este Evangelio es la confesión. El ejemplo de Dios que nos ha perdonado de todos nuestros pecados, los que hemos cometido y los que cometeremos. De aquí debe surgir nuestra actitud de perdón para los demás.
La experiencia de la misericordia de Dios en nuestras vidas es la experiencia de Cristo, que está presente, nos escucha y realmente nos habla y nos dice que no nos preocupemos, que todo va a estar bien. Este es el primer paso de nuestra experiencia de Dios: sentirlo cerca y poder hablar con Él. Él nos llena todas nuestras grandes aspiraciones y deseos. Descubrimos que todo lo que queremos conocer se encuentra en Dios, todo lo que deseamos más profundamente está en Él, todo lo bueno que nuestro corazón quiere es Dios, la máxima bondad.
«Es necesario hablar la misma lengua de Jesús, la del amor, la lengua del tú. No habla la lengua de Jesús quien dice yo, sino quien sale del propio yo. Y, sin embargo, cuántas veces, aun al hacer el bien, reina la hipocresía del yo: hago lo correcto, pero para ser considerado bueno; doy, pero para recibir a cambio; ayudo, pero para atraer la amistad de esa persona importante. De este modo habla la lengua del yo. La Palabra de Dios, en cambio, impulsa a un “amor no fingido”, a dar al que no tiene para devolvernos, a servir sin buscar recompensas y contracambios. Entonces podemos preguntarnos: ¿Ayudo a alguien de quien no podré recibir? Yo, cristiano, ¿tengo al menos un pobre como amigo? Los pobres son preciosos a los ojos de Dios porque no hablan la lengua del yo; no se sostienen solos, con las propias fuerzas, necesitan alguien que los lleve de la mano. Nos recuerdan que el Evangelio se vive así, como mendigos que tienden hacia Dios».
(Papa Francisco, homilía 17 de noviembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Acercarme al sacramento de la reconciliación, si lo necesito. Compartir con alguien más mi experiencia.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Generosidad, dar a los demás lo mejor
Enseñar a poner el corazón en cada acción que nos lleve a compartir con los demás
Definición
La generosidad es la virtud que nos conduce a dar y darnos a los demás de una manera habitual, firme y decidida, buscando su bien y poniendo a su servicio lo mejor de nosotros mismos, tanto bienes materiales como cualidades y talentos.
La solidaridad es una determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; no es un sentimiento superficial por los males de tantas personas cercanas o lejanas, sino una actitud definida y clara de procurar el bien de todos y cada uno.
Meta
Formarnos en la generosidad, el desprendimiento y en el dar lo mejor de sí, contrarrestando los efectos del egoísmo. Salir de sí mismos y experimentar la felicidad que proporciona el donarse a los demás y vivir el valor del servicio, que implica una participación y solidaridad profunda con el otro.
Sentir la felicidad de los demás como propia, porque esto nos hará más felices en la vida porque compartiremos no sólo los propios éxitos y logros sino los de los demás.
Sólo se podrá ser realmente feliz haciendo felices a los demás, preocupándonos por los otros aún si nosotros mismos nos encontramos en el sufrimiento. Y como fruto de esta comprensión y convencimiento, nos comprometemos con los demás, viviendo la generosidad y la solidaridad
Somos responsables de la felicidad de los demás, que lo que hagamos o dejemos de hacer siempre tendrá repercusiones positivas o negativas en los que nos rodean, y como fruto de este convencimiento debemos optar por participar buscando siempre el bien común.
¿Por qué nos interesa fomentar la virtud de la generosidad?
- Porque experimentaremos que hay más alegría en dar que en recibir, y podremos optar por una vida de generosidad que nos brindará una mayor felicidad y realización personal.
- Porque asumiremos que también somos
-Porque descubriremos que el valor de la persona no se mide por la cantidad que da sino por la alegría y la generosidad que manifiesta en sus detalles. La manera de dar vale más que lo que se da. Y así seremos capaces de ver a las personas no en función de lo que tienen sino de lo que son.
