Jesús dijo: “Amarás”

Juan Nepomuceno, Santo

Presbítero y Mártir, 20 de marzo

Mártir del secreto de confesión

Martirologio Romano: En Praga, en Bohemia, san Juan Nepomuceno, presbítero y mártir, que por defender la Iglesia sufrió muchas injurias por parte del rey Venceslao IV y, expuesto a tormentos y torturas, aún respirando fue arrojado al río Moldava († 1393).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Breve Biografía

Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc, de ahí el sobrenombre Nepomuceno. El apellido de su familia era Wolfin.

Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado.

El rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos, se propuso matarlo. Luego el rey tuvo otro gran disgusto, consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para regalar las riquezas que allí había a un familiar. El Vicario Juan Nepomuceno se opuso a esto rotundamente, ya que evidentemente esos bienes pertenecían a la Santa Iglesia.

El rey mandó matar al padre Juan; lo ataron doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y luego, fue lanzado al río Moldava. Esto ocurrió en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver para darle santa sepultura.

En 1725, más de 300 años después del suceso, una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas encontarron que la lengua del mártir se encontraba incorrupta, aparentemente seca y gris. De repente, en presencia de todos empezó a tomar apariencia de ser la de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas ante este milagro. Fue el cuarto milagro que realizó el santo antes de ser proclamado oficialmente como tal.

San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.

San Juan Nepomuceno es patrono de Bohemia y Moravia, y del secreto de confesión. También es considerado patrono de la fama y el buen nombre. Sus reliquias se guardan en Praga, en la iglesia metropolitana de San Vito.

Mi vida, el cielo y la tierra

Santo Evangelio según san Marcos 12, 28-34. Viernes III de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor que no sea sordo a tus invitaciones, que me acerque a ti para amarte sin condiciones y que descubra el don que hay en mi para mis hermanos en el mundo. Tanto me has amado que yo quiero comunicar ese amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 28-34

En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”.

El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es una gracia encontrar gente que tenga una sensibilidad espiritual grande que en su propia vida puedan descubrir las verdades de Dios de manera palpable. En el día a día se puede ver como Dios actúa en la vida de cada uno y que tenemos la obligación de amarlo. Una vida con o sin Dios es muy diferente. El amor a Dios está entrelazado con el amor a los demás porque el que ama verdaderamente a una persona también ama a las personas y cosas relacionadas con el amado. Esta es nuestra tarea como cristianos, que como dice Jesús nos ayuda en nuestro camino al cielo.

Preocuparse por las necesidades de las demás personas es una gran tarea porque no siempre es fácil hacerlo, Cristo mismo dice que quien ama a los que le hacen el bien ¿Qué mérito tiene? Es así como el amor desinteresado que brota de una unión íntima con el Señor se hace presente. Este debe ser nuestro mayor interés porque ayuda a nuestro crecimiento espiritual y a las personas de nuestro alrededor porque el cristiano es una persona que vive con la mirada en el cielo, pero los pies firmes en la tierra. Se preocupa con las cosas espirituales y busca la forma en la que se hagan presente en sus circunstancias.

La unión con Dios no es algo que se dé de un día para otro por lo que necesitamos aprender a hablar y dejarse formar por Dios. Poco a poco nos acercamos más al Señor para que nos ayude e ilumine en nuestro peregrinar hacia el padre.

«Jesús enseñó una vez para siempre que el amor por Dios y el amor por el prójimo son inseparables, es más, se sustentan el uno al otro. Incluso si se colocan en secuencia, son las dos caras de una única moneda: vividos juntos son la verdadera fuerza del creyente. Amar a Dios es vivir de Él y para Él, por aquello que Él es y por lo que Él hace. Y nuestro Dios es donación sin reservas, es perdón sin límites, es relación que promueve y hace crecer. Por eso, amar a Dios quiere decir invertir cada día nuestras energías para ser sus colaboradores en el servicio sin reservas a nuestro prójimo, en buscar perdonar sin límites y en cultivar relaciones de comunión y de fraternidad»..

(Ángelus del Papa Francisco, 4 de noviembre de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Reflexionar y escribir quien es Dios para mí.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Los Mandamientos, el camino que Dios nos muestra

Pequeño resumen que ayuda a saber si vamos por el camino correcto

Hoy en día, muchas personas han eliminado a Dios de su vida. Como que en ocasiones nos estorba y preferimos borrarlo, en vez de sentarnos a reflexionar por qué nos pide ciertas cosas. Unas de las cosas que Dios nos pide es cumplir con los mandamientos que Él nos entregó. Los Mandamientos son un camino para llegar al Cielo y ser felices. Cuando los cumplimos, vivimos en paz.

Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios nos enseñan cómo debe de ser nuestra actitud para con Dios y los siete siguientes nos enseñan nuestra actitud hacia el prójimo, con los que nos rodean.

Los mandamientos de la ley de Dios son los siguientes:

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.

Este mandamiento nos dice que Dios debe ser lo más importante en nuestras vidas, debemos amarlo, respetarlo y vivir cerca de Él. Esto lo podemos hacer a través de la oración y los sacramentos.

Debemos creer, confiar y amar a Dios sobre todas las cosas:

1. Creer en Dios que es mi Padre, me ha dado la vida y me ama.
2. Confiar en Dios porque es mi Padre y me ama infinitamente
3. Amar a Dios más que a nada y a nadie en el mundo.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿Estoy amando a Dios como un hijo ama a un padre?
• ¿Vivo sólo para las cosas temporales, de la tierra?

2. No tomarás el nombre de Dios en vano.

Este mandamiento nos manda respetar el nombre de Dios y todas las cosas sagradas.
Para cumplir este mandamiento, debemos usar el nombre de Dios con mucho amor y respeto. Debemos de cuidar y respetar todas las cosas que tienen que ver con Dios, así como respetar al sacerdote y a las personas consagradas a su servicio.

Para saber si cumplimos con este mandamiento nos podemos preguntar:

• ¿Uso el nombre de Dios de una manera cariñosa y con respeto, sin jurar en vano el nombre de Dios?
• ¿Respeto las cosas de Dios (capilla, Biblia, rosario, etc.)?
• ¿Trato de manera respetuosa a los sacerdotes y personas consagradas al servicio de Dios?
• ¿He cumplido con las promesas que he hecho?
• ¿He jurado en falso?
• ¿He cumplido las promesas que he hecho a Dios?

3. Santificarás las fiestas.

Este mandamiento nos manda dedicar los domingos y los días de fiesta a alabar a Dios y a descansar sanamente.

Para cumplir con este mandamiento, debemos ir a Misa todos los domingos y fiestas que la Iglesia e indique y celebrar el amor de Dios y todo lo que ha hecho por nosotros. Debemos aprovechar los domingos para rezar más y estar cerca de Dios, así como para descansar sanamente y ayudar a que otros descansen. También, debemos dedicar este día a las cosas de Dios y a la familia.

Para saber si cumplimos bien con este mandamiento, podemos preguntarnos:
• ¿Voy a Misa los domingos y fiestas que manda la Iglesia?
• ¿Hago un esfuerzo por estar muy cerca de Dios durante la Misa y escuchar lo que me quiere decir?
• ¿Pienso en Dios los domingos?
• ¿Ayudo a los demás para que puedan descansar?

Los días en que se debe de asisitr a Misa, además de los domingos, son marcados por la Conferencia Episcopal de cada país.

4. Honrarás a tu padre y a tu madre

Este mandamiento nos manda honrar y respetar a nuestros padres y a quienes Dios le da autoridad para guiarnos y ciudarnos en nuestras vidas.

Para cumplir este mandamiento, debemos escuchar, respetar y amar a los padres y a aquellas personas que tengan autoridad sobre nosotros (abuelos, tíos, sacerdotes, maestros, autoridad civil).

Esto no quiere decir que los padres deben de olvidarse de sus deberes y obligaciones para con los hijos.

Para saber si cumplimos con este mandamiento podemos preguntarnos:
• ¿Ayudo material o espiritualmente a mis padres?
• ¿Soy agradecido con mis padres?
• ¿Los acompaño en su vejez?
• ¿Les demuestro amor?
• ¿Soy agradecido con ellos?
• ¿Los acompaño en sus enfermedades?

5. No matarás

Este mandamiento nos manda respetar nuestra propia vida y la del prójimo, cuidando de la propia salud, porque la vida humana es sagrada. Se trata de no lastimar ni atentar contra la vida propia o ajena, física o moral.

Para cumplir este mandamiento, debemos servir a la vida cuidando nuestra salud, para no caer en vicios como el alcoholismo o la drogadicción. El suicidio es un atentado contra la propia vida.

Con respecto a la vida de otros, debo evitar las críticas y el dar a conocer a todos los defectos ajenos, es decir, las calumnias. El maltratar físicamente a las personas, atenta contra la vida ajena. El aborto es dar muerte a una vida en el vientre de la madre.

