El Verbo descendió en el seno de la Virgen

La Anunciación del Ángel a la Virgen María

Solemnidad Litúrgica

Martirologio Romano: Solemnidad de la Anunciación del Señor, cuando, en la ciudad de Nazaret, el ángel del Señor anunció a María: Concebirás y darás a luz un hijo, y se llamará Hijo del Altísimo. María contestó: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y así, llegada la plenitud de los tiempos, el que era antes de los siglos el Unigénito Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se encarnó por obra del Espíritu Santo de María, la Virgen, y se hizo hombre.

Breve Reseña

La última fase de toda la apoteosis salvadora comenzó en Nazaret. Hubo intervenciones angélicas y sencillez asombrosa. Era la virgen o pártenos del Isaías viejo la destinataria del mensaje. Todo acabó en consuelo esperanzador para la humanidad que seguía en sus despistes crónicos e incurables. Los anawin tuvieron razones para hacer fiesta y dejarse por un día de ayunos; se había entrado en la recta final.

La iconografía de la Anunciación es, por copiosa, innumerable: Tanto pintores del Renacimiento como el veneciano Pennacchi la ponen en silla de oro y vestida de seda y brocado, dejando al pueblo en difusa lontananza. Gabriel suele aparecer con alas extendidas y también con frecuencia está presente el búcaro con azucenas, símbolo de pureza. Devotas y finas quedaron las pinturas del Giotto y Fra Angélico, de Leonardo da Vinci, de fray Lippi, de Cosa, de Sandro Botticelli, de Ferrer Bassa, de Van Eyck, de Matthias Grünewald, y de tantos más.

Pero probablemente sólo había gallinas picoteando al sol y grito de chiquillos juguetones, estancia oscura o patio quizá con un brocal de pozo; quizá, ajenos a la escena, estaba un perro tumbado a la sombra o un gato disfrutaba con su aseo individual; sólo dice el texto bíblico que "el ángel entró donde ella estaba".

Debió narrar la escena la misma María a san Lucas, el evangelista que la refiere en momento de intimidad.

Así fue como lo dijo Gabriel: "Salve, llena de gracia, el Señor es contigo". Aquel doncel refulgente, hecho de claridad celeste, debió conmoverla; por eso intervino "No temas, María, porque has hallado gracia ante de Dios; concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo a quien pon-drás por nombre Jesús. Éste será grande: se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará por los siglos sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin".

La objeción la puso María con toda claridad: "¿Cómo será esto, pues no conozco varón?" No hacía falta que se entendiera todo; sólo era precisa la disposición interior. "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado santo, Hijo de Dios".

Luego vino la comunicación del milagro operado en la anciana y estéril Isabel que gesta en su sexto mes, porque "para Dios ninguna cosa es imposible".

Fiesta de Jesús que se encarnó -que no es ponerse rojo, sino que tomó carne y alma de hombre-; el Verbo eterno entró en ese momento histórico y en ese lugar geográfico determinado, ocultando su inmensidad.

Fiesta de la Virgen, que fue la que dijo "Hágase en mí según tu palabra". El "sí" de Santa María al irrepetible prodigio trascendental que depende de su aceptación, porque Dios no quiere hacerse hombre sin que su madre humana acepte libremente la maternidad.

Fiesta de los hombres por la solución del problema mayor. La humanidad, tan habituada a la larguísima serie de claudicaciones, cobardías, blasfemias, suciedad, idolatría, pecado y lodo donde se suelen revolcar los hombres, esperaba anhelante el aplastamiento de la cabeza de la serpiente.

Los retazos esperanzados de los profetas en la lenta y secular espera habían dejado de ser promesa y olían ya a cumplimiento al concebir del Espíritu Santo, justo nueve meses antes de la Navidad.

¡Cómo no! Cada uno puede poner imaginación en la escena narrada y contemplarla a su gusto; así lo hicieron los artistas que las plasmaron con arte, según les pareció.

Solo Cristo salva

Santo evangelio según san Juan 5,17-30. Miércoles IV de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, estoy aquí ante ti porque quiero dialogar contigo. Ayúdame a saber reconocerte como mi Dios y Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Lectura del santo evangelio según san Juan 5,17-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo». Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.

Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Al igual que todo cristiano, estamos acostumbrados a ver un Cristo que obra milagros, que emprende viajes, que envía a sus apóstoles; un Jesús activo que arrastra las multitudes. Sin embargo, es posible que olvidemos que Cristo mostró su mensaje a los hombres a través de la predicación, de la palabra, que luego Él mismo confirmó con sus obras.

El mundo de hoy parece dar preeminencia a todo cuanto se hace, cuanto se vive, frente a lo que se piensa, se dice y se escribe, quizá arrastrados por la vorágine informativa. Parece que las palabras, dichas o escritas, tienen menos peso que antes. En el Evangelio de hoy, Jesús no hace sino hablarnos. Nos muestra uno de sus más hermosos pensamientos: el obrar siempre en dependencia de lo que su Padre quiera.