- Porque aprenderemos que ser generosos es saber dar, acompañando lo que damos con ternura, afecto y alegría. Que se debe poner el corazón en cada acción que nos lleve a compartir y viviremos la verdadera generosidad en nuestra relación con todas las personas.
- Porque dar es el acto en que se expresa el amor y una persona que sabe amar es generosa. Comprenderemos que compartir no se limita a dar cosas materiales, sino que involucra el tiempo, la atención, el amor, los sentimientos, etcétera y estaremos capacitados a amar con madurez y sinceridad, sin egoísmo.
- Porque no se trata únicamente de aprender a dar cosas, sino de aprender a darse uno mismo. Ser generoso no es dar lo que nos sobre, sino dar lo que somos. Este es el fundamento de la felicidad humana.
- Porque es enriquecer a los que nos rodean con nuestros propios valores, colaborando en la transformación de la sociedad, sin permitir que se desperdicien los dones y cualidades que Dios ha dado a cada uno.
- Porque compartir implica estar atento y saber reconocer la necesidad del otro, abriéndose a los demás y abriendo el propio interior al amor de los otros.
- Porque la solidaridad debe ser una actitud habitual, firme y perseverante de servicio, de poner atención en las necesidades de los demás, aún a costa de los beneficios propios.
- Porque valorar y ayudar a los compañeros y participar con ellos llevará a la solidaridad y a la generosidad.
- Porque la solidaridad implica un compromiso que en muchas ocasiones nos obliga a dejar nuestra comodidad e intereses inmediatos por el bien común. Este compromiso lo debe llevar a buscar siempre los mejores medios, comprometiendo a la persona para servir y trabajar con generosidad por los demás.
- Porque ser generoso en el servicio a los demás da sentido a la propia vida.
- Porque al vivir esta virtud no desde un punto de vista teórico, sino práctico, lograremos una mayor armonía en la familia y en la sociedad, trabajando y luchando juntos y capacitaremos a los demás a formar la propia familia con más posibilidades de estabilidad, éxito y felicidad.
Vivir la generosidad significa
- Dar con alegría.
- Compartir de buen modo.
- Dar algo que es valioso para mí.
- Guardar parte de mi dinero o de mis cosas para ayudar a quien lo necesite.
- Compartir con una sonrisa aunque me sienta mal.
- Compartir mi tiempo escuchando con atención lo que otros tengan que decirme, aunque yo tenga otras cosas que hacer o realmente no me interese mucho lo que dicen.
- Estar siempre pendiente de las necesidades de los demás, más que de las mías.
- Estar siempre dispuesto a dar lo mejor de mí ante las necesidades de los demás.
- Ayudar sin que nadie me lo pida.
- Compartir mi tiempo ayudando aunque tenga que dejar de hacer otras cosas que me gustan.
- Estar pendiente de las necesidades de los demás.
- Hacer algo cada día por el bien de los demás, buscando la manera mejor y más eficaz de hacerlo, dando siempre lo mejor de mí.
Qué facilita la vivencia de esta virtud
Las virtudes de:
- Servicio, y las capacidades de desprendimiento y disponibilidad que nos ayudan a ser capaces de dar y darnos en el momento en que se necesite.
- Alegría y amabilidad que nos lleva a ser generosos dando siempre lo mejor de nosotros.
- Compañerismo y participación que nos ayudan a buscar y trabajar por el bien común y a contrarrestar el ambiente de egoísmo que prevalece en la sociedad.
- Comprensión y responsabilidad que nos ayudan a entender las necesidades de los demás, y a sentir que somos responsables de dar una respuesta comprometida y seria ante las necesidades de los otros.
- Gratitud y hospitalidad que nos conducen a darnos cuenta de los dones que tenemos, dar gracias por ellos y compartirlos con otros.
- Magnanimidad, que nos lleva a tener miras altas en el servicio a los demás.
- Fomentar un ambiente en donde se atiendan las necesidades de los demás antes que las propias.