Para saber si estoy cumpliendo con este mandamiento me puedo preguntar:
• ¿He hablado mal de los demás?
• ¿He maltratado a alguien físicamente?
• ¿He caído en algún vicio?
• ¿He atentado contra mi salud?

6. No cometerás actos impuros

Este mandamiento nos manda conservar la pureza del cuerpo y del alma.

Para cumplir con este mandamiento, debemos procurar la limpieza interior de nuestro cuerpo y de nuestra alma ya que es un tesoro muy grande que debemos conservar. Nuestro cuerpo es un templo del Espíritu Santo.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿He cometido adulterio o fornicado?
• ¿He visto algún tipo de pornografía?
• ¿Me he permitido tener pensamientos y deseos morbosos? ¿He dominado mis pasiones?
• ¿He practicado la homosexualidad?
• ¿He practicado la masturbación?

7. No robarás

Este mandamiento nos manda respetar las cosas de los demás y utilizar las nuestras para hacer el bien. También, nos manda respetar y cuidar la Creación.

Para cumplir este mandamiento, no debemos apropiarnos de lo que no sea nuestro y debemos evitar causar daño a lo que tienen los demás. Respetar la Creación y usar las cosas para hacer el bien. Pagar lo justo a las personas que empleo y cuando soy empleado cumplir con el trabajo para el que fui contratado.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos preguntamos:
• ¿Devuelvo las cosas que encuentro y no son mías?
• ¿Cuido las cosas que me prestan?
• ¿Cuido las cosas que tengo?
• ¿Cuido y respeto la creación?
• ¿Comparto mis cosas con la gente necesitada?

8. No mentirás

Este mandamiento nos manda ser sinceros y no mentir. Nos pide decir siempre la verdad. Mentir es decir algo falso, es engañar.
Para cumplir este mandamiento, debemos decir la verdad y no engañar a los demás ni hablar mal de ellos.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, me puedo preguntar:

• ¿Estoy acostumbrado a ser sincero?
• ¿Acostumbro resolver mis problemas sin mentir?
• ¿Hablo bien de las demás personas?

9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

Este mandamiento nos dice que no debemos pensar ni desear cosas inmorales. Nos pide pureza de corazón para ver todas las cosas con los ojos de Dios. Pureza de corazón, sea yo soltero(a) o casado(a).

Para poder vivir este mandamiento, necesitamos vivir la virtud de la pureza. Esta virtud nos lleva a respetar el orden establecido por Dios en el uso de la capacidad sexual a fin de vivir un amor humano más perfecto. Practicar la castidad, cuidando lo que vemos, lo que oímos, lo que decimos, etc. Cuidar el corazón de todo aquello que lo pueda manchar.

Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿He tenido pensamientos inmorales?
• ¿He vivido la virtud de la castidad en mi vida?
• ¿He cuidado la pureza de mi corazón?
• ¿He propiciado situaciones que me pongan en peligro para tener pensamientos y deseos impuros?

10. No desearás los bienes ajenos

Este mandamiento nos manda ser generosos y no dejar lugar a la envidia en nuestros corazones.

Para poder cumplir este mandamiento debemos ser felices con las cosas que tenemos y no tener envidia si alguien tiene más que nosotros. Disfrutar y agradecer lo que tenemos.

Para saber si estamos cumpliendo con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿Soy feliz con las cosas que tengo?
• ¿Agradezco y cuido las cosas que tengo como un regalo de Dios?
• ¿Me pongo feliz por mis amigos cuando consiguen algo que yo no tengo?
• ¿Me pongo feliz cuando a los demás les pasan cosas buenas?

¡Al cumplir los mandamientos vamos a estar cerca de Dios y vamos a vivir más felices! Los Diez mandamientos son el mejor camino para llegar al Cielo.

Recuerda que para ser feliz nos conviene cumplir con los Diez Mandamientos que Dios le entregó a Moisés. No olvides que seguir las huellas de Cristo es imitarlo en su perfecto cumplimiento de las leyes de su Padre. Los católicos, además, seguimos el mandato de Cristo: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo y, predicar el Evangelio a todas las personas.

Papa Francisco: «Yo quiero mucho a San José»

La Iglesia celebra la Solemnidad de San José.

La Iglesia celebra la Solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal, en coincidencia, hoy, con el VII aniversario del inicio del Pontificado del Papa Francisco. Por esta razón deseamos recordar la gran devoción que el Santo Padre le tiene, partiendo de aquel episodio, en que saliéndose del discurso que tenía preparado en inglés, habló a las familias filipinas en nuestro idioma para comentar:

“Cuando tengo un problema, una dificultad, yo escribo un papelito y lo pongo debajo de San José para que lo sueñe. Esto significa para que rece por ese problema”.