Manifiesta, además, esa espléndida relación que sólo Él puede tener con Dios, como su Hijo único y a la que nos ha llamado por el don de su gracia misericordiosa: «el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna».

¡Cuántos hombres grandes ha tenido la humanidad! Pensadores, literatos, científicos, conquistadores, políticos, aventureros... Pero todos hombres. Magníficos, pero siempre simples hombres. Sólo Cristo se proclamó Dios, y lo es de hecho, probado por sus milagros, las profecías que hablaban de Él y la Iglesia que fundó. Este Evangelio es la piedra divisoria de las opiniones sobre Cristo. Acá, los que creen en su divinidad, allá los que la niegan. Desafortunadamente, a muchos judíos de aquel tiempo no les era posible hacerse una idea de un Dios hecho carne. Y, por ello, condenaron a Cristo a muerte. Si acaso hubiesen dado cierta credibilidad a sus palabras y milagros, otra hubiese sido la historia.

Para los católicos, Jesucristo concentra todas las aspiraciones del hombre: felicidad, amistad, esperanza, fe, amor, misericordia... Cristo es Dios y hombre. Tan hombre como tú y como yo. Es Dios-amigo. Es el Dios generoso que sabiendo que el hombre, por sus propios méritos, no llegaría nunca a Él, bajó para encontrarse con nosotros y mostrarnos su voluntad a través de la Iglesia y sus enseñanzas. Así la Iglesia proclama: «Sólo Cristo salva», porque sabe bien que Dios quiere que todos los hombres se salven... Pero no basta saber todo cuanto la Iglesia nos dice acerca del Maestro, su divina persona y su doctrina. Es necesario acercarse libremente y tratar con Él, como con un amigo, a través de la oración personal, sencilla, humilde, y la cercanía fervorosa a los sacramentos, sobre todo en este tiempo de gracia que es la Semana Santa y la Pascua.

«Una familia en la que todos se reconocen hijos e hijas del único Padre, comprometidos a vivir entre ellos y con todos, el mandamiento del amor mutuo. No para estar tranquilos fuera del mundo, sino para salir, para encontrar, para cuidar, para arrojar a manos llenas la levadura del Evangelio en la masa de la sociedad, especialmente donde más se necesita, donde la alegría del Evangelio se espera y se invoca: en la pobreza, en el sufrimiento, en la prueba, en la búsqueda, en la duda. El carisma de la unidad es un estímulo providencial y una ayuda poderosa para vivir esta mística evangélica del nosotros, es decir, para caminar juntos en la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo como “un solo corazón y un alma sola”, descubriéndose y amándose mutuamente de manera concreta como “miembros los unos de los otros”. Por eso, Jesús pidió al Padre: “Que todos sean uno, como tú y yo somos uno”, y nos mostró en sí mismo el camino hasta la entrega total de todo en el vaciamiento abismal de la cruz. Es esa espiritualidad del “nosotros”. Podéis haceros vosotros y a los demás también».

(Discurso SS Francisco, 10 de mayo de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pondré especial atención a los signos de amor de Dios en este día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Las cualidades de los cuerpos resucitados

Serán los mismos cuerpos, aunque transfigurados, glorificados, inmortalizados, resucitados.

A) Es el propio cuerpo
Los muertos resucitarán con el mismo cuerpo que tuvieron en la tierra (idéntica y numéricamente el mismo).

Tanto mi cuerpo como tu cuerpo, serán los mismos cuerpos, aunque transfigurados, glorificados, inmortalizados, resucitados.

El concilio de Letrán (1215) declara: “Todos ellos resucitarán con el propio cuerpo que ahora llevan” (Dz 429)

Referencias Bíblicas
La Sagrada Escritura da testimonio implícito de esa identidad material por la palabra que emplea: “despertarse”.

Solamente habrá verdadero despertamiento cuando el mismo cuerpo que muere y se descompone sea el que reviva de nuevo.

Citas:
a) 2Mac 7, 11: “De él [de Dios] espero yo volver a recibirlas [la lengua y las manos]”

b) 1 Cor 15, 53: “Porque es preciso que lo corruptible se revista de la incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad”.

c) Flp. 3, 21: “ Él [Jesucristo] transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.

d)Lc 24, 39, en la aparición de Jesús resucitado a los Apóstoles, Él les dice que no es un espíritu, pues posee carne y huesos, y les muestra sus manos y sus pies.

Los cuerpos resucitados estarán libres de deformidades, mutilaciones y achaques.

Estarán en su máxima perfección natural (plenitud del ser)

Con respecto a la edad: será una edad madura pero joven, como la de Cristo, aproximadamente 36 o 37 años ( 6 a. C . - 30 d. C).

