Él buscaba cumplir la voluntad de Dios
- 19 Marzo 2020
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Solemnidad Litúrgica, 19 de marzo
Esposo de la Virgen María
Martirologio Romano: Solemnidad de san José, esposo de la bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y le estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia.
Etimológicamente; José = Aquel al que Dios ayuda, es de origen hebreo.
Breve Semblanza
Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven, porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a san José en competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque, siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras el de los otros quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.
El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del compromiso, José se percató de la maternidad de María y, aunque no dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”. Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable.
La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes, que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.
Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.
Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su nombre en el canon de la misa.
Novena a San José
Oración y silencio
Santo Evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24. Solemnidad de San José
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dame la gracia de hacer una experiencia…, una experiencia real de tu Amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
José era un hombre «justo». Él buscaba cumplir la voluntad de Dios. Aunque no siempre tuvo claro qué era lo que el Señor le pedía.
José descubrió su misión por medio de la oración y el silencio. Descubrió cuál era el plan de Dios para su vida. Por medio del encuentro constante e íntimo con Dios, José pudo cumplir la voluntad de Dios, y así, fue instrumento en las manos de Dios para la salvación de los hombres.
El Señor nos ha dado una misión, como la dio a José. Y nos ha dado también los talentos y cualidades para llevar a cabo este plan y ser también instrumentos de salvación. El Señor quiere actuar por medio de nosotros. Él nos ha llamado y, por los mismo, jamás nos dejará solos.
¡Ven, Espíritu Santo! Ilumina mi entendimiento para que pueda descubrir la voluntad del Señor. Hazme un instrumento de salvación. Hazme una persona de oración y silencio como José.
«A través de la experiencia de san José, una figura aparentemente de segundo plano, pero en cuya actitud está contenida toda la sabiduría cristiana. Él, junto con Juan Bautista y María, es uno de los personajes que la liturgia nos propone para el tiempo de Adviento; y de los tres es el más modesto. El que no predica, no habla, sino que trata de hacer la voluntad de Dios; y lo hace al estilo del Evangelio y de las Bienaventuranzas. Pensemos: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Y José es pobre porque vive de lo esencial, trabaja, vive del trabajo; es la pobreza típica de quien es consciente de que depende en todo de Dios y pone en Él toda su confianza». (Homilía de SS Francisco, 22 de diciembre de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pedir al Señor, por intercesión de san José, que pueda descubrir y hacer su voluntad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Libro: Consagración a San José
San José seguía las mociones del Espíritu Santo hasta en sus sueños.
La realidad mundial grita, dibuja el rostro de la humanidad, a través de los niños que son eliminados antes de nacer, los asesinatos, las familias destruidas que causan tanto dolor a los esposos e hijos, la legalización de uniones que van contra la naturaleza, la pérdida de identidad espiritual, cultural e incluso individual, en la que se pone en duda la esencia propia del ser hombre, o mujer.
En su libro "Consagración a San José. Las maravillas de Nuestro Padre Espiritual". El Padre Donald Calloway habla de la necesidad de tener a este Santo, como modelo de virtudes. Afirma que José vivió a fondo su amor a Jesús y María. Nadie como él y María formaron a Jesús en las virtudes. Él es modelo de esposo, padre y protector del matrimonio y la familia.
A Jesús como buen hijo le alegra que su madre y su padre de la tierra sean honrados e imitados.
San José seguía las mociones del Espíritu Santo hasta en sus sueños. Es ejemplo de padre providente, protector, servidor, formador. Llevó a Jesús y a María en su corazón, vivió y murió para ellos. Seguir su ejemplo es vivir un camino de virtudes sujetos a la voluntad de Dios.
El primer matrimonio en él Antiguo Testamento fue el de Adán y Eva, ellos dieron entrada al pecado original, esta herencia, producto de la desobediencia a Dios, trajo muerte y destrucción.
El primer matrimonio del Nuevo Testamento, que marca a la humanidad es el de Jesús y María. Fuente de santidad que se extiende sobre la tierra.