- Ejercitarse en actos de servicio voluntario.
Qué dificulta la vivencia de esta virtud
- La competitividad mal entendida y egoísta que lleva a pensar en el otro es enemigo en potencia.
- Ambiente de egoísmo e individualismo.
- Pusilanimidad, estrechez de miras.
- Dureza de corazón .
En el Evangelio podemos encontrar cómo Jesús valora la generosidad:
«Estaba Jesús en el templo y veía cómo los ricos iban echando dinero en el cofre de las ofrendas. Vio también a una viuda pobre que echaba dos monedas de poco valor y dijo: "Les aseguro que esa viuda pobre ha echado más que todos los demás; porque ésos han echado de lo que les sobra, mientras que ésta ha echado todo lo que tenía para vivir."» Lc 21, 1-4.
«Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus Sinagogas, anunciaba la buena noticia del reino y curaba las enfermedades y las dolencias del pueblo.» Lc 6, 17
«Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen que comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan por el camino."
Los discípulos le dijeron: “¿De dónde vamos a sacar en un despoblado para dar de comer a tanta gente?”
Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen? Ellos le respondieron: siete, y unos pocos pececillos.”
Entonces Jesús mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y se los iba dando a los discípulos, y éstos a la gente. Comieron todos hasta saciarse, y recogieron siete cestos llenos de los trozos sobrantes. Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.» Mt 15, 32-38.
«Entonces el rey dirá a los de un lado: “Vengan, benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel y fueron a verme”. Entonces le responderán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos; sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo fuiste un extraño y te hospedamos, o estuviste desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les responderá: “Les aseguro que cuando lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”.» Mt 25, 34-40.
La misa de Santa Marta en vivo todos los días
Transmitida para acompañar a los fieles durante el coronavirus.
El Papa Francisco quiere mostrar su cercanía diaria a los enfermos, a los que están en cuarentena, a los que no pueden moverse. Por eso, desde mañana, lunes 9 de marzo, la misa de las 7 de la mañana que celebra en la capilla de la Casa Santa Marta será transmitida en directo.
“En relación con la situación particular por el riesgo de difusión del Covid-19 - dijo el Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni - el Santo Padre ha ordenado que las misas celebradas por él en privado en Santa Marta en los próximos días sean transmitidas en vivo, también a través del Vatican News player, y distribuidas por los medios de comunicación vaticanos a los medios conectados y a los que lo soliciten, para permitir a los que deseen, que puedan seguir las celebraciones en unión de oración con el Obispo de Roma”. Aunque esta celebración se realizará sin la participación de fieles de afuera, sin embargo, será posible que cualquiera la siga.
La celebración eucarística diaria a las 7 de la mañana en la capilla de la Casa Santa Marta representa una de las novedades más peculiares de este pontificado. Francisco ha recibido miles de fieles, siempre en pequeños grupos. Las homilías desde el corazón, sin texto escrito, resumidas por Radio Vaticano – Vatican News y L'Osservatore Romano, se han convertido en un punto de referencia para muchas personas en el mundo.
Hasta hoy Francisco no había querido que toda la liturgia estuviera disponible. Así lo explicó el entonces Director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, pocas semanas después de la elección del actual Sucesor de Pedro: “Hay que tener en cuenta el carácter que el propio Santo Padre atribuye a la celebración matutina de la misa en Santa Marta. Es una misa con la presencia de un grupo de fieles con los que el Papa pretende mantener un carácter de familiaridad. Por esta razón, a pesar de las peticiones recibidas, ha querido explícitamente que no se emitan en directo por vídeo o audio".
La emergencia que se está viviendo en estos días ha hecho que Francisco consienta la emisión en directo, para estar cerca de las familias y de todos los que están sufriendo en este momento.
Amar no según el amor, sino según la conveniencia
Sábado primera semana Cuaresma. Amar a costa de uno mismo, el auténtico amor es capaz de romper los propios egoísmos.