Tendrán diferencias sexuales y órganos de la vida sensitiva, pero no se ejercerán las facultades biológicas y vegetativas, como comer, beber, procrear.

Mt. 22,30 “En la resurrección todos serán cómo ángeles en el cielo”.

B) Cualidades del Cuerpo resucitado
Según el modelo de Jesús Resucitado que aparece en los Evangelios.
Cfr. Mt 28 ss., Mc 16, Lc 24, Jn 20 ss., Flp. 3, 21: Semejantes a Su cuerpo.

I. Impasibilidades decir, la propiedad de que no sea accesible a ellos mal físico de ninguna clase, es decir, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Definiéndola con mayor precisión, es "la imposibilidad de sufrir y morir".
Ap. 21, 4 : “Él enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más, ni habrá duelo, ni gritos, ni trabajo, porque todo esto es ya pasado”.
Lc 20, 36: “Ya no pueden morir”.

La razón intrínseca de la impasibilidad se encuentra en el perfecto sometimiento del cuerpo al alma que es inmortal.

II. Sutilidad,sutileza o penetrabilidad:
Es la propiedad por la cual el cuerpo se hará semejante a los espíritus en cuanto podrá penetrar los cuerpos sin lesionarse ni lesionar, es decir, podrá atravesar otros cuerpos.

No se debe creer que por ello el cuerpo se transformará en sustancia espiritual o que la materia se enrarecerá hasta convertirse en un cuerpo “etéreo”.

Veamos ejemplos conforme al cuerpo resucitado de Cristo:

Jesús resucitado atravesó las sábanas (Jn 20, 5-7)

Salió del sepulcro sellado por la piedra (Mt 28,2).

(Un ángel movió la piedra, no para que Jesús saliera, sino para que las mujeres que fueron a visitar el sepulcro pudieran entrar allí y ver que el Señor ya no estaba).

Entra en el Cenáculo aún estando cerradas las puertas –atrancadas, dice el original griego- (Jn 20, 19.26).

La razón intrínseca de esta espiritualización la tenemos en el dominio completo del alma glorificada sobre el cuerpo ( en cuanto es la forma substancial del mismo).

III. Agilidad Es la capacidad del cuerpo para obedecer al espíritu en todos sus movimientos con suma facilidad y rapidez, es decir, en forma instantánea.

Esta propiedad se contrapone a la gravedad y peso de los cuerpos terrestres, de acuerdo a la ley de la gravitación.

El modelo de la agilidad lo tenemos en el cuerpo resucitado de Cristo, que se presentó de repente en medio de sus apóstoles y desapareció también repentinamente:

Lc 24, 31: “Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista”.

Lc 24, 34: “ Es verdad, ¡El Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”

Lc 24, 36: “Todavía estaban hablando de esto cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo "La paz esté con ustedes”.

La razón intrínseca de la agilidad la hallamos en el total dominio que el alma glorificada ejerce sobre el cuerpo, en cuanto es el principio motor del mismo, por lo que este no le opone resistencia.

IV. Claridad es el estar libre de todo lo ignominioso y rebosar hermosura y esplendor.
Jesús nos dice: “Los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre” (Mt 13, 43)

Un modelo de claridad lo tenemos en la glorificación de Jesús en el monte Tabor (Mt 17, 2)

Y después de su resurrección (Cf. Hch. 9,3).

La razón intrínseca de la claridad la tenemos en el gran caudal de hermosura y resplandor que desde el alma se desborda sobre el cuerpo.

Es menester aclarar que el grado de claridad será distinto – como se nos dice en 1 Cor 15, 41, haciendo referencia a la condición de los cuerpos resucitados: “Cada cuerpo tiene su propio resplandor: uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas, y aun las estrellas difieren unas de otras por su resplandor”- y estará proporcionado al grado de gloria con el que brille el alma; y la gloria dependerá de la cuantía de los merecimientos.

Ahora, ¿Cuándo sucederá esto?: En el fin del mundo, donde se realizará el Juicio Final, la Parusía o Nueva Venida de Cristo.

Recordemos que Jesús dejó incierto el momento en que verificaría su Segunda Venida: Al final de su discurso sobre la Parusía, declaró: “En cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mc 13,32).

Finalmente, siguiendo las recomendaciones del apóstol Pablo: procuremos que nadie devuelva mal por mal. Por el contrario, esforcémonos por hacer siempre el bien entre nosotros y con todo el mundo. Estemos siempre alegres. Oremos sin cesar. Demos gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos nosotros, en Cristo Jesús (Cf. 1 Tes 5, 15-18).