La salvación inicia en esta virginal y santa unión. Jesús es cabeza de la Iglesia y José es cabeza de esta cabeza, a nivel terrenal, padre adoptivo del Salvador. Patriarca de la Iglesia Universal y padre espiritual de todos los creyentes.
Amar y venerar a San José no es ofensa contra Dios. Jesús como buen Hijo se alegra de que sus papás sean amados. Imitar al padre espiritual es camino seguro para ir al cielo. En su libro, el P Calloway menciona que es necesario el atuendo de virtudes y santidad de San José para entrar al Banquete Celestial.
Formar parte en la transformación de este mundo requiere trabajo personal, esfuerzo, oración, atención a las inspiraciones del Espíritu Santo, Sacramentos y la ayuda de San José como modelo y padre espiritual.
Misericordia es el mensaje que tengo que dar como obispo de Roma
Audiencia General del Papa Francisco, 18 de marzo.
Por: Amedeo Lomonaco | Fuente: Vatican News
"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos hallarán misericordia" (Mt 5, 7). Meditando sobre estas palabras del Evangelio según San Mateo, Francisco en la Audiencia General desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, recuerda la fundamental coincidencia indicada en la quinta Bienaventuranza: Los que ejercen la misericordia encontrarán misericordia, serán "misericordiosos".
No hay cristianismo sin misericordia
Al recibir el perdón de Dios, "nosotros a su vez nos volvemos capaces de perdonar. "Así, la propia miseria y la falta de justicia - observa el Papa - se convierten en una oportunidad para abrirse al dios-rey del cielo, en una medida mayor, la medida de Dios, que es la misericordia".
La misericordia es el centro de la vida cristiana
La misericordia no es una dimensión entre otras, sino que es el centro de la vida cristiana: no hay cristianismo sin misericordia. Si todo nuestro cristianismo no nos lleva a la misericordia, hemos tomado el camino equivocado, porque la misericordia es la única meta verdadera de todo camino espiritual. Es uno de los más bellos frutos de la caridad.
“Recuerdo que este tema fue elegido desde el primer Ángelus que tuve que decir como Papa: la misericordia. Y esto ha quedado muy grabado en mí, como un mensaje que como Papa debería haber dado siempre, un mensaje que debe ser cotidiano: la misericordia. Recuerdo que ese día también tuve la actitud algo "desvergonzada" de anunciar un libro sobre la misericordia, recién publicado por el Cardenal Kasper. Y ese día sentí con tanta fuerza que este es el mensaje que debo dar, como Obispo de Roma: misericordia, misericordia, por favor, perdón”.
La misericordia es nuestra felicidad:
La misericordia es el aire para respirar...
“La misericordia de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de la misericordia y no podemos permitirnos estar sin misericordia: es el aire para respirar. Somos demasiado pobres para poner condiciones, necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados.
La misericordia es el corazón mismo de Dios
El de la reciprocidad del perdón es un tema recurrente, no sólo presente en la Quinta Bienaventuranza: "la misericordia – subraya el Papa - es el corazón mismo de Dios". Estas palabras de Francisco van acompañadas inmediatamente de las tomadas del Evangelio de Lucas: "No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados". "La misericordia - también leemos en la Carta de Santiago - siempre ha prevalecido sobre el juicio". Pero es sobre todo en el Padre Nuestro, recuerda Francisco, donde rezamos: "Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden".
Necesitamos encontrar misericordia
Hay dos cosas que no se pueden separar: el perdón dado y el perdón recibido. Pero mucha gente está en problemas, no pueden perdonar. Tantas veces el mal recibido es tan grande que ser capaz de perdonar parece como escalar una montaña altísima: un esfuerzo enorme; y uno piensa: no puedes, esto no puedes. Este hecho de la reciprocidad de la misericordia indica que necesitamos invertir la perspectiva. Solos no podemos, necesitamos la gracia de Dios, debemos pedirla. De hecho, ¡si la Quinta Bienaventuranza promete encontrar misericordia y en el Padre Nuestro pedimos el perdón de las deudas, significa que somos esencialmente deudores y necesitamos encontrar misericordia!
