Lázaro fue llevado por los ángeles

Luis Orione, Santo

Sacerdote y Fundador, 12 de marzo

Martirologio Romano: En Sanremo, en la región de Liguria, en Italia, san Luis Orione, presbítero, que instituyó la Pequeña Obra de la Divina Providencia, para bien de los jóvenes y de todos los marginados. ( 1940)

Fecha de beatificación: 26 de octubre de 1980 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 16 de mayo de 2004, durante el pontificxado de S.S. Juan Pablo II

Breve Biografía

Luis Orione nació en Pontecurone, diócesis de Tortona, el 23 de junio de 1872. A los 13 años fue recibido en el convento franciscano de Voghera (Pavía) que abandonó después de un año por motivos de salud. De 1886 a 1889 fue alumno de San Juan Bosco en el Oratorio de Valdocco de Turín.

El 16 de octubre de 1889 entró en el seminario de Tortona. Siendo todavía un joven clérigo, se dedicó a vivir la solidaridad con el prójimo en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente. El 3 de julio de 1892, abrió en Tortona el primer Oratorio para cuidar la educación cristiana de los jóvenes. Al año siguiente, el 15 de octubre de 1893, Luis Orione, un clérigo de 21 años, abrió un colegio para chicos pobres en el barrio San Bernardino.

El 13 de abril de 1895, Luis Orione fue ordenado sacerdote y, al mismo tiempo, el Obispo impuso el hábito clerical a seis alumnos de su colegio. En poco tiempo, Don Orione abrió nuevas casas en Mornico Losana (Pavía), en Noto (Sicilia), en Sanremo, en Roma.

Alrededor del joven Fundador crecieron clérigos y sacerdotes que formaron el primer núcleo de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. En 1899 inició la rama de los ermitaños de la Divina Providencia.

El Obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, con Decreto del 21 de marzo de 1903, reconoció canónicamente a los Hijos de la Divina Providencia (sacerdotes, hermanos coadjutores y ermitaños), congregación religiosa masculina de la Pequeña Obra de la Divina providencia, dedicada a «colaborar para llevar a los pequeños, los pobres y el pueblo a la Iglesia y al Papa, mediante las obras de caridad», profesando un IV voto de especial «fidelidad al Papa».En las primeras Constituciones de 1904, entre los fines de la nueva Congregación aparece el de trabajar «para alcanzar la unión de las Iglesias separadas».

Animado por una gran pasión por la iglesia y por la salvación de las almas, se interesó activamente por los problemas emergentes en aquel tiempo, como la libertad y la unidad de la Iglesia, la «cuestión romana», el modernismo, el socialismo, la cristianización de las masas obreras.

Socorrió heroicamente a las poblaciones damnificadas por los terremotos de Reggio y de Messina (1908) y por el de la Marsica (1915). Por deseo de Pío X fue Vicario General de la diócesis de Messina durante tres años.

A los veinte años de la fundación de los Hijos de la Divina Providencia, como en «una única planta con muchas ramas», el 29 de junio de 1915 dio inicio a la Congregación de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, animadas por el mismo carisma fundacional y, en el 1927, las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, a las que se añadirán después las Contemplativas de Jesús Crucificado.

Organizó a los laicos en las asociaciones de las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos». Después tomará cuerpo el Instituto Secular Orionino y el Movimiento Laical Orionino.

Después de la primera guerra mundial (1914-1918) se multiplicaron las escuelas, colegios, colonias agrícolas, obras caritativas y asistenciales. Entre las obras más características, creó los «Pequeños Cottolengos», para los que sufren y los abandonados, surgidos en la periferia de las grandes ciudades como «nuevos púlpitos» desde los que hablar de Cristo y de la Iglesia, «faros de fe y de humanidad».

El celo misionero de Don Orione, que ya se había manifestado con el envío a Brasil en 1913 de sus primeros religiosos, se extendió después a Argentina y Uruguay (1921), Inglaterra (1935) y Albania (1936). En 1921-1922 y en 1934-1937, él mismo realizó dos viajes a América Latina, Argentina, Brasil y Uruguay, llegando hasta Chile.

Gozó de la estima personal de los Papas y de las autoridades de la Santa Sede, que le confiaron numerosos y delicados encargos para resolver problemas y curar heridas tanto dentro de la Iglesia como en las relaciones con el mundo civil. Fue predicador, confesor y organizador infatigable de peregrinaciones, misiones, procesiones, «belenes vivientes» y otras manifestaciones populares de la fe. Muy devoto de la Virgen, promovió su devoción por todos los medios y, con el trabajo manual de sus clérigos, construyó los santuarios de la Virgen de la Guardia en Tortona y de la Virgen de Caravaggio en Fumo.

En el invierno de 1940, intentando aliviar los problemas de corazón y pulmones que sufría, fue a la casa de Sanremo, aunque, como decía, «no es entre las palmeras donde deseo vivir y morir, sino entre los pobres que son Jesucristo». Después de tan sólo tres días, rodeado del afecto de sus hermanos, Don Orione falleció el 12 de marzo de 1940, suspirando «!Jesús! !Jesús! Voy».

Su cuerpo, intacto en el momento de la primera exhumación en 1965, fue puesto en un lugar de honor en el santuario de la Virgen de la Guardia de Tortona, después de que, el 26 de octubre de 1980, Juan Pablo II inscribiera su nombre en el elenco de los Beatos.

Su Santidad Juan Pablo II lo canonizó el 16 de Mayo de 2004.

Jesús abre mi corazón

Santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31. Jueves II de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Espíritu Santo abre mi corazón para estar atento a escuchar lo que Tú quieres de mí. Y ayúdame a vaciar mi corazón de todo lo que me impide llenarme del amor de Dios.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico, y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantando los ojos, vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: 'Padre Abrahán, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas'. Pero Abraham le contestó: "Hijo, recuerda que en vida recibiste bienes, y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá'.

El rico insistió: 'Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormento'. Abraham le dijo: 'Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen'. El replicó: 'No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselos, entonces si se arrepentirán'. Abraham repuso: 'Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto'".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cuando se muere el hombre rico quiere advertir a sus otros cinco hermanos sobre la existencia real del infierno. Existe el lugar de los tormentos. Es como si Jesús nos contara esta historia para advertirnos. Le quiere contar a sus otros hermanos.

¿Desde la perspectiva del hombre rico que hay?

Un hombre rico que banqueteaba cada día. Que se vestía de manera lujosa.

Cuando murió lo enterraron.

¿Desde la perspectiva de Lázaro que pasa? Un hombre llagado en un portal, con ganas de comer lo que tiraban de la mesa del rico.

Cuando mueren se da un cambio radical. Lo que vemos y vivimos en esta tierra es muy diferente a lo que se vive en la vida eterna. El rico tenía sus bienes puestos en esta tierra. Por eso le dice Abraham: «recuerda que en vida recibiste bienes.» Al parecer este hombre rico tenía su mente y su corazón puestos en bienes de la tierra. Y los recibió. Pero los bienes de la tierra no son los de cielo. En cambio Lázaro recibió males en la tierra y ahora recibe gozo.

Esto va a pasar. Nos lo está advirtiendo esta parábola.

Vivamos con los ojos puestos en el cielo; en Jesús que es el cielo mismo. «Allí donde esté tu tesoro, estará tu corazón.» (Mt 6, 19). Hoy es muy difícil para Jesús entrar a los corazones porque hay cosas. A Él le gusta entrar en un corazón donde no encuentre obstáculos, donde haya espacio para Él, donde se pueda mover. Si estamos atados, apegados a cosas, ropa, celular, personas, no va a poder entrar. Él quiere pero nos da libertad; quiere pero no lo dejamos. Está ahí siempre; no nos abandona. Abramos el corazón.