Estemos preparados, vigilantes, en vela (despiertos, alertas), pues el Señor esta cerca:

¡Amen, ven Señor Jesús! (Ap. 22, 20)

Que cada uno pueda descubrir con gratitud la llamada de Dios en su vida

Mensaje del Santo Padre para la 57° Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones

“Deseo que la Iglesia recorra este camino al servicio de las vocaciones abriendo brechas en el corazón de los fieles, para que cada uno pueda descubrir con gratitud la llamada de Dios en su vida, encontrar la valentía de decirle ‘sí’, vencer la fatiga con la fe en Cristo y, finalmente, ofrecer la propia vida como un cántico de alabanza a Dios, a los hermanos y al mundo entero”, lo escribe el Papa Francisco en su Mensaje para la 57° Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el próximo 3 de mayo, IV Domingo de Pascua, y que fue publicado la mañana de este martes, 24 de marzo de 2020.

“El Señor sabe que una opción fundamental de vida requiere valentía. Él conoce las preguntas, las dudas y las dificultades que agitan la barca de nuestro corazón, y por eso nos asegura: No tengas miedo, ¡yo estoy contigo!”.

La vocación, singular experiencia de Jesús
En su Mensaje – dado en San Juan de Letrán, el 8 de marzo de este año – el Santo Padre recuerda la “Carta a los sacerdotes” que envió el 4 de agosto del año pasado, en el 160 aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, en la cual a través de cuatro palabras clave — dolor, gratitud, ánimo y alabanza — agradece y anima a los presbíteros que, “por la llamada que el Señor les hizo, gastan la vida cada día al servicio del Pueblo de Dios”. Por ello, para esta 57° Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, el Pontífice tomando el Evangelio de Mateo (14, 22-33) señala que, “esas palabras se pueden retomar y dirigir a todo el Pueblo de Dios, a la luz de este pasaje evangélico que nos cuenta la singular experiencia de Jesús y Pedro durante una noche de tempestad, en el lago de Tiberíades”.

“La barca de nuestra vida avanza lentamente, siempre inquieta porque busca un feliz desembarco, dispuesta para afrontar los riesgos y las oportunidades del mar”.

Una imagen del viaje de nuestra existencia
El pasaje bíblico que relata esta “singular experiencia de Jesús”, se ubica en el Evangelio de Mateo, inmediatamente después de la narración de la “multiplicación de los panes”. “La imagen de esta travesía en el lago – subraya el Papa – evoca de algún modo el viaje de nuestra existencia.

En efecto, la barca de nuestra vida avanza lentamente, siempre inquieta porque busca un feliz desembarco, dispuesta para afrontar los riesgos y las oportunidades del mar, aunque también anhela recibir del timonel un cambio de dirección que la ponga finalmente en el rumbo adecuado”. Pero, a veces puede perderse, advierte el Pontífice, puede dejarse encandilar por ilusiones en lugar de seguir el faro luminoso que la conduce al puerto seguro, o ser desafiada por los vientos contrarios de las dificultades, de las dudas y de los temores.

“Los que están llamados a seguir al Maestro de Nazaret, deben decidirse a pasar a la otra orilla, apostando valientemente por abandonar sus propias seguridades e ir tras las huellas del Señor”.

Abandonar nuestras seguridades e ir con el Señor
Esto, indica el Papa Francisco, también puede aplicarse a los discípulos, a los que están llamados a seguir al Maestro de Nazaret, ellos deben decidirse a pasar a la otra orilla, apostando valientemente por abandonar sus propias seguridades e ir tras las huellas del Señor. “Esta aventura no es pacífica – precisa el Papa – llega la noche, sopla el viento contrario, la barca es sacudida por las olas, y el miedo de no lograrlo y de no estar a la altura de la llamada amenaza con hundirlos”. Pero el Evangelio nos dice que, en la aventura de este viaje difícil, no estamos solos.

El Señor, casi anticipando la aurora en medio de la noche, caminó sobre las aguas agitadas y alcanzó a los discípulos, invitó a Pedro a ir a su encuentro sobre las aguas, lo salvó cuando lo vio hundirse y, finalmente, subió a la barca e hizo calmar el viento.

“Nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida no son el resultado matemático de lo que decidimos dentro de un ‘yo’ aislado; al contrario, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto”.

La primera palabra de la vocación es gratitud
Así pues, el Santo Padre señala que la primera palabra de la vocación es gratitud, ya que navegar en la dirección correcta no es una tarea confiada sólo a nuestros propios esfuerzos, ni depende solamente de las rutas que nosotros escojamos. “Nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida no son el resultado matemático de lo que decidimos dentro de un ‘yo’ aislado; al contrario, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto. Es el Señor quien nos concede en primer lugar la valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos. Es Él quien, cuando nos llama, se convierte también en nuestro timonel para acompañarnos, mostrarnos la dirección, impedir que nos quedemos varados en los escollos de la indecisión y hacernos capaces de caminar incluso sobre las aguas agitadas”.