Perdonando uno es perdonado
La necesidad de encontrar misericordia, explica el Papa, no debe separarse de la capacidad de perdonar: perdonando uno es perdonado. Todos somos deudores. Todos nosotros. A Dios, que es tan generoso, y a nuestros hermanos. Toda persona sabe que no es el padre o la madre que debería ser, el esposo o esposa, el hermano o la hermana que debería ser. Todos estamos "en déficit" en la vida. Y necesitamos misericordia. Sabemos que hemos hecho mal, también, y siempre falta algo del bien que hubiéramos hecho. ¡Pero esta misma pobreza nuestra se convierte en la fuerza para perdonar! Estamos endeudados, y si, como hemos oído al principio, nos medimos con la medida con la que medimos a los demás (cf. Lc 6,38), entonces es mejor que ampliemos la medida y perdonemos, que perdonemos. Cada uno debe recordar que necesita el perdón, que necesita el perdón, que necesita la paciencia; este es el secreto de la misericordia: perdonando se es perdonado.
Iniciativa "24 horas para el Señor"
Después de la catequesis, el Papa recordó que el próximo viernes y sábado habrá la iniciativa "24 horas para el Señor", una cita importante "para la Cuaresma para la oración y para el sacramento de la reconciliación". "Lamentablemente, en Roma, Italia y otros países esta iniciativa no podrá llevarse a cabo en las formas habituales debido a la emergencia del coronavirus".
San José, un hombre fiel
En este mundo, esclavo del pragmatismo la fidelidad de san José nos enseña que es más importante la fidelidad que la eficacia.
El mes de marzo nos invita a contemplar a san José, un santo maravilloso. Un santo que toca los corazones, un santo que conmueve, que fascina, que seduce. Casi diría, si así se pudiese decir, un santo no apto para cardiacos.
San José es un santo impresionante, desconcertante, grandemente luminoso. Su vida nos empuja a pensar, a plantearnos nuevas preguntas, a mirar muchas cosas con sentido crítico, a arrumbar prejuicios, a descubrir nuevos horizontes, a desear escalar nuevas y más altas cumbres. Así su vida nos es tanto manantial cristalino, dulce, manso y suave, como cañonazo atronador que nos despierta del somnoliento andar por la vida.
El mundo está abocado a buscar éxitos. Vive de resultados visibles y tangibles. Vive de la eficacia. Siendo éste comparable al agricultor que tiene toda su ilusión en que aumente mucho el número de manzanas de oro que cuelgan de las ramas de sus frutales. Unos, de poco vuelo, aspiran a resultados materiales. Otros, de vuelo de mayor altura, no careciendo de buenos y nobles deseos, aspiran a resultados apostólicos y a resultados espirituales. Pero incluso éstos llevan el corazón embargado en querer los resultados visibles que apetecen, que no necesariamente coinciden con los grandísimos y misteriosos resultados que Dios quiere.
San José no corre tras los resultados y grandezas tras las que corre el mundo universo. Está ubicado como en otra dimensión, a millones de años luz, en otra galaxia. ¡Grande fue san Pablo! Pero, san José, sin haber hecho tan grandes discursos apostólicos, ocupa un lugar importantísimo en la historia de la salvación. ¡Grande fue santo Tomás! Pero, san José, que no escribió ninguna Suma Teológica, escaló las profundidades del corazón de Dios. ¡Grande fue Miguel Ángel! Pero, san José, sin haber labrado tan bella y famosa escultura del adorable redentor, la esculpió en su corazón, y lo hizo aún con un arte mayor, con más cariño y con más afecto.
