Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres

Hugo de Grenoble, Santo

Obispo, 1 de abril

Martirologio Romano: En Grenoble, en Burgundia, san Hugo, obispo, que se esforzó en la reforma de las costumbres del clero y del pueblo, y siendo amante de la soledad, durante su episcopado ofreció a san Bruno, maestro suyo en otro tiempo, y a sus compañeros, el lugar de la Cartuja, que presidió cual primer abad, rigiendo durante cuarenta años esta Iglesia con esmerado ejemplo de caridad (1132).

Etimológicamente: Hugo = Aquel de Inteligencia Clara, es de origen germano.

Fecha de canonización: 22 de abril de 1134 por el Papa Inocencio II.

Breve Biografía

El obispo que nunca quiso serlo y que se santificó siéndolo.

Nació en Valence, a orillas del Isar, en el Delfinado, en el año 1053. Casi todo en su vida se sucede de forma poco frecuente. Su padre Odilón, después de cumplir con sus obligaciones patrias, se retiró con el consentimiento de su esposa a la Cartuja y al final de sus días recibió de mano de su hijo los últimos sacramentos. Así que el hijo fue educado en exclusiva por su madre.

Aún joven obtiene la prebenda de un canonicato y su carrera eclesiástica se promete feliz por su amistad con el legado del papa. Como es bueno y lo ven piadoso, lo hacen obispo a los veintisiete años muy en contra de su voluntad por no considerarse con cualidades para el oficio -y parece ser que tenía toda la razón-, pero una vez consagrado ya no había remedio; siempre atribuyeron su negativa a una humildad excesiva. Lo consagró obispo para Grenoble el papa Gregorio VII, en el año 1080, y costeó los gastos la condesa Matilde.

Al llegar a su diócesis se la encuentra en un estado deprimente: impera la usura, se compran y venden los bienes eclesiásticos (simonía), abundan los clérigos concubinarios, la moralidad de los fieles está bajo mínimos con los ejemplos de los clérigos, y sólo hay deudas por la mala administración del obispado. El escándalo entre todos es un hecho. Hugo -entre llantos y rezos- quiere poner remedio a todo, pero ni las penitencias, ni las visitas y exhortaciones a un pueblo rudo y grosero surten efecto. Después de dos años todo sigue en desorden y desconcierto. Termina el obispo por marcharse a la abadía de la Maison-Dieu en Clermont (Auvernia) y por vestir el hábito de san Benito. Pero el papa le manda taxativamente volver a tomar las riendas de su iglesia en Grenoble.

Con repugnancia obedece. Se entrega a cumplir fielmente y con desagrado su sagrado ministerio. La salud no le acompaña y las tentaciones más aviesas le atormentan por dentro. Inútil es insistir a los papas que se suceden le liberen de sus obligaciones, nombren otro obispo y acepten su dimisión.

Erre que erre ha de seguir en el tajo de obispo sacando adelante la parcela de la Iglesia que tiene bajo su pastoreo. Vendió las mulas de su carro para ayudar a los pobres porque no había de dónde sacar cuartos ni alimentos, visita la diócesis andando por los caminos, estuvo presente en concilios y excomulgó al antipapa Anacleto; recibió al papa Inocencio II -que tampoco quiso aceptar su renuncia- cuando huía del cismático Pedro de Lyon y contribuyó a eliminar el cisma de Francia.

Ayudó a san Bruno y sus seis compañeros a establecerse en la Cartuja que para él fue siempre remanso de paz y un consuelo; frecuentemente la visita y pasa allí temporadas viviendo como el más fraile de todos los frailes.

Como él fue fiel y Dios es bueno, dio resultado su labor en Grenoble a la vuelta de más de medio siglo de trabajo de obispo. Se reformaron los clérigos, las costumbres cambiaron, se ordenaron los nobles y los pobres tuvieron hospital para los males del cuerpo y sosiego de las almas. Al final de su vida, atormentado por tentaciones que le llevaban a dudar de la Divina Providencia, aseguran que perdió la memoria hasta el extremo de no reconocer a sus amigos, pero manteniendo lucidez para lo que se refería al bien de las almas. Su vida fue ejemplar para todos, tanto que, muerto el 1 de abril de 1132, fue canonizado solo a los dos años, en el concilio que celebraba en Pisa el papa Inocencio.
No tuvo vocación de obispo nunca, pero fue sincero, honrado en el trabajo, piadoso, y obediente. La fuerza de Dios es así. Es modelo de obispos y de los más santos de todos los tiempos.