Yo también quisiera decirles una cosa muy personal. Yo quiero mucho a San José. Porque es un hombre fuerte y de silencio. Y tengo en mi escritorio una imagen de San José durmiendo. Y durmiendo cuida a la Iglesia. Sí, puede hacerlo. Nosotros no.

“Al igual que San José, una vez que hemos oído la voz de Dios, debemos despertar, levantarnos y actuar”.

En la familia hay que levantarse y actuar. La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en él. Es muy importante.

“A San José el regalo de la Sagrada Familia le fue encomendado para que lo llevara adelante”.

El Papa Francisco también decía en aquella oportunidad: “Del mismo modo que el don de la Sagrada Familia fue confiado a San José, así a nosotros se nos ha confiado el don de la familia y su lugar en el plan de Dios. Lo mismo que con San José. A San José el regalo de la Sagrada Familia le fue encomendado para que lo llevara adelante. A cada uno de ustedes, y de nosotros, porque yo también soy hijo de una familia, nos entregan el plan de Dios para llevarlo adelante. El ángel del Señor le reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándolos a huir a Egipto y luego a instalarse en Nazaret”.

“José escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María”.

Que las familias le pidan a San José ayuda en sus dificultades
Y añadía que debemos pedirle a San José, “que es amigo del ángel, que nos mande la inspiración de saber cuándo podemos decir ‘sí’, y cuándo debemos decir ‘no’. Puesto que “las dificultades de las familias son muchas”.

“José llegó a ser una bendición, no sólo para la Sagrada Familia, sino para toda la humanidad”.

Un Santo que llegó a ser una bendición para la humanidad
Francisco decía asimismo que “José escuchó al ángel del Señor y respondió a la llamada de Dios para cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición, no sólo para la Sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y gracia”.

Hombre justo, respetuoso de la ley, trabajador y humilde
El Santo Padre habló en diversas oportunidades de San José. Así lo hizo, por ejemplo, el 18 de diciembre de 2018, en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. En esa oportunidad, el Papa se refirió a San José como “el hombre de los sueños, con los pies en la tierra”. Y a partir de ambas expresiones habló de las características de este gran Santo.

“San José: un hombre justo, respetuoso de la ley, un trabajador, humilde, enamorado de María”.

Francisco comenzó su homilía recordando que gracias a las Sagradas Escrituras lo conocemos como “un hombre justo, respetuoso de la ley, un trabajador, humilde, enamorado de María”. Quien, además, en un primer momento, ante lo incomprensible, “prefiere hacerse a un lado”. Pero después “Dios le revela su misión”. Y así José la acepta, abraza su papel y acompaña el crecimiento del Hijo de Dios “en silencio, sin juzgar y sin hablar de más, en una palabra sin chismorrear”.

Dios habla en los sueños
Del “sueño” el Papa decía que es un lugar “privilegiado” para buscar la verdad, porque allí no nos defendemos de la verdad. Además de que también Dios habla en los sueños, si bien no siempre, pero Dios – decía Francisco – muchas veces eligió hablar en los sueños, tal como se lee en la Biblia. Y así lo hizo con José que era el hombre de los sueños, pero no era un soñador. “No era fantasioso”.

Por esta razón Francisco pedía que no perdamos “la capacidad de soñar”, esa que tuvo San José, esa capacidad que nos permite abrirnos al mañana “con confianza”, a pesar de las dificultades que pueden surgir.

No perder la capacidad de soñar el futuro
Cada uno de nosotros – decía el Papa Francisco – debe soñar “sobre nuestra familia, sobre nuestros hijos, sobre nuestros padres. Mirar como yo quisiera que fuera su vida. Y también los sacerdotes: soñar sobre nuestros fieles, qué queremos para ellos. Soñar como sueñan los jóvenes,  y allí encuentran un camino. No perder la capacidad de soñar, porque soñar es abrir las puertas al futuro. Ser fecundos en el futuro”.

6 cosas que los padres han de hacer si quieren poder comunicarse bien con sus hijos adolescentes

Hablar con adolescentes no es nada fácil, pero es necesario si unos padres quieren poder ayudar a su hijos

José García Santandreu, director del colegio Highlands El Encinar en Madrid, después de 25 años de apostolado y trabajo con jóvenes y adolescentes publicó en 2014 su libro «Adolescentes, qué hacemos con ellos» (Ed. De Buena Tinta).