«Es el grito de tantos Lázaros que lloran, mientras que unos pocos epulones banquetean con lo que en justicia corresponde a todos. La injusticia es la raíz perversa de la pobreza. El grito de los pobres es cada día más fuerte pero también menos escuchado. Cada día ese grito es más fuerte, pero cada día se escucha menos, sofocado por el estruendo de unos pocos ricos, que son cada vez menos pero más ricos. Ante la dignidad humana pisoteada, a menudo permanecemos con los brazos cruzados o con los brazos caídos, impotentes ante la fuerza oscura del mal. Pero el cristiano no puede estar con los brazos cruzados, indiferente, ni con los brazos caídos, fatalista: ¡no! El creyente extiende su mano, como lo hace Jesús».

(Homilía de S.S. Francisco, 18 de noviembre de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Quitaré las cosas que hay en mi corazón y que estorban a Jesús.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La avaricia

Ahora vamos a estudiar los vicios opuestos a la liberalidad En primer lugar, la avaricia; en segundo, la prodigalidad

Por: Santo Tomás de Aquino | Fuente: http://www.almudi.org/Recursospredicacion/STh.zip/c/c118.asp

CUESTIÓN 118

La avaricia

Ahora vamos a estudiar los vicios opuestos a la liberalidad (cf. q.117, introd.). En primer lugar, la avaricia; en segundo, la prodigalidad (q.119).

Sobre la avaricia proponemos ocho problemas:

1._¿La avaricia es pecado?

2._¿Es pecado especial?

3._¿A qué virtud se opone?

4._¿Es pecado mortal?

5._¿Es el más grave de los pecados?

6._¿Es pecado carnal o espiritual?

7._¿Es pecado capital?

8._¿Cuáles son sus hijas?

ARTíCULO 1

¿La avaricia es pecado?

Objeciones por las que parece que la avaricia no es pecado.

1. La avaricia es algo así como "avidez de metal", porque consiste en el ansia del dinero, en el que están representados todos los bienes exteriores. Pero el apetecer los bienes exteriores no es pecado, pues se desean naturalmente, ya que por su naturaleza están sometidos al hombre o porque mediante ellos se sustenta su vida; de ahí que se los llame "sustancia" del hombre. Por tanto, la avaricia no es pecado.

2. todo pecado es contra Dios, o contra el prójimo, o contra uno mismo, como hemos explicado (1-2 q.72 a.4). Pero la avaricia no es propiamente un pecado contra Dios, pues no se opone ni a la religión ni a las virtudes teologales, por las que el hombre se ordena a Dios. Tampoco es pecado contra uno mismo, lo cual pertenece, hablando con propiedad, a la gula y a la lujuria, de la que dice el Apóstol en 1Co 6, 18 que quien fornica peca contra su propio cuerpo. Igualmente tampoco parece ser un pecado contra el prójimo, porque a nadie se hace injusticia reteniendo lo que es propio. Por tanto, la avaricia no es pecado.

3. lo que sucede naturalmente no es pecado. Pero la avaricia acompaña naturalmente a la vejez y a cualquier deficiencia, como dice el Filósofo en IV Ethic. . Por tanto, la avaricia no es pecado.

Contra esto: está lo que leemos en Heb, últ, 5: Sea vuestra vida exenta de avaricia, contentándoos con lo que tengáis.

Respondo: El bien consiste siempre en la medida justa; de ahí que el mal surge necesariamente por exceso o por defecto de tal medida. Pero en todo lo que dice orden a un fin, el bien radica en una cierta medida, pues los medios deben estar adaptados al fin, como la medicina con respecto a la salud, según consta por el Filósofo en I Polit. . Ahora bien: los bienes exteriores son medios útiles para el fin, como hemos visto (q.117 a.3; 1-2 q.2 a.1). Por tanto, se requiere que el bien del hombre en estos bienes exteriores guarde una cierta medida, es decir, que el hombre busque las riquezas exteriores manteniendo cierta proporción, en cuanto son necesarios para la vida según su condición. Y, por consiguiente, el pecado se da en el exceso de esta medida, cuando se quieren adquirir y retener las riquezas sobrepasando la debida moderación. Esto es lo propio de la avaricia, que se define como el deseo desmedido de poseer. Por tanto, es claro que la avaricia es pecado .

A las objeciones:

1. El deseo de las cosas exteriores es natural al hombre como los medios para conseguir un fin. Por eso, mientras se mantenga dentro de los límites impuestos por el fin, este deseo no será pecaminoso. Pero la avaricia traspasa esta regla y, por tanto, es pecado.

2. La avaricia puede implicar inmoderación en los bienes exteriores de dos modos. Uno, inmediato, referido a la adquisición y retención de los mismos, y se da cuando uno los adquiere y retiene más de lo debido. En este aspecto, la avaricia es pecado directamente contra el prójimo, porque uno no puede nadar en la abundancia de riquezas exteriores sin que otro pase necesidad, pues los bienes temporales no pueden ser poseídos a la vez por muchos. En un segundo modo, la avaricia puede importar inmoderación en el afecto interior que se tiene a las riquezas; por ejemplo, si se las ama o desea gozar de ellas desmedidamente.

Entonces la avaricia es pecado contra uno mismo, por lo que implica de desorden, no del cuerpo, como en los pecados carnales, sino de los afectos. Como consecuencia lógica, es pecado contra Dios, como todos los pecados mortales, en cuanto se desprecia el bien eterno por un bien temporal.

3. Las inclinaciones naturales han de ser regidas por la razón, que tiene la supremacía en la naturaleza humana. Por tanto, aunque los ancianos, por el defecto de su naturaleza, busquen con más ansiedad la ayuda de los bienes externos --como todo necesitado busca suplir su indigencia--, no están por eso libres de pecado si exceden la justa medida de la razón acerca de las riquezas.

ARTíCULO 2

¿La avaricia es un pecado especial?

Objeciones por las que parece que la avaricia no es un pecado especial.

1. Dice San Agustín en III De Lib. Arb. : La avaricia, que en griego se llama "filargiria", no ha de entenderse únicamente como el deseo de la plata o del dinero, sino de cualquier cosa que se desea inmoderadamente.

Pero en todo pecado se da el deseo inmoderado de algo: porque el pecado consiste en adherirse a un bien caduco despreciando el bien imperecedero, según hemos visto (1-2 q.71 a.6 arg.3). Por tanto, la avaricia es pecado general.

2. según San Isidoro, en su libro Etymol., el avaro es como el "ávido de metal", es decir, del dinero; por eso en griego se llama "filargiria", o sea, "amor de la plata". Pero en el vocablo "plata", que es sinónimo de dinero, se significan los bienes exteriores, cuyo valor se mide en dinero, conforme a lo dicho (q.117 a.2 ad 2). Por tanto, la avaricia consiste en el deseo de cualquier bien exterior. En consecuencia, parece ser pecado general.

3. comentando el texto de Rm 7, 7: Pues no conocía la concupiscencia, etcétera, dice la Glosa : La ley buena es la que, al prohibir la concupiscencia, prohibe todo mal. Pero parece que la ley prohibe especialmente la concupiscencia de la avaricia, al decir Ex 20, 17: No codiciarás los bienes ajenos. Por tanto, la concupiscencia de la avaricia es todo pecado. Y así la avaricia es un pecado general.

Contra esto: está el que en Rm 1, 29 se cita a la avaricia entre otros pecados especiales, cuando dice: Llenos de toda iniquidad, maldad, fornicación, avaricia, etc.