La libertad de ser hijos de Dios

Santo Evangelio según san Juan 8, 31-42. Miércoles V de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre, Tú sabes cuánto te necesito en mi vida, soy como un pequeño que, si lo dejan solo, no sabe qué hacer y tiene mucho miedo; pero cuando Tú estás conmigo me siento fuerte y no quiero que te alejes de mí; ayúdame a reconocerme hijo tuyo y que actúe de la misma forma.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 31-42
En aquel tiempo, Jesús dijo a los que habían creído en él: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos replicaron: “Somos hijos de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Serán libres?”.

Jesús les contestó: “Yo les aseguro que todo el que peca es un esclavo y el esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para siempre. Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. Ya sé que son hijos de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque no aceptan mis palabras. Yo hablo de lo que he visto en casa de mi Padre: ustedes hacen lo que han oído en casa de su padre”.

Ellos le respondieron: “Nuestro padre es Abraham”. Jesús les dijo: “Si fueran hijos de Abraham, harían las obras de Abraham. Pero tratan de matarme a mí, porque les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre”. Le respondieron: “Nosotros no somos hijos de prostitución. No tenemos más padre que a Dios”.

Jesús les dijo entonces: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí, porque yo salí de Dios y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino enviado por él”.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando estamos en casa nos sentimos felices, el hecho de estar en un lugar seguro, que nos inspira tanto amor, nos contagia una alegría que desborda.

Un niño, cuando es libre y puede jugar hasta hartarse (si es posible que un niño pueda hartarse de jugar), se siente bien y disfruta su juego con toda su alma. En cierto sentido nuestra vida de amor con Dios debe ser como la de un niño que le gusta jugar, estar en la casa de sus padres, disfrutar su compañía y aprender tantas cosas buenas de ellos. La vida espiritual tiene como inspiración el amor que le podemos demostrar a Dios, nuestro Padre, porque Él nos ha amado infinitamente. Este amor que no se mide, porque todo buen padre llegaría a dar la vida por sus hijos, hace que el niño se sienta libre para amarlo y esta sea su motivación en todo.

En cambio, si se vive mal la vida espiritual, o sea, que se cumplan las reglas sin amor, que no se quiera seguir profundizando en lo que significa tener a Dios en nuestras vidas o que solo se hagan las cosas para ser visto y digan que somos buenos cristianos, nos restringe en la vida y no nos deja ser verdaderamente libres, porque es como si nos quitaran las ganas de jugar y le quitaran todo el sentido a «nuestro juego». Una vida así nos hace tristes y no nos deja disfrutar de la verdadera alegría que tiene raíces profundas y es duradera.

Nuestras obras son pruebas de lo que hemos aprendido, son reflejos de lo que somos, aunque a veces no somos capaces de ver las intenciones de las personas o sus corazones; sin embargo, lo que hacemos dice qué es lo que queremos; por lo tanto, Cristo nos invita a pensar qué es lo que más queremos en nuestra vida y ver si lo tenemos que purificar para que podamos actuar como hijos de nuestro Padre celestial.

«El hombre, por tanto, descubre y redescubre la verdad cuando la experimenta en sí mismo como fidelidad y fiabilidad de quien lo ama. Sólo esto libera al hombre: “La verdad os hará libres”. Liberación de la falsedad y búsqueda de la relación: he aquí los dos ingredientes que no pueden faltar para que nuestras palabras y nuestros gestos sean verdaderos, auténticos, dignos de confianza. Para discernir la verdad es preciso distinguir lo que favorece la comunión y promueve el bien, y lo que, por el contrario, tiende a aislar, dividir y contraponer. La verdad, por tanto, no se alcanza realmente cuando se impone como algo extrínseco e impersonal; en cambio, brota de relaciones libres entre las personas, en la escucha recíproca. Además, nunca se deja de buscar la verdad, porque siempre está al acecho la falsedad, también cuando se dicen cosas verdaderas. Una argumentación impecable puede apoyarse sobre hechos innegables, pero si se utiliza para herir a otro y desacreditarlo a los ojos de los demás, por más que parezca justa, no contiene en sí la verdad. Por sus frutos podemos distinguir la verdad de los enunciados: si suscitan polémica, fomentan divisiones, infunden resignación; o si, por el contrario, llevan a la reflexión consciente y madura, al diálogo constructivo, a una laboriosidad provechosa».