Uno de los temas clave que trata el tema es el de la comunicación de los padres con los adolescentes, precisamente en una edad en que los chicos tienden a cerrarse, rehuir a sus padres y aislarse en su mundo.

Pero comunicarse es necesario y los padres lo puden conseguir con estas 6 acciones, que recogemos aquí del libro.

1) Establecer una nueva alianza: ya no son niños
Es importante que los padres, cuando el hijo entra en la adolescencia, abandonen poco a poco ciertos rasgos del tipo de relación que se remonta a cuando el hijo era aún niño, y que establezcan una especie de nueva alianza, una relación fundada sobre bases nuevas y que se despliegue en nuevas expectativas, nuevos cometidos y nuevas responsabilidades recíprocas.

Será este cambio psicológico de actitud el que impulsará al muchacho al crecimiento hacia la madurez. Este cambio psicológico deberá adquirir poco a poco la forma de una enseñanza lo más lejana posible del tono de prédica o de sermón.

Es poco educativa, y poco eficaz, la continua exhortación pedagógica que a veces se manifiesta y expresa con suspiros, expresiones resignadas del rostro, miradas y movimientos de cabeza en señal de desaprobación. Se podría recurrir también a esto, sí, pero ante todo habría que preguntarse sobre el sentido y los rasgos de una comunicación auténtica.

2) Acoger al joven tal como es
Hay un modo de relacionarse que es de por sí satisfactorio, que hace sentirse bien; es el de acoger cordialmente a quien se tiene delante, tal como es.

A veces bastará con reforzar los puntos del lenguaje no verbal y el penetrante lenguaje de los gestos silenciosos y afectivos. Nunca es tan protagonista el cuerpo como en esta edad de la vida.

Según las ciencias psicológicas, el cuerpo es el vehículo principal de la manifestación no verbal de los sentimientos y afectos. En consecuencia el cuerpo se convierte en el medio más importante para recibirlos y codificarlos.

Es fácil deducir que, si el afecto hacia el hijo está inspirado en la paciente y aceptadora benevolencia de su gradual crecimiento y de su deseo de libertad, este sentimiento puede ser expresado con gestos silenciosos mucho más penetrantes y quizá más convincentes que mil palabras.

3) Aprender a observar al joven, estar atento
Siguiendo a una pedagoga reconocida: el padre de familia, y el educador en general, debe aprender a observar. Observar es mirar con atención, seguir atentamente.

Para poder observar es necesario «estar presentes»; es decir, garantizar una presencia discreta al hijo, en el sentido de que ya no puede ser el mismo tipo de presencia que cuando el hijo era un niño. Observar no es vigilarlo insistentemente, escudriñarlo, escrutarlo o juzgarlo para ponerle nervioso.

Observar no es buscar en seguida explicaciones o causas, para hacer diagnósticos y dar interpretaciones aceleradas.

Saber observar es difícil. Hay que saber prescindir en ocasiones de los propios puntos de vista que son, muchas veces, el origen de los prejuicios. Observar es intentar ver al hijo sin intenciones prefijadas y sin comparaciones. Es mirar desde la distancia emotiva justa, ni demasiado cerca (confluencia absorbente) ni demasiado lejos (indiferencia), aunque unas veces sea oportuno acercarse a las cosas y otras sea necesario distanciarse de ellas.

Observar es encontrarse con la mirada, establecer un contacto, hasta «tocarse» con los ojos. Observar es empezar a reparar en todas esas pequeñas y grandes señales que el muchacho envía a través de su cuerpo: la cara, los ojos, la voz, etc., y mediante ellos llegar a su alma. No es casualidad que muchos padres sean los últimos en saber ciertas cosas de su hijo. Buscan informarse, preguntan, espían... pero no observan.

4) Aprender a escuchar
El padre de familia debe saber escuchar. La verdadera escucha es profunda y difícil para los padres y para los hijos. Cuando un padre presta atención al hijo para después, como de costumbre, contradecirlo, corregirlo, hacerle notar sus fallos o decirle inmediatamente aquello que según él necesita, no lo está escuchando, sino que está librando su batalla particular.

El hijo que percibe que tiene un padre impenetrable, no se siente comprendido. Para una buena escucha es necesario crear un vacío interior y adoptar una posición de receptividad, bloquear el flujo de pensamientos internos que en seguida se infiltran mientras está hablando el otro.