La generosidad es una de las virtudes fundamentales del cristiano. La generosidad es la virtud que nos caracteriza en nuestra imitación de Cristo, en nuestro camino de identificación con Él. Esto es porque la generosidad no es simplemente una virtud que nace del corazón que quiere dar a los demás, sino la auténtica generosidad nace de un corazón que quiere amar a los demás. No puede haber generosidad sin amor, como tampoco puede haber amor sin generosidad. Es imposible deslindar, es imposible separar estas dos virtudes.
¿Qué amor puede existir en quien no quiera darse? ¿Y qué don auténtico puede existir sin amor? Esta unión, esta intimidad tan estrecha entre la generosidad y la misericordia, entre la generosidad y el amor, la vemos clarísimamente reflejada en el corazón de nuestro Señor, en el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros, y en la forma en que Jesucristo se vuelca sobre cada una de nuestras vidas dándonos a cada uno todo lo que necesitamos, todo lo que nos es conveniente para nuestro crecimiento espiritual.
Este darse de Cristo lo hace nuestro Señor a costa de Él mismo. Como diría San Pablo: "Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hiciesen ricos con su pobreza". Ésta es la clave verdadera del auténtico amor y de la auténtica generosidad: el hacerlo a costa de uno.
En el fondo, podríamos pensar que esto es algo negativo o que es algo que no nos conviene. ¡Cómo voy yo a entregarme a costa mía! ¡Cómo voy yo a darme o a amar a costa mía! Sin embargo, es imposible amar si no es a costa de uno, porque el auténtico amor es el amor que es capaz de ir quebrando los propios egoísmos, de ir rompiendo la búsqueda de sí mismo, de ir disgregando aquellas estructuras que únicamente se preocupan por uno mismo. ¡Qué diferente es la vida, qué diferente se ve todo cuando en nuestra existencia no nos buscamos a nosotros y cuando buscamos verdadera y únicamente a Dios nuestro Señor! ¡Cómo cambian las prioridades, cómo cambia el entendimiento que tenemos de toda la realidad y, sobre todo, cómo aprendemos a no conformarnos con amar poquito!
Esto es lo que nuestro Señor nos dice en el Evangelio: "Antiguamente se decía: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo". Esto es amar poquito, amar con medida, amar sin darse totalmente a todos los demás. Podríamos nosotros también ser así: personas que aman no según el amor, sino según sus conveniencias; no según la entrega, sino según los propios intereses. Cuando Cristo dice: "Si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso también los paganos?", lo que nos está diciendo: ¿no hacen eso también aquellos a los que solamente les interesa la conveniencia o el dinero? Te doy, porque me diste; te amo porque me amaste.
El cristiano tiene que aprender a abrir su corazón verdaderamente a todos los que lo rodean, y entonces, las prioridades cambian: ya no me preocupo si esto me interesa o no; la única preocupación que acabo por tener es si me estoy entregando totalmente o me estoy entregando a medias; si estoy dándome, incluso a costa de mí mismo, o estoy dándome calculándome a mí mismo. En el fondo, estos dos modelos que aparecen son aquellos que, o siguen a Cristo, o se siguen a sí mismos.
Ser perfectos no es, necesariamente, ser perfeccionistas. Ser perfectos significa ser capaces de llevar hasta el final, hasta todas las consecuencias el amor que Dios ha depositado en nuestro corazón. Ser perfecto no es terminar todas las cosas hasta el último detalle; ser perfecto es amar sin ninguna medida, sin ningún límite, llegar hasta el final consigo mismo en el amor.
Para todos nosotros, que tenemos una vocación cristiana dentro de la Iglesia, se nos presenta el interrogante de si estamos siendo perfeccionistas o perfectos; si estamos llegando hasta el final o estamos calculando; si estamos amando a los que nos aman o estamos entregándonos a costa de nosotros mismos.