“Toda vocación nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino a nuestro encuentro, quizá justo cuando nuestra barca estaba siendo sacudida en medio de la tempestad”.

«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!»
La segunda palabra de la vocación, indica el Papa Francisco, es ánimo. Recordando las palabras de Jesús a sus discípulos mientras caminaba sobre las aguas, el Pontífice dijo que, “a menudo lo que nos impide caminar, crecer, escoger el camino que el Señor nos señala son los fantasmas que se agitan en nuestro corazón. Cuando estamos llamados a dejar nuestra orilla segura y abrazar un estado de vida —como el matrimonio, el orden sacerdotal, la vida consagrada—, la primera reacción la representa frecuentemente el ‘fantasma de la incredulidad’: No es posible que esta vocación sea para mí; ¿será realmente el camino acertado? ¿El Señor me pide esto justo a mí?”. Y, poco a poco, crecen en nosotros todos esos argumentos, justificaciones y cálculos que nos hacen perder el impulso, que nos confunden y nos dejan paralizados en el punto de partida: creemos que nos equivocamos, que no estamos a la altura, que simplemente vimos un fantasma que tenemos que ahuyentar.

“La vocación, más que una elección nuestra, es respuesta a un llamado gratuito del Señor; por eso, llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios en nuestra vida”.

Toda vocación implica un compromiso

Asimismo, el Santo Padre recuerda que en la Carta a los sacerdotes habló del dolor, pero aquí quisiera traducir de otro modo esta palabra y referirme a la fatiga. “El Señor nos llama porque quiere que seamos como Pedro, capaces de ‘caminar sobre las aguas’, es decir, que tomemos las riendas de nuestra vida para ponerla al servicio del Evangelio, en los modos concretos y cotidianos que Él nos muestra, y especialmente en las distintas formas de vocación laical, presbiteral y de vida consagrada. Pero nosotros somos como el Apóstol: tenemos deseo y empuje, aunque, al mismo tiempo, estamos marcados por debilidades y temores”. Si dejamos que nos abrume la idea de la responsabilidad que nos espera —en la vida matrimonial o en el ministerio sacerdotal— o las adversidades que se presentarán, entonces apartaremos la mirada de Jesús rápidamente y, como Pedro, correremos el riesgo de hundirnos.

“A pesar de nuestras fragilidades y carencias, la fe nos permite caminar al encuentro del Señor resucitado y también vencer las tempestades. En efecto, Él nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan con hundirnos, y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación con alegría y entusiasmo”.

El Señor ordena que los vientos contrarios cesen
Finalmente, el Papa Francisco señala que, en la vocación específica que estamos llamados a vivir, estos vientos pueden agotarnos. Pienso en los que asumen tareas importantes en la sociedad civil, en los esposos que —no sin razón— me gusta llamar “los valientes”, y especialmente en quienes abrazan la vida consagrada y el sacerdocio. Conozco vuestras fatigas, las soledades que a veces abruman vuestro corazón, el riesgo de la rutina que poco a poco apaga el fuego ardiente de la llamada, el peso de la incertidumbre y de la precariedad de nuestro tiempo, el miedo al futuro.

“Ánimo, ¡no tengáis miedo! Jesús está a nuestro lado y, si lo reconocemos como el único Señor de nuestra vida, Él nos tiende la mano y nos sujeta para salvarnos”.

Una invitación a cultivar la actitud interior de María
El Santo Padre concluye su Mensaje recordando que, aun en medio del oleaje, nuestra vida se abre a la alabanza. Esta es la última palabra de la vocación, y quiere ser también una invitación a cultivar la actitud interior de la Bienaventurada Virgen María. Ella, agradecida por la mirada que Dios le dirigió, abandonó con fe sus miedos y su turbación, abrazó con valentía la llamada e hizo de su vida un eterno canto de alabanza al Señor.

La Anunciación del ángel a María...momento solemne para la historia

Vida Oculta de Jesús.

Nada se sabía de la Madre de Jesús. Vivía en Nazaret. Oculta a los ojos de los hombres, pero no a los ojos de Dios. Más adelante contará Ella misma los hechos que la llevan a la maternidad, y a descubrir su vocación y su misión en la vida y en los planes de Dios. Hasta la anunciación del arcángel Gabriel, María de Nazaret era una mujer israelita perfectamente desconocida. Su vida trasciende la historia por el libre y amoroso cumplimiento de la misión que le fue asignada desde la eternidad y que Ella conoció a través del arcángel.