La verdadera escucha la realiza un padre cuando presta atención a las palabras del hijo y a sus emociones, reconociéndolas por aquello que son en realidad, sin acentuarlas o disminuirlas, sin sobrevalorarlas o devaluarlas; o desdramatizando gratuitamente, ironizando, ridiculizando y generalizando.

Es necesario utilizar los ojos, introducirse en los ojos del hijo en lugar de mirar a otra parte mientras habla. Hay que escuchar con todo el cuerpo, con una postura y gestos que demuestren interés, aceptación, atención.

Escuchar los contenidos para captar la conformidad de estos con el tono de voz y con las expresiones del rostro; escuchar los silencios, las pausas, la respiración, escuchar incluso los rubores. Y hay que comprender que el muchacho vive una revolución interior, que le es difícil expresarse y darse a entender.

5) Buscar conocer al hijo... sin "psicologizar"
El padre debe buscar conocer al hijo. En la actualidad se ha introducido la tendencia «psicologizante» de querer interpretar todo, de querer encontrar a como dé lugar una explicación a todos los comportamientos, movimientos, a cada palabra.

Pero a menudo se interpreta mal por no tener suficientes datos objetivos; lo que lleva a tener una concepción errónea del hijo. Lógicamente esto empeora la relación, dado que interpretar en esta ocasión significa prejuzgar, «etiquetar».

En cambio el verdadero conocer es acercarse, acortar las distancias, para entrar en el área de la intimidad. La racionalización no es el camino idóneo para llegar al adolescente. Para conocer al propio hijo es necesario encontrar la clave justa que permita acceder a su intimidad.

El padre podrá conocer al hijo sólo si no le infunde miedo o temor reverencial, si sabe crear una relación sana y un vínculo en plena libertad. Para lograrlo es necesario una graduación de comportamientos: no invadir el territorio del hijo sin su permiso, sino esperar con paciencia a que solo, libremente, salga fuera de su madriguera de aislamiento y clausura.

El dinero, los regalos, los premios, no pueden comprar la amistad del hijo o su simpatía. La constricción, la fuerza, las amenazas, la seducción son inútiles. Se ha constatado, en cambio, que existen tres claves que son un salvoconducto capaz de abrir todas las puertas:

  • la empatía, que es la capacidad de lograr hacer manifiestos los sentimientos y afectos del hijo;
  • la autenticidad,que es la capacidad de manifestar con congruencia los propios sentimientos y afectos;
  • y el respeto, que es la capacidad de aceptación incondicional del hijo, tal como es.

6) Aprender a actuar... y a no actuar
El padre debe aprender a actuar. Muchas veces los padres preguntan qué hacer, cómo comportarse con el hijo ante tal circunstancia, cómo no equivocarse en edad tan crítica.

En muchos casos el qué hacer es muy sencillo: «no hacer» o «dejar hacer». No hacer, aunque no lo parezca y pueda interpretarse como desinterés, es más difícil que hacer.

En efecto, resulta espontáneo intervenir, tratar de hacer algo, especialmente cuando se tiene la sensación de que el hijo está a punto de equivocarse o no está todavía maduro para afrontar aquella situación. En realidad cuanto más interviene el padre, menos iniciativa toma el hijo.

No hacer, en este sentido, no es tampoco no actuar por indecisión o por miedo, no es ignorar al hijo, sino resistir al impulso de intervenir por una mínima cosa, o sustituir al hijo en la toma de decisiones.

El no hacer puede realizarlo el padre en muchas ocasiones:

  • en el resistir al impulso de regañar, amenazar o criticar continuamente al hijo privándole de tener confianza en sí mismo;
  • en el reprimir la costumbre de decirle siempre sermones;
  • en el frenarse cuando la propia tendencia es querer siempre ofrecer soluciones o sugerencias;
  • en el evitar juzgar, inculpar, ridiculizar sistemáticamente al hijo;
  • en el contener el ansia de interpretar, investigar, hacer siempre preguntas e interrogatorios;
  • en el controlarse cuando instintivamente se querría desdramatizar o dramatizar demasiado, desviar, despistar («hablemos de otras cosas», «olvidemos este asunto», «te lo tomas demasiado a pecho», «esta vez te has pasado»).

No hacer es saber dejar que actúe el silencio y dar el tiempo justo para que el muchacho pueda llegar a una mayor conciencia y a una más profunda introspección con el objeto de interiorizar positivamente su experiencia.