Respondo: Los pecados se especifican por sus objetos, como hemos visto (1-2 q.72 a.1). Pero el objeto del pecado es aquel bien al que tiende el apetito desordenado. Por tanto, donde haya una razón especial de bien apetecido desordenadamente, allí tendrá que darse una razón especial de pecado. Pero una cosa es la razón de bien útil y otra distinta la del bien deleitable. Las riquezas tienen de suyo razón de bien útil, pues se desean porque sirven para utilidad del hombre. Por tanto, la avaricia es un pecado especial, porque es el amor desordenado de tener riquezas, que designamos con el nombre de "dinero", del cual proviene la palabra "avaricia" (arg.2).

Pero como el verbo "tener", en una primera acepción, parece que se refería a las riquezas de las que somos totalmente dueños, y después pasó a significar muchas otras cosas --así se dice que el hombre tiene salud, mujer, vestido, etc., según se explica en Praedicamentis --, como consecuencia lógica también el nombre de avaricia se amplió a todo apetito inmoderado de tener cualquier cosa; es lo que enseña San Gregorio en una Homilía : la avaricia no se refiere sólo al dinero, sino también a la ciencia y a la excelencia, siempre que se ambicionen desmedidamente. Y en este sentido no sería pecado especial. Este es el modo como habla San Agustín de la avaricia en el texto citado .

A las objeciones:

1. Da solucionada con lo que acabamos de exponer.

2. Todas las cosas exteriores que se utilizan en la vida humana quedan comprendidas bajo el nombre de "dinero", en cuanto que tienen razón de bien útil. Pero hay algunos bienes exteriores que pueden conseguirse mediante dinero, como son los placeres, honores y demás, los cuales son apetecibles por otra razón. Por tanto, el deseo de ellos no se llama propiamente avaricia como pecado especial.

3. La glosa citada habla de la concupiscencia desordenada de cualquier cosa. En efecto, se puede entender que por la prohibición de la codicia de los bienes poseídos quede también prohibida la concupiscencia de cualquier otra cosa que se consigue por esos bienes.

ARTíCULO 3

¿La avaricia se opone a la liberalidad?

Objeciones por las que parece que la avaricia no se opone a la liberalidad.

1. Sobre aquel texto de Mt 5, 6: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, comenta el Crisóstomo que existe una doble justicia: una "general" y otra "especial", a la que se opone la avaricia. Y lo mismo enseña el Filósofo en V Ethic. . Por tanto, la avaricia no se opone a la liberalidad.

2. el pecado de avaricia consiste en traspasar la medida en los bienes poseídos. Pero esta medida la establece la justicia. Por tanto, la avaricia se opone directamente a la justicia y no a la liberalidad.

3. la liberalidad es una virtud intermedia entre dos vicios contrarios, como nos consta por el Filósofo en el II. y IV Ethic. . Pero la avaricia no tiene ningún pecado contrario, como enseña el Filósofo en V Ethic. . Por tanto, la avaricia no se opone a la liberalidad.

Contra esto: está el que, como se dice en Qo 5, 9: El avaro no se ve harto de dinero, y el que ama las riquezas no sacará de ellas provecho alguno. Pero el no saciarse con el dinero y amarlo desordenadamente es contrario a la liberalidad, que mantiene el justo medio en el deseo de las riquezas. Por tanto, la avaricia se opone a la liberalidad.

Respondo: La avaricia supone cierta inmoderación con relación a las riquezas en un doble sentido. Primero, inmediatamente respecto a su misma adquisición y conservación, o sea, cuando se adquiere el dinero injustamente sustrayendo o reteniendo lo ajeno. Entonces se opone a la justicia. En este sentido se entiende la avaricia en Ez 22, 27, cuando se dice: Sus príncipes son como lobos que despedazan la presa derramando sangre para dar pábulo a su avaricia.

En un segundo sentido implica inmoderación de los afectos interiores a las riquezas: por ejemplo, cuando se las ama o desea o se goza en ellas excesivamente, aunque no se quiera sustraer lo ajeno. En este aspecto, la avaricia se opone a la liberalidad, que modera tales afectos, como hemos visto (q.117 a.2 ad 1; a.3.6). Así debe entenderse la avaricia de que se habla en 2Co 9, 5: Preparen de antemano la prometida bendición, y con esta preparación resulte una obra de liberalidad y no de avaricia, es decir, explica la Glosa, que no les pese haber dado, y que den en abundancia.

A las objeciones:

1. El Crisóstomo y el Filósofo hablan de la avaricia según el primer modo de entenderla. Pero a la avaricia, en su segunda acepción, la llama "iliberalidad" .

2. La justicia establece una medida en la adquisición y conservación de las riquezas desde el punto de vista del débito legal; es decir, no tomar y retener lo ajeno. Pero la liberalidad establece la medida racional en primer lugar en los afectos interiores, y, como consecuencia, en la adquisición y conservación y en el uso exterior de las riquezas en cuanto proceden del afecto interior, pero sin considerar el débito legal, sino el moral, que se mide según la regla de la razón.

3. La avaricia, en cuanto opuesta a la justicia, no tiene vicio contrario, porque la avaricia consiste en tener más de lo debido en justicia, y su contrario, el tener menos, no tiene razón de culpa, sino de pena. Pero la avaricia, en cuanto opuesta a la liberalidad, tiene un vicio opuesto, que es la prodigalidad.

ARTíCULO 4

¿La avaricia es siempre pecado mortal?

Objeciones por las que parece que la avaricia es siempre pecado mortal.

1. Nadie merece la muerte si no es por el pecado mortal. Pero por la avaricia los hombres merecen la muerte, porque, después de decir el Apóstol en Rm 1, 29: Llenos de toda injusticia, maldad, fornicación, avaricia, etc., añade (v.32): Quienes hacen tales cosas son dignos de muerte. Por tanto, la avaricia es pecado mortal.

2. lo mínimo en la avaricia es retener desordenadamente los bienes propios. Pero también esto parece ser pecado mortal, pues dice San Basilio : El pan que tú guardas pertenece al hambriento, el traje que tú conservas pertenece al desnudo, el dinero que tú amontonas pertenece al pobre. Por tanto, injurias a todos aquellos a quienes deberías darlo. Pero injuriar a otro es pecado mortal, porque va contra el amor al prójimo. Por tanto, con mayor razón toda otra forma de avaricia es pecado mortal.

3. nadie queda obcecado con ceguera espiritual sino por el pecado mortal, que priva al alma de la luz de la gracia. Pero, según el Crisóstomo, la tiniebla del alma es la codicia del dinero. Por tanto, la avaricia, que es la codicia del dinero, es pecado mortal.

Contra esto: está lo que a propósito del texto de 1Co 3, 12: Si uno edifica sobre este fundamento, etc., comenta la Glosa que edifica madera, heno o paja el que se preocupa de las cosas de este mundo, de cómo agradarlo, lo cual es propio del pecado de avaricia. Pero el que edifica madera, heno o paja no peca mortal, sino venialmente, pues de él dice a continuación (v.15) que se salvará, pero como quien pasa sobre ascuas.

Respondo: Como hemos visto antes (a.3), la avaricia puede entenderse de dos modos: Uno, en cuanto se opone a la justicia. Entonces es pecado mortal por su naturaleza: puesta esta avaricia, respondería a tomar o retener injustamente los bienes ajenos, lo cual es propio de la rapiña o del hurto, que son pecados mortales según lo antedicho (q.66 a.6). Sin embargo, en este género de avaricia puede que se dé pecado venial por la imperfección del acto, como hemos explicado al hablar del hurto (q.66 a.6 ad 3).