A san José no le interesaron tanto los resultados, las apariencias, como las actitudes. Lo que le interesa es la verdadera grandeza, la cual consiste en hacer la voluntad de Aquel que no se deja ganar por nadie en generosidad, Dios. Aun cuando ésta consista en realizar lo que juzgamos más pequeño y más miserable. Lo que sencillamente palpita en el corazón de san José es el amor a su esposa y al divino hijo de la Virgen Santísima. A las puertas del corazón de san José palpita especialmente sacar adelante a la familia, rebosar de amor familiar sencillo. San José ha sido más feliz con el Niño Jesús en sus brazos, todo su contento, que con el más y más de un consumismo material o espiritual, insaciable y absurdo, que lleva a correr tras las cosas hasta vaciarnos y apagar paulatinamente la llama del amor fraterno. San José, a las grandezas del mundo, a la preciosa grande rueda de oro, antepone la sencillez amorosa y familiar, la rueda pequeña, la que está en su sitio, la que no está dislocada. En este sentido, san José es un santo “revolucionario”. O, usando una palabra, más correcta y pulida, san José es un santo que está por encima de las modas de la altura de los tiempos.
Pero, san José no sólo es el santo de la vida sencilla y familiar, sino que, de tejas abajo, parece que todo le sale mal. ¡Con qué problemas tiene que batallar!: le ocurren cosas desconcertantes, el Niño Jesús nace en un lugar pobre, persiguen a éste, queriendo matarlo, san José tiene que huir a un exilio en el cual están los ídolos de los egipcios, y tantas otras tribulaciones. Es decir, le ocurre todo lo contrario a lo que la gente entiende por auto-realizarse según los propios criterios. Pero, san José, estilizada espiga dorada, que subía bella y fervorosamente hacia el cielo, ha sido el que se ha dejado cortar, moler y convertir, finalmente, en algo así como un abrazo a la Sagrada Eucaristía.
Pero lo maravilloso del caso es que san José, el santo de la vida sencilla y familiar, el santo sobre el cual han llovido tantas desgracias, es el santo que habrá hecho más bien después del divino maestro y de la Santísima Virgen María. San José, en su vida en la tierra, vida familiar, ha superado a los grandes Premios Nobeles, a Aristóteles, a los físicos atómicos, ni san Pablo ha llegado a la altura de sus zapatillas. De tejas abajo diríamos que la hormiga ha vencido al león, lo pequeño ha sido más grande que lo grande. En san José, David ha vencido a Goliat.
El secreto del triunfo de san José ha sido ser un gran santo, un hombre providencial, un verdadero y dócil instrumento de Dios, un hombre que ha sabido amar, que ha llevado vivamente impreso en su corazón al Niño Dios, a la Santísima Virgen María y a la humanidad entera. El secreto de san José está en que no ha seguido aquello que le venía a la cabeza, lo que parecía más apetecible, sino que se ha sometido al proyecto misterioso, al plan de Dios sobre él. El hermoso y espiritual mural de san José no ha sido pintado por él sino por la mano del artífice infinitamente sabio. En san José el diminuto hombre ha dejado paso al Altísimo, la obra humana ha dejado paso a la obra de Dios. Por todo esto san José reluce más que el mayor de los brillantes.
Habrá pues que volver a la bendita sencillez de san José, mucho más benéfica que la vida sujeta a la esclavitud de los resultados. San José, el hombre de familia, el hombre fiel en medio de las desgracias, el hombre piadoso, el hombre de la santidad y del ardor apostólico, que se abandona en los misteriosos brazos de Dios, es una potente ayuda para lograr un equilibrio: enseña a ser santos y apóstoles a la vez, a tener verdadero ardor apostólico y verdadero apostólico ardor.
Gracias a Dios, en el mundo ha habido muchas personas, sencillos padres y sencillas madres,…, que no ocupando las líneas del libro de la historia, se han parecido a san José y han sido mucho más grandes que muchos de los grandes personajes del teatro del mundo que es el escenario grandioso y grandilocuente de la historia. Ellos han sido una verdadera bendición para la humanidad. ¡Cuánto les debe ésta!
San José, el santo de la simplicidad, del sentido común, de la sencillez y del silencio
Celebremos el encuentro cariñoso, afectuoso y generoso de este hombre, que Dios llamó a vivir de una manera sencilla.
José, como padre del recién nacido, le circuncida al octavo día y le impone el nombre de Jesús, que era un derecho inherente a la misión del padre.