(Mensaje para la 52ª Jornada de Comunicación, S.S. Francisco).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hacer una oración especial a Dios, mi Padre, que me quiere y me cuida.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¿Eres discipulo de Jesús?

Doce características de los discípulos de Jesús: la primera es cosa de Él; la última, solo nuestra

Catholic Missionary Disciples [Discípulos Misioneros Católicos] es una iniciativa de formación de líderes católicos para la Nueva Evangelización, en la línea de trabajar el discipulado, esto es, la consolidación del cristiano como seguidor público de Cristo.

Actúa en Estados Unidos bajo la dirección de Marcel LeJeune, un laico casado y padre de cinco hijos con amplia experiencia en el ministerio cristiano universitario. Graduado en Teología Pastoral, ha trabajado durante años en la A&M University y la Tech University de Texas.

Marcel LeJeune es el fundador y director de Catholic Missionary Disciples.

Esta iniciativa cuenta con el respaldo de dos obispos, David Konderla, de Tulsa, y Michael J. Sis, de San Angelo, y trabaja en colaboración con otros proyectos católicos como LifeTeen, Focus on the Family o la Universidad franciscana de Steubenville.

En un reciente post, Catholic Missionary Disciples presenta doce características del discípulo de Jesús.

Las principales señales que distinguen a un discípulo de Jesús son, por supuesto, los sacramentos. Tres marcan de forma indeleble: el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal. Están llamados a transformar enteramente nuestra vida.

Pero, además de los sacramentos, la vida de discipulado tiene otros distintivos que sirven para identificar a los seguidores de Cristo.

El principal de ellos es que el discípulo ha vivido con su Maestro (como un aprendiz) y ha convivido con Él, a sus pies, caminando con Él, y le ha visto vivir sus enseñanzas: Jesús es, ante todo, el Maestro con el que se convive, con quien se aprende, en quien los ojos están fijos para ver cómo hace las cosas.

Y eso se puede plasmar en estos doce puntos señalados por Catholic Missionary Disciples:

1. Los discípulos son llamados. Lucas 5, 1-11 ilustra esto perfectamente. ¡Dios siempre da el primer paso! Jesús se acercó a los pescadores y les invitó. Solo después de esta invitación al discipulado interviene nuestra decisión. Jesús nos ha llamado a cada uno de nosotros. El siguiente paso es…
 
2. Los discípulos responden conscientemente a la llamada de Jesús.¡Una vez que somos llamados, un discípulo debe responder positivamente a la llamada! Si Pedro no hubiese abandonado sus redes y seguido a Jesús, no sería un discípulo. ¡No puedes seguir si no haces una opción! ¡El discipulado nunca es heredado ni accidental!

3. El discípulo ama.
 Ésta es la primera señal de un discípulo. El amor a Dios y el amor a los demás. Jesús dice que los demás sabrán que somos sus discípulos por nuestro amor al prójimo (Jn 13, 35).

 
4. Los discípulos dan fruto.
 De hecho, Jesús dice que dar fruto demuestra que eres su discípulo. “La gloria de mi Padre consiste en que deis fruto abundante, y así seréis mis discípulos” (Jn 15, 8).

 
5. Los discípulos son obedientes. Avanza un poco más en Juan 15 y encontrarás el versículo 14: “Sois mis amigos si hacéis lo que yo ordeno”. Atención: no podemos ser amigos íntimos de Jesús y ser desobedientes. Es imposible.
 
6. Los discípulos son enseñados. En las Escrituras encontramos constantemente a los discípulos de Jesús aprendiendo de Él. Ellos escuchan y luego aplican sus enseñanzas en su vida (o al menos lo intentan). Tenemos que seguir ese modelo. La vida de un discípulo cristiano es una vida de aprendizaje durante toda la vida.
 
7. Los discípulos siguen. La palabra “discípulo” significa “seguidor”. Nuestra vida de discipulado comienza siguiendo a Jesús. Debemos hacer lo que Él hizo. Amar como Él amó. Elegir lo que Él eligió. “Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce” (Lc 8, 1).
 
8. Los discípulos tienen su mirada puesta en el Cielo. Nuestra vida actual no es nuestro hogar definitivo. Hemos sido creados para vivir con Dios para siempre una felicidad eterna. Este hogar celestial lo determinan nuestras decisiones en esta vida. El premio del Cielo es un regalo en el que debemos tener puestos los ojos, para que no perdamos la perspectiva eterna de Dios.
 