Otro modo de entender la avaricia es en cuanto opuesta a la liberalidad. En este caso implica amor desordenado de las riquezas. En consecuencia, si el amor a las riquezas es tan intenso que uno no tiene reparo por tal amor en obrar contra la caridad de Dios y del prójimo, entonces la avaricia es pecado mortal. Pero si el desorden de ese amor no llega a tanto, es decir, si el hombre, aunque ame superfluamente las riquezas, no antepone este amor al amor de Dios, de forma que por las riquezas obre contra Dios y el prójimo, entonces la avaricia es pecado venial.

A las objeciones:

1. La avaricia se cita entre los pecados mortales en el sentido en que es pecado grave.

2. San Basilio se está refiriendo al caso en que uno esté obligado por débito legal a dar sus bienes a los pobres, ya por la situación de necesidad, ya por la superfluidad de los bienes.

3. La codicia de las riquezas entenebrece el alma propiamente cuando excluye la luz de la caridad y antepone el amor de las riquezas al amor de Dios.

ARTíCULO 5

¿La avaricia es el mayor de los pecados?

Objeciones por las que parece que la avaricia es el mayor de los pecados.

1. Se dice en Si 10, 9: Nada hay más abominable que el avaro, y a continuación (v.10) se añade: Nada más inicuo como amar el dinero, porque el avaro es capaz de vender hasta su alma. Y Tulio dice en I De Offic. : Nada hay tan mezquino y bajo como amar el dinero. Pero esto es lo propio de la avaricia. Por tanto, es el más grave de los pecados.

2. un pecado es tanto más grave cuanto más se opone a la caridad. Pero la avaricia es lo más opuesto a la caridad, pues dice San Agustín en el libro Octoginta trium Quaest. que el veneno contra la caridad es la avaricia. Por tanto, es el más grave de los pecados.

3. a la máxima gravedad del pecado pertenece el que sea incurable; de ahí que el pecado contra el Espíritu Santo, que es gravísimo, se dice que es irremisible. Pero la avaricia es pecado incurable, como dice el Filósofo en IV Ethic. : la vejez y la impotencia hacen a uno más avaro. Luego la avaricia es el más grave de los pecados.

4. dice el Apóstol en Ef 5, 5 que la avaricia es el culto a los ídolos. Pero la idolatría está comprendida entre los pecados más graves. Luego también la avaricia.

Contra esto: está el que el adulterio es un pecado más grave que el hurto, como tenemos en Pr 6, 30 ss. Pero el hurto es parte de la avaricia. Por tanto, la avaricia no es el más grave de los pecados.

Respondo: Todo pecado, por ser un mal, implica una cierta corrupción o privación de un bien, y por ser voluntario, supone el deseo de un bien. Por consiguiente, el orden de los pecados puede considerarse de dos modos.

Uno, por parte del bien que se desprecia o corrompe por el pecado, el cual será tanto más grave cuanto mayor sea el bien despreciado o corrompido. En esta consideración, el pecado contra Dios es el más grave; después está el pecado contra la persona humana; en tercer lugar, el pecado contra las cosas exteriores destinadas al servicio del hombre, entre los cuales se encuentra la avaricia. Otro modo de establecer la gravedad de los pecados es por parte del bien al que se somete desordenadamente la voluntad: entonces cuanto menor sea ese bien tanto más vergonzoso es el pecado; porque es menos noble supeditarse a un bien inferior que a otro superior. Pero el bien de las cosas exteriores es el último entre los bienes humanos: pues es menor que el bien corporal, que a su vez es menor que el del alma, por encima del cual está el bien divino. En este sentido, el pecado de avaricia, por el que la voluntad se somete incluso a las cosas exteriores, contiene en cierto modo una mayor fealdad.

Sin embargo, como la corrupción o privación del bien es lo formal en el pecado, y lo material es la conversión al bien conmutable, hay que juzgar la gravedad de los pecados por parte del bien que se corrompe más que por parte del bien del cual se hace esclava la voluntad. Por tanto, hay que decir que la avaricia no es en sí, sin más, el mayor de los pecados.

A las objeciones:

1. Los argumentos de autoridad que se citan se refieren a la avaricia por parte del bien al que se somete la voluntad. De ahí que el mismo Eclesiástico (10, 10) nos da la razón: porque el avaro es capaz de vender su alma, es decir, su vida, porque la expone a peligros por el dinero. Por eso añade: Porque en su vida tiró, o sea, despreció los más íntimos sentimientos por ganar dinero. Tulio abunda también en esto al decir que es propio de un corazón mezquino el estar supeditado al dinero.

2. San Agustín entiende allí la codicia de cualquier bien temporal en sentido amplio, no con el significado propio y específico de avaricia. Efectivamente, la concupiscencia de cualquier bien temporal es veneno para la caridad, en cuanto que el hombre desprecia el bien divino para adherirse a un bien temporal.

3. El pecado contra el Espíritu Santo y el pecado de avaricia son incurables, pero de forma distinta. El primero lo es porque se desprecia, bien la misericordia o la justicia divinas, bien cualquier otra virtud sanativa del pecado del hombre. Por tanto, tal insanabilidad indica mayor gravedad en el pecado . Pero la avaricia es incurable por parte del defecto humano, al que inclina siempre la naturaleza humana: porque cuanto más deficiente es uno, tanto más necesita de la ayuda de las cosas exteriores, y por eso más fácilmente incurre en la avaricia. Pero esta insanabilidad no es índice de que el pecado sea más grave, sino si acaso, en cierto modo, más peligroso.

4. La avaricia se compara a la idolatría por cierta semejanza que tiene con ella: porque el idólatra se hace siervo de una criatura exterior, lo mismo que el avaro. Pero no igualmente, ya que el idólatra se somete a una criatura exterior para darle culto reservado a Dios; en cambio, el avaro se esclaviza de la criatura deseándola inmoderadamente para uso suyo, no para adorarla. Por tanto, no es lógico que la avaricia tenga tanta gravedad como la idolatría.

ARTíCULO 6

¿La avaricia es un pecado espiritual?

Objeciones por las que parece que la avaricia no es pecado espiritual.

1. Los pecados espirituales parecen tener por objeto los bienes espirituales. Pero la materia de la avaricia son los bienes corporales o las riquezas exteriores. Por tanto, la avaricia no es pecado espiritual.

2. el pecado espiritual se contrapone al carnal. Pero la avaricia es, al parecer, un pecado carnal, pues acompaña a la deficiencia de la carne, como se ve en los ancianos, que caen en la avaricia por fallo de su naturaleza carnal. Por tanto, la avaricia no es pecado espiritual.

3. por el pecado carnal se desordena el cuerpo del hombre, según palabras del Apóstol en 1Co 6, 18: El que fornica peca contra su propio cuerpo. Pero la avaricia también daña al cuerpo; de ahí que el Crisóstomo, comentando el pasaje de Mc 5, compare al avaro con el endemoniado, cuyo cuerpo era atormentado. Por tanto, la avaricia no es, según parece, pecado espiritual.

Contra esto: está el que San Gregorio, en XXX Moral., enumera la avaricia entre los pecados espirituales.

Respondo: Los pecados consisten principalmente en el afecto. Pero todos los afectos del alma, o pasiones, desembocan en los placeres o en las tristezas, según nos consta por el Filósofo en II Ethic. . Ahora bien: entre los placeres, unos son carnales y otros espirituales. Placeres carnales se llaman a los que se completan en la sensación de la carne, como los de la mesa y los venéreos; los espirituales se consuman en la sola prehensión de la mente. Así, pues, se llaman pecados carnales los que se consuman en los placeres carnales, y pecados espirituales los que se terminan en los placeres espirituales, sin delectación carnal. A estos últimos pertenece la avaricia: pues el avaro se deleita al considerarse dueño de muchas riquezas. Y, por lo mismo, la avaricia es pecado espiritual.