José es quien transmite a Cristo su ascendencia y genealogía y con ello la descendencia de Abraham y la de David junto a las promesas del reino mesiánico y eterno. (cf Rm 1,3; 2 Tm 2,8; Ap 22,16).
Hablar o escribir sobre San José suele ser algo paradójico, ya que por un lado resulta ser algo muy simple, y por la misma simplicidad muchas veces se nos complica.
Pero San José es el santo de la simplicidad, el santo del sentido común, el santo de la sencillez, el santo del silencio. Y se podría seguir enumerando los calificativos de su santidad y todos sus atributos, y no se trata de hacer eso en esta pequeña meditación, sino que reflexionemos sobre la fiesta de San José y celebremos el encuentro cariñoso, afectuoso y generoso, de este hombre que Dios llamó a vivir de una manera sencilla y su respuesta total a la realización del proyecto de salvación de Dios.
Para hablar de San José, es necesario hablar del silencio, pues es el santo del silencio, porque desde ahí supo contemplar el misterio del plan de Dios y porque solo en el silencio se encuentra lo que se ama. Solo en el silencio amoroso es desde donde se puede contemplar el misterio más trascendente de la redención, de un Dios que por amor se ha hecho hombre como nosotros.
Bien podemos decir que San José es el santo modelo de la fe, porque supo esperar contra toda desesperanza, por la fe aceptó a María y por la fe aceptó ser padre en esta tierra de Jesús hecho niño.
Llama la atención que no escribió nada, no se tiene referencia que haya dicho algo, simplemente obedeció con gran docilidad. Siempre a la escucha de la voz de Dios, siempre dispuesto a obedecer a Dios, a pesar de que, más de una vez, las cosas que se le mandaban no eran fáciles de aceptar.
La simplicidad de vida, el sentido común vivido con amor, haciendo ordinarias las cosas más extraordinarias… y viviendo extraordinariamente lo ordinario, porque todo lo vivió en referencia al Padre.
Hoy que hemos avanzado en el conocimiento de las ciencias naturales o en las ciencias humanas, parece que hemos perdido el sentido común también en la vida espiritual y nos cuestionamos cómo hemos de vivir el Evangelio, como se puede tener certeza de que estoy obrando bien, y llegamos a reducir la vida del Evangelio con portarse bien… y nos olvidamos que lo importante es amar y como consecuencia del amor está el portarse bien.
Sentido común en la vida espiritual es vivir con docilidad la Voluntad del Padre, es vivir con corazón agradecido por las bendiciones que de Dios hemos recibido, es ser concientes de la misión personal que se nos ha encomendado y ser fieles a ese llamamiento.
Ser cristiano con sentido común, es vivir la fe sin buscar protagonismos, vivir nuestra esperanza con la confianza de las promesas que se nos han hecho y vivir cada instante de vida en el amor, sabedores que solo el amor hace eterno el instante.
Ser cristiano con sentido común, es vivir la simplicidad de vida con la madurez del realismo, que se traduce en esa conciencia de que se es capaz de amar y de ser amado. Para hacer de cada acción, de cada instante, el punto de llegada y el punto de partida de la realización de la promesa.
San José es Patrono de la Iglesia Universal porque a él se le encomendó el cuidado de Jesús hecho hombre y el cuidado de la Virgen María, y es patrono de todos los bautizados porque cuida desde el cielo por cada uno de nosotros que le hemos sido confiados.
Si bien es cierto que a Cristo se llega por María, por San José nos acercamos a contemplar el misterio de la Iglesia que a él se le ha encomendado.
Es la presencia de San José en la Iglesia de Dios, destacada por San Mateo, como varón justo, Esposo verdadero de María y Padre singular y virginal de Jesús.
Pío IX lo declaró Patrono de la Iglesia Universal el 8 de diciembre de 1870; aunque la fiesta fue suprimida más tarde. Actualmente le recordamos y celebramos el 19 de marzo.
Oración
¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valor, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas.
Vuestra altísima dignidad de Padre adoptivo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo.
Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcanzadme la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.