9. Los discípulos cargan con cruces. El discipulado no es fácil. Jesús lo dijo así: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz de cada día y sígame” (Lc 9, 23). Nunca deberíamos olvidar que el sufrimiento es parte del discipulado. No se trata solamente de emociones para sentirse bien ni de pasar buenos ratos.
10. Los discípulos emplean tiempo con Jesús en la oración. Si hacemos lo que Jesús hizo, entonces necesitamos vivir en relación íntima con Dios. “Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos»” (Lc 11, 1).
 
11. Los discípulos aman y sirven a Dios (y al prójimo). Piensa en las numerosas veces que los discípulos son llamados a servir. Jesús ordena a sus Doce que sirvan a la masa en la multiplicación de los panes y los peces, que sanen a los enfermos, que expulsen los demonios, etc. ¡La vida de un discípulo no va de uno mismo!
 
12. Los discípulos hacen otros discípulos. Por último, tenemos que hacer lo que Jesús hizo, lo que significa “hacer discípulos”. Fue su último mandato y el único del que no podemos evadir el cumplirlo personalmente.

El Papa reza por los sin casa: que sean ayudados por la sociedad y la Iglesia

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta. 31 de marzo de 2020.

En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, este martes de la V Semana de Cuaresma, el Papa Francisco recitó la antífona de entrada que nos da esperanza: “Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor”. Al introducir la celebración, el Santo Padre dirigió su intención a todas las personas que en este periodo no tienen una casa:

“Oremos hoy por aquellos que no tienen hogar, en este momento en el cual se nos pide que estemos en casa. Para que la sociedad de hombres y mujeres pueda tomar conciencia de esta realidad y ayudar, y para que la Iglesia los acoja”.

En su homilía, comentando las lecturas de hoy tomadas del Libro de los Números (Num 21, 4-9) y del Evangelio de Juan (Jn 8,21-30), el Papa Francisco recuerda que Jesús se hizo pecado para salvarnos. Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí: en la cruz no finge sufrir y morir. Contemplemos a Jesús en la cruz y demos gracias.

A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde nuestro canal de Youtube:

La serpiente no es ciertamente un animal simpático: siempre se asocia con el mal. Incluso en la revelación, la serpiente es el animal que usa el diablo para inducir al pecado.

En el Apocalipsis se llama, al diablo, la antigua serpiente, la que desde el principio muerde, envenena, destruye, mata. Por eso no puede salir. Si quieres salir como alguien que propone cosas bellas, éstas son fantasía: las creemos y así pecamos. Esto es lo que le pasó al pueblo de Israel: no pudieron soportar el viaje. Estaban cansados. Y el pueblo habló contra Dios y contra Moisés. Siempre es la misma música, ¿no? "¿Por qué nos sacaste de Egipto? ¿Para hacernos morir en este desierto? Porque aquí no hay pan ni agua y estamos hartos de este alimento ligero, el maná". Y la imaginación – lo hemos leído en los días pasados – siempre va a Egipto: "Pero, allí estábamos bien, comíamos bien ...". Y también, parece que el Señor no podía soportar a la gente en este momento. Se enfadó: la ira de Dios se ve a veces... Y entonces el Señor envió entre el pueblo serpientes abrazadoras que mordían a la gente y morían. "Un gran número de israelitas murieron." En ese momento, la serpiente es siempre la imagen del mal: el pueblo ve en la serpiente el pecado, ve en la serpiente lo que ha hecho el mal.

Y se acerca a Moisés y le dice: "Hemos pecado porque hemos hablado contra el Señor y contra ti. Suplica al Señor que nos quite estas serpientes". Se arrepiente. Esta es la historia en el desierto. Moisés oró por el pueblo y el Señor le dijo a Moisés: "Haz una serpiente y ponla en un mástil de metal. Quien será mordido y lo mire, seguirá en vida".

Me hace pensar: ¿pero no es esto idolatría? Ahí está la serpiente, ahí, un ídolo, que me da salud... No se entiende. Lógicamente, no se entiende, porque esto es una profecía, es un anuncio de lo que va a pasar. Porque también hemos escuchado como una profecía cercana, en el Evangelio: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces sabrán que Yo soy y que no hago nada por mí mismo". Jesús levantado: en la cruz. Moisés hace una serpiente y lo levanta. Jesús será levantado, como la serpiente, para dar la salvación. Pero el núcleo de la profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros. No ha pecado: se ha hecho pecado. Como dice San Pedro en su carta: "Llevó nuestros pecados sobre sí mismo”.