A las objeciones:

1. La avaricia, que tiene por objeto lo corporal, no busca un placer corporal, sino sólo espiritual; es decir, el placer de poseer riquezas. Y, por tanto, no es pecado carnal . Sin embargo, por razón del objeto está en un término medio entre los pecados puramente espirituales, que buscan un placer espiritual en objetos espirituales --como la soberbia, en el sentimiento de superioridad--, y los pecados puramente carnales, que buscan el placer puramente corporal en un objeto corporal.

2. El movimiento se especifica por su término final y no por su punto de partida. Por eso se llama pecado carnal al que tiende a un placer carnal, no porque provenga de algún defecto de la carne.

3. El Crisóstomo compara al avaro con el endemoniado no porque se vea atormentado en su carne como el poseso, sino por contraposición porque el endemoniado, de quien se habla en Mc 5, 15, se despojaba de sus vestiduras en cambio, el avaro se carga con riquezas superfluas.

ARTíCULO 7

¿La avaricia es pecado capital?

Objeciones por las que parece que la avaricia no es pecado capital.

1. La avaricia se opone a la liberalidad como a medio y a la prodigalidad como a extremo. Pero ni la liberalidad es virtud principal ni la prodigalidad pecado capital. Por tanto, tampoco la avaricia debe incluirse entre los pecados capitales.

2. como se ha dicho (1-2 q.84 a.34), se llaman pecados capitales a los que tienen fines principales, a los que se subordinan los fines de otros pecados. Pero esto no ocurre con la avaricia, porque las riquezas no tienen razón de fin, sino de medio, según se dice en I Ethic. . Por tanto, la avaricia no es pecado capital.

3. San Gregorio dice en Moral. que la avaricia proviene unas veces del orgullo y otras del temor. En efecto, unos, que creen que les va a faltar lo necesario, caen en la avaricia, y otros, deseosos de acrecentar su poder, sienten encenderse en ellos la codicia de los bienes ajenos. Por tanto, la avaricia se deriva de otros vicios más que ser ella pecado capital de otros.

Contra esto: está el que San Gregorio (XXXI Moral.) cita la avaricia entre los pecados capitales.

Respondo: Como hemos visto (1-2 q.84 a.3.4), pecado capital se llama a aquel del cual se originan otros por la razón de fin; porque siendo su fin más apetecible, el hombre se presta a emplear toda clase de medios, buenos o malos, con tal de conseguirlo . Pero el fin más apetecible es la bienaventuranza o felicidad, que es el fin último de la vida humana, según se ha expuesto anteriormente (1-2 q.1 a.8 sed contra). Por consiguiente, cuanto un objeto participa más de las condiciones de la felicidad, tanto más apetecible es. Y una de las condiciones de la felicidad es que sea suficiente en sí; de lo contrario no aquietaría el apetito como fin último. Pero las riquezas de suyo prometen esta suficiencia en grado máximo, como dice Boecio en II De Consol. . La razón es porque, según el Filósofo, en V Ethic., nos servimos del dinero como de una garantía para conseguirlo todo. También en Qo 10, 19 se nos dice que el dinero sirve para todo. Por tanto, la avaricia, que consiste en el apetito del dinero, es pecado capital .

A las objeciones:

1. La virtud se perfecciona según el dictamen de la razón y el vicio según la inclinación del apetito sensitivo. Pero la razón y el apetito sensitivo no tienen principalmente la misma especificación. Por eso no es necesario que un vicio principal se oponga a una virtud principal. De ahí que, aunque la liberalidad no sea virtud principal, porque no tiene por objeto un bien principal de la razón, la avaricia sí es pecado capital, porque tiene por objeto el dinero, que tiene cierta principalidad entre los bienes sensibles, por la razón ya dicha. La prodigalidad, por su parte, no se ordena a un fin principalmente apetecible, sino que más bien parece proceder de una cierta falta de razón. Es por lo que dice el Filósofo en IV Ethic. que del pródigo se dice que es vanidoso más que malo.

2. El dinero está subordinado a otra cosa como a su fin; pero en cuanto es un medio útil para conseguir todos los bienes sensibles, los contiene virtualmente a todos. Y, por lo mismo, tiene cierta semejanza de felicidad, según lo dicho.

3. Nada impide que un pecado capital proceda en ocasiones de otros vicios, como se dijo en su lugar (q.36 a.4 ad 1), siempre que él sea la cabeza y fuente de otros.

ARTíCULO 8

¿Es correcta la enumeración que se hace de las hijas de la avaricia?

Objeciones por las que parece que no son hijas de la avaricia las que se enumeran, a saber: la traición, el fraude, la mentira, el perjurio, la inquietud, la violencia y la dureza de corazón.

1. La avaricia se opone a la liberalidad, según lo dicho (a.1). Pero la traición, el fraude, y la mentira se oponen a la prudencia; el perjurio, a la religión; la inquietud, a la esperanza o a la caridad, que descansa en el bien amado; la violencia, a la justicia; la dureza de corazón, a la misericordia. Por tanto, tales pecados no pertenecen a la avaricia.

2. la traición, el fraude, el dolo y la mentira parece que persiguen lo mismo: engañar al prójimo. Luego no deben incluirse entre las hijas de la avaricia.

3. San Isidoro enumera nueve hijas, que son: la mentira, el fraude, el hurto, el perjurio, el apetito de ganancias sucias, los falsos testimonios, la violencia, la crueldad y la rapacidad. Luego la primera relación no es correcta.

4. el Filósofo, en V Ethic., cita muchos géneros de vicios pertenecientes a la avaricia, a la que designa con el nombre de "iliberalidad", a saber: los parcos, los obstinados, los tacaños, los que se dedican a obras serviles, los rufianes, los usureros, los jugadores, los que violan las tumbas y los ladrones. Por tanto, es incompleta la enumeración antedicha.

5. los tiranos infieren máxima violencia a los súbditos. Pero el Filósofo dice a continuación del texto citado que a los tiranos que saquean las ciudades y despojan los templos no los llamamos iliberales, o sea, avaros. Por tanto, la violencia no debe ponerse entre las hijas de la avaricia.

Contra esto: está el que San Gregorio (XXXI Moral. ) asigna como hijas de la avaricia las citadas en la primera enumeración (obj.1).

Respondo: Se llaman hijas de la avaricia aquellos vicios que se derivan de ella, y en especial en cuanto intentan el mismo fin. Pero como la avaricia es el amor excesivo de poseer riquezas, peca por dos capítulos: Primero, reteniendo las riquezas. Y así, de la avaricia surge la dureza de corazón, que no se ablanda con la misericordia ni ayuda con sus riquezas a los pobres. Segundo, la avaricia peca por exceso en la adquisición de las riquezas.

Y en este aspecto puede considerarse la avaricia de dos modos: Uno, según el afecto interior. Y así la avaricia causa la inquietud, en cuanto engendra la excesiva solicitud y preocupaciones vanas, pues el avaro no se ve harto del dinero, como leemos en Qo 5, 9. Otro modo de considerar la avaricia es atendiendo al efecto exterior. Y así el avaro, en la adquisición de las riquezas, se sirve unas veces de la violencia y otras del engaño. Si este engaño lo hace con palabras, tenemos la mentira si se usan palabras sin más, y si lo apoya con un juramento, tenemos el perjurio. Y si el engaño lo realiza con obras, tenemos el fraude si se trata de cosas y la traición si de las personas, como aparece claro en el caso de Judas, que traicionó a Cristo por avaricia (Mt 26, 15) .