Infancia de María
Nace en una familia de la tribu de Judá; sus padres se llaman Joaquín y Ana. Diversas tradiciones nos la sitúan muy pequeña en el Templo donde aprende la Sagrada Escritura a un nivel no usual a las mujeres de Israel. Pero lo importante era su trato con Dios desde el principio. En su infancia, o primera adolescencia, es cuando percibe con claridad que Dios le pide vivir virgen por amor a Dios. Su vida de oración es intensa para poder descubrir algo infrecuente: la entrega total prescindiendo de algo tan bueno, y tan bendecido por Dios en todos los libros santos y en la conciencia de los humanos, como el matrimonio y la maternidad. Pero Dios quería de Ella ese modo de vivir que es amar con el corazón indiviso, sin anticipos de cosas buenas, en oblación total. Más adelante, Jesús dirá que no todos entienden estas cosas. Pero Ella entiende porque, aunque no lo sepa, desde su concepción tiene un privilegio especialísimo: no estar afectada por el pecado original y estar, por tanto, llena de la gracia de Dios. Ella es amada de Dios de un modo nuevo, en previsión de los méritos del que será su Hijo. Ella no lo sabe, pero sí sabe que tiene una gran intimidad con Dios, que le ama de un modo pleno, que bebe sus palabras y sintoniza plenamente con el querer divino.

Los planes de Dios
Cuando cumple trece años, sus familiares, siguiendo las costumbres del momento, deciden poner los medios para que se case del mejor modo posible. Para eso miran entre los varones de la tribu, y descubren uno que tiene todas las condiciones: José, vecino también de Nazaret. Era justo, es decir, cumplidor de la ley, honrado, trabajador, piadoso. Un buen hombre a ojos de todos, que puede encajar muy bien con el carácter de María. Los planes de Dios siguen su curso. Ahora podrá ser Madre virginal protegida a los ojos de todos por el Matrimonio con José.

El saludo del ángel
Al poco tiempo acontece uno de los momentos culmen de la historia de los hombres. María está en su casa, probablemente, recogida en oración. Cuando, de repente entró un ángel. Quizá es una aparición con el resplandor de los que están en la vida eterna cerca de Dios, quizá es más sencillo. Poco importa el modo; pues lo sorprendente son sus palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué significaría esta salutación"(Lc).

Momento solemne para la historia
Aquel fue un momento solemne para la historia de la humanidad: se iba a cerrar el tiempo del pecado para entrar en el tiempo de la gracia; se pasa del tiempo de la paciencia de Dios al de mayor misericordia. La creación entera está pendiente del sí de una joven israelita. Es un momento de gran alegría en los cielos y en la tierra, llega al mundo un gran amor divino. Dios habita en su alma de un modo pleno, gozoso, amoroso. Ella es la hija de Dios Padre que siempre ha correspondido al querer de Dios. María se sorprende, pero sin perder la serenidad, pues reflexiona sobre el significado de estas palabras. Respeto y sorpresa. “¿Es de Dios lo que oigo?”.

No temas
El ángel, llamado Gabriel, nombre que significa "fuerte ante Dios", espera; y tras un breve silencio, pronuncia las palabras de su embajada: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin"(Lc).

El "no temas" es la introducción que usa la Escritura para las vocaciones de divinas, es como decir: escucha con atención, lo que vas a oír es Palabra de Dios. Y luego la gran sorpresa: por especial gracia de Dios concebirá, dará a luz, pondrá por nombre al futuro rey de Israel, al Hijo de David que tendrá un reino eterno. El momento tan esperado en Israel de la venida de un salvador ha llegado. La virgen profetizada por Isaías es Ella. Comienzan, si María quiere, los tiempos tan esperados de la gran misericordia de Dios.
María escucha, piensa, y pone una objeción no de resistencia, sino de no entender como Dios le puede pedir dos cosas que son incompatibles para el ser humano: la virginidad y la maternidad. ¡Era tan clara la llamada a ser virgen!

La respuesta de María
"María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?". "Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay nada imposible"(Lc). El ángel ha respondido a la duda, María ve, ahora, la llamada anterior compatible con la maternidad que se le pide. Dios quiere que su Hijo no sea un hijo de la carne con un padre humano, sino sólo de Mujer. La única Mujer totalmente dócil a su querer.

"He aquí la esclava del Señor"
El tiempo se detiene. María reconoce el querer de Dios para Ella: su colaboración libre en una empresa divina. Percibe que su maternidad va ser de una calidad especial; ser la madre del Rey de Reyes, del Salvador, pero sobre todo ser madre del Hijo del Altísimo, ser madre de Dios; porque la maternidad hace referencia a la persona, y Ella introducirá al Hijo sempiterno en la vida de los hombres. María tuvo que ser plenamente consciente de lo que estaba pasando y de lo que se le pedía: no será un elemento pasivo en la gran tarea de la redención. Y, desde una inteligencia preclara, sin la tiniebla del pecado, ve con claridad meridiana la grandeza de lo que se le pide. Aunque tendrá conocimiento más claro en la profecía de Simeón. Pero ve, sobre todo, el gran derroche de Amor en el mundo. El mundo espera su respuesta. La espera Adán y Eva desde el seol, la esperan los patriarcas, los ángeles, el cielo está en suspenso ante la respuesta de María. Los segundos se hacen eternos. Cuando de pronto surge de su boca el sí con acentos de entrega y fe consciente y amorosa:

"Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia"(Lc).