Y cuando miramos al crucificado, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado. Ha tomado sobre sí mismo todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora. La cruz, es verdad, es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de los que no querían a Jesús: todo esto es verdad. Pero la verdad que viene de Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo hasta el punto de convertirse en pecado. Todo pecado. Nuestros pecados están ahí.

Debemos acostumbrarnos a mirar el crucifijo bajo esta luz, que es la más verdadera, la luz de la redención. En Jesús hecho pecado vemos la derrota total de Cristo. No finge morir, no finge sufrir, solo, abandonado... "Padre, ¿por qué me has abandonado?". Una serpiente: Yo soy levantado como una serpiente, como lo que es todo pecado.

No es fácil entender esto y, si pensamos, nunca llegaremos a una conclusión. Sólo, contemplar, rezar y dar gracias.

Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a realizar la comunión espiritual. Aquí sigue la oración recitada por el Papa:

“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti. Amén”.

Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum ("Ave Reina del Cielo").

¿Por qué es tan difícil perdonar?

Para perdonar tenemos que elevar nuestra memoria a un nivel superior, reemplazando el recuerdo doloroso por las palabras de Jesús

Una de las pruebas más difíciles que se enfrentan en la vida es la constatación de que se es incapaz de perdonar a alguien que nos lastimó. Jesús nos dio un ejemplo de esa actitud cuando relató la parábola del hijo pródigo que malgastó su herencia.

Cuando a este jóven se le acabó todo el dinero y empezó a pasar necesidad en una tierra donde había sobrevenido un hambre extrema, decidió volver a su padre, pedir perdón y solicitar ser tratado como a uno de sus jornaleros. El padre misericordioso, que nunca dejó de amar a su hijo, lo perdonó en el acto y le devolvió su lugar en la casa, como su hijo.

Pero el hermano mayor, que había permanecido fiel a su padre, se quejó. Estaba celoso de la fiesta que se había organizado en honor de su hermano pródigo.

Al hermano mayor le pareció completamente injusto que su padre honrara a ese hermano descarriado, mientras que a él nunca lo había recompensado por su lealtad y su trabajo. En lugar de alegrarse por la conversión y el regreso de su hermano, el mayor se irritó y se entristeció, y se negó a entrar en el banquete.

El padre le explicó por qué debía alegrarse: porque el hijo que estaba perdido había vuelto. En ese momento, el hermano mayor tuvo que elegir. ¿Haría caso a la súplica de su padre y se uniría a su alegría, o se encerraría en sí mismo y en su tristeza autocompasiva? ¿Iba a aceptar reconciliarse con su hermano, aunque no fuera más que por amor a su padre, o se retiraría amargado y con el corazón endurecido?

Jesús no nos contó cuál fue la reacción del hermano mayor. Tal vez quería que reflexionáramos sobre cuál sería nuestra reacción, ya que es una opción que todos, tarde o temprano, vamos a tener que hacer.

Sea porque tenemos a un alcohólico en la familia, o un ser querido se hace adicto a las drogas, o un cónyuge nos es infiel o un amigo nos traiciona, todos, en algún momento, nos enfrentaremos con la opción de perdonar a quien nos hirió, incluso si esa persona no nos pide perdón.

El único remedio veraz para curar ese tipo de sufrimiento es perdonar a quien nos hirió. Por eso es que Jesús nos regaló el “Padrenuestro”.

Si nosotros no perdonamos a los demás, cada vez que rezamos el Padrenuestro, ¡estamos pidiendo a Dios que no nos perdone las ofensas que hacemos contra Él! Jesús también nos dio Su propio ejemplo en la Cruz cuando dijo: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”.

¿Por qué es tan difícil perdonar y olvidar?

Yo lo llamo “vivir en el recuerdo”. Cuando nuestra Fe y nuestra Esperanza son débiles, podemos vivir inmersos en un recuerdo triste.

Durante años revivimos y reavivamos ese momento de dolor y enojo, hasta que se nos deforma el alma y se nos endurece el corazón.

En ese estado, empezamos a justificar todas nuestras debilidades por esa experiencia dolorosa que recordamos una y otra vez.

A esa altura, es imposible ver las propias faltas con humildad y tratar de cambiar nuestra conducta indeseable para bien. Al final, un día nos percatamos de que estamos atrapados en un ciclo sin fin de frustración, enojo y tristeza.