A las objeciones:

1. No es necesario que las hijas de un pecado capital pertenezcan al mismo género de éste, puesto que un pecado puede valerse para sus fines de otros pecados de distinto género. Por tanto, una cosa son las hijas y otra las especies de un pecado.

2. Estos tres pecados son distintos, como acabamos de ver.

3. Esos nueve se reducen a los siete reseñados. Porque la mentira y el falso testimonio son un mismo pecado, pues el falso testimonio es una especie de mentira, lo mismo que el hurto lo es del fraude, y está comprendido en éste. El apetito de ganancias sucias pertenece a la inquietud; la rapacidad, a la violencia, de la que es especie. Y la crueldad es lo mismo que dureza de corazón.

4. Los pecados enumerados por Aristóteles son especies, más que hijas, de la ¿liberalidad o de la avaricia. En efecto, puede uno ser iliberal o avaro por defecto en el dar; y si da poco es parco, y si no da nada, obstinado, y si le cuesta mucho dar, tacaño, que en griego se dice kimibilis -- "vendedor del comino", porque tiene en gran estima cosas insignificantes. A veces uno es iliberal o avaro por exceso en el modo de conseguir el dinero. Y esto por doble capítulo. Uno, porque lo gana por medios torpes: entregándose a trabajos viles mediante obras serviles o porque hace negocio de actos pecaminosos, como el de la prostitución y otros parecidos, o porque saca interés de lo que debe prestar gratis, como los usureros, o el que saca poco provecho de grandes trabajos. Otro, porque lo gana con medios injustos: o usando de la violencia con los vivos, como los ladrones, o despojando a los muertos; o enriqueciéndose a cuenta de los amigos, como los jugadores.

5. La liberalidad tiene por objeto pequeñas cantidades de dinero, lo mismo que la iliberalidad. Por eso a los tiranos, que arrebatan violentamente grandes posesiones, no se los llama avaros, sino injustos.

En todo corazón existe la sed de verdad y bien, que es la sed de Dios

Audiencia General del Papa Francisco, 11 de marzo.

“Nuestra reflexión de hoy nos lleva a considerar la bienaventuranza: «Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados», que no se refiere a un deseo genérico sino a una exigencia vital y cotidiana de todo ser humano: la necesidad de nutrirse para sobrevivir”, lo dijo el Papa Francisco en la Audiencia General del segundo miércoles de marzo de 2020 – que fue transmitido desde la Biblioteca Apostólica – continuando con su ciclo de catequesis sobre las Bienaventuranzas a partir del Evangelio de Mateo.

Hambre y sed, necesidades vitales
En su catequesis, el Santo Padre continuó con el recorrido de este esplendente camino de la felicidad que el Señor nos ha dado en las Bienaventuranzas. “Hemos ya encontrado la pobreza de espíritu y el llanto – mencionó el Pontífice – ahora nos confrontamos con otro tipo de debilidad, aquella relacionada con el hambre y la sed. Hambre y sed son necesidades primarias, se refieren a la sobrevivencia”. Esto hay que subrayarlo, dijo el Papa, aquí no se trata de un deseo genérico, sino de una necesidad vital, de una exigencia cotidiana, como es la nutrición.

Las injusticias hieren a la humanidad
En este sentido, el Papa Francisco se pregunta: ¿qué significa tener hambre y sed de justicia? Ciertamente no se refiere a aquellos que quieren venganza; por el contrario afirmó el Pontífice, en la bienaventuranza anterior hemos hablado de mansedumbre. También es verdad que, las injusticias hieren a la humanidad; la sociedad humana tiene una necesidad urgente de equidad, de verdad y de justicia social; recordemos que el mal que sufren las mujeres y los hombres del mundo llega hasta el corazón de Dios Padre. ¿Qué padre no sufriría por el dolor de sus hijos?

Una justicia más grande que el derecho humano
El Santo Padre recordando que, las Escrituras hablan del dolor de los pobres y oprimidos que Dios conoce y comparte y ante ello baja para liberar a su pueblo, dijo que, “el hambre y la sed de justicia de la que nos habla el Señor es aún más profunda que la legítima necesidad de justicia humana que todo hombre lleva en su corazón”. En el mismo "Sermón de la Montaña", señaló el Papa, un poco más adelante, Jesús habla de una justicia más grande que el derecho humano o la perfección personal, diciendo: «Si vuestra justicia no es superior a la de los escribas y fariseos, no entraran en el Reino de los Cielos» (Mt 5, 20). Y esta es la justicia que viene de Dios (cf. 1 Cor 1:30).

En todo corazón se esconde un anhelo de luz
Si bien es cierto, en las Escrituras encontramos expresada una sed más profunda que aquella física, que es un deseo puesto en la raíz de nuestro ser, como dice el Salmo 63, también los Padres de la Iglesia hablan de esta inquietud que habita en el corazón del hombre. San Agustín dice: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». Existe una sed interior, un hambre interior, una inquietud. “En cada corazón, incluso en la persona más corrupta y alejada del bien – precisó el Pontífice – se esconde un anhelo de luz, aunque esté bajo los escombros del engaño y el error, pero siempre hay la sed de verdad y del bien, que es la sed de Dios. Es el Espíritu Santo quien suscita esta sed: es Él el agua viva que ha plasmado nuestro polvo, es Él el aliento creador que le ha dado vida”.

El Evangelio es la más grande justicia
Por esto, subrayó el Santo Padre, la Iglesia es enviada a anunciar a todos la Palabra de Dios, impregnada del Espíritu Santo. “Porque el Evangelio de Jesucristo es la más grande justicia que se puede ofrecer al corazón de la humanidad, que tiene una necesidad vital, aunque si no se dé cuenta”. Es con la ayuda de la gracia de Dios que los matrimonios, los jóvenes y los niños tienen que ir adelante, por ello es necesario proteger y alimentar en el corazón de todos este deseo de amor, de ternura, de acogida que expresan en sus impulsos sinceros y luminosos. Por esto, toda persona está llamada a descubrir lo que realmente importa, lo que realmente necesita, lo que le hace vivir bien y, al mismo tiempo, lo que es secundario y de que cosa se puede prescindir.

Pidamos la gracia de tener sed de justicia
Asimismo, el Papa Francisco señaló que, “Jesús anuncia en esta bienaventuranza – hambre y sed de justicia – que hay una sed que no será decepcionada; una sed que, si es sostenida, será saciada y siempre alcanzará el fin, porque corresponde al mismo corazón de Dios, a su Espíritu Santo que es amor, y también a la semilla que el Espíritu Santo ha sembrado en nuestros corazones”. “Que el Señor nos de esta gracia – concluyó el Papa – de tener esta sed de justicia que es precisamente el deseo de encontrarlo, de ver a Dios y de hacer el bien a los demás”.

El Evangelio, la única capaz de saciar nuestra sed de Dios
Antes de concluir su catequesis y saludando cordialmente a los fieles de lengua española, el Papa Francisco invitó a todos a pedir la gracia de que nunca nos falte la sed y hambre de Dios. “Pidamos al Señor Jesús que nunca nos haga faltar el agua viva del su Evangelio, única capaz de saciar nuestra sed de Dios, y nos conceda también su Espíritu Santo para poder cumplir la voluntad del Padre, con un corazón lleno del amor de Dios y bien dispuesto al servicio de los hermanos”.

En medio de la noche comprendí, sin dudas, que existe Dios, y también el demonio: algo salió de mí

Un testimonio real de liberación de lo demoníaco en: Desde el Infierno de Ulises al Cielo de Pablo

Un empresario chileno que usa el pseudónimo "Pablo de Torreones" ha escrito con detalle un proceso peculiar: su toma de conciencia de que necesitaba a Dios para sanar su matrimonio... y su descubrimiento de que lo demoníaco tenía un papel importante en su vida de adulterio, tristeza y depresión.