Es necesario un hacer positivo, entre otras cosas: crear en la familia el ambiente propicio para la educación constante; ofrecer los medios convenientes para el crecimiento integral del muchacho (colegio adecuado, actividades extraescolares sanas, pasatiempos enriquecedores, etc.); dedicar el tiempo necesario para convivir y conversar con los hijos; y saber ofrecer todo esto adecuándose a la índole y a la personalidad de cada hijo, porque cada uno es un mundo y hay que actuar con cada uno de diversa forma.

Con frecuencia los padres dicen que hacen muchas cosas por los hijos. Pero no basta un hacer si éste no va acompañado por el aliento. El aliento es diferente de la alabanza. El aliento es preventivo, consiste en sostener al muchacho en sus esfuerzos antes de que él se disponga a hacerlos, sostenerlo por encima y aun a falta de resultados; es estima y respeto sin condiciones; es ver los aspectos positivos de su comportamiento en lugar de subrayar las equivocaciones.

La alabanza, en cambio, tiende muchas veces a obtener del hijo lo que el padre espera, es posterior a las acciones, lleva a la competitividad, le puede inducir a pensar que su comportamiento es aceptable a partir del aprecio de los otros.

El aliento, por el contrario, impulsa al hijo sin que él incurra en el error de actuar sólo de cara a las expectativas de los padres.

Si te sientes cansado, sin fuerzas y derrotado... este mensaje es para ti

Cuando sentimos que nuestras luces, nuestras fuerzas y nuestras alegrías se extinguen, definitivamente palpamos la derrota

El cansancio es una experiencia profundamente humana, es como el recordatorio de que nuestras fuerzas no son infinitas, nuestra capacidad de motivación, nuestra capacidad de trabajo, capacidad de perdón, de resiliencia, son limitadas. Somos seres finitos

Reconocer nuestros límites, la finitud, puede llevarnos a la amargura, cuando sentimos que no damos más, cuando sentimos que nuestras luces, nuestras fuerzas y nuestras alegrías se extinguen, definitivamente palpamos la derrota.

Pero el cansancio también puede ser leído de una manera distinta

La biblia nos cuenta la experiencia de uno que suelta esta frase:

"En vano y en nada he gastado mis fuerzas" (Isaías 49,4)

Esa persona había llegado al límite. También tenemos el caso del profeta Elías que llega también a su límite y dice:

"Señor no soy mejor que mis padres, termina aquí mis días". (1 Reyes 19,4)

El libro de Tobías nos cuenta también la historia de otro que experimentó el cansancio con todas sus fuerzas, una persona que efectivamente no encontraba la salida y también ese deseó la muerte.

Pero ni Tobías, ni Elías, ni el siervo de Yahveh en el cántico de Isaías, ninguno de ellos, tomó una decisión, le declararon a Dios que estaban cansados, fueron sinceros, reconocieron el límite al que habían llegado, pero dejaron a Dios ser Dios, pusieron su confianza en Él.

Si nosotros somos finitos, Él, es infinito y ellos, los que obraron así, no quedaron defraudados.

Tú tampoco quedarás defraudado. Confía en su poder y en su amor paternal que no falla ni nunca abandona, aun en las pruebas y dificultades por las que atravieses.

Adaptado por Qriswell J. Quero, de la reflexión de Fray Nelson Medina, OP "Si te sientes cansado, escucha este mensaje" para nuestros amigos.

¿Cómo vivir la cuaresma?

Cuarenta días, cuarenta noches: la palabra Cuaresma se deriva de «cuarenta». En sí, esta palabra recuerda los cuarenta años pasados por el pueblo hebreo en el desierto, entre la salida de Egipto opulento y la entrada a la tierra prometida...

Tiempo de preparación para la Pascua

Cuarenta días, cuarenta noches: la palabra Cuaresma se deriva de «cuarenta». En sí, esta palabra recuerda los cuarenta años pasados por el pueblo hebreo en el desierto, entre la salida de Egipto opulento y la entrada a la tierra prometida (cfr. libro del Éxodo); pero también los cuarenta días y cuarenta noches de la peregrinación de Elías, hasta la montaña de Dios en el Horeb (I Reyes 19, 8); y los cuarenta días pasados por Jesús en el desierto, a donde fue llevado por el Espíritu después de su bautismo, antes de emprender el camino de predicar la Palabra de Dios (Mateo c. 4).

Nos prepara a la Pascua
Desde los primero tiempos de la Iglesia, la Cuaresma es esencialmente el tiempo de preparación para la celebración de la Pascua y, por la misma razón, el tiempo de preparación de los catecúmenos para recibir el bautismo.