Esa es una situación peligrosa ya que, a menos que rompamos ese patrón, todo lo que nos suceda cada día será un recuerdo de ese incidente que nos lastimó tanto.

La tensión va a ir en aumento hasta que la vida entera se va a ver destruida por frustraciones que no existen. Es fácil imaginarse al hermano mayor cargado de amargura contra su hermano descarriado durante mucho tiempo.

Si eligiera rechazar la alegría de la reconciliación y el sacrificio, cosecharía solamente tristeza y tormentos. Se estaría cargando sobre las espaldas ese rencor cada vez que viera a su hermano. Pero sería la opción que él mismo escogió la que le causaría tristeza.

¿Cuál es la solución? ¿Cómo logro perdonar?

Sin duda, perdonar no es hacer de cuenta que no tenemos problemas ni sentimientos, ni que nunca hubo ofensa. No se pueden enterrar los sentimientos ni los recuerdos a costa de una gran fuerza de voluntad. Eso no sirve.

No, la respuesta requiere de un enfoque completamente distinto. Debemos usar esos sentimientos que nos provocan dolor como una oportunidad para imitar al Padre, nuestro Dios Compasivo, Misericordioso y Amante, que hace salir el sol sobre justos e injustos.

Tenemos que empezar a ver lo sucedido como algo que Él permitió que pasara para nuestra santificación, para hacernos santos según nuestra reacción ante ese acontecimiento doloroso.

En lugar de tratar de hacer de cuenta que no nos sentimos heridos, tenemos que elevar nuestra memoria a un nivel superior, reemplazando el recuerdo doloroso por las palabras de Jesús o por algún incidente de Su vida.

La memoria, una de nuestras facultades mentales, es un regalo precioso que nos dio Dios. Pero debe ser usada correctamente. La memoria debe considerarse un depósito tremendo donde podemos guardar todo lo que nos relatan los Evangelios acerca de Jesús y Su vida, llenando el lugar con Oración, Escrituras y los Sacramentos.

Cada vez que recordamos una ofensa pasada, debemos reemplazar el recuerdo con palabras de Jesús, trayendo a la memoria los episodios en que Él perdonó, y cómo utilizó cada oportunidad para dar Honor y Gloria a Su Padre.

Entonces, cuando aparezca un recuerdo inquietante, podemos “cambiar de carril” hacia un pensamiento diferente: uno centrado en Jesús. Esto va a lograr que nuestra memoria se eleve por sobre las cosas de este mundo, y empiece a vivir en la Palabra de Dios.

Sin embargo, este proceso de sustituir un mal recuerdo por buenos pensamientos puede utilizarse incorrectamente. Si se realiza en una esfera completamente natural, puede ayudar a cambiar el pensamiento, pero nunca nos va a provocar un cambio de vida que nos acerque a la unión con Dios.

Por ejemplo: un colega nos ofende con un comentario antipático. Uno permanece callado, pero las palabras que dijo nos queman por dentro como el fuego. Hay quienes nos aconsejarán salvar esta situación a través del “pensamiento positivo”, o mediante alguna técnica como la formación de una imagen mental de una flor que flota en un lago espejado.

Esto puede cambiar el patrón de pensamiento y calmar los ánimos, pero no nos va a hacer semejantes a Jesús. No, no es esa la manera de proceder.

Jesús es el centro del perdón

Es Jesús quien debe ocupar el centro de nuestras facultades mentales. Jesús es el Camino a seguir para controlar nuestra memoria y nuestra imaginación. Es Jesús la Verdad que nos ayuda a elevar nuestro entendimiento por encima de nuestra limitada capacidad para ver los Misterios de Dios. Y Jesús es la Vida a través de la cual se fortalece nuestra voluntad para superar los más grandes obstáculos.

Como cristianos, debemos luchar por vivir una vida santa, la vida de un hijo de Dios –no simplemente una “buena” vida como meras criaturas de Dios-.

Es solamente a través de Jesús que podemos elevarnos de una vida de imperfección o tristeza o amargura a una vida de santidad y esperanza y alegría.

Dios siempre saca cosas buenas de toda situación para quienes lo aman, si no en esta vida, en la otra.

Cuando ponemos nuestra confianza en nuestro Dios Amor, todas nuestras penurias pueden convertirse en escalones que nos lleven al Cielo.