Publicó su testimonio en una editorial chilena en 2011 con el título "Desde el Infierno de Ulises al Cielo de Pablo", y en 2017 ha publicado una reedición en la editorial española VozDePapel.

Cinco años con una amante... dejó su casa
Durante las primeras 40 páginas, describe los días en que, tras cinco años manteniendo una amante en secreto, su mujer lo descubre y él decide irse de casa. Su esposa le pidió hablar antes con un sacerdote y con un psicólogo, y él accedió, por contentarla.

Ella quería sanar la relación y salvar el matrimonio. Pero él solo pensaba en disfrutar de su amante, Valentina, una mujer separada, con hijos, antigua compañera de la universidad.

Dejar su gran casa por un diminuto y feo pisito, dejar de comer bien por hacer vida de soltero, dedicarse a llevar la ropa a la lavandería él, que nunca hizo ninguna tarea del hogar... todas las incomodidades le parecían hasta interesantes, teñido todo de la emoción de "tomar las riendas de mi vida". Al principio intentó ocultar a sus hijos, de 27 y 29 años, colaboradores en su empresa, la causa de la ruptura: que tenía una amante. Pero ellos lo descubrieron. La decepción que causó a sus hijos, a otros parientes... todo le daba igual.

Una amante no siempre cerca...
Sin embargo, su amante, Valentina, no estaba siempre disponible. Viajaba mucho, tenía cosas que hacer con sus propios hijos, a veces se enfadaba con Pablo. Y en esos momentos, él retomaba el contacto con su esposa. Mientras tanto, su mujer rezaba, incansable.

En Semana Santa de 2008, Valentina se fue a un viaje al Caribe, mientras que Pablo aceptaba pasar unos días de pesca con su esposa e hijos. Él había tenido fe en su pasado, pero en esta época se había convencido de que Dios no existía. Le parecía bien que fuese un consuelo para su mujer. De hecho, él intentaba que ella se "volcase en Jesús" para dejarlo marchar. Pero ella le dijo en varias ocasiones que lo amaba a él, a su esposo, y que su relación con Cristo no era una sustitución, sino una fuerza para amar. También le decía ella que no tenía rencores, que valía la pena recuperar la relación.

La noche en que todo cambió de golpe
En la madrugada del domingo 23 de marzo, Domingo de Resurrección, en su alojamiento de vacaciones, en esa expedición de pesca en familia, Pablo despertó en medio de la noche, ansioso, inquieto, como tantas otras noches. Pero sintió algo especial.

"Repentinamente percibí una sensación diferente, indefinible, casi ajena, diría, que me puso en alerta. Se lo hice notar a mi señora, quien ya también se había despertado. Mientras me escuchaba, ella comenzó a orar el rosario en voz baja. De improviso, la sensación se volvió casi corpórea y en la inquietud que me provocaba le dije a mi esposa: 'Siento como si algo estuviera saliendo, desprendiéndose de mi cuerpo'. Sí, pude captar el instante preciso en que aquello salió por completo de mí. Como si mirase por el espejo retrovisor de un vehículo en marca, constaté que la angustia padecida unos minutos antes, iniciada por primera vez en enero, quedaba en el pasado."

Aún sintió más cosas en ese momento.

"Me sentí pleno de una paz infinita que se apoderaba de todo mi ser. Al instante mi entendimiento se abrió. Comprendí, sin dejar espacio a la duda, que existe Dios, pero también el demonio. Sin poder explicarlo racionalmente, experimenté y supe que Dios, siendo más poderoso, me había regalado su gracia, arrancando un demonio de mi cuerpo".

"¿Era esto que vivía lo que los libros de espiritualidad llaman una experiencia mística? Al poco rato percibí algo semejante a una tenue corriente eléctrica, muy agradable, recorriendo mi cuerpo de abajo hacia arriba y viceversa. Confirmó mi creencia en Dios".

En misa de Resurrección, llorando
"Al despertar en la mañana, la paz me habitaba y no tenía angustia. Mi primer pensamiento fue querer ir a misa. Después del desayuno, fui con mi señora. Lloré durante toda la eucaristía, pidiendo perdón a Dios y agradeciéndole este encuentro con Él. También mi esposa lloraba agradeciendo a Dios mi conversión". Era el Domingo de Resurrección y también él se sentía resucitado. De vuelta a Santiago de Chile, se quedó a dormir en su casa, la de su familia. Era su retorno tras 7 meses fuera.

Al día siguiente, lunes, ambos acudieron a un nuevo terapeuta de pareja, cristiano, que le regaló una estampa de San José, patrono de la familia, invitándole a rezarle. Era el momento de superar las tentaciones de pensar en la amante. Cambió de número de teléfono móvil.

Primera confesión en décadas
Y se confesó con el director espiritual de su mujer. En ese momento Pablo solo creía en Dios y el demonio. Era el momento de conocer a Jesucristo. El sacerdote le animó a rezar el rosario y ler la Biblia cada día. En el momento de la absolución "sentí claramente que algo entraba en mi pecho dejándome una paz absoluta que jamás había experimentado". Fue a su piso de "separado" y lo cerró, repartiendo sus cosas entre los conserjes y la señora de la limpieza.

"En menos de 48 horas había pasado de ser un hombre no creyente a otro que creía en Dios Padre, en el Espíritu Santo, en la vida eterna, en el perdón de los pecados, en el poder de la oración y también en el demonio", escribe.

Las tentaciones de los demonios: fantasías para distraer
El resto del libro "Desde el Infierno de Ulises al Cielo de Pablo" son reflexiones y enseñanzas sobre temas de demonología y cómo la acción del demonio puede suscitar fantasías, miedos, distraciones, angustias, etc... para distraer a la persona de lo bueno y verdadero que hay en su vida y orientarle hacia la ruptura.

Se dio cuenta, por ejemplo, que tras su experiencia mística, ya no sentía ninguna de las dolencias que había estado experimentando durante años, al menos desde 1997. Cree que la acción demoníaca entró en su vida a partir de 1992, cuando dejó de confesarse, se alejó de Dios y empezó a aceptar el pecado en su vida.

En su periodo de adulterio, por ejemplo, una y otra vez olvidaba todas las cosas buenas de su relación de décadas con su esposa, que le parecía "aburrida", aunque objetivamente había en ella muchas cosas interesantes y agradables, mientras que fantaseaba una y otra vez con actividades y encuentros con su amante. Obsesiones, enfermedades, malestares, jaquecas, sueños y engaños... De todo eso se liberó por la oración insistente de su esposa y la gracia curadora de Dios.

El testimonio de novios católicos que no creen que la fe esté pasada de moda

Expertos y novios nos explican con su testimonio por qué un noviazgo con Cristo en el centro es lo mejor que le puede pasar a una pareja

La revista Misión recoge el testimonio Luis y Laura, una pareja de novios que quieren vivir cristianamente su noviazgo. Hace menos de un año, Luis Casarrubios (a quien sus amigos llaman Luisto) vivió una experiencia que tilda de «surrealista»: con dos amigos subió a YouTube una versión cristiana de Despacito y, en pocos días, su Re-su-cito se había convertido en un fenómeno viral, con un millón y medio de reproducciones en las redes sociales, y con radios, periódicos y webs de dentro y fuera de España solicitándole entrevistas. Sin embargo, aunque aprovechaba cada ocasión para dar testimonio de su fe, en esos momentos Luisto tenía otras preocupaciones en la cabeza… y en el corazón: «El éxito del Resucito me pilló justo cuando Laura y yo estábamos empezando a salir, así que, como comprenderás, mis prioridades eran otras», dice con comicidad. A su lado, Laura Oliver, de 20 años –él tiene 24–, ríe con complicidad y sigue contándonos los detalles de cómo se conocieron y de lo enamorados que siguen nueve meses después de empezar a salir.