Estas preguntas, que en nuestro corazón tenemos que atrevernos a hacer, son las preguntas que nos llevan a la felicidad y a corresponder a Dios como Padre nuestro, y, por el contrario, son preguntas que, si no las respondemos adecuadamente, nos llevan a la frustración interior, a la amargura interior; nos llevan a un amor partido y, por lo tanto, a un amor que no satisface el alma.
Pidámosle a Jesucristo que nos ayude a no fragmentar nuestro corazón, que nos ayude a no calcular nuestra entrega, que nos ayude a no ponernos a nosotros mismos como prioridad fundamental de nuestro don a los demás. Que nuestra única meta sea la de ser perfectos, es decir, la de amar como Cristo nos ama a nosotros.
¿Cómo nos llamábamos los cristianos antes de llamarnos cristianos?
La fraternidad cristiana había hecho cuajar la fórmula: los hermanos
Un breve artículo de Carlo Carletti en L´Osservatore Romano abordaba un aspecto concreto de la construcción de la identidad cristiana en los primeros tiempos: la forma en que los miembros de la nueva comunidad religiosa se llamaban unos a otros.
Las Sagradas Escrituras nos dicen que "En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos» (Hch 11, 26)", pero el uso de la palabra Christianus [cristiano] sólo empezó a difundirse en Occidente, y con mucha lentitud, a partir de la conversión de Constantino, el emperador que con el edicto de Milán del año 313, edicto que permitió la libertad de culto yen virtud del cual la religión cristiana comenzó a dejar se ser perseguida y acabó -con el paso del tiempo- convirtiéndose en la religión del Imperio.
Antes de esa fecha, la fraternidad cristiana no sólo como virtud, sino también como forma de vida, había hecho cuajar la fórmula "los hermanos" para referirse a los demás miembros de la Iglesia. Así se plasma, por ejemplo, en diversas inscripciones funerarias, donde el deseo de autorrepresentación evidencia este hecho.
Tres lápidas...
Carletti se fija por ejemplo en una lápida en torno a al año 220, que se expone en el Museo Nacional de Roma, donde Alejandro, el padre del difunto (Marco), ambos siervos, se dirige en primera persona a quienes lean la lápida: "Os pido, buenos hermanos en el nombre del Dios único, que tras mi muerte nadie dañe esta tumba". Dado que la lápida no estaba en una catacumba, sino en un cementerio donde había tumbas cristianas y paganas, la expresión "hermanos" adquiere un valor identificativo.
Lo mismo pasa con el que se considera el primer elogio funerario latino de la comunidad cristiana de Roma, en torno al año 270. Se conserva en una de las zonas más antiguas del cementerio de Priscila. Son también unos padres que entierran a su hija Ágape, de catorce años, quien al final de los hexámetros se dirige a ellos: "Eucaris, madre mía, y Pío, padre mío, os pido, hermanos, que cuando vengáis aquí a rezar y en todas vuestras oraciones invoquéis al Padre y al Hijo y os acordéis de vuestra querida Ágape, para que Dios Omnipotente la conserve en la eternidad". De nuevo la expresión "hermanos", referida imaginariamente a los padres, alude a su condición de cristianos.
No cerca de la tumba de Ágape está la de Leoncio, unos veinte años anterior, donde sus amigos le despiden así: "Leoncio, paz te desean los hermanos. Adiós".
...y dos referencias
Este hecho notorio de que los cristianos, antes de existir este nombre, se llamasen "hermanos", sorprendía a los paganos, como recoge Minucio Félix en su imaginario diálogo Octavius: "Se aman casi antes de conocerse... y se llaman sin distinción hermanos y hermanas".
Y un siglo después Lactancio explica: "No hay otra razón para llamarnos hermanos que el hecho de que nos consideramos todos iguales. Esclavos y libres, grandes y pequeños son iguales entre sí y ante Dios se distinguen sólo por la virtud".
La hermandad como identidad, y la identidad en Cristo: dos denominaciones sucesivas, pues, y un mismo principio que ya latía en los siglos de los mártires.