¿Qué diferencia hay entre religión, culto y secta?

Una respuesta corta y directa a una pregunta que muchos nos hacemos

Pregunta:

Ante mi reciente actividad en esta area, desearía conocer que se considera: A.-Religion.- B.-Culto.- C.-Secta.  Gracias. José Luis 

Respuesta:

Estimado José Luis:

Santo Tomás de Aquino, dice en la Suma Teológica, II-II, 81, 1, que

a)«conforme escribe San Isidoro en el libro Etymol., llamamos religioso, palabra derivada, según dice Cicerón, de re-lección, a quien repasa y como que relee lo referente al culto divino. Así, pues, la palabra religión proviene, según parece, de releer lo concerniente al culto divino, por el hecho de que a estas materias hay que darles muchas vueltas en nuestro interior, según se nos manda en Prov 3,6: En todos tus caminos, piensa en El.

b) Aunque también pudiéramos suponer que se llama así a la religión por nuestra obligación de reelegir a Dios, a quien por negligencia hemos perdido, como dice San Agustín en el X De Civ. Dei.

c) O puede asimismo pensarse que la palabra religión se deriva de religar, y de ahí la frase de San Agustín en el libro De vera relig. : La religión nos religa al Dios único y omnipotente.

Ahora bien: sea que la religión se llame así por la repetida lectura, por la reelección de lo que por negligencia hemos perdido o por la religación, lo cierto es que propiamente importa orden a Dios. Pues a El es a quien principalmente debemos ligarnos como a principio indeficiente, a El debe tender sin cesar nuestra elección como a fin último, perdido por negligencia al pecar, y El es también a quien nosotros debemos recuperar creyendo y atestiguando nuestra fe». Santo Tomás añade que “La religión se acerca a Dios más que las otras virtudes morales, en cuanto que se ocupa de cosas que directa e inmediatamente están ordenadas al honor divino; y por lo mismo, la religión sobresale entre las otras virtudes morales”(II-II, 81, 6). Y dice también en qué consiste: “la religión consiste en el acto por el cual el hombre rinde culto a Dios, sometiéndose a Èl”.

El culto, por su parte, es la correcta relación del hombre con Dios. Deriva de colere, cultum, es decir, cultivo. Cultivar es una acción que implica una cierta frecuencia, un cuidado, una repetición, una “cultura”. El hombre cultiva su cuerpo, cultiva el oído, cultiva sus talentos, cultiva su inteligencia por el estudio, su voluntad por la repetición de actos buenos, sus relaciones con los demás (cultiva la amistad), y su relación con Dios (culto), es decir, cultiva su vida espiritual. El hombre, por ser espiritual y libre, es un ser “cultual” por naturaleza, inclinado a la adoración del Ser Supremo, de aquello que lo trasciende(“trans-scandere”). Cuando Dios creó al hombre, dice el Génesis, plantó un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había creado (Gn 2, 8), para que lo cultivase y lo cuidase (Gn 2, 15).

Etimológicamente, la palabra española “secta”, en latín, era el femenino del participio del verbo “seco, secare”: “cortar, desprender”. Designa la entidad separada de otra realidad mayor y más antigua como la rama desgajada de un árbol.

Realmente, por su definición descriptiva o sus rasgos definitorios, “secta es un grupo autónomo, no cristiano, fanáticamente proselitista, exaltador del esfuerzo personal y expectante de un inminente cambio maravilloso, ya colectivo, ya individual” (según Luis Moya, tomado de www.unav.es). Puede ver ese link para una ampliación del tema.

¿Sabes por qué a los sacerdotes les dicen padres?

El padre Seba nos comparte hoy un sencillo video donde nos explica el sentido de una palabra que siempre usamos y no tenemos idea de lo qué significa: padre

El padre Seba nos comparte hoy un sencillo video donde nos explica el sentido de una palabra que siempre usamos y no tenemos idea de lo qué significa: padre. Siempre pensé que llamábamos padres a nuestros sacerdotes por que son nuestros padres en el sentido espiritual, pero hay más razones que esta… hoy el padre Seba nos las explica 

«Ni llaméis a nadie “Padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo» (Mateo 23, 9).

En sus videos el Padre Seba responde todas las preguntas que le hacemos. La idea es esta: nosotros le mandaremos todas nuestras dudas (sobre cualquier tema de fe) a su cuenta de twitter @Padre_Seba o de Facebook, y él las responde con mucho gusto en sus vlogs.

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