Marcar la diferencia

En apariencia, Laura y Luisto son como cualquier pareja de novios de su edad, que araña horas para verse en época de exámenes, se mueven en las redes como pez en el agua, usan el mismo vocabulario que el resto de sus compañeros, quedan con amigos, ríen (y mucho), hacen planes juntos y se mandan mensajes de amor con emoticonos de corazones por WhatsApp.

Sin embargo, tienen algo que marca la diferencia en su entorno: «Nosotros somos católicos y queremos vivir el noviazgo en coherencia con nuestra fe, es decir, poniendo a Cristo en medio para que sea Jesús quien nos enseñe a amar al otro como Él nos ama a cada uno. No queremos dejar a Dios fuera de nuestra relación, ni pactar con la incoherencia por miedo a no tener fuerzas o por no fiarnos de la gracia. Si no es posible un amor más grande que el que Dios nos tiene, no podemos encontrar lo enamorados que siguen nueve meses después de empezar a salir».

Ambos saben que, hoy, su forma de vivir el noviazgo va contracorriente: «Hay gente que piensa que el noviazgo cristiano no existe, o consiste solo en no acostarse. Nosotros sabemos que es mucho más, y que vivir el noviazgo poniendo en el centro a Cristo lo cambia todo, hace que todo sea mucho más pleno y auténtico, y es lo mejor que le puede pasar a una pareja que se atreva a vivir un noviazgo de verdad, que tenga la garantía de la gracia de Dios».

Amar más a Dios

El camino que Laura y Luisto acaban de empezar es el que Álex Martín (26 años) y Diana Platas (27) empezaron en 2013. Con fecha de boda para el próximo mes de junio, hablan intercambiando miradas, medias sonrisas y bromas que dejan ver, sin palabras, muchas conversaciones a corazón abierto.

Como dice Álex, «hablar de todo, del día a día, de tonterías y también de temas profundos, con toda sinceridad, confiando plenamente en el otro, sin juzgarnos, perdonándonos y buscando que el otro sea más parecido a como Dios lo ha pensado, es esencial para que la relación tenga futuro».

«Antes de empezar –explica Diana–, a los dos nos había dado tiempo a hacer mucho el tonto con otras personas y, por eso, sabíamos que no queríamos una de esas relaciones en la que cada uno se mira el ombligo y que te deja el corazón roto por no hacer las cosas bien».

4 razones para orar con el Viacrucis diariamente

Muchos santos han obtenido grandes beneficios de acompañar a Jesús en su camino al Calvario

El Viacrucis es una de las devociones más descuidadas en la oración católica diaria. A menudo se nos anima a rezar el Rosario, la Coronilla de la Divina Misericordia, y la Liturgia de las Horas (que todas son bastante recomendables) pero no recuerdo a alguien que me haya sugerido rezar diariamente el Viacrucis.

Esto es lamentable, ya que muchos de los santos han obtenido grandes beneficios de acompañar a Jesús en su camino al Calvario y muchos fueron inspirados a componer sus propias versiones de la antigua devoción.

Así que aquí están cuatro razones (en ningún orden en particular) del por qué deberíamos considerar rezar el Viacrucis diariamente:

1. El Viacrucis remonta su origen a la Santísima Virgen María

Una antigua tradición dice que María visitó los lugares de sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús a diario después de su ascensión al cielo. Esto se supo incluso antes de que las otras tradiciones dijeran que María siguió a Jesús a lo largo de su amargo Vía Crucis que lo llevó al Calvario, al menos la Escritura como mínimo testifica que María estaba allí, al pie de la Cruz.

Así que María fue la primera en acompañar a Jesús en sus sufrimientos y mantuvo todas estas cosas en su corazón, reflexionando a diario en ellas después de la ascensión del Señor.

2. El Viacrucis nos permite visitar la Tierra Santa

Alrededor del siglo 17, los franciscanos empezaron a desarrollar un "Camino de la Cruz" en las iglesias locales por el que los fieles podían caminar a través de la narración de la pasión sin tener que ir a Jerusalén. He aquí una breve historia:

“En 1686, Inocencio XI, concedió a los franciscanos, en respuesta a su petición, el derecho de erigir las Estaciones del Viacrucis en todas sus iglesias, y declaró que todas las indulgencias que habían sido dadas por visitar devotamente las escenas reales de la pasión de Cristo, podrían ser ganadas por los franciscanos y otros afiliados a su orden si hacían el Viacrucis en sus propias iglesias en la forma acostumbrada. Inocencio XII confirmó el privilegio en 1694 y Benedicto XIII en 1726 lo extendió a todos los fieles. En 1731 Clemente XII lo extendió aún más permitiendo las indulgentes estaciones a todas las iglesias, siempre y cuando se levantaran por un padre franciscano con la sanción de lo común. Al mismo tiempo fijó el número definitivo de estaciones, quedando en catorce”. (Extracto de Enciclopedia Católica Énfasis añadido)

Además, de cierta manera (muy real) también podemos acompañar el sufrimiento y la persecución que nuestros hermanos y hermanas están viviendo en Tierra Santa y Oriente Medio.

3. San Juan Pablo II realizaba el Viacrucis todos los días

El Viacrucis tenía un lugar especial en el corazón de San Juan Pablo II. Él creció cerca de un antiguo santuario en la ciudad de “Kalwaria Zebrzydowska” El santuario se erigió en un paisaje de colinas y fue formado para parecerse al Viacrucis en Jerusalén. Existen numerosas capillas en las cuales los peregrinos pueden seguir la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Al visitar el sitio una vez convertido en Papa, Juan Pablo II dijo:

“Realmente no sé cómo agradecer a la Divina Providencia por haberme concedido volver a visitar este lugar: Kalwaria Zebrzydowska, el Santuario de la Madre de Dios, los lugares santos de Jerusalén conectados con la vida de Jesús y la de su Madre reproducidos aquí, los “pequeños caminos” como se les llama. Los visité a menudo en mi niñez y cuando era joven. Los visité como sacerdote. Especialmente, visitaba con regularidad  el Santuario de Kalwaria siendo arzobispo de Cracovia y cardenal”. (Apostolic Pilgrimage to Poland)

Hacer el Viacrucis en Kalwaria lo formó y como resultado rezaba sus estaciones a diario, sin importar nada más. Incluso él fue quien instaló un conjunto de estaciones en los apartamentos apostólicos.

4. Jesús solicitó en las revelaciones privadas dadas a Santa Faustina que se rezara diariamente el Viacrucis

Aún cuando Santa Faustina es conocida principalmente por haberle sido dada la Coronilla de la Divina Misericordia, Jesús también le pidió específicamente que realizara el Viacrucis diariamente a las 3:00 pm:

“Hija mía, haz todo lo posible para hacer el Viacrucis en esta hora, siempre que tus obligaciones lo permitan; y si no pudieras hacerlo,  al menos visita la capilla por un momento y adora, en el Santísimo Sacramento, Mi corazón, el cual está lleno de misericordia". (Diario, 1572, énfasis añadido)

Las estaciones del Viacrucis una gran devoción que nos une al sufrimiento y muerte de Cristo y nos permite la oportunidad de acompañarlo en la Vía Dolorosa. Vemos como Él sufre bajo el peso de la cruz y nos damos cuenta que son nuestros pecados los que lo crucificaron.

El Viacrucis no ha sido pensado sólo para orar durante la Cuaresma, sino que puede realizarse devotamente durante todos los días del año.

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