Y el Verbo se hizo carne en sus entrañas virginales. El Espíritu forma la humanidad de Jesús y la une al Verbo. La Humanidad llega a su punto más alto: Dios se ha unido al hombre en Jesús. No hay cumbre mayor a partir de entonces. Y el gozo embarga el corazón de María llena de Dios, que además de hija de Dios Padre, es, desde entonces, Madre de Dios Hijo.

¿Por qué la Anunciación del Señor no se celebrará el 25 de marzo en el año 2018?

En el 2018 la Solemnidad de la Anunciación se celebro el 9 de abril

Usualmente la Iglesia celebra la Anunciación del Señor el 25 de marzo, sin embargo este 2018 dicha fecha coincide con el Domingo de Ramos y por tanto la solemnidad ha sido trasladada para el próximo 9 de abril.

Esto se debe a que el año litúrgico depende de los calendarios solar y lunar. El calendario solar se utiliza para determinar la celebración de la Navidad (25 de diciembre), y de solemnidades como San Pedro y San Pablo (29 de junio), la Inmaculada Concepción (8 de diciembre), o la Anunciación del Señor (25 de marzo).

Sin embargo, también se usa el calendario lunar para determinar la Pascua.

Ello hace que en ocasiones alguna fiesta o solemnidad, como el anuncio del Arcángel Gabriel a la Virgen María, coincida con la Semana Santa; y por ello su celebración deba ser trasladada para otra fecha.

Esto se debe a una tabla de precedencias elaborada por la Iglesia para determinar qué celebración es de mayor grado. Esta tabla a su vez está dividida en tres grupos, dentro de los cuales también hay una numeración que establece la prevalencia.

En el caso de la Anunciación y la Semana Santa, ambas están en el primer grupo. Sin embargo, la Semana Santa -que incluye el Domingo de Ramos- y los días de la Octava de Pascua tienen número 2, mientras que las solemnidades del Señor y de la Virgen María tienen el número 3. Por ello, la celebración de estas últimas deben ser trasladadas para una fecha posterior.

¿Por qué el 9 de abril? Porque otra regla de la Iglesia indica que si un año una solemnidad coincide con una celebración de mayor grado, la solemnidad debe celebrarse en el día siguiente que no esté impedido.

Por ejemplo, este 2018 la fecha en que habitualmente se celebra la Anunciación del Señor caerá en Domingo de Ramos. Por eso, deberá trasladarse al día siguiente en que no haya impedimento, que es el 9 de abril, lunes de la segunda semana de Pascua.

“Unamos nuestras voces de súplica” – Convocados para rezar ‘Padre Nuestro’ con el Papa

El Papa recuerda la oración del día 27

(zenit – 25 marzo 2020).- Dentro de poco, a las 12 del mediodía, los pastores de las diferentes comunidades cristianas, junto con los fieles de diversas confesiones, se reunirán espiritualmente para invocar a Dios con la oración del Padre Nuestro, ha recordado Francisco a primer hora de la mañana, 25 de marzo de 2020, durante la audiencia general.

“Unamos nuestras voces de súplica al Señor en estos días de sufrimiento, mientras el mundo es duramente probado por la pandemia. Quiera el Padre, bueno y misericordioso, cumplir la oración concordante de sus hijos que con confiada esperanza recurren a su omnipotencia”.

Bendición Urbi et Orbi

Así, el Pontífice ha renovado la invitación a participar espiritualmente, a través de los medios de comunicación, al momento de oración que presidirá pasado mañana, viernes, 27 de marzo de 2020, a las 18 horas (en Roma), en el atrio de la Basílica de San Pedro.

“La escucha de la Palabra de Dios y la adoración del Santísimo Sacramento serán seguidas por la bendición Urbi et Orbi, con la indulgencia plenaria adjunta”, ha indicado el Santo Padre. MARZO 25, 2020 11:00 AUDIENCIA GENERAL

Padre Nuestro, “en este momento queremos pedir misericordia para la humanidad”

El Papa ora junto a todos los cristianos

MARZO 25, 2020 12:30 ROSA DIE ALCOLEA PAPA Y SANTA SEDE

(zenit – 25 marzo 2020).- Este mediodía, en el día de la Anunciación del Señor, el Papa Francisco ha dirigido el rezo del Padre Nuestro, al que se han unido espiritualmente “cristianos de todas las Iglesias y Comunidades, de todas las edades, lenguas y naciones”.