Pero son los textos del Evangelio quienes estructuran la liturgia de la Cuaresma: las tentaciones de Jesús en el desierto, el ciego del nacimiento, el diálogo con la Samaritana y la resurrección de Lázaro señalan el recorrido de iniciación cristiana propuesto a todos los que serán bautizados en Pascua, y también a todo bautizado en memoria de su bautismo.

Darnos tiempo
La Cuaresma es, pues, considerada como un tiempo durante el cual los cristianos se ponen más intensamente ante el misterio de su fe, para prepararse plenamente a la Pascua: vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Para que se acuerden de los cuarenta días de Jesús en el desierto y de las «tentaciones» que Él sufrió, los cristianos dedican un tiempo a la oración, al ayuno y a la conversión. Es, pues, solamente, a la luz de la Pascua que podemos comprender esta «cuarentena», que señala el tiempo de nuestra marcha hacia Dios.

Somos invitados a entrar en la Cuaresma con todo el empeño que se pone en la preparación de un acontecimiento decisivo. Ante todo hay que darnos tiempo, porque no tenemos hoy los mismos ritmos que antes, y el tiempo no está estructurado de la misma manera regular para todos. Aún el domingo ha perdido mucho de su matiz y, excepto la interrupción de la vida profesional, apenas se distingue de los demás días.

Por tanto, sea cual sea la manera, busquemos comprender lo que queremos vivir. Darnos tiempo de recordar, de prepararnos, de escucharnos a nosotros mismos, a los otros.

Encontrar el propio desierto
Reflexionar. Descargarse, desembarazarse de lo que entorpece, de lo que ata. Aceptar hacer una pausa, tener un ?desierto interior?, un lugar que esté lejos de ruidos superficiales para entrar en uno mismo, para escuchar mejor. Aligerarse por el ayuno, aislarse en el desierto son las condiciones que se nos proponen para ponernos en camino hacia un conocimiento más grande, un descubrimiento nuevo.

Cada quien ha de encontrar su desierto y su ayuno. Nada se detiene durante la Cuaresma: ni la vida familiar, ni el trabajo, ni las preocupaciones, ni las relaciones felices o menos. Las tardes son agotadoras, los fines de semana muy cortos. Hacer un alto, aunque sea en forma muy modesta, es ser llevado por el Espíritu, como lo fue Jesús cuando se retiró al desierto.

Es el signo de una disponibilidad que abre sobre el trabajo de preparación de la que cada uno tiene necesidad para entrar en la inteligencia de la Pascua.
El texto de los cuarenta días de Jesús en el desierto nos muestra cómo Él fue confrontado consigo mismo, a todas las preocupaciones que surgen en el hombre cuando él trata de decidir su relación con Dios.

Lo mismo que para nosotros. Cuando aceptamos poner en nuestra vida un poco de reflexión, y de ayuno, comenzamos a ver las cosas y a experimentarlas de otra manera. El desierto no es forzosamente un lugar de silencio. Es también el lugar en donde se dejan oír murmullos interiores que son habitualmente inaudibles por los ruidos exteriores ordinarios.

Acceder al combate espiritual
Si nuestro desierto y nuestro ayuno nos permiten ver dentro de nosotros mismos, probaremos quizás el escándalo de no ser dioses y no poder poner todo bajo nuestros pies; o nos descubriremos terriblemente hambrientos de otro pan que el de la Palabra de Dios; y, más todavía, estaremos tentados por la desesperación delante de nuestro pecado y nuestra incapacidad de responder totalmente al llamado de Dios. Pero, en este combate, tal vez viviremos un encuentro amoroso, como en la lucha de Jacob con el Ángel, en un cuerpo a cuerpo con Dios hasta que Él se descubra: «No te dejaré hasta que tú me bendigas» (Génesis 32, 23 ? 32).

Comprender lo que quiere decir «Resurrección»
En la Cuaresma nos preparamos a comprender un poco mejor lo que quiere decir «Resurrección», nos hace anhelar la absoluta necesidad de la salvación.

Durante esta «cuarentena» nos podemos preparar cultivando la confianza que nos viene de la fe y la disponibilidad del discípulo que se deja instruir. En el fondo se trata de hacer que nuestra vida sea el lugar mismo de escucha y de aprendizaje progresivo de la vida de fe.

La Cuaresma puede prepararnos activamente haciéndonos alcanzar el gran combate cuerpo a cuerpo con Dios que tendrá su final en la mañana de Pascua.

PAXTV.ORG