San José, custodio de Jesús y de su Cuerpo, la Iglesia
San José custodia y protege el cuerpo místico de Jesucristo, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo.
San José, custodio amante,
de Jesús y de María,
enséñame a vivir siempre
en tan dulce compañía.
Sé mi maestro y mi guía
en la vida de oración;
dame paciencia, alegría
y humildad de corazón.
No me falte en este día
tu amorosa protección,
ni en mi última agonía
tu piadosa intercesión.
Esta preciosa oración a San José me la dio hace bastantes años en una estampa una religiosa carmelita, que como todas las del Carmelo había heredado de Santa Teresa de Jesús una devoción muy grande al glorioso patriarca San José. Dios le pague el precioso regalo que me hizo. Llevo siempre esa oración en el Breviario, para rezarla todos los días.
* * *
La exhortación apostólicaRedemptoris Custos, de San Juan Pablo II (15-VIII-1989) es uno de los más grandes documentos que el Magisterio apostólica nos ha dado sobre San José. En el día de su solemnidad litúrgica quiero recordarla, tomando de ella aquellos textos en los que, continuando una larga tradición, enseña cómo San José, habiendo sido elegido por Dios para custodiar la vida de Jesús, recibió al mismo tiempo la misión de custodiar la vida del Cuerpo de Jesús, que es la Iglesia.
El texto que sigue recoge, pues, algunos fragmentos de la Redemptoris Custos.
* * *
1. «Llamado a ser el Custodio del Redentor, “José… hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer” (Mt 1,24). Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, inspirándose en el Evangelio, han subrayado que San José, al igual que cuidó amorosamente a María y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo [San Ireneo], también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo.
8. «San José ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la redención y es verdaderamente “ministro de la salvación” [San Juan Crisóstomo]. Su paternidad se ha expresado concretamente “al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la encarnación y a la misión redentora que está unida a él; al haber hecho uso de la autoridad legal, que le correspondía sobre la Sagrada Familia, para hacerle don total de sí, de su vida y de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico con la oblación sobrehumana de sí, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa“ [Pablo VI, 19-III-1966].
«La liturgia, al recordar que han sido confiados “a la fiel custodia de San José los primeros misterios de la salvación de los hombres” [Or. colecta de la Misa], precisa también que “Dios le ha puesto al cuidado de su familia, como siervo fiel y prudente, para que custodiara como padre a su Hijo unigénito” [Prefacio de la Misa]. León XIII subraya la sublimidad de esta misión: “El se impone entre todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y, en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que el Verbo de Dios se sometiera a José, le obedeciera y le diera aquel honor y aquella reverencia que los hijos deben a su propio padre” [1889,Quamquam pluries].
28. «En tiempos difíciles para la Iglesia, [el Beatto] Pío IX, queriendo ponerla bajo la especial protección del santo patriarca José, lo declaró “Patrono de la Iglesia Católica” [1870, decr. Quemadmodum Deus]. El Pontífice sabía que no se trataba de un gesto peregrino, pues, a causa de la excelsa dignidad concedida por Dios a este su siervo fiel, “la Iglesia, después de la Virgen Santa, su esposa, tuvo siempre en gran honor y colmó de alabanzas al bienaventurado José, y a él recurrió sin cesar en las angustias”.
«¿Cuáles son los motivos para tal confianza? […] José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia (…). Es, por tanto, conveniente y sumamente digno del bienaventurado José que, lo mismo que entonces tuteló santamente en todo momento a la familia de Nazaret, así proteja ahora y defienda con su celeste patrocinio a la Iglesia de Cristo” [León XIII,Quamquam pluries].
31. […] «También hoy tenemos muchos motivos para orar [a San José] con las mismas palabras de León XIII: “Aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios… Asístenos propicio desde el cielo en esta lucha contra el poder de las tinieblas …; y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del niño Jesús, así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad” [Quamquam pluries, in fine]. También hoy existen suficientes motivos para encomendar a todos los hombres a San José.
32. «Que San José obtenga para la Iglesia y para el mundo, así como para cada uno de nosotros, la bendición del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
Amén, amén, amén.