“Como hijos confiados nos dirigimos al Padre”, ha pronunciado este miércoles, 25 de marzo, día de la Anunciación del Señor. “En este momento queremos pedir misericordia para la humanidad, que ha sido duramente golpeada por la pandemia del coronavirus”.

Así, ha continuado: “Rezamos por los enfermos y sus familias; por los trabajadores de la salud y los que los ayudan; por las autoridades, los organismos encargados de hacer cumplir la ley y los voluntarios; por los ministros de nuestras comunidades”.

Encarnación del Verbo

El Pontífice ha recordado que muchos de nosotros celebramos la Encarnación del Verbo en el vientre de la Virgen María, cuando en su humilde y total “Aquí estoy” se reflejó el “Aquí estoy” del Hijo de Dios. “Nosotros también confiamos en las manos de Dios y rezamos con un corazón y un alma”.

A continuación, el Papa ha rezado el “Padre Nuestro” en latín:

Padre Nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. MARZO 25, 2020 12:30 PAPA Y SANTA SEDE

Únete al Papa y reza el Padre Nuestro junto a los cristianos del mundo, este 25 de marzo

La sentida oración del Pontífice en este tiempo de prueba: “Queremos pedir misericordia para la humanidad duramente afectada por la pandemia del coronavirus”

El papa Francisco ha rezado el Padre Nuestro, junto a todos los cristianos del mundo, para pedir misericordia a Dios por la humanidad flagelada por la pandemia del Coronavirus. Lo hizo al medio día de este miércoles 25 de marzo de 2020, en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.

Francisco había convocado a la cristiandad a unirse espiritualmente en estos tiempos de sufrimiento debido a la pandemia del Coronavirus y para que el Señor escuche la oración más emblemática de la fe cristiana, enseñada por Jesús a sus discípulos.

Por televisión, radio e internet, los católicos y muchos cristianos recordaron la Solemnidad de la Anunciación del Señor, la visita del Ángel Gabriel a la Virgen María; evento y memoria de la fiesta del Señor que se hizo carne en el vientre de María.

Así, el Papa ha introducido la oración: 

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy nos hemos reunido, todos los cristianos del mundo, para rezar juntos el Padre nuestro, la oración que Jesús nos enseñó.

Como hijos confiados nos dirigimos al Padre. Lo hacemos todos los días, varias veces al día; pero ahora mismo queremos pedir misericordia para la humanidad duramente afectada por la pandemia del coronavirus. 

Y lo hacemos juntos, cristianos de todas las Iglesias y Comunidades, de todas las edades, lenguas y naciones.

Rezamos por los enfermos y sus familias; por los trabajadores de la salud y los que los ayudan; por las autoridades, los organismos encargados de hacer cumplir la ley y los voluntarios; por los ministros de nuestras comunidades.

Hoy muchos de nosotros celebramos la Encarnación del Verbo en el vientre de la Virgen María, cuando en su humilde y total “Aquí estoy” se reflejó el “Aquí estoy” del Hijo de Dios. 

Nosotros también nos abandonamos con plena confianza en las manos de Dios y con un solo corazón y una sola alma rezamos:

“Padre Nuestro…”

En la audiencia general, de hace unas horas, el Papa había hecho un llamamiento para unirse a esta oración, rememorando que los Pastores de las distintas Comunidades Cristianas, junto con los fieles de las distintas denominaciones, se unirían espiritualmente:

Unamos nuestras voces de súplica al Señor en estos días de sufrimiento, mientras el mundo es duramente probado por la pandemia. Que el Padre, bueno y misericordioso, conceda la oración concordante de sus hijos que con confiada esperanza se vuelvan a su omnipotencia”, afirmó.

Juntos a rezar también: Viernes 27 de marzo 

Cabe recordar que Francisco también convocó a un segundo momento de oración, el próximo viernes 27 de marzo, a las 18 horas, cuando presidirá una plegaria especial en el Sagrato de la Basílica de San Pedro, con la plaza vacía. 

Los fieles del mundo pueden participar espiritualmente a través de los medios de comunicación y sintonizar la ceremonia, que incluirá la Liturgia de la Palabra y la bendición con el Santísimo Sacramento. 

El Papa impartirá la bendición apostólica Urbi et Orbi, dirigida a la Ciudad de Roma y al mundo. Esta bendición, que normalmente se confiere en Navidad y Pascua, dará la posibilidad de recibir la indulgencia plenaria

“Queremos responder a la pandemia del virus con la universalidad de la oración,  de la compasión, de la ternura. Permanezcamos unidos. Hagamos sentir nuestra cercanía con las personas más solas y exhaustas”.

Para participar en estos momentos de oración, desde casa en streaming live, ir a los siguientes enlaces: 

Streaming live, Viernes 27 de marzo las 18 horas de Roma, para la bendición Urbi et Orbi. 

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