El pudor es una virtud y por tanto, se nos presenta como un deber, y muchos se sienten aliviados si se les exime del mismo; es decir, si se considera como un puro condicionamiento social
Pudor: Honestidad, modestia, recato (castidad). El pudor es una virtud y por tanto, se nos presenta como un deber, y muchos se sienten aliviados si se les exime del mismo; es decir, si se considera como un puro condicionamiento social. Es por eso que la literatura psicosociológica está dispuesta a considerar como condicionamientos sociales preferentemente los hábitos llamados virtudes.
La pureza exige el pudor. Ésta es integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.
El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer.
El pudor se expresa en la modestia e inspira la elección de la vestimenta.
Existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Inspira una manera de vivir que permite resistir a las ofertas de la moda y a la presión de las ideologías dominantes. Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra, sin embargo, en todas partes constituye la intuición de una dignidad espiritual propia del ser humano. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana.
La virtud cardinal de la templanza se distingue de todas las demás virtudes cardinales en que "tiene su verificación y opera exclusivamente sobre el sujeto actuante" y, como el pudor está muy relacionado con la templanza, nos encontramos que estamos hablando de una virtud que repercute en un ámbito difícilmente observable desde afuera.
Es conveniente aclarar que todo lo que es de Dios es para Dios. A la persona le incumbe administrar lo que Dios le haya dado, de tal modo que consiga glorificar a Dios lo mejor que pueda.
La educación del pudor en lo niños
Para la educación de los hijos podemos tener en cuenta si aprecian su intimidad en los siguientes rasgos:
1. Que existan zonas en que empieza a reservar algo de su ser, emociones, o cuerpo, a cubierto de los demás.
2. Que sean capaces de, estar a solas consigo mismo algún rato, en silencio.
3. Que mantengan el contenido de su intimidad sana mediante la orientación de las personas idóneas.
El motivo dominante por el que los hombres construyen casas no es defenderse del clima o de los animales: el hombre construye casas porque necesita proteger especialmente su intimidad.
Si las condiciones de la vivienda no son adecuadas para permitir el mantenimiento de la intimidad de los hijos, saldrán de su casa con los riesgos consiguientes.
La propia intimidad sólo debe manifestarse en aquellos casos en que ello pueda favorecer la mejora personal o el bien del prójimo.
El desarrollo de la virtud del pudor puede resultar seriamente dañado por influencias externas a la persona. Si lo que pretendemos es que nuestros hijos sean apasionados, pero siempre bajo control, es evidente que hay que enseñarles utilizar su voluntad, pero también su capacidad de razonamiento para que sepan reconocer los efectos de esas influencias.
Hay una serie de hábitos que se pueden inculcar a los hijos desde muy pequeños, en los actos que conducen al desarrollo de la voluntad; esto es prepararlos para estar más fuertes en lo que más tarde les va a costar más.
Estas cosas están relacionadas con la formación de la conciencia en la que se vea, con la mayor nitidez posible, la significación de Dios en nuestra vida.
Un aspecto relacionado con el pudor es la llamada "educación sexual", aunque sería más correcto hablar de información sexual dentro de una educación para el amor.
Fundamentalmente para el desarrollo de la virtud del pudor es el respeto hacia el propio cuerpo. Los padres deben proporcionar a sus hijos la debida información sexual, ateniéndose no solamente a la edad cronológica, sino el grado de madurez física y mental. Enseñarles de modo paralelo, aquellos deberes que determina la Ley de Dios respecto al sexo, a fin de que aprendan a discernir lo que es pecado de lo que no lo es.
Bibliografía
* Diccionario Enciclopédico Ilustrado Océano Uno, Grupo Editorial Océano, México 1991.
* La educación de las virtudes humanas. ISAACS, David, Ed. Minos, México 1994.
* Catecismo de la Iglesia Católica, Coeditores Católicos de México, 2a. ed.
El combate por la pureza
El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue:
* mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso;
* mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del hombre; con una mirada limpia el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios...
* mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación...
* mediante la oración...
Catecismo de la Iglesia Católica.